Partida Rol por web

Esperasteis hasta que comenzara el torneo y, como las gentes del lugar habían dicho que sucedería, sucedió. Con gran algarabía se recibió la noticia de que esa misma mañana comenzarían las justas. Por la tarde tendría lugar el primer torneo, con las tierras cercanas al castillo como lugar de "batalla". Antes de que ésto sucediera, vosotros ya deberíais haber acabado con vuestro cometido, hablado con la duquesa y puesto pies en polvorosa. Habría que ver si el "sencillo" plan que habíais dispuesto iba tan bien como queríais imaginar.

Primero el mago se tiene que disfrazar de duque, luego Janos dar la señal para ir a la tesorería, en un momento en el que el duque esté ocupado, luego llegar a la tesorería, superar de alguna manera a los guardias, abrir la puerta con magia, entrar en la tesorería, localizar las cartas, robarlas y salir de ahí sin despertar sospechas, contactar de nuevo con la duquesa y poner los pies en polvorosa.

Vale, en realidad no es un plan tan sencillo...

Para comenzar el mago lanza un hechizo para convertir a Erik en un soldado "anónimo", un tipo vestido con las ropas propias de los soldados del castillo, con su emblema y todo, y rasgos anodinos, propios de un "cualquiera" fácilmente olvidable. Esa parte va estupendamente.

Pero para el segundo hechizo, que Kalonymus use el hechizo para disfrazarse y pasar como el duque, aunque no reporte mayor complicación (pese a que la magia siempre es difícil de dominar) sí pasa algo. Lanzado en un lugar apartado, tras la torre principal, es el propio mago el que de repente y justo antes de salir por la puerta, cae en la cuenta de que convendría que no se viera a dos duques paseando por el castillo, mucho menos que se vieran entre sí...

¿Erik, me avisas cuando se haya ido el duque del castillo para yo hacer mi entrada?  

En el tiempo en que he estado por aquí seguro conozco una forma de llegar encontrándome a poca gente.  ¿Cual era, cual era?  Y ya que los vea les diré que...  regresé por algo.  

Erik observó su nueva imagen con extrañeza. Era curioso como podía hacerlo cambiar de imagen tan sencillamente... La oreja. Erik se palpó la oreja que le faltaba. Después de un buen rato asombrado y maravillado, se preguntó qué no eran capaces de hacer estos magos y un escalofrío recorrió todo su espinazo.

Poco después vió al mago convertirse completamente en el duque y sonrió. No hacía tanto que estaba con los magos y toda esa magia le resultaba divertida, poderosa y terrorífica al mismo tiempo.

- Cómo usted quiera mi lord. - sonrió parodiando a un soldado.

Erik salió al castillo y, caminando como los guardias hacían, salió a buscar donde estaba el duque. Si salía, debía de saberlo cuanto antes.

Kalonymus sonrió al oir el comentario de Erik, lo saludó igualmente como un noble lo haría.

Después de que el guerrero salió comenzó a arreglarse la barba y la ropa.  Esperaba el momento de la señal donde su "guardia" lo escoltaría a la tesorería.  Estaba nervioso, pero practicó imitar al duque, en sus gestos, ademanes, manerismos, y se fue calmando como lo hace un actor bien repasado.  

Finalmente, pensó en echarse de nuevo el hechizo de Aura de Autoridad, para que durante todo el día, la gente naturalmente le hiciera caso como si si fuera el duque.  Si este hechizo fuera sólo para ser aplicado a una persona, entonces lo guardaría para echarlo sólo en el momento más útil.  Por ejemplo, con los soldados, si el engaño comenzara a fallar, que no lo hará, o con quien tuviera la mala suerte de interrumpirlo en el cuarto de la tesorería.  

Moviendo los pies al ritmo de una música oída por la ventana, repasó el hechizo de abrir puertas.  Para aplicarlo, los guardias ya no tendrían que estar ahí.  Se vería extraña la magia.  Luego le pediría a la madera que regresara a su forma original, para que nadie sospechara nada mientras Erik aguardaba.  Mmm, los guardias ni siquiera tendrían que salir, sólo "bajar por algo a la bodega donde no va nadie", o "colocar un tapiz" que les cubra la cara mientras el traspasaba la puerta y buscaba.  Quizá podrían sólo salir y nadie sabría que nadie entro...

Durante un rato el tiempo parece detenerse, negarse a transcurrir como debiera, menos todavía a la velocidad que vosotros desearíais... pero al final cede y el señor del castillo, engalanado para la ocasión con algunas de sus mejores ropas, con una capa con broche de plata muy elaborado, una sobrevesta blanca sobre la que luce su escudo de armas y un escudero de 14 ó 15 años que porta un verdadero escudo que lleva pintado el emblema de la casa con trazo dorado. El hombre anda a buen paso, seguido de cerca por una pequeña cohorte de aduladores y familiares, en dirección a un palafrén pardo magnífico preparado para que el duque haga su "entrada" triunfal al torneo que debe presidir.

Efectivamente, el tiempo parecía haberse detenido.  Y como hace luego, ahora nomás era un torrente de cosas inesperadas.  Después de la señal de Erik, Kalonymus observó bien y se vistió con telas que se asemejaban a las del duque y con parte del hechizo parecería que efectivamente las traería. La sobrevesta de algodón parecería de seda cuando echase le echase su hechizo dentro de la torre.  El simple collar de hierro pulido se convertiría en copia del del duque y brillaría cual plata.  

Bien bien, ya se alejó lo suficiente.  La gente regresa a sus labores.  Está distraída.  Ahora, a taparme con tapices hasta la cara y actuar como un noble que no quiere ser notado al regresar a su torre.  De hecho, lo mejor que nadie me vea. Echada el aura de autoridad.  

Kalonymus avanzó hasta la puerta donde esperaría encontrarse con Erik.  Iba bien tapado y discreto.  Si alguien le descubría, sabría ya que hacer...

Habiendo Erik avisado al mago, y observando como éste ya esta preparado, se sitúa detrás suyo como lo haría un guardia cualquiera y lo acompaña a la torre.

Tal es el sigilo con el que avanza el "duque" que llegáis a la tesorería con presteza y sorprendéis a los dos guardias de cháchara entre ellos, una conversación más bien soez sobre una "lavandera". Al ver cómo su señor se acerca, se ponen tiesos como una lanza y saludan.

-¡Señor!

¡¿Que haceis aquí platicando, distraídos, guardias?!  ¡Debeis estar alerta siempre, o no son dignos de este puesto que os doy de mi mayor confianza!  

Guardaré mi enojo porque tengo un encargo importante para ustedes.  ¡Demuéstrenme si son merecedores de ello realmente! 

Necesito que salgan y monten guardia afuera de la torre.  Actúen alerta y no digan que he entrado o que os he enviado.  Si os preguntan sólo digan que pedí ayer que montaran guardia afuera estos días, reforzados por otros adentro.  Por el torneo. Aquí el fiel Anod -dice Kalonymus señalando a Erik- guardará la puerta interna mientras yo voy a revisar unas cosas. 

Eso si, si ven acercarse a lo lejos cualquiera de mi comitiva, inclusive a mi consejero o mi doble, el hombre que me imita como señuelo por seguridad en el torneo, avisadme cuanto antes.  Sospecho del primero y mis instrucciones son no dejarlo pasar.  Bajo ninguna circunstancia.   

Id, ahora.  Dejadnos solos.

Aunque a los soldados se les nota titubear sin saber muy bien qué hacer, al final se ponen en camino hacia las puertas de la torre, presumiblemente para hacer lo que "su señor" les ha ordenado. Si es que han llegado a entender toda la complejidad de la orden y datos que les ha ofrecido en un momento.

En cualquier caso, parece que el engaño funciona, o tal vez sean los hechizos, porque los soldados se van, dejándoos solos ante la puerta. Un hechizo más y estará todo listo, ¿verdad?

Kalonymus, nervioso por lo cerca que estaban del cofre y los documentos incriminatorios del duque, pensó en lanzar pronto su hechizo de PassTheUnyieldingPortal.  Se trataba de pedirle a la madera que le dejara moldear su forma, y justo lo haría para abrirla sin necesidad de llave.  La dejaría igual, buscaría el cofre, y saldría.  Todo hecho y derecho. 

Sin embargo, pausó unos segundos.  Se aseguró que Erik posara justo como guardia y luego... pensó en una duda que traía desde ayer.  Sabía que en algún lado debería haber una regiones, lo intuía.  Usó su segundavista para buscar dichos espacios en la torre.  Le duraría lo siguiente para ver alguna dentro de la propia tesorería.  

Los motivos para sentirse nervioso de Kalonymus eran más fruto de su mente que reales, pues el hechizo funcionó a la primera, tal y como se esperaba. La madera se deformó a su voluntad y la magia la convirtió en elástica, haciendo de la cerradura un accesorio decorativo, aunque aparatoso y bien pesado.

Sin detectar nada, ni campos místicos ni lugares escondidos mágicamente, Kalonymus puede observar escasamente el interior de la cámara sin ventana a la que da acceso la puerta recién abierta: una cámara pequeña, de tal vez unos 6 ó 7 pasos de ancho por unos 2 ó 3 profundidad. Se intuyen más que se ven las siluetas de varios cofres en un extremo; una mesa pegada a una pared con una banqueta bajo ella y un cofrecillo encima, en el extremo contrario; un armario cerrado y otro abierto con armas de evidente buena factura, algunas incluso con algo de pedrería, directamente delante de la puerta, pegados a la pared más cercana y larga; y dos armaduras de malla y coraza completas montadas como si de guardianes se tratara, una a cada lado de la puerta. La sala se ilumina en estos momentos sólo con la luz que entra por la puerta.

¿Cómo era el cofre que nos describió la señora?  ¿Es ese de allá encima de la mesita?   ¿Iré por él y lo llevo entero?   Si, pues llave no tengo y no es de madera.  ¿O está abierto?  Veamos.  ¿Pesa? ¿Se siente que tenga papeles dentro?

Revisó que no tuviera alguna trampa.  Lo zarandeó.  Volteó a su alrededor.

¿Algo de oro?  -pensó.   No, no somos ladrones. 

¿Algo mágico que reconozca? ¿Algo de hadas que se haya robado el duque?  

Erik se mantuvo delante de la puerta, esperando y vigilando muy atentamente a cualquier sonido o cosa que le indicase que alguien subía. De todos modos, y por seguridad, miró de tapar, al menos parcialmente, el agujero que había hecho el mago en la puerta.

Erik alucinaba con los poderes de esos magos. Con un poder parecido a éste, podría meterse en un castillo fuertemente fortificado sin demasiados problemas y llevar a cabo su venganza.

El cofre... ahora que lo pensáis, la duquesa no describió ninguno. Sabía que las cartas estaban en la tesorería, pero nada más, pues ella tiene vetado el paso allí. Otra cuestión es dónde se guardarían por comodidad. La lógica dicta que el cofrecillo fuera el lugar designado para contenerlas, dado que está sobre la mesa y sobre ésta también descansan, ahora que os fijáis, enseres de escritura. Pero las cartas, desde luego, también cabrían en cualquiera de los cofres grandes.

Por otro lado, por lo que parece y siguiendo los temores de Kalonymus, los cofres son de madera, pero sus cerraduras son indudablemente metálicas. Lo que también pasaba con la puerta. Nuevas aplicaciones del mismo hechizo que os ha granjeado el paso hasta aquí podrían hacer lo propio con el contenido de los cofres.

El cofrecillo, de tal vez palmo y medio y excelente factura, está cerrado, no pesa mucho y al parecer tiene algo que tintinea en su interior, parcialmente amortiguado por el resto de contenido del cofrecillo. Imposible saber el qué. Y con esta luz es difícil encontrar más detalles a simple vista. No tiene marcas de escritos arcanos o similar, pero su factura lo hace plenamente identificable en caso de extravío, eso está claro.

Nada más hay en la sala que pueda llamar la atención, salvo el armario de armas abierto y las "estatuas" a los lados de la puerta.

Mientras tanto, al otro lado de la puerta, Erik guarda vigilancia. Un solo pasillo, unas únicas escaleras en la planta más elevada de la fortaleza. No es de extrañar que se escogiera tal estancia para colocar el tesoro. Cualquiera que quiera llegar al tesoro o salir con él, debería atravesar todo el castillo o aprender a volar...

Entonces, los pasillos de piedra comienzan a resonar levemente con el eco de pisadas distantes. Distantes pero que se aproximan.

- Señor duque! se acerca alguien.- diciéndole a Kalonymus para que salga de ahí o cierre el agujero que hay en la puerta.

Si hiciese las dos cosas sería lo mejor dadas las circunstancias. Si viniese el mismo duque estarían en problemas.

¡Oh, no! - el corazón se le aceleró, pero buscó calmarse.  

Entendido, tu actúa normal.  

Que te ordenaron venir para acá, di...di poco.  Se apuró y dejó como si nada la aun plegable, para él, puerta de madera.

Volteó a ver a todos lados.  Buscó algún otro lugar para esconderse.  De paso viendo si las cartas se encontraban en algún otro sitio.  Se decidió. Volvió a echar el hechizo sobre aquel cofre tan hermoso y ornamentado.  Se hará como cera de abeja, o como goma, y meteré la mano para sacar lo que hubiera incriminatorio dentro.  

Ya, ya, -repetía su mente.  Se podría esconder en el armario cual amante sorprendido, dentro de una de las estatuas (eso les parecería divertido a las hadas) o...  si era el duque, sólo el duque, podría esconderse y hacer algo aún más interesante.  

Se acarició la barbilla de corteza y entrecerró los ojos cual sátiro. 

Los pasos se acercan más y más mientras vuestros corazones laten aceleradamente a la espera de saber qué es lo que pasará a continuación. Que resulta ser toda una sorpresa. La persona que aparece por el pasillo no es otra que Heinrich, el maese del castillo, que frunce el ceño al encontrar a Wulf ante la puerta de la tesorería.

-¿Está aquí el duque, soldado? -su mirada es claramente de recelo, probablemente fruto de encontrarse a un soldado que no conoce ante las puertas de un lugar tan "sensible".

¿Maese Heinrich? -dice Kalonymus, imitando el acento y forma de hablar del duque, usando la magia que lo disfrazó y apoyándola con su habilidad imitadora.

Si, aquí ando, terminando algunos pendientes. 

Usa su hechizo de "memories not quite lived" para que piense Heinrich que no ha salido.