Partida Rol por web

Cuando quedamos atrapados por las raíces, cuando me golpeé, cuando las rocas se movieron más y más rápido, cuando me quedé en el suelo, sin saber que hacer, cada vez más magullado, tenía la mirada perdida, como quien está en otra parte. De hecho, no vi ni como Desmond estaba luchando contra sus sombras, pues yo mismo... era presa de ellas.

- Si, si Zanduräs, seré para ti, caeré en ese río para unirme y dar mi vida por tu causa. Soy tuyo. - Dije, mientras saltaba de la roca en la que estaba al vacío. 

Pero no me esperaba que Militsa lo intentara de nuevo, así que con su hechizo, consiguió detener nuestra caída. Y entonces mi mente se despejó. Pero no me esperaba aquella escena desoladora que vieron mis ojos. Lo que vi a través de la vaina invocada por la druída que nos retenía de la caída... fue... indescriptible.

Alantar no me caía bien. De hecho, le tenía inquina, y mucha, pero no deseaba su muerte, y menos de aquella manera. No tuve tiempo ni forma de intentar detener a Desmond, poseído por sus sombras, pues yo mismo estuve peleando contra ellas mismas. Tanto, que me hicieron saltar a mi tambi La caída de Alantar fue gloriosa. Digna de una canción. Como la desgracia, la caída, cada vez mayor, de Desmond. Pero en la muerte del paladín su poder nos dejó deslumbrados, y su luz intentó purificar nuestras sombras... Pero me resistí, me aferré a mis energías para resistir. Y miré a la Fuente. 

- ¡Voy, voy a ir hacia la Fuente!. Como pueda. Tenemos que llegar. Voy a ir, ¡voy a intentar llegar! - Grito desde el saliente, mientras me dirijo, con toda la energía que me queda, hacia la Fuente. No se para que, no se qué podré hacer allí, pero quería llegar. 

Eranor no podía creer lo que había visto, Desmond, sin lugar a dudas poseído había matado a Alantar. Desmond no era dueño de sus actos, pero estaba claro que no era buena idea que estaría armado junto a ellos, para ir matándolos cuando la entidad lo decidiese. Cuando llegaron al fondo, se acerco hasta Desmond apuntándole con su arco.-No eras tu, y por eso tan solo quiero que guardes tu arma, y volver a atar tus manos. Esta claro que no podemos confiar en ti, mientras esa entidad este en tu interior, volverá a intentar matarnos a todos.-Espero a ver la colaboración de Desmond, porque estaba claro que con el armado el resto estaban en serio peligro. Y al parecer no era el único al que controlaba Zanduräs, ya que Rupert, parecía hablar con la misma entidad. 

Menuda situación, habiendo alcanzado el destino, en el que luchar por su mundo, solo podía confiar en Militsa, enemigos fuera y dentro, estaban rodeados de amenazas. Abría que estar más alerta que de costumbre, o no lograrían su objetivo.

Todavía en estado de shock ante la precipitada muerte de nuestro paladín y la grandiosidad de ver el poder de su dios Pelor para recuperar su alma, irradiando una luz cegadora entre las tinieblas, tan sólo, el golpearme en la espalda después de volver a caer, me saca de mi ensimismamiento.

Me pongo en pie y con la mirada, busco a mis compañeros, además de distinguir algunos objetos de Alantar, un pellizco en el estómago me recuerda la fragilidad de la vida. Me tomo un segundo para recordar al valiente paladín que nos ha acompañado y en silencio, dedicarle unas palabras para honrar su memoria antes de tomar su escudo.

Aún junto a sus posesiones, tomo además su espada y miro con recelo hacia la ubicación de Desmond, me sitúo de manera que pueda ver acercarse hacia mí a mis tres compañeros. Alzo la voz para llamar a nuestro guía para que se una a mí -Eranor, ¿puede acercarse hasta aquí?, por favor-

Desmond clavó su espada en el suelo y alzó un brazo, cubriendo sus ojos ante el doloroso castigo divino que Alantar liberó sobre él. Su cuerpo ardía como si se hubiera sumergido en agua hirviendo, y aunque la sensación de sus nervios siendo arrasados no duró demasiado, el dolor permaneció después. Abrió los ojos con lentitud después, posando la mirada sobre la sangre en el filo de la espada.

El cuerpo de Alantar, en cambio, ya no estaba ahí. Lo único que quedaban eran reliquias abandonadas. Y sin embargo solo hacía falta girar la cabeza para comprender que todos habían sido testigos de su crimen. Había fracasado. Había fracaso desde el principio. Jamás había tenido la oportunidad de resistir a un poder como ese. ¿O quizá la realidad era que siempre había tenido oscuridad dentro? ¿Que jamás había sido tan noble como había dado a creer? Ya no lo tenía tan claro. Hasta los recuerdos parecían desvirtuados.

Llevó la mano al odre que colgaba de su cintura. Sorprendentemente, todavía tenía vino, y bebió de él con tanta urgencia que un poco resbaló por sus labios y manchó su barbilla antes de que lo desechara, lanzándolo a un lado. No ayudaría demasiado con el dolor, pero al menos le ofrecería el tipo de consuelo que solo la bebida puede ofrecer. Entonces escuchó su voz.

—No puedo hacer eso, Eranor —respondió lentamente—. Puedes pedirme que me aleje o que me quede aquí. Pero no voy a dejarme atar en un sitio como este.

No sabía donde había ido todo lo que había visto. Llegaría en cualquier momento, y entonces no quería estar desarmado. Pero, aun así, tampoco se movió en dirección de sus compañeros, ni alzó el arma. Su conflicto, en ese instante, era interno.

Desmond no quería ser atado de nuevo, pero armado no podía estar cerca de ellos, o volvería a matar a otro. Para Eranor, todos estaban muertos, desde que atravesaron el portal, estaba seguro de que no regresarían. Pero sus muertes, debían servir a un bien mayor, la supervivencia de su mundo. Y de momento, no lo habían conseguido. No podía dejar a Desmond que continuará como si nada habría hecho, eso sería propio de necios, y el no lo era.-Desmond, eres una gran amenaza para nuestra misión. Aléjate de nosotros, si te veo acercarte con tu espada, no dudare en dispararte. No quisiera tener que hacerlo, pero no podemos confiar en ti. Mira lo que acabas de hacer. Aléjate, y guarda tu arma, si te acercas con ella, no sabremos si eres tu o el demonio que te domina, y me veré obligado a atacarte.-Mala situación, tener que estar pendiente de Desmond, y de todo lo demás. No deberían haber venido con el, era una amenaza que ya había acabado con uno de ellos. 

Al escuchar las palabras de Militsa, se acerco hasta ella.-Militsa, te cubro, hemos de acercarnos a la fuente, aquí en el origen de todo, los cambios serán de mayor importancia y duración. Tenemos que tratar de cambiar el equilibrio, a eso hemos venido.-Lomo Plateado y el, se situaron junto a la sacerdotisa, y la protegieron de cualquier amenaza, sin quitar un ojo de Desmond. Estaban donde tenían que estar, ahora quedaba hacer lo que pudieran para cambiar el equilibrio de fuerzas, y estaba seguro de que no iba a ser fácil, pero para eso habían venido. 

También tuvo unos pensamientos para su amigo grifo, esperaba que nada malo le habría ocurrido, y que se encontrase bien, alimentándose de korrupción. O tendría otra víctima sobre sus hombros. 

Si Desmond se acercaba, no dudaría en atacarle, no podía dejar que matase a nadie más. Si no habría sido tan peculiar como era, habría hecho lo que debía hacerse, y habría acabado con Desmond, o lo habría intentado, pero Eranor, no podía hacer eso, no entraba dentro de sus posibilidades, bastante le costaba matar, como para hacerlo de forma similar a una ejecución, ni pensarlo. Pero si se acercaba, no dudaría, era Desmond o su mundo.

Cuando Eranor se acerca, le susurro -Quisiera proponerle que portara la armadura y la espada de nuestro paladín, no quisiera dejar un arma al alcance de ellos. La situación es bastante complicada, ya pudimos ver lo que hizo Desmond y hemos escuchado las palabras de Rupert a Zanduräs, no me arriesgaré. Ya una vez confié en ellos y mire lo que ocurrió, perdimos a un gran aliado, no volveré a cometer ese error, el equilibrio debe prevalecer por encima de la compasión. Espero que lo entienda- dicho lo cual me agacho a soltar la espada por si mi compañero quisiera tomarla.

Doy comienzo mi conjuro

{Druida del triángulo de la vida,

Permíteme crear un fuego purificador,

Que abrase la oskuridad reduciéndola a cenizas,

Que arda el alma oskura que acabó con el alma de luz}

Repito esta estrofa tres veces con cada uno de ellos, primero con Desmond y a continuación con Rupert.

Susurro apenada a Eranor con la espada de Alantar en mis manos, mirando hacia sus pertenencias. Y luego dejo la espada en el suelo y comienzo a rezar.

Observé mientras intentaba ir a la Fuente como Militsa y Eranor hablaban, y oí como Eranor indicaba a Desmond que ya no podía confiar en el. Me alegré de estarme alejando, no quería hacer nada tan duro, y tan doloroso. Así que aceleré mi movimiento. No quería mirar atrás. Quería llegar. Y qué pasará lo que tenía que pasar

Militsa reza, reza a su diosa madre, y concentra sobre ella la energía elemental que la rodea, que rodea este sitio, atrayendo las corrientes roja y verde de las cascadas. Su poder es grande, y trata de engañaros, pero algo la delata. El calor aumenta en vuestro interior. Un calor infernal, punzante, proveniente de la druida, pero que empieza a materializarse dentro de vuestros cuerpos.

—Créeme cuando digo, Eranor, que no dudo ni por un segundo que serías capaz de hacer el sacrificio si fuera necesario —respondió Desmond con tono ácido, su memoria todavía demasiado cristalina—. Pero no te pondré en esa situación. No hay nada para mi en la fuente, ni creo que en mi estado actual pueda ser de ninguna ayuda en purificarla. El camino... es vuestro.

Sintió que el corazón se le encogía por sus propias palabras. Acababa de asesinar a un hombre. Pese a lo que decía, sin ser capaz de controlar sus propias palabras, en el fondo sabía que no merecía ninguna piedad. Ni sabía si la quería. Todos los caminos tienen un final, y cada vez lo aterraba más el lugar al que llevaba el suyo.

En cualquier caso, dio un paso atrás. No tenía intención de seguirlos, no por su propia voluntad, por lo menos. De hacerlo difícilmente iba a poder salir nada bueno. Y en el fondo, él tenía una batalla diferente entre manos.

Volvió a mirar su espada. No pronunció las palabras, pero las pensó con tanta concentración como podía reunir.

Hay algo que me pregunto, Zanduräs. ¿Qué final tiene esto para ti?

No hablo del momento en que deje de ser útil y tomes el control de mi cuerpo, o lo desesches y consumas como hiciste con Zulira.

Hablo de lo que venga después.

Del momento en el que los mundos se extingan bajo el Kaos.

¿Qué ocurre entonces?

¿Qué valor tiene ser el más poderoso si no hay nada con lo que compararte?

¿Qué valor tiene el vivir en un reino de cenizas?

Hazmelo saber.

¿Cúal es tu propósito? ¿Por qué haces lo que haces?

La tensión es cada vez mayor para con Desmond. Eranor le apunta con su arco tensado, con una potente flecha cargada, mientras le advierte. A pesar de sus heridas Lomo Plateado le muestra también sus colmillos. A los pies del cazador, la druida arroja tanto el escudo como la espada del recién asesinado y ascendido paladín. La reacción de Desmond es hablar, y bebe de su odre de vino antes de hacerlo.

Militsa reza, reza a su diosa madre, y concentra sobre ella la energía elemental que la rodea, que rodea este sitio, atrayendo las corrientes roja y verde de las cascadas. Su poder es grande, y se centra sobre el bardo que intenta escabullirse a través de los túneles que conducen al interior de la Fuente.

El calor aumenta en su interior. Un calor infernal, punzante, provocado por la druida, cuyos ojos arden envueltos en llamas rojas y verdes al mismo tiempo. Es un calor extremo, abrasador, que empieza a materializarse dentro del cuerpo de Rupert, cerca de su corazón.

¿Final? Esto no es el final. Esto es sólo un principio.

Véravér istenéért!

Aún no lo entiendes. Los mundos no pueden existir sin el Kaos.

El Kaos es kreación, a través de la destrucción.

El Kaos está en todas partes. El Kaos es donde todo existe.

Véravér istenéért!

Mi propósito. Igual que el tuyo.

Servir a mi señor. Servir al Kaos.

Véravér istenéért!

Igual que el de todos. Traerle de vuelta.

Él ya viene.

Y su mera presencia aniquilará toda ilusión de Orden.

Véravér istenéért!

Las palabras de Desmond me llegaron vagamente. Ni las escuché, pero sentí su dolor. Casi lo compartía. Y quería acercarme a la Fuente. Algo se podría hacer allí... Quizás Militsa me lo pudiera decir, quizás me pudiera guiar. Y salvar todo.

¿Qué? ¿Qué pasa? Ya estaba acercándome, y de pronto, aquel calor. Se estaba haciendo insoportable. Aquel calor le recordaba a las fraguas de los enanos, así que intenté respirar, con calma. -Estoy tan cerca... Creo que puedo intentar llegar. - Mire hacia arriba, y vi como Militsa seguía rezando. ¿Seria ella la causa de que ese calor y dolor? -Me duele, dentro, muy dentro...- Pero relajé los músculos, respiré como los maestros forjadores enanos me habían enseñado, y me aferré a mi bastón. No se calentaba, y me daba la seguridad de que podría resistirlo: los años en las minas y antes intentar aprender las artes de forja habían hecho de mi alguien que podía resistir eso... Si me calmaba

Si no se acerca a nosotros, no le disparo. Pero si se acerca, como le estoy apuntando, dispararía sin dudarlo.

Y recojo del suelo el escudo y la espada de Alantar, y las coloco a la espalda, tratando de que no me molesten demasiado. Si es un gran estorbo a mis acciones, tendré que dejarlas, ya que soy muy malo en CC. Pero creo que voy sin a penas equipo, ni carga. 

Escuché las palabras de Desmond y al terminar, me agaché y recogí el escudo de Alantar. 

Miré a Eranor y le sugerí -No perdamos más tiempo aquí, será mejor que marchemos- dije mientras comenzaba a caminar en dirección al interior de la fuente con paso decidido, también quería ver qué le urgía tanto a Rupert encontrar.