Partida Rol por web

Me sorprende la actitud del alcalde nos presenta a quien a designado para acompañarnos como un sospechoso y ahora le da instrucciones…

Intento escuchar lo que dicen y leer sus labios mientras simulo observar a Sara.

 El pelirrojo se levanta de la silla.

 - Pues yo iré a dar un vistazo al pueblo para conocerlo un poco, regresaré al anochecer. Cenaré un poco y me acostaré temprano.

 Dicho y hecho. El hombre se levanta, se calza su equipo y se dirige fuera de la posada.

Valandil rebusca en su bolsa para comprobar que sus monedas no han desaparecido también junto con su cimitarra y se dispone a dar un pequeño paseo, y comprar algo si fuera menester.Iba a ir con Wilbur, pero ha salido disparado. Da igual,luego quizás se encuentre con él.

¿iremos todos? Y por cierto, ¿a qué hora salen los mineros?

Al halcón supongo que le abrí la ventana para que me esperara por ahí fuera cazandose unos ratones. ¿te parece bien? No creo que en la posada esté nada cómodo y lo puede dejar todo enguarrado.

El pueblo se llena de vida a partir de las seis de la mañana. Es la hora a la que abren las tiendas y a la que los mineros dejan la ciudad. Antes, teníamos que abrir la posada a las cinco y media de la madrugada... Varios enanos venían a tomarse su cerveza mañanera antes de irse a la explotación minera... Es lo único bueno de la escasez de cerveza: mi marido y yo ya no tenemos que madrugar día tras día...

Por supuesto, ya que van a ir con la caravana de mineros mañana, tendrán listo el desayuno a las cinco y media en punto. En cierto modo, es revitalizante que la posada vuelva a su antiguo ajetreo cotidiano... Me alegro de tenerles aquí.

Recuerden que cerramos la cocina a las nueve de la noche, y la posada a las diez. No se atrasen, por favor. Aquí todos nos esforzamos por adaptarnos a los horarios de los enanos. Son muy trabajadores, y tanto la mina como la herrería sacan adelante la economía de todo el pueblo.

Valandil, al echar un vistazo a su bolsa, se da cuenta que tiene mucho más dinero del que creía. No dar importancia a la riqueza es lo que tiene. En total se encuentra con veintitrés piezas de oro.*

Quedan en la posada Roger, Nugruk y el sospechoso Valthonis. Borateo sale de la posada justo después de escuchar a Sara y Valandil da alcance a Wilbur no muy lejos del establecimiento, contándole al hechicero la información horaria dada por la posadera.

La plaza del Mercado es una agrupación de tiendas distribuídas en forma circular. En el centro se ubica una escultura metálica de un yunque... a escala 1:1... Queda algo deslucido, pero poner un yunque en la calle es, para un pueblo humilde como este, un monumento.

Varias tiendas están cerradas, seguramente por depender demasiado del comercio con la llanura, ahora interrumpido por los bandidos. Y a pesar de contar con solo parte de los establecimientos, la plaza está llena de actividad, en su mayor parte debido a mujeres con bolsas llenas, a veces distribuídas en pequeños corrillos de cotilleos y a veces, simplemente, caminando de aquí para allá.

- Bueno, a ver si hay suerte y consigo los componentes de hechizo que me birlaron esos malnacidos.

Wilbur echa un vistazo buscando alguna tienda con pinta de disponer de los recursos que precisa.

 Borateo se pasea con su lanza colgando del hombro, o usándola a modo de cayado para andar algunos tramos. Sus pasos le conducen por el margen de la ciudad, por los límites, para ver con qué defensas cuenta la comunidad. También se fija en la manufactura de las residencias y edificios en general, que tipo de muros tienen y los materiales empleados.

 La verdad es que se pasa unas cuatro horas andando por las calles para conocer la morfología de la comunidad y las vías principales.

Aún al ir sin rumbo fijo, es inevitable pasar por la mansión de piedra de tres pisos, ya que la estructura sobresale visiblemente por encima de los tejados del resto de casas. La planta baja no tiene ni puertas ni ventanas, tan solo unas escaleras que llevan a la puerta, ya en el piso inmediatamente superior. A uno y otro lado de la puerta hay amplias balconadas bajo techo cubierto. En una de esas balconadas, tras la balaustrada de piedra, puedes ver una mesa de madera y un par de sillas. Y en una de las sillas un humano enorme jugando a los dados él solo. Cerca suya, apoyada a la pared, tiene a mano una lanza.

¿Qué necesitas exactamente? quizás podamos encontrarlo en los campos. responde un Valandil acostumbrado a trabajar únicamente con muérdago o acebo.

Mientras tanto echa un vistazo a los puestos buscando malgastar su dinero en alguna golosina y sin saber muy bien que va a necesitar. Finalmente se conformará con comprar algo de ropa, unas camisas que sustituyan a la que los bandidos le rajaron con sus espadas.

Su pesada armadura de pieles le es útil para defenderse pero no para realizar largas caminatas. Claro, que ya no necesitará cargar con tanto peso como antes pudiendo dejar parte en la posada.

- Pues necesito... un poco de musgo fosforescente, un pedazo de lana y cera, y, muy especialmente, arena roja, amarilla y azul.

También quisiera encontrar una bolsa donde meter todo eso, una que esté atada con una cadena metálica y que sea difícil de robar, porque de la última experiencia con los ladronzuelos elfos esos que nos topamos en el bosque quisiera sacar algo de provecho, al menos a modo de aprendizaje.

Wilbur echa un vistazo alrededor por ver si algún puesto se adapta a sus necesidades.

 Viendo, por la altura del sol, que aún le queda algo de tiempo, se decide por acercarse al hombretón, con la lanza descansando en su hombro, sin mostrarse hostil de ningún modo.

 - Hola, buenas tardes.- Una vez llamada la atención y saludar añade.- Mi nombre es Belarson, Borateo Belarson, un aventurero. He llegado hoy mismo al pueblo, en llamada al anuncio del alcalde para proporcionar protección. Estaba paseando para conocer un poco el pueblo, y me ha llamado la atención este gran edificio, ¿puedo preguntar a quien pertenece?

Pssst. Pssst, caballeros, aquí.

Desde una de las tiendas os llama un pequeño mediano, que a Wilbur le es familiar.

Al entrar, contempláis un desorden generalizado. Los trastos, que no merecen ningún otro calificativo, están amontonados unos sobre otros. Una tienda que vende de todo un poco con un mediano deseoso de vender.

Veo que su amigo ya ha recuperado la conciencia. Me alegro, me alegro. Quizás para celebrarlo quieran regalarse algún caprichito. En la tienda de Willemberg vendemos eso que el cliente está buscando, de una calidad tal que el cliente no tiene queja, y a unos precios tan bajos que el cliente simplemente no se puede creer.

¿Y bieeeeen...? ¿En qué puedo ayudarleeees...?

¿Borateo Belarson, eh?

Se queda mirando fijamente. A parte de quedarse con tu nombre, también pretende memorizar tu rostro.

Este edificio es la alcaldía de Holmet, levantada piedra a piedra por Ugberd Partecaballos. La entrada al edificio está prohibida expresamente por el alcalde actual, salvo citación previa. Esas precauciones se deben a que a parte de ser el lugar en el que se despachan los asuntos políticos, también sirve de vivienda habitual.

Hace una pausa.

No estaría bien entrar en casa de otro sin pedir permiso, ¿verdad?

Este humano parece un hueso duro de roer, desconfiado hasta el punto en el que es muy difícil ganarse su confianza.

- Ah si, pues en tal caso me permitirá que eche un vistazo a ver que encuentro...

Wilbur se pone a rebuscar entre los diversos trastos, a ver si localiza algo útil.

 El pelirrojo monteraz da un nuevo vistazo al monumental edificio asintiendo ausentemente.

 - ¿Así pues aquí es donde vive Cléquetto? Es bueno saberlo, para cuando regrese cargando un saco con las cabezas de estos malditos bandidos.- Luego mira al guardia.- Y dime, ¿eres hijo de Holemt? Verás habia pensado dar un paseo por el pueblo para familiarizarme y conocer un poco a la gente a la que ayudaré, mañana mismo partiré custodiando a los mineros. Pero viendote aquí, jugando solo a los dados, he pensado que tal vez quisieras compartir el juego conmigo y de paso me cuentas cosas de esta comunidad que pareces proteger.

 Tras las palabras mira con una leve sonrisa de buen humor al guardia de tez oscura.

Sois muy perspicaz, mercader. dice Valandil quién echa un vistazillo junto con Wilbur mas para pasar el rato que otra cosa, porque no está seguro de lo que desea. Si encuentra un par de buenas botellas de vino las comprará para satisfacer su hedonismo pero no por necesidad.

Y entre tanto sus apéndices auriculares quizás perciban alguna conversación interesante. Siempre ha tenido buen oido y escucha cosas incluso las que no quiere escuchar.

¿Dados? No son dados, compañero.

Parece que su gesto se ha ablandado cuando Borateo se ofrece a jugar con él.

Son tabas, mucho mejor que los dados. ¿Sabes jugar? Si tienes dinero para apostar, puedo enseñarte.

¿Qué te parece si en cada ronda tu apuestas tu oro y yo apuesto mi conocimiento del lugar? Cada vez que gane yo, me das una pieza de oro... y cada vez que me ganes tú, te responderé a una única pregunta, siempre que sepa la respuesta, claro.

Mientras Wilbur busca, los oídos de Valandil escucha los cuchicheos de la gente en el exterior.

...Bis-bis-bis... por culpa de los elfos...

¡Ajá! Un ovillo de lana.

...Bis-bis-bis... y ese tal Valthonis que se salvó de la hoguera...

¡Y una vela de cera! Ya puede lanzar sonido fantasma.

...Bis-bis-bis... Y ahora otro elfo más en Holmet...

Uhm... Una tienda de enseres no parece lo más adecuado para encontrar a la venta musgo fluorescente...

...Bis-bis-bis... son una plaga...

¿Una vieja bolsa para componentes? Ah, no, es la típica bolsa para el cinto... pero tiene doble forro, haciendo unos cortes en el forro interior y cosiéndolos se pueden improvisar unos bolsillitos en donde tener los componentes separados. ¿Quién podría hacer las labores de costura? ¿Tal vez Sara, la posadera?

...Bis-bis-bis... Había que exterminarlos a todos...

Y finalmente el premio gordo...

Un simple bote decorativo, pero tiene arena de colores con los que lanzar el conjuro de rociada de color. Eso sí, separar la arena va a ser un trabajo de gnomos... Pero una vez vacío, el tarro de cristal bien podría servir para lanzar el conjuro de leer magia. Una tarde redonda. Solo faltaba el musgo para lanzar el conjuro de luz, pero no se puede tener todo en esta vida.

Valandil, por su parte, poco escucha además de los comentarios xenófobos que circulan por el pueblo. Pero también comentan algo de lo que le pasó a Valthonis. Resulta que el otro elfo en Holmet fue detenido al entrar a la ciudad, y confundido con uno de los bandidos solo por su raza. Fue declarado culpable y condenado a la hoguera. Sin embargo, uno de los lugareños intercedió y pidió la clemencia del tribunal. Se trataba de Sueni, un semielfo hijo de una humana madre soltera. Por un lado, la popularidad de Sueni cayó en picado. Por otro, uno de los jueces permutó el castigo con una de esas sentencias creativas: en lugar de arder en la hoguera, serviría al alcalde.

 El pelirrojo se acerca un poco más para ver las cosas esas, las tabas. Luego tantea con la mano la pequeña falquitrera haciendo una fugaz mueca.

 - Venga, enséñame pues. Por dicha o desdicha no llevo mucho encima. Espero que me sirva para aprender algo más... ¿por cierto, como has dicho que te llamas?

 Pregunta a la vez que termina de acercarse y dejar su equipo en el suelo a su lado y saca la falquitrera, bastante menguada la verdad...