Partida Rol por web

El hereje había tenido suerte pues al haz láser le había faltado mucha potencia, aunque había que reconocerle también su maestría, pues a pesar de haber sido obligado a ocultarse tras el muro de protección había sido capaz de acertarle a su objeto.

Era bueno, pero Murat era aún mejor y el Emperador estaba siempre con sus hombres si estos mostraban ser puros de corazón. El tirador apuntó de nuevo y disparó cuando tuvo al francotirador a tiro, el disparo fue nuevamente bien dirigido e iba acompañado de una ráfaga láser de su compañero, aunque seguía faltándole algo de potencia para ser realmente letal.

-Maldición. Ese cabezahueca es más resistente de lo que parece. Pero a terco no me gana nadie. ¡Por el Gran Lobo que no!- rugió furioso Brotinn mientras se esforzaba más por imponer su voluntad sobre aquel pedazo de mole de músculos y tumores.

Waldemar observó como el can que estaba frente a sí era abatido, y viendo, como en el área la amenaza más grande era el ogrete que allí se encontraba, le apuntó con su escopera, para acto seguido dispararle directamente, de forma de ir debilitandolo desde su posición como pudiese. Tenían que acabar con él para que así sus propios ogretes no se vieran tan afectados por este enemigo.

- ¡Usad las granadas incendiarias!- gritó Desastre, para hacerse oír por encima del estruendo de la batalla.- ¡Hay que cargarse ese mortero!- señaló, refiriéndose al mortero de la siguiente terraza.- ¡Y liquidad esos capullos!- Los enemigos estaban en llamas y bajo el opresivo fuego de 35 que disparaba su carabina como un demente, así que deberían darles un poco de tiempo a los muchachos para respirar. Mientras tanto se fijó en el otro lado del campo de batalla, dónde estaba el tirador que amenazaba con acabar con los mandos. No es que a Desastre le importara mucho el destino de los comisarios, pero si morían todos daba por sentado que sus collares iban a explotar en respuesta. Además antes muerto que dejar que esos tabrisanos de mierda se llevaran el mérito. Sacó su carabina láser. Era un tiro un poco largo para un arma de ese calibre, pero más que suficiente para asustar a ese gilipollas. Sobrecargó la batería, apuntó con cuidado y, mientras 35 hacía que se agachara a tiros, el irlandiano se concentró disparó al traidor, alcanzándolo en el hombro izquierdo.

Si las palabras de Rabiah no conseguian inspirar a sus soldados, que lo hiciesen sus actos. Apretando el mango de su espada sierra con fuerza, la sacerdotisa lanzo un feroz ataque tras otro contra el perro mutante que trataba de herirla, aullando un grito de guerra.

Una vez lanzada la granada y evitado la presión desde los tejados, el enemigo que me importaba era el que cargaba hacia nosotros por las calles laterales, un enemigo que parecía no querer cejar en el empeño por mas que se le disparase. Dejando a un lado las granadas, mas que nada por la cercanía de los aliados y confiando en la potencia del láser, levanto el rifle para acabar con la espantosa criatura que se traba con nosotros. - A criar malvas, criatura. 

Zhao había permanecido callado y absorto en su conexión con el Espíritu Máquina del vehículo desde el inicio de la operación, disfrutando de su comunión con él, de sentirse fundido absolutamente con la máquina y su mente. Había contrarrestado los cánticos heréticos del enemigo con una letanía en binario transmitida por los altavoces internos del Chimera, y había conducido sin una palabra ni un movimiento por entre los escombros. 

Sin embargo, al ver el campo de batalla a través de la matriz del Chimera, Zhao frunció el ceño sin abrir los ojos. Aunque el Omnisiah hacía descender su maldición sobre sus enemigos, desviando sus disparos y atascando sus armas antes de disparar, sus propias ofensivas no lograban dar en el blanco. A regañadientes, Zhao arrancó parte de su consciencia de la matriz del Chimera, lo justo para abrir los ojos y gritar en binario: 

-¡Ming, a qué cojones le estás disparando! ¡Acaba con ese lanzacohetes de una vez!-se dirigió a los pasajeros, tanto los soldados de Drafeliv vestidos con las sagradas armaduras de caparazón como la tecnosacerdotisa-¡Utilizad las troneras de disparo! ¡Que ruja ese bólter pesado! ¡Somos la punta de la lanza del Omnisiah, y debemos despejar el camino al resto! ¡Fuego todo, por la Máquina!

A continuación activó la radio del Chimera, transmitiendo a todas las fuerzas imperiales. 

-¡Aquí Zhao a bordo del Chimera, vehículo intacto, cúbranse tras él! ¡El Omnisiah nos envía su bendición, no la desperdiciemos!

Volviendo a sumergirse por completo en la conexión con la máquina, se centró en corregir los sistemas de apuntado de la torreta, apaciguando su espíritu máquina con una oración y la promesa de una víctima segura. Esta vez, cuando Ming disparó, el proyectil fue certero a su objetivo. 

El combate cuerpo a cuerpo había frenado a los imperiales, pero poco a poco fueron imponiendo su superioridad. La sacerdotisa Rabiah destrozó con varios golpes de su espada sierra a la bestia mutada con la que se batía, mientras que la otra, a pesar de haber mordido carne del ogrete derribado, quedó aplastada por un mazazo de este una vez se puso en pie. El puño acorazado del mutante enorme logró atizar al otro ogrete, pero la respuesta de este fue aún más brutal, dejando al monstruo en las últimas, vulnerable a las maquinaciones psíquicas de Brotinn. La mente del mutante acabó por quebrarse y de repente se llevó las manos al cuello y cayó de rodillas, como si se estuviera asfixiando. No tuvo tiempo siquiera de caer al suelo, puesto que los disparos concentrados y a quemarropa de los Zapadores acabaron de inmediato con él, arrancándole pedazos del cuerpo con sus escopetas.

La calle había quedado despejada salvo por el puñado de enemigos a los que se enfrentaba Nereida, sin que ninguno de los bandos lograra acertar con un ataque que pudiera poner fin a aquello, pero los pocos tiradores que quedaban iban cayendo bajo el fuego de los Hienas por un lado, y del bólter pesado de Siu Hui Ying. El resto de enemigos trataba de apagar las llamas que los iban consumiendo, pero sin ayuda, les era imposible.

Sin enemigos a la vista, la infantería se dispersó y avanzó, aunque estaba claro que todavía quedaba oposición, como evidenció el nuevo impacto de mortero que por suerte no llegó a causar daños. El francotirador enemigo también seguía con vida a pesar de los disparos que le estaban dedicando Murat Demir y Desastre McKnife, al que devolvió el favor con un proyectil de penetración directo hacia su pecho.

El Chimera de Zhao se mantuvo todavía en el sitio, tratando de acabar con el artillero que seguía intentando desencasquillar su lanzamisiles. A pesar de un disparo bien dirigido, este logró evitarlo, y sin movilidad alguna, el transporte era una presa fácil para el cañón enemigo que seguía disparando sobre él. Una presa fácil, pero dura, ya que unas abolladuras en la parte frontal del vehículo era cuanto estaban consiguiendo los herejes.

No obstante, el enemigo no estaba ni mucho menos desgastado o falto de moral, al menos por el momento, como evidenciaba las reservas que aparecían en aquellos instantes por el extremo de la calle al que debían llegar. El sonido de motores aumentó cuando el Chimera dejó de ser la única mole acorazada en acción, puesto que una pareja de semiorugas blindados avanzaba hacia ellos, armados con sendos cañónes semiautomáticos y trayendo refuerzos enemigos en sus zonas de carga.

Aquello suponía un nuevo y considerable peligro, y debían neutralizarlo antes de que pudieran causar un daño real a los suyos.

Quisiera o no, el combate proseguía. Nereida seguía combatiendo contra aquellos indeseables, evadiendo y contraatacando en cuanto tuvo ocasión. El puño de combate se lo dedicó en exclusivo al oficial mientras giraba sobre sí mismo para lanzar un tajo horizontal contra otro de los soldados. Tenían que romper las líneas enemigas de una vez, pero la llegada de los semiorugas traidores la hizo apretar la mandíbula - ¡Concentrad el fuego antiblindado en los transportes! - gritó a pleno pulmón justo cuando se agachó para evitar un golpe

Murat estaba disgustado sus disparos impactaban en el blanco enemigo, pero su fiable rifle largo estaba siendo menos mortífero que de costumbre.

Tenía que seguir intentándolo, así que sin moverse un milímetro de su posición, ajeno a todos los combates cuerpo a cuerpo que se sucedían en la calle, volvió a fijar al francotirador hereje en su mira y cuando estuvo seguro volvió a hacer fuego.

Por fin sus disparos tuvieron éxito. los proyectiles explosivos reventaron parte del parapeto y al menos, a uno de esos malditos herejes. Se le antojó un desperdicio de munición.

Clank casi podía sentir los impactos enemigos en la metálica piel de su chimera. Pero este aguantaba estoico gracias al Omnisshia. Lanzó una plegaria de enaltecimiento al Dios Maquina para enardecer el espíritu combatibo del tanque.

De pronto aparecieron en su retícula de puntería dos semiorugas blindados enemigos. Estaban lejos, pero avanzarían con rapidez y de seguro desembarcarían tropas con la intención de abrumarlos por número.

-Zhao Yang... los blindados -aconsejó al hábil piloto -quizá los soldados podrían encargarse de la dotación del lanzamisiles mientras nosotros concentramos el fuego pesado en esos blindados enemigos

Apuntó al semioruga de la izquierda, ligeramente más adelantado. A unos 85 metros según la reticula del bolter pesado.

Einar, tras haber usado el primer cartucho de su escopeta en una respuesta casi refleja ante la aparición tan cercana de aquellos mutantes y sus bestias, sonrió. Al fin un enemigo lo suficientemente cerca. Dejó que la escopeta colgase de su correa y acarició el mango de su hacha sierra. Ahora si.

-Por fin...- susurró, consumido por el ansia.- VARANGIA!!!!-gritó mientras cargaba

Bueno, ¡ya basta! Pensó Zhao, viendo cómo todos los disparos fallaban, eran esquivados o directamente no se producían porque no había nadie a tiro. Los soldados que les acompañaban no tenían nada a lo que disparar, y los rifles láser no estaban para coger polvo allí. Estaba en un Chimera, y no en una plataforma fija de armas. No era disparar lo único que podían hacer, y la infantería era trabajo de la infantería, su vehículo era para cosas más grandes, como las que acababan de aparecer. 

Zhao las vio a través de la matriz del Chimera, dos vehículos feos y rechonchos que parecían hechos de retales, sus espíritus máquina torturados por las vejaciones a las que habían sido sometidos. Los del Mecanizado eran especialistas en lidiar con vehículos enemigos, y lo iban a demostrar, pero primero Zhao iba a asegurarse de que a nadie se le olvidara de que su Chimera no era un objetivo fácil ni una mole inmóvil. Activó la radio y habló a todos los imperiales, incluyendo a los del Mecanizado que iban en su propio vehículo. 

-Aquí Zhao, procedo a avanzar sobre el enemigo. Que alguien me quite de encima a esas armas pesadas y me ocuparé de los blindados enemigos. Confío en vosotros como confío en el Omnisiah, ¡Bendito sea su nombre!

Vamos pequeño, demuéstrales de lo que eres capaz, Le dijo al Chimera, hundiéndose profundamente en su conexión con el vehículo, dejándolo todo atrás, todo su ser, y entregándose profundamente a su conexión. Sintió el rococemento bajo sus pies, el viento en su piel de plastiacero, el calor de las armas al ser disparadas. Y arrancó. 

Con una sacudida, la mole de acero se movió más rápido de lo que parecía posible, efectuando giros y quiebros que casi lo hacían chocar contra las paredes y los escombros, deteniéndose y girando erráticamente. Era una maniobra difícil en un sitio tan estrecho, pero Zhao era uno con el Chimera, y sabía lo que hacía. 

Ming trató de disparar, pero falló de nuevo. No importaba, caerían antes o después. 

El disparo del tirador enemigo fundió un trozo de rococemento junto a él, había ido de poco ¿Qué cojones estaban haciendo los tabrisanos? ¿Acaso tenía que hacerlo todo él? Frente a su posición el oficial enemigo y el combatiente que quedaba seguían ardiendo tras su disparo de lanzallamas, pero los muy inútiles que le acompañaban no habían sido capaces de acabar con el mortero.

- ¿¡Joder que estáis dormidos o que?!- se quejó, arrancando la anilla de una granada incendiaria con los dientes antes de arrojarla con ganas tras la barricada del mortero.- Matad a algo, joder.

Gabarri estaba preguntándose una y otra vez porqué demonios no estaban haciendo caso de la artillería que les habían ofrecido a los Tyvianos. Hasta que se cansó de esperar a que fuesen otros los que hiciesen las cosas y se puso manos a la obra. - ¡Tú! ¿Cómo te llamas? ¿Manuel? Vale Manuel, más vale que confíes en mi porque si no esto se va a poner muy feo muy rápido. - dijo al Tyviano con radio más cercano. - Aquí unidad Tyviana del Teniente Ynestrillas solicitando ataque de artillería sobre las siguientes coordenadas. Interrogo listo copia. 30T 4474189.39 440899.96. Repita coordenadas. - esperó comprobando que había copiado bien. - Afirmativo. Luz verde. 

Libre de presencia enemiga a su alrededor, Rabiah comenzó a correr hacia la posición de Nereida, dispuesta a ayudarla si era necesario.

Ahora que las máquinas enemigas hacían acto de presencia, era el momento de sacar a relucir el lanza cohetes, con suerte un par de disparos afortunados hiciesen que la batalla fuese de cara hacia nuestro lado. Pero para eso debía ponerme en una posición adecuada y tras eso conseguir un ángulo efectivo por donde disparar al enemigo. - Jodidos herejes. Digo antes de avanzar buscando una nueva posición de disparo. 

Con el mutante y sus sarnosos sabuesos fuera de combate, el psíquico primaris dirigió su atención a la comisaria Kriemhild, que como de costumbre se encontraba en medio del meollo luchando con varios herejes a la vez.

Luego se giró y gritó a Einar, que parecía haber desenfundado su arma de elección, el hacha-sierra -¡ayuda a la comisaria, ungtblod Sigurdsson! Seguidamente, y con una calma extraña en medio de toda aquella carnicería, Jarl señaló a uno de los enemigos de Nereida e invocó a Aqshy, el viento del fuego.

Con la calle casi despejada, el avance imperial se reanudó, con casi toda la fuerza lanzándose hacia adelante. Rabiah y Einar corrieron a apoyar a Nereida con sus armas sierra rugiendo, mientras que Waldemar corría hacia el frente junto a los demás Zapadores y Heredia se detenía a echarse el rifle láser a la espalda y sacar su pesado lanzamisiles con ayuda de su camarada. Ogretes y Granaderos se movieron también, cubriendo los flancos, y uno de los abhumanos ni se inmutó cuando otra trampa explosiva detonó bajo sus pies. Entretanto, los Devotos apuntaron sus rifles y dispararon, sin llegar a alcanzar al tirador enemigo, pero deshaciéndose del artillero del lanzamisiles justo después de que este lograra arreglar el mecanismo del arma.

Más acierto tuvieron el medicae Burakgazi y sobre todo el especialista Demir, que lograron acertar en el francotirador, forzándolo de nuevo a ocultarse, bastante tocado, pero aun dispuesto a dar guerra, como evidenció su siguiente disparo tratando de acabar con el ogrete al que ya había herido antes. Por fortuna, los constantes disparos que llovían sobre él le impedían tomarse el tiempo necesario para lograr un tiro decisivo.

La suerte de Nereida cambió cuando logró encajar un potente puñetazo sobre el oficial enemigo, volatilizando su pecho de un solo golpe debido al campo de energía. Destino similar sufrió uno de sus hombres cuando un tajo lo cercenó de lado a lado. Los otros dos herejes que quedaban se abalanzaron sobre la comisaria, pero uno de ellos se detuvo de repente mientras su cuerpo se sacudía, antes de estallar repentinamente en pedazos de carne y sangre ardiente. Desde la distancia, el psíquico Brotinn pudo observar satisfecho el resultado de sus poderes.

En las azoteas, los Hienas también se lucieron. A pesar de la distancia, el buen brazo de McKnife logró colar una granada incendiaria justo al pie del mortero enemigo, dejando a todos los enemigos de aquél edificio en llamas. Los legionarios que tenía al lado remugaron insultos por lo bajo ante su comentario, antes de abrir fuego con sus carabinas y dar paz a algunos de aquellos herejes.

Viendo que no quedaban prácticamente enemigos a los que disparar, Gabarri corrió hacia la segunda de Ynestrillas, convenciéndola de la necesidad de pedir ahora el apoyo ofrecido por los de su propio regimiento. Si el sargento se hubiera dado cuenta, seguramente hubiera recriminado al penal o algo peor por aquella evidente falta de decoro por parte de lo peor de la sociedad hacia lo más granado de esta, pero por suerte, estaba demasiado ocupado lanzando arengas y animando a los suyos a combatir. Tras asegurarse de que no les miraba, la vocooperadora empezó a transmitir lo que le iba diciendo el penal.

No quedaban muchos enemigos a la vista, salvo la dotación artillera y los semiorugas que se acercaban a buen paso por la calle. Los cañones automáticos dispararon sin cesar contra el Chimera, y aunque Zhao intentó maniobrar al tiempo que devolvía el fuego, la calle era demasiado estrecha y repleta de infantes como para que pudiera evitar todos los impactos. El espíritu máquina del transporte emitió gemidos lastimeros cuando uno de los proyectiles impactó de lleno en la junta de una de las orugas, amenazando con hacer que se perdiera el control del vehículo. A pesar del blindaje frontal reforzado por la pala excavadora, eran tres armas pesadas contra una, y empezaban a ir cobrándose su precio poco a poco.

Seguro de que todos los enemigos del tejado de al lado estaban o muertos o en llamas, Desastre sólo tenía que asegurarse de terminar sus asuntos pendientes con el tirador enemigo. Ya que esos inútiles tabrisanos no parecían ser capaz de encontrarse el culo usando las dos manos, tendría que encargarse él mismo del asunto. Siempre igual, se sentía rodeado de idiotas.

Recuperó la carabina, que colgaba de su correa, y apuntó a la pequeña figura lejana parapetada tras la cobertura. El tipo se había buscado un buen nido y encima su arma le daba ventaja frente a la ligera carabina que empuñaba Desastre. No obstante, no era una cuestión de tamaño, sino de astucia, lo que confería la victoria en un duelo como ese. El penal forzó el dial de carga de la batería más allá del tope mecánico (que hacía mucho que había sido limado para ser ignorado) y ordenó con un gesto a 35 que mantuviera la cabeza de ese malnacido abajo con un buen fuego de supresión. El chaval estaba espabilando rápido y, al final, acabaría siendo mejor que cualquiera de los anteriores en su trabajo.

Esperó a tenerlo en la mira y soltó la ráfaga láser sin contemplaciones. Si algo de ese calibre le impactaba, pensó mientras los condensadores emitían un silbido al disipar calor, podían irse despidiendo de ese tipo.