Partida Rol por web

La sala principal del Castillo estaba engalanada e iluminada para la ocasión. En el salón los criados servían los diferentes platos. Date-Sama, acompañado por su sobrino ocupó la cabecera, sentaron a Daigo-hime cerca de Date-sama pero sin contacto directo. Tras el señor del Castillo, una mujer tocaba el Shamisen. Los platos consistieron en arroz con judías azuki, sopa amazake, anguila confitada, lengua de ciervo y verduras encurtidas en vinagre.

Sanemoto, el prometido de la joven Konao, se dirigió hacia los invitados, recibiéndolos uno a uno. Motochika Sanasuke se sentaba en uno de los extremos de la mesa, donde se sentaban la mayoría de bukes de la "corte" del Castillo, separados de los Kuge (nobles) y de Sakura, que ocupaba un lugar honorífico entre las familias nobles.

Finalizada la cena, se sirvieron dulces hechos de harina de arroz y judías dulces, así como el sake. Sanemoto tomó la palabra. 

En el día de hoy, el Clan Date recibe una hija y yo una esposa. Dijo con voz grave, que sonaba casi como un graznido y ajada. El tono era desapasionado y protocolario. Daigo-hime, os transmito mi pesar por la muerte de vuestros parientes y os doy la bienvenida bajo la protección del Clan Date.

Levantó su vaso y brindó, la mesa coreó Kampai! 

El joven general de los Date, con su parche tapándole el ojo que perdió, brindó al compás de su tío.

Kampai

El guerrero brindó junto a su señor

Kampai

Saneda se presentó en el salón luciendo bastante menos sucio de lo que se le vio durante todo el camino, pero sin ser algo como para elogiar. Aun así, se notaba seguro, con la mirada alta y ligeramente orgulloso.  Contaba con la ventaja de una buena reputación, lo que compensaba el deshonor de ser un ronin. El que ahora estuviera frente a los Kuge le permitiría destacar un poco, eso si conocían sus proezas.

Intentó comer todo lo que pudo, sin parecer un muerto de hambre, pero saboreando esas delicias que podría no volver a probar. Los dulces fueron especialmente intensos, como si lo amargo de su vida se removiera con ese contraste. Intentó entablar conversación con los que parecían tener rango militar, usando su ojo crítico para determinar quienes tenían el acero en sus ojos. Al final, alzó su copa con los demás, soltando un fuerte:

-KAMPAI- bebiendo su sake de un rápido trago. El novio parecía muy poco entusiasmado, como quien va al campo de batalla en inferioridad numérica, pero sin tener la fuerza para  encontrar la victoria. Las circunstancias de la unión eran claras, pero debería haber más cosas en las sombras que no conocía.

No había sacado nada en claro de la identidad de la misteriosa mujer más allá de causarle más interés al no conocerla siquiera las doncellas, pero el tiempo avanzaba y su deber, quisiera o no, seguía en pie.

Dejó que la acicalaran, que buscaran las mejores ropas para ponérselas mientras pensaba que la tela, en vez de ser liviana, añadía un peso extra sobre sus hombros hasta el punto que necesitó un pequeño descanso de la preparación simplemente para coger aire y recordarse a sí misma lo que tenía que hacer.

De alguna forma, a pesar de que eran “la misma persona”, Fusae sintió verdadera lástima por Konao. Veía al que sería su futuro marido, un hombre decrépito que no le aspiraba confianza ninguna aunque tampoco la necesitara para yacer con ella por el contrato matrimonial, el que ni siquiera parecía complacido con la unión por la manera mecánica que tenía de dirigirse al resto de comensales a pesar de haber recibido el regalo de la juventud… Sonríe.- Cuando no sabía qué hacer o qué decir, cuando pensaba en aquél matrimonio o lo que conllevaba, la solución más rápida pero no la más fácil era sonreír. Sólo sonreír.

Intentó olvidarse por un momento en su marido para concentrarse en la misión. Observó a todos los invitados aunque su mirada se concentrara sobre todo en Ikage, ¿motivo? Él representaba con palabras mudas las verdaderas órdenes que debía seguir sin importarle lo que hubiera que hacer por el camino, incluso cuando sus miradas coincidían pensaba que era un aviso hacia ella para que, hiciera lo que hiciera, siguiera adelante.

Además, sin poder evitarlo, buscó en la sala a la extraña mujer, queriendo saber si ella también formaba parte de esta nueva familia que había adquirido.

Konao había estado apartada prácticamente desde que llegaron a la residencia de los Date, y tras ver su aspecto pudieron entender por qué. La joven superviviente estaba impecable, desde un brillo especial en la piel tras los cuidados que le habían coincidido sus doncellas en estas horas hasta un vestido tradicional y un peinado que resaltaban su belleza. Parecía levemente distinta a la chica que había viajado con ellos, posiblemente debido a donde estaba o la cercanía de su futuro marido, dibujando una hermosa sonrisa en sus labios cuando se dirigió directamente hacia ella.

No pudo evitar observar la sala mientras daba el breve discurso. La primera mirada fue hacia su prometido, algo lógico teniendo en cuenta el futuro que les deparaba juntos y que acababa de conocerle, para luego desviarla por toda la habitación hasta terminar en Ikage. Él la había acompañado desde el principio, era su salvador, y en cierta manera parecía que necesitara su presencia para sentirse segura.

Cuando terminó, cogió su vaso y formuló en un susurro “Kampai”, celebrando también su compromiso.*

Vestida en su habitual atuendo de impoluta camisa blanca y hakama carmesí, Sakura acudió a la cena. Llevaba como marca la tradición su larguísimo pelo recogido en una coleta a la espalda y sólo se permitió como ornamento un hana kanzashi, un tocado de minúsculas flores trenzadas, para incidir en la solemnidad de la ocasión.

Se sentó en el lugar que le indicaron, no sin antes dedicar sendas reverencias formales a sus anfitriones y a la dama Daigo. En silencio comió y bebió, sin perder detalle de cuanto se decía a su alrededor, siempre con sobriedad y discreción.

Llegado el momento brindó con su vasito de sake, del que apuró un sorbo, tras el "KAMPAI!" de rigor.

—Kampai —brindó Munezawa. Le habían sentado por insistencia suya en un asiento próximo al de su protegida. Ocupaba un honor demasiado privilegiado para su estatus, por ello había sido colocado en un segundo plano para no ofender a otros posibles invitados a los que aquel gesto no les hubiera pasado desapercibido.

Se había fijado en quién se desposaría con Daigo-hime y le había parecido que lo hacía por deber. Confiaba en que ese mismo deber fuese suficiente para cuidar de ella, pues en con aquel enlace pasaría a abandonar su propia familia y pasaría a la familia de su marido. En ese entonces sería él quién tendría que asumir su labor. 

Se llevó el platillo con el sake a los labios y humedeció éstos con respeto mientras empezaba a dar cuenta de varios trozos de pescado que le habían depositado de manera cercana para a continuación acompañarlos de una abundante cantidad de arroz.

Un criado, bien vestido como si fuera de rango alto dentro del servicio del Castillo, se aproximó a la mujer que tocaba el Shamisen. Esta levantó la cabeza y pudisteis verle la cara, algo que antes no era posible. El criado le susurraba algo al oído, ella asintió con gesto serio y ausente y mirando a Sanemoto Date, esperando su aprobación, se levantó y accedió por la discreta puerta trasera, que parecía llevar a una sala anexa al salón donde estabais.

La mujer iba vestida con una yucata colorida, maquillada excelsamente y engalanada con joyas. Tenía aspecto de cortesana. Su mirada era inteligente y despierta, parecía una mujer de carácter y acostumbrada a ser obedecida, mas que a obedecer.

El joven, con su único ojo miraba con curiosidad al yojimbo. Rompiendo las normas de protocolo, tomando el control de la conversación y dejando claro quien era el que mandaba en este momento. Masemune se dirigió hacía a Sanada.

Sanada-san, mi padre cuenta cosas increíbles de sus hazañas, dicen que sois un espadachín legendario. bebió sake antes de continuar la frase. Dicen que derrotaste a los guardaespaldas de Takeda, y es conocida la fama de los lobos del Clan Takeda y su habilidad renombrada.

Joao todavía no podía creerse la suerte que había tenido, si bien comprendía que sus circunstanciales compañeros pensaran lo mismo en cuanto se ofreció a echar una mano. Irónicamente se estaban aprovechando los unos de los otros, pero sólo Joao lo sabía. No, no es suerte, es obra de la Divina Providencia, sin duda; reflexionó, así que por ello no escatimo en esfuerzos y dio lo mejor para escuchar las conversaciones sin desatender las velas (al fina y al cabo, había que quedar bien a fin de no levantar sospechas y, sobretodo, conseguir futuros favores...)  todo con una discreción pasmosa. 

Se fijó en todos los asistentes: en sus rangos, procedencias, gestos y temple, a fin de recoger pistas sobre la identidad del espía, o espías, de los Tokugawa. Todos los recién llegados eran sospechosos, copando la lista la monja y Daigo-hime. Sin embargo, pronto añadió un nuevo rostro (pues todavía no conocía su nombre) a su lista mental: la muchacha del shamisén. Joao se deslizó al lado en donde estaba la habitación a donde se había marchado la mujer, acompañada por el sirviente de aspecto distinguido, posiblemente el mayordomo. Buscó una ranura cerca de su posición para observarles y afinó el oído. 

Una figura elegantemente vestida pero con la cara tapada por la sombra su sombrero estaba hablando con la mujer cuando te acercaste.

...Hideyosi se está impacientando, sabe que los Mitsuhide están a punto de traicionar a Oda. 

La mujer le hizo un gesto para que bajase la voz.

Heizõ no está haciendo todo lo que se espera, está obsesionado con cazar a los espías de Tokugawa. Dijo mirando al hombre a los ojos. Ese idiota sigue empeñado en mantenerse leal, a pesar de que sabe que los Date no podrán ser imparciales.

El hombre refunfuñó unos minutos, dio vueltas por la habitación, finalmente sacó un rollo de pergamino de su manga.

Le darás este tratado a Sanemoto, debe ser secreto, según este acuerdo el clan Date se mantiene neutral y el recibe el comercio con los europeos en exclusiva. Dijo el hombre. Pero debe evitar que su sobrino marche al sur a hacer la guerra o que trate de ocupar las tierras del Clan Daigo ¿Entiendes?

Habían pasado unos minutos, la conversación había estado salpicada de silencios tensos. Finalmente, tras revisar el pergamino ambos, el hombre continuó hablando.

¿Cómo va la misión de seducir a Sanemoto?- dijo el hombre.

Confía en mi, pero no muestra pasión alguna... más parece que me tome como una amiga y confidente. Una risa tímida finalizó la frase. Ambos se despidieron y con un gesto. El desconocido se marchó y la mujer parecía dispuesta a volver a la sala. 

En aquel momento, Joao no vio a un hombre y un pergamino sino a una serpiente y una manzana, que iría a parar a las manos de la mujer que podría condenar a los católicos en Japón. ¿No les dije que Joao había visto en aquella oportunidad el fruto de la Divina Providencia? Aquella alevosa escena no hizo sino certificárselo. Obviamente los protagonistas pensaban de otra manera, una de servir al Clan Date con un trato que podría serle beneficioso a largo plazo pero... ¿a qué precio? ¿Beneficiaría a los Date apartarse del poder central? ¿Renunciar a afianzar su posición en el Norte? ¿Se vería libre el Clan Date de la persecución religiosa? ¿Qué parte de toda aquella trama Joao no sabía? 

Echó un vistazo a las lámparas y sustituyó las que comenzaban a flaquear, mientras pasaba a la sala principal de nuevo. Volvió a ver allí a la mujer del Samisén y se fijó más en ella: guapísima, elegante, sibilina... era la pura tentación del diablo. Se estremeció y confió en la templanza del Señor del Castillo. Permaneció atento a las conversaciones y los gestos.

Saneda estudió los gestos y movimientos de Masemune Date, intentando ser lo más discreto posible. Era una práctica que siempre había fomentado, no solo para darse una idea de qué clase de hombre era aquel, sino también un ejercicio que puede ser vital en una lucha. ¿Tu oponente se apoya más en determinada pierna? Si la hieres le desequilibras del todo, dejándolo a tu merced. ¿Sus movimientos de manos son torpes o bruscos? Manejar una espada requería cierta delicadeza y fuerza que pocos podían dominar. No es lanzar tajos porque sí. Ya de por si a ese hombre le faltaba un ojo, así que de ese lado era vulnerable.

-Su padre es muy amable- dijo con una inclinación de cabeza muy leve-. Tengo un par de cicatrices que demuestran lo afilados que tenían los colmillos esos lobos. Lo que me enorgullece aún más el haber sobrevivido y poder contar de su pericia- dedicó un leve instante a ese recuerdo, sintiendo incluso el mismo sabor metálico en la boca o el olor a sudor y sangre-. Perfecta sincronía, disciplina férrea, técnicas pulidas hasta el cansancio, sin duda fue la mejor lucha que he tenido. Al menos en lo que refiere a aprender- alzó un dedo-. Cuando era más inexperto, las luchas eran menos vistosas, pero mucho más sangrientas y desesperadas. En esas también aprendí algo. No habría llegado a unas sin las otras- sonrió de costado, sintiendo un cosquilleo en la mano, como si tuviera la necesidad de cerrarla sobre la empuñadura de su katana-. Pero estoy lejos de ser legendario. Experimentado, suertudo y aún vivo, sí. Pero no legendario.

Tras un cruce de miradas con Sanemoto Date, Motochika decidió meter baza en la conversación.

Sois un hombre humilde, Sanada-san. Dijo con gesto afable. El shogunato y la corte imperial os reconocen como un hombre honorable, y eso en estos días es mucho decir. Aquí en Omori hemos tenido pocas opciones de combate. Pequeñas bandas de saqueadores, algunos incursores wacos o coreanos, pero pocos espadachines reales.

Desvió la atención hacía Sakura.

Sakura-dono, viene usted a ocuparse del Santuario de Susanoo. Dijo de forma directa. Es bueno que haya una sacerdotisa principal nuevamente, las tradiciones son importantes para los ashigaru y desde la muerte de Keiko-dono a principio de invierno, han surgido muchos rumores sobre la presencia de espectros y yokais en el castillo y en los caminos, su presencia seguro que traerá tranquilidad a los corazones de los campesinos y soldados.

Miraba a la miko, como esperando que dijera algo.

Si la inquisitiva mirada del guerrero la aturdió, Sakura no lo demostró. Para ser una miko que aún no había asumido su cargo la mujer se mostraba serena y segura de sí misma, cómoda entre los miembros de la nobleza. Posiblemente su origen fuera de buena cuna. Asintió al comentario.

-Así es, honorable samurai. Las tradiciones son muy importantes, y estoy al corriente de esos rumores. Contengan algo de verdad o no, lo cierto es que los kami deben ser honrados con las ofrendas que requieren, y los espectros aplacados con los Rituales pertinentes, que pronto tengo intención de celebrar si mis anfitriones en el Castillo me lo permiten. Creo que es necesaria una Ceremonia magna, que devuelva el equilibrio al Templo, al Castillo, y a todos los habitantes de la zona.

Se giró hacia Sanemoto, buscando su aprobación.

-Mi Señor Sanemoto Date-sama, os ruego vuestro permiso para ello, así como la colaboración de algunos de vuestros artesanos y campesinos, si no es mucho pedir en un momento de preparativos como el actual. -Su mirada se volvió entonces hacia la princesa Konao, a la que sonrió.- Puesto que imagino que el desposorio con Daigo-hime ocupará a muchos de ellos. Y, desde luego, me ofrezco en lo que sea necesario para tal magnífico evento.

La cortesana volvió a su posición, se sentó y empezó a tocar nuevamente.

Date-sama escuchó a la Miko con gesto silencioso.

Dispondréis de toda la ayuda que requiráis. Dijo en un tono sobrio. De todas formas será una ceremonia sencilla, será un honor que oficie la misma. 

Parecía que el huraño señor del Castillo Omori no era muy dado a la palabrería. Un criado entró, tenía aspecto de tener una posición elevada dentro de la jerarquía del servicio.

Mi señor, el embajador de la Corte Imperial ha llegado, se reunirá con usted dentro de una hora. Comunicó en voz alta el criado.

Había estado tan concentrada en analizar a su futuro marido que no se había percatado que a su alrededor el mundo seguía girando y los personajes estaban colocados expresamente en cada lugar, ahora ella cosa suya averiguar el papel e intención de cada uno. Creyó justamente que el papel de aquella despampanante mujer que la había desafiado con la clara falta de respeto era de desestabilizarla, ¿qué hacía allí a la vista de todos? ¿La estaría vigilando? ¿Acaso sospechaban algo? Puede que por el aura que le transmitiera o la manera en la que se movía, altiva y segura, le hacía sospechar que era una de las cientos de amantes que no dudaba que Sanemoto tuviera, y eso en determinadas ocasiones era peor. Tener mujeres hermosas tan cercanas sin saber exactamente sus intenciones podían nublar el juicio de Date, quien sabe si llegar a sobreponer la palabra de ella sobre la suya propia con tal de un rato de placer carnal.

Bebió un sorbo de té al notar que tenía la garganta seca creyendo que tendría que competir por la atención de Sanemoto, algo que le asqueaba. Konao tenía la ventaja de la juventud, algo tan efímero que podía explotar un par de años más con suerte aparte de su propia belleza, una muy distinta a la de Masako y que esperaba que fuera suficiente. Por eso te han escogido a ti, tiene que serlo.

Tras la llegada del criado explicando la visita que al parecer esperaban, Konao entendió que era la hora de actuar. De forma cortés dedicó unas cortas frases a Sakura con una dulce sonrisa antes de girarse hacia Sanemoto, dejando un perfil calculado para que su piel deslumbrara, al igual que la silueta bajo las anchas telas, esperando que fuera suficiente como para que la mantuviera a su lado incluso con aquella visita con falsa modestia bañada en inocencia.