Partida Rol por web

- Vale, ya lo he decidido, me quedo con lo siguiente: anillo del escudo de fuerza, capa blanca de la araña, anillo de los cuatro vientos y amuleto de armadura natural. Otra cosa, me gustaría mucho probar una ración de gachas de la Cuchara de Murlyn, porque estoy pensando que una vez acabemos con todos los problemas que nos han traído aquí podría pasarme a comprártela ¿Me invitarías a probarlas?

Excelente compra. Las gachas soy reticente a dejarlas probar. Más de una vez me tomaron por tonto para comer gratis y luego no compraban la cuchara. Yo las he probado. Están buenas, pero frías. Y comerlas todos los días se hace repetitivo, como cualquier otra comida. Muchas veces prefiero pagar unas monedas en una posada y comer platos calientes y especiados. Hagamos una cosa, un día que quieras probarlas, haz ayuno y ven a verme por la mañana. Si me pagas una pieza de plata puedes ahorrarte el resto de comidas del día.

Yo también tengo mi propia bolsa de contención, pero sigo interesado en la que os dió ese viejo enano. Para un mercader ambulante imagínate cómo de útil puede ser. Acordáos de mí si alguna vez queréis deshaceros de ella.

Saca de su bolsa una capa blanca con una araña tejida en gris con sus ocho patas alargadas hasta los extremos de la tela. También un colgante y dos anillos.

Wilbur se apresura a ponerse todo el nuevo equipo (la capa de la araña se la pone por debajo de su última prenda, para que no quede a la vista, salvo que esto impida su uso normal, claro).

- También me quedo con tres pociones sanadoras y un pergamino de orbe menor de fuego.

Curioso ante el hecho de que el mercader disponga de tanto objeto mágico, le echa un discreto vistazo a ver si ve que lleve puesto anillos, amuletos o cosas de aspecto mágico que esté usando actualmente.

- Pues mira por donde voy a aceptar tu oferta y pagarte por las gachas, tenía el capricho de probar esas gachas desde que oí hablar de ellas a un druida hace años.

Onzanio saca un cuenco y una cuchara de su bolsa. En un acto de teatralidad, muestra el interior del cuenco, totalmente vacío. Mete la cuchara, que se pierde en el interior del cuenco, y ¡tachán!

El mercader tiende la cuchara a Wilbur para que cate la comida él mismo. También pone el cuenco boca abajo, para confirmar que no hay gachas en su interior que caigan al suelo.

Tal y como describió, en el paladar de Wilbur también saben a gachas frías, pero desde luego son mejores que unas raciones de viaje rancias. El hechicero nota apretada la cintura, pero no es el cinto el que ha encogido, sino su barriga que ahora está llena.

- Pues desde luego que no están nada mal, me apunto la cuchara esta en la lista de la compra para la próxima vez. En fin, un placer hacer tratos contigo.

Voy a ver que se traen entre manos estos, que parecen algo alterados...

Wilbur se despide del mercader y se reune con los demás.

Wilbur, con pinta de estar bastante satisfecho, termina de hablar con Onzanio y se une al grupo, escuchando atentamente las conversaciones que se llevan a cabo.

El hechiero y el mercader vuelven de la zona comunal de los dormitorios. Ahora Wilbur luce una bonita capa blanca que le da un aspecto más notable y distinguido. Y unas cuantas halajas, de paso.

 Borateo, bastante contrariado abre de nuevo la puerta, con cautela primero y tras asegurarse de que no había nadie más con Sara la dejó entrar.

 - ¿Qué sucede, Sarah?

Vi un medallón de Moradin en el suelo, pensé que se le podría haber caído a Vórtimer y...

¡Cúcu!

Gregor tuerce la esquina de la casa y pasa el brazo por el hombro de la posadera, sobresaltándola.

Me temo que esta doncella está llevándose el mérito de mis atenciones... Al señor Vórtimer se le cayó su símbolo sagrado mucho antes, a la salida de la posada. He ido tras de él para devolvérselo, pero alzar la voz en medio de la calle o echar a correr detrás de él como un pueblerino me parecía tan fuera de lugar... Oh, veo que en esta casa se reune todo el populacho. ¿Seis personas, tal vez siete? El caso es que perdí a Vórtimer un par de casas atrás... Así que pasé a estar callejeando, perdido, y el collar se debió caer por segunda vez, cuando esta bonita chica lo encontró.

En el interior del barracón, el párroco se lleva las manos a la garganta, para descubrir dolorosamente que el símbolo de su deidad ya no adorna su cuello. En el exterior de la casa, Gregor ha pasado a coger la muñeca de la mano que lleva el collar, de modo que Sara no pueda estirar el brazo y entregarlo.

Wilbur se acerca hasta Gregor.

- Vaya, da gusto tratar con gente tan considerada, gracias por tomarte la molestia de devolverlo... pero, no te quedes ahí en el umbral, pasa, pasa y ponte cómodo.

Invita a pasar a Gregor de la que se dispone a cerrar la puerta tras el, evidentemente, echando una buena ojeada fuera por ver quién pudiera estar esperando.

El alcalde y el párroco se sobresaltan ante la proposición de Wilbur. ¿Van a hacer lo que creen que van a hacer? En cualquier caso, no es un asunto que quieran presenciar... a los hombres poderosos, aunque sea al nivel de una aldea de las montañas, no les gusta ensuciarse las manos. Ambos enanos quedan petrificados esperando la respuesta de Gregor.

Por contra, Onzanio no aguarda nada. Toma la precaución de dar unos pasos atrás y esconderse de nuevo en el dormitorio en el que estuvo cerrando el trato con el hechicero. Tener una cara reconocible es malo para los negocios, prefiere que Gregor no le vea de cerca.