Partida Rol por web

-La postura no está mal.

Will te revisa de arriba a abajo, examinándote con profesionalidad. Se acerca a ti y te recoloca el brazo suavemente.

-Pero estás algo rígida. Es natural cuando una no está acostumbrada, pero tienes que dejarte caer. Como... Como si tuvieras resortes en las articulaciones. Menos como una estatua y más como... No sé. ¿Te acuerdas de las marionetas en la plaza mayor de Markushias? Las del teatrillo. Como se movían al son de los hilos, rebotando como locas.

Debe de hacerle gracia algo de lo que ha dicho, porque por un instante pierde la expresión de seriedad y una sonrisa aparece furtiva en su rostro. Quizás imaginarte como una de esas marionetas, dando vueltas en el aire sin ton ni son.

Aunque Saga se sentía segura rodeada por cinco competentes guerreros, cada uno versado en diferentes especialidades, siempre le había dolido en el orgullo no saber defenderse más allá de su lengua viperina. Por eso, de vez en cuando, la norne arrastraba a Will a un lugar alejado para que le recordase los principios básicos de la lucha armada.

—Fácil decirlo, no tan fácil hacerlo. Pesa un quintal —rezongó balanceando la delgada espada ligeramente. No pudo evitar pensar en el gran martillo de Dalka y las dos hachas de Krcah. Ambos pesaban seguramente más que ella en sí misma. Se sentía ridícula de tan solo pensarlo.

Un poco más allá, tumbada con cara de aburrimiento como si aquello no fuese con ella, descansaba Nátta. La perra se había acostumbrado a viajar con ellos y poco a poco, con ayuda de Will y Krcah, estaba aprendiendo a adiestrarla. Era una criatura afable y cariñosa, pero también algo testaruda. A Saga le gustaba tenerla cerca.

La hedense resopló por la nariz pensando en aquellos muñecos y un pensamiento cruzó por su cabeza: el baile. Eso era algo con lo que podía trabajar. Trató de relajarse, de soltar su postura como Will había dicho.

—¿Mejor?

Will asiente, satisfecha.

-Mejor. En cuanto al peso del arma, mi instructor me dijo una vez -cambia el tono a otro más grave, como imitando su voz a pesar de que sólo ella entiende el chiste-: "Las armas son herramientas terribles, pensadas para  el noble arte de convertir a las personas en fantasmas. Es por eso que no debe existir la espada ligera. Cualquier persona que coja una debe sentir dicha carga entre los dedos". Era un tipo algo pomposo.

Acto seguido se coloca frente a ti y alza el estoque.

-Vale, intenta atacarme.

Aunque las palabras le sonaron ridículas, supo ver que era divido a sus propias inseguridades más que por la falta de sentido. Era algo con lo que, de hecho, estaba bastante de acuerdo. Algo que podía herir y matar conllevaba responsabilidades severas, por mucho que para algunos fuese más un juego que una lección de vida.

—Qué bonito —masculló. Tomó aire, lo dejó escapar, volvió a recogerlo en sus pulmones asiendo los dedos con la duda impresa en la mirada y finalmente se tiró hacia adelante con el mismo temor con el que alguien acerca la mano al fuego: sabiendo que algo malo va a ocurrir a continuación.

Will desvía el filo con facilidad, centrándose en analizar el golpe. Das un par de pasos intentando reducir la inercia, quedando al borde de un riachuelo cercano.

-Bien. Mejor que antes -Will vuelve a enarbolar el estoque, colocándose en posición defensiva-. Siempre he admirado lo rápido que aprendes. Pero te falta ponerle ganas.

Esboza una sonrisa juguetona.

-Intenta cortarme de verdad. Esa espada tiene poco filo, incluso aunque consigas superar mi defensa no vas a matarme.

Aquel "intenta cortarme de verdad" hizo que arrugase la nariz. Como si no lo hubiese intentado previamente con suficientes ganas. No tenía duda alguna de que Will podía desviar cualquier golpe con un ágil movimiento de muñeca, y recordó la razón por la que había dejado de perdile que la instruyese. Pero allí estaba, arma en mano y en alto, y se tiró de nuevo a por ella con la torpeza que le caracterizaba en aquel ámbito y ganas de superarse.

Esta vez, tu filo se traba con el de Will de manera mucho más elegante, y la espadachina se ve obligada a dar un paso atrás para repeler el ataque.

-¡Uf! -consigue desviar otros dos golpes, y responde con otro, más orientado a alejarte que a acertarte propiamente-. ¡Muy bien! Me has puesto contra las cuerdas.

Aunque no sabes si aquel cumplido se debe más a una mejora en tu técnica o a un despiste en su postura, lo cierto es que Will parece bastante satisfecha. Puede que sigas sin poder enfrentarte de tú a tú contra cualquiera de tus acompañantes en un duelo serio, pero es innegable que algo has mejorado. Intercambiáis un par de lances más, y luego Will pide una pausa para beber agua. 

Tras refrescaros, Will se sienta sobre una roca cercana, pendiente de la línea del horizonte. Crees que se ha sumido en sus pensamientos, pero entonces habla.

-Estuve practicando con Bede, ¿Lo sabías? En Tordenbrøl.

Había algo en el entrenamiento físico que le resultaba cálido y vigorizante. Nunca lo admitiría, al menos no delante de nadie además de Will, pero parecía estar empezando a hacerse a eso de darse espadazos. Seguía doliendo, y seguía sintiéndose ridícula, y seguía siendo... Bueno, algo fuera de su espacio de seguridad. Pero lo cierto es que disfrutaba de aquellos ratos, a su manera. Sobre todo ahora que cada vez estaban más cerca de la capital y el grupo había aumentado.

—¿Con Bedelia?

Los ojos de la norne la observaron brevemente con una ligera confusión. No sabía qué de todo aquello le sonaba más extraño, pero hubo algo que no terminó de encajar, como un pequeño ramalazo de celos absurdos. Saga se sentó con las piernas cruzadas, posando el arma sobre las mismas equilibrándola perfectamente. Sabía que lo decía por algo, pero no supo exactamente por qué.

—No es la Bedelia que conocí en Sültunge. No sé como... romper su guardia —dijo, empleando una referencia de aquel baile que se habían dado para ilustrar la imagen.

A Will parece gustarle la referencia, porque sonríe.

-Sí, sé lo que dices. Cuando lucha, ella... Deja salir algo de eso. Es diferente... No sé explicarlo bien. Pero no negaré que en algún momento casi sentí que habíamos dejado de entrenar, y estaba intentando herirme de verdad. Fue intenso.

Mientras Will hablaba, Saga se levantó llevándose los dedos a la boca para dar un sonoro silbido en dirección hacia donde estaba el campamento. Aquel era parte del entrenamiento de Nátta, aprender a responder órdenes, mientras que el suyo propio era aprender templanza enfrentándose a otros sin sentirse absolutamente ridícula.

Lo que Will dijo la dejó preocupada, aunque por suerte en aquel instante le daba la espalda, de pie mirando a la espesura del bosque.

—No sé qué decirte. Tampoco sé qué hacer, pero temo que alguien vaya a salir herido en algún momento y… Estamos llegando al Karlsrude. No me puedo permitir que alguien salga herido, o peor, muerto. —Se volvió hacia ella—. Ten cuidado, ¿vale? Me moriría si te pasara algo.

A lo lejos, se escucha el trote apresurado de algo acercándose. Todavía no has conseguido que se siente en condiciones, pero lo que es venir a donde hay juerga lo ha pillado rápido. En cuanto a Will, tu último comentario parece haberla pillado por sorpresa, aunque intenta disimularlo con un carraspeo algo obvio.

-N-no. ¡No te preocupes! No fue más que una sensación. Intenso en el buen sentido, no sé si me explico -debió darse cuenta de que no, no se explicaba, e intentó dejar el tema atrás-. Mira, todo lo ocurrido le ha afectado, pero sigue siendo ella. Lo sé.

Las últimas palabras de Will hicieron que Saga se volviese hacia ella, deteniendo sus ojos fríos como escarchas en la mirada templada de su amiga. Se preguntó por qué de forma silenciosa, por qué ella no había visto aquello, aquella esperanza escurridiza de que Bedelia seguía ahí, en alguna parte. Pero Will no tenía razón para mentir, y entendía mucho mejor que ella aquella clase de lenguaje cifrado que ocurría en el ardor de la batalla y que tan ajeno le resultaba a la norne. Ella, tan acostumbrada a medir a los hombres de un solo vistazo, se sentía perdida en aquel preciso instante.

Se distrajo un momento premiando a la perra, dándole un pedazo de carne que extrajo de una bolsita que llevaba al cinto. Era un animal singular, para nada lo que aquellos brutos habían descrito. También muy inteligente y cariñosa. Su presencia le resultaba reconfortante, como si fuese capaz de mantener a raya a los fantasmas de su cabeza de un modo muy similar al que Will solía lograr.

—Ojalá la hubieses conocido antes de lo ocurrido. Era... Totalmente diferente. Pero no tengo ni idea de cómo ayudarla, no hacemos más que chocar cada dos por tres —expresó con frustración mientras le rascaba detrás de las orejas al animal—. Será cuestión de tiempo, ¿no?

Will se encoge de hombros.

-Una no se recupera de algo así en medio año. Ni en toda la vida. Pero mejorará, con el tiempo. Tiene ojos de luchadora.

Y hay algo en su tono.

Por otro lado, parece haberse dado cuenta de que la conversación no te acaba de resultar cómoda, porque intenta cambiar de tema. Te queda la extraña sensación, quizás injustificada, de que todavía hay algo que no te ha contado.