Partida Rol por web

Un sirviente habia ido a tu habitacion a informarte que debias ir a la oficina de la Domina, te habia dicho que era un tema donde necesitaba tu vista entrenada. Luego de eso se retiro.

Ya sabias el camino a la oficina de ella, la habias visitado varias veces. Por lo que tras tocar y recibir el permiso de entrar te encontraste con Camilia que te recibio con una linda sonrisa.

"Buenas noticias Doctore, no han dado unos cuantos regalos tras la fiesta. Son esclavos para que entrenes, para que peleen." le dijo ella sin hacer rodeo alguno y yendo al tema importante. "Aun no estan aqui pero llegaran en unos momentos. Iremos ambos al gran salon para recibirlos y tu revisaras la mercancia."

Era temprano en la mañana, bastante más temprano de lo que parecía, estaba preparándose para salir a hacer el calentamiento matutino, siendo el doctore no podía descuidarse a si mismo, si no tenía disciplina cómo lograría que los gladiadores la tuvieran?

Esa era su intención al menos hasta que apareció la sirviente, pidiendole que asistiwra al recinto de su domina, no tardó en marchar para ver a Camilia.

Sus palabras desencadenaban sentimientos encontrados, por un lado la alegria de tener nuevos reclutas de los patrocinadores, pero por otro lado, la incertidumbre de no saber si las aspirantes serian adecuadas para el entrenamiento.

Sus palabras confortan mi alma Domina, será un honor para mí evaluar a las nuevas -

Respondió paciente a lo que ella decia, solo reataba esperar que llegaran.

La domina se levanto de su asiento y fue junto al Doctore. “Vamos entonces, seguiremos hablando mientras caminamos.” comento mientras se dirigía hacia la puerta.

“Seran 5 nuevas incorporaciones, espero no te veas sobrecargado con ello.” comento la mujer saliendo de la habitacion mientras explicaba. “Son dos hombres y tres mujeres. Por lo que me explicaron uno de los hombres y una de las mujeres ya fueron marcadas. Por lo que podrias llegar a tener menos trabajo.”

Mientras hablaban llegaron a la sala donde les darian la bienvenida.

El tiempo habia llegado de presentarse en el nuevo Domus, les habian dicho a cada una como seria el dia. Al menos los detalles mas importantes.

Si bien cada una venia de un noble diferente se terminaron juntandose todas en el mismo lugar. La razon era para que la Domina pudiera ver al mismo tiempo todos sus regalos. Estaban en la entrada, encadenadas y cuidadas por un puñado de guardias a sus costados. No estaban ni Gallio ni los primos de la Domina para cuidarlas.

Uno de los sirvientes que parecia guiar el proceso se encontraba hablando con uno de los guardias romanos del Ludus.

Viendo a quienes les acompañaban se notaban a otras mujeres y a un par de hombre, todos posibles futuros gladiadores.

-Eso realmente forma un alivio, ya que pieden pasar a entrenar con los iniciados y atucrati para las practicas-

Responde este ante la mujer, pues ya se habian alejado, y el quería iniciar un tira y afloja con la mujer para ver si cedía nuevamenre, pero siendo de día, mo podría en estos momentos.

Envarada y mostrando lo que esperaba se viera como un gesto orgulloso, Alina aguardaba no sabía bien qué, junto a otras dos infortunadas. Se repitió mentalmente que, pasase lo que pasase, mantendría la dignidad y la entereza propia de una mujer de su tierra y de su clan.

Observó de reojo a una de sus compañeras de prisión y casi le dio un vuelco el corazón del susto. No pudo evitar quedársela viendo. Apartó la mirada, al darse cuenta de lo inapropiado de su comportamiento, pero siguió observandola disimuladamente.

Su piel era tan oscura, que parecía que se había quemado. Era como la noche misma o el carbón. Había gente de piel con tono oscuro en sus tierra, pero ninguna como ella. Quizás fuera la consecuencia de alguna enfermedad, aunque la muchacha parecía saludable. 

Mis ojos han quedado maravillados con esta ciudad. Si bien no se me escapan los mendigos y esclavos, la ciudad en sí es impresionante y rebosa opulencia por todas partes. Y la casa a la que nos dirigimos no es menos.

Miro a Zared, otro negro alto que nos acompaña aunque está un poco más atrás, y luego otra vez la casa. Aquí comienza nuestra nueva vida y quizá el camino hacia recuperar nuestra libertad.

Entonces bajo la vista y me quedó maravillado ante lo que veo. Había visto pelo negro, marrón, incluso algún que otro rubio. Pero nunca había visto un pelo del color del fuego enmarcando unos ojos verdes cómo esmeraldas. ¿Será acaso algún espíritu del fuego que ha sido apresada o que se ha convertido en humana para engañar a los hombres?

Aparto la vista para que no crea que la espío y la pongo en la otra persona. Está parece más... romana, por así decirlo. Más lo que puedo pensar en estas tierras.

Miro a uno de los guardias con una leve sonrisa. Perdone, guardia digo con voz suave, ¿cree que sería posible beber un poco de agua?

Ella sonrie divertida mientras se acomodaba en el lugar en un sillon que estaba en el centro. Todo para hacer una buena presentacion. "Seguro, pero igualmente es mejor asegurarnos. Entrena a todas como si fuera lo mas importante en el mundo."

Ikateria era de sangre guerrera. Había que morir por tu lider, si este caía. Su guardia personal estaba para eso, pero ella, ya no tenía líder al que seguir, y no porque hubiera muerto o caido en combate. Simplemente esa persona había sido entregada en ritual macabro, y ella lo había cedido de forma voluntaria. Estaba resentida por ello. Estaba resentida con todos. Estab a resentida con el mundo; y esa inquietud se manifestaba en su actitud. Intentaba, incesantemente, hacer que los eslabones, al retorcerse, se dañaran entre ellos. Ella quería lo que quería, y lo que deseaba no estaba aquí, así que haría todo lo posible por marcharse, allá como fuere. Además, una mujer le estaba esperando. Tenía que protegerla. Es lo que había quedado con ella.

Lo único que salía por su garganta, porque la boca no la abría, eran gruñidos, ya fueran porque le dolía, porque hacía fuerza de decepción de que no estaba dando el resultado que ella quería. Eso, ni el dolor, ni la decepción ni el fracaso la harían detenerse. Esta Guerrera de la Tierra de los Conejos seguiría en su línea. Haciendo por escparse y regresar a lo que de verdad tenía que hacer. Ni se molestaba en mirar a las otras, antender a la gente, o si quiera, pedir algo para ella. Estaba demasiado ocupada en lo que tenía en mente, y era complicado "sacárselo".

Solo vas a conseguir que te hagan daño digo, mirando de reojo a la guerrera. Eso e impedir tu libertad. Estamos en un ludus, un sitio para entrenar gladiadores y gladiadoras; te aseguro que no es el peor sitio en el que he estado.

Pero solo tendrás dos salidas de aquí, y solo una contigo respirando. Consigue suficientes victorias y ganarás tu libertad.

Los guardias miraron iritados a la negra al pedir agua y tambien a la otra que gruñia. No les caian bien y tal vez por eso a pesar de todo las ignoraron.

Junto a ella se acomodaron mejor otros dos hombres que suponian tendrian el mismo trabajo que ellas. Uno era un hombre grande y negro mientras el otro tambien era grande pero algo en su forma de pararse y sumision les hacia pensar en un soldado.

Pronto llego un sirviente, que por fin les dio la oportunidad de entrar al Domus. Los guardias guiaron a los cinco para adentro...

Entrando por la puerta principal y llegaron a uno de los salones del Domus. El lugar ya desde su entrada mostraba un lujo que ninguna habia vivido antes. El corto pasillo que llevo a los cinco hasta el salon se encontraba decorado por estatuas de anteriores dueños y dibujos que mostraban los dias de gloria del lugar. Tambien como era normal habia estatuas de los dioses incluido Marte, Minerva y ultimo pero no menos importante Jupiter.

Los dibujos en la mayoria eran de hombres luchando en la ropa tipica de los gladiadores, con otros hombres dandoles latigasos mientras los romanos veian todo con una satisfaccion que aparecia clara en los dibujos.

Casi en el centro de la sala se encontraba una mujer sentada en un sillon, no muy lejos de ella habia un hombre bastante grande (Duilius) que las esperaban a que cada una llegara. Los guardias sin que les dieran ordenes las ordenador con cada una poniendose al lado de la otra y tambien a los hombre. Dejandoles facilidad para verlos a todos a la mujer y el gran hombre.

"Son muy lindos regalos no te parece?" preguntaba al hombre divertida. "Que te parecen?" pregunto antes de mirar a los que tenia enfrente. "Empecemos por algo simple. Presentence. Nombre, lugar de origen y si han peleado en su vida." Dice levantandose dejando que todos vean su hermosa figura que su vestido romano resalta.

Si bien la casa, con todos esos detalles que muestra y ese lujo, es incluso más atrayente y lujosa que la del general, desde el mismo momento en que entramos mis ojos no paran quietos. Pero no se concentran en las obras de arte o en las grandes esculturas, si no en lo que hay más allá de ellas. Busco puertas, corredores, escaleras. Sitios oscuros y otros luminosos. En definitiva, igual que he hecho siempre en la sabana al cazar, busco conocer el sitio por donde me voy a mover. O al menos uno de los sitios.

Cuando por fin nos habla, es cuando me fijo en la señora. Y la verdad, puedo comprender a Italicus, se la ve bastante atractiva. Me inclino ante ella en una suerte de reverencia, similar a lo que podría hacer un egipcio (que bastante bien aprendí lo que sucede si no lo haces) antes de hablar, con una voz que suena más firme de lo que mi esbelto cuerpo podría indicar. Mi nombre es Brinda, mi señora. Si bien mi compra se hizo en Egipto, mi origen se sitúa en Namibia. Respecto al combate, he cazado bastante y participado en algunas guerras entre tribus, manejando creo que con soltura decente la lanza tradicional de mi tierra.

Mis ojos se posan entonces en el hombre junto a ella. ¿Será el tal doctore? Pero no digo nada, dejo que los demás hablen.

Si domina, son buenos obsequios para usted y el ludus-

Respondió el galo a la lanista, más no dijo nada, esperaría a que todas se presenten para poder presentarse el, no había apuro alguno, pero si las esclavas no se presentaban, se vería obligado a hacerlas hablar, algo que qieria evitar frente a la dama de la casa.

Ikateria aún luchaba con las cadenas. Le faltaba morderlas, y por falta de ganas no eran, pero reservaba esas "armpas" para la piel de algún cuello, y no tenía intención de romperse los piños contra el metal. 

La mujer mostró las cadenas, con intención de que las viera la Doña y la librase de ellas. Había dejado atrás muchas cosas, y la libertad no era una de las que le gustaran mucho, pero estar presa, como un perro, encadenado a un clavo en el suelo, le hacía quemar las entrañas. - Soy de la zona que llaman ustedes Aquitania, soy de la tribu de los Atrigones, y he luchado siempre en mi vida. El orgullo se hacía patenten en esas palabras, hasta que empezó a bajar la voz y perderse entre los sonidos de la respiración y los tintineos de los eslabones cautivadores. - Siempre ... menos una vez. Sacudió la cabeza para espantar viejos fantasmas de su mente. Era de una tribu orgullosa, y además, eso no lo perdería así como así: - Ikateria ha luchado siempre. Y levantó las manos del todo, hacia la doña, para que le retirase las presas.

Alina se percató de que la mujer de piel negra también la miraba a ella y mantuvo la vista al frente, temiendo que se hubiese ofendido.

Escuchó que la otra mujer se limitaba a emitir gruñidos y se preguntó si tendría algún impedimento para hablar con normalidad.

Las condujeron a una habitación contigua, que por sí sola medía mucho más que las más grandes tiendas de los reyes de si tribu y estaba hecha de piedras de colores claros que ella no había visto nunca. Había escuchado de las riquezas de los romanos, pero nunca se hubiera imaginado semejante lujo.

Las presentaron a una mujer de porte elegante, que supuso sería la Señora de la Casa, que estaba junto a un hombre de aspecto aguerrido. Su latín era más bien escaso, pero le alcanzó para entender que les preguntaba por su tierra de origen y si sabían pelear.

La mujer negra dijo que venía de Egipto y sí sabía, por lo que pudo entender y lo mismo la mujer de los gruñidos, que resultó que sabía hablar mucho mejor que ella misma, y que venía de un lugar del que no había oído hablar. Alina dudó un instantes ante de contestar, buscando las palabras correctas.

—Yo Alina Igorevna Zaitseva, yo de... —frunció el ceño intentando recordar los nombres con que los romanos llamaban a sus tierras—. ...Escitia, tierra de los Slavi. Yo pelear, sí. Mujeres de clan saber pelear, si hombres no estar para proteger tierra nuestra.

Las esclavas ya se habian presentado cómo es debido en la formación, la vista le permitió idebtificar a una que peleaba contra las cadenas que la amarraban, podría haberla detenido pero era divertido, o al menos en su perspectiva, ver cómo ttataba de romperlas.

Ya que os habeis presentado a la domina, es hora que yo me presente-

Las observó a las 3 con aires de dominio y fuerza, denotando que el estaba al mando.

-Soy Duilius, doctore e instructor del ludus, y están aquí para ser entrenadas y convertirse en gladiadoras, enseñarles el noble arte de la lucha en la arena, pero solo será cuándo ganen su marca... Alguna pregunta?

Les cedió para hablar, por si alguien tenía añgo que decir.

Dos, si me permite, doctore:

Primera: ¿cómo se consigue esa marca? La verdad, y no es nada en contra de la domina, pero tengo ganas de conseguir mi libertad luchando en la arena.

La segunda: ¿sólo entrenan mujeres, o los otros dos que nos acompañan también serán entrenados como gladiadores?

Habría alguna pregunta más, pero supongo que se irán respondiendo solas.

La hispana no tenía más ganas de hablar. Se reconcomía, presa por las cadenas, como un tigre enjaulado. Le interesaba lo que allí se hablase, pero aún así, le interesaba más tener las manos libres que escuchar aquello. Paremanecía inquieta, a pesar de que sus pies no se desplazaran un melo. 

- Esta gata quieren que le quiten el collar y la metan en su jaula de una vez. 

"Si me permite el Doctore. Respondere a su segunda pregunta." dijo la domina pidiendo un permiso que era mas por educacion ya que ella podri intervenir cuando quisiera. "Este Ludus acaba de abrir las puertas a las gladiadoras. Por muchos años solo permitio hombres como se hace en otros ludus pero ha empezado a haber otra moda aqui en Roma. Una moda donde se espera gladiadoras fuertes que puedan ser mas que un adorno en el coliseo." contesto a Brinda.

"Ustedes tambien presentense, no sean timidos." dijo mirando a los esclavos.