Partida Rol por web

Ya lo han oido se volvió hacia los padres de Alex Vangrant Me temo que la centauro que acompañaba a Alex está descansando en las habitaciones.

Sin embargo recuerdo que me comentó que quería preguntarle algo en concreto a Diana su discurso se centró en Amanda Algo que podría aclararle el paradero de su hijo aquella era la razón por la que se había decidido a llevarlos a casa de Ilsa pues bien sabía que la centauro no había aportado ninguna informacion útil sobre el paredero de Alex. Quizás en los oidos de su propia madre algún dato aportado por la centauro cobrara un renovado valor. Un dato que a los demás  pudiera haberseles pasado por alto al no conocer en persona a Alex Vangrant

Lazarus se levanta educadamente cuando entráis en la habitación. Amanda sigue sentada y os mira con los ojos enrojecidos.

- Pensé que la centauro podría saber dónde está mi hijo, por eso quería hablar con ella - aclara. - Sin embargo no tenía ninguna pregunta en particular, pero tal vez hablaron algo durante el viaje que podría aclarar esta situación.

Se queda pensativa un momento y cuando vuelve a miraros su indignación es evidente.

- Aunque ahora que lo pienso, sí le haría una pregunta. Por qué un extranjero es llevado a declarar ante el Consejo, dejando a un miembro de Encantadores en prisión, cuando se supone que ambos eran compañeros en la batalla. ¿Qué podía ser tan importante para que la llevasen a ella dejando a Alex entre rejas?

Niega con la cabeza y se levanta.

- De cualquier forma, tienen razón, es tarde y deberíamos dejarles descansar. ¿Les importaría que vengamos mañana a ver a su invitada? Si puede tener alguna pista del paradero de Alex sería importante para nosotros hablar con ella.

Se vuelve hacia Biza y hace una leve inclinación de cabeza. - Muchas gracias por su ayuda, señorita. Si no fuera por usted tal vez seguiríamos yo en casa y Lazarus en la Plaza del Consejo.

No hay porqué darlas respondió Biza con toda la sinceridad que pudo transmitir. Imginaba por lo que aquella mujer estaba pasando y su mente, sin darse cuenta, enlazó inmediatamente con el recuerdo del padre de Biza. De como había esperado las noticias de su hija fugada. Ató como pudo los sentimientos de amargura que aquello le producía. Había prometido no volver a aquel pozo de autoreproches.

Les esperaremos mañana miró a Ilsa buscando la aprobación de ésta. Quizás entonces todos averiguemos algo.

El soldado toma del brazo a su mujer y os sigue hasta la puerta principal. Despidiéndose con una formal inclinación de cabeza, dice:

- De acuerdo entonces. Mañana por la mañana vendremos por aquí. Muchas gracias por todo y lamentamos las molestias. Sé que es tarde y todos necesitaremos descansar...

Dejando que Amanda cargue su peso sobre él, se alejan por la calle en dirección a su casa.

Irina cierra la puerta cuando salen y mira a Ilsa con cara de reproche. Pese a no decir nada, está claro que su opinión es que ella también debería descansar. Biza capta su mirada de reojo y no le cuesta darse cuenta de que el pensamiento de la sirvienta se extiende también a ella.

Ante la mirada severa de Irina, Biza decide que es hora de marcharse. La sirvienta, solícita, sujeta la puerta mientras las dos mujeres deciden reunirse a la mañana siguiente.

- Buenas noches, señorita Carkenna - dice mientras Biza sale a la calle.

Cuando cierra la puerta, se vuelve hacia Ilsa.

- Venga, la acompañaré a sus aposentos para ayudarla a cambiarse. Después de... la reunión de anoche, debe estar exhausta.

Los pasos de Ilsa e Irina se pierden en la lejanía mientras suben por las escaleras de la mansión Svetlan.

Biza camina por las iluminadas calles de los Barrios Centrales, pensativa. Ver a los padres de Alex tan afectados por la desaparición de su hijo le ha tocado más profundamente de lo que esperaba y, pese a haber podido controlar sus sentimientos, aprovecha el paseo para sumirse en la melancolía.

No tarda en llegar a la casa en la que se aloja el maestro Rowan cuando viene a la capital. Es un edificio bastante imponente, aunque, al no ser la residencia habitual del Consejero, no tan lujoso como se podría esperar. Dejando nuevamente de lado sus pensamientos, Biza se acerca a la puerta. Por un momento duda en llamar. Es tarde y el cansancio acumulado de la última noche se empieza a dejar notar.

Sin embargo, al escuchar pasos en el interior se decide a llamar a la puerta a pesar de la hora. El propio Rowan se encarga de abrir, apenas unos segundos después.

- ¡Biza! Por favor, pasa... - dice retirándose hacia un lado para no tapar la entrada con sus alas. - ¿Qué te trae por aquí a estas horas?

Gracias dijo agradeciendo la invitación

Perdona que te moleste a estas horas

Tengo algo que contarte. Algo que he callado hasta ahora y que quizás sea importante. se percataba ahora de que quizás su visita podía parecer inoportuna así que se apresuró a asegurar a Rowan que era algo importante lo que la había traido a importunarle a estas horas

Rowan te mira intrigado mientras te guía hacia una sala de estar. Sobre la mesa hay un libro abierto que parece estar leyendo. Te fijas en una ilustración en el centro de la página.

- No te preocupes por la hora. Como ves - dice señalando el libro abierto - estaba estudiando. No acostumbro a dormir mucho y estos días tengo demasiadas cosas en la cabeza como para conciliar el sueño...

Por algún motivo, sus palabras te hacen pensar en su edad. Pese a parecer un hombre joven, no lo debe ser tanto si ha sido el maestro de Ilsa en la escuela de Rulfoun.

Mientras Rowan se sienta, te hace un gesto con la mano para que hagas lo mismo. - Y bien, ¿qué es eso tan importante que quieres contarme? - pregunta intrigado.

Como recordarás en la noche en que Jezzabel y Rhenar fueron atacados salí precipitadamente de la reunión de Gorgonae. puso en situación a Rowan

Hay algo que no he contado. Fui testigo del ataque. Cuando volvía a casa en los callejones de la ciudad vi como dos sombras eran atacadas. Se llevaron a Jezz y Rhenar quedó malherido en el suelo. Los seguí hasta que tuve que enfrentarme a uno de ellos. Le herí gravemente en la cabeza. Estuve investigando. Se que huyeron por las alcantarillas de la ciudad.

Encontré esto. sacó la pluma blanca que había encontrado. ¿Sabes que es?

Rowan no puede disimular su gesto de irritación. Por un momento parece que se va a poner a gritar y su expresión se oscurece como el cielo justo antes de una tormenta. De algún modo, te parecería apropiado que los truenos y relámpagos acompañasen su enfado. Sin embargo esa expresión dura apenas unos segundos y cuando al fin habla, lo hace con un tono cansado que evidencia una vez más una edad mayor de la que aparenta.

- Tenías que habérmelo dicho antes - dice mientras alarga la mano para coger la pluma.  ¿Qué puedes decirme de los asaltantes? ¿Qué aspecto tenían, armas que usaban, ropajes?

Escucha tu respuesta mientras mira la pluma con calma, cuando terminas de hablar, te devuelve la pluma.

- Es una pluma del ala de un stormtongue - afirma moviendo sus propias alas semejantes a las de una rapaz, al igual que las de Ilsa. - ¿La encontraste donde secuestraron a Jezzabel? En ese caso podría ser suya. Recuerdo que tenía unas largas alas blancas.

Se levanta y de un mueble bar saca un par de copas y una botella de absenta. Pese a parecer más tranquilo, sigue frunciendo el ceño. Resulta obvio que es una persona muy controladora a la que no le gusta que se le oculte información. Con movimientos lentos y estudiados, llena las dos copas, dejando una justo delante de ti.

Lo siento las palabras de Rowan hicieron gran peso en el cuello de Biza. Tanto que tuvo que agachar la cabeza.

Uno de ellos, al que herí en la cabeza, llevaba una vieja túnica oscura, cubierta por una capa ocre con una hebilla. Ocultaba su rostro con una capucha. Por sus movimientos era un guerrero sin duda. se esforzó por recordar hasta el más nimio detalle.

Rowan bebe de su propio vaso. Toma tan solo un sorbo, dejando que el sabor del fuerte brebaje inunde su boca y que el alcohol baje lentamente por la garganta.

- Maldita sea, si hubieras... - empieza a decir. Sin embargo se interrumpe, consciente de la futilidad de su reprimenda. - Bueno, lo hecho, hecho está. ¿Le has contado esto a alguien?

Vuelve a sentarse en su sillón, hundiéndose poco a poco en él y dando un nuevo sorbo al vaso de absenta.

Diana charlo un rato con Ilsa, respondiendo sus preguntas sin muchas ganas, sobre todo al darse cuenta de que Irina habia vuelto de la casa de Alex. Y al parecer, lo que hubiera pasado alli solo se lo podia comentar a Ilsa en privado, y la centaura siguio con la mirada a la pareja hasta que desaparecieron de su vista. Poco despues llego Stepjan, y en cuanto lo vio, se puso de pie, y le siguio hasta lo que seria su habitacion por un tiempo. Presto mucha atencion por el camino, acordandose de cada trozo de pared de la ruta.

Agradecio a Stepjan la camisa de Irina y que se hubiera tomado la molestia de colocar el colchon en el suelo. Cerro la puerta detras de el y se dio la vuelta. Desde alli, observo la habitacion detalladamente, y se tumbo en el colchon, comprobando que era mas comoda de lo que parecia. Cogio la camisa de Irina y se la probo. Parecia que las dos tenian la misma talla, y la camisa le iba perfecta. Ahora ya sabia quien le podria "prestar" ropa si la necesitaba. Pero por ahora no. Ya iria mas tarde, despues de dormir. Se volvio a echar sobre la cama, y se quedo dormida.

Recuerdas al hombre al que perseguiste, con una larga espada que no quedaba oculta por su capa. Por un momento estáis cara a cara, pero su rostro queda oculto bajo las sombras de la capucha. Le das el alto y por un momento su mano se dirige a la empuñadura de su espada, como si dudase en enfrentarse a ti. Finalmente se da la vuelta y sale corriendo, justo antes de que tu relámpago le golpee de lleno en la cabeza.

Por un momento te paras a pensar en los detalles. La mano dirigiéndose a la empuñadura de la espada. La mano... Ese gesto te resulta familiar, pues lo has practicado innumerables veces. El Filo del Corazón. Por la posición del brazo, dispuesto a golpear en el mismo movimiento en que la espada sale de su vaina, estás convencida de que el guerrero está entrenado en esa senda, aunque no sabrías decir hasta qué punto.

Contenta por haber recordado ese detalle estás a punto de pasar otro por alto. La empuñadura de la espada es ligeramente diferente a las de las armas a las que estás acostumbrada. Cuidadosamente labrada, dirías que es una espada de gran calidad a la que su dueño cuida con esmero.

Subes a la habitación y te despides de Irina, diciendo que tú misma te cambiarás de ropa y excusándote en su más que presumible cansancio. Tu criada se despide y te quedas sola en la alcoba. Miras la cama por un momento, tentada a tumbarte y descansar durante unas merecidas horas de sueño, pero la ventana que habías dejado abierta llama nuevamente tu atención.

Ya vestida para tu vuelo nocturno, te apoyas en el alféizar de la ventana antes de sacar las piernas. Dando un salto al exterior, caes durante medio metro antes de poder estirar tus alas y remontar el vuelo. El aire fresco de la noche te despeja de tu cansancio mientras aleteas para ascender por encima del area iluminada por las luces de la calle. Una vez más, sonríes disfrutando de tu vuelo mientras te diriges al edificio del Gremio de Físicos, dispuesta a incrementar la vigilancia sobre Rhenar, tal y como le dijiste a Eric.

Planeando para no hacer ruido con tu aleteo, te posas lo más sigilosamente posible en lo alto del hospital. Buscas un lugar desde el cual puedas tener visibilidad tanto de la calle como del patio interior que observaste esta misma tarde. Agachada para que tu cuerpo resalte lo menos posible frente al cielo estrellado, intentas mantenerte alerta por si ves algo que te llame la atención.

Agotada tras el largo viaje desde la frontera y el extenuante día, no tardas en quedarte dormida en el colchón que Stepjan te ha preparado. Sin embargo tus sueños no son tranquilos, pues tienes tantas cosas en la cabeza que te cuesta desconectar.

Ves a una mujer con la cara azul y un resplandeciente medallón, levantando su brazo armado con una lanza que arroja con fuerza hacia ti. Te encoges para esquivarla y cierras los ojos cuando sabes que el impacto es ya inevitable. Sorprendida por no haber muerto de un lanzazo, vuelves a abrir los ojos tímidamente, para encontrarte rodeada por barrotes, con un joven en la celda contigua. Sus sollozos te incomodan y te acercas a él para consolarle, sin a penas percatarte de que tras ese gesto os encontrais en la misma celda. Cuando vas a poner tu mano sobre su hombro, se endereza y el rostro de Alex se transforma bruscamente en la cara del chambelán del Consejo. Venga por aquí, dice altivo mientras te lleva ante todos los consejeros de Uldholm. Desde la parte baja del hemiciclo, miras a los hombres más poderosos de la nación, gritándote y preguntándote una y otra vez por lo ocurrido. Uno de los consejeros parece un soldado, y le miras en detalle. Es un soldado, pero tiene galones de oficial, de capitán. ¡El Capitán Johan! Te das cuenta de cómo te mira, y sus ojos sin vida se clavan en ti. Asustada, miras a tu alrededor para ver que todos los consejeros están muertos. Algunos, como Johan, aún mantienen su apariencia humana, pero otros no son más que esqueletos. Todos empiezan a discutir entre ellos pero una voz se impone sobre el resto. Miras hacia allí para ver una figura completamente vestida de negro, con una guadaña apoyada en su hombro izquierdo, que te señala con un dedo huesudo. Lentamente, coge un mazo de madera y golpea su mesa solicitando orden mientras la sala del consejo se convierte lentamente en un tribunal, donde los muertos discuten sobre cuál de los siete infiernos será más apropiado para ti.

Despiertas ahogando un grito. El último golpe del mazo de la Muerte aún resuena en tus oídos. Miras a tu alrededor y tardas un momento en darte cuenta de dónde estás. Con la respiración entrecortada, te das cuenta de que estabas teniendo una pesadilla, pero... Escuchas unos pasos en el pasillo, cerca de tu habitación, y algo te dice que ese último golpe no ha ocurrido exclusivamente en tu sueño.

Un momento se mordió el dedo índice en ese tipico gesto de quien está recordando algo.

Creo que recuerdo algo más. Sí. El guerrero dominaba la senda de El Filo del Corazón y su espada... Mmm sí recuerdo que estaba cuidadosamente labrada en su empuñadura. Seguramente un arma única. dijo al fin feliz de que su memoria hubiera compensado de alguna manera el no haber hablado antes de esto con Rowan.

¿Crees que podriamos encontrar al dueño de la espada? Quizás en el Gremio de armeros* puedan decirnos algo de provecho. Es una arma atipica y cara...

A medida que pasa el tiempo Ilsa advierte el error de haberse dirigido al hospital. Hacía mucho tiempo que no se enfrentaba a los límites de su propio cuerpo, acostumbrada a una confortable vida de sábanas de seda. La resaca tampoco le ayudaba, y mientras observada con supremo aburrimiento la ventana de la habitación de Rhenar su cabeza daba vueltas alrededor de Merak. Por mucho que lo intentase no podía desprenderse de su halo, como si de una pegajosa substancia se tratase. Durante mucho tiempo había logrado apartarlo de su mente, pero después de ayer, la terrible indefensión que sentía a su proximidad comenzó a hacer mella en ella de nuevo.

Maldito, maldito sea.

Se arrebujó en su capa con disgusto y observó la ciudad de Uldnacht en todo su esplendor nocturno. Como una joya brillante en mitad de la noche, las luces de los grandes edificios refulgían con orgullo; la ciudad mostraba toda su grandeza para deleite de Ilsa, y gracias a ello consiguió desprenderse de Merak por unos instantes. Aquí estamos, se dijo, con la cabella apoyada en su brazo y clavando el codo en su rodilla, en el centro del mundo, en mitad de la noche. en mitad de la peor situación que ha vivido este país en años. Y yo pensando en un idiota, como si estuviera otra vez en la Academia.

Continuó mirando el hospital, algo más concentraba, mientras se arrepentía de no haber cogido algún pastel de Irina.