Partida Rol por web

Montañas nevadas en el horizonte. Bosques infinitos, que tejen el viento y trazan un telar de susurros, silbidos y canciones olvidadas. Goldar se abre camino a vuestros pasos.

Atrás queda el terror, atrás queda el hambre y el frío. Habiendo pasado por alguna población en medio del camino, vuestros estómagos saciados y vuestras energías repuestas, el camino a las tierras del Clan Thurizung parece más liviano, más sencillo. El Goldar de hace unas semanas parece un mal recuerdo, una pesadilla que, sin embargo, sigue apareciendo en las noches, cuando todo oscurece y las respiraciones pesadas lanzan nubes de vaho contra el cielo. El Goldar que os acoge ahora es igualmente implacable, pero ahí acaban las similitudes. Este Goldar os acoge casi con hospitalidad, recompensa vuestros esfuerzos, os impulsa a seguir adelante. Es el Goldar de los valientes, el que exige pero también da a quien busca. El Goldar que muestra su belleza a cada nuevo giro del camino, por medio de alguna cascada congelada o valle reluciente. Tierras vírgenes, a veces inexploradas.

Habéis escogido uno de los caminos principales hacia el norte, pero el Invierno hace que todo parezca nuevo. A excepción de las escasas poblaciones que encontráis de cuando en cuando, el resto es naturaleza desatada. Unidos por azares del destino a una pequeña carreta, tripulada por un par de comerciantes, padre e hijo, lo suficientemente valientes o locos como para emprender un viaje así en pleno Invierno. Ellos compensan vuestra lentitud ante la ausencia de caballos, y os proporcionan transporte para vuestros útiles, así como material de acampada para soportar las frías noches a la interperie. Vosotros les proporcionáis mano de obra a la hora de quitar los numerosos escollos del camino, y protección. La simbiosis funciona a la perfección.

Pero a veces se echa de menos la intimidad.

Con el sol en lo alto, Thorir dedica tiempo y cuidados a su fiel compañero, el equino que le acompañaba desde antes de Sultünge. Las antiguas espadas de su clan en el cinto, su imagen es la de un guerrero solitario, pensativo. A pesar de la compañía, sigue siendo un paria, una realidad que incluso en momentos como aquel, con tanta belleza a su alrededor, es difícil de olvidar. La extraña petición de Saga llegó entonces: una conversación privada, alejada de los oídos del resto...

El invierno había dado tregua durante unos días en los que el sol se había colado entre tormenta y tormenta, permitiéndoles disfrutar de su tibia calidez y una temperatura más llevadera. Su reflejo sobre el blanco paraje hacía que la norne entrecerrase los ojos con cierta molestia, pero no podía evitar sentirse agradecida después de todo. El recuerdo de la oscuridad se hacía cada vez más borroso, pero persistía. El grupo se acercaba por fin al clan Thurizung, su destino, y Saga empezaba a sentir la impaciencia del momento. Era algo importante, algo por lo que había esperado demasiado. Algo por lo que había sufrido demasiado. Pero estaba allí, a la vuelta de la esquina (o de la próxima montaña). Sin embargo, quedaban cosas por hablar de cara a aquella gran reunión. Era algo que ya se había hablado, pero no estaba de más recordarlo.

Tras servir dos tazas de té —la bebida favorita de Saga—, la hedense le había pedido a Thorir que la acompañase hacia los árboles. Tenía la confianza suficiente con el goldariano como para no necesitar excusas insulsas.

—Ahora que estamos cerca, quería preguntarte. ¿Cómo quieres presentarte ante el clan Thurizung? —preguntó sin rodeos y total franqueza, buscando la mirada azul del bastardo.

Era algo personal, y prácticamente todo lo que le quedaba al norteño. Saga no iba a arrebatarle el derecho a decir quién era, y por ello barajaba varias opciones para enfrentar aquel posible bache. Tras un sorbo al cálido brebaje, la norne se arrebujó un poco más bajo las pieles.

Los hechos acontecidos en Sultünge marcaron a Thorir hasta tal punto de plantearse su futuro, allí pudo ver un pueblo inocente que sufría la más cruel de las pesadillas, además perdió a Drunfo, con quien llegó a contar para recuperar el Clan y por otro lado, por primera vez en su vida, sintió miedo...

Las semanas posteriores las dedicó a organizar sus pensamientos, meditó sobre si su causa era realmente justa y se preguntó cual era su posición en el tablero que los Dioses habían dispuesto. Pensó también en que si realmente estaba haciendo lo correcto acompañando a Saga a visitar al Clan Thurizung, en definitiva, la cabeza de Thorir era un mar de dudas.

En las ocasiones en las que se detenían para descansar solía buscar la soledad, intentaba alejarse y así pensar. 

Una de aquellas veces, Saga pidió que le acompañase, posiblemente para hablar aquella conversación la cual había intentado evadir. Sin más, asintió a la invitación de Saga y cogió la taza de té de sus manos y se alejó junto a ella. 

Antes de contestar a su pregunta tomó un sorbo del té y la miró durante unos segundos a sus ojos, después se dio media vuelta y se alejó un par de pasos agachando la cabeza.

-Sinceramente Saga, ...- decía mientras volvía a mirarla, -No lo sé-, esbozó una media sonrisa, -No sé, llevo meses vagando por los bosques, visitando a los Jarls, presentándome como Thorir, Hijo de Hakon, ¡Legítimo heredero del clan Yormef!, y ¿De qué me ha servido?- hizo una pausa en la que sus ojos miraron al suelo,  -De nada..., pero, siento como una puñalada- dijo llevándose el puño al pecho, -ocultar mi verdadero nombre, así que no lo sé- volvió al lado de Saga y le puso su mano en el hombro, -Espero tu consejo, siento que los Dioses me han abandonado y repito, necesito, es más, imploro tu consejo- los ojos de Thorir miraban fijamente a los de Saga. 

A falta de resultar extraño, Saga comprendió lo que quería decir, lo que yacía bajo las palabras.

—Creo que el problema —explicó con calma—, es que la gente no sabe que eres el legítimo heredero. Sólo tienen tu palabra como prueba, y lamentablemente la palabra de un desconocido no tiene mucho peso aunque esté cubierta de honor y verdad. No te conocen, por lo que no confían en ti. Sin embargo —puntualizó, mirándolo para reforzar sus palabras con la tranquilidad de su mirada—, no creo que sea necesario que ocultes tu identidad completamente. Hay un término medio. Puedes presentarte como quien eres, Thorir, y el propósito que cumples ahora: acompañarme en mi viaje diplomático. Si alguien pregunta, menciona tu ascendencia y tus raíces goldarianas. Y si saben algo o se muestran interesados y preguntan más, entonces puedes revelar tus circunstancias. Pero debes recordar que eres un hombre perseguido.

La norne dio otro trago, éste más generoso, dejando que sus palabras calasen en el hombre.

—En última instancia es tu decisión, Thorir. Como ya te dije, recuperar tu trono y, sobre todo limpiar tu nombre, será algo trabajoso.

Saga esperaba de verdad que tuviese paciencia, pues auguraba que pasarían meses, tal vez años, antes de que pudiesen acercarse a su hogar sin el riesgo de que lo ejecutasen nada más poner un pie allí. La confianza se construía y la gente del norte no era muy dada a entregarla fácilmente.

-Estoy aquí porque confío en ti y porque creo que puedes ayudarme- contestó Thorir sin dejar de mirar a Saga, -Además, tu te estás arriesgando al viajar con un proscrito y puede que mi presencia, de saberse quien soy, perjudique tu causa, por ello, te haré caso, aguardaré el momento de desvelar mi verdad-

En el fondo Thorir sabía que era lo más sensato, ni siquiera sabía si su hermano tenía contacto con el Clan que iban a visitar o si los rumores habían llegado hasta aquellas tierras, y con su experiencia en otros lugares sabía que no funcionaría ir a pecho descubierto contando su historia.

Entonces Thorir asintió y retrocedió varios pasos hacia atrás, -Pero creo que no pasaría como tu simple guardaespaldas, ¿quien se creería que un guardia porta estas espadas y viste esta clase de ropas?, hay que pensar en algo diferente- 

El corazón de Thorir aún estaba dividido, pero su cabeza le decía que estaba haciendo lo correcto. 

—¿Simple guardaespaldas? —La hendese lo repasó con la mirada de arriba abajo como si lo viese por primera vez tal cuál era, deteniéndose en las espadas. Era cierto que eran unos artefactos peculiares, y no estaba segura de si el mismo Thorir sabía cuánto. Después sonrió de forma ladina, divertida.— Deberías ver Kalsrude y el castillo del rey Sterki. No pasábamos ni por servidumbre tal cual vamos. Por suerte, los clanes del sur* no son tan... particulares en ese sentido.

Sonrió al recordar la primera vez que había pisado la magnífica fortaleza de Hendell, con aquellos regios muros que parecían separar el mundo en dos: ellos y todo lo demás. Era lamentable que el Imperio hubiese emponzoñado aquello, borrando los vestigios de Haufmarsormen. Por suerte, él no lo había olvidado.

—Muy bien. ¿Qué propones entonces, Thorir hijo de Hakon? Si pudiese ser alguien, ¿quién querrías ser en esta peculiar comitiva de extraviados?

Thorir quedó pensativo durante unos segundos, mientras pensaba en las opciones, tenía varias, pero antes necesitaba más información acerca del lugar y sobre todo del Jarl al que iban a visitar.

-Antes de eso, dime, ¿Conoces al Jarl al que vamos a visitar?, es más, ¿Sabrías decirme que necesitaría?-

Saga negó con suavidad.

—No conozco a *Gustav Thorgrum, pero sí sé lo que busca; lo mismo que todos los líderes que desean ganar una guerra, armas y apoyo logístico. Hendell está unificado, algo que ha costado décadas. Tenemos armas, recursos, ciencia completamente extraña para los Goldarianos. Pero estas tierras no aceptarán un rey extranjero, y a nadie le conviene una guerra abierta en terreno desconocido. Gustav Thorgrum ya tiene la motivación para unificar los clanes, del mismo modo que Sterki hizo con los bastiones. Conoce las tierras, a sus gentes, pero le falta apoyo, una... potencia que lo respalde en su empresa. Y ahí entramos nosotros. —Calló un momento para mirarlo.— ¿Qué piensas?

Thorir ladeó levemente la cabeza, -Se de lo que hablas...- asintió, -¿Crees que me aceptaría como mercenario?- guardó unos segundos de silencio y prosiguió, -Creo que si me gano su confianza como guerrero podré desvelar mis propósitos en un futuro- 

Saga consideró la propuesta unos instantes, pero en su rostro se apreciaba la duda.

—Si te ofreces como mercenario estarás bajo su mando y sus órdenes, y nada te garantiza que vaya a recordar tu nombre. Gustav Thorgrum tiene a multitud de personas a su servicio, guerreros y hermanos que ya son de su confianza. Es un clan grande.

Se percató de que había empezado directamente con lo negativo, y la idea en sí misma no le desagradaba del todo salvo por el hecho de que eso significaba que Thorir se quedaría en el clan Thurizung. En su mente ya se había hecho a la idea de viajar con él hacia el norte con él, y le agradaba pensar que se quedaría cerca después de todo lo pasado en Sultünge.

—No lo descartaría, pero no creo que sea el rol con el que quieras presentarte ante un jarl que no conoces. Recuerda lo que pasó con Einar. —La mención del jarl trajo a su rostro una mueca triste, y su voz se volvió más queda.— Deberías conocer primero el carácter de la persona ante la que vas a prestar tus espadas, y valorar si realmente es alguien con quien quieres trabajar y de quien quiere recibir órdenes. Yo misma no estaría haciendo esto si no creyese firmemente que el rey Sterki cree en su causa. De lo contrario, estaría poniendo mi pellejo a su servicio sencillamente por dinero.

Su mano se posó con gentileza sobre el brazo de Thorir.

—Lo que decidas estará bien, pero conoce primero a quién quieres servir. —Suspiró.— Todavía tienes algo de tiempo para pensar en cómo quieres presentarte ante él.

La verdad es que Saga lograba hacer recapacitar a Thorir, esa mujer estaba empezando a ser vital en su futuro más inmediato, por lo que se detuvo durante unos segundos y asintió levemente.

-En cierta parte llevas razón, quizás no fuera tan mala idea la de ser tu acompañante- esbozó una sonrisa, -Después de todo eres la enviada de un rey, deberías de llevar a un buen guerrero a tu lado- dio un paso hacia Saga y le cogió la mano con suavidad, -No se como agradecerte todos tus consejos y tu ayuda- le dijo mirando fijamente a sus ojos. 

Los ojo de la norne viajaron hasta la mano del goldariano con curiosidad, asiéndola levemente con los dedos. Tenía el tacto frío y rugoso, como la corteza de un árbol. Eran manos de guerrero, de persona acostumbrada a empuñar armas y agarrar riendas. Siempre se rodeaba de esa clase de personas de un modo u otro, y se preguntó quién podría tener unas manos diferentes viviendo en aquel lugar. 

—No hay nada que agradecer, Thorir. El día que puedas sentarte en tu trono como legítimo jarl, entonces podrás darme las gracias. —Sonrió y tras un suave apretón, recogió la mano bajo la capa, arrebujándose para protegerse del frío.— Hasta entonces, tan sólo mantente con vida y procura no divulgar demasiado nuestras verdaderas intenciones para con tu futuro. Todo llegará.

El norteño asintió levemente y se alejó de Saga con paso tranquilo hacia el centro del improvisado campamento.