Partida Rol por web

Kat tardaba demasiado en salir de la clase y a Sidney se le agotaba la paciencia, y más cuando el pasillo se fue despejando y la figura del director Cameron se hacía más presente. El chico al que había tirado Troy ya se estaba recuperando y había vuelto en sí tras el pequeño susto. Cameron parecía aliviado, pero no tardaría en explotar como un volcán en busca del culpable de aquello. Sidney no quería aguantar más el carácter de su tío, ya había tenido suficiente por aquel día. Todavía le resultaba raro pensar en él como su tío. No hacía mucho que se había enterado de aquella revelación y pese a todo apenas había hablado con él. Además había algo en Cameron que no le daba buena espina.

Decidió por tanto irse sola a casa. Kat ya aparecería, seguramente estaría absorta en alguno de sus mundos. Ya la llamaría más tarde para quedar. Observó a las Wells alejarse en coche y se alegró de que ninguna de ellas se quedara en la salida para amargarle el último día de clase. Tendría un regreso a casa más tranquilo de lo habitual. Hacía frío, pero eso en Birchmont era lo habitual. La nieve se amontonaba a ambos lados de la calle y coloreaba de blanco todo el pueblo. Algún coche pasó con un ritmo lento cerca de ella, con cuidado de no patinar por culpa de la nieve. El paseo sentó estupendamente a Sidney, quien decidió recuperar su ritmo de estudio y mejorar sus calificaciones para el próximo período del curso.

Caminaba con la guardia baja, absorta en sus pensamientos, y feliz por primera vez en meses a pesar de las notas. Dobló por la calle que daba a su casa y entonces se quedó sin habla. Sentado en el banco que estaba frente a su portal se encontraba nada más y nada menos que Derek Spenser. Tenía la cabeza hundida en las manos y parecía estar sollozando, pero no cabía ninguna duda. Era él. La duda más grande que sí se le presentaba a Sid, era saber qué rayos estaba haciendo el amor de su vida frente a su puerta.

La bronca con Troy había tenido peores consecuencias de las que jamás habría podido imaginar, el sargento Cameron había irrumpido en el aula y había castigado a los dos en el último día de clase. Kurt, seguramente terminaría perdiéndose el último entrenamiento, y eso le supondría no ser titular en el siguiente partido. Y para colmo, no había conseguido partirle la cara a aquel bocazas de Troy. Y luego Mercy le mandaba aquel mensaje. ¿Qué esperaba que hiciera?, ¿quedarse de brazos cruzados y permitir que Troy se riera de él?. Por supuesto que no. Kurt no era ningún pringado. Al menos podía relajarse unos minutos antes del castigo, y de tener que volver a vérselas con el gilipollas de Troy y el director.

Encontró un remanso de paz en la cafetería, donde nadie podía molestarle. Únicamente una pareja de estudiantes terminaba un trabajo de última hora en una de las mesas mientras tomaban un café. El resto de las mesas se encontraban vacías. El día se había vuelto muy en contra suya y sabía que tendría que beber más de una cerveza para poder sobrellevarlo. Al menos se trataba del último día de clase. Sólo quedaba el baile de fin de año del instituto y tendría vacaciones. Para Kurt aquello significaba que tendría que buscar algo que hacer por las mañanas para no soportar a su viejo en casa. Pero al menos no tendría que soportar a Troy, ni a Cameron, ni al resto de gilipollas del instituto.

Poco le duró la paz a Kurt. Parecía destinado a tener que aguantar toda la mierda de Highbrooke en ese aciago día. Las puertas de la cafetería se abrieron de par en par y una chica morena entró con paso firme y acelerado y se dirigió hacía él. Era Sarah, la novia (o lo que fuera) de su amigo Derek. A Kurt le caía mal, a pesar de que estaba muy buena, porque siempre hacía daño a su amigo con sus continuas rupturas. Ella sabía que Derek estaba perdidamente enamorado y que podía tenerle comiendo de su mano y hacer lo que quisiera con él. Todo el mundo se daba cuenta de cómo Sarah jugaba con Derek, excepto él.

-Kurt. -Dijo con un tono que no resultó precisamente amable. -Dime dónde está Derek. -Exigió. -Tengo que hablar con él.

Por suerte, Cameron estaba demasiado ocupado para poder ver como salía del instituto. Era extraño para Sidney saber que aquel hombre malhumorado era su tío. Para ella, era difícil verle como un miembro de la familia ya que sólo le conocía en su papel de director, además que había algo oscuro en él, quizás sólo fueran esos brotes de mal genio, que la hacían desconfiar. Era su tío porque su madre se lo había dicho, pero para ella sólo era alguien al que le debía un respeto por ser el director del centro donde estudiaba pero por nada más.

Ya en el exterior, recibió el aire frío en la cara como una bofetada que consiguió sacarla de sus oscuros pensamientos. Por fortuna las hermanas Wells se alejaban, lo que le aseguraba pasar desapercibida sin tener que aguantar sus estupideces y bromas de mal gusto. Aquellas chicas presumían de elegancia, clase y dinero, pero en el fondo no tenían ni idea de lo que significaban esas palabras. Sólo eran una matonas que, como no cambiaran, se encontrarían con muchos problemas en su vida.

Intentando no resbalar en la nieve que, debido al frío, era más hielo que otra cosa, se dirigió tranquilamente a casa. Tenía tantas cosas en las que pensar, unas mejores que otras, pero la tranquilidad del paseo le ayudó para ver todo desde otra perspectiva. Echaba muchísimo de menos a Malcolm, pero también le echaba muchas veces la culpa de la vida que, desde su muerte, se había torcido para todos. Sabía que esos sentimientos eran normales, o por lo menos así se lo habían dicho en la clínica, pero una vez que pasaban lo único que conseguían era hacerla sentir peor.

Además estaba su madre, la cual parecía empeñada en dejarse arrastrar por la pena. Y los estudios, aunque las notas podrían haber sido peor dadas las circunstancias, eso no era un alivio para Sidney, ella aspiraba a cosas mucho mejores así que no le quedaría más remedio que ponerse las pilas, y esas vacaciones eran óptimas para empezar. Pero también estaba el asunto del baile, algo mucho más trivial pero que a ella también le preocupaba y aún seguía dudando si sería buena idea asistir, aunque fuera sin pareja, o quedarse en casa.

Quizás porque hacía tiempo que no paseaba sola, quizás porque su cabeza se despejaba con el aire fresco, pero fuera lo que fuera a medida que avanzaba se iba sintiendo mucho mejor. La vida tenía que empezar a sonreírle de una vez y ella haría todo lo posible para que así fuera. El primer paso sería centrarse en sus estudios, conseguir una plaza en una buena universidad que le permitiera comenzar una nueva vida lejos de allí.

Casi había llegado a la puerta de su casa cuando se detuvo paralizada. Se sonrojó visiblemente al ver la figura sentada en el banco con la cara oculta entre las manos. Un ligero temblor parecía sacudir sus hombros, como si el joven que estaba allí estuviera llorando. Sidney lo reconoció al momento, aquel pelo, aquella cabeza las había observado en silencio y a escondidas demasiadas veces para no saber quién era. Sintió su corazón acelerarse preguntándose el porqué se encontraba justo delante de su puerta.

Intentó calmarse antes de dar los siguientes pasos, no en dirección hacia la puerta sino hacia el banco. Se quedó de pie delante del joven.

—¿Derek?

Y acto seguido se sentó a su lado poniéndole, con timidez, una mano en el hombro.

—¿Estás bien? —Se mordió el labio nerviosa, aquella situación le resultaba tan extraña que no podía creérsela—. ¿Qué te ha pasado?

El día había resultado entretenido para Mercy y Troy con toda la cantidad de cosas que habían hecho. Primero habían ido en el cochazo de Mercy a comprar ropa similar al estilo de Troy y luego se habían pasado por casa de Troy para recoger algo de bebida antes de ir al lago Bemidji. El lago no se encontraba lejos del pueblo, se podía ir caminando, pero ellos decidieron ir en coche para no congelarse por el camino. En el lago pudieron relajarse, beber un poco y terminar jugando con la nieve.

Troy se encontraba sobre Mercy, inmovilizándola para poder descargar toda la nieve sobre ella. El buen ambiente que había entre los dos se había consolidado en aquella divertida y jovial mañana, lo estaban pasando fenomenal y se divertían mucho juntos. Finalmente, Troy descargó el gran montón de nieve sobre la cara de la Wells después de que ella le lanzara desde el suelo de nuevo otra bola de nieve. Troy se preparó para continuar la guerra y al coger otro poco de nieve dio con el suelo y tocó algo extraño con la mano. Se giró para mirar de qué se trataba y descubrió que era una cinta amarilla con unas letras negras escritas. Ponía: Línea policial no cruzar.

Troy lo recordó entonces, y al enseñarle el descubrimiento a Mercy ella no tardó en acordarse también. Aquel era el lugar donde Malcolm se había suicidado lanzándose al lago para morir ahogado tan sólo unos meses antes. La policía había acordonado la zona para recuperar el cadáver del muchacho. Ambos se sintieron incómodos por un momento y la diversión quedó apartada al recordar aquello. Parecía que el día se había vuelto más sombrío y gris de golpe.

Dispuesto a volver a la carga, Troy hundió la mano en la nieve para coger otro puñado. Sin embargo, notó algo más. Al levantar la mano, sintió que tiraba de algo. Miró sorprendido hacia su mano, y no le costó mucho reconocer la cinta policial.

- Joder... -dijo para sí mismo.

Se levantó, aun absorto mirando la cinta. Por su mente comenzaron a circular todos los recuerdos de la desaparición de Malcolm y todos los misterios sin resolver. ¿Por qué lo hizo? ¿Dónde está su cuerpo? ¿A qué vino aquella nota que escribió? Dejó caer la cinta y tendió una mano a Mercy para que se levantara. Observó aquel trozo de plástico un instante más mientras se sacudía la nieve. Se quedó pendiente de la reacción de Mercy, pues ella era más cercana a Malcolm que él.

- Quizás deberíamos irnos

Sidney se había quedado paralizada al contemplar al joven muchacho sentado en el banco que estaba frente a su casa, incluso sintió un escalofrío que recorría su espalda al intuir que era probable que estuviera llorando. A pesar de que tenía la cabeza agachada y cubierta entre las palmas de sus manos, pudo reconocerlo de inmediato simplemente por el color de su pelo, sus características ropas y su complexión. Había pasado demasiadas horas mirándolo embobada en las clases, y en la biblioteca, cuando tenía la fortuna de que se sentara delante suya, como para no reconocerlo.

Lo llamó con timidez. Como temiendo que fuera a romperse como un frágil cristal de hielo. Como si la nieve que había cubierto las calles de Brichmont se hubiera aliado con el frío para crear aquella perfecta figura humana justamente frente a la puerta de su casa, y la fuerza de una simple palabra bastara para hacerla añicos. Incluso, Sidney tuvo la capacidad para reunir el valor suficiente para sentarse a su lado y, con el mismo miedo, tocar su hombro ligeramente para preguntarle si estaba bien. El muchacho alzó la vista lentamente como saliendo de un largo letargo y dirigió su mirada hacía ella. En efecto, había estado llorando y sus ojos estaban enrojecidos y acuosos. Habló al fin con la voz entrecortada.

-Sarah y yo hemos roto.

Aquello no era una novedad. Sarah jugaba con los sentimientos de Derek como quería y cortaba con él y volvía según sus intereses personales. Y Derek con ella era tonto. Demasiado bueno, comía de su mano y se convertía en su perro faldero. Incluso su comportamiento hacía las demás personas empeoraba cuando ella dirigía sus actos. Pero, ¿por qué motivo iba a cortar con Derek el día justo antes del baile de invierno?. Aquello no era muy comprensible, incluso para una zorra como solía ser ella.

Nunca se hubiese imaginado que aquel chico huidizo y macarra resultase tan divertido y tan fácil de acceder a él. Mercy se lo estaba pasando como hacía muchísimo tiempo que no lo hacía, siendo ella misma, sin ocultarse tras una máscara y sin parar de reir. Era todo perfecto, hasta que Troy sacó aquella cinta de debajo de la nieve.

Mercy sintió un pinchazo en el pecho al verla. Decían que había sido aquí.... musitó.

Troy se levantó mientras Mercy permanecía sobre la nieve, recordando el fatídico día que la dijeron lo que había hecho Malcolm. Troy la tendió la mano ayudarla a levantarse, ella le miró un instante. Las risas se habían apagado y maldecía para sí el día que le dijo a Malcolm "no" y como, desde donde estuviese, había logrado estropearla la diversión, como si de alguna manera estuviese vengándose por su rechazo. Una parte de ella se sentía culpable en parte por la muerte de Malcolm, pero lo que más la dolía era su pérdida. Agarró la mano de Troy, se incorporó y se abrazó a él unos instantes.

Sí... quizás deberíamos ir a otro sitio. murmuró sin soltarle mientras trataba de contener las lágrimas.

La calefacción del coche de Lindsey devolvió un poco de color a la ahora nívea piel de Jim, y la inesperada caricia de su amiga terminó por hacerle recuperar el tono saludable de sus mejillas. Jim sintió el cariño de la animadora en ese gesto y se lo devolvió con una sonrisa cargada de toda su ternura. La impasibilidad que solía caracterizar al rostro del chico quedaba anulada por completo en presencia de Lindsey, y él se daba cuenta, pero no le preocupaba. Su impavidez cordial era una forma de escudarse ante los demás heredada de un tiempo pasado de aislamiento social, pero sabía que con Lindsey no le hacía falta.

El chico cogió su hamburguesa y retiró su envoltorio, distribuyendo velozmente un par de servilletas a su alrededor para no manchar el coche. El calor que emitía la carne y la grasa rojiza de kétchup deslizándose entre el contenido del pan le hicieron salivar. Sin pensárselo dos veces atacó a la hamburguesa con un mordisco certero mientras Lindsey le explicaba su ruptura con Kurt. Ante los cumplidos que ella le dedicaba trató de responder, mientras una vez más se sonrojaba levemente, pero su boca repleta de carne solo le permitió emitir un gorgoteo cómico. Tragó el pedazo de hamburguesa en su boca y se dirigió a la cheerleader.

- ¡Vaya, Linnie! Me siento honrado… no, más que eso. Soy muy afortunado de tenerte como… conmigo. Y si por mí fuera… siempre estaré aquí para ti, ¿sabes? – Jim estaba escogiendo muy cuidadosamente sus palabras. Las palabras, como había leído en alguna parte, dan realidad a las cosas, y no sabía que palabras debía usar para hablar de ellos, pues tenía miedo de enturbiar su actual relación – De todos modos… oficialmente sigues…

Jim dejó la frase en el aire al darse cuenta de que estaban siendo observados. Una figura a varios metros del coche clavaba sus pupilas afiladas en ellos, y por un instante Jim sintió un escalofrío. El gorro y la bufanda que cubrían su rostro impedía identificar al extraño, pero Jim sentía que le sonaba de algo. Se giró un instante hacia Lindsey y se percató de que ella miraba también al individuo.

- Oye Linnie, ¿sabes quién es ese tío?

Mientras se giraba a volver a mirar al desconocido pensaba en la posibilidad de que fuera un mirón esperando a cazar a jóvenes desbocados en pleno acto, aunque la escasa actividad en el parque lo hacía poco probable. Entonces, al volver su mirada sobre él, la impresión de haberle visto antes se tornó certeza.

- Espera, le he visto antes. En el instituto. O sea, no dentro, fuera. Rondando por ahí. No sé… ¿le decimos algo?

Finalmente luego de elegir cual sería el lugar correcto para almorzar, la animadora detiene el auto en un precioso parque donde la vista del perpetuo verde entremezclado con el blanco de la nieve jugaban a decorar y enternecer el ambiente creado entre ellos dos. 

El intenso aroma de la hamburguesa impregnaba los sentidos de la hambrienta Lindsey que no dudó, luego de ayudar a Jim colocando algunas servilletas para no ensuciar el coche, darle un mordisco saboreando la mezcla de sabores que en ese mismo momento inundaban su boca. 

- Por dios... es deliciosa. - dijo en un tono completamente satisfecho, hacía mucho tiempo que no probaba una hamburguesa por consumir alimentos bien cargados de proteínas y fibra, tenía la suerte de no engordar pero ella, en la mayoría de las ocasiones, procuraba no excederse con todo aquello. 

Lo bueno es que entre mordiscos y mordiscos (a la hamburguesa), Jim rompe el silencio, comentando sobre lo de Kurt y como se sentía al respecto. Lo cual Lindsey detiene su disfrute alimenticio para observar al chico dedicándole una mirada complaciente. - Ehmmm, quiero estar contigo así que siéntete honrado aunque me encanta compartir solos un tiempo juntos. - afirmó con cierto ánimo de alegría y satisfacción, no sabía la animadora como tratar ese tema tan delicado de cruzar la barrera del todo y convertir esa relación de amistad con derechos en algo más profundo. 

Lo cierto era que todo aquel instante "mágico" de confesiones se ve interrumpido por la presencia de un sujeto encapuchado. Incluso cuando Jim menciona algo al respecto, Lindsey lo estaba observando por el espejo retrovisor y no le generaba una buena vibra que esa persona allí estuviera observándolos. 

- No lo conozco, es más no me agrada que nos esté mirando. Puede ser uno de esos degenerados o los que secuestran a las chicas. - expresó en un tono preocupado con intenciones de arrancar el auto y dirigirse hacia otro lugar, un poco más tranquilo y lejos de las miradas ajenas. 

Negando con la cabeza ante la propuesta del chico ya que no se atrevía a enfrentarlo sugiere otro plan. -Mejor salgamos de aquí, vayamos a la otra punta de Birchmont a un parque parecido a este y si aparece allí también, lo enfrentaremos ya que lo has visto en el colegio... - dijo un tanto pensativa, ya comenzaba a darle un poco de miedo aquel sujeto allí. 

Sin mayores preámbulos arrancó el auto y pasó justo por donde él se encontraba, buscando provocarlo inconscientemente o echarle una mirada inquisidora. Una vez salió de allí, se dirigieron hacia el otro extremo de la ciudad o hacia el lugar que sugiera Jim.

Sintió como Mercy se abrazaba a él, y por un instante no supo cómo reaccionar. Se quedó con los brazos abiertos, sorprendido. Finalmente abrazó a Mercy, cariciándole la cabeza sobre la capucha. Quiso haber dicho algo para poder reconfortarla, pero no supo qué decir. Se quedaron así un instante, en silencio.

- Va, te llevo a algún sitio -dijo al fin. Miró a Mercy, esperando no verla llorar.- Conduzco yo.

Se acercó a la mesa. Cogió la manta y envolvió a Mercy con ella. Después sujetó la nevera bajo un brazo y con el otro rodeó a Mercy por el hombro. La acompañó al coche, dejó la nevera en el maletero y le abrió la puerta del copiloto.

- ¿Dónde quieres que te lleve? Podemos pasar por mi casa, si quieres cambiarte de ropa.

Seguía con la mano apoyada en su hombro con tal suavidad que parecía una pluma a punto de echar a volar por el viento, cuando se enfrentó a los enrojecidos ojos de Derek. El cúmulo de sentimientos que invadían a Sidney era abrumador. Por una parte se sentía extrañada, e incluso avergonzada, al ver debilidad en el joven del que estaba enamorada. Y por otra, era precisamente ver esa debilidad la que la impulsaría a levantar la mano para acercarla a su cara, en una suave caricia, y así poder secarle las lágrimas que bajaban por su mejilla, si hubiera tenido el valor y la confianza de hacerlo. Le hubiera gustado atraerle hacia ella, consolarlo con palabras dulces y amables, demostrarle que en ella podía encontrar lo que necesitaba.

Pero todo ello quedó en la imaginación de la chica. Su mano siguió sin moverse, apoyada aún en el hombro, no buscó más contacto que ese y ni siquiera fue capaz a pronunciar palabra.

Fue Derek el que dio una explicación clara y concisa y fue en ese momento, cuando él rompió el silencio, que todas las imágenes que había perfilado en su mente se rompieron como la escarcha bajo el peso de una pisada. Bajó la mirada, al igual que la mano que dejó de rozar el cuerpo del joven, con un gesto de fastidio que no fue capaz de disimular.

Sarah... por supuesto.  Menuda novedad.

Aquella arpía volvía a hacer de las suyas. No entendía como Derek, tan inteligente, tan seguro de sí mismo, tan fuerte, podía caer una y otra vez en las redes de esa zorra manipuladora. Ni siquiera sabía que estaban de nuevo juntos porque, a ojos de Sidney, Derek sólo parecía vivir por y para Sarah y, por mucho que ella le puteara, por muchas perrerías que le armara, él seguía yendo tras sus pasos babeando, como un perrito que sólo busca el cariño de su dueño a pesar del maltrato que sufría.

Siempre era Sarah la que dejaba a Derek, siempre era ella la que buscaba alguna excusa para romper aquella relación que lo único que conseguía era hacer daño al chico. Y siempre era Derek el que buscaba a Sarah para volver con ella, rebajándose, arrastrándose y suplicando una nueva oportunidad.

Era esa obsesión que Derek sentía por Sarah la que más daño le hacía a Sidney. Verlos juntos, ver como le trataba, le rompían el corazón porque sabía que ella le trataría muchísimo mejor. Pero de todo aquel asunto, lo que no entendía era porqué Sarah había cortado con Derek justamente el día antes del baile, ¿con quién iba a ir que fuera mejor que ese chico rubio y encantador que se encontraba a su lado destrozado?

—¿Y te ha dejado el día antes del baile? Porque me imagino que irías con ella...

Mercy se apretó con más fuerza al cuerpo de Troy cuando sintió que esta la abrazaba y acariciaba la cabeza. Logró contener las lágrimas y no romper a llorar, pero fue un duro esfuerzo. Poco tiempo después Troy rompió el silencio y miró a Mercy.  Mercy le miró a los labios casi fijamente, pero se atrevió a pasar de ahí. Si ella hubiese reunido un poco de valor más... si no se hubiese estropeado así la mañana... Resignada, siguió a Troy sin decir ni una sola palabra hasta la mesa. Dejó que le pusiera la manta sobre el cuerpo y se acurrucó a él poniendo la cabeza sobre su hombro mientras subían hacia el coche.

Una vez dentro del coche, Mercy se puso el cinturón de seguridad. No lo sé, Troy. No se lo que quiero ahora mismo, ver la cinta... ha sido un shock... Sólo se que no quiero ir a casa, ni ser la pija repelente a la que no le importa nada ni nadie salvo si misma y la gente superficial. Suspiró y miró al frente. Pero tampoco quiero ser una carga y una molestia para ti. Vamos a tu casa y.... ya veré que hago luego. Miró a Troy y trato de esbozar una sonrisa, aunque sus ojos la delataban y mostraban un profundo pesar por como se había torcido todo en un momento.

La aparición de aquel perturbador individuo que les miraba con la cara semicubierta había logrado que el ambiente se tensara y la situación se volviera incomoda. Notaban una extraña sensación en el cuerpo que podían traducir como una incomodidad creciente. El observador ni siquiera había pestañeado cuando fue descubierto, sin mostrar ningún signo de vergüenza y ni tan siquiera dejar de mirarles fijamente a pesar de que Jim y Lindsey miraban hacía él.

Jim comentó que ya lo había visto anteriormente, y sugirió el enfrentamiento verbal para ver si aquello lo disuadía y lograba espantarle. Pero Lindsey, en vista de que el siniestro hombre no dejaba de mirarles imperturbable, decidió con sensatez que lo mejor era marcharse de allí y buscar otro lugar donde terminar de comer sus hamburguesas y pasar el resto de aquella pequeña especie de cita.

La animadora arrancó su coche y decidió pasar por delante del sujeto para ver cual sería su reacción. Aquel momento no estuvo carente de tensión. Mientras se acercaban a él, no dejaba de mirarles fijamente, y el único cambio visible en lo poco que se encontraba descubierto de su rostro fue la formación de unas pequeñas arrugas en la comisura de los ojos, como cuando uno se ríe. Al pasar a su lado se giró hacía ellos lentamente siguiendo el movimiento del automóvil, pero no hizo nada más. Se quedó mirando como se alejaban hasta que su figura desapareció del retrovisor y lo perdieron de vista, pudiendo respirar al fin tranquilos.

Las risotadas despreocupadas, los juegos con la nieve y la alegría juvenil se habían sustituido de golpe por las lágrimas contenidas y la emoción a flor de piel del recuerdo perturbador del suicidio de Malcolm Evans. Abrazada a Troy, Mercy tan apenas lograba mantenerse serena. Y él, aunque más tranquilo, también notaba que el desenterrar la cinta había desenterrado también viejos fantasmas y cicatrices que no estaban todavía curadas, de hecho todavía sangraban. Todo ello había provocado que el ambiente se volviera más tenso e incómodo.

Decidieron salir de allí cuanto antes. Troy se encargó de recoger todo y llevarlo al coche, colocó la manta sobre los hombros de Mercy y la dirigió a su flamante deportivo. Después tomó las llaves y, a pesar de que su intento anterior le había costado un sobresfuerzo, decidió encargarse de conducir al notar que la chica se encontraba algo aturdida. Una vez subieron al vehículo, Troy propuso llevarla a su casa por si quería cambiarse y ella accedió, aunque mostró síntomas de encontrarse al borde del llanto y sin saber muy bien como afrontar todas las emociones que le surgían del pecho.

Troy introdujo la llave en el contacto, dio marcha al coche y, aunque las ruedas patinaron, logró salir marcha atrás hasta la carretera. Una vez allí, giró el volante y enfiló hacía su casa. En Birchmont todo estaba cerca, así que no tardaron mucho en encontrarse en el humilde barrio de Troy, frente a su pequeña casa. El silencio había reinado durante todo el camino, y a pesar de que no les demoró más de cinco minutos, se hicieron más largos y tensos de lo que hubieran podido imaginar.

Troy aparcó frente a su casa y apagó el motor. Se quedó un instante mirando al frente. Había tenido todo el camino para pensar algo que pudiera aligerar el ambiente, pero nada le había parecido oportuno.

- Quédate un rato, si quieres. -dijo finalmente.- Hasta que te sientas mejor.

Bajó del coche y cargó con la nevera y la ropa de Mercy, por si quería cambiarse mas tarde. Abrió la puerta y se dirigió hacia la mesa, donde dejó todo lo que llevaba. Comenzó a buscar por los armarios, hasta que encontró el cacao en polvo. Hacía tiempo que no tomaba aquello, le sorprendió que no estuviese caducado. Puso una taza con leche y cacao a calentar mientras volvió a coger las cosas de la mesa.

- Vamos a mi cuarto, estarás más cómoda.

Subió hasta su habitación y dejó la nevera y la ropa sobre su escritorio. Oyó como el microondas sonaba, así que hizo un gesto a Mercy para que se sentara en la cama. Bajó rápidamente hasta la cocina, cogió la taza y volvió a subir. Se la acercó, esperando que le hiciera sentir algo mejor. Después se sentó en la cama cerca de Mercy, apoyando la espalda contra la pared. Sacó un cigarro y lo encendió.

- Siento lo que ha pasado -dijo tras un tenso silencio.- Si no hubiese dicho lo del lago, esto no hubiese pasado.

Permaneció todo el camino de vuelta en silencio, realmente dolida y confusa por lo que había ocurrido. Recordó como fue el momento en el cual recibió la noticia del suicidio de Malcolm. Ese día no lloró, simplemente no se lo creía. Al día siguiente tampoco, ni al otro. Cuando realmente comprendió que no le vería más y que el último recuerdo con él sería el de aquella breve discursión meses atras, si es que se le pudo llamar discursión en algún momento. Quiso llorar y dejar salir todo, pero no pudo. Era Mercy, la arpía, la que pisoteaba a todos, la que de todos se reía. Simplemente no podía mostrar debilidad.

Y ese momento, en ese preciso instante que se sentía libre, se sentía feliz, riendo junto a Troy, sin preocuparse de nada salvo de disfrutar de aquella situación tan maravillosa y de aquellas sensaciones que afloraban en ella. No pudo ser más tarde o en otro lugar... no.. 

Sabía perfectamente lo que había ocurrido en el lago, pero nunca supo en que parte, pues siempre decían una zona distinta... Rumores.. Hasta que apareció el pedazo de cinta en la nieve. Regresó de aquel mundo de pensamientos y sentimientos entremezclados cuando Troy detuvo el coche. Había estado tan ida, que no sabía si durante el trayecto él había intentado hablar con ella o no. Así pues, se quedó allí, inmovil, sin saber que decir.

Me parece bien respondió a la proposición de Troy, gracias. Añadió mientras se subía la braga para cubrirse la cara y descender del coche. Siguió a Troy como un perrillo perdido, sin decir nada. Le observó mientras rebuscaba por los muebles, pero no quiso interrumpirle, tampoco sabía que decir. Se quitó la chaqueta de cuero y la sostuvo en sus brazos.

Subió las escaleras tras él y se sentó en la cama con el gesto que le hizo Troy. Se quedó allí, inmovil, mirando por la ventana, con la chaqueta en su regazo. Recordando aquella última charla con Malcolm. Cada palabra, cada tono más alto, las lágrimas... En aquel momento ella no entendía que le pasaba a su amigo, ni estuvo a la altura de aquella situación. Pero hoy, justo en ese momento, comenzó a comprender lo que le pasaba a Malcolm.

De pronto, una taza de chocolante caliente apareció delante suya. Giró la cabeza, siguiendo el brazo que la sostenía y miró a Troy a los ojos, trató de sonreirle agradecida mientras cogía la taza de sus manos. Volvió a mirar hacia la ventana, notando como él se sentaba en la cama, no muy lejos de ella. Le escuchó encenderse el cigarro y vió como el humo del mismo se entremezclaba con el vapor del chocolante caliente. Poco después escuchó su voz.

No es culpa tuya. Bastante has... estás haciendo, te traté mal durante años y tu.... se giró hacia Troy, cambiando un poco su postura en la cama, ¿cómo puedes hacerlo? ¿cómo puedes tratarme así después de como me he portado contigo durante todos estos años? su corazón dió un respingo. Esa misma pregunta se la hizo Malcolm a Mercy aquel día. He sido una arpía y una víbora contigo todos estos años, siempre tratando de humillarte y dejarte en ridículo.. y tu.. y yo... yo.. apartó la mirada de la de Troy y se quedó mirando la taza de chocolate. Ya había comenzado a enfriarse, se notaba en aquella capa más oscura que se empezaba a formar en la superficie de la misma. Con cuidado de no quemarse, le dió un sorbo al chocolate caliente mientras esperaba la respuesta de Troy.

Jim simplemente asintió cuando Lindsey propuso marcharse en lugar de encararse con el extraño. Fuera del coche, entre el blanco manto de la nieve y el ligero despunte de color de los árboles y la cancha, se alzaba una figura realmente inquietante. Jim no sabía quién podía ser, pero ya le había visto antes, y eso le preocupaba más aún. Si fuera un simple pervertido no tendría sentido que se asomase por Highbrooke, y si era un secuestrador, como Lindsey conjeturaba, no se dejaría ver tan claramente por sus víctimas. O sí. El chico ya no sabía que pensar, tal vez fuera un loco, o solo un chaval con ganas de gastar una broma.

Al pasar por el lado del misterioso desconocido su cabeza siguió el coche entornando los ojos como si riera. Una sensación de intranquilidad invadió a Jim mientras su compañera conducía lejos del observador.

- Joder… qué mal rollo daba ese tío, ¿no? ¿Te parece si vamos a algún sitio con más gente? O si quieres podemos ir a mi casa, mi madre no llegará hasta tarde. Lo que tú prefieras mientras nos alejemos de los potenciales secuestradores-pervertidos-misteriosos.

Jim se percató entonces de la hamburguesa apenas empezada que sostenía en su mano y dio otro bocado tratando de relajarse.

- Nunca se me había ocurrido que el tipo que veía de lejos en el instituto pudiera ser peligroso, pero su mirada me ha dado escalofríos. ¿Deberíamos contárselo al director Cameron? O… - Jim hizo sonar su voz tétrica – tal vez el enmascarado sea el propio Cameron, buscando venganza contra sus alumnos irrespetuosos – bromeó para relajar el ambiente.

Sólo bastó para Lindsey un pequeño intercambio de miradas con aquel misterioso sujeto para sentir miedo de verdad, replanteándose en ese preciso instante el motivo de semejante osadía al querer pasar justo por donde estaba, manifestando una clara señal de provocación, cuando en realidad esa efímera mueca dijo mucho más que unos adolescentes osados fingiendo valentía. 

Por suerte Jim tuvo la misma sensación y no dudó en manifestar lo que pensaba, lo cual la animadora, sin apartar la vista de la carretera y aún teniendo en su mente aquella imagen malévola, se atreve a responder claramente. - Si, puedo decirte que me trajo mala espina observarlo. Mejor vayamos a tu casa ya que en la mía privacidad cero. - expresó con cierto aire preocupado mientras giraba en una curva para tomar el carril que los lleve directo a la casa de su amigo. 

Incluso durante todo el trayecto, que no fue poco, la chica miraba cada tanto por el espejo retrovisor por si los seguía. Muchas películas de acción tenía vistas ya, no quería hacerse demasiado la cabeza con ese tipo de historias pero al menos el beneficio de la duda quedaba ahí, pendiente de ser resuelto. Podría ser un loco, un degenerado o un asesino aunque pensar en ello sacando precipitadas conclusiones, sería delirar con algo que solo en los guiones de las películas se ve, no en la vida real. 

Después de varios minutos terminando la hamburguesa y en el caso de Linnie conduciendo, Jim rompió el silencio nuevamente al mencionar sobre contárselo a Cameron y luego soltó una broma sobre ello. - Anda, tal vez es él... No quiere que hagamos cosas íntimas en la vía pública. - respondió dedicándole una mirada provocativa, al parecer poco a poco se iba quitando el hierro de la situación y gracias al comentario del chico, la animadora pudo distenderse libremente. 

Al llegar a la casa de su amigo, ella detiene el auto y espera sus movimientos, muchas fueron las veces que ha estado en la casa de Jim, más aún en su cuarto. Por esa razón, espera que el chico tome la iniciativa mientras la animadora va cerrando el auto con los seguros y la alarma.

-¿Me mostrarás tu colección privada de películas o estudiaremos? - dijo con cierta picardía, estaba claro que Jim no tenía una colección, tampoco solían estudiar en su casa ya que la indirecta hacía alusión sobre su cuarto, como una pregunta que siempre hacía Lindsey para simular lo que se hacía realmente delante de todos. 

Troy miró sorprendido a Mercy tras su reacción. Intentó entender a qué venía sacar aquel tema en ese preciso instante. Lo de la cinta la había afectado más de lo que él pensaba. Tras pensar un instante, no pudo evitar dejar escapar una risa contenida.

- No ofende quien quiere, sino quien puede. -dijo mientras se acercaba al borde de la cama.- Nunca has dicho o hecho nada que me haya ofendido profundamente. Espero que ésto no hiera  mucho en tu ego de arpía... -soltó con tono humorístico.- Además, yo tampoco he sido precisamente el más simpático contigo, y aquí estás, ¿no? -Dió una larga calada y la miró, ceñudo.- ¿A qué viene esto? Entiendo que lo de la cinta haya sido un palo, pero... No sé porqué me dices todo esto, ahora.

Mercy escuchó como se le escababa una risita a Troy, le miró arqueando una ceja pero sin decirle nada. Cuando vió que se acercaba al borde de la cama, volvió su vista hacia el chocolate.

Mi ego de arpía... susurré dejando escapar una sonrisa a la par que negaba con la cabeza. Cierto, no fuiste el más simpático del mundo pero si fuiste el único que me socorrió aquella noche... Pudiste pasar de largo... pudiste reirte de mí después en el insti, tras ver a Mercy l"a azotadora", terriblemente asustada y vulnerable.. que perdió por complento el acento y maneras pijas al igual que los pullazos.. pero lejos de eso, me acompañaste.... guardaste el secreto... Observó a Troy dar una larga calada a su cigarro y como la miraba con aquel gesto antes de preguntarla. Mercy guardó silencio, pensando en que responder y como.

No lo se... dijo por fin mirando a Troy. Supongo que la cinta, lo que representa... removió algo en mi que estaba aletargado. Además, estaba tan agusto y feliz.... miró nuevamente al chocolate al notar que sus mejillas se acaloraban y su voz temblaba ... jugando contigo en la nieve.. se llevó la taza a la boca .. me sentía tan bien a tu lado... murmuró justo antes de beber otro sorbo de chocolate, esperado que Troy no hubiese escuchado esas últimas palabras. Que me afectó más de lo que debiera el encontrarla así... Levantó la cabeza y miró a Troy a los ojos, esta vez consiguió sonreir, pero a la par volvió a apartar la mirada del muchacho, centrándose nuevamente en la taza.