Señor, la base está comprometida, han rebasado los dos perímetros de seguridad, debemos retirarnos de inmediato, volver a las naves y salir del sistema... sin los astartes, no tenemos ninguna oportunidad de salir con vida - el teniente miraba con fijeza al general Faust... su subalterno había muerto, como la amplia mayoría de toda la división que comandaba, sus miradas se cruzaron, pudo ver al teniente detenidamente, era joven, posiblemente tendría una buena carrera si tan pronto había llegado a ese rango; estaba muy herido y la pistola láser humeaba por la bocacha de la misma.
Ordene retirada total, los transportes partirán en diez minutos estándar, quien no llegue, se le dará por muerto - dijo con voz ronca, abatido en su orgullo, un mundo de hermanos perdidos los había superado en dos batallas, dos únicas batallas contundentes y brutales... dos batallas... no dejaba de repetírselo una y otra vez...
Una hora antes
¡General Faust, General Faust! - gritó Javik, el subalterno directo del general mientras iba corriendo hacía el tratando de alcanzarlo. La base se estaba construyendo a gran velocidad gracias a las maquinas del adeptus mechanicum que hacían su labor con una eficiencia brutal.
La luna en la que estaban era un autentico paraíso virgen, pronto aprovecharían los recursos naturales del satélite para la máquina de guerra del imperio, varios constructores y arquitectos de gran renombre asignados a la flota estaban realizando planos y mapeados completos para llevar a cabo la industrialización de la luna... se habían detectado numerosos yacimientos de metales preciosos, de hierro, de cobre, carbón, níquel... aquella luna era una autentica mina de oro, y pasarlo por alto era innegable, por ello el almirante determinó que aquel sistema tenía prioridad máxima, y que era un objetivo estratégico de muchísima importancia... conservarlo aseguraría todo el sector en un lapso de cinco años.
El joven Javik alcanzó por fin al general y le entregó una placa de datos mientras recobraba el aliento, tenía sus manos apoyadas sobre sus muslos y el uniforme polvoriento; miraba al general desde abajo mientras varios goterones de sudor le resbalaban por la frente y mejillas... sus ojos verdes lo miraban con fijeza y fue testigo de cómo el rostro del general se volvió blanco como la nieve virgen.
Faust agarró por el hombro a un soldado que portaba un vox de campaña, se lo arrebató y miró al cielo de la luna, lo que vio confirmaba los informes y lo que vio no le gustó nada en absoluto... - Faust a todas las secciones, alerta gamma, repito, alerta gamma, asalto orbital enemigo en curso, todos a sus puestos de combate, deprisa
Un instante después, la base fue un hervidero de pasos, de gritos, de sargentos dando órdenes de despliegue... todo el personal se movilizó al unísono dejando bien claro que eran soldados profesionales y no simples milicianos... solo el general, su sequito de mando y Javik no se movieron de donde estaban... solo tenían ojos para el cielo.
Quince minutos después
El desembarco de aquellos humanos fue brutal, los ejércitos del imperio los superaban en número, pero la tecnología de los ejércitos de aquel sistema eran lo suficientemente superiores como para equilibrar la balanza de un modo demencial.
Los soldados del perímetro exterior ya habían caído, ahora era el turno del interior...
Sección primera y cuarta, conmigo, vamos a retrasar a esos bastardos - un hombre con su uniforme de gala, un capitán con decenas de batallas a sus espaldas dirigía aquel tramo de muralla... movilizó a sus hombres y salió de la protección de la amplia estructura para enfrentarse en combate cerrado. Muchos lo tildarían de suicida por esa maniobra, pero Kurono sabía perfectamente lo que se hacía. Desenvainó su sable de energía y activó la runa que permitía el paso de energía por todo el filo del arma - bayoneta calada, en marcha - instó a sus hombres a salir por la puerta grande en una carga directa contra las filas del enemigo mientras el resto de la compañía cubría con fuego de supresión.
cerca de doscientos hombres salieron por una amplía puerta gritando con fuerza - ¡Por el Imperio! ¡Por la decima! - gritaban algunos.
El enemigo estaba ahí, avanzando con lentitud pero a paso constante... el enemigo los miró con cierta confusión al principio, pero aquello duró muy poco; alzaron sus armas y abrieron fuego contra la marabunta de solados que avanzaban disparando sus rifles láser desde la cadera.
Kurono iba el primero de la carga, liderando con valentía digna de relatos y grandes epopeyas ... corría a pesar de que cada metro de avance le costaba la vida de diez de sus hombres, pero al final llegaron hasta trabarse a melee y Kurono estuvo en lo cierto, no eran duchos en el combate cerrado, eran formidables a larga y media distancia, pero en las cortas tenían su gran flaqueza; lo malo era que llegó con tan pocos hombres que resultó, al final, un suicidio.
Tras unos largos y agónicos cinco minutos, el Capitán se vio solo, rodeado y herido... luchaba por su vida, había logrado matar a por lo menos una docena de aquellos soldados de línea, la espada de energía atravesaba con facilidad aquellas armaduras... únicamente aquellas.
Por su apariencia, quien se le acercó sería un oficial de alto rango, sus protecciones eran diferentes y mejores, cosa que pudo comprobar cuando la espada se le quedó trabada en el abultado pecho, era tan alto como un astartes y aquello era un gran problema.
Los altavoces exteriores emitieron el sonido de una voz humana, Kurono no logró entender mucho en su último aliento, aquel disparo a quemarropa de aquella arma que llevaba adosada al brazo izquierdo le había abierto por completo el pecho... pero en su último parpadeo, juró haber entendido - fuera de nuestro planeta - pero no estuvo seguro, y jamás pudo comprobarlo ya que antes de besar el suelo, ya era un cadáver.
Cincuenta minutos después
La base había sido abandonada completamente, Faust había sobrevivido, y aquel teniente que lo instó a retirarse también, de los dos mil hombres que había desplegado en aquella luna, solo sobrevivieron setecientos y algo... y en tan solo una hora había perdido a todos aquellos hombres valientes y leales. Apretó el puño y golpeó el mamparo del stormbird que lo transportaba hacía la flota que huía por el vacío lanzando salvas tratando de mantener a raya la flota enemiga... aquella guerra no la podían ganar hombres normales, aquella guerra era para los adeptus astartes.
Gregorius, por el amor del Emperador, no mires para atrás y no me digas lo que veas – fue lo que Leo le dijo a Gregorius cuando la nave empezó a irse a pique. Hacía una hora que se habían colado en el hangar. El contacto de Leo, un “chusquero” de poca monta pero que con la cualificación suficiente como para determinar que un avión era chatarra o no, había apartado a uno de los pájaros de menor tamaño con una pegatina sobre su fuselaje donde se podía leer con toda claridad “Inservible”. El hombre retiró la manguera de repostaje y luego quitó como pudo la pegatina y se marchó sin decir nada, se fue a su puesto y nadie habló sobre el tema.
Los dos rememoradores furtivos se metieron en el aparato, se trataba de un modelo antiguo, una vieja carraca que servía de nave de enlace entre los grandes cruceros o fragatas, o que sencillamente se usaba para buscar desperfectos por la superestructura. Aún así, la nave de color oscuro, morro achaparrado y alas ligeramente curvadas estaba lista y operativa. Podía transportar hasta diez personas más equipo, se suponía que llevarían a cinco en total, pero ahora solo iban dos.
Leo fue preparando el motor para el despegue y dejó los rotores en caliente, tendrían que despegar con la nube de cazas y transportes que saltarían desde aquella nave, un contacto más en el auspex con aquel ingente flujo de naves sería tomado, con toda seguridad, como un error o un eco.
Los minutos pasaron lentamente, no hablaban mucho entre ellos ya que el nerviosismo previo a lo que iban a hacer les tenía las gargantas oprimidas y formaba un desagradable nudo en el estómago, solamente había un Leo que se lamentaba – se tendrían que haber venido… y lo sabes Gregorius… joder – ya era el cuarto cigarrillo de lho que se fumaba. El viejo historiador lo miraba sorprendido pero con gesto tranquilo, siempre había conocido a un Leo seguro, valiente y decidido, no aquel manojo de nervios. Se habían vestido con ropa de camuflaje urbana, con colores oscuros, tonos grises y con motas.
La señal les llegó con un dial que se encendió, sentados en la bodega de carga pudieron ver como de los cuadros de mando se había encendido aquel dial con una luz ámbar parpadeante que indicaba la transmisión de datos del despliegue a cada nave, el plan de batalla al completo estaba siendo descargado en el motor logis. Leo se sentó en el puesto del piloto y Gregorius detrás de él. La cabina era alargada, por lo que piloto y copiloto iban uno delante y otro detrás, como si fuera un caza de combate atmosférico. El historiador no sabía nada de lo que había ahí, solo veía botones, diales, luces, palancas y demás runas, por lo que optó por lo prudente, cruzarse de brazos y esperar.
Leo inició el conteo después de que pasaran los veinte minutos de rigor, conectó la radio y la cabina se inundo por el cacareo de los pilotos de los demás transportes, así podrían guiarse y despegar a la vez que todos, y según oían, ese momento era inminente.
-¡Por el Imperio! – fue lo que dijeron los lideres de escuadrón y de pronto el espacio se inundó de naves. Leo aceleró el motor principal, pero cuando se suponía que debía despegar el aparato al aumentar la potencia, se quedaron parados, se quedaron parados hasta que el motor tosió y se desactivó
¡¿Qué has tocado?! – Le preguntó Leo, que nervioso, iba comprobando todos los sistemas - ¿yo? ¡Nada! Serás idiota, qué diantres iba yo a tocar – respondió un ofendido Gregorius. Leo no volvió a abrir la boca, el sudor le resbalaba por las sienes, se mordía los labios y el plan se había ido directamente a la mierda. La flotilla ya se había dispersado por el planeta y el punto de aterrizaje y ellos se habían quedado ahí tirados.
Estuvieron cerca quince minutos ahí parados hasta que el motor volvió a arrancar, pero tendrían que iniciar el precalentamiento, y eso supondría unos seis minutos de espera, seis minutos que no tenían después de la ultima alerta que les llegó.
Fuera, en el no tan infinito vacío, orbitando el planeta, se estaba dando una batalla naval, una batalla naval que el Imperio no tenía muchas oportunidades de ganar, y más todavía cuando habían rodeado la nave insignia… la nave en la que estaban ellos dos maldiciendo y pidiendo al motor que se calentara más rápido… aquello no pintaba demasiado bien y no tardaron en comprobarlo.
Un impacto directo había atravesado el pesado crucero de babor a estribor, todas las secciones perforadas. La nave está sufriendo una serie de daños catastróficos en cascada y se estaba quedando sin potencia, sin atmosfera y sin integridad estructural alguna. Pudieron oír como los mamparos se iban soltando provocando un enorme estruendo al chocar con las enormes vigas. Pudieron ver como por el espacio flotaban restos, partes enteras de la gloriosa nave que había sido herida de muerte, pero no solo habían pedazos de plastiacero o de otros metales, también había tripulantes muertos, congelados nada más quedarse expuestos al ser succionados por la brutal diferencia de presión… hubo un caso concreto, en el que pudieron ver con total claridad como un ser humano acababa de salir despedido varias cubiertas por encima de ellos, la visión de cómo aquel pobre diablo se retorcía con violentos aspavientos hasta morir en dos segundos no fue nada agradable, una sensación de vacío los inundo a ambos… y ambos decidieron que no querían morir, hoy, no.
– Date prisa por todo lo divino – fue lo que soltó Gregorius, un viejo que venía de un planeta conquistado en el que se creía en los Dioses, aunque hubiera aceptado la verdad Imperial, había momentos de tensión como aquel que su antiguo yo salía a la superficie.
Quedaban pocos segundos para que se calentara del todo la nave y se liberara el motor para poder imprimirle más potencia de la que admitía en el encendido, unos segundos agónicos cuando por su derecha empezaron a darse detonaciones. Una tras otra fue inundando de llamas todo el hangar en el que estaban… el incendio se estaba acercando peligrosamente, pero eso no fue lo que más les preocupó… varios cajones de munición prendidos empezaron a explotar y cuando se calienta la camisa de una bala, esta sale disparada. Los mecánicos y técnicos iban huyendo de algo de lo que no podían escapar, y menos todavía cuando todo se llenó de balas. Los cuerpos fueron atravesados sin ningún tipo de misericordia y pronto todos estuvieron muertos… si el fuego alcanzaba los baúles de munición que había cerca de su aparato, estarían perdidos.
La nave empezó a despegar cuando los motores empezaron a zumbar a toda potencia, un chorro salió de las toberas e impulso el aparato, pero aquello avivó las llamas; Leo lo sabía, lo vio por el retrovisor instalado en la estructura de la carlinga - Gregorius, por el amor del Emperador, no mires para atrás y no me digas lo que veas
Gregorius Kerljan - Leo Adallson