Partida Rol por web

Desde luego, a Mills les desagradaba sobremanera la idea de que sus hombres se mataran entre si. Como si no hubiera suficientes charlies ahí afuera (y ahora lucecitas de colores, tíos con cabeza-pincho, cibermonos y demás fauna sacada de películas cutres), también querían lidiar entre ellos. Sin duda ese podía ser uno de "los errores de vuestros antecesores" que había comentado Morriset... desde luego uno que, en la opinión del sargento, no debían cometer.

Maverick (como Morriset antes que él) demostraba un sospechoso interés en el cubo, tal vez demasiado y todo.

Sin embargo, lo más preocupante era la obsesión de Bings por destruirlo, llegando a insinuar el emplear un lanzagranadas a corto alcance en un espacio cerrado. En la opinión del sargento esa era la conducta más peligrosa, no únicamente para la integridad del resto del grupo (Mills desconocía lo que hacía el cubo más allá de lo que había visto en el vídeo, pero conocía demasiado bien los efectos de una explosión), sino para la propia misión que, en su mente de militar, no había olvidado (y que de hecho era una tabla de salvamento a la que aferrarse en esa situación de locos). ¿Realmente habría hablado Bings con un fantasma? ¿Y qué le habría dicho? Seguramente el zapador no lo compartiría con el resto... incluso había intentado alinear al cabo en una especie de motín (que afortunadamente el cabo no había secundado) y eso bastaba a Mills para tomar una dura determinación. En caso de que empezaran los tiros, los suyos irían hacia el soldado que había sacado las armas en esa discusión.

Bings, como siempre echaba leña al fuego. Ni siquiera los gruñidos del Sargento, ante la instancia a bajar las armas le importaba. Es más, sentía indiferencia en esos momentos. Sin embargo la palabras del cabo fueron las que hicieron reaccionar al chico, bien por el razonamiento pesimista que había rebatido como por la dureza del mismo.

-¿y cre...crees que yo si voy de farol, ca..ca...ejem, cabo? -murmuró Baronetti señalándose el hombro.

Dicen que las pasiones, mezcladas con sentimientos poco propicios, pueden llevar a una persona a la locura. A veces, sin embargo, la locura esta ahí, y persiste, y basta con la aparición de éstos para agravar el problema.

-Si me pe...pe...pegas un tiro será po...po porque Mavs manipu...puló el cubo, y por eso tu...tuve que cargármelo... En realidad, si lo pi...lo piensas bi...bien, Máverick har...haría que me díspa...parases, señor, no yo...

(Remordimiento): ¡Así se habla colega! ¿Quién se cree este tipo para mangonearte? ¿tu jefe?

Remordimiento no se había ido. Estaba ahí, vigilando, acechando. Luego escuchó como el cabo nombraba todos los peligros que habían afrontado (más o menos). Baronetti, al oir esto se llevó la mano libre a la cabeza, y durante muchos segundos se frotó los dedos en su frente, la cual sudaba, sin atender siquiera a quién apuntaba con su  brazo tembloroso...

Cuando miró los cadáveres el rostro del chico cambió. Comenzó a ponerse rojo. Acto seguido, volvió a mirar a Morriset, aún apuntando a Maverick. Por un instante parecía desviar su mirada sobre éste último, como si sopesara la situación: disparar o no.

(Remordimiento): ¡Vamos joder! ¡Conocer o no conocer! ¡No dejes que ese hombre nos vuele en pedazos! ¡Dale el regalo de despedida!.

La mirada de Baronetti, colocada finalmente en Morriset, fue acompañada del color ahora casi morado de su cara, al tiempo que enseñaba los dientes y los mordía contra su labio inferior, como si fuera la única manera de contener su rabia interior. Su cara ahora parecía la de un auténtico asesino.

Acto seguido, Barthow lanzó otro "¡joder!" con dos sílabas, por supuesto, justo mientras sacudía la cabeza hacia abajo con rabia expulsada. Luego volvió a mirar al cabo, y su mano temblorosa dejó de moverse. Ahora parecía tranquila; la había bajado y su arma apuntaba al suelo.

Se quedó allí, de pie, recogiendo sus dientes y como calmado; como si esperara el gran estallido de un mortero o una granada bajo sus pies sin que esta llegara a estallar... La cabeza de Baronetti ahora ladeada no se despegaba de la vista del Cabo. Justo después, guardó su Norinco en la parte trasera del pantalón, para, en ese preciso instante, alzar su pierna izquierda, lanzar un paso, y pegarle un patadón al cadaver sobre su tronco, por la parte inferior, en el estómago.

-¡¡¡Aaaarrhhhgggg!!! -barruntó. Acto seguido, Baronetti escupió al mismo cuerpo al que había pateado.

Cuando se incorporó, el chico miró a Maverick, tragó saliva y luego volvió a mirar al Cabo.

(Remordimiento): ¿Te vas a rajar...? Ja Ja...¿eh? ¡Te...te vas a rajar! ¡¡Maldito estúpido!! ¡Te arrepentirás! ¡Te juro que...! ¡No sab...! ¡Es...no.., jamá...!

La conciencia gritaba a Baronetti en su interior, mientras que éste la encerraba como podía en un armario con llave en el fondo de su mente. Fuera de ella, el silencio de la escena en medio de la tensión hacía florecer una situación de desconcierto, al menos para el chico.

-Maldición Morriset... -luego miró a Mav-, escucha: no toques eso... ¿me oyes? Aún no.

Mientras decía estas últimas palabras acompañado de un dedo inquisidor que apuntaba al cubo, Baronetti dio unos pasos hacia atrás y sin dejar de mirar a sus dos compañeros fue hasta el teclado, seleccionó el botón de dirección izquierdo y posicionó el selector hasta la primera escena.

-Aún no Mavs... aún no... verem...mos qué se filmo aqu...aquí.

Baronetti parecía concentrado. Para él la tensión se había calmado, aunque hubieran estado también apuntándole con un arma.

El cabo permaneció en silencio, pero la mínima sombra de una sonrisa apareció en sus labios. Caminó hasta ponerse al lado de Baronetti y le colocó una mano en el hombro.

- Bien chico -dijo al final-. Yo también quiero ver qué pasó aquí. Y desde luego que no vamos a acabar como esos tres desgraciados...

Le dio un par de palmaditas. No de cabo a soldado, si no de compañero de armas a compañero de armas. Al menos esperaba que Baronetti lo entendiera así. Todos estaban juntos en aquél pozo de mierda e incertidumbre...

Se separó un par de pasos para darle sitio, y fijó su vista en la pantalla.

-Y que sabes tu abuelo!, en lo que a mi respecta sabes tanto del cubo como yo de mi culo; o es que de nuevo nos ocultas cosas?, ehh, dígame sargento, ya no tiene nada mas que decir?, ya se le acabaron los secretos?- Bings había apuntado por un instante al sargento con su M3A1, para luego recostarla en sus piernas.

-Por mi pueden seguir viendo películas todo el día, no tengo algún otro lugar a donde ir por el momento, pero en cuanto manipular el cubo lo único puedo decirles es una cosa, Kaa Bum!. Supongo entiende sargento, supongo entienden todos. Tu no tienes que entender Baronetti no te preocupes por eso, que con  tu lucha interna por poder articular correctamente tu propio apellido ya has de tener mas que suficiente-

Remordimiento consiguió soltar una carcajada atroz desde el interior de la caverna en la que Baronetti la había encadenado, debido al comentario del apellido.

(Remordimiento): ¡Ja Ja Ja! Cuanta razón, este melón no creo siquiera que sepa hacer dos cosas al mismo tiempo...

Baronetti, sin embargo, estaba pendiente ahora de la pantalla, asintiendo al gesto de pseudo-conciliación del cabo para con el chico.

Mavs abrio los ojos y la situacion habia dado un reves total. Parecia que ya no le apuntaban, e incluso baronetti estaba trasteando con el teclado.

-¿Por que creeis que al tocar el cubo moriremos? hace falta manipularlo para que pasen cosas, y ademas, que yo sepa estos bastardos-Dijo mirando los cadaveres-Murieron acribillados a tiros, no porque el cubo hiciese nada. ¿Soy el unico que llega a esa conclusion o que? Yo quiero respuestas, y los videos aunque los veamos todos solo dan mas incognitas... Sin el Rerum ese no tendremos ni idea, y nisiquiera tienen un diario correcto, solo puñeteras grabaciones sin orden e incoherentes.

Miro hacia el sargento.

-Dejeme probar. Los demas alejaos del cubo, si logramos abrir la puerta denuevo, esperad 2 minutos y entrad a ver que coño me ha pasado... No aguanto mas el estar quieto sin hacer nada, esperando una supuesta muerte... prefiero morir buscando respuestas, o almenos proporcionandooslas...

Bings era inteligente, sabia en su interior que Mavs trata de manipularlos, pero el ya lo había visto en la televisión de mamá, algo llamado psicología humana-Ya lo dije una vez vaquero, no te acerques mas al cubo, no lo diré una segunda vez; vamos siéntate a ver películas o Kaa Bum!, adiós a la sala de cine y sus ocupantes- Bings volvía a levantar su subametralladora apuntando a Mavs.

El sargento caminó hacia Bings, en parte incrédulo por la actitud del soldado, en parte escandalizado por su total falta de disciplina. Una vez frente a él le miró cara a cara.

- ¿Has olvidado cuál es tu puesto, soldado?

Una mirada de helada determinación, enmarcada por el sempiterno ceño (más pronunciado ahora si cabe) y el mentón rígido dotaba a sus palabras de un aire de amenaza.

Algo empezó a hacer click-click en la mente de Mills.

Gracias a una forma de pensar estrictamente marcial, podía soportar lo sobrenatural, más o menos ignorándolo. De la misma forma que aguantaba la dureza del frente sin pensar demasiado en ello, aceptaba extraterrestres y otras obscenidades: las cosas eran como eran y punto, no hacía falta cuestionarselas demasiado, no hacía falta comprenderlas, sólo hacia falta seguir las ordenes. Los que mandaban serían unos hijos de puta, pero eran los que mandaban, así era el mundo de Mills y, en el fondo, aunque no lo reconocería nunca, le gustaba esa especie de orden que imprimía a su vida. Una mezcla de sencillez y lealtad mantenían a Mills cuerdo (o al menos todo lo cuerdo que se podía estar en esa guerra).

El problema sería que si se quebraba ese pensamiento marcial, esa forma sencilla de entender el mundo, todo se volvía anarquía, pero eso no debería pasar.

Sin embargo ahí tenía frente a si a un soldado (a un auténtico soldado en plena posesión de sus capacidades, no un recluta en formación lejos del frente ni a uno preso de un ataque de pánico o alcoholemia) en abierta rebeldía. Algo que chocaba contra los principios de Mills mucho más que un cubo teletransportador o una manada de extraterrestres... y que hacía que resortes imprevisibles se pusieran en movimiento en su interior.

Bings miro fijamente al sargento, no confiaba en él, de hecho ya no confiaba en nadie; Moriste lo había traicionado también. Aferro el lanzagranadas firmemente con su mano izquierda, si el sargento intentaba algo le seria muy fácil disparar el lanzagranadas.

-Lo lamento Sargento, lo olvide cuando entramos a este jodido cuarto; pero no preocupe quizás cuando salgamos de él recupere todo lo perdido. Pero sargento, no ha respondido a mi pregunta, no tiene algun otro secreto que contarnos?, o es que intentar esquivar la pregunta?-

Mills observaba a aquel soldado desafiante. Inmovilizarlo y sacarle el lanzagranadas, o al menos evitar que lo disparase, dependía de su velocidad de reacción y de la fuerza necesaria para la labor. Podría dispararle un tiro en la cara, a bocajarro, pero nuevamente dependería de que ese tiro fuera certero para evitar que la mano dispuesta del soldado no hiciera reventar todo por los aires.

Insatisfecho por la respuesta del soldado y cansado de la absoluta falta de disciplina de su subordinado, el sargento levantó su arma hasta poner su boca a la altura de la cara de Bings. Era la primera vez que encañonaba a un soldado, pero su semblante pétreo no denotaba duda alguna. Con un destello en los ojos y el dedo en el gatillo, se dirigió a él.

- ¡Soldado, tire sus armas! ¡Es una orden! - gritó - ¡Le doy tres segundos! ¡UNO!

Una clara mueca de desprecio y burla se reflejaba en la boca de Bings

–Si las cosas tienen que ser así, así serán- Dijo Bings con firmeza encogiéndose de hombros. Sus manos afirmaban ambos gatillos con mayor intensidad.

Maverick observaba la pantalla intentando memorizar o identificar la letanía utilizada por el segundo científico. Le sonaba una de las frases. Mencionaba a un demonio sobre el que había leído en algún sitio ¿en una novela quizás? ¿Sub-nigurath? Sin embargo el significado completo de aquel teatro escapaba a sus escasos conocimientos sobre ocultismo... aunque eso sí que lo tenía claro: aquello no iba de ciencia. Iba de ocultismo. A estas alturas no podía decirse que le sorprendiera.

Baronetti seguía pendiente de lo que veía en pantalla, embobado, sin atender siquiera a la disputa entre el Sargento y Bings. Ansiaba ver la primera escena.

El rostro que apareció en la pantalla era el del científico habitual. Miraba a su alrededor. Luego, en un determinado momento, levantó la vista y miró directamente a la cámara. Ladeó la cabeza como si estuviera analizando algo y luego comenzó a hablar:

- Es correcto. Sí. Había leído en alguno de los tratados acerca de estos sistemas de grabación. La tecnología es mucho más avanzada que la nuestra. Si para mí resulta sorprendente e inquietante ¡entiendo perfectamente los sentimientos de la gente en la Edad Media! Pura brujería. Lástima que esa época oscura haya acabado con conocimientos que hubieran aliviado el devenir actual.

Mira de nuevo alrededor como pensando por donde empezar:

- Hemos llegado esta misma mañana al templo siguiendo las instrucciones. Hemos tenido varios problemas. El primero fue el encuentro con lo que hemos llamado la Bestia. Se trata de una especie de primate gigantesco muy agresivo y evidentemente carnívoro. El comandante Malcombe logró derribarla y aparentemente matarla. Pero se regeneró con una rapidez asombrosa. Tuvimos suerte de alcanzar el templo. Al parecer la Bestia no entra en el lugar. ¿Quizás le traiga recuerdos ancestrales? Está claro que ese ser no es natural: probablemente sea una manipulación de los Ocultos.
 Estamos cansados. Al abrir la puerta los Seres de Luz nos intentaron atacar. Logramos cerrarla a tiempo. No sabemos si son peligrosos o mortales pero John recibió lo que podríamos llamar un 'impacto' y ahora nota cierto malestar. Una hora después se disiparon... quizás son sólo un sistema de alarma. Dudo que queden Ocultos capaces de recibir su señal. Debemos descansar.

El hombre se separó y la imagen se fundió en negro.

-Ma...madre mia, co...colegas... -dijo el chico llevándose la mano a la boca... Ma...mataron a la bestia que esta...estaba fuera ente...rrada, al pare...cer...

-...lue...luego, luego vi...vieron las luces, las sin...sintieron... las mis...mismas que aguardan sob...sobre esta pu...puerta...

Pero lo más inquietante para Baronetti no fueron esas especificaciones, sino algo que intentó deducir, puras conjeturas añadidas.

-Inclu...inclu...esp...esp... ja j aj jaja... comenzó a reir nerviosamente- ¿Ed...edad media? No, no, no... ¿ese tio -dijo Baronetti mirando el cadáver que había pataeado instantes atras- ha vi...vi...viajado al la...la...ejem...no puede ser... a la ¡¡edad Media!!?

Casi era una pregunta retórica; más imposibilidad a la única cuestión verídica que de la que al menos estaban seguros: su propia existencia allí (a no ser que fuera un sueño...). Por otro lado, el chico, entre la tensión de las idas y venidas de cañones, apuntes de pistolas y amenazas sutiles o totalmente indiscretas, se percató de algo que quizá no tendría la mínima importancia. El científico dijo en el vídeo...: "hemos llegado al templo siguiendo instrucciónes"... ¡Pues claro! ¿Qué clase de científico (al menos los de campo) no trabaja al menos con una lupa, unas pinzas, un cuaderno o un lápiz? ¡No, por dios! ¡Nada de Scouts ni técnicas infantiles! Es posible que tenga hubiera algún diario con instrucciones, algún mapa, ¡alguna anotación! Y eso mismo dudaba Barthow, se lo preguntaba.

-O..oíd -dijo mientras ahora se percataba del cruce de palabras del Sargento y Bings- de...debe haber alguna esp...especie de archivo, pa...pa...ejem...papeles, docum...entos, no...¡no sé! Algo que ra...ra...ratifi...ratifique la presen...presencia de esos cien...científicos en es...este sitio... alguna mi...misiva, doss...dossier... ¡algo!

Luego la lengua de Baronetti pasó humedeciendo sus labios.

-¿Po...porqué no bus...buscamos algo de...de...ejem...de eso? De la mi...misma ff...ffff... forma encontré el ta...tablero....

Acto seguido, el chico se puso a buscar vagamente algún cajón, algún mueble, algún resquicio o habitáculo secreto donde podría haber cosas de importancia.

El sargento cortó al soldado antes de que acabara su primera frase - ¡DOS!