Partida Rol por web

Muerte en la Nieve

Cantar de la Gran Compañía 5: Las Ruinas de la Fe

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22/12/2019, 18:15
* Juglar *

Me van a permitir, buenas gentes, que abuse de su paciencia y haga un alto en la intensa historia que les está relatando este humilde juglar. Como ya les he advertido en más de una ocasión, el Cantar de la Gran Compañía está lleno de grandes personajes, que aparecen y desaparecen, que aparentan una importancia que finalmente no terminan de alcanzar, o ascienden a los altares del heroísmo sin que nadie se lo esperase.

Por ese motivo, pido a mi audiencia un poco de paciencia, para presentar a uno de esos personajes. Su nombre, o al menos como muchos lo conocían, era Riohrd, el trotamundo, el curandero, aunque aquellos apelativos no hacían sino ocultar una verdad mucho más peligrosa. Una que podía costarle la misma vida, de hacerse público. Pues Riohrd, miembro del noble pueblo de los Altos Elfos que por estas tierras nos son tan desconocidos, era lo que algunos conocen como un alquimista de sangre. Por sus venas discurría una sangre con un gran potencial arcano, a saber por qué misteriosos orígenes, mediante la cual aquel hombre errante era capaz de destilar pociones y ungüentos de poder.

Aquella mañana los primeros albores de la luz del día alcanzaron a Riohrd en su aún improvisado campamento, al cobijo de unas antiguas ruinas de los hombres. No era un lugar abandonado, aislado de los humanos que lo habían erigido, pero se encontraba en ruinas igualmente, a la sombra de la edificación que aún se mantenía en pie. El Alto Elfo sintió como las innumerables cicatrices de su cuerpo le tiraban sobre la entumecida piel con el frío de la mañana, algo que iría desvaneciéndose con el paso de los primeros instantes del día. Había visitado el Camino de los Sueños, pero era momento ya de ponerse en pie. Después de todo, no estaba en aquel lugar para holgazanear.

¿Y dónde era “allí”, se preguntarán? Pues no les sorprenderá saber que en aquella lúgubre mañana, bajo un cielo encapotado que amenazaba con ser igual de oscuro y frío que todos los anteriores, Riohrd se hallaba en las frías e inhóspitas montañas Durenses de Terasdur.

No había llegado a tal lugar por casualidad, ni tampoco le había resultado sencillo. Pese a sus incontables viajes, el alquimista no era un experto geógrafo ni se orientaba con excelsa facilidad. Pero había buscado aquel lugar con ahínco, de modo que errando en el más amplio sentido de la palabra, había alcanzado su objetivo. Como he dicho, no eran aquellas unas simples ruinas abandonadas de otro tiempo, no. Se trataba de una antigua fortaleza religiosa dedicada a aquel dios de los humanos del norte, Korth, al que llamaban El Salvador. Había visto, sin duda, tiempos mucho mejores. La fortaleza albergaba una torre y un templo, amén de diversos anexos auxiliares y una buena muralla a su alrededor. A buen seguro, aquel lugar había sido erigido con toda la intención de soportar el acoso de los clanes bárbaros, los asaltos de los gigantes azules, y las avanzadillas de orkos que se arriesgaban demasiado al sur de sus montañas Kehalas, buscando saquear todo a su paso. El alquimista pudo elucubrar que la antigua torre habría albergado en otro tiempo un pequeño destacamento de soldadesca y servicio, y posiblemente dependencias más lujosas para los religiosos de mayor importancia. Pero eso habría sido en otro tiempo, ya muy lejano.

¿Qué quedaba ahora? La torre había sido derruida, y nuestro protagonista descansaba al cobijo de lo que quedaba de sus ruinas, por decisión propia. No gustaba de guarecerse demasiado cerca de nadie, de modo que, cuando los pocos monjes que quedaban accedieron a permitirle acceder a la fortaleza, muy a regañadientes debido a las siempre tensas relaciones entre ambos pueblos, la discusión que se generó acerca de dónde alojarle fue más que suficiente excusa para que Riohrd se ofreciera a descansar en su propio campamento, intramuros pero al raso, entre las ruinas de la torre.

Si bien al alquimista ya le había sorprendido ser conocedor de la situación de aquel templo, en medio de ninguna parte en recónditas tierras inhóspitas y sacudidas por un inclemente clima helado, rodeado además de pueblos hostiles para con la fe de Korth, más aún le llegó a sorprender la situación actual del mismo. Puede que en sus orígenes remotos se hubiera erigido aquel lugar contando con una expansión de los hombres del norte que finalmente no llegó a producirse. Pero actualmente el lugar estaba habitado por apenas media docena de monjes, una congregación minúscula que sin duda se veía y deseaba para mantener aquel lugar, y que a buen seguro habría decidido mantenerse allí por pura obstinación.

Con la luz del día, apenas penumbrosa bajo un cielo encapotado, Riohrd debía afrontar asuntos que pendientes habían quedado desde el día anterior, a su llegada. El Abad, un hombre aparentemente lleno de paciencia y bondad, había evitado exigir extensas explicaciones acerca de los motivos de la llegada del alto elfo a su templo, centrándose en la necesidad del prójimo. Pero había citado al trotamundos en la mañana para permitirle explicar su presencia allí, y eso suponía un escollo a salvar. La verdad de su llegada no tenía nada que ver con haberse extraviado en las montañas, ni nada semejante. Riohrd había buscado expresamente aquel templo, y lo había hecho en la búsqueda de conocimientos acerca de la alquimia que practicaba. Un humano ciego, practicante de sus mismas artes, le había hablado en susurros de aquel lugar, tiempo atrás. Era bien probable que el humano fuera ya pasto de los gusanos, o como mínimo alguien de edad muy avanzada. Le contó al alto elfo acerca de una torre en las Durenses bajo el que se ocultaba un gran tesoro. No en la forma de oro ni piedras preciosas, no. Un tesoro en forma de objetos mágicos, tomos de conocimiento antiguo, y herramientas de calidad extraordinaria. Aquel hombre sospechaba que entre tanto objeto maravilloso se encontraban las herramientas del primer alquimista de sangre, el descubridor mismo de tal artesanía arcana, objetos que podían albergar jugosos secretos acerca de la extracción del poder de la sangre de aquellos elegidos para albergarla.

¿Podía Riohrd confesar sus verdaderas intenciones al abad? Y si no podía hacerlo, ¿qué otras opciones estaban en su mano? Si quería dar con aquellos secretos, debía buscar la forma de que le permitieran permanecer entre aquellos muros durante un tiempo…

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25/12/2019, 21:33
Riohrd

Sin importar su edad, los diversos caminos recorridos o siquiera, el peso que sobre sus espaldas desde hacía años cargaba sobre su espalda, para Riohrd, cada amanecer en Valsorth le permitía quizás, la ilusoria sensación de sentir nuevamente una paz interior que con el andar de su propio caminar, se le había arrebatado hacía años. Fue por ello que cuando la más completa oscuridad exterior fue quedando atrás con los primeros y tenues rayos de la mañana, el alto elfo abandonó los reinos de los sueños para permitirse el conectar al menos por una vez en lo que quedase de esta jornada, consigo mismo y con todo lo que en su vida, había dejado atrás. Abandonó así el saco de dormir mientras las tiranteces de las cicatrices sobre su piel le recordaban la razón de estar en donde se encontraba, pero ignorando esto con descaro, así como también el frío que cual gélido abrigo se cernió sobre su torso desnudo, la mirada del Alei se perdió en el paisaje mientras que una de sus manos acariciaba con extrema delicadeza el colgante que de perenne manera descansaba sobre su pecho. 

Sus primeros pensamientos entonces fueron para los suyos, y aunque en su rostro no se mostró emoción alguna, distinto era en su interior cuando la imagen de su hermana era la primera en venirle a la cabeza. La extrañaba, aquello era quizás de las pocas cosas de las que el elfo estaba seguro por completo, pero ante ese mismo pensamiento y ante los dulces recuerdos que ante la mera mención silente de su nombre afloraban en su ser, los labios de Riohrd por primera vez, en este día que prometía no ser corto en absoluto, se curvaron en una tenue pero serena sonrisa al comprobar como, el solo recuerdo de Mailadarel era capaz de infundirle una paz, una tranquilidad que en sí mismo, creía ya del todo olvidada. Más aunque tras su nombre, vinieron el de muchos otros que de buena manera habían marcado su vida, el alto elfo prefirió dar por concluido aquel instante de introspectiva contemplación para devolver sus pasos y su mente al camino que el mismo había trazado para él. Sus ojos entonces recorrieron aquel derruido lugar en donde se encontraba, un lugar que habiendo visto y vivido tiempos mejores antaño, en esos momentos servía de cobijo para hombres cuya fe si bien conocía, era incapaz de comprender al completo o quizás, simplemente se negaba a hacerlo con tal de no encontrar en los hombres de aquel lugar, un punto de conexión. 

Había llegado hasta ahí tras una travesía que le pareció interminable, llena de errores que aunque cuantiosos para su propio gusto, le habían ofrecido al menos vivencias que sabía que mas temprano que tarde le serían de una gran utilidad, a estos pensamientos fueron a los que se aferró cuando las pocas dudas que podían habitar en su flagelado ser inmortal afloraron, y respirando profundamente una vez más, volvió su mirada y sus actos hacia el interior de aquel ruinoso lugar que por esa noche le había servido de improvisado cobijo. Cubrió su ligera desnudez con los ropajes que solía usar durante sus viajes más seguros, y mientras guardaba todas sus cosas dentro de su mochila de viaje, se sentó en el suelo para así y mientras una melodía melodía salía de entre sus labios en un grave tarareo, se dispuso a disfrutar de un desayuno que si bien precario sería para entonces, al menos le aportarían la energía necesaria para afrontar lo que estaba por llegar. Es por eso que lejos de encender una hoguera con la que calentar sus huesos, cogió de entre sus víveres aquello que pudiese comer sin necesidad de cocinar. Entre cánticos suaves agradeció a Rael por aquel día que comenzaba, y tras disfrutar de la primera comida de este día, sin mayores prisas de las que él mismo se pudiese imponer, desayunó con la calma de quien tiene todo el tiempo a su favor, incluso cuando aquello pudiese ser una quimera. 

Necesitaba recuperar las fuerzas perdidas en aquel largo peregrinar hasta esas ruinas en las que por fin se encontraba, y aunque durante el mismo camino había recurrido en más de una ocasión al mismo don que le había impulsado a seguir el rumor que le había llevado hasta ahí, prudente había sido en no robarse a sí mismo mas sangre de la que una jornada de descanso le sirviese para recuperarse, pero tras años de un constante desangramiento consciente y voluntario, las fuerzas cada vez necesitaban de un poco más de tiempo para volver a ser lo que alguna vez habían sido en él. Es por esto que el haber llegado hasta esa derruida fortaleza no solo era sinónimo de poder alcanzar un más profundo conocimiento sobre la alquimia de sangre, sino que también y de poder quedarse el tiempo necesario, también podría convertirse por primera vez en un lugar donde pasar más de unas pocas noches a la intemperie y ser, si Rael así lo permitía en un lugar para su propia sanación. Estos fueron los pensamientos que pulularon por la mente del Alei mientras desayunaba, mientras su alma cantaba a su diosa a modo de alabanza, intentando mantener todo el tiempo que pudiese serle necesario aquella paz y tranquilidad que, durante el comienzo de la mañana, había creído alcanzar. 

Pero aunque el cuerpo, el alma y la mente del alto elfo necesitaba de aquel entrenamiento físico del que no podía prescindir, bien sabía que lo mejor era enfrentarse al Abad del lugar lo antes posible, ya que siendo de aquella reunión de lo que su estancia en aquel lugar dependía, demorarlo más a su entender carecía por completo de sentido ya que fuese cual fuese la respuesta, tiempo para entrenar tendría siempre en las horas venideras, de sobra. Por ello y en cuanto guardó la ración restante de su comida dentro de su mochila, Riohrd se puso la capucha de su capa sobre su cabeza para ocultar como siempre su rostro de cara a los demás, y tras haber comprobado que ya tenía todas sus cosas con él, emprendió el camino hacia el interior de aquel destrozado lugar con aquel paso que firme, parecía hacerle dueño de todo aquello que pisaba mientras que su mano fue acariciando con la yema de sus dedos las pedregosas paredes que ante el se iban mostrando como si de aquella manera, pudiese en parte sentir trozos, fragmentos de la historia que se guardaba silente en ese lugar. 

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26/12/2019, 19:54
* Juglar *

Abandonar aquellas ruinas y el cobijo de su improvisado campamento, supuso para Riohrd justo lo contrario a lo que el alivio representa para el hombre. Aquel lugar ya abandonado quedó pronto atrás, mientras la silueta del templo aún habitado se cernía sobre el alto elfo, amenazadora y opresiva. ¿Qué cabía esperar que sintiera un miembro del pueblo élfico, devotos de la diosa de la naturaleza a cuya grandeza y hermosura evocaban las obras de sus devotos? ¿Qué impresión debía causarle la imponente y angulosa arquitectura de los hombres, destinada a elevar a los altares el culto a El Salvador, y empequeñecer a los hombres ante su presencia? Aquel edificio seguramente le resultase tan frío como el ambiente gélido de las Durenses en que se erguía, y auguraba la misma frialdad en la reunión que había de sobrevenir con el abad, pese a que el día anterior le había parecido el más cercano de sus pares.

El sendero invisible que unía aquellas ruinas con la entrada del templo buen parecía un paseo con que contemplar la seguridad del lugar, que no era otra cosa que la alta y bien conservada muralla que rodeaba lo que en otro tiempo había sido un amplio conjunto de dependencias coronado por la torre ahora derruida. Los muros, ya de por sí altos, aprovechaban el desnivel de la colina en que la fortaleza se izaba, en un recóndito punto estratégico en la garganta que atravesaba las montañas a través del espacio entre dos acantilados que amenazaban al viajero que se aproximase, como si desde las alturas fuera a caerles la misma ira de los dioses. Lo curioso era que el Alei ya había visto antes templos dedicados a Korth en lugares así, ocultos entre cañones de roca, incluso excavados en la misma, sin que hubiera sido capaz de discernir el motivo.

El alquimista alcanzó la puerta del templo, una lo bastante robusta y maciza como para contener a un ejército bien pertrechado durante largo tiempo, y como cabía esperar la encontró cerrada. No obstante, como si ya hubiera estado siendo observado de antemano, apenas tuvo que aguardar frente a ella tras golpear sobre la madera en busca de respuesta.

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26/12/2019, 20:23
. Padre Aughio

El estridente sonido de metal roñoso contra madera ligeramente corroída por el tiempo, anticipó la apertura de la puerta que mostró a uno de los escasos religiosos del lugar. El Alei no se había quedado con su nombre, si es que en algún momento llegó a pronunciarse en su presencia, pero sí había podido comprobar que su palabra gozaba de cierto peso en la congregación. No era un hombre de gran tamaño, ni tampoco robusto, y si bien su cabellera carecía del gris toque de la edad, su rostro demacrado sí anticipaba una cierta vejez prematura. No obstante, había fuerza en su voz, nacida de un fuerte carácter.

Ah, sois vos... -Esas fueron sus primeras palabras, cargadas sin disimulo alguno del desprecio y la desconfianza que entre los hombres del norte resulta habitual hacia el pueblo élfico, debido a las guerras que tanto sufrimiento han hecho compartir a unos y otros. Por supuesto, aquel monje no parecía apreciar la menor diferencia entre un elfo del bosque y un alto elfo, y el peculiar aspecto de Riohrd no ayudaba a aclararlo. No obstante, el religioso se hizo a un lado flanqueando el acceso al alquimista, y comenzando a cerrar la puerta de nuevo con cierto esfuerzo- A vuestra llegada no fuimos debidamente presentados, me temo. -Comentó tras cerrar la puerta estruendosamente, pues se vio obligado a de un fuerte golpe a la barra para lograr que llegase al final de su recorrido. Entonces se giró y encaró a huésped con altivez- Yo soy el padre Aughio, ecónomo y bibliotecario de este santo lugar. He recibido indicaciones muy precisas por parte del abad de suministraros un desayuno adecuado, si es menester, antes de acudir a su presencia. Frugal, entiendo. Los recursos de la congregación son escasos y no estamos para dispendios... innecesarios. -Explicó el ecónomo, una figura ciertamente propia de la vida secular de los seguidores de Korth, pero que sin embargo no resultaba desconocida para el trotamundos, un hombre viajado y a cuyos oídos había llegado gran cantidad de información. Un ecónomo era un administrador de bienes, dentro de una diócesis, y por tanto era responsable de los bienes materiales de la misma, lo que incluía desde luego la custodia y administración de los víveres. No obstante, y pese a que aquella abadía no poseería a buen seguro más propiedades que las que albergaban sus muros, aquel monje era adjudicatario de otro cargo de gran relevancia, pues era responsable del saber escrito.

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27/12/2019, 21:21
Riohrd

Sin que la prisa fuese el motor de su andar, o que emoción alguna se reflejase en su rostro cual delator de todo aquello que albergaba en su interior, la mirada del Alei recorrió silente y curiosa cada detalle de aquel lugar, como si de esta manera, y en ese silente peregrinar, pudiese oír a retazos, parte de la historia que ese lugar de culto aún tenía para contar. Sus dedos siguieron acariciando la roca ya mermada por la historia y por el tiempo, y aunque no podía negarse a sí mismo que en su propio deterioro, el lugar poseía cierto encanto del que no se coartaba en disfrutar, todo aquello se cortó de golpe cuando la principal estructura se alzó ante sus ojos, haciendo que sus pasos se detuviesen y  que de sus labios hasta entonces enmudecidos, saliesen diversas maldiciones en forma de susurro y en un idioma que sería incluso incomprensible, si se le hubiese podido escuchar. Y es que si bien no era la primera vez que el alto elfo se encontraba con uno de las inmensas construcciones alzadas en nombre de Korth, e incluso este mismo culto ya casi le era casi familiar, que aquel edificio se alzara ahí donde solo la mano de Rael tenía derecho a tocar, no fue más que otra muestra de la poca educación y respeto que los humanos, en su necesidad de destruir todo lo que su mano es capaz de tocar, eran capaces de hacer. 

Suspiró entonces, obligándose a recordar la razón por la que tras recorrer de errática manera había recorrido innumerables caminos hasta llegar hasta ahí, y aunque se juró a sí mismo que encontraría la manera de devolverle de alguna manera a su diosa lo que por derecho le pertenecía, el Alei retomó su andadura mientras que sus labios, al contemplar la robusta puerta que cerrada se encontraba, se curvaron en una sonrisa que para siempre, quedaría bien oculta bajo la tela de su capucha. - Humanos... - Pensó no sin cierto desdén, y es que si alguna certeza había llegado a albergara durante sus años en Valsorth, esta era que los hombres, sobre aquellos que más sagaces se creían, siempre alzarían muros férreos tras los que protegerse ya fuese del peligro que fuera pudiese existir o incluso, para proteger sus más preciados secretos. Sus dedos largos y finos como los de cualquier artesano acariciaron la puerta que como era de esperar, se encontraba fuertemente cerrada, y tras acariciarla como si de una obra de arte se tratase, llamó a esta con la rotundidad que tan bien le precedía. 

De pie y en la intemperie, a Riohrd no le habría importado esperar una eternidad para ser por fin recibido, de hecho aquello era justo lo que esperaba y por lo mismo, no fue menor su sorpresa al comprobar cómo, si ya le estuviesen esperando o quizás vigiando su actuar, la puerta se abrió sin hacerle casi esperar, más si rompiendo la tranquilidad del lugar gracias al estruendo que el mismo acto traía consigo. Esperó paciente, más de lo que sabía muchos otros serian capaces cuando la mañana no ofrece un reconfortante calor, y aunque sus ojos se posaron en el rostro de quien ahora se mostraba, el Alei fue incapaz de recordar su nombre o siquiera de saber si en algún momento, lo había llegado a escuchar, pero esto, lejos de molestarle en lo absoluto, le fue como tantas otras cosas, simplemente indiferente, así como también todo aquello que en tan pocas palabras cargadas de desprecio, aquel hombre de rostro curtido por los años o quizás vivencias, le ofreció a modo de escueto al dejarle pasar.Buen día para vos también. Fueron las palabras que Riohrd ofreció como respuesta a las primeras esbozadas por el hombre y tras entrar y dejar que por sí mismo cerrase tan pesada puerta, sin hacer amago alguno de siquiera quererle ayudar, el Alei se quitó la capucha para dejar su rostro lleno de cicatrices y teñido de una heredada palidez a la vista de quien sin disimulo alguno, expresaba incluso en su respirar, el no quererle ahí. 

Es un placer conoceros. - Prosiguió en respuesta a su presentación, haciendo con ello un ligero movimiento de cabeza que bien destacaba los modales que el alto elfo tan bien llevaba desde la cuna, y por qué no, los que también había aprendido en su eterno recorrer de aquellas tierras. - Mi nombre es Riorhd y aunque agradezco tanto vuestra hospitalidad como preocupación por mi alimento, no debéis preocuparos por ello, he desayunado por mi cuenta, por lo que los víveres de vuestra despensa no se verán diezmados por mi presencia. - Respondió con un tono de voz que si bien grave era por mera naturaleza, no mostraba hostilidad, displicencia o emoción alguna y por el contrario, si bien tampoco denotaba simpatía, si remarcaba de una manera latente e incluso punzante una educación que con gente como aquella, le encantaba utilizar. Y es que sabedor de la imagen que los elfos, sin importar su procedencia, gozaban entre los hombres, Riohrd estaba muy lejos de querer ser aquello que los hombres imaginaban, no lo habían criado para ello y por sobre todas las cosas, latente mantenía la razón por la que debía ganarse si bien no la confianza, al menos si la simpatía de quienes entre aquellos muros moraban, más aún de quien tenía delante cuando, y por sus propias palabras, era el custodio de todo aquello que el Alei mas temprano que tarde, iba a necesitar. 

No es mi intención quitaros más tiempo del necesario padre Aughio, y por ello, agradecido le estaría si pudiese llevarme hasta el Abad. - Le pidió en un tono neutro al mismo tiempo que sobre sus largos y blanquecinos cabellos, volvía a poner su capucha puesto que, bien sabía cuanto su aspecto era capaz de perturbar a otros y cuantos prejuicios al mismo tiempo, era capaz de crear en torno a su mera presencia. 

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29/12/2019, 20:53
. Padre Aughio

Difícil resultaba, si no una proeza sólo al alcance de los dioses, discernir los pensamientos que se ocultaban tras el duro semblante de aquel religioso, de su fría mirada y de cada una de las prematuras arrugas que surcaban su piel. El siervo de Korth miró de arriba a abajo al Alei, tan sólo para asentir ante la petición de éste. ¿Cumplía su cometido de buen grado, por mera obligación, o con la esperanza de que hacerlo supusiera perder de vista cuanto antes al forastero?

Las dependencias se encuentran en el anexo. -Informó mientras caminaba, sin detenerse a esperar más de lo debido si comprobaba que el invitado se retrasaba, momento en que se detendría carraspeando con exigencia.

El camino que tomó les llevó a alejarse de la sección central del templo, con sus altas bóvedas y su zona de oración y homilía, las cuales Riohrd no llegó ni a vislumbrar. Fue guiado por corredores y estancias auxiliares, hasta salir a un amplio patio de planta cuadrada en cuyo firme se había amontonado una fina capa de nieve.

El templo es la casa de Korth, la parte más antigua y que fue construida con mayor lujo y presupuesto. -Explicó el religioso, aunque daba la impresión de que más por rellenar el silencio que por otro motivo. Resultaba aquella conducta algo inusual, pues es bien conocida la veneración por el silencio que los religiosos de Korth profesan- El anexo es tan paupérrimo como las vidas de quienes lo moramos, aunque seguramente seguirá siendo más lujoso que lo que alguien como vos esté acostumbrado.

Nada tenía por qué saber aquel humano acerca del lujo, o la falta de él, que la vida del alquimista pudiera haber disfrutado. No obstante, en algo sí que llevaba razón, y era que la vida de trotamundos que nuestro protagonista había llevado durante largos años estaba muy lejos de la comodidad de un techo sobre su cabeza. También portaba la razón en cuanto a aquel anexo al que se había referido. Y es que tras cruzar el patio y adentrarse en varios corredores, salieron a un segundo patio exterior desde el que se accedía a una edificación unida a la parte trasera del templo, pero evidentemente ajena a él. Se trataba de una edificación de piedras desgastadas y burdamente apiladas en muros, con accesos y escaleras de madera.

Este es el anexo. ¿Veis esa puerta de allí? -Indicó el clérigo, señalando la puerta de una estancia alta, a la que se alcanzaba mediante un par de tramos de escalera- Es el despacho privado del abad. Os espera, de modo que podéis entrar directamente.

El monje no parecía dispuesto a dar un sólo paso más por aquel patio, cruzando sus manos bajo las mangas de su túnica como era costumbre en el clero de El Salvador y aguardando a que su indeseado invitado prosiguiera en soledad lo que restaba del camino.

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08/01/2020, 19:27
Riohrd

Años atrás, cuando la juventud más que una ventaja, bien podría ser tomada como la mayor de las desventuras debido a la falta de experiencia, Riohrd se habría sentido quizás, incluso ofendido por aquellas miradas, por esa altanería y por el desprecio que ante cada acción, aquel hombre de Korth le dirigía sin el más mínimo reparo. Si, años atrás, aquello habría sido tomado por el Alei de la peor de las maneras, pero para entonces que aun siendo joven, cargaba sobre sus espaldas con la sabiduría que solo las vivencias más crudas e intensas son capaces de ofrecer, todo aquello hizo que oculta bajo la capucha de su capa, una tenue sonrisa curvase sus labios y en gran medida, una que quizás entre los suyos no sería comprendida, sintiese cierta tristeza por ese hombre que aún joven en edad, parecía haber abandonado toda cortesía o incluso buena voluntad, para cambiarla por la desconfianza que la ignorancia del alma porta consigo. No pudo, ni quiso culpar al Padre Aughio por sus formas, y por el contrario, buscando en sí mismo una comprensión hacia el otro que rara vez había recibido en sus carnes, el Alei caminó con paso sereno más sin pausa por ahí donde el el padre le guiaba. 

Durante aquel andar, los labios del Alei se vieron quizás, para fortuna del padre, completamente sellados ante lo que oía y era capaz de apreciar, asintiendo de cuando en cuando a aquellas palabras que parecían más bien provenir de la incomodidad de encontrarse en su presencia que por querer como tal, aleccionar al recién llegado. Más aunque no estaba dispuesto a cruzar palabra alguna con ese hombre, no por falta de argumentos sino para no aumentar más la incomodidad que ante su presencia sentía, el comentario sobre los lujos hizo que una ceja se alzase bajo la capucha que escondía su rostro hasta entonces, y sin poderlo evitar, respondió de la manera que más amable pero sincera encontró. - Es muy posible, más dudo mucho que ambos entendamos lo mismo por lujo. - Respondió con un tono de voz que si bien grave era por su mera naturaleza, lejos de mostrar altivez o aspereza, se oía desde una serenidad absoluta. 

Y es que para el Alei, no había lujo alguno en vivir encerrado entre cuatro paredes de piedra, en rodearse de cuestiones que asfixiando al alma y la razón, hacen caer a cualquiera en el sopor de lo que es dado por sentado o aún peor, por merecido. No, para el alquimista y tras mucho transitar en estos páramos a los que a fuerza a tenido que llamar hogar, lujo era poder descansar a la sombra de un gigante árbol milenario, meditar oyendo de fondo el calmo correr de un río de aguas claras, y descansar siendo el manto estrellado de los cielos despejados, lo último que sus ojos cansados pudiesen observar. Así le habían criado, así era como Rael llegaba a lo más profundo de su ser por muy marchito que por momentos se pudiese encontrar, y aunque para cualquiera que pudiese oír sus pensamientos, aquello habría sido incluso irrisorio por lo sencillo o quizás fácil de encontrar, Riohrd sabía perfectamente que todo aquello, para alguien como él, era el mayor lujo que pudiese desear, cuando ante cada paso dado tocaba mirar sobre su espalda, a sabiendas de que su seguridad, y más aún su libertad, siempre dependería de un hilo. 

Los corredores y pasillos siguieron pasando ante sus ojos ambarinos, y cuando el segundo patio apareció, siendo mucho más austero que todo lo anterior, el Alei se quitó la capucha para volver a mostrar su rostro a su guía. - Gracias por vuestro tiempo y vuestra guía, Padre Aughio. - Fue lo que le ofreció al hombre a modo de despedida, y tras volver a cubrir su rostro, su andar se volvió mucho más ligero pero no por ello más veloz, disfrutando así y durante el corto tramo al aire libre que aun le quedaba, de como el frío matutino acariciaba la escasa piel que no se encontraba a cubierto. Pero a sabiendas de que no podía demorar su paso, el tramo de escaleras poco tardó en quedar atrás, y tras dejar inmolado en el aire un más que pesado suspiro, sus nudillos llamaron con seguridad a la puerta del Abad, sin molestarse en volver la vista atrás para saber si el padre Aughio seguía manteniendo sobre él, su reprobatoria mirada. 

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09/01/2020, 10:07
* Juglar *

¡Damas y caballeros! Mis buenas gentes que pobláis esta fría noche este bendito lugar, esta posada donde tenemos la fortuna de poder reposar nuestras posaderas, calentarnos a la luz de un buen fuego, y remojar nuestros gaznates con la buena cerveza y el sabroso caldo que nuestro anfitrión nos procura a cambio, eso sí, de un precio justo. Este humilde juglar, con gran regocijo, se dispone a proseguir con la historia que anoche mismo habíamos dejado a medias, y a tenor de los rostros familiares me voy a permitir sumir que muchos de ustedes se quedaron con ganas de conocer la continuación del Cantar de la Gran Compañía, las aventuras y desventuras de los héroes a los que tanto cariño estamos cogiendo. No obstante, ninguno podrá acusar a este humilde juglar, de no advertirles que no tomen especial cariño a nuestros protagonistas, ¿no es así?

¿Dónde lo habíamos dejado? ¡Ah, sí! Nuestros héroes habían logrado derrotar al gigante azul muerto viviente, y demás sin tener que pagar un precio alto ni bajo, sino ninguno en absoluto. Ésto, de por sí, debería ya de considerarse toda una proeza, y quizás también una señal de la grandeza a la que estaban destinados nuestros protagonistas.

El caso es que el grupo fue debidamente organizado por Ivar, el experimentado explorador, quien dispuso las fuerzas como consideró más conveniente. Él mismo encabezaba la marcha, acompañado de la elfa oscura, mientras que la marinera Dhorne y el caballero cerraban la marcha para cubrir la retaguardia en previsión de peligro. El grupo así conformado se desvió rápidamente de los caminos convencionales que surcaban las montañas, horadados por las rutas comerciales y el discurrir de las escasas gentes que poblaban la zona. El lugar al que se dirigían no era frecuentado por nadie, hasta el extremo de que tan sólo con un mapa y el conocimiento de los más expertos en la geografía del lugar era posible alcanzarlo. Incluso con el mapa, probablemente al grupo le hubiera resultado imposible alcanzar esas latitudes in la presencia de Ivar.

Se vieron obligados a serpentear por terrenos difíciles, surcados de grandes rocas, de profundos desniveles, y cruzados por corrientes más o menos caudalosas de agua gélida de las montañas. Cruzar dichas corrientes resultaba peligroso, pues las rocas resbalaban con frecuencia por culpa del hielo que se formaba en su superficie. Era un terreno duro, que puso a prueba el temple de cada uno de los integrantes de aquel éxodo, y la necesidad de ayudarse unos a otros.

Finalmente, Ivar indicó que se encontraban cerca de las estribaciones montañosas que estaban buscando. El templo, ese lugar al que todos se referían como "la torre", debía encontrarse en un desfiladero. Fue Tyron quien supo explicar el motivo por el que, según dijo, muchos templos dedicados a Korth se situaban en lugares así. Y es que los desfiladeros representan un importante símbolo de la historia de Korth previa a su divinidad, puesto que fue en uno de ellos donde obró su último y más importante milagro y sacrificio, provocando un desprendimiento que engulló a las tropas del Rey Dios que les perseguían a él y a todos los hombres que había logrado liberar de la esclavitud en las minas de las montañas Kehalas. Un derrumbamiento que liberó a los hombres, pero que se llevó su vida, aunque a la postre le alzaría a los cielos de la divinidad.

El grupo alcanzó aquel desfiladero no sin precauciones, contemplando cómo aquellos leviatanes de roca se alzaban como silentes guardianes de la entrada a otro mundo. Y es que a ambos lados del camino aparentemente intransitado por el que avanzaban, aquellos inmensos muros se alzaban majestuosos y temibles sobre ellos. Y en cada escarpadura, en cada pico o diente de la montaña, la imaginación de aquellos hombres adivinaba un nuevo peligro acechando.

Al menos, hasta que, a lo lejos, pudieron contemplar una abertura en el desfiladero, una zona más abierta y con una pequeña colina alzándose en medio. Y sobre esa colina, bañada por la luminosidad de un sol que apenas lograba filtrar sus rayos por entre el encapotado cielo, en encontraba una edificación antigua, de gruesa roca, rodeada por una firme muralla. Aún quedaba un último tramo, pero la esperanza se dibujaba en los rostros de aquellas gentes, que veían con esperanza el final de su peregrinar.

Notas de juego

Haced todos tiradas de Atención, Supervivencia, y cualquier Saber que consideréis oportuno.

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09/01/2020, 10:18
* Juglar *

Los golpes del alei resonaron con cierto eco amaderado en la superficie de la, por otra aparte, robusta puerta de aquel despacho. Una única palabra, amortiguada por la distancia y las barreras arquitectónicas, le dieron permiso para acceder al lugar, un sencillo y educado "adelante". Sin embargo, nadie acudió al encuentro del invitado salvo la oscuridad, aquella que reinaba en aquella amplia estancia.

No es que la oscuridad fuera en absoluto un inconveniente para Riohrd, bendecido como todos los suyos con la visión en la penumbra desde inmemoriales tiempos, pero aquel contraste fue una ligera molestia durante los apenas segundos que tardó en habituarse, a medida que las sombras desvanecían las tinieblas, mostrando contrastes y formas, dibujando ante sus ojos el lugar al que acababa de acceder. Se trataba de un amplio despacho, con mobiliario de madera antigua y bien trabajada, seguramente bien cuidada si aún se conservaba en pie. No obstante, pudo comprobar que el trabajo de aquella madera provenía de distintos lugares y escuelas, por lo que asumió que no se había amueblado aquel lugar de una sola vez, sino haciendo acopio de piezas sueltas de aquí y de allá. Las amplias ventanas, por las que se filtraba la luz exterior en rayos casi horizontales, debido a la hora temprana, estaban cubiertas con vidrieras que dificultaban el paso a la luz natural, por lo que se hacía preciso para los humanos emplear la llama de las velas para ver con comodidad.

Vamos, acérquese. -Indicó alguien en penumbra, desde el otro extremo de la estancia, sentado ante una pequeña mesita. Pronto se dio cuenta nuestro protagonista de que no estaba sólo, pues alguien se apoyaba en la pared no muy lejos de donde el abad se encontraba aposentado. A Riohrd le pareció vislumbrar el brillo del metal, no sólo en una pieza colgando de su cinto, sino en los propios ropajes de aquel desconocido.

Al acercarse más, el alquimista pudo contemplar más de cerca al abad, un hombre mayor pero que conservaba el vigor y carisma de alguien que se sabía hacer respetar. Mientras su invitado se acercaba, él empleaba una curiosa pieza con dos lentes de cristal para inspeccionar un documento antiguo que tenía ante sí.

Tendrá que disculpar mis modales, Riohrd. Era así como se llamaba, ¿no es cierto? Temo pueda estar pronunciándolo mal, de modo que si es el caso espero me disculpe. -Indicó sin apartar la vista de aquel documento,  través de las lentes- Como le decía, tendrá que disculparme, pero son tiempos aciagos, y tenemos demasiada labor que... ejecutar. -Aquella palabra renqueó en la garganta del abad, al tiempo que la figura apoyada en la pared, cerca de las ventanas que iluminaban al abad, se removió inquieta- El hombre que me acompaña es, al igual que usted, un invitado en esta abadía. Pero, al contrario que usted, conocemos las razones que le han traído hasta nuestra puerta. Razones, por otra parte, que son el auténtico motivo por el que hemos accedido a dejarle permanecer tras nuestros muros. Es demasiado sombrío, aquello que se arrastra en estas montañas más allá de nuestras murallas. ¿Cómo íbamos a abandonarle a su suerte?

Tras aquellas enigmáticas palabras del abad, críptico en sus explicaciones sin quedar claro si tal hecho era fruto del nerviosismo o la torpedad, o si por el contrario se trataba de una hábil estratagema, la figura se apartó de la pared. Portaba una túnica con la cruz del dios que hacía de aquel templo su casa, pero bajo ella se adivinaba una cota de mallas desgastada, y al cinturón colgaba una pesada maza. Sin lugar a dudas, aquel hombre pertenecía a la Iglesia de Korth, pero no era un hombre santo ni un predicador. Se trataba de un miembro de la rama armada de su iglesia, un paladín.

Permítame, abad, que me presente yo mismo. No sería educado no hacerlo. -Insistió el invitado, apartando de su rostro su largo cabello y mesándose las puntas de sus refinados bigotes puntiagudos- Mi nombre es Fian de Lorian, paladín peregrino. Me temo que ayer, a su llegada, ya me había retirado a mis aposentos a descansar. No obstante, el abad ha tenido a bien ponerme al corriente de su llegada. Albergo una gran curiosidad por conocer el motivo de su visita a este santo lugar, en tierras tan inhóspitas y alejadas de cualquier patria de su pueblo.

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12/01/2020, 19:32
Ivar el Cuervo

Dada las circunstancias, logramos cubrir el terreno que nos separa de la torre en un tiempo más que aceptable. Hacía mucho que no viajaba con un grupo y desde luego, no recuerdo la última vez que lo hice con no combatientes. Pero la aparición del gigante es cuanto han necesitado para terminar de creernos y avanzar a buen ritmo. 

Durante el trayecto hemos realizado algunas paradas, nunca de demasiado tiempo, pero dada la condición física de algunos de los presentes sin duda era lo mejor. Luelar ha resultado ser una excelente compañera de viaje y sus capacidades únicas para ayudarme a encontrar el camino correcto. Por ello y tan solo en los puntos donde era tan solo continuar avanzando en línea recta, abandonaba el frente del grupo, para comprobar cómo estaban todos.

No es que haya hablado mucho con ellos, tan solo cruzar unas pocas palabras para animarlos y comprobar si el frío el cansancio estaba haciendo mella en ellos. Por supuesto me he reunido también con Dhorne y Tyron. Dudo que hayan tenido muchos problemas para seguir el ritmo, cuentan con la fortaleza de la juventud y una voluntad indomable. Pero siempre es bueno intercambiar unas pocas palabras en viajes así, por lo menos para darles algunas indicaciones de lo que el camino nos depara más adelante y cuanto falta para llegar.

Cuando la torre por fin se alza ante nosotros no puedo evitar soltar un suspiro de puro alivio. Con un poco de suerte, puede que logremos salir de esta con vida. Aunque antes de adentrarnos en el desfiladero, hago parar el grupo y busco un lugar entre las rocas para que descanses y puedan comer algo. Sé que todos estarán deseando llegar a la torre, pero jamás me ha gustado adentrarme en una fortaleza sin saber bien qué esperar de ella. Aunque también es posible, que tanta roca a mi alrededor simplemente me ponga nervioso. ¿Qué puedo decir? Soy un hombre sencillo acostumbrado a dormir en cabañas o al aire libre, permanecer dentro de una fortaleza, por grande o gloriosa que sea, me hace sentir estar caminando bajo tierra o lo que es lo mismo, estar dentro de una gran tumba. Sí, lo sé, es una maldita estupidez, pero supongo que al igual que los habitantes de las grandes ciudades temen a los peligros del bosque, yo temo a la civilización y sus construcciones de piedra.

-Muy bien, escuchad todos. La torre está ya cerca, pero será mejor realizar un pequeño descanso primero. Comer algo y recuperar el aliento. Os habéis ganado un merecido descanso. 

Con un gesto de la cabeza, pido a Luelar que me acompañe para reunirme con Tyron y Dhorne. Estamos cerca de nuestro destino y por ahora, no hemos encontrado a más enemigos por el camino. Eso es algo que me preocupa casi tanto como me alivia. Pero tales preocupaciones es mejor ser tratadas con discreción con aquellos que han demostrado ser verdaderos leones en coraje y garras.

-Hemos realizado la marcha con buen ritmo. Pero me preocupa lo que podamos encontrar en la fortaleza. Si el ejército de espectros desea salir de estas tierras, creo recordar que esta es la mejor ruta para llegar a los reinos. Hasta ahora no nos hemos encontrado a más renacidos y eso me preocupa, su avance es lento pero son legión. Supongo que lo que trato de decir, es que no deseo llevar a todas estas gentes a un lugar que puede haber sido ya tomado por los muertos. El camino ya no tiene perdida, quizás algunos deberíamos de adelantarnos para comprobar cómo está la situación. ¿Qué opináis el resto?

- Tiradas (3)

Notas de juego

He sumado a las tiradas el bonus por entorno predilecto. La tirada de naturaleza es por si puede ver o escuchar algunos pájaros huyendo, buitres por la zona o cualquier cosilla que delate la presencia de muertos.

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12/01/2020, 19:02
Riohrd
Sólo para el director

Una sola palabra fue la que, ante su llamado, resonó cargada de una educación inesperada desde el otro lado de aquella férrea puerta de gruesa y oscura madera, una palabra que, invitándole a adentrarse en las fauces de otro enorme edificio, hizo que de los labios del alei, un pesado suspiro escapase a modo de muda más significativa respuesta. No le agradaba abandonar el frescor de la clara mañana con tanta liviandad, pero tras años recorriendo sin rumbo previsto aquellas tierras, que sin quererlo siquiera, en ocasiones incluso capaz era de llamar hogar, se había acostumbrado de cierta manera, a la necesidad de los humanos por refugiarse de lo que es inevitable tras puertas y murallas. 

No tardó entonces el hijo de las lejanas tierras de Allare en empujar sin mayor problemas aquella pesada puerta que se anteponía a su paso, y aunque el contraste de la blanca nieve exterior, cegó su mirar durante no más de un par de parpadeos cuando se encontró envuelto en una oscuridad que casi parecía total, aquello fue todo el tiempo que el alquimista tardó en que sus ambarinos ojos, se acostumbrasen a la escases de luz que, solo rota por la poca luz de que se colaba por las ventanas y por las velas que, con sus llamas danzantes creaban difusas sombras que en otro momento quizás, menester habría sido el admirar con tal de distraer la mente, y aquietar su ser inmortal. Con sus pasos inmóviles durante el mismo tiempo que su mirada tardó en costumbrarse a la oscuridad del lugar, el Alei pudo comprobar como aquel silente lugar portaba con la solemnidad, y la carencia de austeridad que quizás y desde fuera, podría haber vaticinado de tan errónea como preconcebida manera, puesto que cada mueble, para retazo de madera que ahí dentro se podía encontrar, no solo contaba con un cuidado que hablaba de mimo en exceso, sino que también de la excelsa pericia de diversos artesanos quizás, provenidos de distintos puntos de aquel enorme continente. 

Con su rostro aun cubierto por la tela de aquella capucha y por ello, con su inmutable semblante a buen recaudo de ojos curiosos, las palabras nuevamente cargadas de educación hicieron entonces que los pasos del elfo retomasen su andar, esta vez con un rumbo que lejos de ser meramente al azar, se encontraba fijo gracias a lo que sus sentidos, sobre todo la vista, le permitían vislumbrar sin error, ni margen a duda. Y es que al otro extremo de la aquella enorme estancia, Riohrd no solo pudo vislumbrar la figura del abad sino que también, y apoyado sobre una de las paredes donde uno de los ventanales se alzaba, también vio con claridad la figura de un hombre, así como el precario brillar del metal que colgando de su cinto, se extendía a la armadura que posiblemente bajo sus ropas, se pudiese encontrar. Aquello hizo que Riohrd enarcase una ceja con cierta curiosidad, más no existía paso atrás, no cuando tanto le había costado llegar hasta ese preciso lugar. 

Se acercó pues con paso sereno, y tras encontrarse con ambos hombres de frente, y aunque aquello no era en lo absoluto de su gusto, se descubrió el rostro para así, mostrarse sin más máscaras de las que el mismo podía llegar a proyectar. - Abad. - Fue lo que a modo de saludo salió de sus labios mientras que ante aquel hombre que tanto respeto le era capaz de, con su mera presencia imponer, hacer una ligera reverencia con su cabeza al tiempo que llevaba su mano hasta su pecho. - Siento enormemente la interrupción, y si deseáis puedo esperar fuera sin mayor problema. - Se disculpó más, ante las palabras que prosiguieron de los labios del Abad, las cuales parecían arañar su garganta al tiempo que el hombre que atrás se encontraba se removía inquieto, tuvo la sensación de que el dejarle ir sin dar mayor explicación, no sería siquiera, una opción a contemplar. Ejecutar era una palabra cuanto menos curiosa y con un significado que bien acompañaba a los gestos y al tono de voz que había sido capaz de escuchar. 

- Lo habéis pronunciado perfectamente Abad, más también podéis llamarme Vandreren, que es como en estas tierras me han bautizado al poco de mi llegada. - Aclaró esbozando una calma sonrisa, solo para después, oír con atención la demás explicación. No dijo palabra alguna entonces ante la explicación que el Abad le iba dando de la presencia de aquel hombre que le acompañaba, y aunque no pudo en un inicio comprender la razón, lo que el hombre de Korth le decía, al elfo le sonaba extraño, torpe en su explicar o quizás, cargado de un nerviosismo que en ocasiones él mismo era capaz de infundir en quienes se lo topaban. Más ahí donde enmudecido se encontraba, saludó con un movimiento de cabeza al hombre que, tras fijarse en él con mayor atención, pudo identificar como parte del brazo armado de su iglesia, y qué, con cuya presencia la palabra "ejecutar", tomaba aún mayor peso, un mayor cariz. 

Es un placer conoceros Fian de Lorian, como bien a dicho el Abad, mi nombre es Riohrd, hijo de las tierras de Allare, aunque aquello es algo que imagino, ya sabéis de antemano. - Se presentó, dando por hecho o quizás, solo por remarcar a cual, de entre todas las razas de elfos, él mismo pertenecía. La mayoría de los humanos no eran capaces de diferenciar a unos de otros, eso era algo que bien sabía más, también tenía por claro que aunque los humanos bien eran tratados como chiquillos entre algunos de los suyos, subestimarles era el mayor error que el que se podía caer. - La patria elfica, cualquiera de ellas hace ya largos años que ha dejado de ser mi hogar, puesto que llevo recorriendo Valsorth durante más tiempo del que incluso podría recordar. - Expuso para después, continuar. - No quiero aburriros con innecesarias y largas historias de tiempos pasados en mi propio recorrer de estas tierras, más mi llegada hasta aquí, no tiene más justificación que el querer conocer, saber y aprender. Y es que si bien me gano la vida como curandero nómada que va ahí donde puede hacer falta, cobrando aquello que los más necesitados pueden pagar, dentro de mis anhelos personales no solo está el poder conocer estas tierras de manera profunda, sino que también el poder alimentar mis conocimientos sin importar su procedencia y por ello, he llegado hasta aquí. La soledad de este lugar me parece enriquecedor para el alma, y si el abad me lo permite, los conocimientos que pueda obtener tengo por seguro,  que me ayudarán a comprender mucho mejor estas tierras que, desde tiempo ya, llamo hogar. 

Se fue explicando con soltura, con la vehemencia de quien habla desde la verdad puesto que no había mentir en sus palabras, más si el esconder de una verdad que de cara, principalmente al hombre de armas, no pensaba confesar. - Como es obviedad, no pretendo incordiaros con mi presencia ni mucho menos convertirme en un problema. Me gustaría pasar aquí un tiempo si lo veis posible, uno que estoy dispuesto a pagar con trabajo, y sin usar ninguna de las habitaciones que podáis disponer, puesto que no me importa pernoctar en el exterior, y a solventar mi propia alimentación mediante la caza para no mermar vuestros víveres. 

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13/01/2020, 02:28
Luelar Tyrundlin

Finalmente fue Ivar quien se encargó de responder a Dhorne y de dar las explicaciones e instrucciones necesarias, tanto al resto de nosotros como a aquellos que debíamos escoltar. Me tocó acompañar al viejo nuevamente, esta vez al frente de aquel grupo, mientras la mujer de cabello claro y el caballero lo cerraban.

Pronto salimos de los caminos convencionales y el explorador comenzó a guiarnos por desconocidas y complicadas sendas. De no contar con él, dudaba que hubiéramos tenido alguna oportunidad de llegar a aquella torre. No sólo el terreno era muy complicado, y teníamos que pasar por lugares que ni podía haber imaginado que suponían parte del camino, sino que con tanta nieve había lugares que me parecían exactamente iguales a otros.

Hicimos pocas paradas, como pocas también fueron las palabras que pude escuchar de quienes caminaban cerrando el grupo, tan sólo las explicaciones de Tyron sobre el templo de Korth y alguna otra cosa más; y es que además de los escasos momentos de descanso, Ivar había querido encargarse de abandonar el frente del grupo de cuando en cuando para controlar que todo fuera bien.

Había tratado de ayudarle en cuanto podía, pero aquello había sido más bien poco. Ni conocía la zona, ni mi vista era especialmente buena con aquella luz, pero trataba de asistirle lo mejor posible. En lo que sí pude colaborar algo más fue en ayudar a quienes nos seguían a salvar las dificultades del camino.

Al alcanzar el desfiladero, pudimos ver la abertura que había en este, donde se alzaba una colina; y sobre esa colina se encontraba nuestro destino: el templo de Korth. Pero antes de recorrer el último tramo que nos separaba de este, el viejo quiso que hiciéramos una parada para descansar y comer algo. Fue tras indicarnos aquello que me hizo un gesto para que le siguiera, queriendo que nos reuniéramos con Tyron y Dhorne. Una vez reunidos los cuatro, compartió con nosotros sus impresiones. Al parecer contemplaba la posibilidad de que los muertos pudieran haber alcanzado la torre, y sugería enviar una avanzadilla para comprobar que todo estaba bien en el templo.

- ¿C-crees que han p-podido llegar hasta aquí? - pregunté confusa, temblando por el frío mientras sujetaba mis brazos, pues el camino se me antojaba demasiado complicado como para que aquellas cosas hubieran llegado hasta allí. - ¿N-no habríamos visto las h-huellas? - añadí, girándome brevemente hacia la torre para observarla un instante, terminando por mirar al explorador. - E-esto no será un truco tuyo para volver a quedarte a s-solas conmigo, ¿no? - bromeé con una maliciosa media sonrisa.

- Tiradas (3)
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13/01/2020, 02:48
Dhorne

Sin que quedase un lugar en el que guarecerse, y tras las explicaciones que Ivar vio a bien ofrecer para esclarecer aquello que para mi, era una completa interrogante, recogí las pocas cosas de las que para entonces me había desprendido, y tomando el lugar que de sabia manera el Cuervo había designado para mi, acorde a las capacidades que propias, de nada servían en estas tierras, cerré la marcha junto a Tyron mientras que el silencio de mis labios se convierte para entonces, en la más vivida y latente expresión de aquello que, en el comienzo de este andar, se anida en mi interior. Demasiados sentires para un solo día, demasiadas vivencias para toda una vida es lo que se agolpa en mi interior, pero aunque los pasos van dejando atrás el cuerpo de quienes ya no volveré a ver, el horizonte tampoco parece ofrecer entre tanta oscuridad, un atisbo real de claridad, de luz o de esperanza cuando tan inhóspitas y crudas tierras, son las que aún nos quedan por recorrer. 

Aunque los caminos que en tierra firme se encuentran, no son aquellos en los más cómoda y desenvuelta me puedo encontrar, mantengo la marcha o al menos lo intento, por más que mis manos en más de una ocasión tuvieron que apoyarse en el suelo ante cada resbalar, y que el frío, punzante cual mil cuchillos afilados, lacerase la poca piel que para entonces, pudiese tener expuesta. Más agradecida de los efímeros descansos que desde la experiencia, nuestro guía nos fue capaz de ofrecer, así como las mismas explicaciones que el caballero nos daba con respecto al por qué del camino que tocaba recorrer, fueron aquellos efimeros instantes en los que me permití acariciar el colgante que a buen recaudo guardo bajo mi ropa, mientras que mis pensamientos y mis oraciones iban dirigidas a todos aquellos rostros que ya solo formarían parte, de mi historia pasada. 

Pero aunque el cansancio tanto físico como emocional ya comenzaba a hacer una dura mella, al menos en mi, el detener de la caravana por parte de quienes la dirigían, así como el mismo vislumbrar de la torre, hizo que por fin mi silencio se viese corrupto tras horas, de un silente meditar. - Pensé que no llegaríamos nunca. - murmuro más para mi que para quienes pudiesen escuchar, para después y tras las palabras generales del Cuervo, oír lo que solo nos comenta a nosotros, riendo ligeramente ante las respuestas que Luelar ofrecía aun con su constante temblar. - ¿Hay otro lugar por el que acceder a la torre? - Pregunto a Ivar para después, continuar. - Porque puede que, de haber llegado antes que nosotros, no hayan seguido el mismo camino que hemos tomado. - Apunto aun a sabiendas de que puede ser una obviedad. 

Más la idea Ivar no me desagrada en lo absoluto, y por ello, mi sonrisa se amplió un poco más. - Iré yo, Ivar y Luelar debéis quedaros con los demás por si hay que...Ya sabéis, escapar, sois los únicos que pueden guiar a los demás a salir de aquí. - Comento desde lo que siento y pienso para después, agregar. - Quizás es buena idea que Tyron venga también, ya sabes por eso de ser caballero y esas cosas que a mi se me escapan. - Propongo esperando a ver, qué dicen los demás. 

- Tiradas (3)
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13/01/2020, 11:40
Tyron Stark

La ruta estaba resultándome bastante dura, esa era la verdad. Estaba más habituado a las largas marchas acaballo que a caminar, menos aún sobre la nieve que se deshacía bajo cada pisada. Y llevaba ya unas largas jornadas padeciendo aquellas inclemencias, lo que añadía carga a lo que mi cuerpo ya arrastraba. De pronto añoraba la compañía de aquella sombría mujer, Nayí, y sobre todo el caballo que la acompañaba. Bien me habría venido montar sobre él algunos tramos, para poder descansar. Claro que, bien mirado, debía reconocer que en tan abundante compañía me habría resultado imposible montar sobre aquel noble jamelgo mientras otros caminaban, aún a pesar de que otros habrían dado buenos argumentos para ello. Marchábamos con mujeres y niños, una niña al menos, y un hombre herido que sin embargo aguantaba la marcha sin rechistar. El miedo espoleaba.

Salvo honrosas excepciones, la marcha fue silenciosa. Podía vislumbrar algunas miradas a la media vuelta por parte de aquellas gentes, observándonos de soslayo. Representábamos toda su esperanza, y ellos lo sabían. Porque disponíamos del conocimiento para guiarlos a lugar seguro, y porque en caso de necesidad sólo nosotros representaríamos el último dique de contención. O eso esperaban, y se percibía en su mirada. Pero con cada mirada que lanzaban, yo temía no ser suficiente para alentar esa esperanza. Había visto el ejército de la muerte en toda su extensión, y dudaba que la fuerza que atesorábamos fuera a suponer una gran resistencia.

Fue al acercarnos al desfiladero que, según parecía, albergaba el sagrado lugar al que nos dirigíamos, que tuve a bien hablar un poco más, explicando lo poco que sabía de la historia y costumbres de la religión que profesaba, la fe de Korth, y su relación con aquel tipo de lugares. Sin embargo, anécdotas aparte, aquel desfiladero representaba una espada de doble filo para nuestros corazones. Y es que, si bien representaba el final del camino y la posibilidad de refugio, pronto dejaron claro mis compañeros que existía también el riesgo de no llegar a un lugar precisamente seguro, sino a una morada por la que los muertos hubieran pasado ya.

Ningún descanso merecerá tal nombre hasta estar resguardados tras seguros muros. -Repliqué con cansancio, tomando asiento sobre una roca empinada donde la nieve no había logrado aposentarse, dispuesto a tomar un bocado de frutos secos, al menos, y quizás un poco de queso. Ivar no parecía confiar en que la torre siguiera siendo un lugar seguro, temiendo que el ejército muerto hubiera pasado por allí. Como bien dijo Luelar, no parecía que hubiera indicios del paso de un ejército tan numeroso en las huellas que la nieve hubiera podido respetar. Sin embargo, con el intempestivo clima de aquellas montañas, era difícil de decir- ¿Podría la ventisca durante la noche haber borrado tal cantidad de huellas? -Pregunté, esperando que Ivar lo tuviera más claro que yo- En cualquier caso, si lo que queréis es quedaros a solas un rato, a mí me parece bien. -Bromeé, continuando la chanza iniciada por la propia elfa oscura, aunque con un deje de cansancio, terminando por mirar en dirección al camino que habíamos recorrido- Desde aquí parece difícil que pudieran acercarse sin ser vistos, en caso de que los muertos nos estuvieran siguiendo. Hay una amplia explanada sin apenas vegetación, así que los veríamos venir desde lejos. Supongo que es un buen sitio para aguardar. -Terminé por decretar, dejando en manos del explorador y su "voluntaria" si ir y dejarnos allí. Sin embargo, Dhorne me sorprendió presentándose voluntaria para acudir en vanguardia, sugiriendo que Ivar y Luelar permanecieran allí con el grupo, y siendo yo quien la acompañase. En cierto modo, no le faltaba razón, ya que mi presencia como caballero de Stumlad podía convencer a los monjes de que nos permitieran salvaguardarnos tras sus muros. No obstante, había una salvedad- Salvo que mi orden haya pasado por allí y les hayan... advertido, acerca de mí y los embustes que pregonan sobre mí. En tal caso, bien podría ser un problema mi presencia... En cualquier caso, ¿y si vamos los cuatro? -Sugerí- Estas buenas gentes pueden descansar aquí, montar guardias vigilando ese vasto territorio que tenemos detrás, y si ven algo que se mueva levantar el campamento y avanzar en nuestra busca a toda prisa. Mientras tanto, nosotros nos aseguraríamos de que la torre es segura. ¿Qué os pa...?

- Tiradas (2)
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13/01/2020, 12:22
* Juglar *

Las palabras de Tyron se detuvieron, antes de terminar de ser pronunciadas al aire de la montaña. Tanto el caballero como sobre todo el explorador, alzaron sus rostros en dirección a las crestas de la montaña, aquellas dos alturas escarpadas que se separaban formando el desfiladero en cuya entrada de encontraban. Un sonido había alcanzado sus oídos, como de rocas desprendiéndose, y el monótono y lento chocar de cascos sobre roca. Para el caballero, aquello no parecía tener demasiado sentido, pero Ivar identificó rápidamente el sonido de un jinete, haciendo caminar a su montura con lentitud.

Sus gestos, al mirar a las alturas, alertaron inmediatamente a las dos mujeres, de modo que Dhorne y Luelar no tardaron en imitarles, y pronto más de aquellas gentes, de cuya supervivencia dependían aquellos héroes que ya habían salvado sus vidas en una ocasión, se percataron de que algo sucedía. Primero fueron los leñadores, ahogando Eoniss un grito de horror al alzar su rostro pecoso. La esposa del posadero reaccionó antes que éste, y junto a ella el cocinero Lascal. Pero en todos los presentes, incluso en el arrogante capataz Craugan, se dibujó el mismo horror, ese con el que Fein abrazó a su nieta con desesperanza.

A lo alto del acantilado, una oscura figura observaba a los mortales desde el borde del precipicio. Lo hacía a lomos de un caballo cuya carne se caía a pedazos, mostrando buena parte de las costillas, la testuz y los huesos de las patas. La figura, envuelta en una antinatural ventisca que aunaba la nieve y la niebla que no levantaba el apacible clima del día, miraba con frío desdén desde lo alto de aquel acantilado.

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13/01/2020, 13:22
. Abad Garlon

El abad, por supuesto, negó ostensiblemente ante la posibilidad de dejar al alei aguardando fuera. Era él quien le había hecho llamar, y si bien estaba aparentemente ocupado, sacaría el tiempo preciso para atender a su huésped como era debido. De modo que agitó una mano y terminó depositando aquellas curiosas lentes sobre la mesa, frotándose los ojos con cansancio.

Me alegra no haber errado en la pronunciación. Si no os importa, os llamaré de ese modo, pues me temo que ese otro nombre me resulta aún más complicado incluso. -Se excusó el abad, alzando una enrojecida mirada, cansada tras lo que parecía haber supuesto un largo periodo de estudio sobre aquel documento.

El abad posó sus dos manos sobre la mesa, una encima de la otra, y escuchó con atención las explicaciones del elfo que se encontraba ante él. Las arrugas de su frente, propias de hombres sabios de gran expresividad, se mecían de vez en cuando, dando cuenta del interés que aquel hombre mostraba por las explicaciones de su invitado. Sin embargo, cuando más se pronunciaron fue precisamente al final, ante la mención de la caza.

Oh, me temo que pronto descubriréis que la caza por aquí es un tema... peliagudo. -Indicó, cruzando una mirada con el paladín- Ya no sólo por su escasez, y la dificultad que entraña la captura de la mayor parte de las bestias que moran estas montañas. Algunas realmente enormes, debo decir. Pero, salvo algún ave distraída que podáis cazar entre los muros de la fortaleza, la actividad de la caza implicaría largas jornadas en territorio abierto, y tales actividades son, ahora mismo... desaconsejables. Tal vez el señor De Lorian podría hacérselo entender mejor, dado que es él quien lo ha visto... En cualquier caso... -El abad se puso en pie, pesadamente al principio, aunque al rodear la mesa no daba la impresión de ser un hombre débil ni mucho menos. Tal vez llevaba demasiado tiempo sentado. Lo que sí dejó patente fue su intención de dejar cierta parte de la conversación en manos del paladín, evitándola discretamente- ...buscáis conocimiento, decís. Bueno, la mayor parte de lo que por aquí sabemos acerca de la sanación procede de nuestra fe en Korth, religión que me permito asumir no compartimos. Al menos, en mi no corta vida, para ser humano... -Matizó con cierto aire jocoso- ...nunca he conocido un elfo rendir devoción a El Salvador. Aunque corren tiempos extraños, y no sería lo más raro que podría encontrarme ahora mismo. -El abad suspiró pesadamente, y Fian de Lorian se acercó a él, situándose a su lado y posando una mano enguantada sobre su hombro. Era una señal de apoyo, que éste respondió con un asentimiento honesto, antes de continuar- Me temo que el padre Aughio es el bibliotecario de nuestra congregación, y no permitirá que alguien del pueblo élfico acceda a nuestra biblioteca. Las viejas rencillas entre elfos y humanos siguen más vigentes en unos que en otros, pero esa es una pelea que no puedo permitirme ahora mismo. Bastante tengo ya entre manos. Quizás podría hablar con el padre Bereno, que es escriba, y pedirle que aparte algunos tomos que puedan ser de su interés, para que los estudie en sus ratos libres. Debo insistir en que su subsistencia dependa enteramente de nuestra despensa, y dado que considero justa su propuesta de trabajar en contraprestación a su estancia, seguro que su ayuda resultará valiosa para abastecerla con un par de brazos más trabajando el huerto, amén de otras labores que el padre Marok pueda encomendarle. Es el despensero y boticario de la congregación, gestiona el huerto y los pocos animales de que disponemos, y además se encarga de supervisar el buen estado de las instalaciones, lo que incluye la muralla. Como comprenderá, es demasiado trabajo para un sólo hombre, y cuenta tan sólo con la limitada ayuda de un monje, Pete, nuestro cocinero y porquerizo. Esta es una congregación que ha vivido tiempos mucho mejores, tiempos de esplendor, pero tan sólo quedamos unos pocos tratando de mantener este lugar en pie un poco más, ¿entendéis?

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13/01/2020, 13:50
. Fian de Lorian

El paladín aguardó en silencio a que el abad le cediera la palabra, antes de explicar aquello que el religioso había dejado en el tintero. Se acercó a una ventana, de las que se encontraban a la espalda de le mesa que había ocupado el abad hacía tan poco tiempo, y la abrió, dejando entrar una mayor cantidad de luz, y el frío del exterior. Algunos de los candelabros se mecieron con la brisa, e incluso un par de velas se apagaron, liberando volutas de humo con aroma a cera.

Decidme, Riohrd, ¿qué es lo que veis ahí fuera? -Preguntó, señalando la ventana. Pero prosiguió hablando sin aguardar a que el elfo se acercase a contemplar el paisaje que se vería desde allí, ni tampoco se molestó en mirar él en momento alguno- Si me hubiera asomado por esa ventana hace algunas semanas, habría dicho simplemente que un paisaje tan espectacular como inhóspito y hostil. Hermoso, pero duro. Mi mente no habría viajado más lejos que al frío, el hambre ante la escasez de caza, o el peligro de las bestias que pueblan en escaso número estas tierras. Lobos, osos, yetis, serpientes de escarcha... Tal vez un mal encuentro con los clanes de gigantes azules o de bárbaros de la región. -Explicó encogiéndose de hombros- ¿Queréis saber qué viene ahora a mi mente? La muerte. -Sentenció, mirando fijamente al elfo a sus extraños ojos claros- Elegí esta dura ruta en mi errar por el mundo, como cazador de abominaciones y criaturas sin derecho a existir, debido a habladurías acerca de muertos vivientes en las Durenses. Ese tipo de historias siempre habían existido en las montañas Kehalas, y a buen seguro cargadas de razón debido a las atroces actividades que durante tanto tiempo cometió el Rey Dios en aquellas tierras. Sin embargo, ¿tan al sur? Eso era nuevo, de modo que decidí investigarlo. Ni siquiera sabía de la existencia de este santo lugar hasta dar con él por casualidad, y debo creer que el mismo Korth guió mis pasos hasta aquí en mi hora más oscura, ya que encontré lo que estaba buscando. Muertos, cadáveres errantes que caminan por estas montañas como si continuasen con vida, pero carentes de alma y raciocinio, reemplazados ambos por un ansia insana por devorar a los vivos y unirlos a sus filas. Por ese motivo, el abad muy sabia y caritativamente preferiría que no abandonase los muros de la fortaleza hasta que se demuestre que es seguro hacerlo. Todo lo seguro posible, se entiende, dada la dureza de estas tierras... -Terminó por explicar el paladín, mesándose uno de sus rizados bigotes, momento en que quedó patente un vendaje en torno a su antebrazo derecho.

Notas de juego

Hazme con tu post una tirada (oculta) de Averiguar Intenciones 0:)

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18/01/2020, 23:32
Ivar el Cuervo

La ausencia de huellas es  buena señal, pero tan solo de que por aquí no ha pasado aún el ejército de la muerte. Claro que eso no significa que no hayan podido llegar a la fortaleza desde otro punto. Y ese es precisamente mi temor. Además no sabemos si ese mal se inició en este lugar, después de todo no tengo ni idea de qué pinta aquí un templo-fortaleza. ¿Y si eran los guardianes de este mal? Si hay algún mal ahí dentro será más fácil que podamos escapar unos pocos que muchos, pero aquí todos parecen deseosos de tomarme el pelo, bueno, el sentido del humor es  una buena señal. Significa que poca a poco, vamos formando lazos de confianza lo cual será algo necesario si deseamos sobrevivir a esto.

-¡Diantres! ¿Tan evidentes eran mis intenciones? Creo que acabo de sonrojarme como una de esas doncellas que habitan en las tierras civilizadas. Bien, tras este momento de oportuna burla contra vuestro veterano y apreciado guía, creo que deberíamos de revisar la fortaleza. No sabemos qué puede haber allí y los renacidos bien podrían haber llegado hasta ella por otra senda. No perdemos nada por pecar de precavidos.

Luelar es hermosa y seductora, sin duda disfruta provocando y desarmando a los hombres con las palabras. Yo hace mucho que aprendí que los líos y amoríos dentro de un grupo tan solo son fuente de incontables problemas. Pero me pregunto si el joven caballero será consciente de ello. Sus votos, un tanto estúpidos a mi parecer, le prohíben disfrutar de  la compañía de ninguna mujer. ¿Será su juramento más fuerte que lo que tiene en la entrepierna?

-Por mi parte no hay problema si preferís ir vosotros, mis viejos huesos agradecerán un merecido descanso tras...

Las pequeña piedras que caen desde lo alto del acantilado me hacen alzar la vista y entonces, simplemente enmudezco aterrorizado. Las malditas ganas de volver a liberar mi estómago de su carga regresan de golpe a la vez que un ligero temblor recorre mi cuerpo.

Si el ejército ha llegado hasta allí, estamos perdidos. Podríamos retroceder, tratar de adentrarnos en las montañas y buscar un refugio hasta que el ejército pase de largo. Pero dudo que pudiésemos aguantar demasiado, si el frío y el hambre no nos mata, puede que los muertos no acabasen encontrando. Así que no nos queda más remedio que movernos cuanto antes.

-¡Todos en pie! Dejad atrás todo lo que retrase vuestro movimiento, pegaros a la pared del desfiladero y correr por vuestras vidas hasta la fortaleza.

Desplazándome entre los supervivientes, les ayudo o más bien, les pongo en pie por la fuerza a la vez que les empujo para que comiencen a moverse. No estoy seguro de que podamos llegar a la fortaleza, pero si el ejército está en lo alto del acantilado solo tendrán dos opciones, dar un rodeo o saltar. En caso de que sea lo segundo y la muerte comience a descender desde los cielos, más nos vale estar lo más lejos posible del lado del desfiladero en el que se encuentra el espectro. Con suerte, los muertos quedarán tan maltrechos que apenas podrán moverse y eso quizás nos permita poder llegar a la fortaleza. No me agrada una mierda el plan, pues dependemos de que nos abran las puertas de la fortaleza y después, que el lugar sea capaz de resistir el embiste de la propia muerte, pero no es que tengamos muchas más opciones.

-¡Vamos, vamos, vamos! ¡Corred y no os detengáis pase lo que pase! No perdáis el tiempo luchando, si os veis en la necesidad de luchar por vuestras vidas, cortar sus piernas y seguir corriendo.

Notas de juego

Si alguien tiene una mejor idea, adelante. Que al pobre Ivar no le da la cabeza para mucho más XD

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21/01/2020, 19:51
Riohrd
Sólo para el director

Atendiendo a las palabras del Abad, desde la serenidad que poco a poco iba desapareciendo de su interior, Riohrd se limitó a asentir pero ante todo, a comprender todo lo que entre palabras, aquel hombre le intentaba dar a entender. Su rostro no mostró mayo emoción que una completa tranquilidad, una que a penas perturbada por algún enarcar de sus cejas, fue todo lo que por momentos, se vio capaz de ofrecer cual respuesta a las palabras de aquel hombre de mirada enrojecida, de aspecto cansado pero que, de alguna manera le inspiraba tanto respeto como cierto resquemor. Aquello último no tenía nada que ver con el hombre en sí, sino más bien con sus propias experiencias, donde la desconfianza en cualquier ser parecía reticente a desaparecer sin importar los años que hubiesen transcurrido desde la primera vez que había sido traicionado. No hubo palabra alguna que refutase las palabras del Abad con respecto a la caza, no cuando aquello habría sido entablar un debate con respecto a la fe que el mismo elfo profesaba y que sabía, que como tantas otras cuestiones, no sería bien recibida en aquel lugar que había sido alzado únicamente para profesar su fe en Korth. Por ello, simplemente asintió con una leve sonrisa entre los labios, asumiendo que sería el paladín quien terminaría por darle una información que no sabía hasta qué punto, quería conocer. 

Más cuando tema de la sanación tomó el peso de la conversación, Riohdr se permitió sonreír con algo más de amplitud, más aún cuando el mismo hombre hacía referencia a sus años vividos. - Como bien decís son tiempos convulsos Abad, y si algo he podido comprobar en mis años en estas tierras, es que cuando la vida pende de un hilo, más en quienes poco o nada a cambio tienen para ofrecer, la fe de quien les cura carece de importancia al menos, durante aquellos instantes. - Se permitió responder desde la franqueza que era capaz de expresar. Y es que sin ser poca la experiencia que tenía gracias al eterno vagabundear de sus días, de aquello era de lo poco que había podido llegar a estar completamente seguro. Aun así, sabía que sus palabras necesitarían un poco más de refuerzo, algo que tangible, fuese más allá de lo meramente filosófico. - Cierto es que busco información que pueda ayudarme en mi labor, más esta no se basa únicamente en la profesión que ejerzo, sino que también en la comprensión de estas tierras, de su historia y de todo aquello que ayude a enriquecer tanto la mente como el espíritu. - Apuntó con una humildad poco vista entre los alei, más bien radicada en su interior. - He conocido al Padre Aughio, y aunque estoy seguro de que lo que decis es una completa verdad, tampoco puedo culparle por la actitud que tiene hacia mi, y tampoco es mi intención causarle mayores amarguras ni a vos, ni a él. - Aseguró desde aquella tranquilidad que aunque escasa, aún era capaz de poseer. El Alei no era ajeno a los odios engendrados antes incluso de su nacimiento, pero si que merecido o no, debería ser él, como todos los de su pueblo, quienes cargasen con tan monumental peso sobre sus espaldas. 

- Comprendo la comprometida situación de este lugar, Abad, así como también la responsabilidad que recae sobre vos al dejarme permanecer aquí durante una temporada, y por ello, cualquier labor que veáis menester me parece más que justa el realizarla, me parece lo más justo para todos. - Asintió conforme, puesto que si bien no veía reticencia alguna a trabajar con tal de poder buscar aquello que deseaba, también sabía que de poder hacerse con el favor de alguno de los padres y sacerdotes, haría de su buscar, algo mucho más sencillo. Pero a sabiendas de que aquella conversación muy lejos estaba de acabar, la mirada del alquimista se posó sobre el paladín cuando éste, pareciendo buscar su atención, abrió la ventana que se encontraba tras él, dejando así no solo entrar el frío de la mañana, sino que también aquella luz que por más de una buena razón, sabía, se mantenía a raya en ese oscuro lugar. 

Su mirada entonces, lejos de posarse en el hombre de armas, se posó en el exterior como si aquello en gran medida fuese capaz de ofrecerle mayor serenidad, y mientras el hombre hablaba, preguntando de retórica manera lo que él mismo respondería, el Alei, siguió posando su mirada en el paisaje que se encontraba más allá del linde de la ventana. Con paso calmo, ligero aunque firme, Riohrd se acercó a la ventana pero manteniendo con aquel hombre, una distancia prudencial, y mientras aquel hombre hablaba, explicando las razones por las que ahí se encontraba, el elfo aprovechó para otear el horizonte en busca de nada, y de todo a la vez. Más entonces, y ante la palabra muerte, los ambarinos ojos del elfo se posaron sobre los de aquel hombre que para entonces le miraba, y frunciendo ligeramente el ceño ante lo que prosiguió, el elfo presionó ligeramente su tabique nasal como un mero acto reflejo de contención y también, de concentración. Y es que si bien no eran pocas las historias que había oído en el largo caminar por esta vida, habiendo sido decenas de libros los que había devorado en busca de saber, en aquellos instantes intentó recordar si había oído o leído anteriormente sobre muertos que no descansaban en paz. 

Sus labios se mantuvieron cerrados durante algunos largos segundos, procesando aquello que tan de sorpresa le parecía tomar, y pensando que de una u otra manera, y de ser cierta aquella historia, debería retomar su camino mucho antes de lo previsto con tal de alertar a aquellas escasas personas que de una manera u otra, su recuerdo mantenía en su corazón. - Temo por aquellos que se hayan encontrado con aquellas criaturas sin posibilidad de hacerles frente, puesto que no imagino un destino peor que el no poder descansar incluso tras el fin de la vida. - Reflexionó más para él que para los demás, solo para después, dejar escapar de entre sus labios un más que pesado suspiro. - No hay duda de que vuestro dios a sido quien de sabia manera a guiado vuestros pasos hasta aquí, más si aquella plaga se ha extendido hasta aquí, no sé como se le podría hacer frente a tamaña amenaza. - Apuntó al tiempo que fijándose en como el brazo del hombre se hallaba vendando, tomarse un tiempo al mirar por la ventana y solo entonces, aun con el rostro marcado por una latente preocupación, volver a hablar. - Puedo prepararos un ungüento para la herida de vuestro brazo, después de todo, todo apunta a que os serán necesarios para todo aquello que está por venir. 

- Tiradas (3)

Notas de juego

No sabía cuantas tiradas de acción no física te podía hacer en un post, así que te dejo hecha la de atención para ver si ve algo interesante al mirar por la ventana, y la de saber arcano por si Riohrd tiene algún conocimiento sobre los muertos vivientes dentro de aquella rama de saber. 

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21/01/2020, 21:52
Luelar Tyrundlin

Me agradó ver que el caballero y el viejo tenían sentido del humor, pero pronto cualquier atisbo de alegría desapareció de mi interior. Pero antes de ello, aún continuó algo más aquella conversación sobre cómo debíamos proceder, si bien no tuve tiempo de mostrar mi parecer; ni de devolverle a Tyron aquella chanza.

Finalmente nadie tuvo que ir al posible encuentro de los muertos, pues fueron ellos quienes nos encontraron. Escuchaba a rizos dorados, aguardando la ocasión de pronunciarme, cuando enmudeció desviando su mirada; algo que también hizo Ivar, y pronto muchos de nosotros. Descubrimos así la siniestra presencia en lo alto del acantilado. Uno de aquellos comandantes espectrales nos miraba desde lo alto montado en un caballo que sin duda debía haber vivido tiempos mejores.

El explorador no tardó mucho en dar la voz de alarma e impartir instrucciones, comenzando también a tratar de ayudar a quienes escoltábamos a ponerse en marcha cuanto antes. Aquellas no me parecieron las mejores formas, pues si la gente entraba en pánico sería aún mucho más complicado que avanzaran de la forma más rauda y segura posible.

- Ivar es un exagerado, pero hemos de darnos prisa. - advertí a aquellas gentes, evitando incluso temblar de frío al tratar de disimular el temor que me procuraba aquella situación. - Tenemos que llegar hasta la torre. - añadí con firmeza mientras me acercaba a Fein. - Probablemente llegue antes que el resto, puedo llevarla conmigo si quieres. - le ofrecí, desviando mi mirada un momento hacia el siniestro vigía antes de mirar a los demás. - Podría estar sólo, ¿n-no? Ejercer de avanzadilla. - compartí, esperando que fuera el caso, aunque de ser así; tan sólo estaríamos ganando un poco más de tiempo.