Partida Rol por web

Dejad que os cuente una historia. Una historia sobre...

La Corona de Carroña

Todo comenzó con una sencilla carta, sellada con el emblema lacrado de un cuervo posado encima de una calavera. Quizás algunos lo pudiéseis conocer como el emblema personal de vuestro amigo y conocido, el profesor Petros Lorrimor, siempre afable y dispuesto a ayudar, aunque últimamente entrado en años, lo último público que se sabía sobre él fue su jubilación de la Universidad de Lepidstadt, pasando al retiro en su aldea natal.

La carta, algo ajada y escrita con impecable caligrafía declaraba:

Lamentamos profundamente comunicar a los muy estimados destinatarios de esta carta,

Que a día 18 de Neth del año 4720 A.R. ha fallecido el profesor Petros Lorrimor, natural de Ravengro y será enterrado su cuerpo en el cementerio de Ravengro. El entierro será conducido por el pastor de la Iglesia de la Dama Gris, el reverendo Hoyosombrío el 21 de Neth y se hallan, por la presente, invitados a tomar parte en el mismo.

La lectura del testamento del difunto se realizará a continuación y se requerirá de su presencia para la misma, ya que el difunto le ha legado una parte de su herencia en su última voluntad. Que la Señora de las Tumbas le acoja en su seno.

Aprovechamos la misma para extender nuestras más sentidas condolencias por su pérdida,

Ayuntamiento de Ravengro,
Concejal Vashian Montehogar

Poniéndoos en marcha rápidamente, os dirigisteis hacia Ravengro. Situado al oeste de Ustalav, al lado del lago Lias, este pequeño pueblo es poco conocido y menos frecuentado. Rodeado por una densa niebla y una atmosfera de presión y lugubrez, no destaca para nada en el campo de Ustalav, que muy frecuentemente comparte estos atributos.

Capítulo 1: Apariciones de Piedra Atormentada

Cementerio de Ravengro - Astrado, 21 de Neth, 4720 AR [ Mañana ]

Serán las primeras horas de la mañana, cuando el sol empieza a despejar la neblina baja que cubre la campiña de Ravengro, justo a las afueras del pueblo, enfrente de la lúgubre verja chirriante del cementerio local, os habéis reunido junto al concejal Montehogar y algunos otros habitantes del pueblo que han venido a presentar sus condolencias al difunto.

Una mujer joven parece estar hablando con el concejal Montehogar. Alta y atractiva, tiene los ojos claramente rojos e hinchados, ha estado llorando toda la noche, va vestida en ropas oscuras y recatadas. Cuando os ve acercaros al lugar de encuentro, se separa del resto de gente allí reunida para acercarse a vosotros mientras dice, con una mezcla de curiosidad, tristeza y alivio:

"Oh, gracias a los dioses que alguien ha venido." — la asistencia es, en efecto, escasa, apenas habían otras seis personas aquí — "Son los únicos de los amigos del profesor que han podido venir, el concejal Montehogar ya pensaba que nadie más vendría, y con cómo están las cosas en el pueblo... Bueno, es normal que la gente no quiera salir mucho de casa."

Dándose cuenta de la situación, la mujer prosigue:

"Pero bueno, ¿dónde están mis modales? Mucho gusto, mi nombre es Kendra Lorrimor. La hija del profesor Petros Lorrimor. Es un placer conocerles..." — dice antes de que su mirada si fije insistentemente en Audrey, pasando previamente por el profesor Tadeus Martell. Reparando en la presencia de una cara conocida, se dirige a él directamente — "Oh, profesor Tadeus. Un placer encontrarnos de nuevo."

Aparte de Kendra, no hay gran cosa en este lugar. Otras cinco personas se han reunido aquí. El concejal Montehogar, un hombre rollizo y arrugado, vestido con un serio atuendo fúnebre, que claramente le queda pequeño; un anciano de unos sesenta años, vestido similarmante elegante, que está hablando con el concejal Montehogar; un fornido hombre vestido con ropas simples yun delantal, indicando su oficio como tabernero, que va acompañado de su hijo, de no más de quince años; y una mujer de mediana edad, probablemente pasados los cuarenta, vestida con llamativas ropas de colores, y con una descuidada melena rizada que ya empieza a blanquear, de cuyo cinto cuelgan varias pociones.

Además de estas personas, un lúgubre árbol crece a la derecha de la entrada del cementerio, flanqueando la verja y cubriéndola con una larga rama que pasa por encima. La verja en sí es antigua y chirría, con un sólido candado para cerrarla por las noches, aunque ahora cuelga abierta, dando a un serpenteante camino que se interna en la neblina que cubre el cementerio.

Los asistentes se encuentran reunidos alrededor de un ataúd de ébano con excelentes acabados que, presuntamente, contiene el cuerpo inerte del profesor, excepto Kendra, que se ha acercado para saludaros. Una ligera niebla cubre toda esta zona, de manera que, aunque es por la mañana, no es que haya mucha luz ni se pueda ver muy bien a lo lejos. De las partes más densas de la niebla literalmente podría salir alguien como si apareciese de la nada.

Penton, con la cara sucia de haber llorado se dirige a Kendra, cogiéndole las manos. 
"Encantado Srta. Lorrimor". Me llamo Penton Ferfin a su servicio" - Posa los labios suavemente en una de sus manos - "Lamento su pérdida y si hay cualquier cosa que pueda hacer por usted, no dude en llamarme".

Penton alza la vista hacia los asistentes con mirada contrariada y pregunta "¿Que podría llevar a alguien no asistir a rendir homenaje a alguien tan importante en este país como el Sr. Lorrimor? Aún recuerdo lo agradecido que estuvo cuando le saqué de aquel barrizal, ¡aunque se me cayó tres veces! - Penton se seca una lagrima y mira a Kendra a los ojos: "¿Necesita algo? ¿Quiere hablar de lo sucedido?"

Su llegada quizás pasó desapercibida al principio: Su capa y capucha, mediocres en manufactura y gastadas por el tiempo, pretendían ocultar su identidad tanto como sea posible. Desde que llegó allí, además, sus manos rodearon un símbolo en forma de espiral que adorna su cuello, asegurada allí con una sencilla y quizás algo larga tira de cuero.

Poco se puede apreciar de su aspecto, exceptuando, por supuesto, algunos detalles generales: Su corta estatura no supera los 165 centímetros, su figura es la de una joven mujer delgada, lo que se llega a ver de su rostro posee una tez clara con un cierto bronceado, algunos mechones de un dorado algo oscuro se dejan entrever bajo al capucha.

Cuando la hija del profesor le echó una mirada, Audrey la devolvió unos momentos antes de bajarla hacia el suelo, ajustando un poco su capucha: Su lenguaje corporal indica más vergüenza que una intención de ocultar su identidad.

Mientras la joven mujer está ocupada siendo un pequeño manojo de nervios e incomodidad, un cuervo está cómodamente recostado sobre su capucha, usando su cabeza de 'nido'. O algo así. El cuervo abre un ojo y se fija en los presentes, particularmente mirando a Kendra durante varios segundos y luego haciendo lo mismo con el profesor Tadeus.

No es que los cuervos tengan boca pero solo con mirarlo a uno le daría la impresión que mantiene una constante sonrisa de lado. Por más que no la tenga.

Desviando su atención hacia Penton, Kendra esboza una sonrisa ante su comentario y le responde:

"Así era mi padre... Capaz de comprender los conceptos más complicados con una sola ojeada, y luego..." — la joven esboza una sonrisa ante recuerdos tiempos mejores antes de seguir — "No se preocupe señor Ferfin. Estaré bien. Es sólo... Ha sido todo muy súbito..."

Martell, con semblante pétreo, y esperando a que el autodenominado Penton Ferfin acabe de dar sus condolencias, se dirije directamente a la hija del profesor:
"Hola Ken..."—Duda, traga saliba y corrige—"Señorita Lorrimor, ojala hubiera podido venir antes y en otras circunstancias. Lamento sinceramente lo ocurrido."—Hace una pausa para darle una calada a su pipa, cuyo humo desprende un olor algo desagradable, casi como si alguien hubiera mezclado el tabaco de Martell con azufre y otros elementos olfativamente poco placenteros. Posa su mano derecha de forma solemne en el colgante de plata con forma de espiral que lleva al cuello y prosigue—" Que Pharasma guíe y juzgue a su padre con sabiduria y benebolencia en este su ultimo viaje. Estoy a su disposición." —La mira con lo que se intuye es una mezcla de melancolia, y afecto.

Tomándose la confianza de estrecharle la mano al profesor con ambas manos, quizas incluso algo más fuerte de lo que debería​​​​​​, Kendra le mira a los ojos y le dice:

"No sabes cuánto me alegro de ver una cara conocida por aquí... Mi padre..." — se detiene un momento para secarse una lágrima de la cara y le suelta la mano en el proceso — "Lamento que nos veamos en estas circunstancias."

El resto de gente parece haberse callado para observar la conversación que estáis teniendo con Kendra, aunque tampoco parecen estar suficientemente cerca como para escuchar con detalle lo que estáis diciendo, más bien parecen evaluaros con seriedad.

Penton levanta la vista hacia la multitud, extrañado. Observa a todos lados, como si no acabara de enterarse porque todo el mundo está mirando. 
"Srta. Lorrimor, parece que la gente nos está mirando... ¿que ha venido alguien importante?" - Mirando al Profesor Tadeus dice - "Penton Ferfin señor. Parece usted alguien importante, ¿se le conoce de algo? La gente de campo no sabemos de estas cosas y ahora parece que somos famosos por aquí" - Una sonrisa de bonachón e inocente asoma de la boca de Penton mientras le ofrece la mano amigablemente. 

Es difícil leer sus expresiones de seriedad. No tienes claro si es porque es un funeral, porque les caéis mal o por qué, pero a medida que les echas un ojo puedes darte cuenta que ellos están haciendo lo mismo con vosotros.

Con algo de incomodidad, la joven encapuchada se fija en el grupo de individuos que escrutinan con la mirada a los extranjeros. Su pulgar acaricia con suavidad la figura tallada en resina azulada que se encuentra entre sus dedos, el un símbolo de Pharasma.

El cuervo que descansa sobre su cabeza presta particular atención a Kendra y sus interacciones con el profesor y el humano que dice ser de campo.

Sus ojos pronto se desvían a las tumbas. Las manos de la joven se aferran con más fuerza al espiral que decora su simple colgante de cuero. Inspira con profundidad y luego exhala, estremeciéndose algo ante el frío del sitio. Es muy temprano y el nuevo sol del día no ha tenido tiempo de hacer su trabajo y calentar mucho el sitio.

Corriendo con prisa hacia el lugar que le habían indicado, Joseph pudo ver con alivio que no había llegado demasiado tarde al encuentro. Cargaba aún con una mochila y varias bolsitas atadas a su cinturón, repletas probablemente con equipaje para el viaje desde la lejana Galt.

"Uff... Buenos días..." - dijo jadeando. Estaba buscando el momento para recuperar aire. Luego se dio cuenta de que probablemente un "buenos días" no fuera lo más indicado. Sin prestar mucha atención debido a la prisa, Joseph saca de uno de sus bolsillos la carta fácilmente identificable del Profesor Lorrimor- "... Mis condolencias." - consiguió decir habiendo tomado un poco de aliento. Prefirió algo vago y general para romper el hielo, ya que desconocía quién eran estas personas. Tal vez estudiantes o compañeros en la academia. Aunque uno de ellos no tenía mucha pinta de ser nada de eso, siendo alto y fornido. Con tanta información que asimilar en tan poco tiempo, Joseph había olvidado por completo presentarse. Con suerte, este sería un viaje rápido y podría volver a casa en unos pocos días.

Al ver que su dueño se había parado, la cabecita de un pequeño roedor se asomó por el cuello de su chaqueta para inspeccionar el lugar en el que se encontraban.

Arqueando una ceja con duda ante la llegada de Joseph, Kendra parece que va a decir algo justo cuando... 

El obeso concejal Montehogar la interrumpe gritando en un tono audible para todos:

"¡Bueno, no parece que vaya a venir nadie más, así que pongámonos en marcha!" — echando una mirada altiva hacia vuestro grupo, como si diese por sentado que os vais a encargar de ello, pregunta — "¿¡Quien piensa ocuparse de llevar el féretro!?"

El único que parece hacer un ademán de ir a ayudar con el féretro es el tabernero, que diligentemente se prepara para coger una de las esquinas, el resto de asistentes parecen con poca intención o capacidad de ayudar con ello.

Girandose disimuladamente hacia Audrey, aprovechando la distracción del concejal Montehogar, Kendra la coge de un brazo y le susurra:

​​​​​​"¡Tu y yo vamos a hablar muy seriamente luego!" — antes de soltarla.

Ella se había distraído también con el grito y por lo tanto no se enteró que Kendra se acercó a ella hasta que su brazo fue tomado.

Giró la cabeza con rapidez, ojos abiertos y claro sobresalto en su expresión. Al ver que era la mujer y escuchar sus palabras, sin embargo, su rostro pasa a mostrar vergüenza: Su cuerpo pierde parte de la tensión que había tomado en un instante, no relajándose del todo pero sin parecer que va a dar un brinco en cualquier momento.

Audrey asiente con suavidad y luego baja la mirada.

Joseph mira nervioso hacia los lados esperando a que alguno de los asistentes se ofrezca voluntario para llevar el ataúd a la vez que se quitaba el pelo y el sudor de la frente con la mano. Estaba claro que él no iba a poder, y mucho menos cargando con su equipaje.

El pequeño roedor, que resultaba ser un jerbo, dio un brinco hacia el exterior para buscar un sitio más cómodo desde donde poder ver, introduciéndose de otro saltito en una faltriquera que Joseph llevaba atada en el cinturón.