Partida Rol por web

— ¡Cuidado Antonio! — Gritó el inspector.

El monstruo se giró hacia Zapata. Marro respiró aliviado de que no le encarase aa él, pero aun así seguía preocupado por sus compañeros. Sobre todo por Zapata en esos momentos, pues era además de uno de sus más antiguos compañeros, un amigo. En breves instantes Antonio podía acabar como el pobre López.

Un nuevo disparo salió del cañón de su arma acertando sobre la bestia. Esperaba que fuera suficiente para detenerla, pues había acertado de lleno, pero no confiaba demasiado en ello visto lo que había pasado con tiros anteriores. Apretó el botón de retención del cargador, que cayó al suelo. Entonces agarró el de reserva y lo introdujo de forma mecánica. No sabía cuántas balas había gastado, pero no iba a esperar más.

— ¡Dispara Zapata, tú también Julián! — Les gritó a los suyos.

-"Zapata, ve depidiéndote, echa el cierre, y prepárate para irte a jugar al mus con San Pedro"

... pensó Zapata... Eso estaba literalmente ante él; y él ya sabía qué era lo siguiente..., pero... si ahora salía por piernas... primero, seguro que tampoco se escapaba; segundo... algunos de los demás también morirían... Recordó sus años mozos, cuando se vió envuelto en otras luchas a muerte... en aquellos tiempos no flaqueó, y sobrevivió... así que le echó cojones y disparó de nuevo..

Los últimos disparos parecieron afectarle lo mismo que el resto... hasta que finalmente, con los de Zapata, la criatura pareció gemir o aullar, no sabrías decirlo con exactitud, y se desplomó en el suelo.

Parecía que por fin habíais logrado acabar con ella, aunque a un elevado coste. Los indistinguibles restos de López estaban en el suelo, muy cerca de vosotros, y los de aquel árabe loco, a los pies de las escaleras. 

Todo era demasiado horrible para pensar en ello, aunque habíais sobrevivido. Al menos vosotros, habíais sobrevivido.

Aún temblando tras la columna, Julián asomó la cabeza y el revolver, oteando la situación de forma aturullada.

-¿Ya... Ya está? ¿está muerta...?

Parecía no osar dar un paso fuera de la seguridad que le ofrecía la cobertura.

Tembloroso, tenía que reconocerlo, le costó de más recargar la pistola, mirando siempre nervioso alrededor, no sea que apareciera el cuñado de "eso mismo" que habían ¿matado? hacía unos instantes. Cuando terminó, la devolvió a su sitio, un poquito, pero solo un poquito, más calmado..., y respondió a Julián

-A ver, muerta, lo que se dice muerta... depende, pero no pienso acercarme mucho a comprobarlo; lo mejor sería que nos diésemos prisa con lo que tenemos que hacer, hacerlo sin pensar micho, y terminar.

No quiso hacer referencia directa al compañero caído. Ya lamentarían la pérdida cuando estuviesen todos a salvo...

-Deberíamos ponernos todos manos a la obra y encontrar la piedra esa

Echó mano a uno de los picos, se escupió a las manos, en un gesto poco elegante, y hale, ... a picar...

Parecía que a baselos de balazos habían acabado con aquella cosa. Por.desgracia habían tardado demasiado y López... bueno, lo cierto era que tendrían mucho que explicar. ¿Y cómo explicaban aquello? Nadie iba a creerles cuando contaran lo que había sucedido en realidad. Tenían un buen problema. Algo tendrían que inventarse en el informe, porque si explicaban la realidad de los hechos, el comisario les iba a dar una buena reprimenda.

El inspector sentía la muerte de López. Claro que la sentía, era un compañero al fin y al cabo, aunque hiciera poco que lo conocía, pero su prioridad ahora era explicar todo aquello cuando llegara el momento. Lo cierto era que le iba a ser difícil inventar algo, sobre todo por como habían quedado el moro, López y la "cosa". Algo se intentarían...

Mientras Zapata comenzaba a cavar, Marro se acercó a la informe masa y le pego cuatro tiros más. Por si acaso. No le gustaría que se levantara y les cogiera por sorpresa en las labores de excavación. Acto seguido cogió un pico y ayudó a Zapata a cavar, aunque con poco éxito. Ese suelo estaba duro.

— Podemos contar que el moro era el asesino. — Dijo Marro. — Escondemos los restos de la cosa y... — Resopló. — ¿Pero cómo explicamos que hayan quedado así? ¿Alguna idea?

A Novoa le dolían los brazos más que si hubiese estado haciendo gimnasia durante dos días seguidos, y en cambio, ese policía, cogió la pala y en nada de tiempo, el agujero estuvo hecho... Marro estaba muy cansado como para ayudarle así que prácticamente lo hizo el solo.

Llegado un momento, Zapata notó que algo duro había debajo. Se agachó para retirar la tierra... y una extraña piedra de color rojo al fondo, medio cubierta de arena, pero extrañamente hermosa, aunque lo peor es que parece... que sangra. Un líquido rojo surge de su interior en forma de pequeñas gotas que recuerdan a la sangre.

Era horrible y fascinante a la vez.

Marro se acercó a aquella cosa. Contempló durante unos instantes la "roca". Si no supiera que no lo era, Marro hubiera dicho que se trataba de un corazón. De un corazón de piedra, pero de un corazón al fin y al cabo. Ahora tocaba destruirlo. Eso era lo que ponía el libro, al menos. 

- Zapata, hay que romperlo. - Le dio a su compañero. - Usa el pico a ver si puedes... - Le sugirió. Él, si podía evitarlo, ni se acercaría. Ya que Antonio lo había encontrado, que fuera él quien lo hiciera añicos.

Mira a Marro, mira a la piedra, mira a Marro, mira a la piedra....

... joder,... si parece que hasta sangra... por un momento piensa... "a ver si la sangre va a ser la de la cosa que hemos matado..." ... pero no se lo piensa, coge uno de los picos, porque con una pala, como que no, y le mete un picotazo a lo bruto a la piedra....

Miró a la piedra, sopesó el pico que tenía en las manos, y lanzó un golpe con todas sus fuerzas, pues no podía saber de la dureza de ella...

Zapata cogió el pico, lo levantó por encima de su cabeza y golpeó a la piedra con todas sus fuerzas. En el mismo momento en que el metal contactó con la piedra... todo a vuestro alrededor desapareció, como si algo hubiese succionado completamente la luz, el sonido y el mundo entero con ellos, y vosotros ya no estuvierais allí... ni en ninguna otra parte.

Algo extraño había sucedido cuando Zapata destruyó la piedra. La más pura oscuridad les envolvió de pronto y esa sin duda no era una buena señal. No obstante, habían hecho lo que les había indicado el ritual. ¿O puede que no?

— ¿Antonio? — Preguntó Marro en busca de su compañero. — ¡Julito, señorita Novoa! ¿Estáis bien? — Preguntó.

Entonces, mientras llamaba a sus compañeros, trató de encender una de las linternas que habían cogido de la caseta de material. Si eso no funcionaba, podían empezar a preocuparse realmente y con motivo.

Novoa empezó a llorar, le dolía la pierna, la sangre le goteaba hasta el pie, habían pasado cosas horribles y aún así, seguían sucediendo cosas horribles. Se dejó caer al suelo, si es que donde estaba era el suelo, y se agarró los brazos para no ponerse a convulsionar. No le gustaba la oscuridad.

-¿Dónde estamos? -preguntó entre hipos-. ¿Dónde estamos? -preguntó más alto, al borde de la histeria.

Pero no se atrevió a moverse y cerró los ojos. Estaba muerta de miedo. En su cabeza seguían sucediéndose las imágenes de aquella cosa, los disparos, la locura, la desaparición de López. La lógica era lo único que la mantenía serena, por el momento.