Partida Rol por web

Todos asienten como respuesta a tus palabras. El momento ha llegado y permanecen firmes en sus posiciones mientras caminas por el medio, decidida a sumergirte en una peligrosa misión que ni tú misma sabes cómo acabará. Ante tu mirada Byakuya te sigue desde su sitio en todo momento, así como, aunque tus oídos no lo oigan, tu espíritu escucha los insaciables y desesperados gritos de Soyu por que no te vayas.

Al llegar al patio de la primera, observas que tanto Kaori como Ritsuko te esperan, serias, sabiendo que quizás sea la última vez que te vean. Desprendes orgullo y majestuosidad por donde pisas y ello las impulsa a erguirse aún más una vez llegas a ellas.

La puerta ya está abierta. La garganta que te llevará a un lugar en el que ningún shinigami ha llegado. Un sitio vetado para todo aquel que quiera traer la destrucción del "secreto".

Una brecha rojiza se abre en medio del patio y tú te adentras en él tras echar un último vistazo al que fue tu hogar.

El recorrido es largo y tienes que concentrarte para crear caminos de energía espiritual al son que vas avanzando. Un pequeño desliz te llevaría al vacío del que nunca regresarías. Una nada como ninguna otra.

¿Cuánto tiempo ha pasado? Te da la sensación de que han sido horas. Suerte que llevas comida y píldoras para recuperarte.

Y finalmente ves la salida. Una luz azulada que te indica el final del trayecto.

Agradecida por terminar de recorrer el oscuro lugar pones el pie, al fin, fuera, descubriendo el sitio más hermoso que jamás has podido ver. Miles de estilos se mezclan creando unas imágenes de lo más impactantes. La energía espiritual es abrumadora en este lugar.

Pero no has venido a asombrarte con el paisaje.

Tu explosión de reiatsu que indica tu posición y tu propósito, junto con el calor que irradias y que hace temblar hasta al aire y que comienza a derretir el iceberg, indica que no has venido en son de paz.

Este lugar....es precioso. Tsk. Lástima...pero debo hacerlo.

Comienzo a invocar dragones, conforme aparecen los voy mandando a distintos lugares. Si les atacan, se defenderán. Pero no es esa su principal misión. Lo que harán será purificar* el secreto. Es un lugar hermoso, no me gusta la idea...pero debo hacerlo.

Agoto bastante de mi reiatsu antes de tomar una píldora que me pone a tope de nuevo.

Y es entonces cuando comienzo a avanzar hacia la mayor fuente de reiatsu que sienta.

Ya se acercarán los demás. O no, la clave es él...veamos si lo encuentro.

Mientras la tierra llora, el hielo se deshace y la lava comienza a surgir formando un lugar monocolor rojo anaranjado que se come los verdes de la hierba, el marrón de las montañas e incluso el azul del cielo, tú te encaminas en tu paso de la destrucción, hacia ese gran reiatsu que parece llamarte.

En tu paso, como era de esperar aparecen muchos quincys. De momento ninguno excesivamente fuerte pero que en conjunto te pueden hacer la vida imposible por el bosque por el que vas pasando. La niebla formada por la evaporación del agua de los riachuelos te dificultad bastante la visión.

Me molesta. Incluso me duele destruir un lugar tan bonito. Me habría encantado que Soyu lo viera. Pero compongo un gesto serio, duro. Por precioso que sea el lugar, es necesario destruirlo, junto con sus habitantes. Ellos no tuvieron piedad alguna con el Seireitei. Aunque pecaron de arrogantes. No lo destruyeron cuando tuvieron oportunidad.

Su respuesta es rápida, y entre la nieba y mi leve distracción ante la hermosura de lo que destruyo, me acanzan varias flecas de reiatsu.

Suspiro, rascándome el hombro izquierdo que es donde más fuerte me han dado.

El grupo de arqueros que me había disparado, queda destrozado con un senka...y comienzan a aparecer más. Algunos, ya sea por que son más osados o por que sus armas son así y no pueden hacer otra cosa, se atreven a atacarme cuerpo a cuerpo, pero la mayoría lo hace desde lejos. Esquivo sus flechas y sus ataques.

Me agacho y levanto en una terrible patada que manda a uno de los que tienen espada contra otro, y lo manda bien lejos. A otro lo cojo de su brazo, giro, y lo obligo a empalar, y ser empalado, por otro de sus compañeros. YA no quedan combatientes cuerpo a cuerpo.

-Arqueros...no estáis lo bastante lejos.

Doy una palmada y extiendo mis manos a los lados.

-Tártaro.

Al momento sus arcos desaparecen. El ambiente absorve sus reiatsus y me lo da a mi, y sus armas son de reiatsu, lo cual les suele ser muy útil...pero ahora no les sirve. De nada.

Giro mis manos de forma que las palmas, antes dirigidas hacia abajo ahora miran al cielo, y creo una gran pirámide de fuego que les impide escapar...su reiatsu será absorbido hasta que se queden secos como pellejos.

Continúo avanzando. Esos ni podrán escapar, ni son una amenaza.

Justo sales del bosque en el momento en que los dos últimos árboles, antes con perennes hojas verdes y animales viviendo en sus ramas, ahora envueltos en llamas, rompiéndose por el calor, por los movimientos de batalla y por el temblor de la tierra, caen chocándose formándose una X.

Ahora estás en una gran llanura. La misma que veías cuando apareciste y que tanta paz te hizo sentir.

Ahí viene. Uno de los más fuertes.

Ivan Azgiaro. Ichigo se enfrentó a él pero no pudo vencerlo.

Sonríe como un sádico, una imagen que te recuerda al antiguo Kempachi.

Saca su espada que absorve el reiatsu alrededor y no duda en lanzarse hacia ti.

Los gruñidos de tus dragones son la voz de fondo del lugar.

Ivan:- Este no es lugar para un shinigami.

-Este lugar va a dejar de existir, así que no es lugar para nadie.

Aparezco ante él para dale una combinación uno-dos, de puño-patada. El puñetazo al pecho, la patada a la cabeza.

El primer golpe le da aunque bastante de refilón. Su piel es dura como al de un espada pero sus armas son de un quincy.

Al mismo tiempo que le diriges la patada a la cabeza, éste pega un cabezazo a tu pierna de manera que te hace girar a ti por la potencia de su golpe.

- ¡Venga! ¡Haz el bankai!

Y ríe.

Me lo quedo mirando, calibrando hasta que punto debería mostrarle poder o no. Al final me decido por usar la maldición del dragón.

-...

¿Para qué lo intento? Jamás sale ni saldrá...

Ladea un poco la cabeza y te mira, extrañado pero sin para de sonreir.

- ¿Por qué me miras así? Baf, es igual. No das para más. Menuda shinigami.

Levanta la espada que no para de absorver reiatsu y se va convirtiendo de azul a verde, con un gran contraste con el rojo entorno.

- Blut Arterie.

Baja la espada y la onda expansiva va a por ti con gran violencia.

Sencillamente parpadeo, cruzándome de brazos. Mi barrera de llamas aguantará y devolverá un ataque como ese. Sin problemas.

-Idiota...

Desaparezco, y aparezco frente a él para repetir exactamente los mismos ataques que la vez anterior. Puño al pecho, patada a la cabeza.

La diferencia es que en esta ocasión he activado mi shunko. Quizá no haya notado la diferencia en las llamas que ya me rodeaban.

El golpe recibido le pilla por sorpresa y es tal el daño que le haces que no le da tiempo ni a reaccionar ante tu técnica de puñetazo patada.

Tanta potencia infliges con tus golpes, que le rompes toda la caja torácica y le arrancas la cabeza.

Camino libre.

O eso crees. Porque en la llanura donde borbotea la lava del interior del lugar, un ejército de 100 quincy te cortan el paso, acercándose a ti mientras te disparan sin contención.

Tras observarlos atacarme durante unos instantes esquivando solo cuando es necesairo, pese a ello un par me dan. Doy un paso hacia delante. Solo que el pie que comienza el paso no es igual que el que termina...sino una enorme zarpa de dragón.

Rujo, no la doragon law, sino el rugido. Más que suficiente para esos.

Tras dejarlos paralizados, lanzo un cero de fuego. Un poderoso y grueso rayo igneo que siega a los quncy de la llanura como si fuesen espigas de trigo.

En el siguiente paso mi cuerpo retorna a la normalidad.

Odio lo que estoy haciendo. A fin de cuentas los quincy son....humanos. Los shinigamis no matamos, los hollow son purificados. Pero esta guerra...es estúpida.

El odio solo genera más odio.

A menos que uno de los bandos quede totalmente exterminado.

Debo hacer lo que Yamamoto no pudo o no quiso hacer, 1000 años antes.

Atraviesas la ranura llena de cenizas, fuego, calor, lava, humo y nada más. Solo destrucción, justo lo que la palabra quincy significa. Irónico.

Pasas a la zona del iceberg casi sin darte cuenta. Un lugar en el que no te es recomendable quedarte. Está tan inestable que podrías acabar hundiéndote.

Y sin embargo, uno de ellos, de los principales que viste en el Seireitei abusando de tu gente, encapuchado, te corta el paso.

Quincy:- Shinigami, no deberías estar aquí.

-Es cierto. Llévame ante vuestro lider. Lo mataré, y me marcharé. Los demás no valéis nada.

Le doy la opción de elegir....aunque dudo que elija eso.

Separa los brazos del cuerpo lo máximo que puede y ves que miles de hojas de cerezo salen del interior. ¡Es el bankai de Byakuya!

Las cientos de hojas se dirigen a ti a una velocidad increíble, dispuestas a cortar cada parte.

- No llegarás al Juha Bach, extranjera.

-Tsk...¿Quién te ha dicho que tengas permiso para hablar? Llévame ante tu lider, o muere. Y...me llevaré ese bankai, no te pertenece.

Debería darse cuenta de que algo no va bien cuando no me muevo, esperando su ataque. Pero o bien me considera débil, o bien no se percata del peligro.

Todo el daño de los cortes se refleja en su cuerpo de forma ardiente es...una explosión de sangre que, de forma curiosa, deja intactas sus ropas.

Antes de continuar, busco el objeto con el que selló el bankai de Byakuya.

Continúas tu recorrido, mostrándote sobradamente superior a todo lo que encuentras. El lugar de los quincy está desapareciendo. Transformándose en el lugar de Reena Shihöin.

Ahora te inmiscuyes en una cueva de una altísima montaña por la que bajan ríos y ríos de ardiente lava. En el interior el suelo tiembla y las grietas comienzan a aparecer.

Ahí nadie te ataca, hay silencio absoluto, a excepto de un lloro.

Un intenso y aterrorizado lloro que se hace más audible conforme te adentras más en el interior.

Justo ahí, en medio, hecho un ovillo en el suelo, con la cara entre las piernas hay un niño quincy. No debe tener más de diez años. Llora intensamente.

Cuando ellos atacaron, no murió ningún niño. Probablemente más bien por suerte que por otra cosa. No quiero asesinarlo. Aún así....es cas ique demasiado curioso que haya un niño solo en medio de una cueva. Que casualidad.

-Niño, márchate rápido.

Estoy atenta a una trampa, pero creo un dragón pequeño. Del tamaño de un caballo.

-Salva a los niños que veas.

Continúo el camino, sin distraerme...por si es una trampa.

El niño continúa llorando pero se deja arrastrar por el dragón.

¿Realmente crees que podrás salvar a todos los niños que veas? Y en tal caso, ¿qué harás cuando su hogar esté completamente destruido y termines con sus familias? ¿Realmente les quedará algo que hacer a parte de observar el fin?

No ocurre nada más dentro de la cueva. No era una trampa. Solo un niño perdido en un mundo escombroso.

Sales y te encuentras con una larga expansión de agua profunda y ya no cristalina. Los peces han muerto, la lava empieza a comérselo, y el humo lo ennegrece todo.

Nuevos shinigamis aparecen para atacarte según pasas. No se rendirán. No pueden hacerlo. ¡No quieren hacerlo! Defenderán lo que es suyo a capa y espada.

Asqueada por tanta muerte, cada vez odio más al maldito lider de los quincy. Pese a que sean necesarias, ya que él lo ha hecho así al darme una elección entre ver morir a los mios o matar a los suyos, pero igualmente son detestables.

Quincy contra shinigamis. Destructores contra dioses de la muerte. Nada bueno puede surgir de eso.

Me concentro para colocar debajo de cada quincy una mina de fuego. Pueden moverse para apartarse, en cuyo caso explotará y los matará. O pueden quedarse quietos...en cuyo caso las detonaré y los mataré.

En cualquier caso...más muertes.

Y lo peor es que...no puedo perdonar a nadie. No puedo dejar que el odio continúe y que mil años después se repita la historia. Bastante arriesgado es perdonar a los niños que pueda salvar...confiar en Masaki para que los lleve por el buen camino.

Continúo mi implacable camino.