Partida Rol por web

El día fue corto pero la noche fue más larga aún. El Taifun* se encargó de ello haciendo que lo que prometía ser un turno apacible de vigilancia nocturno se tornara en una pesadilla: las lluvias fueron torrenciales y parte de la tabiquería de algunas viviendas próximas fue levantada por la fuerza del viento.

Los soldados del Clan Escorpión encargados de la custodia de uno de los innumerables tramos de playa existentes próximos a la Aldea Umoeru no tenían permitido abandonar su puesto. Haciendo acopio de su fuerza de voluntad algunos como Mitsunari se amarraron a elementos próximos, sin embargo no siempre fue suficiente y la fuerza de la naturaleza actuó de manera implacable.

Las primeras luces del sol revelaron las consecuencias de ese desastre: Los restos de los cuerpos arrojados por toda la playa se encontraban de manera dispar, los pocos que sobrevivieron estaban haciendo acopio con sus últimas fuerzas para rasgarse el vientre y unirse a sus ancestros con el fin de enmendar el haber abandonado su tarea. Sin embargo poca importancia tenía aquello, un navío extraño se hallaba encallado en una cala próxima a la costa. Era de mayores dimensiones y con más mástiles de cualquier navío de los Mantis, de acuerdo a las descripciones de las leyendas tenía pinta de ser un navío Gaijin.

La llegada del turno había sido apacible. Cielo descubierto y aire quieto, claro que nadie podría predecir que la quietud y la calma serían los avisos previos del intenso Taifun que azotó la costa unas horas después. Sin saber que hacer, y sin el permiso para poder moverme del lugar para encontrar refugio, algo que no llegaba a entender pues nadie se atrevería a acercarse a la ciudad bajo estas condiciones, encontré un gran árbol de la mora cerca, cuyo grueso tronco parecía poder resistir la fuerza del intenso viento. 

Vi a muchos compañeros salir corriendo, huyendo de la terrible tormenta cuando esta llego, incapaces de soportar la dura prueba de los elementos, pero salir corriendo ya no era una posibilidad, ya estaba sobre nosotros con sus oscuras nubes que ocultaban la luz, y las enormes columnas de agua que arañaban el cielo al chocar con la costa y ascender. Otros compañeros, que también se habían atado a objetos cercanos, no tuvieron suerte, las raíces de mi árbol se adentraban en la tierra con fuerza, sus objetos no lo suficiente, y samurai y objeto eran arrancados de la tierra con facilidad. Temiendo la misma suerte, pedí a los dioses que no enviasen vientos más fuertes y que me permitieran seguir con vida.

Fijé la mirada hacia el frente, esperando lo peor mientras una y otra vez rezaba a los dioses con la misma plegaria. De repente, todo se paró, y la luz del Sol amaneció con el fin de la tormenta marina. Aun me encontraba dirigiendo las plegarias cuando mi mirada ausente volvió a la realidad. No sabía cuanto tiempo había pasado hasta que vi la luz.... la luz y algo más que la cola del Taifun había traído... un barco gaijin??

Observé mis manos, no sabía como habían sujetado mi arma con tanta intensidad, que no había sido arrancada, aunque mis dedos entumecidos tardaron un instante en ser capaces de abrirse de nuevo. Es hora de investigar que ha traído la marea. Me dije mentalmente mientras guardaba el Bisento para facilitarme subirme al navío encallado. 

Lentamente me acerqué hacia la nave... podría haber sobrevivido alguien a algo así? Miré los estragos en la playa, busqué otros supervivientes... si los había estarían aun afectados por el agua y la sal, por el violento viento. Nuevamente avancé agudizando los sentidos, prestando atención a los sonidos que no fueran los agónicos sonidos de supervivientes, o las olas que se acercaban al mar. 

Algunos cuerpos empezaron a aparecer en la superficie, eran rubios y pelirrojos, los ojos eran bastante grandes en comparación con cualquier habitante de Rokugan, y no hablemos de sus narices, parecían sacadas de los Tengus esculpidos en los templos. Nadie había visto ningún Oni sin embargo si alguien de los testigos en aquel lugar le diera rostro juraría que se parecería bastante al de aquellos cuerpos ahogados...

La nave se encontraba encallada sin embargo el acceso a esta implicaba nadar, entre los samuráis que se habían ido acercando a aquel lugar nadie sabía nadar, se acercaban cuanto podían sin embargo dejaban de avanzar al sentir el agua a la altura de su cintura. Mitsunari sin embargo acostumbraba a tal tarea desde su infancia, tal vez no era el mejor nadador sin embargo era capaz de flotar con estilo.

Tras haber esquivado cuerpos y maderos que flotaban de manera dispar sobre la superficie del agua, la percepción que obtuvo en aquel lugar no era la más alentadora, lejos de ser un tesoro esperando a ser descubierto aquel lugar hedía a muerte. El casco del barco afortunadamente permanecía lo suficientemente entero como para que las mercancías no hubiesen salido del lugar, la puerta a algún nivel inferior estaba abierta.

En la orilla varios se estaban afanando en reclamar a los pescaderos del lugar un bote para acercarse al vehículo siniestrado.

El olor a muerte se hacía cada vez más intenso al acercarme al lugar. Pero la muerte no podría haber llegado hasta ellos antes que a los que yacían en la orilla... no, ellos seguramente habían muerto antes, y la causa puede que aun estuviese allí por determinar o por descubrir. 

Con cuidado, me adentré en el interior del navío, dando gracias a que mi máscara ocultase y mantuviese parte del intenso aroma fuera. Mi mano derecha descansaba con tranquilidad sobre la saya gris de Yorukaze, preparado para cortar el aire y desvelar su fría hoja negra si fuese necesario.

Un cadáver más aparece en el recorrido del joven escorpión, presenta signos de gangrena y la pestilencia que despide es reconocible como el olor detectado nada más llegar al lugar, bárbaros salvajes sin apenas higiene.

Los pasillos apenas están iluminados a excepción de algún candil lo suficientemente protegido para ser capaz de resistir el embate de las tinieblas. La madera por su parte protesta ante los pasos del samurái, clama por su derecho al descanso tras haber sido castigada implacablemente por los Dioses. Aquello era una gran tumba de madera, la corteza de lo que en otro momento habría sido un orgulloso rey de los mares.

Sin embargo aún en su forma de vida rudimentaria, los Gaijin aún tenían grandes alardes de ingenio: tubos metálicos de gran tamaño se encontraban desperdigados en el último nivel, bolas de tamaño nada desdeñable que parecían representaciones en mayor tamaño de los mosquetes introducidos hace algunos años por los mismos salvajes pretendiendo difamar el arte del arco y la espada... Aquello parecía lo que se conocía como cañones, portadores de la muerte y emisarios de la destrucción.

Más arriba se escuchan voces que se reconocen como los soldados que quedaron atrás en la orilla, parece que los pescadores habían cumplido su lugar en el mundo una vez más.

Cogí uno de los candiles, el que más brillante parecía, y lo sostuve en alto para permitir que se iluminase el máximo espacio posible. Aquello podría delatar mi posición, pero después de todo, no debería haber nadie vivo en aquél lugar, a menos que acechase en la oscuridad, entonces requeriría verlo. 

Fui inspeccionando las salas conforme llegaba a ellas, abriendo las puertas y dejando que el candil iluminase, pero solo la muerte y la mala higiene de los gaijin fue la respuesta que recibía de mis indagaciones. No me consideraba, tampoco, un magistrado, por lo que poco podría averiguar. Yo era un soldado, y estaba allí para elaborar un informe previo que mis superiores pudieran estudiar para decidir que hacer con el navío, aunque por mi podrían quemarlo... claro que se podría salvar lo que encontré en la siguiente habitación.... Cañones, o así los había oído nombrar alguna vez, recordaba vagamente. 

Los sonidos llegaron de la parte superior, pero aun no estaba preparado para salir. Debía descubrir más de lo que había allí, de lo que podría esconderse. Busqué algún tipo de palo de madera con el que poder mover y empujar los cuerpos, además de comprobar la estabilidad de la madera antes de pisar... los quejidos indicaban que no podrían soportar mucho. Luego continué, buscando hacia abajo, y dejando la zona superior para los demás.

Parece que lo único realmente aprovechable en todo el barco son las armas gaijin y los barriles de pólvora necesarios para su puesta en funcionamiento. No hay nada más útil en el barco.

-¡Mitsunari-san! -Gritó la voz escaleras arriba mientras precedía al paso apresurado de escalones abajo -¿Encontraste algo? -Entonces vio lo que que capturaba tanto el interés del escorpión-¡Santo Kami! ¿Esto son...Canionu?

No encontré nada de interés más abajo, solo madera podrida por el agua salada y mucha agua estancada, y aquél horrible olor, por lo que volví a la sala de los caniones y empecé a recoger algunos de ellos para poder enseñár a mis superiores. Fue entonces cuando recibí la llamada de los niveles superiores.

Hai, sama, son esos extraños armamentos Alcé el que llevaba entre los brazos, muy pesado y de oscura superficie brillante ante la falta de luz en el lugar. Ahora mismo pensaba subir a enseñároslo, sama.

-Ohhh Bayushi-san ¡Esto es maravilloso! Nuestro Daimyo estará complacido al saber de esto, debes partir a entregarle el mensaje, si como dicen los rumores la guerra está a punto de estallar, estas armas lograrán lo que no pudo Bayushi-dono. -Al verle que aún no se había puesto en marcha le instó a ponerse en marcha cuanto antes -¿A qué esperas?, ¡vamos!

Tan rápido como pude, dejando atrás el canion para ganar en tiempo, volví hacia la playa, en busca del campamento base. Apenas sabía si se había pasado o no el turno de guardia, pero tras la dura noche, las noticias debían prevalecer, además de que había sido enviado por un superior.

El caballo se encontraba exhausto, habiendo espoleado hasta sus límites para que el mensajero pudiese entregar el mensaje con la mayor celeridad, al fin había llegado el momento de relajarse. Los mozos se lo llevaban para darle agua y comida.

Delante se encontraba la residencia del Daimyo de la Aldea Umoeru, una construcción que destacaba sobre lo alto de una colina ubicada a medio camino de Ciudad Lobo. La construcción aunque sobria se había permitido algunas licencias en motivos decorativos en los aleros y las linternas de piedra que recorrían el sendero que recorría el escorpión en aquel momento. 

La ubicación sobre la colina, y a distancia de la costa había protegido la residencia del Daimyo de la ciudad de Umoeru. Quien hubiese construido la casa, a saber hacía cuantos años, había pensado adecuadamente su ubicación. Difícil de asediar y difícilmente afectada por los elementos.

Al llegar indiqué mis motivos al guardia, esperando ser escoltado hacia el interior, claro que primeramente debía esperar al que el señor de la casa permitiese mi acceso.

Mi nombre es Bayushi Mitsunari. Me presenté al guardia. Vengo en busca del señor de Umoeru pues he de informarle de un importante suceso que ha sucedido durante la guardia. Un barco gaijin ha quedado encallado en la playa. Debo explicarle mejor al Señor, con detalle, los resultados de habernos adentrados en el barco. Por favor, guiadme hasta su presencia.

-Esperad aquí por favor- Tras la petición se perdió en el interior del hogar.

Al poco rato se escuchó el eco de las pisadas apresuradas, era de nuevo el mismo hombre.

-Pase por favor. Yogo-sama le está esperando en el patio interior.

Como le avisó, Yogo Yoshimatsu se encontraba observando al recién llegado desde lo alto del jardín interior. A un nivel inferior en el centro del jardín se encontraba Bayushi Mitsunari aguardando que le dieran permiso para hablar.

-Habla por favor, me gustaría escuchar tu nombre, rango y el informe.

Yogo-sama... aquél nombre me chirrió mentalmente, y sentía mi mirada hacerse más severa y dura, por suerte el guardia no se encontraba mirando cuando pasé por su lado decidido hacia el interior de la estancia. Sentía la tensión de mi cuerpo, incluso en mis puños firmemente cerrados al caminar, por lo que me detuve un instante para respirar. Mi corazón latía con fuerza, pero no podía demorarme mucho. Crují mis dedos entre si para liberar la tensión y moví el cuello para aligerar también. Instantes después me encontraba en el patio interior del daimyo Yogo, inclinado con la cabeza en el suelo, como era necesario por mi rango, con la luz diurna cayendo sobre mi.

Esperé para poder dirigirme al señor.

Como le avisó, Yogo Yoshimatsu se encontraba observando al recién llegado desde lo alto del jardín interior. A un nivel inferior en el centro del jardín se encontraba Bayushi Mitsunari aguardando que le dieran permiso para hablar.

-Habla por favor, me gustaría escuchar tu nombre, rango y el informe.

Mi nombre es Bayushi Mitsunari, Sama. Ligeramente me alcé de la posición, pero manteniéndome en cuclillas sentado sobre mis pies mientras me dirigía a Yogo Yoshimatsu. Soy un simple soldado, un guardia que acaba de terminar su turno observando la costa del Imperio. El taifún ha concluido, sama. Aquello era obvio, pero quería recordarle, que nos había obligado a permanecer en nuestros puestos a pesar de las inclemencias del tiempo. Muchos de nuestros soldados han caído por las fuerzas de los elementos. Las fuerzas fueron tan devastadoras que trajeron un barco gaijin desde el mar. El navío se encuentra embarrancado en la playa donde nuestros nobles supervivientes protegen este descubrimiento.

Personalmente me gustaría indicar que fui el primero en abordar esta nave, y que entre sus espacios solo encontré muertos. Nadie sobrevivió el taifún aparentemente. También encontré las poderosas armas gaijin, las escupidoras de explosivas bolas de fuego, caniones. Creo que serán una fuerte ventaja contra nuestros enemigos poseer tales instrumentos,  Yogo Yoshimatsu-sama. Casi me obligé a ello pero concluí con respeto.

Su rostro se contrae en una sonrisa mientras saborea la información recién recibida. No parece haber notado el recelo que provocaba su apellido en el recién llegado.

-Así que Armas Gaijin... -Aunque saboreaba con dulzura el mensaje, la palabra gaijin parecía atragantársele-. No tan honorables pero más eficaces para destruir castillos.

-¡Yui!

En ese instante una joven, presumiblemente hija de samuráis apareció.

-Hai Yoshimatsu-sama. ¿Qué deseas?