Partida Rol por web

Alatar se mueve apresuradamente al lado de Garin tras lanzar su conjuro; con alivio contempla como por ahora nadie parece seguirle a través del banco de niebla.

El arma espiritual intenta golpear a Eredhir de nuevo, pero el inquisidor es simplemente demasiado ágil para que le atrape. Con una mueca de disgusto, el cultista se interna en la niebla buscando otra vía hacia el combate mientras el tridente espectral desaparece...

En la entrada de la sala, el cultista con la mitad de la cara calcinada busca frenéticamente entre sus ropajes. Finalmente saca una poción transparente y se la bebe, comenzando casi inmediatamente a crecerle piel donde antes sólo había una masa chamuscada.

Mientras, el Vástago del Mar se acerca a los aventureros. En rápida sucesión agarra al clérigo de Pharasma entre sus pinzas, estrujándolo e impidiendo que se mueva. Luego con su otra extremidad alancea furiosamente a Garin, que consigue evitar sólo uno de los golpes, mientras la fuerza del otro hace que se le duerma el hombro del dolor...

Siguiendo las advertencias, el elfo avanza con cautela en dirección a las voces de sus compañeros, para finalmente emerger de entre la bruma y toparse con la imagen dantesca: Garin se las está viendo con el enorme crustáceo, mientras el Padre Aximandias pugna por zafarse de su presa.

Apenas consigue reaccionar a tiempo para apuntar una única vez...

Chicos! tenemos que sacar a este ser del templo o destruir los símbolos que representan a su deidad, ya que creo que la poderosa magia de su dios lo protege y nuestros golpes resultan inútiles... Dijo Garin mientras aún se dolía del fuerte golpe recibido.

Voy a intentar ayudar a Garv a soltarse, pero que alguno de vosotros intente destruir esos símbolos! Acto seguido Garin intenta golpear al crustáceo para que suelte a su amigo, pese a que no las tiene todas consigo. Tiene un mal presentimiento...

¡Mientras esté en el templo es más poderoso Garin, pero a ver, sácalo de aquí! -dijo con ironía el padre Garvos mientras trataba de zafarse del bicharrajo aquel, intentando la misma maniobra que Zaev había usado unos segundos antes. Creo que la estatua es puro adorno. -dijo entrecortado por el esfuerzo, aunque no sonaba tan seguro.  Y además está del otro lado de los tentáculos negros de Alatar. 

¡Jmmmm!  dijo mientras trataba de abrir las pinzas, pero parecían inmóviles; apenas creía que detenía el que se cerraran sobre él.  

Pensó en canalizar una curación, pues el próximo corte podría dejarlo fuera de combate.

Montaña no dijo nada en esa ocasión, pero se acercó un paso más al monstruo de las pinzas dispuesto a ver si además de resistir las energías también resistía los cortes. Desgraciadamente, había otro cultista por el camino...

[color=#00FF00] (Saber (dungeons) + Saber (planos)) [/color] El inquisidor sabía que se encontraban ante un Chuul, una anfibia aberración con terribles pinzas de cangrejo y tentáculos paralizantes. Además, al estar imbuida de poder infernal,  era resistente al fuego y frío.

El disparo del inquisidor golpea a la aberración en un costado y aunque el disparo es bueno, no causa tanto daño como debería... Por su parte Garin golpea frenéticamente las pinzas del Vástago con intención de hacerlo soltar al clérigo, pero sólo el primero de los golpes parece causar algún efecto, con el otro rebotando sobre el increiblemente denso caparazón de la criatura.

Montaña mientras tanto continúa con su implacable avance, empalando con ambas garras al cultista que le sale al paso.

Alatar, aunque alarmado por la encarnizada batalla que oía a su espalda, seguía preocupado en cubrir la retaguardia del grupo. No le resultaba nada tranquilizador la ausencia de gritos agonizantes de sus enemigos dónde había conjurado los tentáculos, así que se temió lo peor.

Decidió "aclarar" un poco el asunto, y recitó el conjuro de forma algo peculiar...

Alatar disipa con facilidad otro conjuro de niebla, contemplando como lo que parece ser un humano agrandado hasta adquirir estatura más propia de un gigante, con una elaborada túnica de color aguamarino, forcejea con el conjuro de Tentáculos Negros. Junto a él otro de los cultistas hace lo mismo. Lo más perturbador es que ambos mantienen un silencio sepulcral mientras intentan librarse de los zarzillos de materia oscura...

Al mago se le abrieron los ojos como platos cuando contempló al gigantesco hombre. Sorprendido de que su conjuro estuviera resultando útil (al menos por el momento), da un paso a la derecha mientras saca un cetro de uno de sus bolsillos. Con él, amenaza a sus adversarios, e intenta distraerles. Sacando fuerzas de flaqueza, grita:

- ¡Estáis acabados! ¡Cesad este sinsentido!

¡Zaev, córtale la pinza que me tritura! -gritó el clérigo pensando en aquellas almas atrapadas por el pecado de la misma manera en que él estaba físicamente ahora, y sintió mayor compasión.  Con ayuda de tus amigos puedes salir de ello, si.  

Y seguro harías pésima paella, vástago, -le dijo a la bestia que habitaba el templo.  O bueno, quizá no estaría tan mal. -discurrió pensando en la combinación que alcanzaba a ver desde ese incómodo punto de vista.

Que le corte la pinza, dice. ¿Con qué? Zaev estaba maltrecho por el ataque del monstruo, pero no podía dejar al padre Garvos a su merced.

Decidió que podía intentar encontrar un punto débil en el caparazón de la criatura. Por muy remotas que fuesen su probabilidades, era mejor que ver como despedazaban al clérigo sin hacer nada.

Pese a los esfuerzos de Garvos, él no está ni mucho menos tan acostumbrado como el pícaro a escapar de lugares confinados y permanece atrapado entre las pinzas del monstruo. En un intento desesperado, Zaev intenta deslizar su daga entre las articulaciones del caparazón quitinoso del Vástago, pero no encuentra puntos débiles en esta ocasión. Además, el pícaro puede ver como parte de las heridas del hacha de Garin comienzan a cerrarse espontáneamente...

Sin inmutarse, la criatura lanza en el aire al clérigo, atrapándolo en pleno vuelo con sus tentáculos para a continuación morderle con sus poderosas mandíbulas...

La alegría de Alatar al ver el éxito de su estrategia dura poco, porque el gigante se libera casi inmediatamente del conjuro que lo retiene y se deja caer al suelo del templo, avanzando rápidamente por el templo mientras desenvaina una maza de aspecto brutal.

-Soy Caleb Voltiaro, vicario del Mar indomable. Habéis profanado suelo sagrado para el Señor del Mar. ¡¡El castigo por ese pecado es la muerte!!

Como consuelo menor, el otro cultista permanece sujeto y los tentáculos continúan aplastándole. Mientras, el cultista restante se acerca e intenta golpear a Garin, pero el enano está alerta y bloquea el torpe ataque con su escudo.