Partida Rol por web

Nibelungenlied

Prólogo: Caeteris

Cargando editor
23/03/2021, 23:25
Narrador

Abril de 1228. En algún lugar de la antigua provincia de Recia

 

Un águila blanca sobrevuela los restos de un páramo blanco por la nieve siguiendo la senda que deja un antiguo muro. Un muro que los romanos llamaban Limes. En concreto Limes Germanicus. Es un muro que pretendía defender a los romanos de las invasiones germánicas. Ahora es solo un vestigio de lo que una vez fue. El ave sobrevuela partes que están intactas pero otras que están completamente derruidas. Es un recuerdo de como lo futil que es evitar detener la voluntad de los hombres.

El ave debe batir fuertemente sus alas para poder aprovechas las pocas corrientes de viento que se genera con este aire frío. A la izquierda del muro el ave puede observar un hilo de agua fluyendo desde las altas montañas de los Alpes. Ese hilo de agua, que apenas es un arroyuelo se irá convirtiendo poco a pocoi en uno de los ríos más grandes e importantes que atraviesan Europa. La cuna del Rin se encuentra en este lugar.

El ave sigue volando, lleva varios días sin que ninguna presa se ponga a su alcance. El frío este año es especialmente duro y la nieve lo cubre tgodo como un manto silencioso. Un manto que impide que la vida se desenvuelva. Un manto contra el que hay que luchar cada día para sobrevivir.

Ni un solo rastro de pequeñas huellas en la nieve. Un árbol con la nieve caída recientemente. Ninguna señal permite al ave reconocer cualquier atisbo que le indique que hay algún tipo de actividad que pueda aprovechar para encontrar algo que cazar.

Su vuelo prosigue un rato siguiendo el muro de Limes Germanicus.

Finalmente encuentra un bulto negro pegado al muro. Buscando cobijo contra las inclemencias del tiempo. El ave se acerca velozmente a ese lujgar. Pero entonces observar algo que no le gusta. Una hoguera se encuentra cerca de ese bulto. Debe ser un humano. No le gustan los humanos. Una vez le lanzaron algo que casi la derriba y además pesan demasiado para llevarlo a sus crías.

El animal alza el vuelo mientra emite un gañido de protesta por su mala suerta con la caza estos días. Si sigue así morirá de hambre junto a sus agiluchos.

Si se hubiese acercado un poco más quizás se habría atrevido a atacar a este humano ya que está en el suelo rodeado por sus mantas pero tiembla con los ojos cerrados. Los animales mordidos por serpientes no le son desconocidos al águila y en más de una ocasión se ha dado un festín con algún ciervo que ha sido picado por un reptil.

Pero la fortuna ha querido que el ave se aleje antes de apreciar este detalle.

Ese humano que tiembla como si estuviese poséido es una mujer que a pesar del frio está sudando copiosamente.

Si pudiésemos entrar en su mente veríamos que está soñando con un lugar. El interior de un edificio lleno de gente a izquierda y derecha sentados en unos bancos con unos semblantes muy serios. Delante suyo una larga mesa ocupa también a media docena de personas que parecen algún tipo de tribunal. Pero la mujer no está sola. Percibe que le acompañan otras figuras con ella. Una mujer de pelo negro. Otra de pelo rubio envuelta en unas pieles de cálida sonrisa. Una cálidad sonrisa también acompaña a un orondo hombre de ojos brillantes que se encuentra a su izquierda. Un joven nervioso y serio mira preocupado a esa mesa de tribunal. Por último un hombre alto de piel morena curtida por el sol y largos cabellos negro con un abrigo de piel de oveja cierra el grupo que le acompaña.

- ¡Silencio! - indica una voz en su sueño que surge del centro de la larga mesa que tiene enfrente. Una mujer de aspecto enjuto os mira con seriedad.

- Después de las pruebas presentadas. Se os ha encontrado culpables de los cargos por de asesinato a Murion ex Bonisagus. - un murmullo inunda la sala con conversaciones múltiples ininteligibles para los acusados.

- ¡Silencio! ¡Vamos a dictar sentencia! - indica la misma voz de la mujer que preside el tribunal. El murmullo de conversaciones se apaga rápidamente interesados como están en conocer el castigo aplicado a los acusados.

- Se os conmina a una marcha de magos que se iniciará en una hora a partir de este momento. Ya podéis dejar esta sala. En una hora todos los magos de la Orden Hermética os darán caza por vuestros actos. Que Dios se apiade de vuestras almas. - dictamina la voz de vuestra jueza.

Unas puertas enormes se abren a tus espaldas. Al girarte observas como una luz blanca y brillante entra por la misma. Una luz tan brillante y cegadora que te obliga cerrar los ojos y ponerte las manos delante. Cuando vuelves a abrir los ojos ya no estás en ese horrible lugar sino observando el inmenso muro del Limes Germanicus.

Una figura se acerca por el sendero. Un hombre envuelto en pesadas pieles y con una boina roja encasquetada fuertemente en su cabeza.

Cuando llega más o menos a tu altura y todavía con el sudor en la frente de lo que ha ocurrido llamas su atención.

- ¡Eh! ¡Boina roja! - gritas a la figura solitaria que se detiene inmediatamente como si un rayo le hubiese caído encima.

- El mensaje que llevas para Caeteris. - dejas caer en un tono cansado. Después de una pausa mientras el hombre te observa completamente absorto le indicas - Soy yo -

 

Notas de juego

Previo a esta visión has tenido otra en la que un boina roja iba llevarte un mensaje. Debido a la urgencia del mensaje y su importancia has decidido ir a su encuentro. Tus visiones te han permitido saber dónde te ibas a encontrar con él. Nárralo como consideres conveniente. Utiliza a Hafez si lo consideras oportuna.

Aprovecha para describir físicamente a Caeteris y también que es lo que piensa de lo ocurrido.

Cargando editor
28/03/2021, 18:26
Cæteris ex Criamon

Las piedras sobre las que se había recostado le habían susurrado entre delirios febriles el recuerdo de los muertos. Un mar de voces en llamas, voces líquidas, pétreas, sibilinas o restallantes, voces de espuelas que arañaban su descanso de forma incesante, más aún desde que se aproximara al muro.

Eran susurros inconexos de las tres edades del hombre, extraños que nunca, o tal vez, o siempre, dieran con sus huesos en ese mismo lugar. Nadie puede enseñar a vivir a los muertos, como nadie puede alterar el discurrir de un río. Nadie puede volcar los cielos sobre la tierra, ni hacer permanente en todos los reinos la crueldad de un invierno, por tanto, nadie podría devolver esas voces a sus muertos, ni atentar contra la propia vida. El nunca o el siempre se le antojaban como un quizás envuelto en velos de imposibles. ¿Cómo evitar lo inevitable?, la decadencia de la piedra era la decadencia de un imperio. Nacimiento y muerte, alzamiento y caída, grilletes invisibles de ciclos a perpetuidad...

Las voces se escurrían de la piedra engulléndo el tembloroso e intranquilo cuerpo de la joven, un cuerpo a primera vista raquítico y enjuto, aparentemente tan débil como la contención de un fauno ante la presencia de una ninfa, mas al contrario, nada hacía predecir que escondía el vigor y la resistencia de un hilo dorado en presencia de una moira. Los murmullos se enredaban con su cárcel de palabras en su luengo, quebradizo y enmarañado cabello, grupúsculo de hilos cobrizos y oscuros, del color de un ocaso, que trenzaba descuidadamente para ajustarlos como una corona alrededor de su testa y despejar así su ancha frente y sus ojos rasgados, que eran como la costa de Ítaca recibiendo una horda de ojeras, unos ojos cuyos írises verdes eran del color de las aguas de Circe, con el mismo enturbiamiento y opacidad que el contenido de sus cálices. Su boca era tan fina como el cayado de Caronte, y al abrirse dejaba entrever el interior del río Leteo, el río del olvido en donde las almas anegaban sus recuerdos.

El cuerpo famélico destilaba aquellas voces que se condensaban como una exhortación cubriéndola en sudor. El calor atentando contra el frío, al tiempo que los murmullos actuaban sobre ella como en el telar de Penélope: visiones, memorias y desmemorias que se tejían y destejían de forma incesante esperando que otra voz, la voz que nunca llega, les respondiera como un eco, como el enigma que te atormenta de forma insidiosa hasta que no encuentra solaz en su resolución. Recubrían sus oídos, su mirada, perfundían su mente para trastocarla hasta el límite de la extenuación, o hasta que en esa oscuridad enardecida se produjese un chasquido y un quebranto de luz. Hasta que Hafez volviera a erigir su propio Limes Germanicus espectral en torno a la joven, un muro de silencio y sosiego que las contenía, pero que no duraría lo suficiente, pues su paz se instituyó en otra segunda visión, la segunda consecutiva y esta vez más aciaga si cabía que la que le condujo hasta aquel lugar.

La urgencia por detener al boina roja ante la relevancia de su mensaje, no impidió que la impactante revelación se disolviese de su recuerdo. En retrospectiva sentía un extraño vínculo de familiaridad y comunión con los magi que más próximos se encontraban respecto a su posición. Las miradas condenatorias y la futura caza por la muerte de alguien de la relevancia de Murion ex Bonisagus, le hizo dudar de si no sería otro delirio provocado por su estado febril o por cualquier otra entidad, llevaba demasiadas horas sin comer ni dormir apropiadamente. De lo que no podia dudar era de su inocencia, ¿cómo si no a través de un ardid de dimensiones luciferinas sería capaz de ser cometer o ser cómplice de un asesinato, violando todos los códigos de conducta, no ya de su propia casa, que abogaba por evitar cualquier tipo de conflicto, si no de la Orden de Hermes?, ¿qué les llevaría a todos ellos a cavar su propia tumba?. Cæteris negaba con la cabeza diciéndose que aquello no tenía ni pies ni cabeza, pero en su fuero interno, debía reconocer que las emociones, el olor, el tacto, su dimensionalidad le parecieron completamente reales, un pedazo del viaje imperecedero que se repetiría como un eco.

Aún temblando, extendió de forma fatigosa la mano hacia el boina roja, requiriendo su mensaje con la misma avidez que un desierto en busca de lluvia.

Cargando editor
31/03/2021, 00:08
Hafez

Un susurro se materializa en el oído derecho de la joven:

Su nombre es Ideicus. Aunque antes de ser Boina Roja su nombre era Marco. 

Viene de la alianza de Danmark pero te trae su mensaje desde Durenmar.

Su madre murió hace tiempo. Su padre le culpa de no haber estado allí cuando su madre falleció. Ella sabe que eso le mortifica por eso me ha dicho que le digas que no debe preocuparse por ella. Que está muy orgullosa de él y que haya llegado a ser algo más que un pastor de ovejas. Que muchas noches le acompaña en el camino cuando duerme al raso. Cuando tiene pesadillas, ella le canta su canción de nana favorita.

Una canción surge de la nada que solo tú puedes escuchar:

"Nanín cunchín cunchéta (*)
la tua mama l'è 'ndàita a la mésa
e 'l to papà l'è 'ndàit Türin
fa nanín o bel bambin.
"

 

Notas de juego

(*)Una "cunchéta" (conchetta en italiano estándar) es un utensilio de madera que se parece a una cuna

Cargando editor
31/03/2021, 00:19
Narrador

El hombre que todavía no había salido de su asombro miró de hito en hito a la muchacha que le había llamado.

Era imposible que fuese ella aunque bien pensado su descripción física encajaba con la que le habían dado en la alianza. Los magi son gente peculiar y había visto a muchos desde que había empezado sus andanzas como mensajero de la Orden. Pero esta muchacha se llevaba la palma. - Mamma mía! - pensaba el boina roja.

A pesar de su aspecto frágil irradiaba una vitalidad difícil de expresar. Sus ojos era la parte que más hipnotizaba al hombre. Era una mirada cansada, como si soportase el peso de Europa sobre sus hombros pero a la vez vívidos. Llenos de energía. Una vez en el laboratorio de un mago puedo observar un pequeño elemental de agua encerrado en el interior de un vial mediano. La criatura se revolvía despacio pero continuamente. Recordaba en cierto modo al oleaje de un mar que sin estar en calma tampoco está embrabecido. Pero que puede estarlo en cualquier momento. Mirarle a los ojos mareaba. Le hacía caer por un pozo. Resbalar por una pendiente mojada donde no hay ningún asidero mientras vas adquiriendo cada vez más velocidad. A la vez se sentía atraído por su belleza, claramente excitado por esa penetrante y seductora mirada de color esmeralda.

- Pero ¿qué? ... - comenzó a decir el boina roja refiriéndose a todo ese conjunto de emociones que estaban pasando por su cuerpo

- Te llamas Ideicus. No tenemos tiempo que perder. Dame el mensaje sodal. - interrumpe la muchacha mientras extiende la mano, la abre y la cierra ansiosamente reclamando el mensaje.

Ideicus consiguió deshacerse del control visual al que lo tenían sometido esos ojos para observar el entorno en conjunto. Era un lugar solitario. Una muralla inmensa servía de telón de fondo a esa minúscula muchacha. Proporcionando un extraño escenario. Ella... empequeñecida por la presencia de esa mole de ladrillo y argamasa. Un pequeño fuego y nieve por doquier. La imagen parecía sacada del mismísimo Hades. Perdido en la inmensidad de la nada. Del frío de los Alpes. Con la bruma envolviendo sus piernas. - Aquí solo hay Soledad - pensó el boina roja acongojado por la escena.

Recordó en ese momento que veinte leguas atrás había dos caminos y cualquiera de ambos le habrían llegado donde quería ir. Escogió justo en aquel momento ir por el camino de la izquieda simplemente porque podía oir el sonido del río. Por nada más. - ¿Y si hubiese escogido el otro? ¿Cómo sabía que pasaría por aquí? ¿Y si no nos hubiésemos cruzado?  - aturdido por sus propias preguntas, de repente cayó en otro detalle que se le había pasado por alto hasta ese momento y que le hizo erizar los vellos de sus bien protegidos brazos contra el frío.

- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres? - preguntó entrecortamente el hombre.

Aunque en realidad temía la respuesta a ambas preguntas.

Notas de juego

Establece un diálogo con el boina roja para convencerle de quién eres. Utiliza la información proporcionada por Hafez para convencerle de que eres tú.

Para hacerlo más sencillo puedes "hablar" por el boina roja siempre que no tomes decisiones importantes.  Pero si le cuentas lo de su madre puedes rolear como le afecta eso (positivamente o negativamente) lo que prefieras. No alterará el bonificador que te explico más abajo.

El objetivo es convencerlo de que eres Caeteris. En esta ocasión haz una tirada de Presencia (+1 en tu caso) ya que se trata de imponer tu carisma. Le sumas un bono de +3 por la información que conoces de él. La dificultad es 7+ ya que todo esto le parece muy raro pero tu descripción física le encaja.

El dado es tirada normal (NO es de estrés). Siempre un dado de 10 mientras no se diga lo contrario.

Yo narraré la reacción de Iedicus en función del resultado en el dado.

Suerte!

Cargando editor
05/04/2021, 23:11
Cæteris ex Criamon

—Tres son las voces cuyo sonido pervive en este mundo, como tres son los tiempos en los que se repiten: hacen brotar el pasado, remueven el presente y sostienen el futuro. Encontrarás que hay quien lee sus ecos en las estrellas, sin embargo, jamás llegan a tocar el firmamento. La primera es la voz de un ser humano cuando su alma abandona este reino en busca de otro reino; la segunda es la voz de una bestia en el momento de su alumbramiento, la tercera voz es la que expulsa un ave emprendiendo el vuelo de regreso. Se desparraman y se extienden por el aire de una punta hacia la otra, son inextinguibles, crepitan incesantes entre estertores de esperanzas, sin ser tocadas por el paso de las estaciones; jamás se doblegan ante el sueño de un invierno, el sol del verano no las reseca, no podrán ser seducidas por el dulce y lánguido aroma de una primavera, ni obedecerán a la caída de la hoja en el otoño. Se ocultan dentro de los recovecos de las paredes y de la tierra, se ocultan en los recuerdos de quienes las escucharon en vida. Estas voces no se apagan, porque una voz despierta a otra voz, y no hay voz que emprenda el vuelo sin obtener respuesta de la otra. Por lo tanto, si elevas tu voz, otras vendrán a su encuentro y se reconocerán entre sí, porque ninguna de las dos se habrá marchado de este mundo.

Las palabras de Hafez eran verdades desnudas que el anciano vestía cuidadosamente entre parábolas, metáforas y símbolos, como quien atase los granos de arena escindidos de un reloj para que no se vuelvan a perder, para que Cæteris pudiera seguir su rastro hasta su orígen, mas ciertamente se le antojaban como dunas humeantes de interrogantes, en las que pocas veces encontraría un oasis. Así obró Hafez, su parens en vida, así lo haría tras su muerte y hasta que llegase el momento de su partida. Se podría decir de él que era un hombre sabio, agudo y ávido de conocimiento, no eran pocas las veces que se le acercaban los mundanos, desesperados para buscar uno de sus ecos: el sonido de aquellos a quienes habían perdido, mientras que otros buscaban el sonido que sostenía el futuro, en busca de alguna predicción. Y así siguieron su estela tras abandonar su cuerpo, había abierto el foso de los tres tiempos que ella ya tenía dentro de sí durante su aprendizaje, para que aprendiera a escucharlos, pero aún era incapaz de leerlo ni de controlarlo, un foso desde el que emergían sin control, y que a veces no podía refrenar ni discernir sin su presencia ni su guía.

Con el tiempo de leer en esos granos de arena, migajas de conocimiento que Hafez le arrojaba, con el tiempo de escuchar los laberínticos circunloquios de aquel enigmático sabio, empezó a comprender por qué nunca se extinguían, por qué algunas se condensaban como la lluvia y caían enjauladas en un pergamino a ojos de los hombres, mientras que otras tenían solamente su respuesta en la voz de los recuerdos ocultos en la mente de sus portadores.

Ante la gravedad de la situación, y mientras permanecía con sus verdes írises enclavados como una exhalación sobre aquel atenazado boina roja, temblando su exiguo cuerpo ante la lejanía de la hoguera que había encendido aquella noche, y con la mano abierta requiriendo su mensaje, Hafez provocó uno de sus innumerables ecos en la mente de Cæteris. El eco, así es como él llamaba al reconocimiento entre dos voces. Cæteris se había aproximado como una exhalación a ese lugar para recoger un mensaje, mas ese mensaje no se revelaría sin dar a cambio otro: la misiva de una madre hacia su hijo—No hay voz que emprenda el vuelo sin obtener respuesta de la otra...y se reconocerán entre sí, porque ninguna de las dos se habrá marchado de este mundo—se repitió la magae, comprendiendo que aquel encuentro era una epifanía, tuvieron que pasar años, llegar hasta ese momento para que el entendimiento de esa enseñanza que ahora repetía para sus adentros floreciese en mitad de aquel invierno. Desgajó cómo se instituía la naturaleza de un eco, de las tres voces y de su funcionamiento, pero aún seguía sin poder determinar ni controlar el foso de su procedencia, un foso abierto por el que se desparramaban.

—Conozco vuestro nombre y créedme cuando os digo que vos reconoceréis el mío como cierto, porque el destino así lo ha dispuesto. Créedme cuando os digo que vuestro trayecto no ha sido en vano ni está errado, porque al igual que yo requiero de vos con urgencia ese mensaje, así mismo os garantizo que no os iréis sin recibir otro del mismo peso e importancia a cambio—las palabras de la Criamon, enrevesadas y enigmáticas, no consiguieron si no sembrar más confusión en Ideicus por la forma en que se le fueron presentadas.

—No sólo responde a la descripción que me dieron de ella, por esa forma de hablar podría deducir su casa de prodecencia—caviló el joven sin poder despegar los ojos de la maga, como si estuvieran imantados por algo más que no sabría determinar, el hecho de que se presentase ante él como una mensajera disparó su curiosidad, pero también su perspicaciaNo sé qué pretendéis con esas extrañas afirmaciones, ¿qué sois?, ¿una Mercere o una Criamon?, porque sigo sin entender a dónde queréis llegar...¿Pretendéis que os entregue este mensaje a cambio de otro de igual relevancia?, ¿me estáis proponiendo un vil trueque, señora?inquirió el joven poniéndose a la defensiva.

Cæteris, a pesar de haber sido alentada por el mensaje de su maestro y aquella revelación, comenzó a pensar que aquel encuentro estaba destinado a fracasar, la posición de sorpresa de Ideicus había dado paso a una duda hambrienta y a un segundo cuestionamiento de su verdadera identidad.

—No se trata de una cuestión tan mundana como un simple trueque, sodal. Mi nombre es el mismo que aparece en el espacio correspondiente al del destinatario: Cæteris ex Criamon. Permitidme haceros entrega de la misiva, y en base a tal, decidid a vuestro propio juicio si estáis ante una impostora, o ante la destinataria de ese mensaje que con tanto recelo custodiáis—afirmó, cogiendo aire para poder transmitir las palabras de Hafez de la forma más clara posible—Estoy aquí para transmitiros un mensaje de vuestra madre—expresó con un tono que destilaba una profunda tristeza, y que consiguió que Ideicus le prestase la mayor de las atenciones, no sin desvelar en sus ojos que estaba atónito, con nueve palabras consiguió persuadirle de que siguiera su camino.

La joven maga se tomó unos segundos para estudiar su reacción antes de seguir, porque sabía que sus palabras podrían derrumbarle, como el tiempo había acabado por erosionar parte del Limes Germanicus. Sabiendo que aquella canción de cuna le ayudaba a mitigar sus miedos cuando tenía pesadillas, Cæteris apeló a ésta para allanar el terreno y desvelar el resto del mensaje de su madre. En mitad de aquel espacio crudo, de gélida piedra donde sólo se conocían el miedo, el hambre, las vísceras y la pérdida de vidas humanas, reprodujo con la misma entonación que su parens una a una las palabras de la nana, permitiendo que su melodiosidad le retrotrajese a un momento de su anterior vida.

La voz de Cæteris viró hacia una tonalidad diferente, tremendamente familiar para el boina roja cuando llegó a sus oídos. La voz tomó la forma de unos brazos que le acunaban y le prometían que el miedo allí no tenía cabida, la voz tenía la misma redondez que el pecho de su madre al nacer, la redondez del espacio de una cuna, y la redondez de una cuchara hundiéndose en un plato caliente en una mesa, al calor de un hogar. Esos recuerdos florecieron en la mente de Ideicus trastocando sus temores y sus dudas, sus ojos se tornaron vidriosos pero se mantenían firmes sobre la maga, que continuó hablando.

—Antes de completar tu formación como boina roja y de pertenecer a la alianza de Danmark, te hacías llamar Marco. Fue el nombre que tu madre eligió para tí en connivencia con tu padre. Tu madre desea que te transmita este mensaje para liberarte del yugo de la culpa con la que cargas, la piedra más pesada de tu equipaje, una piedra que dejarás aquí, junto a estas otras rocas—le indicó la joven haciendo un leve gesto con su cabeza hacia el viejo muro—Has de saber que no desea que te mortifiques por no haber estado presente el día en que falleció. Que de la misma manera que te arropaba cuando tenías miedo de noche con su voz, así lo sigue haciendo en aquellos lugares más aciagos, cuando no te queda más remedio que dormir exponiéndote a la intemperie—Hay palabras que curan, palabras que actuan como un dulce bálsamo sobre heridas que llevan tanto tiempo abiertas que no piensas que se cerrarán jamás. Ideicus enterró su rostro entre sus manos, e incapaz de mantenerse impasible delante de Cæteris rompió a llorar. Su muro de contención había sido derribado, su herida había quedado expuesta a sus ojos para ser restaurada. Una voz habia reconocido a otra voz.

Se alejó hasta el fuego y esperó a que el boina roja se tomase el tiempo necesario para recomponerse y tomar una decisión con respecto a su mensaje. Apostada contra el Limes Germanicus, se arrebujó en su ajada y sucia capa. No le podía ver, pero sabía que Hafez estaría sonriendo al comprobar que su filii había podido integrar de forma más precisa parte del enigma de las palabras que le enseñó.

 

- Tiradas (1)
Cargando editor
07/04/2021, 11:14
Narrador

 

Limes Germanicus, el fin del mundo. Durante mucho tiempo aquel muro representó el fin del mundo. Durante mucho tiempo, al otro lado se encontraban los enemigos de la civilización; la barbarie y el caos. Ahora a ambos lados de ese muro estaba la misma civilzación aunque muchos pensasen que distaba de ser perfecta. Pero el símbolo que representaba ese muro estaba tan derruido como su propia estructura. 

Aún así, para un visitante ocasional seguía siendo sinónimo de finisterra. En aquel paraje desolado, cubierto de nieve, con el viento azotando y prácticamente solitario un hombre se encontraba de rodillas, abrazándose a sí mismo con solo dos testigos; una muchacha y una mole de ladrillos impresionante. De rodillas sobre la nieve. Mirando el suelo. Como si tuviese un dolor de vientre espantoso. Aunque en realidad era un dolor de alma espantoso. Mientras lágrimas, mocos y babas se mezclaban en su rostro, una serie de sentimientos largo tiempo enterrados en lo más profundo de su interior se abrían paso como la primavera en la época de deshielo en los Alpes. La crisálida donde había guardado todos su miedos, su enojo, sus preguntas y sobre todo la culpa por lo ocurrido con su madre se había abierto para dejar escapar a una hermosa polilla en vez de un gusano ponzoñoso o simplemente veneno. Una polilla que voló rápido y alto. Que se llevó con ella la conjoga, el miedo y la culpa dejando el capullo casi vacío. Solo una emoción quedó en aquel capullo, el orgullo. El orgullo que sentía su madre por él. Por Marco.

Transcurrió largo rato antes de que Ideicus pudiese recomponerse y ser consciente de dónde se encontraba y qué hacía allí. Pasado otro rato más escueto, se acercó al fuego y se calentó con la hoguera en silencio. Su mirada se encontraba a mil leguas de allí.

Esperas pacientemente a que el hombre se recupere.

En cierto momento rebusca dentro de su bolsa, y te extiende un pergamino lacrado y con una palabra escrita en el reverso "Criamon".

Rompes el sello y comienzas a leer su contenido.

Durenmar, 4 de marzo de 1228

alve ilustre sodal!

En breve se va a celebrar el XV reunión del Gran Tribunal de la Orden Hermes. Un evento que se produce cada 33 años. Un evento único y de una importancia histórica inconmesurable. Dónde todas los representantes de las grandes alianzas de nuestra querida Orden se reúnen para tratar los aspectos más importantes de nuestra hermandad.

Es parte de la tradición que se realice un sorteo entre los recién nombrados magi o aprendices en su fase final el repartir una serie de asientos para que puedan acudir a tan extraordinario acontecimiento.

Vos, estimado sodal, sois uno de los afortunados en poder asistir a la XV reunión del Gran Tribunal de la Orden de Hermes. Solo 13 magi disfrutarán de este privilegio.

Durante el evento se os hará entrega de 20 libras de plata para cubrir vuestros gastos de viaje y manutención durante lo que dure vuestra estancia (aproximadamente 4 jornadas).

Es necesario que estéis un día antes de la noche de Walpurgis (30 de abril) en la alianza de Durenmar para realizar las comprobaciones necesarias antes del inicio de la apertura del XV Gran Tribunal de la Orden de Hermes.

Recuerde llevar esta carta con vos como justificante y para que se le puedan franquear los accesos necesarios al llegar a Durenmar.

 

Att, Petrus Virilis seguidor de Bonisagus

 

El boina roja, espera pancientemente a que leas la carta, la cual lees varias veces y muestras una cara de preocupación al ver que las piezas de ese enorme rompecabezas comienzan a encajar a pesar de tus temores.

Tu presencia es requerida en el hogar donde vive Murion ex Bonisagus. La maldición de Casandra comienza a urdirse en el telar del destino sin que puedas hacer nada para evitarlo.

El mensajero lee la derrota en tu rostro y cree que no entiendes el contenido de la carta. Por ese motivo decide devolverte el favor explicándote lo que sabe al respecto.

Te cuenta que las distintas alianzas repartidas por el mundo de la Orden de Hermes se dividen en áreas que se llaman tribunales.

Cada 7 años, todos estos tribunales realizan una reunión en su región en alguna de las alianzas. A esa reunión están invitados todos los magi de la Orden que se encuentran registrados en las diferentes alianzas de su tribunal. Pero rara vez acuden todos porque alguien debe quedarse regentando o cuidando la alianza en ausencia de los que acuden al evento. Durante estas reuniones se tratan los asuntos más importantes a los que tiene que enfrentarse ese tribunal a nivel político. También se comparten los descubrimientos realizados o se discuten sobre temas herméticos importantes es una reunión con una importante repercusión sobre las acciones de las alianzas que engloban ese tribunal en los próximos años. En ocasiones también se aprovecha para solventar alguna situación jurídica peliaguda que requiere de la presencia de los Quasitors que son invitados siempre a este tipo de reuniones.

El mensajero se toma una pausa antes de continuar.

Cada 33 años, se lleva a cabo la gran reunión de todos los tribunales en la Alianza de Durenmar. Pero en este caso solo los más ilustres y merecedores de dicho evento son invitados al mismo. A pesar de su importancia, la casa Bonisagus mantiene como tradición que 13 magos o aprendices acudan a esta gran reunión. Cada uno de estos aprendices pertenece a una de las casas de la Orden de Hermes. Aunque de la casa Bonisagus acuden dos porque se diferencia a los Bonisagus de los Trianomae. Los objetivos de este evento son los mismos que en la reunión de un tribunal pero a mayor escala y con implicaciones mucho más importantes.

- Tú has tenido la suerte no solo de poder asistir a un evento histórico que no volverá a repetirse hasta dentro de 33 años y además en cierto modo representas a todos los aprendices de la casa Criamon. - te indica el hombre con seriante serio.

Dicho ésto, se levanta y se dispone de marcharse.

- No te preocupes por los honorarios del viaje. Han sido pagados por Durenmar y aunque no me los hubiesen pagado no te habría cobrado nada después de .... - Marco no termina la frase. Se sacude la nieve que se ha acumulado en los pantalones y se gira para marcharse.

- Tienes unas quince jornadas de viaje hasta Durenmar si vas a buen ritmo. Evita las zonas muy pobladas. Con este frío la gente está comenzando a actuar de forma extraña. Mucha suerte lady Caeteris y gracias por todo. -  dicho esto se ajusta su gorra roja con el tríangulo azul sobre una esfera dorada. Un símbolo que hoy más que nunca porta con orgullo. Que a partir de ahora será su escudo y su guía. Suspira y emprende el largo camino que le espera hasta llegar a la provincia de Piamonte donde se encuentra el pueblecito donde todavía mora su padre. Le espera un largo viaje y una larga marcha.

Limes Germanicus. El fin del mundo. Y en ella una figura solitaria junto a un fuego se queda furibunda sumergida en sus pensamientos.

Notas de juego

Nota: 20 libras de plata es el equivalente al dinero que necesitaría un campesino libre y su familia para vivir dos años enteros.

Aunque en el texto no se te indica, Durenmar se encuentra en dirección norte de tu posición. De momento no te preocupes por el itinerario. Simplemente indícame que te pones de camino y si vas a seguir el consejo del boina roja de evitar los núcleos urbanos.

Cargando editor
10/04/2021, 09:52
Cæteris ex Criamon

Cæteris demudó su expresión en un hondo gesto de preocupación al leer el contenido de la misiva de Ideicus. Repasó su contenido varias veces porque no daba crédito. Cada una de las palabras de su contenido espantaron de un plumazo sus dudas con respecto a la veracidad de la visión que le había asaltado durante su sueño, instantes antes de cruzarse con el boina roja.

Si la opacidad era el espíritu de los objetos, los acontecimientos del presente moldeaban con arcilla de hebras las nebulosas del futuro, decantándolas como haría Laquesis, para dotarlas de dimensionalidad, así mismo había sucedido con su visión, había cobrado más opacidad si cabía, un estado que aún siendo difuso, sostenido en las manos de la hilandera Cloto, acabaría por cobrar una nitidez cristalina si llegaba a pasar entre los hábiles dedos de Átropos, la inevitable, a medida que los puntos inconexos y distantes entre sí llegasen a confluir, se daría cuenta de que las tres seguían urdiendo finamente los vestigios del destino mientras el resto de los mortales permanecían ciegos, y las sibilas escrutaban sus sombras para adivinar sus intenciones.

Pero si había algo que le resultaba cruel de todo aquello, era ser testigo de las descarnadas dádivas de Cronos, resquicios de las huestes de sus hijos devorados, que se dibujaban en su mente como una alegoría de muerte, sangre y desesperación, y no poder hacer nada para alterar su discurrir. La muerte había susurrado por detrás de su visión del tribunal, en un intento de estrangular toda esperanza para la joven, dejándola sin resuello. No obstante, se debatía en su fuero interno sabiendo de la influencia de las sibilas y los profetas, de la relevancia de los somnia imperii, verbigracias del destino jugando a ser desanudado, tales sucesos eran algo que le resultaba difícil de determinar. Una fina hebra díscola en el telar, una puntada ajena que se desvía y al ser entretejida de nuevo le confiere a la pieza un aspecto distinto del de partida. Sabía que habían estratos e irregularidades en el telar orquestado por Cronos.

La voz del boina roja la sustrajo de sus cavilaciones internas, sus verdosos orbes se posaron sin esconder su estado desencajado sobre el joven, que al ver su incredulidad y su silencio, decidió explicarle la relevancia del evento al que había sido invitada como representante de su casa, un evento histórico que lejos de resultar en una forma de estrechar lazos entre alianzas y tribunales, acabaría con el asesinato de quien estaba a la cabeza de la Orden de Hermes, un juicio desmedido y una marcha de magos para darle caza a ella y al resto de los magi que se encontraban más próximos a su posición.

Las dudas le azuzaban, si no acudía al evento por un lado estaría deshonrando a su propia casa con las consecuencias que ésto podría tener, dado que era su representante en el Tribunal, ¿evitaría su falta de presencia que Murion ex Bonisagus falleciera?, el destino tenía siempre formas de salirse con la suya, y debía averiguar el orígen de aquella conjura contra el magus, que suponía tendría su raquis en desmoronar la Orden y generar una suerte de caos interno. No había lugar a dudas, debía desviarse de su cometido principal, la Dommus Magna de su casa, lugar al que peregrinaría y visitaría por primera vez para presentar sus respetos ante su actual primi tras haber terminado su aprendizaje, tendría que esperar para dar por consumado el proceso de transmisión final de su parens. Sus conocimientos aún tendrían que aguardar a ser revelados y estudiados por sus iguales hasta su llegada.

Dobló cuidadosamente la misiva de Ideicus, mientras éste terminaba de advertirle que se cuidase de los caminos poblados, y se lo guardó en uno de los bolsillos interiores de su túnica—Así lo haré, creo que no me equivoco si afirmo que a ambos nos espera un largo camino...—expresó mientras el cayado de Caronte se torcía en forma de sonrisa.

Se giro hacia el fuego, que había debilitado su lumbre y esperó a que se apagase, mientras un susurro se escurría de entre las piedras.

 

Cargando editor
13/04/2021, 22:10
Narrador

Mientras los rescoldos del fuego se apagan y recoges tus cosas para ponerte en marcha, echas un vistazo a un mapa con indicaciones que te ha dejado el boina roja.

 

 

Localizas como el nacimiento del río Rin tu punto de partida actual, siguiendo hacia el noroeste evitando la ciudad de Zurich. Aunque la cruz está sobre la ciudad de Windisch, ves que pone Vindonissa.(*)

 

 

Más al norte ves que te ha marcado la posición de la alianza de Durenmar cerca del río y de un bosque enorme que debe ser la famosa Selva Negra. Tu destino final.

Es curioso porque tu camino pasa cerca de tu Domus Magna. Quizás sería una buena idea desviarse un poco y llevar a Hafez tal como le prometiste.

Hablando de Hafez, igual sería una buena idea invocarlo y para hablar con él (**)

 

Notas de juego

(*) Haz una tirada de Inteligencia + Conocimiento del área (tienes 0) de 5+ para saber más sobre Vindonissa.

(**) Puedes hacer una tirada por Hafez Inteligencia 2 + Conocimiento de Área 2 con la misma dificultad. También lo puedes utilizar para otras tareas como por ejemplo avanzarse y ver qué hay en esa ciudad y en concreto en Vindonissa.

 

 

 

Cargando editor
17/04/2021, 12:13
Cæteris ex Criamon

La turbamulta de sombras que se desfiguraban y adherían al aire y a las paredes alimentadas por el nebuloso manto estelar, se difuminó danzando al son de la humareda sinuosa y ascendente del fuego, que exhortaba futilmente a los rescoldos sobre los que pervivía a no rendirse ante la inminente llegada del alba.

Los orbes de Cæteris, sentada sobre una gélida roca contra el Limes Germanicus, ausente de la agónica calidez de un hogar próximo a extinguirse, habían perdido su halo hipnótico, turbio y cristalino en favor de uno opaco y plomizo. Sus largos y raquíticos dedos sostenían la misiva del Ideicus, un pergamino cuya liviandad escondía bajo sus letras el cumplimiento de un mal presagio.

La maga exhaló un suspiro cargado de desazón y lo depositó sobre su regazo. Acto seguido, lo recorrió con las yemas de sus dedos, cerró los ojos y se concentró en el olor que exhudaba de sus fibras, en el tacto reseco de la tinta que habían absorbido, en su granulado irregular y sus cantos ajados. Figuró las manos que lo habían tejido y las manos que lo habían tocado, así como los lugares por los que habría pasado hasta llegar a las suyas en aquel desangelado lugar.

Extendió su diestra relajadamente sobre el pergamino con la palma abierta hacia abajo a escasos centímetros del mismo. Dobló el brazo contrario dejando que su zurda se mantuviera alzada con la palma abierta hacia el frente. Flexionó el dedo corazón de ésta hacia abajo y el pulgar viró para tocar su uña provocando un cierre. Índice, anular y meñique apuntaban hacia el cielo. En tal estado, con la zurda estática, la diestra extendida comenzó a moverse de forma vigorosa trazando círculos sobre el pergamino, mientras que de su boca comenzaron a emerger hexasílabos que expelió de forma atronadora:

-¡Mil hilos de Cloto,

mil aguas sonoras,

arenas de Cronos,

que guardan las horas!.

¡Inmortal misiva,

dorada corona,

Átropos la vela,

Láquesis la llora!.

¡Sin inicio y sin fin,

sus hebras se tocan,

al caer la noche,

al nacer la aurora!.

Las palabras retumbaron sobre las piedras al tiempo que los círculos que trazaba con la palma extendida hacia abajo sobre el pergamino ganaban en velocidad. Una comitiva de voces de toda índole empezó a resurgir de la boca como un fuego auditivo para acompasar sus palabras: ecos cálidos, graves, agudos, sibilinos, rompientes, trastabilleantes o guturales, modulaciones tonales que repetían infinitamente y en gradación cada vez menor los hexasílabos, dejando su impronta en el aire como un coro irregular. Allí sólo había soledad, pero cualquiera que se hubiera acercado dentro del radio suficiente, podría pensar erradamente que se encontraba ante una multitud.

Las fibras del pergamino comenzaron a crujir, contorsionarse y fusionarse unas con otras a lo largo, obedeciendo a su voluntad. Las letras del interior se disolvieron como si fuesen de mantequilla junto con las hebras, acompañados por un sutil halo áureo que brotó de la palma que se movía en círculos. Los ojos de la joven, cuyas pupilas se habían dilatado, recobraron la viveza, el fulgor y la turbidez verdosa, su respiración se había agitado y su pulso estaba desbocado, comenzó a temblar ligeramente ante el esfuerzo, algo que no notificaría al encontrase en estado extático sobre el pergamino.

El tamaño del presente que le dio Ideicus se redujo al de una sola hebra, en algunas zonas de su extensión aún mantenía los resquicios del original y no era demasiado flexible, pero lo suficiente para su propósito: Salvaguardarlo de cualquier inclemencia, ya fuera la lluvia, el aire, el fuego o los intentos de robo que no eran infrecuentes por los caminos. Aquella misiva era su puerta de entrada a Durenmar, su extravío o deterioro podría causarle problemas llegado el momento. Tal y como describía en sus versos, realizaría el mismo hechizo tanto al alba como al anochecer de forma diaria para conservar su estado hasta el momento de entrar.

Los susurros que repetían los versos, como si se tratasen de miles de facetados de su propia voz, atestiguaron cómo la maga se desanudaba la deslavazada trenza que llevaba coronando alrededor su testa, y como Cloto, tejería de nuevo el trenzado, pero esta vez, atando el hilo dorado a una de las particiones de dicho trenzado. Con parsimonia y algo de dificultad ente la rigidez del hilo, y como si ello le pudiera devolver algo de dignidad a su cochambroso aspecto, recuperados el pulso y la respiración, terminó de devolver la trenza a su lugar. Se levantó, sacudió la capa de los restos de nieve y extrajo el mapa que llevaba en uno de los bolsillos interiores de su andrajosa túnica.

Cuando el coro de murmullos hubo cesado en intensidad la presencia de Hafez se hizo notar. Un halo de calidez y cierta nostalgia la envolvió. De forma reverente, su filii permitió que el silencio se instituyera. Hafez sabía leer en su interior como si fuese un libro abierto, y había atisbado su consternación al estar tan cerca del propósito de su viaje, tan cerca del Axis Magica que anidaba en su Domus Magna, y que había sido trastocado por completo por una premonición que se había precipitado y cobrado una gravedad mayor.

 

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

HECHIZO ESPONTÁNEO (con fatiga):
Vitta aurea (El Hilo Dorado) MuHe13 (Base 3: Transforma una planta u objeto hecho de productos vegetales; +0 alcance personal, +2 duración solar, +0 objetivo individuo/objeto). Efecto: Transformar el salvoconducto en un hilo dorado impermeable, anti-ignífugo e irrompible para protegerlo.

Bono de la tirada: Mu5 + He2 + Vit2 +2 (Lanzamiento con voz atronadora (+1) y gestos vigorosos (+1)) = +11.

Cargando editor
17/04/2021, 16:19
Hafez

El Stigmata espectral del anciano refulgió en el aire ante los únicos ojos que lo podían percibir; los de su filii. A tal aparición le siguieron unos rutilantes y cálidos iris, que desprendían una infinita compasión hacia la que fuera su última aprendiz en vida. Las profundas patas de gallo y las copiosas bolsas de ojeras que los enmarcaban, se contrajeron al mismo tiempo que una tupida y larga barba emergía desde el vacío y dejaba entrever el gesto de una sonrisa que transmitía un firme sosiego.

En el aire se dibujó una mano que, en un inane intento dada su naturaleza espectral, mesó los cabellos de la joven en un gesto que reflejaba la misma ternura de un abuelo hacia su nieta—No hay laberinto que no goce de desvíos y de bifurcaciones, mas no hallarás alguno que mantenga oculta ni su entrada ni su salida, éstas permanecen abiertas e invariables, son los puntos de conexión que confluyen y orbitan incesantemente hacia el mismo centro del que parten y desde donde se vuelven a extender. Intenta seguir el hilo de Ariadna en su interior, avanzar bajo los pasos de Teseo de extremo a extremo, reproducir el rastro aún latente de quien ha llegado a atravesar su inicio y su fin. Tal promesa de liberación a ciegas y a tientas no será llevada nunca a término, seguirás perdida y atrapada en él porque no habrás comprendido su naturaleza, tarde o temprano ese hilo te conducirá a un punto muerto—el anciano permitió que sus palabras reposasen unos instantes en la mente de la joven, abriendo un poso sobre el que meditar.

—Porque los muros que se alzan, los desvíos y bifurcaciones que lo edifican, al contrario que su entrada y su salida, nunca son permanentes. Mas en un recorrido infinito no hay lugar para un camino errado, ¿cómo si no es posible cometer un error y desviarse cuando el destino y su propósito son solamente uno?—tras esa última y enigmática cuestión que dejó suspendida en la mente de Cæteris, su sonrisa volvió a asomar con el aire de aquel que sabe que está plantando la semilla de una revelación cuyo acceso está velado. Acto seguido, permitió que ésta le observase desviarse y alejarse flotando de forma traviesa, haciendo eses y girando como un derviche sufí sobre sí mismo, que cualquiera que le hubiera visto pensaría que se trataba de alguien que, o bien se encontraba en estado de ebriedad, o bien había perdido toda suerte de cordura. Hafez trazaba recorridos y desvíos imaginarios con su extraña forma de danza delante de la joven, arrastrando consigo algo de la desazón que la golpeaba desde su premonición.

Haciendo un último giro en el aire, hizo emerger de la palma de su mano un hilo fantasmal, y tal como haría Teseo con el hilo de Ariadna permitió que se perdiera tras de sí esfumándose de su vista en dirección hacia Vindonissa.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Hafez se adelanta para comprobar el estado de la región.

Cargando editor
17/04/2021, 17:27
Cæteris ex Criamon

Las intrincadas palabras de Hafez planearon como un sol en pleno invierno, derritiendo las dudas que atenazaban a la joven. Tras alejarse y desaparecer, Cæteris se arrebujó en su capa permitiendo que su mirada se perdiera en el horizonte, reflexionando en silencio sobre sus enseñanzas, y las innumerables veces que había meditado sobre el laberinto, algó común en los de su casa.

El alba se había iniciado con la misma pesadumbre y densidad en el aire que había experimentado los días anteriores, como si el invierno se fuera a convertir en algo perpetuo. Aún le quedaban varias jornadas de camino, recordó la advertencia del boina roja de evitar los caminos poblados, y así lo haría, si algo había aprendido durante los años anteriores era a soportar los rigores del cuerpo y sus señales, pero tarde o temprano tendría que cruzarse con algo más que animales, caminos desiertos o piedras.

Echó un segundo vistazo al mapa sin poder evitar que sus iris se desviasen hasta el punto exacto en el que se debía encontrar la Cueva de las Sombras Danzantes. Lo replegó sobre sí, lo depositó en uno de los pliegues interiores de la túnica y permitió que el murmullo del río y el despertar del día terminasen de arrastrar sus dudas.

- Tiradas (1)
Cargando editor
18/04/2021, 00:50
Hafez

Hafez se desplaza rápidamente en un lugar donde las distancias no tienen importancia. Pronto llega a Vindonissa.
De sus tiempos mozos recuerda haber visto cuando aquello todavía era un castrum romano. Un campamento militar que había servido en el pasado para detener el avance de las hordas germanas. Aunque al final no lo consiguieron igual que no lo consiguió su imperio.
Al llegar al antiguo castrum, el viejo observa que ya nada de lo que él conoció existe. Todo ha cambiado. Ahora no es más que una especie de campamento de refugiados. Pero observando con más atenció puede ver que entre las gentes que ocupan ese lugar muchas personas de origen musulman y árabe.
Ahora entiendes por qué le ha marcado esta posición a tu filia el boina roja. Porque será un lugar donde pueda encontrar seguridad y cobijo. Sin ser despreciada o incluso atacada por tener ciertos rasgos y costumbres similares a los árabes a los que tanto ambos aman.

El espectro ya ha visto suficiente. Vuelve con Caeteris y le cuenta a su manera todo lo que ha visto.

 

Cargando editor
18/04/2021, 01:02
Narrador

Después de recibir las noticias de Hafez decides ponerte en marcha al despuntar el alba. Para dirigirte a ese castrum romano.

Desciendes la falda de las montañas de los Alpes, pronto dejas atrás esa inmensa cordillera que has estado atravesando durante las últimas semanas. Que ha sido tu compañera de viajes. Dura, insensible y poco habladora. Aunque tú tampoco eres muy comunicativa. Así que su compañía ha sido bastante soportable.

El terreno al descender al valle cambia de forma ostensible. Pasas de los entornos rocosos y escarpados a suaves pendientes sin apenas rocas en el camino. Un enorme campo de trigo te da la bienvenida. El color verde inunda la tierra como el azul lo hace en el cielo. Hierba, montañas, plantas, árboles, todos en diferentes tonalidades de verde. Observas por eso con cierta preocupación que el trigo no ha desarrollado por completo su espiga. Y eso es raro porque a estas alturas de la primavera ya debería estar exultante y mostrando sus puntas con orgullo. Listo casi para su recogida. Supones que el duro invierno al que estais sometidos y una rigurosa primavera deben tener algo que ver.

En estas cavilaciones estás cuando observas un caballo tendido de lado en medio del trigal muy cerca del sendero que estás siguiendo. Desde tu posición apenas puedes verle los cuartos traseros. Menea la cola de forma irregular y nerviosa. Una enorme mancha de color rojiza distorsiona el verde reinante en el lugar. Parece que surge de una fea herida en su costado. Todavía lo oyes respirar. Te acercas poco a poco. Seleccionas una enorme piedra que recoges con una de tus manos. Una piedra que le proporcionará a ese pobre animal un final rápido y sin tanta agonía. Una piedra que muchos pensarían que es imposible que una escuálida muchacha como tú pudiese levantar. Pero las apariencias engañan, ¿verdad?

Igual que las apariencias te han engañado a ti al pensar que el animal que había ahí tendido ante ti era un caballo. El torso y la cabeza de un hombre surgen de donde debería crecer el cuello del caballo.

¿Es posible que ante ti se encuentre uno de los seres mitológicos más nombrados en las epopeyas griegas? ¿De verdad existen los centauros?

Observas al acercarte mejor, que el centauro o lo que sea eso, en una de sus manos humanas, parece tener firmemente aferrado un hilo dorado que parece perderse en el interior del trigal. Y que en cierto modo te recuerda al que tienes en tu trenza...

¿Qué haces?

Notas de juego

Esta muy mal herido, no crees que vaya a sobrevivir más de un par de horas.

Si intentas curar a la criatura lo mejor es utilizar la habilidad Quirurgía si la tienes.

Recuerda que la magia tiene dos problemas en este caso.

i) Los hechizos de curación son de carácter ritual y por tanto necesitan vis.

ii) Es una criatura de carácter mágico y por tanto dispone de una resistencia mágica a tu intento de curación.

Si decide optar por intentar curarlo. Házmelo saber y entramos en los pormenores.

 

Cargando editor
20/04/2021, 18:09
Hafez

Hafez, atraído por el estridente halo de desesperación y dolor que emanaba del centauro, y que a sus fantasmales ojos se extendía como un alarido sordo por todo el trigal, alzó la mano de forma instintiva hacia la piedra que sujetaba su filia con el fin de refrenarla. La etérea y huesuda extremidad del venerable anciano se abrió como una flor desafiando a un duro invierno, sus fantasmales dedos parecían haber recobrado los vestigios de una solidez perdida, restituída mediante el uso de su kinesis, no obstante tan sólo de forma ilusoria, pues el esfuerzo de contención ante el precipitado final que la joven pretendía darle, sólo sería perceptible para ésta.

El peso de la roca cedió a sus designios siendo refrenado, mas no tuvo que hacer demasiado esfuerzo, porque al volver sus fulgurantes ojos sobre Cæteris pudo ver su gesto estático, compungido y cargado de incredulidad. Percibió que a la joven le faltaba el aliento ante la visión de aquella criatura. El fantasma redobló sus esfuerzos y redirigió la piedra provocando que se escurriera de las manos de la maga, alejándola para que se perdiera entre el vaivén de las doradas briznas del trigal.

Habiéndose interpuesto entre ambos, exhaló un etéreo suspiro, alzó una mano de forma conciliadora para que su filia retuviera todo lo posible el torrente de emociones y dudas que la atenazaban, y evitase precipitarse por segunda vez. Bastó una mirada suya para transmitirle tal suspensión, para hacerle comprender que no era el momento de hacerse preguntas, si no de actuar con diligencia y la más absoluta de las firmezas.

Sin perderse en disquisiciones, habiendo sosegado momentáneamente a la joven, se inclinó para examinar el costado del centauro. Sus invisibles manos recorrieron la herida para valorarla, su naturaleza etérea le permitió, no sólo apreciarla en su superficie, si no poder introducir sus fantasmales dedos para hacerse una idea exacta de su profundidad, los dedos se desplazaron por su contorno, paseándose entre los vasos sanguíneos, el fluido carmesí que brotaba de ellos, las fibras musculares ajadas y las costillas magulladas. Ese ojo de Galeno que utilizaba en vida para diagnosticar se enfatizó aún más si cabía al no encontrar ningún obstáculo que lo detuviera.

Su arrugado rostro, su mirada enérgica y concentrada sobre la criatura, pareció revelar un ligero alivio tras unos minutos. Se giró para mirar sobre su hombro a su filia y espetarle—Hay que amputar, ¡pásame el serrucho!...—esperó unos segundos con la mano extendida requiriendo la herramienta para observar la cara de la maga, si algo tenía el anciano era su forma extraña de proceder hasta en situaciones como aquella. Soltó una carcajada que haría retumbar a las doradas espigas de no ser porque no poseía cuerpo—No le han herido de gravedad—dijo recobrando la seriedad para tranquilizarla—Pero si no le tratamos pronto la herida se agravará, y entonces nos veremos los dos en el mismo plano de existencia. Y ahora...—se retiró hacia un lado para dejarla espacio—Ahora demuéstrame que eres una digna aprendiz de tu parensexpresó con una mirada cargada de confianza y determinación—No titubearás, porque yo te guiaré durante el proceso—el anciano aún se deleitaba lo suficiente viéndola crecer bajo su tutela incluso tras su fallecimiento, por lo que desde que emprendieran aquel viaje juntos, aprovechaba la menor oportunidad para observar cómo sus conocimientos se habían solidificado en su filia, ella tenía las manos, y él la experiencia de años de ver cuerpos de toda índole sanar bajo las suyas en vida.

 

Cargando editor
20/04/2021, 19:33
Cæteris ex Criamon

La Criamon no pudo si no sentir una enorme desazón ante su precipitación y mal juicio, algo que le avergonzaría sobremanera de no ser porque Hafez le instó con vehemencia a sosegar su juicio, sus cuestionamientos internos y sus emociones, que se movían entre la culpabilidad por haber errado en su juicio, su precipitación para acabar con su vida, el hecho de tener ante sí a un herido al que tratar, y no un herido cualquiera, y el no dar crédito ante la naturaleza de la imponente criatura que tenía ante los ojos; una criatura de la que le hablara su madre cuando le transmitía su saber, cuando la instruía en epopeyas y gestas de orígen griego, y que hasta entonces sólo se le había figurado como una entidad tan etérea como un sueño, un sueño que cobraba forma y realidad, un sueño que le hablaba de un titán que renunció a su inmortalidad porque viviría hasta la eternidad cargando con un sufrimiento inabarcable, el primer centauro, Quirón, y el que se le había aparecido a sus ojos portando un enigmático hilo dorado, símbolo de tal condición, provocó que su incredulidad fuese a mayores.

Hafez, con su mirada y su talante inquebrantable, en ocasiones tajante, en otras delirante, enigmático, chispeante o agudo, la trajo de vuelta a la realidad al desplazar la roca. Su forma de transmitir en aquella situación era directa, sin equívocos ni requiebros, nada que ver con sus laberínticas palabras proferidas instantes antes, ahora le instaba a salir de un lugar oculto entre mitos, cincelando de realidad un cuerpo que a ella le parecía inverosímil. Llevaban tanto tiempo codo con codo que ambos habían aprendido a leer en los gestos del otro sus estados de ánimo, más aún desde que Hafez muriera. Y en esa mirada suya, como un témpano de hielo, había suspendido cualquier otra cosa que no fuera un silencio interior.

Su cara se desencajó aún más cuando tras realizar su diagnóstico le pidió que le diera un serrucho, ¿estaba bromeando delante de una criatura moribunda?. En tal situación la joven, aterrada y sin dar crédito, pensó que su parens había perdido cualquier resquicio de cordura que pudiera haber conservado en vida, que la muerte sin duda alguna, había dilapidado su raciocinio. Una vez más, su forma extravagante de obrar había actuado de forma disuasoria sobre cualquier otra cuestión que le rondase por la cabeza, dejándola aún más desorientada. Tan sólo recobró algo de calma cuando el anciano, que parecía haber recobrado la cordura de golpe, volvió a dirigirse a ella con gesto serio para retarla a que demostrase de lo que era capaz, contando con su concienzuda asistencia.

La joven, sin mediar palabra se arrodilló ante el centauro, que se revolvía como en un mal sueño. Alzó su mano para tocarle, como si quisiera cerciorarse de que todo ello no era algún tipo de pesadilla en la que había recaído, atrapada sin salida en las redes de los mismísimos oniros. Las yemas de los dedos se posaron con suavidad en un área cercana a la herida, y la gravedad con la que descendieron fue la misma que rompió el velo de su ilusoriedad.

Antes de empezar a rebuscar en los pliegues de su túnica unas vendas y algo con lo que evitar que la herida se le infectase, susurró con la voz entrecortada—No temas, permíteme asistir tu herida—le rogó, tragando saliva. La mano que había alzado para tocarle temblaba sobre él, el miedo a que muriera entre sus manos estaba presente, pero estaba determinada a seguir la estela de su parens, y a demostrarle que los años que había pasado bajo su tutela no habían caído en saco roto.

Se pasó el dorso de la mano sobre la frente, sudorosa, y extendió un paño sobre el suelo, sobre el que dispondría una serie de vendas, pinzas e hilo. Cerró los ojos y elevó una plegaria a su Dios para que guiase sus manos en aquel trance. A su lado, Hafez le susurraba instrucciones precisas sobre la herida y cómo abordarla de la forma más eficaz con los exiguos recursos que llevaba encima.

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Total de recuperación de heridas: Vit 2 + Cirugía 3 (cerrar heridas) + 1d10 + Cirugía 2 (asistencia de Hafez)

Cargando editor
20/04/2021, 22:11
Narrador

Observas las heridas de ese animal mitológico. Una respiración renqueante, con esfuerzo, donde cada inspiración arranca un pitillo procedente de los pulmones. Las muecas de dolor por respirar son patentes en el rostro del centauro.
Lo que primero te llama la atención es todo músculo incluida su parte humana. El torso pertenece a un bello joven de formas cinceladas propias de un artista griego.
Caeteris observa que las heridas parecen producidas por un arma de tipo contundente. Una especie de martillo o algo parecido. Son golpes terribles. ¿Quien ha podido hacer algo así? - piensas hasta cierto aterrada.
Tiene varias costillas rotas, tanto en su parte animal como en su parte humana. Explorando las costillas, observas que tiene una especie de grabado en el cuarto delantero izquierdo. Recuerda a la forma de una guadaña dorada.
Sus heridas son contusiones graves, te dedicas con delicadeza y con tu instrumental a recolocar las costillas fracturadas en su lugar. Al hacerlo alguna de ellas que estaba perforando algún órgano interno extrae brucamente de la inconsciencia al centauro.
El ser mitológico se revuelve con furia e intenta reincorporarse pero el dolor pronto pronto lo devuelve a la realidad y ve que no puede levantarse. Es más, después de esos movimientos bruscos, el dolor se acrecenta de forma salvaje hasta al punto de arrancarle un par de alaridos que lo dejan sin fuerzas e inmovil otra vez.
- No temas, permíteme que cure tus heridas - le repites pausadamente mientras lo miras a los ojos.
El ser te observa atónito, sin comprender, desorientado, sin saber qué esta pasando. La lucidez vuelve poco a poco a su mirada. Mientras continuas aplicando vendas y recolocando huesos esta vez se mantiene quieto. A pesar de lo doloroso del proceso tu paciente ya no emite ningún grito, solo gemidos.
Su musculatura sigue pareciéndote impresionándote. No recuerdas haber visto nunca a un humano o a un corcel con semejante fuerza. Deduces que incluso entre los suyos te encuentras ante un ejemplar extraordinario. A pesar de esa musculatura que bien podría valer por una armadura gruesa, alguien lo ha machacado con una especie de martillo enorme.
Acaricias esos músculos que tú conoces como serratus que se encuentran entre el latissimus dorsi y los obliques. Son realmente increíbles. Están inflados y duros como si fuesen de mármol.
Absorta en tus pensamientos mientras realizas esa exploración de cariz completamente "científico" no te das cuenta de que Hafez te está hablando.
- ¡¡Eh!! ¡¡El centauro está susurrando algo!! - te dice con cierto nerviosismo en su voz. Como un chiquillo que ha descubierto un escondite.
Observas ahora el rostro del centauro con atención. Tiene un hermoso rostro con una fina barba de color moreno. Pelo con rizos al estilo de los clásicos griegos y unos ojos marrones propios de las gentes del mediterráneo. Su boca se mueve en un siseo que apenas es audible.
Te acercas más a su tez para intentar entender lo que dice.
- Mi hermano.... hemos luchado con él... pero nos ha vencido... se ha llevado a Daxa... por favor... ayúdame a recuperarlo... - consigues entender de sus susurros que le provocan un esfuerzo tal que apenas puede genera un hilillo de voz
Levanta su mano izquierda y señala con el dedo al hilo dorado que cuelga de su otra mano. El hilo se pierde en el interior del campo de trigo y no puedes ver su final.
El esfuerzo termina por cobrarse su precio y la magullada herida hace caer inconsciente incluso a esta poderosa criatura. Observas que su respiración, a diferencia de cuando llegaste, es tranquila y estable. Parece que tus cuidados han surtido efecto....

¿Qué quieres hacer?

Notas de juego

Tu tirada ha servido para estabilizar su herida pero no para curarlo. Era una herida de tipo medio que necesita sacar una tirada de dificultad 12. Por lo menos no va a empeorar.

Cargando editor
24/04/2021, 16:27
Hafez

—¡Allahu akbar!*—exclamó el anciano con una sonrisa esperanzadora, provocando que las patas de gallo y las bolsas de ojeras que rodeaban sus orbes se marcasen con mayor profusión, agradecido al ver que su filia había conseguido estabilizar al centauro.

No obstante, hizo un aspaviento con las manos y empezo a susurrar en actitud de recogimiento—‘adhím fainnak taqdir wa lá aqdir, wa ta’lam wa lá a’lam wa Anta ‘Allám ul guiúb. ¡Allahumma! In kunta ta’lam anna hadha al amr jairun lí fi dini wa ma’áshi wa ‘áqibat amri–o: ‘ayil amri wa áyiluhu- faqdurhu lí wa iassirhu lí, zumma bárik li fih. Wa in kunta ta’lam anna hadha al amr sharrun lí fi diini wa ma’áshi wa ‘áqibat amri–o: fi ‘ayil amri wa áyiluhu – fasrifhu ‘anni wasrifni ‘anhu waqdur lí al jair haizu kan, zumm ardini bih**—las palabras del espectro naufragaron entre las briznas del trigal.

Cuando hubo acabado, dejó que el figurado reflejo del cielo se hiciera eco en sus fantasmales iris, que le devolvían la mirada, escrutando una respuesta y discernimiento ante la encrucijada que se les había puesto en el camino, para acto seguido perderse entre las briznas y sondear el rastro del hilo dorado hasta llegar a su extremo, farfullando con gesto consternado—¡Llueve sobre el trigal y la hoz está sedienta!, sobre el eje del acero, arco dorado, ¡la tierra se remueve en tiempos de cosecha!, ¿dónde están los frutos, Allahu?, ¿dónde las flores, dónde la primavera que eternamente ha de regresar?—el espectro intentó remover las briznas que estaban alicaídas, lacias, y que distaban de pertenecer al preludio de una eclosión que a esas alturas poco debía tardar en producirse, y sin embargo, no llegaba; el invierno aún sostenía su manto y se negaba a retirarlo.

Las manos juguetonas las atravesaron de lado a lado, cargándolo de una inesperada consternación—¡Maldita sea mi desmemoria!, ¿cuántas van ya?—el anciano extrajo un ábaco espectral de entre algún lugar donde la llevaba enterrada en su túnica, y cuyas cuentas empezó a mover de un lado al otro frenéticamente, abstraído por completo de la gravedad del asunto que les ocupaba—Lo que yo decía, ¡treinta y nueve!, treinta y nueve las veces que me he olvidado de que estoy muerto, ¡ja!...—tras aquel contaje guardó el ábaco negando con la cabeza y regresó junto a su filia.

De nuevo, aproximó su mano para mesar sus cabellos, siendo aún consciente de que a pesar de no poder utilizar el sentido del tacto, de que su mano no tenía entidad, peso o densidad, Caeteris podría apercibirse de que estaba cargada de aprecio y sosiego, y eso sí que lo podía transmitir.

—Llueve sobre el trigal y la hoz está sedienta, sobre el eje del acero, arco dorado...—repitió aproximándose para examinar con mayor nitidez el cuarto delantero izquierdo en el que se observaba la forma de una guadaña dorada—Daxa, Daxa...¿de quién sería hijo éste?, ¡por los astros que nos ven!—el espectro intentó hacer memoria de alguna colonia que hubiera residido no muy lejos de aquel lugar, pero sus divagaciones eran infructuosas porque se veían soterradas por otras divagaciones intermedias, que le impedían llegar a ninguna conclusión fehaciente—Pero entonces pasamos por aquí...sí, pero ya hemos estado aquí antes, concretamente en la próxima vida y en todas las demás, ¡pero quiera Allahu que esté ya en la Hipóstasis para entonces!—Murmuraba consigo mismo y hacía sus propias cábalas que ni él mismo resolvía a entender.

En cierto momento de sus divagaciones incluso sacó un pergamino fantasmal que extendió en el suelo, una carta astral que contenía la bóveda de los cielos con sus constelaciones—Orión...Tauro, Sagitario, sí, no tiene pérdida...—tras ésto sacó un libro voluminoso espectral y lo abrió por una de sus páginas, la cual señalaba alternativamente mientras recorría varias veces el área de la guadaña con el ápice de sus etéreos dedos y hacía aspavientos hacia el cielo.

De repente cayó en la cuenta de que llevaba demasiado tiempo internado en tales cuestiones, giró sus ojos hacia la joven y no le hizo falta mucho más para percibir un halo de enorme desazón por el estado del centauro y por su propia valía ante el esfuerzo realizado para restaurar sus heridas—Tienes unas manos hábiles—exclamó revisando el costado con minuciosidad—Como ves, respira y descansa como un niño, si estuviera muerto ten por cuenta que no permitiría que su espíritu errase dejándonos con la miel en los labios a cerca de lo ocurrido—corroboró con una mirada que rezumaba determinación.

 

- Tiradas (2)

Notas de juego

* -¡Alá es grande!.

** -¡Oh Alá! Pido tu ayuda para decidir por tu sabiduría; te pido este gran favor pues tú eres poderoso y te pido por tu inmensa gracia. Pues tú puedes y yo no puedo; Tu sabes y yo no sé; Tu eres el sabedor de lo oculto. ¡Oh Alá!. Si sabes que este asunto nos beneficia, en nuestra fe, nuestra vida terrena y la otra vida, entonces hazlo posible y facilítanoslo, y luego bendícenos en él. Y si sabes que este asunto es perjudicial para nosotros, en nuestra fe, nuestra vida terrena y la otra vida, aléjalo de nos y aléjanos de él; y destínanos el bien donde esté, luego complácenos con él.

Imagen: Libro de las Estrellas Fijas, de Abd Al-Rahman Al Sufi (ca.964)

TIRADAS

Averiguación de información sobre la guadaña dorada: Inteligencia 2 + Philosophiae / Artes Liberales 2 +1d10
Diagnóstico y pronóstico de la herida del centauro: Inteligencia 2 + Cirugía 3 +1d10

Cargando editor
24/04/2021, 19:07
Narrador

El estado del centauro es estable. Necesitará al menos una semana para recuperarse y le quedarán algunas magulladuras pero en general crees que se podrá recuperar sin problemas

Concentrándote y rebuscando en los recovecos de tu memoria, recuerdas que Karametra, dios del hogar, la cosecha y la agricultura, y cuya firma es una guadaña, que simboliza tanto la cosecha como las leyes naturales de la vida y la muerte, fuertemente vinculado a la diosa mayor Nylea, como a Iroas, dios del honor y la victoria en la guerra, gobernador del valor personal y la valentía en la batalla, gemelo de Mogis, dios de la matanza, que dirige el lado oscuro y brutal de la guerra, ambos dos dioses se enfrentan constantemente a cerca de quién tendría más influencia y poder entre los suyos.

En ese mismo texto se hablaba que los guardiantes de Karametra solían ser centauros. Se habla de dos hermanos que se enfrentaron en singular batalla como Caín y Abel. Pero sin llegar a ser una contienda mortal. Aunque uno de ellos quedó desfigurado al ser aplastada la mitad de su cara por los cascos de su hermano. Esos hermanos se llamaban Daxa y Abraxas.

 

Cargando editor
24/04/2021, 20:37
Cæteris ex Criamon

Las revelaciones de Hafez se colaron en su oído derecho como gotas de agua en mitad de un desierto, pequeñas perlas de lucidez que consiguieron que la joven saliera de su estado de absorción.

Hasta ese momento sostenía una de las vendas fuertemente amarrada entre sus dedos, plagados de restos resecos del fluido carmesí que había entrado en contacto con su piel y el propio aire, temblorosas aún después de aquella intervención. Éstas enrrollaban la venda y la hacían girar entre los dedos hasta el límite de su tensionamiento. La maga la presionaba y la estrangulaba con fuerza y firmeza, descargando sobre ella el peso que había acumulado hasta entonces, dada la dificultad y el hecho de que una vida dependiera de sus habilidades. El hormigueo pronto se hizo patente en sus finos y raquíticos dedos a causa de la falta de riego sanguíneo. Tan sólo cuando escuchó el nombre del centauro volvió en sí y dejó de presionar, notando una quemazón en ellos a causa del reguero de sangre que volvía a martillear por su interior otorgándolas algo del color que habían perdido.

Se giró para mirarle, pero para entonces el espectro se había vuelto a alejar murmurando cosas ininteligibles en la misma dirección en la que se perdía el hilo dorado. En su caotismo, pudo observar cómo se había dejado los restos de la carta astral y el libro que había utilizado para llegar a sus conclusiones, que al rato se disolvieron junto con su figura, que desapareció entre las alicaídas briznas del trigal. La joven exhaló un suspiro de resignación ante la extraña forma de proceder de su parens.

Volvió sus verdosos orbes sobre la criatura. Las costillas del centauro ascendían y descendían de forma rítmica, como el vaivén de las olas de un mar en calma. Aún necesitaría un tiempo considerable de recuperación. Paseó las yemas de sus dedos sobre el área que contenía la hoz, y acto seguido se dirigieron hasta la crin del mismo. Aprovechó que aún tenía parte del instrumental dispuesto sobre una pequeña sábana y que él se encontraba inconsciente, para aferrar un pequeño y ajado cuchillo, y cortarle una pequeña cantidad de aquel pelo oscuro y tupido.

Depositó el instrumento en su lugar, y sostuvo los cabellos en el interior de la palma de su mano, permitiendo que absorbiesen el tacto sedoso de la crin. El aire se filtraba con dulzura en el ambiente, no quedaban restos del estridente sufrimiento que imperab en derredor, tan sólo se podía escuchar el crujir de las briznas, golpeándose unas con otras azuzadas por el viento, y cuyo color había empezado a cobrar un halo dorado, el sol se elevaba en el horizonte dejando atrás la timidez del alba para empezar a mostrar su majestuosidad.

Acto seguido, introdujo el cabello en su boca y fijó sus orbes sobre la criatura, en contacto con su lengua las pupilas habían comenzado a dilatarse, y aunque sus ojos estaban enclavados en él, no le miraban, se había producido un vacío en ellos, el cáliz de Circe estaba próximo a llenarse, pero antes de ello debía suspenderse en un ínterin de retirada interior, sólo entonces se volcarían los fluidos de los recuerdos de aquel imponente ser que tenía a sus pies.

Presionó con su lengua sobre el paladar para fijar su cabello, el sabor al mezclarse con el interior cálido y cavernoso era ácido y salado. Su lengua rodó en círculos sobre el paladar y extrajo de él matices de las plantas con que se había enganchado en su discurrir, al cabo de unos instantes se desprendieron matices de miedo, horror, y el sabor a herrumbre de la sangre. en tal proceso disolutorio, flexionó el codo permitiendo que su zurda quedase con la palma en vertical hacia el centauro, todos sus movimientos en ese instante parecían sacados de una danza, eran lentos suaves y aunque a simple vista parecían livianos desprendían una densidad cada vez más palpable. Cada inhalaxión y cada exhalación conllevaban una apertura o un cierre de sus extremidades y dedos, calculados con la precisión de un reloj de arena.

Inhaló y alzó la palma, exhaló y el dedo pulgar se cerró sobre el índice y el corazón, dejando que el anular y el menique apuntasen hacia el cielo. Exhaló y el aire se tornó plomizo. Volvió a inhalar colocando la diestra en paralelo a la misma altura y posición que su zurda. Exhaló, y al hacerlo los dedos opuestos de la zurda que apuntaban hacia el cielo, se plegaron hacia la palma para apuntas hacia el suelo, mientras el pulgar se flexionaba hacia dentro de forma relajada. al volver a inhalar, había establecido dos cierres. La lengua se movió en círculos, el cabello del interior había comenzado a disolverse en una masa negruzca que se sostuvo ahora bajo la lengua y a extenderse hacia el interior de la garganta. Tras ésto, la maga empezó a hacer girar las muñecas lentamente en direcciones opuestas, si la zurda giraba hacia la derecha, la diestra hacía lo opuesto y viceversa, los dedos de cada mano se mantenían fijos en su posición. Tales movimientos respondían a su respiración, que se hizo cada vez más lenta y pesada.

Abrió sus labios y sus palabras salieron despedidas de su interior como finos hilos negros procedentes de su lengua, que había adquirido la misma tonalidad, y que se encaramaron sobre el lóbulo temporal del inconsciente centauro, desapareciendo en su interior.

Las palabras, rutilantes como un fuego, salieron despedidas en su idioma natal e hicieron temblar los hilos dorados que eran las espigas del trigal. Las expulsó de forma rítmica y lenta, aumentando su velocidad a medida que lo hacía su respiración y su pálpito, a medida que lo hacían los giros de muñeca, arrancaba notas más amplias, las tonalidades ascendían hasta el sol y descendían hacia la tierra, su voz combaba el espacio y lo aniliquilaba desde dentro hacia afuera y hacia dentro de nuevo, en cada inhalación y exhalación, una inversión de ciclos y un fuego de voces se extendió por el trigal, voces que eran repiqueteantes, agudas, graves, estridentes, repetían estentóreamente sus palabras doblando las espigas. Al principio manifestaron el tono de voz de la joven, repitiendo como un eco inerminable sus palabras, pero pronto los murmullos comenzaron a ser gradaciones de la voz del propio centauro. Sus ojos se quedaron en blanco, su boca se había abierto como una flor en plena eclosión plagada de un humo negro, en su interior se produjo un estallido de mil soles, en donde se manifestaba una visión del trigal diferente a la actual, el astro rey invirtió su rumbo desapareciendo, las espigas se encogieron para dejar de recibir su calor, la bóveda celeste se movía en dirección opuesta a los ciclos del tiempo y regresaba para atestiguar el día anterior. Su cuerpo, sus gestos, el sabor de almizcle agrio, ácido y salado de su boca, se habían disuelto en aquella visión, sus ojos ya no eran suyos, eran los de la criatura que tenía enfrente, había reintegrado en su interior los recuerdos del centauro.

- Tiradas (1)

Notas de juego

HECHIZO FORMULÁICO (del grimorio de Cæteris)

Velum autem temporis
InMe25 (Base 20: Lee los recuerdos del día anterior de una persona. Alcance: +1 Toque, Duración: +0 Momentáneo, Objetivo: +0 Individuo).
Bono de lanzamiento: Vit2 + In5 + Me9 + Gestos vigorosos 1 + Voz atronadora 1 = 18
Resultado del lanzamiento(ver apartado de la tirada)= 27

Penetración del hechizo:
27(lanzamiento del hechizo formuláico)-25 (nivel de partida)= 2
Bono de penetración:
Conexión arcana de un pelo 2 + Nombre del centauro +1 = 3
Penetración 1 (+1 especialidad con Mentem) x [1 + Bono de penetración 3]= 2x4= 8
Total de penetración=10

Cargando editor
25/04/2021, 00:03
Narrador

Lanzas tu conjuro y consigues adentrarte en los recuerdos del ahora inconsciente Centauro. El contacto no es agradable porque el centauro se resiste a tu intrusión. No te quiere ahí. Intenta echarte y poner un muro entre su espíritu y tú. Pero tu eres más fuerte. De tu boca surge una bola de pelo negro que se estrella contra ese muro dejando un agujero por el que tus hilos se cuelan hasta enredarlo. El centauro rodeado por esos hilos no tiene fuerzas para seguir resistiendote y deja que tus negras fibras se adentren en sus recuerdos para sacar lo que han venido a robar.

Fruto de la práctica, buscas diligentemente los últimos recuerdos del centauro para saber qué ha pasado en las últimas horas.

Pasas rápidamente los retazos que te confirman lo que ya te ha comentado Hafez. Su nombre es Abraxas y tiene un hermano llamado Daxa. Puedes ver una imagen rápida de Daxa. Es un centauro más taimado que su hermano pero aún así una criatura imponente. Destaca de él que en su rostro lleva una máscara de fina cerámica blanca brillante que recuerda al blanco del mármol. Pero esa máscara solo cubre la mitad de su rostro. La otra mitad queda al descubierto y se puede apreciar fácilmente las similitudes con su hermano Abraxas.

Sigues hurgando, no tienes tiempo para ser delicada. Así que el proceso duele. Robas. Invades. Atas. Tiras de los hilos. Arrastras como un pescador los recuerdos hacia ti. Puedes escuchar los gemidos del centauro mientras sus intimidades son expuestas a ti en toda su plenitud.

Encuentras que son guardianes de la diosa Karametra conocida por ti como la diosa Demeter. La misma diosa los ha invocado en este lugar para proteger los cultivos y sus campesinos de una Bestia que está arrasando con todo lo que encuentra a su paso.

Por fin, llegas a la parte que estabas buscando. El último recuerdo vívido en la mente de Abraxas. En él puedes ver una silueta que se forma en tu mente. Esta imagen es difusa para ti. El temor por esta criatura hace que su mente la oculte incluso a sí misma. Así que no la puedes ver bien.

Tus hilos se transforman en hiedras. Duras. Secas. Con espinas. Hundes esos leñosos hilos negros en el lo más profundo del ser del centauro. El dolor debe ser terrible. Abraxas grita desesperado mientras sus ojos se ponen en blanco y la lividez invade su rostro.

Consigues arrancar algo de información de esa Bestia. Tiene el aspecto de un hombre enorme. Tiene una espalda y brazos desproporcionadamente grandes. Mucho más musculoso que el propio centauro. Debe medir más de 5 o 6 varas de altura.  Hace que los centauros parezcan niños al lado suyo. Su piel es estremadamente pálida y parece cubierto de vello en algunas de sus zonas. Principalmente en el pecho. Su rostro se mantiene oculto a pesar de tus esfuerzos. No es la cabeza de un ser humano normal.

Lo siguiente que puedes observar es la escena del combate. Su hermano y él luchando contra esa enorme bestia. Pero la Bestia es muy poderosa. No se cansa. Sus ataques son terribles. Tiene una especie de martillo gigante que utiliza contra ellos una y otra vez. Sus lanzas no son efectivas contra esa criatura. Se la han clavado una y otra vez pero no parece acusar las heridas.  Su hermano es derribado d e una bofetada realizada por la Bestia. Es una bofetada con el reverso de la mano. Tan poderosa que lanza a su hermano a varias varas de distancia de donde están luchando. Llevado por la furia, Abraxas ataca a la Bestia de forma imprudente. Pero no tiene ninguna oportunidad. Un martillazo le llega en el costado antes de ni siquiera acercarse a la Bestia. El dolor le nubla la vista. Todo está borroso. El rojo lo tiñe todo. Gira su cabeza justo para ver como la Bestia se acerca a su hermano y se lo carga al hombro como si fuese un simple saco de trigo. La fuerza de ese titán no tiene parangón. Luego la oscuridad se cierne sobre Abraxas.

Dejas ir a Abraxas. Tus hilos negros se deshacen como si fuesen volutas de humo. Vuelves en ti y respiras de forma agitada. Tu frente está perlada en sudor a pesar de que hace un frío casi invernal. El agotamiento mental te llega en forma de dolor de cabeza. Una punzada terrible te aparece en la parte trasera del cuello. Donde se encuentran los huesos de la cervicalix.

¿Qué haces?