Partida Rol por web

Diana decidio soltar la daga, pero volvio a hablar:

-¿Adonde nos llevareis?-les señalo el puñal, que seguia en el suelo.-Ya lo he soltado, ahora quiero saber adonde nos llevareis. Yo os hago caso, vosotros me respondeis. ¿Que no me respondeis? Yo saco mis armas-despues, hizo un ademan de coger la daga, para que supieran que si no les respondian, seguiria amenazando.

Alex seguía arrodillado, mirando al suelo y sin hacer nada, bajó las manos y estas como si fueran pesos muertos dejaron colgar, los pelos de alex caían mugrientos y sudorosos por su cabeza, el chaval no tenia gana de más, solo queria un lugar en donde caerse muerto.

No pudo evitar reprochar la insensatez de su compañera

-Diana, calla, estamos en Uldchant, aqui no hay enemigos salvo los que tu quieras crear...estate quieta y probablemente salgamos ilesos...

- Por supuesto, querida - dice Zorya dejando la tetera y cogiendo en su lugar una cacerola con chocolate caliente.

Se pone un poco seria cuando le preguntas por Irina y Stepjan. - Se fueron ayer cuando salimos de la reunión. Les echaste de muy malas maneras, Ilsa. Esos sirvientes tuyos te adoran y no les trataste demasiado bien. ¡Incluso llegaste a amenazarles cuando se empeñaron en seguirte! ...Lo cierto es que casi me asustaste a mi también...

Se sienta contigo en la mesa, en el lateral adyacente al que tú has ocupado.

- Bueno, no creo que podamos hacer nada en la reunión del Consejo. Rowan nos informará enseguida si pasa algo importante, así que tenemos todo el tiempo que quieras esta mañana... De todas formas no tienes muy buena cara, ¿te encuentras bien?

Ilsa, que no recuerda nada de lo sucedido, toma otro bocado mientras observa detenidamente a Zorya sin saber aún cómo reaccionar.

-En efecto estos pasteles son extraordinarios, -dice con la mejor de sus sonrisas. Zorya debío traerme aquí después de la fiesta, sí, es muy probable que yo misma echase a mis sirvientes, pero ¿por qué me traería a su casa? Quizás le doy demasiadas vueltas.

-Querida Zorya, ayer la embriaguez del momento puede que me nublase el juicio. En efecto, no me encuentro bien. Tu compañía me es muy agradable, -le dice cogiendo su mano- pero mis obligaciones son para con el Gremio y las Gorgonae, y no quisiera abusar de tu hospitalidad. Tal vez... -indica con un falso titubeo- deba... regresar a casa -añade al fin mientras observa sus ojos en busca de alguna respuesta.

- Os llevamos a una residencia de lujo - dice el guardia dándole una patada a tu daga. - Y si intentas sacar tus armas te ensartarán desde la muralla - añade mientras te apunta con la alabarda y pide refuerzos a la puerta.

Un momento después, los guardias os atan las manos y recogen vuestras armas. Tras mirar a Diana y cuchichear entre ellos, le pasan un lazo por el cuello, para prevenir un posible intento de fuga.

Entrais en la ciudad de Uldnacht como unos criminales, maniatados y escoltados por una patrulla de guardias que no dejan de apuntaros con sus armas. Durante varios minutos caminais por las calles, viendo como la gente os señala y murmuran entre ellos. Poco después llegais a un edificio de la guardia, no demasiado lejos de la puerta de la muralla.

Entrais en una habitación donde varios soldados descansan charlando entre ellos alrededor de una mesa. Os miran con desprecio y uno de ellos se levanta para abrir otra puerta al fondo de la habitación.

- ¿Qué han hecho estos dos? ¿Amenazar a Jack? - Dice casi riéndose mientras gira la llave. La puerta lleva a un pequeño pasillo con un par de celdas. - Maldita sea. ¿Encerramos a esta aquí o buscamos un establo? ¡Jajaja! - Sus carcajadas resuenan por todo el edificio mientras os empujan al interior de una de las celdas.

Tras cerrar la trampilla el guerrero se acerca a la mesa. Ignorándote, se coloca junto a la hechicera y le toma el pulso. Tras comprobar que sigue viva, la levanta de la silla y la lleva a un camastro situado al otro lado de la habitación, depositándola con cuidado de no hacerle daño.

Camina hacia un armario y coge una botella con un par de vasos, que empieza a llenar sentándose a la mesa en frente de ti.

- Veo que alguien te ha dado una parte de la paliza que te mereces. - El hombretón olisquea al aire - ...y que apestas como la rata de cloaca que eres... - Empuja uno de los vasos, que se desliza sobre la mesa hasta chocar con tu brazo. - Bébete eso, anda. Te vendrá bien...

De un solo trago, se bebe el contenido del otro vaso, sin hacer el más mínimo gesto en tu dirección.

La expresión de Zorya transmite sorpresa por un momento, pero al instante siguiente la encuentras tan sonriente como es habitual.

- ¡Oh, querida! - dice colocando su otra mano sobre la tuya - Tú no abusas de mi hospitalidad, eso no debería decírtelo a estas alturas. Ya conozco tu compromiso con tu trabajo y con las Górgonas... ¡Pero deberías relajarte un poco! Lo cierto es que anoche me sorprendiste... - añade con una sonrisa pícara - Mostrando por fin un lado más... humano. ¡Menos mal que conozco otros stormtongues además de Rowan y tú, porque si no tendría mis dudas de si esas alas os sirven para volar o para aplastaros con su responsabilidad!

Se levanta y no sabes decir si se siente levemente insultada por tu insinuación de irte o divertida por verte en semejante compromiso.

Sonrío irónicamente y digo:

Ya, yo también me alegro de verte Alder...  Iba a hacer un chiste con nuestro hermanamiento odorífico, pero, ¿sabes que? no tengo el día para chistes...

Me dejo caer en la silla, totalmente derrotado...

Nadia... En seguida estaré contigo...

Cojo la copa que me ofrece el hombretón y levantándola proclamo:

¿Brindaremos por algo, no? Venga, por Uldnacht y sus cloacas... - bebo de forma ruidosa, y tras pasarme la manga por la boca añado: Debiste venir, había muy buen ambiente... Tienes que ver que tabernas montan las ratas... Las de los barrios medios destilan la mejor inmundicia de la ciudad...

Tras sus respuestas inclino lentamente la silla, preguntando, de forma directa y seca:

-Ya he cumplido. Quiero ver a Asceltis.

-Bueno, supongo que podría esperar un rato, dice levantándose también. Ilsa adopta unas formas mucho más relajadas, la incertidumbre respecto a la actitud de Zorya es demasiado para ella. De todos modos no puedo irme con este vestido... -afirma entre pícara y afectada (si es que se puede combinar ambas cosas).

Lanza esa idea al aire en espera de la reacción de Zorya. Y prosigue si le da pie con una conversación ya más banal sobre ropa y gemas si Zorya se anima...

El guerrero te mira con una sonrisa maliciosa.

- Asceltis vendrá cuando lo estime conveniente y será ella quien juzgue si has cumplido o no... De cualquier forma, ahora deberías cambiarte de ropa e intentar descansar un poco. Tienes la túnica destrozada y probablemente tú no estés mucho mejor - dice sin mostrar la más mínima empatía, como si le importasen una mierda tu ropa y tus heridas. - No te preocupes, ese licor te ayudará a dormir.

De repente te empiezas a sentir pesado. Las heridas te duelen y el cansancio y el estrés acumulados se notan cada vez más. Todo parece algo borroso y tu mirada pasa del guerrero al vaso del que has estado bebiendo...

Zorya sonríe divertida ante tu comentario de la ropa.

- ¡Claro, querida! ¡No vas a salir con la misma ropa que llevabas ayer, después de toda la noche! - dice mientras coge uno de los pasteles de la mesa. - Supongo que mis vestidos te valdrían, si no fuese por esas alas. Aunque probablemente tenga uno o dos que dejen la espalda descubierta. - Mirando el pastel con aire algo culpable, se decide a comerlo, dándole un pequeño mordisco. - Si quieres puedes subir a mirarlos a mi dormitorio. Ya sabes dónde está - añade terminando el pastel con un gesto goloso.

Demasiado herido como para haber sopesado mis posibilidades cometí el error de probar ese horrible licor...

Mierda... Esa hija de puta no me pagará... seguro... Nadia... Na...

Las imágenes se vuelven borrosas, e intento levantarme, pero sin mucho éxito. Siento como mi cuerpo se estampa contra el suelo sin piedad, y el dolor rebota por mi costado rítmicamente, pero no me importa... Todo se difumina...

El sonido de Lakewood me embarga. Vuelvo a ver la panaderia de Sand, el viejo lago, el bosque de pinos frescos, que trae un olor tan familiar... La figura de mi padre se me presenta, pero, incapaz de mirarle a la cara se convierte en otro elemento del paisaje. A su lado está mi madre, y Nadia... ¡¡Nadia!!

Del rostro de Nadia sólo se vislumbraba su pelo. Cuando su cabeza se clavó en la mía todo se volvió de rojo fuego... Las tropas del alcalde saqueaban con ruido las casas... todo ardía a mi alrededor... Un hacha se clava en la espalda de Padre, y un virote atraviesa el pecho de Madre...

Intento huir, arrastrándome, pero lo único que consigo es tropezarme con todo... Un ser enmascarado me mira, me eleva, y cruelmente me ensarta con una espada.

El calambrazo de dolor del sueño me devuelve a la realidad, despierto y confuso.

A alex le daba igual la gente, ya se habian reido mucho de el hacemucho tiempo y por reirse algo más no pasaba nada, habia desarrollado un instinto nato en ignorar a la gente que no le hace falta. Al llegar y oir las pocas burlas que decian los guardias se quedó quieto, alzó la mirada y miró a los guardias.

-Si quieren pueden llamar a mi padre, Lazarus Vangrant, seguro que le conoceran.

Miró a su alrededor e intento ver como podia al menos deshacerse de sus ataduras, que no hacerlo, seria cuestión de horas que le liberasen, y de dias en que los Truil atacasen.

Diana no se inmuto al ver que las gentes cuchicheaban sobre ellos. Estuvo tentada de decirle algo a los guardias, pero se callo.

Una vez en la celda, se acerco a una esquina, dando la espalda a los guardias. Consiguio quitarse las ataduras. Al menos tendrian que estar libres sus manos si iba a tener que estar encerrada ahi.

Luego se acerco a su compañero, y le susurro:

-Perdoname. Si no me hubiera comportado asi no estariamos ahora aqui.

Durante varias horas estáis encerrados en la celda. Escucháis a los soldados en la habitación adyacente, pero nadie viene a hablar con vosotros. Os las apañais para liberaros de las ataduras de las muñecas y poder mover las manos, pero vuestro estado de ánimo es bastante malo, por lo que no habláis mucho.

La celda es pequeña, tanto que Diana tiene dificultades para moverse por ella con soltura. El suelo de paja hace tiempo que no se limpia y el olor os recuerda a las letrinas del campamento militar. Hay un pequeño taburete de madera un un maloliente camastro hecho amontonando la paja del suelo. La pequeña ventana enrejada apenas sirve para que entre algo de aire del exterior, y por ella no cabría ni un niño de tres años.

Alicaídos, pero nerviosos por la información que aquí sólo podéis contar a las paredes dejáis pasar el tiempo esperando que algo ocurra.

Diana se convirtio en humana otra vez para que hubiera mas sitio para los dos. Era despreciable como les habian tratado, aunque ella tambien hubiera tenido un poco de culpa. Cada minuto que pasaba en aquella celda le hacia pensar en los Truil, que se acercarian cada vez mas. Cansada ya de que no les prestaran caso, se asomo a la ventana, deseando con todas sus fuerzas encontrar el sitio al que les habia mandado el Capitan Johan.

Las horas pasaban eternamente, parecia que nunca terminarian y que ellos nunca serian atendidos, y que por lo tanto se pudririan allí sin comer ni beber hasta morir pensando en sus errores y reflexionando.

Pero era obvio que eso era poco obvio, no los iban a dejar que se pudriesen allí , tenian que dar una información, y aunque no la diesen, los Truil destruirian todo y por un casual los liberarian, y tendrian que volver a la acción sin armas.

-Oye diana- dijo alex, aun mirando al suelo, sin dejar que su rostro pudiera verse -¿Sabes luchar cuerpo a cuerpo?

Abres los ojos. Las pesadillas no te han dejado descansar todo lo que habrías necesitado, pero aún así te encuentras bastante mejor de lo que esperabas, dadas las heridas que has sufrido en el pecho.

Estás tumbado en una cama. Alguien te ha quitado la armadura, que se encuentra junto a un sillón próximo, junto a tu túnica destrozada por el conjuro de la hechicera. Las quemaduras del pecho están al aire. Pese a parecer graves parece que no se han infectado de momento y que van por buen camino para su recuperación. De hecho, están algo mejor de lo que pensabas.

Te levantas con esfuerzo. Reconoces una de las habitaciones de la casa que exploraste ayer. Al menos estoy en un lugar conocido, piensas. Te pones las botas y por un momento miras el armario de madera, dudando si buscar una túnica en él para reemplazar la tuya y cubrir tu pecho desnudo.

La puerta se abrió antes de que Diana tuviese tiempo de contestar a Alex. Por ella entró un hombre serio, vestido con una armadura completa y el emblema de la ciudad. Se dirige hacia la puerta de vuestra celda y os mira a través de los barrotes.

- Me habían dicho que eras una centauro, - dice mirando a Diana - supongo que conoces los conjuros para cambiar de forma. ¿Sólo puedes pasar de centauro a humana o puedes transformarte en otros seres? En fin, no importa, si puedes convertirte en algo que te permita escapar has demostrado el sentido común suficiente para no hacerlo... Cosa que no hiciste en la puerta Oeste, por lo que me han contado...

Su mirada seria se vuelve hacia Alex.

- Y tú. Es cierto lo que dijiste al entrar, reconozco en ti al hijo de Lazarus. Sin embargo deberías saber que en Uldholm a los hombres los valoramos por sus actos, no por su ascendencia. - Gira la cabeza por un momento hacia Diana, reconociendo en ella los rasgos Dindavara. - Escudarte en tu apellido no te servirá de nada aquí. Aunque me han dicho que tu delito solamente fue fomentar el desorden público y que no llegaste a enfrentarte a la guardia.

Da un par de pasos hacia atrás y se apoya en la pared al otro lado del pasillo.

- Ahora quiero que me contéis exactamente lo que ocurrió en la puerta. - Su mirada fria se asemeja más a la de un juez que a un oficial de la guardia.

Por los siete ríos... no volveré a beber nunca más... esa pócima...

Me levanto con esfuerzo, no sin antes preocuparme de levantarme con la pierna derecha, Más vale buscar la suerte... Hablando de suerte...

Enarco una ceja e intento comprobar que Fawkes sigue por ahí:

Eh, amigo! ¿Que tal has dormido? ¿Sabes si ha llegado Yi Fan?

Tras su respuesta me pongo la túnica dejando el pecho al aire No me gustaría que se infectase más todavía...

 Camino pesadamente, escaleras abajo, no sin antes ajustar torpemente la espada en su cinto...

Dejaré los cuchillos por ahora, no quiero poner nada en el pecho...