Partida Rol por web

Sorprendente... en pleno pueblo, en el interior de un barracón... Y sin embargo eso se asemejaba más a un hospital de campaña. Heridos en los rincones y sangre tiñendo los maderos del suelo. Aquel comedor parecía el escenario de una batalla.

Próximo a la puerta se tenía en pie uno de los heridos. Orgulloso y bien

vestido. Túnica y capa como llevarían un mago o un hechicero.

En el rincón, a un lado, un hombre herido y un enano tuerto

ayudaban a ponerse en pie a un semielfo con más cortes que cicatrices.

En el centro de la habitación, un viejo enano con buenas ropas

se acaba de sentar a una de las largas y vacías mesas del comedor.

Una mujer bien parecida, quizás demasiado madura como para desatar

pasiones, se duele de su propio brazo, aunque no presenta ninguna herida.

Y al fondo un soldado se tambalea malherido, cerca

del dintel que lleva a los dormitorios comunales.

Casualidades de la vida, por la puerta abierta entra una enana vieja y arrugada con un cestito de mimbre. Tendrá... ¿Doscientos? ¿Trescientos años? No nos engañemos, es mucho más vieja. Esa señora debe ser tan vieja como el más viejo de los elfos. Bueno, quizás no tanto.

¡AAAAAAAH!-grita, ante tan dantesca escena-¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado aquí? ¡Cómo me habéis dejado el suelo! Se nota que no lo tenéis que limpiar vosotros... No se os puede dejar solos, está visto.

Tras la mujer, entrar por la puerta una elfa y un mediano. Como en el chiste:

"una elfa y un mediano haciendo el amor, la elfa se corrió y el mediano se ahogó".

 El pelirrojo montaraz, con las ropas desgarradas y manchadas de sangre en varios puntos, en algunos de echo la mancha aún crecía, se incorporó con esfuerzo a la vez que terminaba de levantar a un más malherido semielfo.

 Su rostro, barbudo, muestra una expresión ceñuda, una prominente vena permanece hinchada en su frente cuando finalmente posa su mirada en los dos ancianos enanos.

 - Creía que este maldito barracón era un poco más privado.- Parece que tiene mucho más por decir, pero se frena... por el momento.

 Ante los gestos de dolor de la mujer al frotarse el brazo, la expresión del rudo hombre se suaviza un punto.

 - Siento haberte lastimado Sara.

Cuando la elfa entraba al barracón, el pequeño mediano aún se estaba limpiando sus botas en el escalón de piedra que había justo frente a la puerta, al entrar tía Gertrudis fué la primera en recordar a todos los santos, la escena podía ser el resultado del derrumbe de la mina, o tal vez de una batalla por un par de botas nuevas, pero ajeno a los heridos el mediano se adelantó a la enana y a la elfa haciendo una reverencia, clavando el tacón de uno de su pie derecho ligeramente adelantando y curvando la cintura hasta perder de vista a los presentes, la pomposa pluma de su boina roja de terciopelo se bamboleó hacia adelante.

Buenos días señores, con permiso

Drassil terminó de hacer su reverencia y se dispuso a cantar su retaíla de presentación pero los labios secos y apretados de tía Gertrudis que aún con ojos abiertos lo miraba todo le recordó que la vieja senil le advertiera que no hablara si no le preguntaban  "los niños deben cuidarse de estorbar", así que por ahora se mantuvo intercambiando estúpidas miradas entre los recién llegados y los presentes, girando su pequeña cabeza como si estuviera contemplando los hilos que unían los ojos de todos ellos.

Dió un par de golpecitos a Jilokasina animándola a hablar, creía que entre espadas se expresaría mejor

 Una vocecita le llamó la atención, venía del umbral, de uno de los recién llegados. El rudo pelirrojo le lanzó una mirada poco, o nada, amistosa al mediano. Su mirada se posó en la figura de mujer que estaba al lado de este. Una elfa. ¿Una elfa en este culo de mundo? ¿Sería la pretendida de Lyranden?

 Reaccionando un poco tarde, el hombre aferró un extremo de la hoja d emadera que era la puerta e hizó ademán de cerrarla.

 - Es mal momento para visitas.

 Acto seguido cerró la puerta.

Wilbur golpea una pared en una muestra de rabia y frustración.

- ¡Maldito hijo de puta!

Una vez que se va calmando dice, a nadie en particular.

- Me quedan dos pociones, por si el curandero no pudiese con todo.

Para después dirigirse hacia donde estaba Onzanio.

El joven semielfo sale del estado de inconsciencia en el que había estado sumido. La sensación de no saber qué había pasado en una parte de su vida le resultaba como mínimo molesta - Y ya van dos esta semana - se dijo con un optimismo que ni el mismo sabía de donde venía.

Al abrir los ojos encontró cómo Borateo y el anciano enano están tratando sus heridas. - Gracias - acierta a decir mientras ve cómo sus heridas comienzan a cicatrizar con una rapidez antinatural.

Ahora se siente mucho mejor e intuitivamente busca sus armas para acabar con aquel maldito malnacido de Gregor.
Sin embargo el emisario del Rey ya no está en la sala, en su lugar una anciana acompañada de un mediano y una elfa han hecho su aparición.

cita-Es mal momento para visitas- había dicho Borateo y Lyranden no pudo más que darle la razón. Aun así, sus ojos se volvieron hacia aquella elfa. No se trataba de Ledizia y dudaba que hubiera muchas elfas por la zona. Seguramente tendría alguna historia interesante.
El mediano había saludado con educación y aunque se le veía con demasiadas ganas de hablar, como todos los medianos, había tenido la prudencia de no hacerlo.

Dirigiéndose al pequeño grupo que acaba de entrar, el semielfo dice- Disculpad nuestras formas, hemos tenido algún que otro percance y no es el mejor momento para entablar una grata conversación. - para añadir a continuación mientras centra su mirada en la elfa - Sin embargo estaremos encantados de oir vustros nombres y qué os trae a esta estancia

La elfa contesta educadamente la informacion solicitda ya que se da cuenta de la gravedad de la situacion

Mi nombre es Jilokasina y el mediano se llama Drassil , hemos venido aqui porque nos han informado que el alcalde necesitaba ayuda, soy paladina y tengo la dote de curar no es mucho ya que sois muchos los heridos ,pero si teneis tiempo os puedo restablecer por igual.

Acto seguido se dirige al pelirrojo y al soldado y les acaricia con un fulgor magico que apenas les toca pero les sana y reconforta levemente

Puedo preguntar ,si no es mucha molestia ,que os a pasado?

 El montaraz se aparta de las manos de la mujer élfica.

 - Quieta allí, mujer. Si quieres sanar a alguien no lo gastes en mí, otros están más necesitados.- Dice señalando vagamente con el pulgar a un guerrero en el fondo de la habitación.

 Las cosas se precipitán sin ningún tipo de control. No le gusta a Borateo como se sucede todo. Lanza una mirada significativa a Wilbur, el compañero con quien ha compartido más penurias los últimos días, parece desorientado. Tras menear la cabeza barbuda centra de nuevo su mirada en el anciano sacerdote. Parece querer decirle unas cuantas cosas, y pocas de ella bellas. Pero por le momento se contiene.

 - Pero en cualquier caso, este no es un buen lugar para tratar con el alcalde.- Finalmente termina por decir a los recién llegados, nada más pronunciarlo se reafirma.- No es un buen lugar ni el momento.

Las formas de aquel barbaro no le gustan a la elfa ella solo pretendia ayudar y el pelirrojo parecia el mas perjudicado peor para el penso la elfa y se alejo con indiferencia

Si alguien quiere que le cure magicamente, que lo diga y le atendere

dijo la elfa preveyendo otros gestos de desprecio sin modales

ademas ella habia contestado a su pregunta y el maleducado a la suya no

 Las palabras de la elfa no le gustaron a Borateo, pero no añadió nada a lo ya dicho. Finalmente se encogió de hombros y con un suspiro se agachó para recoger una larga lanza que yacía allí, a sus pies.

 Sin esperar nada más se acercó a un morral del que empezó a sacar cosas, una mochila, un odre, unas mantas...

Wilbur se dirige a Onzanio de esta guisa:

- Disculpa por lo de antes, pero necesitaba algo de tiempo y alguna distracción para poder sacar las pociones y dárselas a mis compañeros, afortunadamente no hay que lamentar bajas personales... pero ha faltado poco.

Por cierto ¿Se te ocurre alguna manera de poder alcanzar a Gregor en un ataque? Parece que tiene suficientes objetos mágicos encima como para poder venderlos y comprarse una villa en la costa para disfrutar de su vejez plácidamente... y eso es algo que me gustaría poder remediar.

Drassil, al contrario que su compañera quedó rezagado, prudentemente en silencio, el hombre-feo les había intentado cerrar la puerta en las narices pero se habían escabullido con facilidad al interior antes de que cerraran. No tenían curiosidad alguna por nosotros y parecían necesitar ayuda, no había ni rastro del alcalde y hablaban de un tal Gregor con el que debían haber peleado.

Si es tan fuerte, ¿Porqué han peleado con él?

Parecían todos enfadados, enfurruñados, preocupados y abatidos, nada que una canción no solucionara, pero esta gente no iba a apreciar el arte de Drassil y no tenía ganas de guardar el larguísimo arco del violín allá donde duerme el fin del cuerpo.

Por esta actitud, Drassil tan solo se mantuvo entretenido yendo de arriba a abajo, y acercándose a la mesa en la que estaba el enano meditabundo de buenas ropas, tan solo para tomar asiento, esperando que éste tuviera mejor genio que el resto de rudos mercenarios.

Con la espalda ceñida a la pared de los dormitorios, Onzanio recrimina la actuación de Wilbur entre susurros.

Malnacido... Así que fuiste tú el que puso palabras en mi boca. Has pintado una diana en mi trasero.

El mercader entró al comedor desde el dormitorio y se presentó ante Cléquetto. El hombre lanzó una mirada de sospecha a Drassil y Jilokasina, y sopesando su presencia decidió ser comedido en sus palabras: omitió tacos, acusaciones y maldiciones.

Señor alcalde, todo lo que sé sobre el asunto es que sí es cierto que la moneda perteneció a Roger. Me la mostró en una ocasión para ver si yo, con mi experiencia mercantil, podía identificarla. Cosa que no pude. Ahora, para garantizar mi seguridad, quiero alquilarle una de las casas vacías del pueblo.

Lo entiendo. Gracias, Onzanio. Iremos al archivo de la alcaldía y te mostraré el plano del catastro con las viviendas disponibles. Lamento que ahora...

¡Alcalde! Alcalde, ¿qué hay de mi petición?-interrumpió Sara, tras asentir a Borateo agradeciendo su preocupación.

Ehm... sí. Bien, creo que he perdido capacidad de influencia con ese hombre-Cléquetto lanza un suspiro mientras piensa una solución-. Tal vez podrías dejar a la niña con unos vecinos...

Oh... ¿estamos hablando de esa niñita tan adorable?-interrumpió Gertrudis, que parece haberse olvidado de todas las manchas de sangre que le quedan por limpiar-Puedo cuidarla yo, muchacha. Tengo mucha maña para los niños.

¡Gracias! ¡Gracias, tía Gertrudis! No puedo abandonar a mi marido con esos hombres, pero me gustaría que Josephine estuviera a salvo en sus manos.

Paralelamente a esta escena, Vórtimer trataba de reunir a los mercenarios para aplicarles las curas precisas.

Elfa, has dicho que podías curar. Ayúdame con estos hombres...

El párroco recorre la sala rezando a Moradin por esas feas heridas.

Eso es todo lo que puedo hacer por vosotros. Estoy viejo... y cansado... Aún me queda un último conjuro que lanzar hoy... Pero tiene otro fin que el de curar. Es un conjuro para destapar la verdad oculta.-afirma, misterioso.

Cléquetto mira al otro enano como si supiera a qué se refiere. Después se dirige a los nuevos, especialmente a Jilokasina y el enorme espadón que tiene detrás, ignorando un poco al aparentemente débil Drassil.

¿Paladina, eh? Lo cierto es que sí necesito ayuda. Lamento que hayas tenido que presenciar los resultados de esta riña, pero los problemas que requieren más urgente solución en este momento, están en la mina. ¿Aceptarías colaborar con estos humanos?-pregunta, metiendo en el mismo saco de "humano" al mitad humano y mitad elfo.

 El pelirrojo montaraz mira a Vórtimer como parece querer enmendar, o hacer como si no hubiera pasado nada momentos antes cuando lanzó cierta acusación. Antes de que el sacerdote de Moradín lo sane el rudo hombre le dice.

 - Yo no sé de dioses, ni de grandes cosas... hasta hace muy poco era poco más que un campesino, un pa... un hombre humilde. Por hazares del destino me vi en los caminos y elegí la senda del mercenario. Pero eso no haga que sea malo, igual que una espada tanto sirve para dañar como para proteger, lo mismo un mercenario. Es más, todas las tareas que he aceptado y realizado lo han sido por que creí que era bueno hacerlo... incluso ese último trabajo que por muy poca gracia que me hiciera, lo acepté por un bien común.- Mirando directamente al anciano añade.- Me decepcionasteis, me decepcionasteis profundamente, cuando nos acusasteis y más por quien os informó. Hasta el punto de plantearme el continuar trabajando para este pueblo o el irme a otra parte.

 Estas últimas palabras las formula mirando a Cléquetto.

La situación parecía tensa. Borateo había evitado las atenciones de la elfa y todo había derivado en una situación muy similar a la que el mismo había vivido cuando se encontró con el grupo de "humanos". Si, la realidad es que Borateo era un hombre rudo con el que se hacía difícil el primer contacto. Por suerte si uno pasaba el primer mal trago, el pelirrojo era alguien en el que poder confiar. Para romper el hielo de la incómoda escena, Lyranden se ofreció a ser curado.
- Con muchísimo gusto recibiré tus atenciones - dijo el semielfo a Jilokasina - Te pido que disculpes a Borateo en sus formas, su sitio está más en la lucha que en la dialéctica y nunca se le han dado bien las presentaciones. - añadió con una sonrisa mientras recordaba que cuando ambos se encontraron por primera vez casi acabó en un combate.
Después y tras las palabras del alcalde, el semielfo animó a que Jilokasina se les uniera. - Efectivamente alguien con dotes curativas y que sea un buen luchador nos vendría bien en el grupo.
A continuación las palabras de Borateo reencauzaron la conversación a la cruda realidad recordando a todos los que estaban en la sala la seriedad de la situación que les había reunido allí.

Wilbur se encoge de hombros ante el comentario de Onzanio, y se retira a la zona común, para reclamar la atención de la elfa sanadora.

- Jiloskasina, una vez que acabes con los más graves, a mi no me vendrían mal algunas de tus atenciones. 

la faz de la elfa cambio de tener un gesto contrariado al topar con aquel agrio barbaro a feliz irradiando una luz especial que solo los elfos en plenitud de su orgullo podia tener. Se sentia orgullosa de poder ser util y daba gracias por igual al la diosa de los bosques como al dios de su orden paladina por tan educadas palabras que le dedicacan tan nobles señores especialmente el primero que al no ser un tosco humanosu educacion estaba a la altura de las maneras de la elfa asi que le atendio con diligencia y delicadeza