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Nieve y Hambre, capítulo 1.5: Interludios

3 - Gustave Thorgrum

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13/12/2018, 19:25
Director

Finales del Invierno, año 991 D.C.

El centro neurálgico del Clan Thurizung, la ciudad de Tordenbrøl, es ciertamente imponente. Asentada a la falda de una montaña no demasiado escarpada, en una posición estratégica para controlar la región circundante, los cuarenta millares de goldarianos que la componen se esparcen por el valle que la rodea en multitud de granjas y asentamientos diversos, si bien el corazón de Tordenbrøl es, como viene a ser habitual en Goldar, el gran salón del jarl, situado en la parte más alta del asentamiento. Construido de forma rígida y funcional, aunque al mismo tiempo adornado con multitud de grabados relatando el glorioso pasado del Clan, el mensaje que manda es claro y directo: la gente que vive allí ha nacido para la guerra. No en vano, el Clan Thurizung no es conocido por su habilidad de siembra o sus expediciones comerciales, sino por ser el poder militar más significativo de Goldar, rivalizado quizás solo por el clan Baldisung. Descendientes de héroes y grandes guerreros, sus gentes miran ahora hacia el Suroeste, hacia las tierras de los otros clanes... Y se preparan. Hasta un necio podría ver el fuego que crece dentro de ellos, la llama que les impulsa a la gloria.

El mismísimo Gustave Thorgrum, líder del Clan, recibe a la comitiva de Saga la misma tarde en la que esta llega a la ciudad. Con un imponente tamaño cercano a los dos metros, su barba poblada y su voz de trueno, parece la encarnación del propio Thuriz. Se dice del inmenso hacha, apoyada junto a su trono en todo momento, que es una de las armas que el dios de la Guerra portó cuando caminaba frecuentemente entre los mortales, antes incluso del gran reino del norte. Se sabe que Thorgrum porta dicho hacha en la batalla con una sola mano, a pesar de que casi cualquier otro hombre sin su imponente físico se vería obligado a usar las dos manos para poder levantarla siquiera. Por último, incluso la personalidad de Thorgrum parece adecuarse a la del dios que da nombre a su clan: enérgico y bienhumorado, os da la bienvenida con una gran sonrisa, mostrándose especialmente efusivo ante la presencia de Saga.

Desde el mismo momento en el que acaba la audiencia, sois tratados con toda la hospitalidad que los Thurizung son capaces de mostrar, lo cuál no es decir poco. Al parecer, el propio Gustave ha dado órdenes expresas de que Saga, como emisaria del rey Sterki, sea tratada con todos los honores posibles. Sin embargo, decir que la etiqueta no es el fuerte del Clan es quedarse corto. Teniendo en cuenta que el Invierno todavía no ha acabado, y que la tarea de Saga no es sencilla, se espera que os quedéis durante unas semanas antes de volver a partir. Mientras dura este periodo, todas vuestras necesidades y caprichos serán costeados por el Clan.

Sin embargo, tras unos días lo inevitable ocurre, y alguien identifica a Thorir. Su condición de paria repudiado por su Clan no es algo desconocido, y la situación se vuelve algo tensa. Sin embargo, la intervención de la hedense, así como la actitud poco beligerante del Yormef consiguen apaciguar los ánimos. El propio Gustave parece no darle demasiada importancia al asunto. "Los problemas del Clan Yormef no me atañen, y tu palabra puede ser tan cierta como la suya. Por lo que yo sé, vienes en calidad de escolta de Saga, y eso es todo lo que necesito para tratarte como mi invitado". El resto de las personalidades del Clan, por desgracia, no parecen tan receptivos. El acto de parricidio es repudiado en todo Goldar, y a pesar de las palabras de Thorir muchos le siguen considerando poco más que un desterrado y un criminal. Por suerte, parece que la autoridad de Thorgrum es absoluta, y la lealtad y obediencia de sus hombres envidiable, en parte debido a su carisma y liderazgo naturales y en parte debido a su reputación. Por lo tanto, en muchos casos la cosa no pasa de miradas esquivas y algún que otro comentario velado. El sentimiento de soledad, sin embargo, parece una condena omnipresente en la vida del bastardo.

Durante los primeros días, Thorgrum insiste en agasajaros con partidas de caza, fiestas en su salón y cabalgadas por las hermosas tierras del Clan, que teñidas por la nieve ofrecen un bello espectáculo, mucho menos agresivo y amenazador que el de los bosques que dejasteis atrás hace un par de meses. Algo antes de que acabe la primera semana, sin embargo, su personalidad impaciente y pragmática sale a relucir. Aunque su estilo de negociación es directo y al grano, Saga pronto descubre que no tiene ni un pelo de tonto. Puede que no tenga pelos en la lengua, pero conoce los entresijos del baile diplomático.

Ella, sin embargo, lleva ese mismo conocimiento en la sangre.

Durante estas negociaciones, Saga se mostró abierta ante las peticiones del Gustave a la vez que firme en los deseos de su rey, los cuales se cuidó de mostrar directamente. Era un juego de cartas, un tira y afloja, y no podía dejar entrever lo que era realmente importante hasta más avanzado el juego. Su palabra era la autoridad de Sterki, y sus intereses los de una nación completa. No se privó, sin embargo, de disfrutar de los agasajos que ofrecía el clan, del confort y la comodidad del fuego y las invitaciones a actividades varias. Era una manera de explorar abiertamente su cultura y lo que era realmente importante para ellos, de leerlos y ser leídos, y procuró que tanto Thorir, Will y Bedelia estuviesen presentes en el proceso.

No olvidaba que tarde o temprano iban a encontrar las cuerdas que realmente tensaban aquella relación, pero hasta entonces, Saga pretendía disfrutar de su trabajo.

Mientras, la rutina de Bedelia no varía demasiado. Aprovecha su tiempo libre para dar largos paseos por las tierras del clan, a menudo sola (puesto que su compañía se ha vuelto notablemente tediosa), entrenar y, si el día es especialmente cargante, emborracharse a base de cerveza en alguna taberna. Asiste a Saga en todo aquello que le pide, pero puesto que su fuerte no es la diplomacia sino luchar cuenta con muchos ratos muertos en los que ha cogido la mala costumbre de aceptar apuestas ridículas por las que no parece sentir mucha pasión, normalmente cuando está borracha o en proceso de estarlo, como pulsos, juegos de cartas o carreras a la pata coja con las que sacarse un pequeño sobresueldo.

A lo largo de esta temporada, Thorir acompaña a Saga a todos los actos que el jarl Thorgrum les organiza, fiel a su palabra, permanece en un segundo plano, buscando no interferir en los asuntos de la hedense. Pero aún así, la tristeza en el corazón de Thorir aumenta, las miradas de desprecio, los desplantes de las gentes del Clan y su propia impotencia por tener la manos atadas se van reflejando en su personalidad. En los pocos ratos en los que no está con Saga y cuando el Sol va desapareciendo por detrás de las montañas, Thorir sube a las torres del castillo para pensar e intentar hablar con los dioses y pedirles que le ayuden en su propósito.