Partida Rol por web

Los recuerdos de su mundo y la batalla contra familiares y amigos invadieron los recuerdos de Grigory que se quedó bastante tocado mentalmente, aunque hizo un pequeño truco que le enseñaron para recobrar la compostura. Llenar su mente de techna-lingua, procesando todos los recuerdos que sus rollos de memoria tenía a la vez, forzando a que su cerebro se reseteara y volviera al punto en que necesitaba que estaba.

Viendo que sus compañeros ya habían empezado la carnicería, optó por hacer lo mismo y apuntó a uno de los cultistas armado con un rifle o algo así, disparando en su dirección con la intención de hacer bastante daño antes de que se acercara a ellos.

Según las palabras del sargento, debíamos terminar con los cultistas que habían invadido las calles y haciendo equipo con los arbites, no deberíamos tener problema. Levanto la pistola láser mientras apunto a uno de los vociferantes cultistas, y abro fuego contra los enemigos del imperio, siento el ínfimo peso de la pistola prestada y la poca carga de energía que sale de ella al consumir la batería de energía. - Como tirar bolitas de papel, puta mierda.

El sargento asintió hacia los arbitres y señaló con su dedo extendido hacia los cultistas que estaban cercanos a los pandilleros. - ¡Ya habéis oído! ¡Tenemos las espaldas cubiertas! ¡Atacad sin descanso, hagamos picadillo a esos perros! - 

El impulso inicial parecía haberse desvanecido al igual que se habían extinguido con rapidez las vidas de los herejes que tenían más cerca, pero Karl no estaba dispuesto a frenar en su avance, así que dando ejemplo para que sus tropas le siguieran y se recuperaran de lo sucedido, sobretodo Vera y Darya, avanzó hacia el enemigo alzando su pistola y disparando a uno de los cultistas armado con rifle automático. - ¡Vamos! ¡Una ronda de amasec gratis para el que mate más encapuchados! - los dos chasquidos láser fueron directos hacia el enemigo que había elegido. 

Se giró hacia las dos mujeres y les gritó con franco enfado - ¡¿ACASO NO ME HAN OÍDO?!, ¡ATAQUEN AL ENEMIGO! - 

El cultista cayó al suelo con dos boquetes en el pecho, al tiempo que el combate empezaba y los disparos se sucedían de un lado a otro. Más cultistas fueron derribados por sus compañeros y por los arbites, y se sorprendió al ver como al otro lado de la calle, los pandilleros salían en tropel del bar para enfrentarse también a los herejes.

Viendo que por su lado los arbites tenían la situación controlada, Ulrich empuñó la pistola con las dos manos y empezó a avanzar hacia el otro lado al tiempo que apretaba el gatillo, todavía en modo sobrecargado, hacia los cultistas que se enfrentaban a los pandilleros, esperando pillarles por la espalda. Por lo bajo, murmuraba una letanía tras otra, pareciendo que estaba más concentrado en decir las palabras correctas que en disparar, abriendo fuego de manera casi mecánica, pero no por ello con menos precisión.

Ulrich avanzó mientras su arma disparaba contra uno de los herejes que vio, tarde, como el primer haz de energía le daba de lleno en su brazo derecho obligándole a soltar soltar su arma hasta que el segundo impacto le dio atravesando dicho brazo, la quemazón fue lo suficientemente dura y letal como para acabar con su insidiosa vida. Ibn había logrado evitar el disparo de uno de ellos al moverse en el último instante, sin embargo su disparo se perdió en la noche.

Los pandilleros se lanzaron otra vez a la carga pero sus ataques fallaron estrepitosamente mientras en el combate que se seguía dando, uno de ellos le propinó un mazazo con su enorme martillo hiriendo a uno de los lideres del culto herético. Lo estaban dando absolutamente todo, poniendo todo su empeño en intentar acabar con los cultistas, pero no estaban teniendo su mejor momento. El líder de los yunques salió y abrió fuego con su arma contra uno de los cultistas acabando con él tras una tormenta de balas tras seguir disparando en modo semi, el líder estaba confiando en que los que saldrían por la puerta darían buena cuenta de los que se aproximaban por la derecha. Los pistoleros salieron en tropel así como, a la carrera, los que llevaban armas pesadas. El primero que había embrazado su arma gritó de frustración y se puso junto a su camarada. Para mala suerte de los pandilleros, los pistoleros erraron los tres tiros de sus pistolas pesadas e incluso uno de ellos encasquilló su arma para sorpresa del líder, que los increpó - ¡ESCORIA DE GROXX! ¡MECAGOENVUESTRASPUTASMADRES! - gritó indignado sabedor de lo que se les podría venir encima.

El sargento Karl se movió con presteza hasta la mitad de la calle disparando su pistola láser, la energía de su arma impactó en el torso de su objetivo dos veces, y este cayó fulminado en el suelo sin mediar palabra alguna. El conductor, Safwan, apuntó con su arma hacía otro de los herejes del otro lado de la calle acabando con su vida de un único disparo. Grigory descubrió que quien había designado como su objetivo acababa de ser abatido por el sargento, pero rápidamente cambió y disparó contra otro de ellos, su disparo no resultó ser letal, pero si que vio con satisfacción como el traidor gritaba de dolor. Vera, que se recuperó gracias al grito que Karl le dedicó, desenfundó su pistola y se movió mirando a un lado y a otro para buscar un objetivo más claro al que disparar, en cambio, Darya, que si tenía su arma fuera, disparó contra el mismo cultista que había sido objetivo del tecnosacerdote acabando con su vida de dos certeros disparos. Fray Ollanius se quedó donde estaba disfrutando de su obra purificadora.

Los arbites entraron en acción, uno trató de desencasquillar su arma con desacierto mientras el resto comenzaba a defenderse desenfundando las porras. Se acercaron con paso tranquilo a los dos cultistas que quedaban con vida, con la lentitud propia de una serie de matones que van a rendir cuentas hasta hacerles vomitar todo lo impío que quede en su interior, solamente pudieron responder dos de ellos con sus porras. Uno de ellos falló contra el líder, pero el otro le propinó tal golpe, que su cráneo se escuchó partirse por toda la calle con un crujido brutal.

La espada sierra del líder herético zumbó con fuerza y lo siguiente que llegó fue el alarido de dolor cuando el arma se hendió en el hombro del arbite hiriéndolo de gravedad. Dos de los que portaban armas a distancia se atrevieron a destrabarse sin cuidado y ambos fueron impactados por los enormes martillos, los herejes se quedaron tiritando, pero sus armas, a tan corta distancia resultaron letales para uno de los pandilleros que cayó acribillado, sin embargo, el otro cultista se quedó con cara de idiota con su arma encasquillada. Otro de ellos se movió un poco por la zona y disparó contra un pandillero, el cual evitó la salva agachándose en el ultimo instante. 

Los cuchillos sierra zumbaron, y sus portadores iniciaron cargas mientras proferían gritos pidiendo sangre y cráneos - ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! ¡SANGRE Y CRÁNEOS! - gritaron ritmicamente mientras segaban la vida de dos de los pistoleros, que se vieron destripados por los cuchillos de sierra. Las risas dementadas de los traidores resonaron por todo el lugar.

El líder del otro grupo blandió su espada sierra pero hendió, nuevamente, el aire, lo que provocó la risa de su oponente. Finalmente, el otro cultista también falló su ataque con el cuchillo, y el otro también se rió de él en su cara, provocando que el enfado y la ira fueran en aumento.

Grigory bajó el arma al momento en que veía como caía el enemigo por los tiros de su compañera, ya que él solo consiguió causar una herida superficial. Su zona estaba controlada y ahora quedaba ayudar a los pandilleros o a los arbitres, y una parte de él dudaba de que los arbitres no prefirieran ir a por ellos y dejaran a los pandilleros que se las apañaran, así que optó por ponérselo más difícil y se lanzó a la carrera hacia donde acababan de abatir a unos cuantos enemigos, poniendo así más difícil su captura y viendo la posibilidad de acabar con más de esos herejes.

Una cosa era segura, a pesar de su corpulencia y su aspecto jorobado, el tecnosacerdote se movía con bastante velocidad.

Darya, en un remolino de adrenalina en el que se vio envuelta al provocar su primera baja entre sus enemigos, decidió ir a por todas y echó a correr hacia el otro lado de la calle con Petrov a la zaga.

- ¡Petrov, conmigo, por aquí! ¡Vamos a por esos hijos de puta! - exclamó - ¡No quedará vivo ni uno!

Oculta ya en una posición decente y con Petrov a su lado, se preparó para disparar lo antes posible. Con tan mala suerte que no fijó bien su arma y ésta disparó sin acertar a su objetivo. Una bala perdida.

- Con la siguiente no tendrás tanta suerte, cabronazo. - pensó para sus adentros. - No permitiré que tengas tanta suerte...

Antes de que se le presentase la siguiente ocasión de disparar, se aseguró de colocar bien su impecable rifle. No había ido a la Schola para convertirse en una especialista en meteduras de pata.

Aunque me parecía imposible, había conseguido derribar a uno de esos locos seguidores del caos, aun con esta basura de armas seguíamos siendo una unidad bien entrenada y eso decantaba la batalla a nuestro favor. Ví que uno de los cultistas estaba rodeado por varios arbites, pero estaba claro que con sus mandobles podría no salir muy mal parado, tomándome el tiempo necesario, apunto lentamente hacia donde se encuentra .... si los arbites no lo hacían, yo lo abatiría. 

- ¡Seguid presionando! ¡Ya son nuestros! - arengó Karl con entusiasmo, otorgando a sus hombres nuevos ánimos y fuerzas para acabar aquella escaramuza, porque llamarlo batalla sería darle demasiada importancia. - ¡Vera, Darya, por aquí! -

Desenvainando el cuchillo, siguió a Grigory para presionar a los cultistas que quedaban, pues la sangre le bullía clamando venganza ante los representantes de los poderes ruinosos que habían llevado a su mundo a la muerte. Al llegar al c.c., se cambió el arma de mano, mirando al cultista a los ojos. - Vas a morir perro traidor. - 

El cambio de actitud de Grigory era bueno, parecía irse integrando en el grupo, y sabía Feynn que necesitaban a todos y cada uno de los hombres leales para acabar con lo que estuviera sucediendo ahí. Además, inteligentemente se había separado de los arbitres, lo que les daría margen después para regresar a su vehículo con la suficiente ventaja como para salir de allí, eso sí, antes tenían que masacrar a los representantes del Caos. 

- ¡Seguidme! - gritó.

Al contrario que algunos de sus compañeros, que se lanzaron hacia adelante con el objetivo de enzarzarse en cuerpo a cuerpo con los herejes, Ulrich siguió su camino igual que antes, avanzando lentamente mientras apuntaba con su arma de un objetivo a otro y lo abatía con una precisión letal.

Aquella pistola no tenía demasiada potencia o alcance, pero Ulrich había entrenado para convertirse en un maestro con las armas láser a largo alcance, y el modo sobrecargado del arma, si bien una práctica temeraria, le daba resultados excelentes a la hora de acabar con sus enemigos. El cargador descendía a niveles alarmantes, pero estaba tan familiarizado con aquella arma que cambiarlo le llevaría menos de tres segundos.

Siguió farfullando por lo bajo al tiempo que pasaba de un cultista a otro y acababa con otro hereje con sendos disparos. No había lugar para el descanso, no había lugar para la clemencia. Solo la fría certeza de que no se detendría hasta que no quedara ni uno de aquellos traidores al Imperio con vida.

Ibn avanzó en ayuda de los pandilleros, ahora murmurando por lo bajo salmos, mientras sostenía la pistola láser humeante y buscaba un objetivo... Y allí estaba. Un cultista disparando. Justo lo que debía ser purgado, sí señor. Puede que avanzar por el centro de la calle no fuera la mejor de las ideas, pero ahora mismo no estaba para esas minucias, solo sabía que debía actuar con fervor para limpiar la mácula que había calado en él. 

Ulrich avanzó sin parar, andando a paso lento, con el brazo estirado y su arma descargando muerte allá donde ponía el tiro. Nuevamente quien fue objeto de sus disparos cayó fulminado con dos certeros impactos en el torso, sin que este pudiera intentar evitar el ataque. El doctor fue justo detrás del primero, disparando su arma contra otro de los herejes, su primera intención era abatir al que había sido derribado por Ulrich, por ello cambió rápidamente de objetivo, pero con la mala suerte de que este, logró evitar el disparo dando un extraño giro en el último segundo.

Los pandilleros volvieron a la carga, solo uno de los que portaban aquellos enormes martillos logró impactar. La contundencia fue suficiente como para desencajarle la pierna izquierda por completo llegando a amputarla practicamente, no llegó ni a gritar el cultista, este cayó de una manera cómica al suelo muerto. El único pistolero que quedaba salió corriendo despajando el sitio para que su líder los acribillara cuando fuera su momento. Los que llevaban aquellas pesadas armas las afianzaron en mitad de la carretera y ocurrió lo impensable, o al menos lo que nadie podría haber esperado viendo que compartían enemigo. Su líder había sido claro momentos antes, sabiendo la situación contra los cultistas controlada, pasaron al siguiente enemigo potencial, los arbites y sus extraños amigos - matadlos a todos - dijo con voz trémula. Las ametralladoras pesadas abrieron fuego, la primera erró el tiro, pero la segunda logró una trayectoria perfecta, directamente hacía el sargento Karl, si este no evitaba el ataque, se vería en una fea situación. El sargento fue capaz de evitar el primer y segundo impacto, pero el tercero le llegó a dar, hiriendo al droveliano que empezó una larga carrera mientras alentaba a los suyos. Quien ostentaba el liderazgo de los yunques soltó una ráfaga contra los que tenía enfrente, solo logró impactar a uno de ellos pero no logró matarlo. Se sabía en apuros, pero aún así no cedió terreno.

Grigory corrió, realizando una corta pero intensa carrera que lo acercó bastante a los pandilleros que se enfrentaban a los herejes. Safwan se quedó apuntando contra el líder de los cultistas que estaba siendo apalizado pero no llegó a disparar su arma. Vera, viendo que acababan de atacarle los pandilleros, no dudó apuntar su arma contra el agresor, el disparo fue bastante bueno, pero el pandillero logró evitarlo con facilidad. Darya avanzó unos metros disparando, pero sus disparos se perdieron en la oscura calle que era testigo de aquel enfrentamiento. El sacerdote comenzó a correr a todo lo que dio de si hasta colocarse cerca de un pebetero cuyas llamas seguían danzando ajenas a todo.

Los arbites siguieron tratando de apalizar al líder, sus porras lograron impactarle en tres ocasiones, y aunque este trató de evitarlo, no fue lo suficientemente hábil como para lograrlo. A pesar de todo, logró mantenerse en pie y eludir la carga aturdidora de las armas arbites, para sorpresa de los miembros de las fuerzas del orden de la colmena, aquello no era normal, y menos aún la risa del líder que sangraba por una mejilla. 

A pesar de todo, el líder siguió fallando sus ataques, parecía desafiante, pero no muy capaz de devolver los golpes. Sin embargo, en el otro lado de la calle, el líder que estaba por esa zona acababa de ensartar con su espada sierra a uno de los pandilleros que moría lentamente entre gritos de agonía, su otro compañero no tuvo mejor suerte, pues uno de los cuchillos sierra le vacío el vientre dejando que sus intestinos se vaciaban en la calle - ¡JAJAJAJAJA! ¡QUIERO SUS CRÁNEOS EN UNA PILA! - bramó uno de ellos enfervorecido por su obra, mientras sus dos camaradas cargaban contra el líder de los yunques, poco pudo hacer más que recibir dos terribles puñaladas, que, aunque no lograron matarlo, si dejarlo gravemente herido, quizás había jugado mal sus cartas al atacar a los imperiales creyéndose con la situación controlada. Finalmente, el último de los cultistas abrió fuego contra uno de los que llevaban armas pesadas y lo acribilló con tal precisión, que el atacado no pudo hacer nada por evitarlo, nada más allá de morir agujereado. 

No supo cómo, pero su mirada se cruzó con la del líder de los pandilleros cuando éste ordenó que los mataran a ellos también. Vio el odio en su mirada, leyó los labios perfectamente pese a la distancia y quizás eso le salvó la vida. Justo cuando las balas empezaron a salir de la boca del arma el Sargento ya estaba en el aire, zambullendose hacia adelante en un intento desesperado de quitarse de en medio de la trayectoria de las balas. 

Estaba a buena distancia y tenía a dos cultistas de espaldas, un buen momento para dispararles. Alzó la pistola y disparó dos veces contra uno de los cultistas, fallando ambos. Tenía que hacer algo, y sabía lo que iba a ser.

Nada más rodar por el suelo, se levantó y trastrabilló un par de veces, dolorido en una de las piernas por una fea herida, pero se puso a correr siguiendo su instinto y su odio. - Tenemos que acabar con esos hijos de puta traidores de mierda. - pensó el Sargento, dándose fuerzas a sí mismo y confundido por lo que acababa de suceder. 

Esa confusión duró muy poco, apenas uno o dos segundos, pues enseguida comprendió que en contra lo que pudiera haber pensado antes, los pandilleros eran ratas de cloaca rabiosas que atacaban a todo lo que se movía que no fueran ellos. Allí no habría más aliados en contra de los herejes traidores más que los arbitres, y posiblemente éstos últimos sólo hasta que acabara aquel combate. Como mucho mirarían para otro lado mientras les dejaban escapar, si es que sobrevivían. 

Sin parar en su carrera, cogió inercia mientras cargaba contra un cultista cercano a Fray Ollanus gritando fuerte y alto - ¡A mí, muchachos, acabemos con éstos perros!¡Que alguien abata al de la ametralladora ya! - su grito designaba con claridad como objetivo prioritario al pandillero con el heavystubber que les estaba apuntado, y dando libertad para que sus hombres elegieran al resto de sus objetivos, lo que estaba claro es que el Sargento quería que limpiaran esa calle de podredumbre y escoria humana, empezando por el del arma pesada. - ¡PATER, EL SAGRADO EMPERADOR ESTÁ CON NOSOTROS, ACABEMOS CON ÉSTA ESCORIA! ¡EN SU TRONO! ¡EN SU TRONO! - gritaba el Sargento, mientras desenvainaba con fulgurante velocidad el puñal que le habían entregado y, junto a su "cuñada", atacaban con fiereza hombros, pecho y los riñones del cultista tatuado. 

Pandilleros y cultistas morían a partes iguales, a pesar de su dureza, el fanatismo con el que peleaban los herejes se estaba cobrando bastantes bajas entre aquella banda. En ese momento, dos de los que llevaban armas pesadas las encararon hacia ellos y abrieron fuego, rozando al sargento. Aquello le pareció una estupidez, ya que se veía como ellos estaban atacando también a los cultistas, pero después de todo, no llevaban su uniforme y podían ser confundidos con más de esos locos. Tampoco es que le atribuyera demasiada inteligencia a esa escoria de la subcolmena.

Fray Ollanius se lanzó a la carga, seguido prontamente de Karl, directos hacia los pocos cultistas que quedaban, mientras que él se detuvo para apuntar bien contra el pandillero de la ametralladora. Enseguida lo enfiló y apretó el gatillo, pero un único disparo sobrecargado salió del arma. Contrariado, se dio cuenta de que no quedaba suficiente energía para otro tiro de potencia elevada, de modo que sacó un segundo cargador de su cinturón al tiempo que quitaba el vacío, y en menos de tres segundos tenía el arma lista de nuevo. El disparo no había sido todo lo correcto que le gustaría, pero ahora estaba listo para remediarlo.

Los gemidos de los pecadores cuyas almas se iban derechitas al infierno de sus amos le hizo sentirse mejor consigo mismo, y las palabras del sargento Karl le sacaron de su dulce estupor de redención.

-HOSSAA-AAAA-NAAAAA 

Dijo, con una sonrisa, mientras apuntaba con el cuchillo.

-Bendito el que viene / En nombre del Señor / Dios del Universo

Comentó a canturrear, con algo de voz más queda, más tranquila y benevolente, mientras tomaba atención con el grupo y se preparaba para ponerse a su ritmo. Era tan tentador continuar purgando, pero era parte de una unidad militar, y la obediencia también era mandamiento sagrado. En su lugar, contuvo la respiración mientras se replegaba posicionándose con los demás, apuntando con calma al siguiente cultista que tenía a la vista, disparándole una vez lo tuvo a sus alturas con toda la fuerza de que era capaz. El padre nunca había recibido el mismo entrenamiento que ellos, pero aquello había sido igualmente un tiro digno de las rutinas en la que lo habían enfrentado.

-Mántengase firmes, caballeros, señoras. Bendiciones del Emperador sobre esta calaña todos. Porque somos pecadores, pero la virtud es humana.

Tres... Dos... Uno... Disparo. En esta ocasión, aunque no disparó a la misma persona, Darya acertó. Por desgracia para la especialista, el disparo no hizo gran mella en su enemigo.

- Petrov. A por ése hijo de puta.

Ibn siguió avanzando, en un estado de fervor religioso, y optó por corear a viva voz los cánticos del sacerdote mientras buscaba un nuevo objetivo, encontrándolo en un cultista.

-¡¡HOSAAAANAAAA!!-bramó, con más furia demente y justiciera que talento, mientras abría fuego con la pistola láser, fallando por poco... Que es más de lo que se podía decir de lo afinado de su cántico. 

Es cierto que me estaba preocupando demasiado por un cultista rodeado por arbites, pero si estos conseguían librarse de su presencia, podrían ir ayudar a otros agentes de la ley cosa que nos vendría muy bien para sobrevivir. Un segundo es lo que necesito para encontrar un hueco por donde poder alcanzar al objetivo ... - Un disparo perfecto.