Partida Rol por web

Comenzó a echar el agua muy poco a poco en el rostro de la romana, usando las telas limpias para quitarle la arena de los ojos y así permitirle ver con claridad.

- Cuando luchas en la guerra cualquier cosa sirve con tal de salir con vida del terreno de batalla... Incluso aunque tengas que usar tu propio sangre para cegar a tus adversarios... Eres buena, te mueves bien y eso se nota. Creo que como mencionabas, te faltaría una práctica más real... No sé si me explico...

Parecía intentar conversar con sus compañeras, aunque le resultaba un poco complicado expresarse aún del todo bien en aquella lengua. 

Miró a la griega

- Eso, ¿estáis bien? - La verdad es que no recordaba si le había golpeado muy fuerte con las espadas - ¿os he hecho daño? No era mi intención hacer demasiada fuerza, lo lamento. 

Entonces la griega habló y la germana no puedo evitar reír.

- Yo también estoy divirtiéndome... echaba de menos una buena pelea...

La loca se volvió a reír a carcajada limpia.

- Estoy no ha sido una pelea amiga. Para nada.-

No estaba claro si era una amenaza, o qué decía exactamente. Porque de ser un combate de verdad ella estaría muerta y la germana no.

Pero quién podía entender a aquella mujer. Se dejo caer el suelo y empezó a abanicarse con una mano. 

Las miraba con paciencia, parecían niñas que estaban jugando en vez de tomar las cosas en cerio, la lucha en la arena del coliseo podía ser dura si no ponían la suficiente atención.

Al menos hasta que la griega se tiró al suelo, echándose aire con la mano, parece que no soportaba para nada el calor, se acercó hasta ella, haciéndole sombra justo donde estaba.

-Las peleas reales, son mucho peores... En la arena del coliseo, no solo enfrentarán a sus oponentes, sino también, tendrán que ganarse a la multitud también... ganen el apoyo de la multitud, y se convertirán en leyendas-

Esperó sus reacciones, antes de darse vuelta, sin quererlo, sus ojos pasaron por las ropas húmedas con agua de las gladiadoras, acto inconciente que no pudo evitar del todo.

-Sigan descansando, seguirán con trabajos de resistencia-

Al final no había atacado a la loca cuando ésta me cedió la iniciativa, sino que me dediqué a simular golpes y espadazos a una distancia que no la alcanzara - es un entrenamiento, acuérdate - era el primer día y tampoco pretendía exponerme tanto, ya iría progresando con los días y las semanas, tampoco era plan de matarse la primera vez que pisábamos la arena como gladiadoras.

Así que, cuando el Doctore dio por finalizada la jornada, resoplé y me tiré en el suelo a descansar - por Ra, creí que no ibas a decirlo nunca - el día anterior estaban enjauladas, hoy practicando. No estaban mis fuerzas calibradas para semejante esfuerzo físico y ahora me encontraba cansada.

Las fortunas habían jugado de mi parte y no contaba con ninguna magulladura, ni la romana ni la griega habían conseguido rozarme. Por el momento aquello constituía mi orgullo, si bien parecía que la germana las había alcanzado de una forma bastante contundente; deberé de tener cuidado cuando me emparejen con ella.

Me acerqué a la romana - a ver, déjame ver esas magulladuras... en otra vida fui curandera - sabía tratar las heridas, tampoco es que fuera médico pero conocía el arte de calmar los cuerpos - lo mismo te digo Adonia, acércate.

Cuando el doctore termina de hablar, realmente Livia no se puede creer sus palabras, y se queda mirando a Adonia y a Sekhmet especialmente, viendo lo acaloradas y agotadas que están:

-¿De verdad, doctore? ¿Te parece que, faltando tan poco para el medio día sea prudente hacer ejercicios de resistencia? - le increpa, intentando mantener un tono mayormente respetuoso pero en verdad le cuesta- he visto hombres entrenar en los gimnasios, los entrenadores pasaban los ejercicios del medio día a salas interiores para evitar accidentes y desvanecimientos. Considero que deberías replantear la situación.

- Si he de pelar con este calor debo acostumbrarme a él cuanto antes y si eso se consigue entrenando en las horas de sol más fuerte... Lo haré... 

Miró al doctore con curiosidad.

- ¿Cómo se gana a la gente de la arena? Nunca he visto un sitio de esos... 

-¿Me tomas por tonto mujer? El entrenamiento comenzará 4 horas después de que el sol alcance su cenit-

La romana estaba haciéndole sacar canas verdes al Doctore, de buenas a primeras, estaba increpa do cosas a las que un esclavo no tiene acceso. 

-Mis hombres no son cómo esos hombres que viste, soportan los elementos y los golpes del sol y la lluvia, soportan el frío y las bajas temperaturas mejor que muchos-

Hizo evidente la altura para con las mujeres. 

No temen a la muerte, la fornican con vehemencia, pero sólo aquel que lo haga mejor sobrevivirá para la gloria y el honor, y cuyo nombre será gravado en asañas en las paredes del coliseo-

Escuchó la pregunta de la rubia, y su gesto se puso menos tenso, sonriendo incluso. 

-Con ofrendas de sangre y lucha, peleando bien, y clamando por su atención... Ya lo conocerán, la más gloriosa de las construcciones, un monumento en todo su esplendor, el coliseo-

Respondió, recordando aquellos días en los que el era el mejor. 

-Os tomo por un entrenador. - le responde Livia dando un paso al frente.- vuestros hombres llevan años entrenando a vuestras órdenes...llevan docenas de estaciones bajo el sol abrasador de Roma. Y llevan todo ese tiempo alimentados conforme a lo duro de su entrenamiento. Nosotras llevamos al menos, semanas, cuando no más, metidas en una jaula, durmiendo al raso, comiendo mierda...seguro que tu has pasado por lo mismo, no te pido compasión, eso es para los débiles. Te pido que tengas una mente preclara bajo esa apariencia de bruto extranjero. Si te hicieron doctore imagino que no sería por ser el que mas fuerte pegaba ¿no? 

Soenya estaba tan acostumbrada a una vida al aire libre, sin lujos y lejos de todo aquello con lo que la romana parecía haber vivido que para ella todo aquello le resultaba natural y extraño a la vez. Después de todo ella había entrenado bajo las frías cascadas, había corrido desnuda por las montañas en las frías noches de invierno y había cazado con sus propias manos...

Se apoyó en la pared, buscando ir acostumbrándose a aquel clima y pensando en las palabras del que llamaban galo pues las palabras de ser alabada entre sangre y arena le gustaba e incluso la excitaba...

- Ayer estábamos en una jaula y hoy entrenando ¿acaso crees que resulta fácil en menos de un día estar listas para el combate? - apenas le escucho toda la retahíla que cuenta de otro tiempo, me interesaba entre poco y nada su trayectoria - no es el calor del que me quejo, pues no hace tanto sino del trabajo al que nos obligas en tan escaso tiempo - ¿calor? si querían calor que viajaran a Egipto, morirían aplastados por la sequedad del clima.

Me hicieron Doctore por que fui campeón, también por que fui precavido y afortunado,  por que eh cuidado a cada recluta bajo mi mando, entrenandoles con paciencia y constancia, los exponía a los elementos de forma gradual y consciente de las capacidades de cada hombre, y en este caso, mujer. 

Clavó la mirada en la romana. 

-Lo vivido está en el pasado, enfoquence en lo que vendrá, y sus fortunas crecerán-

Estaba claro que las mujeres aún tenían mucho que aprender. 

-El almuerzo está casi listo, luego descansarán hasta que Apolo recorra un poco más el cielo-

- Si el calor os puede, quitaros esas ropas... estaréis más ligeras - me acerco en este tiempo de descanso a ver los diferentes escudos, yelmos y armaduras que hay - si lleváseis cualquiera de éstas, sería peor - me costaba imaginar poder ir con toda esa cantidad de ropa de refuerzo a luchar, seguro que se cansaba rápidamente - ¿con éstos yelmos se ve algo?

- ¿Apolo? - dioses paganos, nada bueno traería seguirlos 

Cierto, por tu apariencia, pareces de otra tierra... ¿Quién es el dios del sol de dónde provienes? 

Preguntó amable el enorme galo a la egipcia. 

¿Ahora iban a hablar de deidades? Cada vez entendía menos a estos romanos y sus extrañas costumbres...

- Cuando vienes de tierras tan frías como las mías este sol es realmente agotador pero la mejor manera de acostumbrarse a los elementos es someterse a ellos, donarlos y usarlos en propio beneficio... ¿Aquí nunca hace frío?

-Si, el frío en el invierno es bastante crudo... Al menos para los estándares de Roma, lo es-

Recordó los tiempos d niño en su hogar, y los inviernos en la región. 

-En Galia son mucho peores los inviernos-

Livia desiste de seguir con aquell conversación, era obvio que el testarudo del doctore no quería entender y opta por volver a sentarse y toma algo de agua:

-Yo nunca había estado en Roma, provengo de más al norte, pero el frío de esta tierra no puede compararse a las historias que he oído de los legionarios que volvían de más allá de las fronteras del norte. Creo que el frío de aquí te resultará parecido a la época estival de tu tierra, probablemente.- le contesta a la germana.

Este calor es insoportable, pasarán los años y nunca te acostumbras a el. Era el momento de descansar y se ponen a conversar de dioses, calor y la tierra.

Con algunos si podrás ver plenamente, personalmente es preferible combatir con las menores molestias posibles que con una gran armadura. Gran entrenamiento, vais a dar un gran rendimiento en la arena y con ello ganareis en privilegios, enamorar al público con sangre y el resto funcionara solo. Interrumpiendo la conversación me acerco con la idea de felicitar a las mujeres.

Suspiró algo hastiada ante lo del calor pues realmente en estos momentos era lo que más le molestaba.

- Entonces no será frío, sino un poco de brisa de la mañana... Lástima... - Miró al nórdico y a la romana y agradeció sus palabras con la cabeza - Entonces si puede haber una primera posición para quién ha de entrenarnos... - Dijo mirando al doctore con seriedad - Me gustaría aprender a construir bajo ese calor y poder usar los elementos que me permitan combatir mejor bajo su yugo... Armas, armaduras, tácticas... Lo mío es la guerra en el frío y la oscuridad, no bajo el sol abrasador... Y prefiero tener al público gritando mi nombre que escupiéndome...

Realmente parecía haber orgullo en sus palabras, quizás no fuera tan descabellado que antes de ser esclava era una fiera y noble líder de su tribu... Al menos, si parecía tener cierto orgullo...

Miró a Sekmet 

- Y si es cierto, como parece ser por tus palabras, que provienes de un clima tan cálido tampoco despreciaré tus consejos... Después de todo el calor y mi gente no es algo que suela mezclarse... 

- ¡Callaos ya zorras!.-

Y no iba solo por las chicas, aunque podría parecerlo.

- Hemos venido a entrenar. No me compliquéis la vida con vuestras batallitas y vuestras historias para dormir.-

Adonia estaba cansada, pero de oírlas hablar sobre el clima y el entrenamiento. Se volvió a poner en pie, y salió de la sombra.

- Oh, Doctore mío. ¿Podemos seguir haciendo algo que no sea estar cacareando?.-

Recogió la espada, y mientras esperaba a que se decidieran terminar aquel paron aburrido empezó a hacer lances con ella. Al menos así estaría entretenida.

Algo tenia claro de todo aquel grupito, y es que no sabían disfrutar de las cosas buenas de la vida. Ya descansarían por la noche, o cuándo estuvieran muertos. Ahora era el momento de trabajar duro. 

Estaban todos hablando, hasta que la griega puso orden, realmente ella superaba sus espectativas, se tomó una milésima de segundo para mirar al cielo, y ver que este no había alcanzado su cenit, sólo estaba a un cuarto del cielo, la mañana todavía no había terminado, el olor que sintió fue el de los mercaderes ambulantes, pasando con sus comidas, o de los lugares de reunión.

Luego miró al palco, y sabía que su domina lo estaba mirando, sintiendo su mirada reprobable ante la indulgencia que mostraba por las esclavas, Nórdico parecía no entender. 

-Nórdico, cuándo un esclavo se sale de su lugar, le remueven el miembro y lo crucifican-

Hizo un gesto con los ojos, girandolos rápidamente a donde se encontraba la lanista, no quería tener que azotarle solo por que la domina se lo ordenó. 

-Adonia, esa es la iniciativa de un verdadera gladiadora, eso es lo que busco... Ahora se quien tiene la posibilidad de ser una-

La griega no sólo tiene habilidad, si no también disciplina, y eso agradaba, las otras estaban fastidiando al Doctore, y su hermano de otra madre, no le estaba ayudando, más bien parecía complicarle. 

-Nórdico, estás aquí para entrenar, no para parlotear, regresa con los hombres, faltan los entrenamientos de pancracium rotativos que te di para que hicieras-

Una vez dicho eso a su hermano, fue a buscar un palum, un trozo rectangular alargado y pesado de madera. 

-Cargarán esto en sus hombros, y comenzarán a dar vueltas en círculos en en el centro del patio, así que dejen las armas-

Observó a las esclavas que parecía que no se movían. 

-Deprisa perezosas, esto no es una invitación, ya descansarán cuándo estén en brazos de la muerte-

Ordenó el instructor a las otras 3, si las mujeres se negaban, era probable que su domina las castigue.