Partida Rol por web

Genial tenían que ser esqueletos. - digo con resignación mientras me preparo para actuar.

Detesto esas cosas, mi arma poco o nada puede hacerles. De por sí ya son una jodida coladera.

Siendo el primero en entrar a la habitación, debía moverse rápidamente para no obstaculizar a los demás. Avanzó y atacó al esqueleto que tenía enfrente, con escaso éxito a pesar de conectar ambos golpes. Cortar huesos no parecía ser muy efectivo, desde luego.

Un esqueleto había caído, el otro debía caer por el enorme hacha del semiorco. Y así henchido por la sed de sangre el bardo se abalanzó contra el esqueleto que afrontaba Caedum, demasiado henchido de demasiada sed de sangre, porque cegado por ella logró tropezar deteniendo todo su empuje y obligándole a pararse en seco con toda la ventaja de su embestida perdida.

Cargo contra el esqueleto y hundo mi estoque entre sus costillas intentando alcanzar su columna.

Una vez analizada la situación la joven se desliza grácilmente hasta su objetivo para asestarle un golpe con toda sus fuerzas.

Los esqueletos han caído. El golpe de Samay hace que el que quedaba en pie vuelva a su estado natural. Un escalofrío recorre el cuerpo de alguno de vosotros.

Muy bien, mis sospechas se confirman para nuestra desgracia.

Vamos a enfrentarnos a un jodido nigromante en medio de un enorme cementerio. ¿Qué podría salir mal?

Digo, no es como si pudiera despertar a los muertos y ponerlos bajo su comando. -  digo con evidente sarcasmo.

Aunque de hecho, sí que puede hacerlo, bueno amigos a la aventura, pero si ese nigromante nos mata, yo los asesino jejejeje. - agrego ya en un tono más relajado

Por cierto Samay, si no sobrevivimos a esta noche, quiero que sepas que me pareces muy hermosa. Ahora sí, andando.

Tras terminar mi discurso me dirijo a la puerta de la cripta y la empujo ya sin el más mínimo cuidado.

Había acabado demasiado rápido, tanto que ciertamente él solo podría haberse hecho cargo de los dos esqueletos sin problemas. Estaba seguro que, a medida que su magia fuera desarrollándose y controlara mejor sus poderes, se haría mucho más fuerte y peligroso. Era un pensamiento agradable, uno que se vio truncado por las palabras del elfo. 

No le gustaba aquél mercenario. Sus comentarios, sus formas, todo él. Hacía que deseara prenderle fuego y no de broma. Tal vez incluso podría aprender algún hechizo para silenciarle y eso haría su vida más feliz. No dijo nada sin embargo, simplemente le miró de soslayo mientras salía de la cripta con aire arrogante -propio de su raza sin duda- y dejaba tras él a una Samay que no esperaba aquél comentario. 

Resopló, molesto, y en vez de salir tras él se acercó a la capa que había tendida en el suelo en una esquina, y se agachó a recogerla, extendiéndola frente a él mientras la miraba sin saber muy bien que pintaba allí. 

La joven miró el cuerpo de aquel ser, con la cabeza un daleada y con una muesca de curiosidad mientras sus ojos estaban completamente abiertos y sus labios encogidos, sin lugar a dudas la joven se quedó extrañada de que su golpe hubiese sido tan efectivo.

Tras escuchar las palabras de su compañero lo miró, y le contestó mientras sonreía "gracias, tu tampoco estás nada mal" acto seguido le guiñó un ojo y se centró en buscar a su alrededor cualquier imagen o sonido que fuese impropia del lugar donde se encontraban.

Este no era su habitat natural y sabía que tenía que salir de ahí a la mínima de cambios, así pues decidió quedarse con cada imagen de una posible vía de escape.

La única salida que ves es la puerta por la que habéis entrado.

Perfecto, pues.... a seguir hacia delante buscando trampas ocultas.

Cuando estuvo seguro de que el peligro había pasado, envainó sus armas y echó una mirada furtiva y ceñuda a Eladamri y Samay. No por lo directo que fue el elfo o por la respuesta de Samay (que tampoco había forma de saber si simplemente le seguía la corriente al mercenario), sino por el hecho de que todos ellos habían declarado sus intenciones de convertirse en un grupo de aventureros. Y seguramente Kalimash podría contar muchas historias en las que cuando dos miembros del grupo tratan de ser algo más que amigos, aquello puede terminar mal de muchas formas. Aunque quizá se preocupaba demasiado y no eran más que paranoias de alguien que había dormido daga en mano durante demasiado tiempo. O quizá sólo tonteaban y ninguno pretendía nada.

- Aguarda un momento Eladamri, las huellas entraban en esta cripta pero no vi ninguna que saliera. Quizá esos dos sólo estaban guardando otra entrada -, dijo poniéndose de inmediato a buscar alguna puerta o mecanismo ocultos.

Al escuchar a Caedum, detengo mi marcha.

Tienes razón Caedum. - digo mientras me sumo a la búsqueda del guerrero.

Como pude ser tan despistado. - comento al tiempo que empiezo a palpar la pared en busca de un interruptor o algo similar.