Partida Rol por web

Jane, rabiosa, responde a su agresor desgarrándolo, eliminándolo de un golpe, mientras el incombustible Rob arenga al resto y vuelve a accionar el gatillo de su subfusil, al que se ha acostumbrado sorprendemente deprisa. 

Poco después, ese muchacho resopla y, ayudado por los disparos de Ron, acaba eléctricamente con otros dos diablos blancos. Es difícil atraparlos, pero cuando se los atrapa entre dos, no resisten mucho. 

En cambio Bob golpea con toda su fuerza a su atacante con el mandoble de hueso, y este chilla de dolor, pero poco después se aparta siseando, cubriéndose la herida sangrante con una de sus extremidades. 

Otros tres han caído. Quedan dos en pie, uno de ellos herido. 

Sin embargo, parecen obcecados en seguir asaltándoos. Es como si tuvieran un ansia incontenible. 

El atacante superviviente de Jane parece no cansarse, y vuelve a la carga, pero esta vez tampoco logra hacerle ni un miserable rasguño. La suerte vuelve a sonreír a Jane Doe. 

Mientras, la otra criatura, aun herida, sigue parecer queriendo la sangre de Bob. De repente, salta sobre él...y en unas décimas de segundo Bob consigue apartarse por apenas un palmo.  Aterriza a un par de metros, arañando el suelo con sus garras tratando de frenar el impulso de su salto, y sisea furiosamente en dirección a él: -¡HHSSSSSSS!-

De manera automática vuelvo a asestar mi espada ósea en el cuerpo de la criatura, no sin prepararme para apoyar mi pie en el ente para empujarlo rápidamente en caso de que quede empalado, no sea que por la maniobra quede inutilizado y a merced de otros peligros.

Tenía las manos manchadas con los restos de aquel ser monstruoso, sin embargo sentía una furia ansiosa aún recorriendo mis venas. Me estaba dejando llevar por el instinto, y no quería detenerme hasta que la amenaza acabara. Me moví a tiempo para esquivar el siguiente ataque, y de nuevo me lancé hacia el enemigo, buscando atacar en los mismos puntos que los de la criatura que había acabado segundos antes.

El chaval sonríe, pues parece ser que ésto le está gustando. Esta vez, el chico eleva la mano derecha con el índice extendido, el cual baja en un momento para apuntar al último bicho que acaba de caer. Como si fuera el dedo acusador, cuando le apunta, de los cables que cuelgan del techo sale un rayo que con violencia se dirige al monstruo.

¡Vamos, quedan dos! ¡Mandemos a esas cosas al infierno del que han salido!

Digo la frase con una sonrisa. La había oído muchas veces en películas y nunca creí que iba a usarla. Pero claro, nunca imaginé ser atacado por cosas como esas.

Apunto con el subfusil y disparo una nueva ráfaga.

La sangre de Jane hierve en su interior mientras acaba con otro más de aquellos. Furiosa, envía al penúltimo al infierno de un golpe, cubriendo sus garras con aún más fluidos ajenos. Mientras ese cuerpo gime y expira, empiezan incluso a gotear sobre los escombros del suelo. 

Poco después, una última alegre combinación de electricidad y disparos, como un pequeño bis, reduce a un guiñapo quemado al asaltante de Bob antes de que éste tenga que rematarlo.

Resopláis de alivio y un par de vosotros os apoyáis en donde podéis, cansados y doloridos. Si el baño ya estaba destrozado antes, ahora parece el resultado de detonar una bomba en un matadero o una morgue. Escombros esparcidos por todas partes, cadáveres, y sangre, sangre, sangre, por todas partes, cubriéndolo todo. 

El joven resopla y dice: -¡¡¡UUUAAAAAAAAAAAAU!!! ¡A tomar por culo! ¡Madre mía que subidón de adrenalina! -Mira al resto, y pregunta : -¿Estais todos bien?¿Algún herido?

Aún habiendo sido víctima de una de las criaturas, una vez que se asentó el polvo sobre los cadáveres pregunté al resto, mientras extraía el kit que había conseguido en la sala anterior...

- ¿Alguien se ve lo suficientemente jodido como para necesitar una dosis de primeros auxilios? 

El cadáver del desgraciado, o la desgraciada (difícil es saberlo) que estaban devorando os llaman la atención. Entre los jirones de carne y tela, asoma algo blanco y fino. ¿Podrían ser papeles?

Abrí y cerré mis manos a la vez que retomaba el ritmo natural de mi respiración. La adrenalina también fue desapareciendo mientras mis extrañas garras se retraían una vez mas para volver a mis manos normales. Con un jadeo revisé la nueva herida. No era tan grande como la mordida pero si que dolía, joder.

Miré al chico sin nombre y sonreí de medio lado. Se le veía un poco crío, pero era evidente que podía defenderse solo. -El jodido bicho me rasgó el brazo.- Me acerqué a Bob, que había sacado un kit. -¿Sabes usar esa cosa? ¿Recuerdas si eras enfermero o algo?- Pregunté. Quizás el tío estuviera recuperando la memoria.

-Si es así, échale un ojo a la mordida en mi hombro, anda.- La verdad me preocupaba más que la saliva del bicho fuera venenosa, aunque no me sentía enfebrecida o debilitada. -Pero si tienes sólo uno guárdatelo para después, puedo aguantar un par de golpes más, y ni siquiera hemos terminado de recorrer este pasillo.-

De repente, mientras baja la tremenda subida de adrenalina, os acordáis de lo que estaban haciendo cuando entrasteis.

El cadáver del desgraciado, o la desgraciada (difícil es saberlo) que estaban devorando os llama la atención. Debía de trabajar aquí. Quizá tenga algo útil, o al menos algo que os informe de en qué clase de lugar estáis. Entre los jirones de carne y tela, asoma algo blanco y fino. ¿Podrían ser papeles?

Mientras sopesaba quién podía necesitar más una dosis de primeros auxilios me fijé de reojo en aquello que aparecía a sostener nuestro difunto amigo, me agaché para tomar aquello, que parecía un fajo de papeles, mientras también revisaba si llevaba algún tipo de identificación encima...

El jóven mira alrededor mientras Bob se dispone a rebuscar el cuerpo del bicho aquel que hemos frito hace escasos segundos. Mira desolado... o no, realmente, parece hasta contento al ver el paisaje.Toda esa hecatombe, ese olor a destrucción y a obra vacía le hace bastante gracia... Un grupo de 4 personas, que no se acuerdan de nada, que no se conocen de nada, se están enfrentando a fantasmas... o a seres de vaya usted a saber de donde son... Uno puede disparar rayos, otro puede sacar espadas de las manos.. y sigue pensando... En serio, donde cojones están las cámaras... porque esto es una película

Lo único que parece que hace el jóven es cubrir al que rebusca entre los restos...

Seguí a los otros dos con la mirada, mientras se agachaban a revisar el cuerpo del que había sido la victima de esas criaturas. Decidí tomar el puesto de vigía, y sacando el arma me dispuse a vigilar la puerta de entrada y cualquier otro posible agujero por donde pudiera colarse otra de las criaturas.

Incluso miré hacia arriba, no tenía claro si estabamos bajo tierra o en algún edificio, por lo que no descartaba que los bichos nos cayeran sobre las cabezas si no teníamos cuidado.

El hombre que ha decidido hacerse llamar Bob extrae con cautela del cadáver lo que resulta ser un dossier muy baqueteado y empapado de sangre, con un puñado de papeles arrugados asomando por los bordes. 

Al abrirlo, parecen ser expedientes médicos. Gran parte de las hojas están manchadas y empapadas de sangre, dificultando bastante su lectura. Pero tras pasar un par de hojas, ve una fotografía de su propia cara, con aspecto serio. Y no sólo eso, puede distinguir algunas frases. Un nombre, una profesión, antiguas enfermedades... datos parciales, pero que son suficientes para que algo chispee en su cerebro y de repente recuerde. Actividades, personas que conoce, emociones una vez sentidas, reaparecen en su cabeza, aunque en pedazos inconexos.

De repente, vuelve a saber quién es, o era.

Alborozado, pasa las páginas y llama a los demás. Ellos también salen ahí. Con entusiasmo, señala las fotografías entre manchurrones y se lo alcanza. Muy pronto, el mismo efecto se propaga por las cabezas de los otros miembros de este grupo improvisado. 

Me giré al escuchar la voz de Bob llamándonos y me acerqué, recibiendo de sus manos un folio manchado de sangre. Al principio me cuesta reconocer la imagen que me devuelve la mirada, pero es sólo unos segundos. Soy yo. Son mis ojos, y una media sonrisa de suficiencia dibuja sus labios. Mis labios.

Leo el nombre, los datos que no están empapados o rasgados.

Alessandra Katralis.

27 años.

Nacionalidad: Naturalizada Americana.

Padre griego, madre puertoriqueña.

Profesión: Guardaparques

El resto estaba manchado, pero podía recordar algunas cosa. Recordé un momento de niña, donde un grupo de chicos se burlaba de mi dialecto, un inglés muy marcado por las lenguas de mis padres. Recordé haberme lanzado contra el más grande de esos chicos y de haberle roto la nariz.

Me vi de adulta, en medio de un bosque, siguiendo alguien o algo. Había amenaza de osos en las cercanías. Uno había atacado a unos campistas. Tendría que ponerlo a dormir. Un movimiento cercano y de pronto... Nada, no recordaba más.

Doblé el papel y lo metí en mi traje. -Mi hoja no dice por qué estábamos aquí. ¿Alguno tiene algo más entendible en sus papeles? Soy Alessandra. Pueden llamarme Ales.- Si alguno se le ocurría decirme Sandra o Sandy, le patearía el trasero