Partida Rol por web

Nereida despachó a dos con sendos golpes, pero no sonrió, no había momento para la alegría ni la celebración, para ella estaba claro, matar a un hereje no era motivo de gozo, era una oportunidad para poder acabar con el siguiente hereje, y así sucesivamente hasta que la muerte la reclamara. Alegrarse por matar a dos de ellos era estúpido, había una legión de ellos y su trabajo jamás terminará hasta que el Dios Emperador la llamara a su lado. Le dedicó una mirada al otro, y descargó su espada de energía con un tajo descendente después de haber alzado el brazo, un golpe dedicado con todo el desprecio que pudo, pues no se merecía otra cosa.

La batalla continuaba, no tenía buena visión de lo que estaba sucediendo, pero los impactos al chimera eran bastante característicos en su "canción" - ¡Silenciad las armas pesadas! - bramó.

El convoy había logrado, gracias a la voluntad del Emperador, acabar con todos los enemigos que rodeaban el área, o al menos, lo suficiente para avanzar sin mayor preocupación. Waldemar, observando como solamente se acercaban enemigos a la distancia, decidió guardar su escopeta, y cambiando de arma, sacó su lanzagranadas, equipando granadas krak para poder perforar el blindaje de aquellos enemigos. Luego de ello le hizo un gesto a Ejulf para que siguieran avanzando dentrás del convoy. Pronto estarían con un buen rango para disparar a la artillería pesada enemiga y acabar de una vez por todas con ellos, y cumplir su misión a la perfección.

Jarl escuchó la orden de la comisaria pero se percató que el frenético avance imperial lo había dejado atrás. Además estaba demasiado lejos para usar sus poderes. Así que exigiéndoles un poco más a sus viejos huesos, echó a correr.

El chimera tendría que aguantar sólo un poco más antes de que el psíquico pudiese echarle una mano a sus tripulantes...

Los bandazos a derecha e izquierda sumados al súbito acelerón hicieron que su puntería fallara y que los proyectiles de bolter golpeasen el rococemento de los habitáculos semi derruidos de la ciudad.

-Mao Fu guía mi mano -susurró antes de lanzar un salmo al Omnisshia y apretar el gatillo tras el intento de centrar el semioruga enemigo en la retícula de disparo lanzando una tormenta de proyectiles explosivos contra el blindado enemigo

Zhao Yang estaba enojado y furioso, al igual que el espíritu maquina del Chimera. Había acelerado y maniobraba como un demente... pero con un control total del blindado. Se alegró de formar parte de un mecanismo bien engrasado y bendecido por el Omnisshia. Mao Fu seguía cuidando de ellos y todavía conservaban el beneplácito del Dios Maquina.

Viento que los herejes que rodeaban a Nereida habian ido cayendo uno detras del otro, Rabiah decidió cambiar la direccion de su carrera y optó por avanzar siguiendo al Chimera. 

Gabarri agradeció con un guiño a la vocooperadora. - Si te dan una medalla por esto me deberás una ronda. - dijo antes de salir corriendo hacia delante. - ¡CUIDADO DELANTE, ARTILLERÍA EN CAMINO SOBRE LOS VEHÍCULOS ENEMIGOS! - dijo mientras corría junto al chimera para avisar al piloto de que no avanzase aún. Luego corrió hasta tomar posiciones cerca de la comisaria Kriemhild para tener a la vista al enemigo. 

El francotirador enemigo se resistía a morir, pero Murat era aún más firme en sus convicciones y estaba dispuesto a silenciarlo. Nuevamente volvió a concentrarse, apuntó mientras musitaba una pequeña plegaria a Santa Margerita y apretó el gatillo de su rifle láser. Está vez el tirador notó como el rifle imprimía potencia al haz de luz y estuvo casi convencido de que si el hereje no se apartaba a tiempo este sería el disparo definitivo.

Había realizado el cambio de armas con demasiada rapidez y esto casi me cuesta un tropezón en medio de la calle llena de soldados amigos y enemigos que intentaban por todos los medios salir a bien de este infierno. - Por todos los demonios ... Recoloco el rifle y afianzo el lanza misiles, mientras veo como Rigoberto coge los proyectiles del lanza cohetes. - Ahora si, corremos hacia esa posición y esperamos que no nos aticen antes de que podamos atizarles. Digo mientras señalo una de las posiciones óptimas de disparo. 

Einar empezaba a sentirse frustrado. El haberse resguardado en el primer impulso de la batalla para asegurarse con el auspex de que no había nada demasiado raro en aquella zona, le había relegado al final de la columna de ataque, y no era capaz de encontrar enemigos vivos. Sentía orgullo por sus compañeros, al mismo tiempo que rabia de no llegar al combate.

Estaba en esos pensamientos cuando vio que Nereida eliminaba a dos de sus enemigos mas cercanos, dejando a uno todavía en pie. Estaba cerca. Intentaría catar su primera sangre.

35 le volvió a pasar la carabina a Desastre, con la que descargó un potente disparo contra el tirador que llevaba acosándolos desde que había empezado el combate. A pesar de haber recibido varios impactos y de tener un constante fuego sobre él, este seguía suponiendo una amenaza, pero el tiro del irlandiano fue demasiado, atravesando cobertura y carne de lado a lado. No se volvieron a producir más disparos de precisión en respuesta. A su lado, no viendo más enemigos, los Hienas empezaron a descender de las azoteas usando sus ganchos de escalada.

A pie de calle, el último enemigo era despachado por Nereida mientras los imperiales reanudaban su ofensiva y avanzaban corriendo para llegar al combate y tomar más metros de la calle. Hacia ellos se dirigían los semiorugas, disparando contra el Chimera, cuando de pronto se escuchó el familiar silbido de la artillería al caer. Pero con el mortero enemigo neutralizado, solo podía provenir de un lado. Los obuses impactaron con fuerza, levantando una nube de fuego y humo, justo encima de los vehículos enemigos, y si bien estos siguieron adelante, uno de ellos había quedado bastante dañado al recibir un impacto directo desde arriba.

Buscando el choque directo, y de forma literal, Zhao le dió al acelerador del Chimera, lanzándolo en una carrera hacia adelante, esquivando algunos disparos enemigos y virando para dirigirse en línea recta hacia la dotación de armas pesadas. Los sorprendidos artilleros no tuvieron tiempo de apartarse siquiera, siendo arrollados y aplastados por las orugas del transporte. El cañón automático de la torreta empezó a disparar sobre el semioruga dañado, logrando varios impactos, mientras que la compuerta trasera se abrió y del interior surgieron los infantes drafelivanos, uniéndose al combate.

Desafortunadamente, la carga del operador les había situado en una posición desfavorable, ya que más enemigos surgieron a su alrededor, incluyendo una posición de ametralladora y otra dotación de armas pesadas. No obstante, el Omnissiah debía de estar con los soldados del Mundo Forja, ya que los disparos de los traidores no causaron daños entre ellos, si bien el cañón automático tenía una buena posición de tiro sobre el flanco del Chimera y podía llegar a ser un peligro.

Atacado de frente y ahora por el lateral, aquello podía haber acabado en desastre para los drafelivanos, pero, igual que el Omnissiah había protegido a los suyos, también el Dios Emperador guió la mano de sus fieles. Con el tirador abatido, Murat Demir tuvo que cambiar de objetivo, teniendo tan solo a la vista a los semiorugas. Quizás su láser largo pudiera atravesar el blindaje y darle a algo importante, pero no lo suficiente como para marcar la diferencia. Decidió arriesgarse, y tras apuntar cuidadosamente, apretó el gatillo.

El haz láser entró limpiamente por la fina abertura que suponía el visor del conductor, y también por el ojo de este. El cadáver se sacudió hacia atrás y luego hacia delante, cayendo sobre el voltante. El semioruga empezó a virar sin dejar de moverse hacia adelante... dirigiéndose directamente hacia su gemelo. El choque fue brutal, puesto que el semioruga impactado fue lanzando varios metros hacia el lado con el lateral totalmente abollado, arrollando a un soldado enemigo. El que había embestido quedó parado en el sitio, sin muchos daños aparte de los causados por los disparos. Pero en ese momento entró en juego el bólter pesado de Sui Hui Ying, que acribilló el vehículo sin descanso. Uno de los proyectiles explosivos llegó a colarse por algún agujero hecho con anterioridad, detonando en el interior... y desatando una reacción en cadena que causó la detonación completa del semiouruga, estallando con semejante fuerza que era imposible que nada hubiera sobrevivido del interior.

En un par de sucesos fortuitos, los refuerzos enemigos habían quedado casi neutralizados y parecía que nada parecía detener la ofensiva imperial. Tan solo quedaba un último empujón, y aquella calle sería suya.

Sin más enemigos a los que poder disparar el Murat y su compañero se vieron obligados a cambiar de posición. Con un simple.- Nos movemos.- Los dos soldados empezaron a correr calle arriba. Al moverse, su capa de camaleonina dejó de ofrecerles su protección, aunque el tirador confiaba en que ningún enemigo les localizara en su carrera.

Aquella maniobra había sido temeraria, pero Zhao estaba harto de quedarse quieto. Gritó en binario que dejaran de subestimarle mientras cargaba directo hacia el fuego de armas pesadas, maniobrando a izquierda y derecha, y ya fuera por su pericia o por la égida del Omnisiah sobre él, ninguno de los disparos impactó en el blanco. El blindaje repiqueteó, intacto, y los soldados no tuvieron más opción que abrir los ojos desmesuradamente mientras una mole de plastiacero y ceramita les pasaba por encima. 

Zhao sintió sus cráneos reventar como huevos crudos bajo sus orugas, y el espíritu máquina hizo temblar todo el vehículo de satisfacción cuando sus ruedas se llenaron de sangre hereje. A pesar del júbilo, sabía que tampoco podía tentar más a la suerte: la maniobra le había dejado muy adelantado de las líneas amigas, y rodeado por completo de artilleros enemigos que ahora tenían a tiro su blindaje lateral. No podía avanzar más o se expondría aún más a las armas pesadas, así que activó el comunicador y habló en binario a los drafelivanos tras el tanque. 

-Retirada ordenada hasta nuestras líneas, estamos demasiado expuestos. Seguid disparando a esas armas pesadas. 

Cerró el comunicador y esperó a que le hicieran sitio para retroceder con el vehículo. Mientras tanto, ordenó a Ming que disparase de nuevo, pero el blindaje, aún intacto, desvió sus disparos. 

Waldemar, tras guardar su escopeta y equipar su lanzagranadas, observó como el Emperador guiaba las armas de sus compañeros y tras ello, logró escuchar muchas explosiones. Los oídos retumbaron, pero bien sabía que eso indicaba que sus compañeros estaban avanzando. Preparándose, le hizo un gesto a Ejulf, y comenzó a correr, con toda la fuerza que su cuerpo le permitió, en línea recta, para así después unirse al resto de sus compañeros.

Einar estaba empezando a cansarse de aquella situación, por más que intentaba llegar hasta los enemigos, solo veía como alguien llegaba antes y su ansia de catar sangre, quedaba frustrada. Así que con un grito de frustración, corrió hacia el siguiente enemigo.

-MALDICIÓN

La situación acababa de dar un vuelco que no se imaginó. Tras despachar a aquel despjo, Nereida sintió la presión en todo su cuerpo de la andanada de artillería, avanzó mientras el chimera se estampaba contra una posición enemiga y los vehículos herejes empezaban a sufrir serios daños. No se imaginó como estaba pasando eso, pero sin duda no iba a cuestionarlo a nadie. Nereida emprendió una rápida carrera como acostumbraba, controlando la respiración y el ritmo de sus zancadas, adelantando por la derecha a varios soldados imperiales, entre ellos, la sacerdotisa Rabiah - ¡Por su derecha Hermana! - le gritó para avisarla que iba a superarla - ¡Gloria Imperator! - le volvió a gritar cuando ls sobrepasó, siguiendo su carrera hasta que acabó lista para golpear a dos soldados traidores - Hola - los saludó con una sádica sonrisa.

La cornisa siguiente era segura por el momento. Mientras todo explotaba más adelante, Desastre afianzó la cuerda de arnés de descenso a la cornisa y disparó con su pistola gancho al siguiente edificio. Hizo una señal a 35. Era el momento de cruzar, desde ahí tendrían una posición de tiro más avanzada.

Quedaba claro que este no era mi día y en cuanto había tomado una posición optima de disparo, o el enemigo se había retirado o había muerto por las acciones del resto del ejército imperial. - Maldita sea, otra vez. No me quedaba mas remedio que correr a otra posición esperando que ahora si, pudiese servir al esfuerzo imperial. 

-¡¡Por el Gran Lobo, Jarl!! ¿¿Acaso tienes miedo de que la batalla acabe antes de que lleguemos?? Las explosiones seguían retumbando por toda la calle mientras Jarl y Snarl continuaban su alocada carrera hasta donde se encontraba el penal Gabarri. Se lanzaron al otro lado de la barricada, resoplando por el esfuerzo y secándose el sudor mientras se colocaban de espalda a los sacos terreros.

Fue entonces cuando Jarl se percató que estaban junto a la comisaria Kriemhild y a Sigurdson y casi media docena de enemigos mutilados o calcinados. -Milady, ungtblod- saludó haciendo el signo del aquila con la palma de una mano -si me dan unos segundos de descanso, me ocuparé de los tiradores de esa azotea- señaló por encima del hombro.

Los imperiales se centraron en avanzar, buscando capitalizar el destrozo que habían causado el disparo de Murat y el Chimera de Zhao entre las filas enemigas. Nereida, Rabiah y los varangianos Einar y Waldemar corrieron hacia el frente, ambas mujeres saltando sobre una barricada, impidiendo que sus defensores siguieran disparando a los suyos, aunque a cambio se centraron en atacar a la comisaria y la religiosa. Imitándolas, la pareja de ogretes cargó también contra la posición artillera, abalanzándose sobre los operarios que poco podían hacer contra sus corazas y escudos.

Los más rezagados también cogieron buen paso, incluyendo el sargento Ynestrillas que interrumpió sus arengas para situarse más cerca de los suyos, y el psíquico Brotinn, que necesitaba mayor cercanía para usar sus poderes de forma segura. Entretanto, el grueso de los soldados se posicionó como pudo para hacer frente a los nuevos tiradores, y abrió fuego, hiriendo a varios y acabando con otros tantos enemigos, mientras que los del Mecanizado retrocedían para dar espacio suficiente para maniobrar al Chimera de su camarada, sobre el que llovían varias granadas que por fortuna no lograron más que arañar su blindaje.

En las azoteas, los Hienas se valieron de sus ganchos de ascenso para formar tirolinas por las que se deslizaron hacia el siguiente edificio, corriendo a buscar cobertura cuando fueron recibidos con fuego de rifle automático que logró acertar en alguno de ellos. Aun con todo, parecía que la resistencia enemiga empezaba a flojear. No quedaban demasiados enemigos y el semioruga que quedaba, seriamente dañado, seguía inmóvil tras el impacto.

Pero nada podía resultar nunca tan fácil. Nuevos refuerzos enemigos llegaron, y tal y como había pronosticado Jarl al inicio de la emboscada, esta vez los encabezaba un psíquico renegado, entregado al servicio de los Poderes Ruinosos.

— ¡BRUJOOOOO! ¡BRUUJOOOOOO! — empezó a extenderse el grito entre los soldados imperiales, encogiéndose el corazón de todo aquél que lo escuchara. Una cosa era enfrentarse a hombres y mutantes, pero criaturas impías que esgrimían el poder de la Disformidad era un asunto totalmente diferente.

El psíquico flotaba sobre el aire, levitando a unos cinco metros del suelo. Tras él, más bestias, otras dos moles mutantes y un nutrido grupo de soldados traidores se apresuraba por llegar al combate. Entre el gentío, un ojo avizor podía distinguir que algunos llevaban con ellos armas y equipo especial.

Por si fuera poco, por una de las callejuelas laterales que habían sobrepasado ya, empezó a surgir una turba de mutantes, igual que de la otra había surgido uno de los deformes grandotes junto a sus monstruosidades de cuatro patas.