Partida Rol por web

Una mujer de cuerpo atlético y fibroso, de cabellos dorados que brillaban con el sol, unos ojos gris perlado, con diversas cicatrices a lo largo de su cuerpo les esperaba. Su aura y su mirada la dotaban de una imponente y recia presencia de una bestia salvaje. Llevaba una perfecta marca en su brazo, la marca de una auténtica gladiadora. Una seductora depredadora peligrosa que las recibía con una media sonrisa mientras permanecía tranquila y observándolas con atención.

Sus ojos fueron de una a otra, analizándolas con detenimiento pero lo que observaba eran sus cuerpos, si sus músculos estaban trabajados o no y si necesitarían mucho entrenamiento.

- Gracias Verina.

Le dijo a la mujer con una ligera inclinación de agradecimiento, después su vista regresó a las nuevas.

 - Bienvenidas al ludus Donicus. Yo soy Soenya, La Salvaje y seré vuestra responsable... Pero no, no seré yo quien os entrene, de ello se encargará el Doctore, al que ya conoceréis... 

Su voz era más firme y seria que la que le había dirigido a Verina. 

Permanezco en silencio mientras nos acompañan a las celdas. Supongo que no puedo esperar ningún tipo de lujos, no si no me los gano. Al fin y al cabo ahora soy una esclava.

Cuando nos separan me fijo en Zared y le dedico una sonrisa, buscando que no esté triste por tener que separarnos. Luego sigo a la sirvienta que nos lleva hacia la zona de mujeres.

Interesante el concepto de un sitio mixto, aunque no es tan distinto pero que había en mi tribu: hombres y mujeres colaborando para cazar y defender el pueblo.

Aunque en este caso somos hombres y mujeres colaborando para divertir a los romanos. Al final sí que hay bastante diferencia.

Observando a las mujeres que nos esperan me queda claro una cosa: no solo buscan guerreras sino mujeres de aspecto hermoso. Porque desde luego hasta ahora no he visto ninguna que sea fea.

Mis ojos que parecen negros por la oscuridad del sitio se pasean entre una y otra con curiosidad. Inclino la cabeza ante la tal Verina, en un gesto con un toque egipcio que hace revolotear las trenzas de mi pelo. La estaré esperando.

Luego escucho a la rubia, aunque mi mirada queda clavada en la señal de su brazo. ¿Será esa la marca de la que hablo el Doctore? En mi cuerpo no se aprecia en este momento ninguna marca, quizá porque están tapadas o porque realmente no tengo ninguna. A la escasa luz que arrojan las antorchas, mi piel negra casi parece fundirse con las sombras, y podría ser difícil verme de no ser por el blanco de mis ojos y de mis dientes.

Saludos, Soenya digo, repitiendo el gesto que hice con Verina, mi nombre es Brinda. Encantada de saludarte. Mi voz suena quizá un poco bajo, puede que de los nervios o quizá por alguna experiencia pasada. Pero se nota que puedo elevar la voz bastante más.

Junto a Soenya, había otra mujer, mucho más menuda que la rubia, ésta era morena, delgada, con una musculatura marcada pero sin llegar a ser ni mucho menos llamativa, su cuerpo está bien torneado y firme, trabajado pero esbelto en lugar de fuerte.

Su mirada se componía de un par de brillantes ojos azules como el cielo, pero había más que fuerza y violencia en ellos; había inteligencia, astucia y determinación. Su piel era pálida y de frente no se veía marca de gladiadora alguna, mas lo que sí se adivinaban en sus hombros y en sus costados eran el final de unas finas y recientes heridas producidas por lo que parecía ser un látigo. Pero tendríais que esperar a verla girada para analizar el alcance del castigo.

-Bienvenidas.- pronuncia la mujer en un latín perfecto lo cual podía confirmar las sospechas sobre su procedencia dado su físico- Mi nombre es Livia Octavia Prima, soy esclava romana. No, no he recibido mi marca de gladiadora aún.- adelanta antes de que nadie se lo pregunte, pero no parece molesta por ello, tan sólo quiere aclarar algo que resulta evidente.- Me alegro de que hayáis entrado en las filas de este ludus, juntas podremos elevar el nivel de espectáculo que daremos en honor al dios Marte.- si, definitivamente estabais delante de una orgullosa y altiva romana, probablemente antes era incluso noble.

Ikateria y el paseo ... no pegaban bien. El protocolo la exasperaba y aburría. La aburría tanto que igual, cuando regresaste, tendría que hacer memoria para recordar el camino. Le importaba en ese momento más su mundo que la realidad. Le importaba más hasta que llegaron a esa presumida.

Ya se estaban empezando a calentar sus venas.

- Ikateria tiene su marca desde antes de salir de Hispania. Se lo dijo como si se lo escupiera en la cara. Sabía que eso podía provocar una pelea, y la verdad, es que tenía ganas de una buena. O zurraba hasta que le dolieran los nudillos o yacería en el suelo, agarrándose las costillas doloridas. O una opción o la otra, pero no eso de regresar de lo más placentero. Tenía demasido odio acumualdo y tenía que o repartirlo o regalarlo, pero quedárselo dentro era algo que no podía ser.

Amenazadoramente gritó: - AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH Con eso miró al cielo y un gesto agresivo incitó a que alguien se acercase para acariciarse hasta escupir sangre.

Miró a Ikateria con calma, realizando un gesto con la cabeza que bien podría ser un saludo.

- Entonces acércate y ponte a mi lado, hermana. Si posees experiencia ya, será un gran aporte para aquellas que aún deben ganarse la marca.

Miró a Livia y luego de nuevo a Ikateria.

- No os confundais, Livia se ganó ya su marca el motivo del por qué aún no la porta no os afecta.

Volvió a mirar a Ikateria, esperando por si se acercaba a ella.

- Me gusta tu ímpetu, aunque si me permites una recomendación... Guardalo para la arena y el Coliseo. Si deseas pelear iremos a la arena en cuanto el resto de presente.

No se imaginaba que se aceptaría bien su reto. Sin dudarlo, se puso a su lado. No sabía lo de la marca de nadie, pero una cicatriz sobre la piel no decía si eras buen o mal luchador. Sólo ella sabrá que le sucedía, pero, no quería que la necesidad que tenía en ese momento, fuera desvirtuado. Le daba igual con quién zurrarse. No sabía si ganaría o perdería, pero era lo de menos. Quería esa adrenalina. La necesitaba.

Asintió mientras se acercaba, con el consejo, pero no creía que pudiera cumplirlo.

Ya a su lado, esperó que alguna de las otras se lanzara contra ella.

Alina observaba de reojo con gesto nervioso a aquellas mujeres, procurando no mirarlas a los ojos, cada vez más segura de que se encontraba en un lugar lleno de locos. ¿Por qué querían pelearse estas mujeres y por qué gritaba esa de ahí? No entendía qué era eso de la arena y las marcas y por qué los romanos hacían pelear a sus esclavos. ¿Qué no los necesitaban para trabajar? La explicación del hombre de los músculos hinchados no le había dejado las cosas claras.

Quizás fuera su escaso manejo del latín, pero estaba bastante segura de que la mujer rubia había dicho de sí misma que era "una salvaje." Seguramente la había entendido mal, o al menos eso esperaba. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que debía presentarse como las demás y dio un ligero respingo cuando sintió todas las miradas sobre ella. Miró nerviosa a su alrededor.

—Yo Alina Igorevna. Si ser importante para saber qué esclavo ser de qué amo, yo tener marca de nacimiento en una nalga.

La romana alza una ceja en gesto apreciativo al notar las maneras y las provocaciones de la hispana. Entendía porque a Soenya le había caído en gracia. La sigue de reojo con la mirada hasta que se pone junto a la germana y la observa unos segundos, sin decir nada, tan sólo la analizaba; parecía esperar algo y en otros tiempos o si sus heridas no le recordasen su fragilidad, Livia no habría dudado en darle lo que buscaba.

-Bienvenida Alina. Debes estar también orgullosa de esa marca pues es el signo de tus antepasados. -le dice con una sonrisa agradable al tiempo que habla considerablemente despacio para la pelirroja, esforzándose por vocalizar y usar palabras sencillas, tal y como ya había hecho en el pasado.- Sobre mi marca, Soenya tiene razón, pero a mi no me importa que lo sepáis, y espero que os sirva de escarmiento en piel ajena.

Livia parece muy tranquila cuando se mueve a una posición donde todas la vean y entonces les da la espalda, mostrando multitud de marcas de látigo, profundas y largas cubriendo casi cada centímetro de su piel, blanca y limpia por lo demás de su cuerpo. Realmente se veía que había sido un castigo ejemplar, las heridas estaban aún en proceso de cicatrización pero aún se veían dolorosas.

-No importa cuánto penséis que podéis merecer...o cuanto os esforcéis. Yo cometí un error, pero otras han sido castigadas sin haber hecho nada. -guarda un silencio significativo- Vuestras vidas y vuestros cuerpos ya no os pertenecen; sólo os queda la gloria que podáis conseguir en la arena y el orgullo que podáis mostrar ante vuestros rivales. Eso nadie os lo va a poder quitar.

- Bienvenida Alina, seguro podremos disfrutar de tales vistas... Bienvenida Brinda

Ríe ante sus palabras quedando claro que la germana se esforzaba por pronunciar bien las palabras, aunque su acento era claramente audible.

Observó a Livia con atención, mirando hacia donde se dirigía y escuchando sus palabras con calma.

- Olvidar todo lo que erais, aquí renaceréis como guerreras, como diosas de la arena... Ese será el trabajo del Doctore y el mío propio. Vuestros errores serán los míos, vuestras faltas serán las mías y vuestros logros y victorias... Os pertenecerán solamente a vosotras. Confiar en vuestras hermanas, pues nosotras seremos lo más cercano a una familia que tengáis aquí...

Mira a Livia y sonríe con calma.

- Nosotras ya pusimos nuestras vidas en las manos de una y de otra, perdimos a una hermana y renacimos más fuertes y unidas...

Ahora todas se habían presentado y estaban en las celdas, aunque no sabía cuando las dejarían salir a la Arena...

- Bien, hablarnos un poco de vosotras... ¿De dónde venís? ¿Tenéis experiencia con las armas o la guerra?

Sin decir nada me adelanto yo también cuando la romana nos muestra su espalda y hago lo mismo. Marcas ya cicatrizadas de numerosos latigazos recorren toda la espalda, de forma parecida a las marcas que ahora muestra Livia.

No me es desconocida la crueldad que pueden tener unos esclavistas. La diferencia es que, con mis anteriores amos, seguramente habría muerto trabajando físicamente o en algún prostíbulo. Aquí al menos puedo intentar ganar mi libertad.

Respecto a mi lugar de nacimiento, tanto yo como Zared que ahora está con los hombres nacimos en una tribu de la zona que conocen como Namibia, al sur de Egipto. Allí nos capturaron los egipcios tras arrasar con nuestra tribu hasta que un general romano, Gallio Italicus, nos compro para regalarnos a la domina.

Respecto a mi experiencia con armas, en mi tribu era hija de un cazador y aprendí de él el manejo de la lanza, el cuchillo tribal y la pelea cuerpo a cuerpo. Aunque lo que siempre se me dio mejor fue la lanza.

—No ser de mis ancestros —replicó Alina al comentario de Livia—, una vez ver a mi abuela y ella no tener la marca.

Meneó la cabeza con gesto de disgusto.

—Yo no desearle eso a nadie —hizo una pausa y se dio cuenta de que no se había explicado bien—. No desearle que verle nalgas a abuela mía, no tener la marca.

Entendió que la muchacha rubia le dijo que le gustaría verle la marca de la nalga y le dirigió una sonrisa nerviosa. Volvió a suponer que era una mala interpretación suya, debido a al marcado acento de la mujer. Seguro era una confusión. ¿Para qué querría verle las nalgas?

Les preguntó si tenían experiencia con las armas, que parecía que era lo más importante en ese lugar.

—Yo practicar con hermanos míos, por si atacar tribu enemiga mientras ellos en guerra. Pero yo también saber hacer otras cosas. Poder cocinar y arreglar ropa. —pareció dudar un momento—. No muy bien, pero poder hacerlo si hacer falta.

Livia posa una mano en el brazo de Brinda y asiente duramente con la cabeza, como si le diera su respeto o su comprensión, aunque su manera de hacerlo tan romana y militar podía ser algo chocante, pero realmente ella era quien era y tendrían que acostumbrarse a tener una compañera romana.

No hace ningún comentario sobre la mención de Gallio Italicus pero cuando es nombrado, la romana desvía un poco la mirada hacia Soenya, parecía que el nombre no le era desconocido.

En su lugar, parece pasar luego por alto el comentario:

-Tal vez pronto pueda medirme contigo en el uso de la lanza; se me da muy bien y me encantaría ver como manejan el mismo arma los diferentes pueblos, estoy segura de que las maneras son muy diferentes y podemos aprender unas de otras.

Mira a Alina con aprobación, apreciando sus intentos de hablar la lingua lo mejor que sabe:

-Bien Alina, no creo que sea necesario que cocines o arregles ropa, pero si sabes coser, espero que te atrevas a coser heridas, eso sí será de utilidad.

Las marcas que llevaba la germana no era visibles, al menos no las más profundas, el resto eran meras cicatrices de tiempos mejores en tierras más hermosas.

- Veremos tus habilidades pues cuando nos permitan ir a la arena las pondremos a prueba.

Hablaba lento, como si buscase poder vocalizar bien las palabras pues su acento era muy marcado y en ocasiones cometía algunos errores tanto en la pronunciación como en las palabras. 

- Tranquila Alina, nos veremos desnudas todas. Hemos de compartir baño a la misma vez y en el mismo momento. Pero si eso te incomoda buscaremos forma de hacerlo. - Niega con la cabeza - Si te han enviado con nosotras es porque quieren que pelees... También comprobaremos tus habilidades, seguro que hay algo que se te da mejor.

Se percató de la mirada de Livia y asintió sutilmente para después volver su atención al resto.

- Bien, entonces pondremos a Livia junto a Brinda, ambas con lanzas. Ikaterina podría ponerse conmigo pero eso dejaría a Alina sin pareja... - Se queda pensativa - Mejor Alina con Brinda, ellas no son gladiadoras aún. Ikaterina y Livia si, por lo que pueden ponerse juntas o incluso, podemos poner a prueba a Ikaterina luchando de nuevo juntas, Livia. ¿Qué opinas? Lo hablaré después con el Doctore. 

Miró a su compañera con una sonrisa para después mirar de nuevo al resto.

- Si de mi depende no permitiré que os ocurra nada, pero recordar que vuestros errores serán los míos y que si vosotras sois castigadas, yo lo seré más... 

Hay otra cosa digo, mirando a ambas pero especialmente a la rubia. Tengo otra marca "regalo" de los egipcios.

Descubro mi tobillo y en él son claramente visibles las marcas como de dos agujeros de alguna serpiente.

[B]El castigo del demonio cornudo, uno de los más crueles que tienen. Hasta ahora no me ha vuelto a dar problemas, pero dicen que el veneno puede reaparecer tras el castigo. Pensé que deberíais saberlo.

Ver las cicatrices, aún por curar, de la esclava, frenó en seco su ímpetu guerrero. A ella le daba igual que alguien fuera más de un tipo de pelea o de otra, pero, realmente le gustaban más las manos. - Ikateria sabe poco de armas, pero,... Comenta alzando un puño: - ...estas me gustan más.

La morena de piel y pelo mostró un tobillo. Ella no entendía gran cosa a lo que se refería, pero: - ¿Eso qué era?

Soenya le dijo que todas se bañarían juntas y se verían desnudas, pero arreglarían otra cosa si ella se sentía incómoda. Alina se ruborizó ligeramente y negó con una sonrisa nerviosa. 

—Oh no, no haber problema con eso. Seguro vosotras tener mejores nalgas que mi abuela.

En realidad sí la ponía nerviosa la idea de exponerse desnuda a un grupo de desconocidas, pero esas mujeres parecían tan duras, decididas y despreocupadas ante la perspectiva de combatir que Alina sentía la necesidad de no demostrarse débil o quejica frente a ellas.

Livia le dijo que quizás usaría sus habilidades de costurera cosiendo alguna herida. Alina hizo un mohín de asco y negó levemente.

—Madre siempre decir que yo mala costurera. Si dejar mangas mal, no querer ver cómo dejar brazo. 

Soenya las separó en parejas y a ella le tocó con Brinda, la mujer de piel negra. Alina la miró y luego miró a Soenya con desconcierto.

 —¿Pareja para pelear? ¿Nosotras pelear con nosotras? Yo no querer lastimar a vosotras. —se encogió de hombros—. Tampoco querer que vosotras lastimar a mí, por supuesto. Eso ser mucho más posible.

La mujer negra les mostró unas marcas en un tobillo, "regalo de los egipcios." Alina se agachó a mirar, recogiéndose el largo cabello rojo con una mano.    

—Muy bonito —opinó sin saber muy bien qué decir en estos casos—. No saber que egipcios regalar marcas. Eso no regalarse en tierra mía. 

Livia dedica una mala mirada a la marca de Brinda...se estremece un poco con preocupación pero sacude la cabeza:

-Parece algo serio, nuestra curandera es egipcia pero, al menos por mi parte, no tengo nada en contra suya. De no ser por ella yo no estaría aquí hoy.- añade con convencimiento.

Luego vuelve su atención a la propuesta de la germana sobre la hispana.

-Me parece bien, si el doctore considera que estoy lista para volver a pelear...- sus palabras denotaban un contenido entusiasmo y luego guiña un ojo a Ikateria- oh probrecita, si fuéramos las dos contra ella la humillariamos demasiado, creo que es mejor que me dejes estirar los músculos primero contra ella. Tranquila, hispana, no me puedo esforzar mucho pero tal vez con un poco sea suficiente para hacerte morder el polvo.- dice con una expresión de divertida provocación- y la que gane de las dos contra ti, Soenya. ¿Que te parece? Siempre que el galo esté de acuerdo.

-​​​​​​-​​​​Alina puedes estar tranquila...es importante que practiquemos entre nosotras pero lo haremos con armas falsas...de madera. No nos hacemos daño.