Partida Rol por web

Jonas asintió y se posicionó para vigilar la escalera de acceso a la planta superior, con sigilo y cuidado. Luego hizo un gesto de "en posicion", y observó con una visual concienzuda.

Jonas cruzó una puerta de madera, destrozada por la metralla, y llegó a un pasillo frente al recibidor de entrada, al otro lado de aquella puerta principal que habían visto desde fuera. En frente, una puerta con cristalera, posiblemente del salón, a la derecha una cocina pequeña pero inmaculada, totalmente vacía, con una puerta metálica que posiblemente diera a otro patio interior. A la izquierda, unas escaleras a la vuelta de la esquina, que ascendían al piso superior, y frente a ellas dos puertas, una al lado de la otra, y ambas cerradas.

Se mantuvo en silencio un momento, y vió que Maggie miraba a la puerta de la cristalera. Dentro se escuchaban unos ruidos, como de murmullos.

Con la mano hizo un gesto silencioso a Maggie, indicandole que habia murmullos. Y se preparó por si tenian que asaltar el cuarto con granadas flash.

Kendrik toma la posición más elevada de la escalera, justo tras Maggie. Ella y la maricona irlandesa suben, mientras él, el capullo de Jackson y el "héroe" esperan a entrar en acción. Por su parte, sujeta a "Molly" con fuerza, en tensión, atento a cualquier ruido o a cualquier cosa que pueda entrar en su campo de visión. Su arma está apuntando al suelo, aunque sujeta con ambas manos, lista para alzarse y disparar. 

Maggie se movió lentamente hacia la cristalera, activando las gafas de visión nocturna y mirando por la mira térmica del arma. Con ello debería poder determinar al menos cuántas personas había en el salón.

Voces de mujer, susurró por el micro, posibles no combatientes. Interrogativo: ¿verifico?, dijo haciendo señas con la mano de no precipitarse.

Agachado tras Jonas y Kendrik, con la rodilla sobre los escalones, escucho a Maggie por el auricular. En el edificio seguramente hay civiles, quizá simpatizantes de los yihadistas, o simplemente capullos intentando hacer una vida normal. Lo jodido del caso es que si se nos va la mano y nos cargamos a un inocente, saldremos en todos los noticiarios. Lo que no dirán es que un gran porcentaje de estos mamones saben que los rebeldes extremistas se esconden en el pisito de al lado y ellos miran hacia otro lado.

Esa es una cuestión pendiente de la guerra psicológica. Hemos ganado una guerra bélica en un parpadeo, pero no nos hemos ganado sus almas ni sus corazones. Por eso siguen cayendo Marines todos los putos días. Los yihadistas cuentan con el beneplácito o, por lo menos, con la indolencia de la población. Y no les culpo por ello. Este es su país de mierda y nosotros somos los putos invasores imperialistas. Pero me la suda. Yo estoy aquí obedeciendo órdenes, y las voy a cumplir porque soy un Marine. Las discusiones filosóficas y la mierda moralista es cosa de los políticos.

Sea como sea, no podemos cagarla ni dejarnos matar. Menuda mierda.

"-Verifica - respondo en un susurro- Repito; verifica la presencia de civiles..."

Maggie reponde: wilco.

Tras indicar a Jonas y a Jonathan que va a entrar en el salón, se acuclilla, todo lo agachada posible, y abre la puerta cristalera lentamente, avanzando en cuclillas hacia el interior, con el cañón del arma por delante y mirando por la térmica.

Cuando Maggie entró en el salón, vió que era el típico comedor-salita de cualquier casa que ella conociera. Una mesa alargada, con mesas alrededor, y más allá un sofá grande y otro pequeño, formando una L, con el mueble de la televisión al otro lado. La decoración era básica, apenas unos cuantos cuadros de aspecto bastante barato, y una lámpara colgando del techo. Detrás de los sofás había una ventana doble, grande, con la persiana bajada.

Una mujer irakí, regordeta, se levantó enseguida al verla entrar, porque estaban hechos un ovillo detrás del sofá. Sus niños quisieron salir corriendo (una niña morena y un niño, de unos diez años), pero ella les retuvo, mirando a la soldado y diciéndole algo en su idioma, algo que no pudo entender bien, pero que saltaba a la vista que debía ser una especie de ruego por ella y por su familia. No había rastro de hombres en edad militar, como el padre de la casa. De todos modos, hacía poco que había concluído el horario laboral, y no era descabellado pensar que simplemente no había vuelto a su casa.

Poco después de que Maggie entrara, las voces se escucharon claramente. Era una voz de mujer, hablando en árabe, y la de dos niños que parecían gemir, llorar o protestar.

De la calle, o más bien del otro módulo de casas de enfrente, vinieron los ecos de unos disparos. Fueron un par de ráfagas de tres balas, ambas de M-16. Posiblemente los terroristas estaban tozudos ese día, o quizá es que a alguien se le había ido la mano con los civiles. Era dificil saberlo, y menos por el silencio de radio.

Maggie relajó ligeramente la postura, si bien examinó visualmente a la mujer en busca de sospechosos chalecos cargados de explosivos.

Por el micro: verificado: tres civiles. Mujer de mediana edad y dos niños de diez. No combatientes, repito; no combatientes..

Luego le dijo a la mujer, en el árabe básico que les habían enseñado: Quatt irta'aaba. Haadi, quatt adhaá*.

Y después le preguntó: ¿Aina irhaabíi? Nahnu addaba.**

La mujer dijo algo atropelladamente. Su acento era raro, y Maggie no sabía una puta mierda de acentos árabes. De todos modos, las señas que hacía señalando hacia arriba eran inconfundibles. Los malos debían estar en la planta de arriba. Tyrone lo había dicho hacía un momento. Caía de cajón.

La mujer se la quedó mirando, y nuevamente, con sus hijos agarrados, volvió a rogarle para que no les hicieran daño. Y aquel pavor había aumentado cuando se escucharon dos ráfagas de M-16, procedentes de las casas de enfrente.

Maggie volvió a hablar por el micro: civiles confirman tangos* en planta superior. Solicito apoyo para vigilarlos mientras subimos.

Luego, con voz más dubitativa: Tyrone, James puede quedarse aquí controlando a los civiles, ¿no te parece?

Tras la verificación de que hay civiles cerca y unos cabrones en el piso superior, acepto la sugerencia de Maggie. James será más útil controlando a las mujeres y niños que enfrentándose a los terroristas. El chico, desde la muerte de su madre, ha cambiado. No es que antes fuese tan dicharachero como la rana Gustavo, pero entre lo de su madre y lo ocurrido ahí afuera con Martha, tengo la sensación de que el chico se está quebrando. Y lo último que necesito es un Marine que no esté concentrado en su misión. Y la misión es que no nos maten y sacar de circulación a esos hijos de puta.

"-James, cotrola a los civiles y cubre las escaleras - le digo mientras le hago señas con la mano - Maggie, vamos detrás de ti. Precaución y agresividad. Quiero a esos cabrones muertos. Nada de heroicidades para conseguir un prisionero."

Nuevamente hago una señal con la mano para que Kendrik se prepare con su quitapenas para abrir fuego y reventar lo que nos encontremos ahí arriba.

"-Vamos. Arriba, nenes..."

James se sobresalta al escuchar las ordenes de Jackson, nuevamente, como si hubiera quedado congelado. Y así había estado, desde hace rato, cuidando la retaguardia pero sin poder quitarse aquella imagen, la del interior del Hummvee, de la cabeza.

- Entendido – dice con la misma inexpresividad, mientras toma algo de aire y sube las escaleras tras el grupo.

Cuando llega James, Maggie ya ha bajado el arma y le ha dado un par de chocolatinas a los niños para demostrar que no es hostil.

Antes de salir de la sala, le dice a la mujer: Amila hunaa. Quatt jatar*.

Después, sale al descansillo y señala en silencio las puertas de las dos habitaciones aún no revisadas. Se coloca en posición frente a una y palmea amistosamente el culo de Jonas, mientras le dice: continuamos para bingo.

Kendrik escucha con resignación lo de "cuidar a los civiles".

-¿Desde cuando somos putas niñeras?- Murmura, para sí, con una evidente cara de asco. Si hay algo que detesta más que los moros, son los civiles moros, que tiran piedras e insultan, pero no se les puede tocar un pelo. "En casa a cualquiera que me insulte le parto, la cara, pero aquí no puedo." Piensa, mientras de nuevo prepara su arma, con cierta desgana. "Que los jodan. Sería mejor repartir sus sesos por la pared, ahora que son pequeños, antes de que crezcan suficiente como para ser una amenaza." Obviamente, no lo dice. Es probable que opiniones como esas no sean del todo bien recibidas. Además, ahora toca centrarse. Así que, con el arma lista, sube para arriba, siguiendo al capullo de Jackson. Lo de "matar a todo lo que se mueva" está bien, es una buena filosofía, que por supuesto Kendrik iba a poner en práctica, sean o no civiles los de arriba. Sube y se dirige hacia la posición tras Maggie. 

-Vale, soy tu sombra.- Dice, con "Molly" bien preparada para empezar a cantar. 

Maggie abre con cuidado la puerta de (lo que supone que es) la primera habitación de las dos que faltan por revisar en esa planta y mira rápidamente al interior.

La planta de arriba poseía una configuración similar a la de la abajo.

Tras la escalera, un pasillo que se extendía a lo largo, con varias puertas de habitaciones cerradas. Parecía que eran dormitorios, un pequeño trastero y un cuarto de baño comunal. Maggie entró en la primera habitación, que efectivamente era un dormitorio, donde el moro que había matado Jonas estaba tendido en el suelo, muerto sobre un charco de su propia sangre, con un AKM todavía empuñado en una de sus manos. La pared tenía algunos impactos de bala, de los tiros disparados que habían fallado.

Tyrone escuchó claramente la voz de un hombre en árabe, aunque apenas era un susurro. Cuando se fijó en aquella puerta, vió que una mano se asomaba apenas un instante para lanzar algo. Parecía una granada, pero esta se quedó corta, mucho, casi a la altura de la puerta contigua*. El resto la vió al escuchar como caía al suelo.

¿Cuando explotaría? ¿Con el siguiente parpadeo? ¿O tendrían tiempo para guarecerse?

Poco después de que sus compañeros subieran arriba, James fue testigo de una escena sorprendente.

Eran dos niños irakíes, de corta edad, que chillaban y corrían, saliendo del salón. Al parecer, querían salir de la casa, y su madre les llamaba, estirando los brazos para intentar cogerles. Tal vez la señora pensara que afuera no era seguro. Y a juzgar por la ensalada de tiros que hacía unos minutos se había producido allí, no le faltaban razones para pensarlo.

Quizá los del LAV dispararan a todo lo que saliera de la casa, sin distinguir las siluetas de los críos. Eso puso sobre alerta al soldado, y le recordó que después de un cabezabote, y una máquina de matar, era una persona humana que podía pensar en los demás.