Partida Rol por web

Rabiah no podía dejar de escuchar los susurros hereticos en el fondo de su mente. Sus dientes rechinaban, tratando de ahogar esos sonidos a base de pura furia religiosa, pero eran insidiosos como todas las armas del enemigo. Bien, si tenía que escucharlos, que así fuese. Ella podía llevar esa carga, pero se aseguraría de hacer menor la de los suyos. A plena voz en grito, comenzó a lanzar un aullido, primero sin forma, pero que luego se transoformo en el tipico "Imparator Akbar" que solían repetir los devotos en sus rezos. 

¡Fieles al emperador! ¡Uníos a mí en un grito de desafío a los poderes ruinosos y sus despreciables canticos! ¡Ahogad sus voces en un mar de voces fieles a Su luz ahora para poder ahogar sus cuerpos en un rio de su propia sangre despues! ¡El Imparator protege! 

El último cambio en la logística había resultado provechoso para los tabrisianos, quienes ahora estaban enfundados en sendas armaduras de caparazón, y empuñaban armas con estructuras de madera, en cuya superficie estaban talladas numerosas oraciones que eran comunes en Esperanza de San Tabris.

Hamza y Serkan cubrían la diestra de la sacerdotisa, y definitivamente compartían su intranquilidad al respecto de los cánticos, mirando a todos lados, intentando divisar el origen de aquellos heréticos himnos, sin lograrlo. No tardó en unirse a las voces que daba Rabiah, al principio de manera ahogada, pero conforme avanzaba en los rezos, su voz cobraba fuerza.

- ¡El Imparator protege! -bramó, entre cánticos y salmos.

Vacío. Vacío. Vacío. Vacío... Tanto drama por entrar en la puñeterza fortaleza y resulta que los malos se habían ido hacía días. A juzgar por el estado de las cosas, puede que incluso semanas. Desastre se ajustó el notable peso que llevaba encima y siguió avanzando por los pasillos. Se alegraba de volver a tener dos brazos útiles, se había deshecho de los guantes y estaba listo para la acción. Y encima le habían esquilmado munición. Los hijos de puta de intendencia siempre contra el pequeño y mediano empresario.

Y entonces empezó el ruido. Primero solo un zumbido, como los grillos irlandianos después de una lluvia de verano. Algo plomizo, pesado e insistente. Hacía que le doliera la cabeza, como trabajar con resaca cerca del generador o la vez que le tocó turno de pulir planchas de ceramita. El chirrido seguía en sus pesadillas. La comisaria gritaba órdenes por encima del ruido y Gabarri señaló un punto en la oscuridad, más allá del callejón, pero falló a lo que fuera. Como fuese, los disparos de acompañamiento de 35 hicieron su trabajo, quien estuviera allí tendría que agachar la cabeza.

Einar se sorprendió ante la calma que aparentaba su compañero Jarl. Tenía que aprender de él a mejorar sus nervios. Tan pronto le dieron a él el auspex, sintio un poco de tranquilidad interna. Si no podía ver al enemigo, y por lo tanto, dispararle, al menos tenía algo en lo que mantener la mente ocupada: intentar encontrarlos en aquel cacharro. Claro que a é, tampoco se le daba muy bien aquel cacharro en concreto.

-Toma, Waldemar, quizá tú te entiendas mejor con esto.

y de nuevo, retomó su arma a la mano, puesto que nada más podía hacer ya.

Waldemar avanzó con mucho cuidado mientras llevaba la escopeta lista y preparada en mano. Sabía que en combates de corta distancia le serviría muchísimo, y una situación como los asaltos se necesita armamento de ese estilo. Miró a sus alrededores, a sus compañeros, unos extraños cánticos habían comenzado, y no podía identificar de donde fuera que venían. Observó el Auspex que les entregó su compañero a Einar y el, y tras mirarlo unos segundos, dijo;

-Ni puta idea que hace. Guárdalo en la mochila Einar, no se lo que está pasando, pero los cánticos solo son un mal augurio, que el Emperador nos proteja, cubre tu espalda contra algo, debemos prepararnos para lo peor. –

Dijo, mientras miraba a todos los alrededores, intentando mantener la compostura.

La fuerza de ataque se detuvo durante tan solo un momento. Al ver que la inacción y la angustia empezaban a extenderse entre la tropa, los oficiales y líderes varios trataron de mantener bajo control a la masa y que no se dejaba llevar por los temores provocados por una treta tan burda como aquella. Los gritos de la sacerdotisa Rabiah fueron particularmente efectivos, y alrededor de ella, los soldados empezaron a gritar también, alzando himnos, gritos, salmos, canciones, letanías, oraciones e insultos con los que acallar los insidiosos cánticos. Los devotos tabrisianos en particular destacaron con su fervor sobre los demás, cuando entonaron a coro una canión de su mundo natal, "Alma de Esperanza".

A través del más salvaje invierno
A través de la caída del sol
Ardientey brillante es Él

A través de la lucha más dura
A través de la sangre que derramamos
Ardientes y brillantes somos nosotros

A pesar de que todavía podían sentir aquellas voces en el fondo de su cabeza, los imperiales recuperaron la confianza, y volvieron a avanzar. Muchos trataron de encontrar el origen de las voces , pero a pesar de las aguzadas vistas y los dispositivos de detección que llevaban con ellos, tan solo unos pocos lograron darse cuenta de qué era lo que estaba profiriendo aquellos cánticos de lengua blasfema.

Desde el Chimera de Zhao, la matriz augur de la visioingeniera detectó algo, lo mismo que el penal Gabarri descubrió con su auspex, aunque más porque el aparato detectó una frecuencia de emisión que porque revelara la presencia de enemigos. Aquellos cánticos estaban siendo reproducidos por toda la calle, seguramente por toda la Ciudadela, a través de un sistema de altoparlantes escondidos entre los edificios. Algunos fueron avistados, y pronto hubo quien trato de acallarlos con disparos, aunque con poco acierto.

Entretanto, la fuerza siguió adelante. El enemigo debía de saber donde estaban, era imposible que no estuvieran controlando su progreso por las desiertas calles grises de la Ciudadela, de modo que no importaba que estuvieran revelando su presencia con disparos sueltos y gritos para ahuyentar el mal, destacando sobre ellos la canción que seguían entonando los Devotos.

Camina a Su lado, demuéstrale tu valor
Entrega tu alma, gánate Su favor
Entonces regresa a casa, triunfante
Ardiente y brillante

Y justo en el momento en el que finalizaban los últimos versos de la entonada tabrisiana, una explosión sacudió la vanguardia de la fuerza de ataque. Uno de los Hienas que caminaba por delante del resto voló en pedazos cuando activó alguna trampa enemiga, y pronto lo siguieron dos más. Y de repente, se hizo el caos.

La columna se vio bajo ataque cuando disparos surgieron por delante y por encima de ellos. El enemigo hizo acto de presencia por fin, aunque seguía sin dejarse ver. Los imperiales empezaron a responder al fuego, y pronto toda la calle quedó envuelta en el humo de las explosiones, la vibración de las armas más pesadas al disparar, las órdenes y los gritos de dolor, y el tableteo de los rifles automáticos y láser.

Todavía subido al Leman Russ sobre una de las barquillas de bólter pesado, que en esos momentos abría fuego , el Lord Comisario Holt trataba de organizar una respuesta al ataque enemigo, dando instrucciones y órdenes a todo oficial sobre el que se posaban sus ojos — ¡Comisaria Kriemhild! — le ladró Holt en cuanto la tuvo a la vista — ¡Coja un grupo y rodee al enemigo! ¡Hay que flanquearlos por las calles laterales!

Holt no esperó a que Nereida cumpliera la órden, no era alguien acostumbrado a que se le desobedeciera y tenía que comandar su propia parte de la batalla. Encendiendo su espada de energía y dando un par de golpes a la coraza del blindado para que avanzara, dirigió a la vanguardia de la columna a enfrentarse con los herejes. La fuerza de ataque empezó a dividirse, dividiéndose en varias columnas que se separaron de la principal para meterse en las calles secundarias en busca de una forma de atacar al enemigo por el lateral.

Nereida encabezó a los Hienas que logró reunir, seguida del Chimera de Zhao y escuadras de los Zapadores, Granaderos y Devotos. Dejando atrás el combate, el grupo avanzó por una de las calles perpendiculares hasta encontrar un nuevo cruce que llevaba hacia la misma dirección que estaban siguiendo antes. La nueva calle, bastante más estrecha que la principal, se hacía incluso más angosta a media que se perdía en la distancia. Al pie de los edificios, podían verse algunas defensas preparadas, sacos de arena y alambres de espino, pero nada más. Y estaba igual de desierta que lo había estado la otra hasta que los herejes habían decidido atacar. Incluso los cánticos parecían escucharse con más debilidad.

Su única compañía, era la de los cadáveres a medio descomponer que se mecían en lo alto, colgados de los pies de cables tendidos entre los edificios. A pesar de su estado y de la altura a la que estaban, eran reconocibles en ellos todavía retazos de uniformes imperiales.

Y allí estaban. La situación se había rebelado por fín y ahora a Nereida le tocó el honor de liderar a un pequeño grupo que inició una maniobra de flanqueo para apoyar a la columna principal y cortar la defensa caótica que tenía copados a Holt y las demás fuerzas Imperiales. La calle que se presentó ante ellos, más estrecha de lo que le gustaría los esperó. 

Aún no había enemigos a la vista, la emboscada se daría pronto, estaba segura de ello, pero por el momento, nada podía hacer más que gritar órdenes como se le había pedido - ¡Reclusos! ¡Cuatro que suban a esa azotea - indicó con el puño de combate la cadena de edificios que quedaba a su derecha - y avancen por encima nuestra eliminando tiradores apostados! ¡Vosotros cuatro! ¡Lo mismo por esos otros edificios! - y señaló los de su izquierda - Recluso Gabarri, que su auspex eche humo ¡YA! - giró el rostro - ¡TODO EL QUE TENGA UN AUSPEX QUE EMPIECE A USARLO! - bramó.

Se llevó la mano libre al interior de su abrigo, presionó la runa de activación y la comisaria se vio rodeada por una esfera casi imperceptible, que distorsionaba ligeramente la luz y su silueta. Nereida avanzó para dejar pasó al chimera - ¡El chimera en cabeza! ¡Los demás avance a paso ligero cubriéndose como buenamente puedan! ¡LA ORDEN ES AVANZAR! ¡TENEMOS UNA LÍNEA QUE ROMPER! ¡EN MARCHA! - y alzó el puño de combate cerrándolo y haciendo que crepitara con intensidad.

El ambiente era bastante siniestro, pero Jarl no se atemorizó. -Camaradas, que uno de vosotros se acerque a esa rejilla con un par de los nuestros. Usad el auspex para aseguraros que nadie nos embosca desde el subsuelo. Si es el caso, un par de las granadas de fragmentación que tan graciosamente nos ha proporcionado el Monitorum seguro que les arruinan el día, ¿ja?- les dijo a Einar y Waldemar. No era su superior, pero tras la muerte de Yngvarson era lo más parecido a un suboficial que quedaba en la unidad, y esperaba que su veteranía pudiese ayudarles a salvar el pellejo.

El resto, mejor sería avanzar protegiendo al chimera. Ya sabéis lo que pone dice el Manual de Perfeccionamiento: cualquier blindado sin apoyo es presa fácil para la infantería equipada con antitanques -apuntó- mientras, yo me aseguraré de que no nos acechan desde el Inmaterium.

Un institintivo "a la orden" salió de la boca de Einar nada más escuchó a Jarl, y se puso manos a la obra.

La rejilla estaba más lejos de lo que parecía, y aunque de momento no se veía ningún enemigo, eso no significaba que pudiese haber algún tirador escondido. Parecía que las hienas que ya se estaban desplegando no recibían ningún disparo, pero siempre es mejor prevenir que curar. Corrió.

Una vez cerca de la rejilla, usó aquel cacharro llamado Auspex, para comprobar que no había una emboscada preparada en el subsuelo. El cacharro pareció funcionar.

El ambiente siniestro en la ciudad intranquilizaba a Murat, pero el Emperador estaba con ellos e iluminaba el camino de los justos. Siguiendo las instrucciones de la comisaria, avanzó a paso ligero junto con el resto de devotos siguiendo a la Imán Topal.

Los insidiosos cánticos solo habían sido acallados gracias a nuestra fe en el sagrado Emperador y gracias a su guía no temíamos mas que a fallar ante sus ojos, fue en ese justo momento cuando empezaron los disparos del enemigo y sus acciones de guerrilla para detener nuestro avance. Pero el enemigo no contaba ni con unas tropas tan preparadas como las nuestras, ni con la tenacidad de nuestros oficiales que ya estaban ladrando ordenes para todos.

- Entendido, comisaria. 

Afianzo el arma y me preparo a avanzar tras el chimera, el pasillo era demasiado ancho como para conseguir un disparo certero si sobresalías demasiado. 

El espíritu del medicae se sentía jubiloso por aquellos cantos que, gracias al tesón de la sacerdotisa, habían unido a todos los guardias en un mismo sentir. No obstante, aquel momento de alabanzas pronto se vió empañado por el sonido de explosiones y disparos, sus enemigos finalmente se habían hecho presentes, y ahora era el momento de presentar ofrenda al Emperador de otra forma: destruyendo a sus enemigos.

Sin embargo, el Comisario Holt tuvo a bien enviar una escuadra por los laterales, para tratar de flanquear al enemigo, dejando a la Comisaria Nereida al mando, una mujer de gran valor, sabía Hamza. El medicae no dudó en otear el panorama, aunque la verdad sea dicha, no pudo ver mucho, pues estaba enfocado en los pobres diablos que colgaban por los pies. Sus últimos sacramentos tendrían que esperar, lamentablemente.

Con el cañón del rifle láser apuntando a las ventanas por las que iban pasando, el tabrisiano avanzó junto a la sacerdotisa, siguiendo las órdenes de Nereida.

Con el zumbido todavía en la cabeza, Desastre se deshizo de la carabina láser (que pescó 35) y sacó el gancho. Avanzó buscando la cornisa al tiempo que disparaba al alfeizar. Tardaría un poco en subir, pero al menos estaría un poco cubierto.

Rabiah llevó su espada sierra hacia adelante, en un gesto que ordenaba el avance. Los suyos parecían verla de la misma forma que el resto de regimientos veía a sus sargentos, y aúnque no le entusiasmaba la idea, aceptaba ese papel, por el bien de los hombres, que necesitaban una figura de liderazgo tras las decepciones que habían sufrido con sus antiguos lideres. Sus palabras en cambio habían perdido fuerza, con la intrusión en su mente de esos susurros enemigos. 

El grupo de flanqueo moderó su velocidad al saber que seguramente más adelante les esperaba una trampa. Mientras los Hienas se dispersaban hacia los lados para empezar a escalar hacia lo alto de los edificios, el Chimera se situó a la cabeza de la formación, protegiendo con su blindaje a la infantería. Nereida avanzaba a su lado, con los varangianos y tyvianos detrás del vehículo. Los ogretes se movían entusiasmados hacia adelante, poniéndose también a la altura del transporte, mientras que los Devotos quedaron algo rezagados escuchando las palabras de su sacerdotisa.

Estaban a punto de alcanzar las líneas de alambre de espino que suponían el primer obstáculo, cuando de pronto el enemigo salió de su escondite. De detrás de las barreras de sacos de arena, y de las azoteas de los edificios cercanos, de repente surgieron docenas de rostros enmascarados con aquellas capuchas llenas de símbolos impíos. El sonido de los rifles automáticos al disparar llenó el aire cuando descargaron su primera andanada sobre los imperiales, tan solo superado por el de una pareja de ametralladoras pesadas que tenían una posición perfecta para acribillarles.

Tan solo el escudo que suponía el Chimera, y la pared viviente que suponían los ogretes con sus paveses impidieron una matanza. Las balas repiquetearon y rebotaron contra los blindajes, por suerte para los que se cubrían tras ellos. Algunos no la tuvieron tanta, puesto que desde las azoteas el enemigo tenía mejor visibilidad. Uno de los Hienas cayó al verse sorprendido por el fuego, al igual que un Zapador demasiado al descubierto y un Granadero de la retaguardia, mientras que Desastre McKnife veía como una de las ametralladoras le dedicaba su atención junto a uno de los penales, que ya sangraba allí donde lo había alcanzado un proyectil.

La peor parte se la llevó el soldado Onorato de Lascaris, que quedó derribado al suelo por varios impactos. Resistente como todo tyviano, trató de incorporarse de nuevo, cuando un nuevo impacto le dio de lleno en la cabeza, esta vez para dejarlo muerto del todo. Pero el sonido del disparo no había sido el de un rifle automático. La voz corrió rápidamente entre los imperiales, que trataron de ponerse más a cubierto: el enemigo contaba con francotiradores ocultos.

Mientras los leales al Emperador se aprestaban a responder a la emboscada, el psíquico Brotinn había quedado rezagado, concentrado en sus habilidades sobrenaturales. Ni siquiera sus propios compañeros de regimiento se mantuvieron a su lado, nadie quería estar algo que podía sacar fuerzas de la Disformidad... y quizás algo le siguiera al otro lado.

Mientras los demás avanzaban y el combate empezaba, Brotinn se sumió en el plano inmaterial, tratando de encontrar algun indicio de que el enemigo se estaba valiendo también de las artes arcanas. La distancia a la que podía llegar a enviar su presencia era cada vez mayor, pero no tuvo que ir muy lejos antes de detectar algo. A poco más de un kilómetro de distancia, una que se iba reduciendo poco a poco, pudo ver otra alma inmersa en el Gran Mar. No había duda alguna. Otro psíquico se aproximaba a la batalla desde el lado contrario, y quién sabe si no habría más de uno.

Mientras los demás avanzaban y el combate empezaba, Einar se aproximó a la rejilla del suelo más cercana. Quizás estuviera pecando de precavido, pero cuando se trataba del Archienemigo, siempre era mejor prevenir que curar. Familiarizándose con el auspex, este le mostró numerosas señales en su pequeña pantalla, sin duda los signos de vida de amigos y enemigos por igual. Demasiados como para formar una imagen clara de la escena, o para saber si había algo inesperado por debajo de ellos.

No obstante, el aparato si le mostró algo nuevo. Desperdigadas por la calle, detectaba varias señales a ras de suelo. Un vistazo rápido hacia uno de aquellos puntos le permitió comprobar que a simple vista, allí no había nada. Fuera lo que fuera, estaba oculto bajo el suelo de la calle. No hacía falta pensar mucho para saber de qué se trataba, tampoco era la primera vez que el enemigo se valía de trampas y artefactos explosivos improvisados.

Había luchado poco en guerra urbana, así que en este entorno no estaba tan familiarizado, pero sabía, por escuchar a otros soldados, que cada esquina era mortal, y si no llega a ser por los ogretes y el chimera, muchos estaríamos muertos, pero el enemigo había mostrado su cara, así que tenia que buscar una posición para disparar y salir del fuego cruzado, pues en mitad de la calle, estaba totalmente expuesto, así que corro hacía detrás de una pare para cubrirme.

Y ahí estaban, los habían sorprendido y los traidores se llevaron las primeras sangres; eso no podía quedar así. La comisaria se giró un segundo viendo la situación de los suyos, como algunos seguían atrasados. Los habían pillado en mala posición, como cabría de esperar, pero lo que inmediatamente le preocupó, fue el disparo de un rifle de precisión; todos lo vieron claro, el caído cayó antes de que sonara el disparo. Apretó la mandíbula y desenvainó la espada de energía, alzándola al cielo, como cortándolo - ¡ES EL MOMENTO DE ATACAR! ¡DEVOLVED EL FUEGO! ¡AVANZAD! - tenían que salir de ahí, si se estancaban, serían todos masacrados, pero si avanzaban y tomaban posiciones enemigas, podrían tener una oportunidad - ¡POR EL IMPERIO! ¡POR EL DIOS EMPERADOR! - bramó, algo ida y emprendiendo una alocada carrera, moviéndose a gran velocidad hasta superar la primera trinchera, trabándose con dos traidores, lista para acabar con ellos si no la mataban antes a ella.