Partida Rol por web

Agradezco el gesto de Agnieszka con una mirada cómplice.
No pensaba llegar a las manos con estos cachorros anarquistas, solo me interesaba defender a la dama, no hacer una ejecución en un Eliseo tan importante de la ciudad.

Pero siempre es bueno saber que hay algo de camaradería en el clan, un hecho tan distinto al viejo mundo que me hace sentir una punzada de nostalgia. Nostalgia de otro tiempo, cuando la guerra solo era una desconocida, cuando tus hermanos eran los soldados de tu regimiento. Otros tiempos absurdos y desfasados que ya no tienen sentido aquí.

La dama de rojo, la amante del príncipe se libera de su presa fácilmente. El anarca ni rechista, completamente paralizado por el aura del príncipe Marcel. Si pudiese defecar sus calzoncillos olerían ahora mismo.

Por primera vez le miro, estudiándolo. Hubo un tiempo en que todos fuimos así de ingenuos, así de estúpidos. Creyendo que éramos dioses, que los dones de la noche nos permitirían vivir para siempre y ganar las batallas que quisiéramos.

Me acerco al chico y le susurro unas palabras...

Le miro a los ojos unos segundos para luego girarme y volver a la mesa, una vez vea que la dama está a salvo.

- Anda chico... calla la boca, pórtate bien y salva tu culo.
Sal fuera a tomar el aire y pronto te traeran un chupito de premio.

Saco de mi cinturón un abanico de encaje y perlas pequeñas y comienzo a apantallarme para cubrirme la boca intermitentemente -El Príncipe está en una posición delicada: evidentemente ha invitado a estos bellacos con algún fin y estos le han retado en su propia casa tocando a su mujer delante de todos, lo cual claramente es una prueba; si los ataca quizás su objetivo (el que lo hizo invitarlos) pierda su sentido... o su oportunidad -explico mi punto de vista -Si no los pone en su lugar quedará delante de los más viejos de la ciudad como un sujeto blando, creo que amenazarlos ha sido lo más sensato, una amenaza que de no ser cumplida trae aniquilación: ese es el poder de un verdadero príncipe hacer mucho con poco.

Oh, qué tierno que es Sebastian a veces. Mi negro corazón se retuerce un poco. -Si los seres humanos necesitan leyes para no volverse animales, ¿Por qué no las necesitaríamos nosotros para no volvernos completamente unos monstruos? -inquiero. Su última pregunta me incomoda de una manera que no tenía prevista, me incomoda porque me encuentro más cercana a decir sí que ha decir no. -Las tradiciones existen para ser honradas -manifiesto con seguridad y lo miro directamente, analizándolo -Y le recuerdo, Sebastian, que soy una lasombra -digo como justificando mi dureza -Soy la guardiana de nuestra estirpe... No creo que el don de la inmortalidad deba ser dado a cualquiera y el príncipe, al autorizar a un nuevo vástago, se fija en ello -confieso finalmente. Miro al muchacho a la espera de lo que haga Marcel y descubro con algo de decepción que todo ha quedado en qué pavo real muestra más los colores.

—Comprendo —miento, mi rostro completamente inexpresivo como el de una estatua.

Mi vista se dirige nuevamente a los Vástagos en disputa, pero mi mente está lejos de aquí. Me gustaría poder hablar más largamente con Angélica acerca de lo que opino del asunto de las Tradiciones y de los castigos por su incumplimiento, pero no es el momento ni el lugar. Ya habrá otras ocasiones. Entretanto, decido permanecer en silencio como un mero espectador de lo que sea que acabe por suceder, discreto y distante, hasta que todo termine. Si es que empieza siquiera.

Contengo un suspiro de decepción. Vaya, y yo que pensaba que algún vampiro macizorro y con poco interés por el decoro me libraría de la carga de los anarquistas. Parece que esta noche ni siquiera Marcel puede hacer que los demás cumplan con sus peticiones. 

Vampiros; un minuto te lamen tanto el culo hasta dejarlo reluciente, y al siguiente ni se acuerdan de cómo te llamas. O no se quieren acordar. Supongo que la eternidad les hace comportarse como niños caprichosos.

Bueno, teniendo a verdaderos monstruencos como Jake por aquí, el intentarlo yo misma ni se me pasa por la cabeza. No-es-mi-puto-trabajo. Avanzo unos pasos decididos hacia la nueva Barbie del Príncipe, y la tomo del brazo con afecto.

-Vamos, chérie, deja de jugar con los niños malos. Tienes que supervisar un concurso -comento con dulzura, mientras la obligo a alejarse del anarquista para aproximarse de nuevo a la mesa de los cainitas molones.

Veo a la joven de rasgos norteños y al atractivo vampiro que parecen calmarse y alejarse de mí, supongo que ser la chica de Marcel tiene sus inconvenientes, ¿acaso temen enfadarle por acercarse a mi?, suspiro. Casi no me da tiempo a pensarlo cuando Jojo acude en mi salvación, sonrío más relajada y me dejo llevar por ella.

- Gracias - le susurro -, no sabía muy bien como salir de esta situación, quizás me he dejado llevar por la ira... En fin, ¿ya empieza el concurso?.

Miro disimuladamente a Nígel, pues le había dejado plantado en la pista de baile y quería saber si me había disculpado.

Vuelvo a mi mesa, y sin saber por qué veo con gran alivio que Shane parece que va a volver... a nuestra mesa también y se aleja de la dama del Principe que se va con Jojo, pongo expresión de nostalgia por el amor que me falta pero permanezco fiel a mi Sire, mi amante y mi amado... asi que dejo de pensar en tonterias, luego, me siento de nuevo en el mismo sitio que hace un rato, mirando el precioso objeto que me dieron enganchado a mi vestido y recuerdo la hora a la que debo ir al sitio que nos indica el juego.

Despues, salgo de mis pensamientos, y miro a los presentes... Roxy y Laura, en primer lugar, luego a Constance y su Sire Louie y a Christofer y su dama Helena y pregunto - disculpadme, habeis visto a Mihail?

Mis pensamientos son - Debo hablar con Jerome pues ha dicho que es tan viejo como Nueva Orleands asi que me interesa saber informacion y con Roxy por ser la primogénita del clan... a solas con cada uno y por separado pero no hay manera.

Apenas puedo moverme, nunca había estado ante el príncipe, nunca había estado ante alguien con un poder similar. Vuelvo a sentir algo que no sentía desde que fui convertido, terror. Terror y amor, es una sensación terrible, es... es... ni siquiera puedo describirlo. Los ojos de Nadia se fijan en mi, percibo su preocupación, mierda, creo que la he cagado pero bien. 

Para colmo se me acerca un tío de casi dos metros invitándome a salir. Jugueteo nervioso con mi anillo entre mis dedos, decido salir fuera. No sé como va a terminar esto, no termino de entender eso del Elíseo. ¿si salgo me decapitarán ahí mismo?

Quedarme aquí con esta panda de estirados mirándome, joder puto Ian, él y sus putas ideas. 

Aprieto los labios, e inclino levemente la cabeza ¿tu permiso para que? ¿acaso te importa lo que le ocurran a tus "siervos"?, no te importa, nadie te importa, solo te importa tu y tus problemas, y si no... habría que mirar como fueron creados los chiquillos de tu hogar. Vaya doble moral bastardo hijo de puta. 

Tenemos que irnos de la ciudad, esta misma noche, si conseguimos salir de este puto barco que le follen a Ian, que le follen a Helmut. Yo me largo con Pete. 

Dutch se aproxima con su perro rabioso Almerson. Levanto las manos. 

- Relaja chihuahua. me dirijo a Jake. Dejaremos a la señorita tranquila. Os dejamos en vuestra fiesta de pijos. 

Conozco perfectamente mi trabajo, conozco perfectamente mis obligaciones y las limitaciones del Elíseo. No soy gilipollas como cree Nadia, no cederé a sus provocaciones. Pero extiendo mi brazo derecho para detener a Jake antes de que la despedace. Dejo que se marche y la sigo a una distancia prudencial.  Mientras miro a Ian, ¿acaso pensará quedarse?

Mientras cojo mi teléfono móvil, y marco a mis hombres, hablando en voz baja. 

Matadlos en cuanto pisen la orilla. 

Puedes describir lo que quieras a las doce será lo de los pines, te avisaré, lo voy a agilizar, no te preocupes. 

Mi interesante conversación se ve constantemente interrumpida por los gritos de dentro y por los estúpidos comentarios del sire de Jane. 

Me acerco al australopitecus baboso y cerrando su bocaza con mi mano lo empujo contra la pared. 

¡BASTA! Bajo un poco la mirada y vuelvo a enfocarla mirando directamente a los ojos. ​Abandorás este barco ya, no me interesa que estés aquí, no interesa que os asocien a los anarquistas, no me interesas. Lárgate ¡YA!

Le suelto y me giro hacia Jane, la reputación lo es todo Jane, cuídala y contrólalo. Y ahora, sonrío, volvamos a la fiesta. 

Me doy la vuelta para ir a la mesa cuando percibo como los anarquistas se miran entre si y dudan de sus acciones.
El chico que han llamado Pete da unos pasos hacia atrás y salen hacia cubierta.

Estudio al príncipe unos segundos con el ceño fruncido y a la esclava bicolor que trata de retomar el control de la fiesta. Miro a la mujer llamada Agnieszka con un gesto - Gracias por el apoyo... Discúlpeme en la mesa ante Helena y Roxy. Volveré enseguida para continuar nuestra conversación.

Luego me giro para salir a cubierta aprovechando que la impresionante aura del príncipe sigue eclipsando a todos como una vela en mitad de la oscuridad.

Salgo a cubierta, observo las posiciones de cada unos y como están distribuidos, los cachorros se mueven nerviosos.
¿Acaso no sabían donde se metían? ¿Acaso no sabían lo que el príncipe podría hacer?

Me acerco al cachorro rubio con dedos demasiado largos...
Hora de conocer quien ha movido los hilos.

Observo detenidamente como Karen se impone sobre mi sire, no puedo evitar disfrutar con esto, le advertí que si estaba callado podría disfrutar de una conversación interesante y aprender de ella, no me hizo caso, lo tiene bien merecido. Si aprendiera a comportarse por una vez… espero que al menos pueda sacar alguna enseñanza de esto.

No me despido, total, no creo que tarde mucho en volver a verlo, solo quiero que deje cualquier cosa que me haya cogido en su sitio. Además no es mi estilo, no me interesa que piense que me estoy ablandando.

-Lo sé, es un incordio. Estoy de acuerdo con usted, la reputación es vital y su presencia solo hace que estropearlo todo, con lo bien que estaba sola.- Me molestaba que tocara mis cosas, que se metiera en mis asuntos sin tener ni idea y que no intentara hacer nada por cambiarlo, aun así a veces me entretenía, pero solo a veces.

Cojo mi maletín y vuelvo a guardar mi tablet en su interior. -Sí, volvamos. Después de usted.- Le digo mientras le hago un gesto para que vaya delante. La sigo de nuevo al interior del barco, no veo muy bien, pero intento intuir a que se debían los gritos que provenían de la sala principal.

No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que es algo grave, pero creo que pueden resolverlo solos. Miro a la primogénita, esperando a ver a donde se dirige, quizás ahora pueda hablar con ella con más calma.  

Parece que los anarquistas finalmente han tomado la resolución de marcharse por donde han venido. ¿Para eso tanto alboroto? En fin, definitivamente son como adolescentes: un poco de pataleta, marcar paquete, y en cuanto alguien da un golpe en la mesa, se achantan. La próxima vez prepararé un par de videojuegos para que se entretengan y dejen hablar a los mayores.

Conduzco a Rosalie junto a la mesa del príncipe y allí la dejo, esperando a que los niñatos se marchen definitivamente para continuar con la fiesta. Con una mirada, indico a la banda que pueden seguir tocando, a ver si se terminan de dar por aludidos.

Perro ladrador...