Partida Rol por web

Atravesais a buen ritmo los Barrios Medios para llegar a los Centrales. No puedes precisar con exactitud el momento en el que se produce el cambio de distrito, ya que es bastante gradual. Poco a poco, el ancho de las calles aumenta, el empedrado mejora y los edificios que las rodean se van volviendo más y más lujosos. Cuando te quieres dar cuenta, estás rodeada de palacetes construídos con las mejores técnicas arquitectónicas de los maestros masones Ulds, uno de los secretos mejor guardados de ese gremio.

Pese a estar obnubilada con el lujo que te rodea, pues es sin duda la zona más ostentosa que has visitado en tu vida, no dejas de mirar a tu alrededor viendo posibles rutas de escape. Eso se termina según os aproximáis a la Plaza del Consejo. Prácticamente en cada calle hay una patrulla de guardia y la entrada a la plaza está vigilada por dos guardias. Al contrario que los de la puerta de la ciudad, estos no llevan alabardas, sino sendos espadones y corazas completas, lo que les da un aspecto aterrador.

Antes de llegar a ellos, Eric se para y te mira con rostro preocupado. - Compórtate ahora, Diana. Es muy raro que un extranjero entre en la Plaza del Consejo, salvo que sea un embajador o un noble importante. Si te preguntan ahora, mantente en silencio. Yo contestaré por ti, ¿está claro?

Su mano acaricia suavemente los vendajes que acaba de ayudarte a colocar.

- ¿Una hechicera te hizo eso? - dice. - Lo lamento. Sin embargo así aprenderás a no tener reparos en enfrentarte a una mujer. Alder me dijo que no te gustó saber que vuestro objetivo era una chica, aunque lo cierto es que me lo había imaginado... Siempre eres todo un caballero... - añade bajando su mano por el brazo de tu espada. - Tendré que investigar quién es esa mujer. No me gusta que ataquen a mis amigos...

Ante tu última afirmación, suelta una suave carcajada, que resuena de forma casi angelical.

- ¡Jaja! Eso aún está por demostrar, amigo mio. De todas formas, la próxima vez considéralo un encargo por adelantado. Creo que nunca he escatimado nada en mis pagos. - Se levanta de la cama, acercándose a la ventana y mirando el exterior. - Hablando de pagos, aún no me has dicho si estás conforme con este último. Alder me dijo que no hiciste ningún comentario al recibirlo.

Se vuelve hacia ti apoyándose con el hombro en la pared.

-Si.-asintio.

En el camino hacia la puerta, no paraba de mirar los innumerables soldados que allí habian. Su aspecto era temible, pero puede que al fin y al cabo, fuera para aparentar. Diana dudaba de que con tanta armadura pudieran al menos moverse, y su idea de escapar volvio, pero en el trecho hacia alguna de las posibles escapatorias, los guardias podrian desenfundar sus armas y detenerla antes de poder pasar. Ademas de que pronto comprobo que no era así, que la armadura apenas les estorbaba.

Alex preferia no hablarle al oficial, queria guardarse lo de decir que habia perdido sus poderes, si esque realmente los habia perdido, pero no queria profundizar en el tema, tendria que intentar jugar con astucia para ser liberado.

Despues de ser arrojado de nuevo a la celda, miro a mi alrededor ¿Diana?  ¿Donde está? Derrepente vienen guardias y arrojan un hombre a una celda de al lado.

Intento acercarme, pero no quiero entrar en contacto fisico con el, podria hacerme algo y prefiero estar defensivo, mejor espero a que se normalice y así hablar con tranquilidad.

Ilsa está evidentemente inquieta por las misteriosas palabras de Biza

-Puede que hablar con Rowan sea difícil, vamos a las Salas del Consejo a informarnos de cómo va todo, y cuéntame lo que sepas, ¡te lo ruego!

Hoy no me sale nada bien... Me parece a mi...

Me dejan en ese suelo de paja, al lado de ese muchacho.

Un placer... Areth Dhalbach. -Digo mientras abro la camisa de mi pecho e intento limpiar el liquido que supura de mi pecho.

¿Que hace un jinete como tú aquí?-Digo, aprentando la mandíbula de dolor. - Bah... Mierda... ignorame, estoy demasiado magullado como para ser educado.

-Me llamo Alexander..., Alexander Vangrant, si eres de aqui a lo mejor habrás oido hablar de mi padre - murmura el chiquillo apoyandose en la pared- Y realmente yo no he acabado aquí, si no ha sido más bien realmente por mi compañera Diana...

Diana...

-Es cierto.- se mordió el labio inferior al recordar que sería muy complicado hablar con Rowan esa mañana. - Vayamos a hablar a algún sitio en privado. Las salas del consejo tienen muchos oidos ansiosos de recibir cualquier tipo de rumores- le dijo a Ilsa convencida de lo que decía - Te contaré lo que he descubierto.-

Un niño de papá, eh? No sé cómo no te han soltado aún...-Digo, con un tono afable- Seguro que estará removiendo Heluso y Milhonda para sacarte de aquí...

Me tumbo en la paja, intentando no tocar mis heridas...

¿Sabes cómo salir de aquí? Me estoy empezando a hartar, y tengo cosas que hacer ahí fuera.

-Puede...yo tambien tengo que hace cosas hay fuera...los Truil nos masacraran si no hacemos nada y por culpa de una amiga mia estoy aquí...

"Necesito una ducha"

-¿Porque te han metido en el trullo?

Los truil eh... -Digo, escupiendo un poco de sangre en el suelo- Déjame adivinar... Tu papá te ha encargado la misión de salvar Uldhom porque no sabe que coño hacer contigo. Te aburres, aprendes a saben los siete ríos qué y te dedica a matar Truils, ¿no? Y luego te presenta una nueva amiguita, la cual seguramente estaría mucho más jodida que tu, vio que eras una carga y cuando tuvo oportunidad de dejarte tirado se aprovechó.

Me paso el dedo por la nariz, y hago un fuerte resoplido-

la cárcel no es un lugar para niños, señor Vangrant, pero tampoco lo es Uldnatch; y mucho menos las tierras Truil.

me arrastro ligeramente hacia donde está Alex y añado:

-Así que vamos a salir de aquí, de una forma u otra.

Volviendo a mi posición me reclino lentamente

hablando de esta mierda... ¿Sabes algo de leyes? ¿cuanto crees que  puede caer por hablar solo en un mercado, ser molestado por la guardia, intentar plantarles cara y luego rendirte?

-En eso te equivocas...Mi padre no ha sido el que me ha encargado Salvar Uldhom. Matar Truils tampoco es mi hobby, y realmente no fue así. Antes de hablar, piensa.

Parecia que le habia quedado claro, hizo una breve pausa y miro al techo, apoyandose contra la pared.

-Depende de con que quieras pagarlo.

Salís de la casa y paráis un carruaje. El cochero os ayuda a subir en él, y después le pedís que os lleve a algún lugar al otro lado de los Barrios Centrales, obligándole a bordear las Plazas del Consejo y el Senado para ganar algo de tiempo. Aún así, podríais darle un nuevo destino en cuanto lleguéis, en caso de necesitar más tiempo para seguir hablando.

Os acercáis a la puerta de la Plaza. Las personas que entran justo delante de vosotros pasan directamente saludando a los guardias, en ocasiones alguna enseña algún tipo de emblema antes de adentrarse, pero los guardias no parecen ni girar la cabeza para mirarlos. Casi dirías que son como estatuas, plantados a ambos lados del único acceso a la plaza sin realizar un solo movimiento.

Precisamente debido a esa quietud anterior te sorprende la velocidad de sus movimientos cuando os aproximáis. En menos tiempo de lo que tardas en soltar una flecha, ambos guardias han enarbolado sus espadones tomando una actitud amenazante.

- ¡ALTO! - Su voz resuenta tras el yelmo de la armadura completa y parece amplificarse para llamar la atención de todo el mundo en la calle, que se paran a observaros con curiosidad. - Los aprendices sólo pueden entrar a la plaza acompañados por un maestro... ¿Qué motivo os trae aquí? - Cuando dice eso te fijas en cómo Eric y Ralf levantan las manos en son de paz, soltando respectivamente su capa y un medallón que cuelga del cuello, en los que a penas te da tiempo a distinguir lo que parecen los escudos de los Gremios.

- Señor - dice Eric educadamente. El trato de deferencia te sorprende, viniendo de un oficial del ejército de Uldholm. - Tenemos un testigo clave de las derrotas acaecidas en la frontera con los Truil. El Consejo está reunido, presumiblemente discutiendo una resolución para la guerra, pero según nuestras últimas noticias, el testigo anterior desapareció esta misma noche, por lo que el testimonio de esta mujer puede ser determinante en la decisión que se tome.

El guardia parece impasible y apenas cambia su posición, con la gran espada amenazando con golpear tanto al teniente como a ti.

- Gremio, rango y nombre. - Su voz te sorprende nuevamente, especialmente al darte cuenta de que va dirigida a ti.

Eric se revuelve nervioso y comienza a hablar. - Señor, la mujer...

- ¡SILENCIO TENIENTE! Deja que sea ella la que hable. Si va a testificar en el Consejo, supongo que tendrá lengua, ¿no?

El oficial se vuelve hacia ti, asintiendo con la cabeza en un gesto preocupado.