Partida Rol por web

El bruto al que Erika ha golpeado por la espalda se da la vuelta con un grito. El primer mazazo coge por sorpresa a Erika pero la pechera de su armadura absorbe el golpe. Para sopresa de todos la robusta noble planta los pies y cuando la otra mano maza está a punto de impactar se mueve con una agilidad sorpredente, inclinandose hacia el lado y lanza un golpe contra la bestia. Por desgracia golpea una de las placas de metal sin dañar a la bestia.

La otra mole de pelo, metal y furia se lanza ahora contra Críspulo, el último en atacarle, y descarga dos potentes golpes con sus manos rematadas en pedazos de afilado metal. Aunque demasiado lento para esquivar lo peor del golpe el mellado sobrevive para vivir mostrando su desagradable sonrisa al mundo un día más.

Aprovechando la protección de la distancia y del foso, Mirtle lanzó su normalmente inefable herradura. En esta ocasión, erró... al menos estaba fuera del alcance de las sucias ratas. O eso creía...

Ya, sudandome las manos tras haber disparado tantas flechas, mostraba cansancio, puesto que la flecha que logré sacar contra la mole, no llevaba ninguna fuerza. Por otro lado Anciano estaba en las mismas, de hecho, se había puesto a un lado a toser en vez de atacar una de estas bestias. La habíamos herido gravemente, pero aun nos faltaba otra.

En los oídos resuena el grito de la bestia al verse sorprendida y el de las placas de su armadura protegiéndola de la maza enemiga. A la noble le da la sensación de que todo se ralentiza y que por primera vez desde que el ojo derecho le empezó a supurar, lo ve todo claro. Ve el punto exacto por el que colar su maza para golpearle, y aunque la bestia esta vez no emite ningún sonido, su vista sigue fija en aquel monstruo mientras dirige su maza hacía su cabeza.

Se siente eufórica, alimentada por aquella victoria después de tanta frustración... y entonces su vista se vuelve roja. A veces le pasa, que esa infección extraña suelta sangre o pus y se le cuela en el ojo, a su vez empeorando su enfermedad. Debe de ser una gota minúscula, pero es suficiente para que no sea capaz de ver que la cabeza del bicho ya no está en el lugar en el que creía que estaba...

Phil seguía atizando a aquella mole de bestia. La maza impactaba sobre su enemigo mientras los dientes serrados de Phil asomaban a través da la sonrisa macabra que dibujaban sus labios.

La sangre que le salpicaba su cuerpo parecía infundirle una salvaje excitación. Sobretodo porque no era la suya.

Volvieron a volar las flechas, las maldiciones y los juramentos. Pero solamente la maza de Phil el rata logró causar heridas de gravedad a una de esas masas de impío músculo. La criatura gritó de dolor y se tambaleo sangrando en abundancia entre las placas de la armadura. Realmente estaba en las últimas. Pero dispuesta a morir matando.

La bestia malherida lanza un bramido que os rocia con el hedor de comida mal digerida y humores putrefactos. Con sus últimas fuerzas se lanza como un enajenado en busca de alguna alma que arrastrar al averno en el que sufran tormento eterno estas horribles burlas de la humanidad que son los hombres rata.

Y esa alma desdichada es Mirtle. Aun empuñando su, supuestamente mágica, herradura la desertora palidece cuando la mole del bruto corre con sorprendente velocidad hacia ella. Logra esquivar el primer mazazo que destroza las baldosas donde hace unos segundos la mujer estaba de pie. Pero mientras rueda por el suelo para esquivar el golpe el otro atronador puño le impacta en la columna.

El grito de dolor de la mujer os recuerda que esto no es un romance de caballería. Esto es el mundo real. El palacio y reino del Basílisco Bicéfalo y su heraldo el Dolor. Mirtle nota como el aire abandona sus pulmones y un horrible crujido hace que una ola de dolor le suba por la columna vertebral.

La otra criatura, la que aun permanece intacta, se mueve con más cautela. Uno casi diría que con astucia mientras con un sorprendentemente agil zig zag recorta distancias con Avaro, Críspulo y el perro. Parece que va a por el arquero cuando para en seco y, juraríais, una sonrisa cruel descarga sus golpes sobre Críspulo y el pobre y dolorido can de Avaro, Anciano el Perro.

Cripsulo recibe un golpe terrible en el pecho y cuando se levanta tras volar unos pasos se toca el abdomen y nota el tacto enfermizamente blando, como si fuese un ordre lleno de sangre a punto de reventar. Pero peor está Anciano, apenas se mantiene en pie temblando sobre sus cuatro patas y sangrando profusamente mientras los dientes le resbalan sanguinolentos fuera de la boca.

La situación era arrebatadora. Apuntando a la rata que estaba más herida, le disparé con fuerzas un flechazo para terminar de rematarla. Anciano estaba en un aspecto terrible, me había acompañado en muchas aventuras, pero su destino, parece que terminaría en este lugar. Aún así, el perro, en un último intento, se largó a morder la pata de la gran rata, intentando ser el sacrificio más heroico que podíamos tener (al menos, de momento).

Con la cara hinchada y los ojos inyectados en sangre por el fuerte golpe, Mirtle profirió un alarido de rabia y dolor, y en un estado de enajenación profundo se lanzó daga en mano a por la gargantuesca rata.

Aún trastabillando por el golpe que casi la paralizaba, consiguió ensartar a la criatura en la tripa, haciendo que sangrase aún más de lo que ya lo hacía.

No. No. Aquí no. Mi fin se acercaba, podía sentirlo. Tantas huidas de la ceca a la meca, tantas puñaladas traperas para nada. Iba a agonizar en un maldito subterráneo de mierda y nadie enterraría mi cadáver. Tendría suerte si no acababa comido por sólo el basilisco sabe qué.

No quería morir. Estaba harto de mi mierda de vida y no quería acabar así. Me levanté y con las pocas fuerzas que me quedaban, gritando intenté arremeter cconta runa de las ratas para tirarla a ese estúpido pozo ahora que la pobre tipa había logrado salir de él, gritando de rabia. 

Phil volvió a arremeter contra una de aquellas mastodóntica ratas. Enajenado aún por la adrenalina que recorría su cuerpo, solo pensaba en matar. Tal vez cuando le partieran el espinazo se daría cuenta cuánto mejor hubiera sido huir.

El moridsco del perro Anciano fue un adecuado ejemplo de la utilidad de la esperanza. Ninguna. Su mordisco solo sirvió para deswtrozarse las maltrechas encías contra la armadura del bruto. Las armas de acero resultan más eficaces y el bruto ya herido cae por fin rendido ante la daga de Mirtle quien se venga del horrible dolor que le ha sido inflingido.

Dos de los guardianes del tesoro han caido y solamente uno de los brutos hipermusculados permanece en pie. Y tras el brilla la plata.

La codicia es la única fuente de valentía en este mundo condenado.

Tras el ataque, la bestia persigue y hiere de gravedad a aquellos hombres y mujeres cuyos nombres Erika todavía desconoce. No hay tiempo para conocerse en la batalla, y tampoco para pensar detenidamente qué hacer. Quizás si Erika hubiera pensado dos veces, no habría echado a correr detrás de la alimaña, maza en mano. Porque en el momento en el que el arma toca la piel del monstruo, Erika nota que algo no va bien. En un fragmento de segundo, cree ver cómo aquella reliquia familiar (¿por eso no se la dejaban tocar, no?) se resquebraja, primero con una línea que recorre desde una arista hasta el mango y luego con finas ramificaciones. Y se ve a sí misma sola contra aquellas bestias de dos patas y aquellas ratas enormes, y desea que nada de eso pase.

Y de repente, como si nunca hubiera pasado, se ve a sí misma atacando al aire, pero  con la maza intacta en su mano. 

La carga desesperada de Críspulo logra empujar al bruto superviviente al fondo del pozo. Ambos caen en un abrazo mortal al fondo del pozo. Durante unos segundos la sensación de triunfo es exhilarante para Críspulo.

Toda su vida ha llevado a este momento. A un instante de pura fuerza derrotando a un horror que desafía la imaginación para proteger a sus aliados y camaradas.

Entonces se da cuenta de que sigue agarrado a la bestia en un abrazo mortal. Y que el oscuro pozo los recibe a ambos en su frio e indiferente abrazo. Críspulo nota como choca contra la pared del pozo en su caida y como el peso del bruto le dobla el brazo en un angulo antinatural. Con el peso del bruto encima el agonizante dolor cede eso si a la sensación de ahogo.

Incluso desde fuera el pozo ois sus gritos de dolor, ahogandose poco a poco bajo el peso del enemigo vencido.

No os importa, hay plata a la vista.

Avaro observó muy sorprendido el sacrificio de sus compañeros. Un sacrificio que posiblemente olvidaría, pero que había salvado la vida de su perro y de él en esta ocasión. Prendiendo una de sus antorchas, la arrojó al pozo, para que los cadáveres de ambos se fundieran en las llamas de la redención. Con mucho cuidado, decidió comenzar a avanzar hacia el tesoro, apuntando en todo momento, pues había escuchado temibles historias de cofres que se movían y monedas de plata que te mordían las manos, por lo que se acercó con mucho cuidado, tocando todo desde lejos con su arco, y viendo que no hubiera ninguna trampa.

Avaro toca las cosas con mucho, muchísimo cuidado. Para su desgracia pisa una falsa baldosa trampa que se rompe metiendo el pie en un asqueroso y pequeño agujero lleno de serpenteantes y  venenosas culebras.

Por suerte la bota le protege de las mordeduras y saca la pierna justo a tiempo. Agradece al Basilisco Bicéfalo sus dones y vuelve su atención al tesoro.

Hay varias cajas con lo que parece solamente basura. Pero en una de ellas al abrirla empujando con el arco caen de golpe lo que parecen un centenar de monedas de plata. ¿Que más sorpresas encerrarán el resto de cajas?

Respiro profundamente mientras me alejo de las serpientes, y le tiro una de las cajas de basura encima para que no salgan de allí, y mirando al resto les digo;

-Bueno, yo no me arriesgo a abrir otra. Les toca. -

Dije, mientras me quedaba expectante, mirando con cuidado el lugar y la puerta, atento en caso de que llegaran más ratas por la puerta a atacarnos por la espalda.

Mirtle no dudó. Estaba tan dolorida que usó uno de los botiquines que aún guardaba. Luego inspeccionó los cadáveres en busca de algo útil.

Nada util en el cuerpo de los dos brutos hombres rata. Y ni tan siquiera la codicia de Mirtle la llevaría a volver a meterse dentro del hoyo en el que aun agonizaba el otro hombre rata restante. 

En su visita a la sala principal le pareció oir unos cánticos que subían por la escalera, volvió a echar un vistazo a la otra puerta reforzada de la sala y escupió a uno de los enormes cadáveres de los enemigos derrotados.