Partida Rol por web

Shadowtown: Corazones Oscuros.

"Un monstruo en el armario".

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01/10/2025, 12:11
Civ: Natasha Pavlova.

INVIERNO. VIERNES, DÍA 24 DE ENERO DE 2020.

DESPUÉS DEL MEDIODÍA: 13:49

ACANTILADOS DE SHADOWTOWN.

CLIMA INVERNAL.

La petaca pareció convertirse en el testigo de un juego de relevos, que iba de una mano a otra, para ceder la palabra a quien la tuviera en sus manos. La motera se mantuvo en silencio por un minuto largo, su rostro aparentemente tranquilo no revelaba el maremoto de ideas, de pensamientos, que la propuesta del hombre había iniciado.

Finalmente, pareció volver al presente, a ese momento. -Un justicierro nuevo... Sí sabes que Shadowtown no perrdona a los justicierros, ¿no?- Un nuevo trago, mucho más pequeño, apenas para mojar los labios. -Pobrre conductorr vas a serr si no te atrreves a conducirr una moto por ti solo.- Agregó con media sonrisa, una que no estaba diciendo que no a lo que Carl pedía. -Puedo enseñarrte.-

Le entregó de nuevo la petaca, pero sin soltarla. -Si has venido a convencerrme de darrte cosas grratis, ya te digo que lo olvides.- Se giró hacia él, aún con la mano en el testigo, y se acercó prácticamente dejándolo entre la moto y ella. -Puedo serr esa ingenierro. Puedo conseguirr cosas. Lo sabes, o no habrrías venido la prrimerra vez parra pedir balas de plata. Perro todo tiene un prrecio. ¿Estarrías dispuesto a pagarrlo?-

L.

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03/10/2025, 06:03
*Carl Aston Martyr.
Sólo para el director

INVIERNO. VIERNES, DÍA 24 DE ENERO DE 2020.

DESPUÉS DEL MEDIODÍA: 13:49

ACANTILADOS DE SHADOWTOWN.

CLIMA INVERNAL.

Las nalgas del anticuario, a través de la ropa interior, los pantalones y el abrigo, tantearon la cola de la burra. No iba a dejarle retroceder. Su mirada observó al testigo, los dedos de la mecánica, las curvas de los huesos de la mano, el brazo, el hombro y el cuello. Se detuvo en los labios. No iban a dejarle mentir. Tuvo miedo, no de ella; de que los latidos de su corazón atravesaran la camiseta de algodón, la camisa de franela, el chaleco, la chaqueta y se ahogaran antes de atravesar el abrigo y rebotar en la petaca. La arrimó entonces hasta su pecho, impidiendo que la mano de Natasha escapara.

—¿Los escuchas...? Yo tampoco. A los muertos no nos late el corazón. Lo sabes. Sí; o no me habrías traído aquí. Lo sabes también bien como sé que todo tiene un precio, que eso le da sentido a la vida. Que las decisiones que tomamos hacen que nuestros corazones latan y las consecuencias que esos latidos se aceleren o mueran. Sé que lo sabes, Natasha Pavlova, aunque no entiendas lo que digo...

Sin apartar al testigo del pecho ni permitir que la mano de Natasha se retire del cuerpo del mismo, Carl lo empuja con su cuerpo hasta colisionar en el pecho de ella, quedando ambos corazones separados por escasos centímetros.

—Si me estás pidiendo que deje de fumar, dejaré el tabaco...

Retoma la declaración rompiendo la tensión.

—Si asociarnos implica aprender a conducir uno de estos trastos, vas a tener que construirme uno a medida...

Sin permiso, posa la otra mano, hasta entonces soportando el peso de la colilla consumida, en el brazo izquierdo de Natasha.

—Si...

No termina la frase, ni siquiera les da pie a sus labios a que la empiecen; deja que sea el acero siberiano quien retome el control.  

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03/10/2025, 11:48
Civ: Natasha Pavlova.

INVIERNO. VIERNES, DÍA 24 DE ENERO DE 2020.

DESPUÉS DEL MEDIODÍA: 13:50

ACANTILADOS DE SHADOWTOWN.

CLIMA INVERNAL.

La respiración se había acelerado, Natasha aspiraba suavemente el aliento entre ambos, convirtiéndose de forma consciente en fumadora pasiva. -Si...- Repitió ella. A través del cristal oscuro de sus gafas, sus ojos se movían sobre el rostro del hombre, evaluando, reconociendo, decidiendo.

-No está muerrto, sólo necesita un nuevo arrranque... Y soy la mejorr mecánica en esta jodida ciudad.- Llevó su mano libre al cuello de él, a su nuca, bajo el inicio de su cabello. Redujo aún más en espacio, hasta que la frente de ambos hicieron contacto. El corazón de ella reverberaba con fuerza, como cables de corriente desde una batería a otra, los latidos viajaban desde su mano a la petaca, con la potencia conductora del metal, hasta la mano de Carl siguiendo hasta su pecho.

Los labios de la motera rozaron un instante los del anticuario. Y se desviaron finalmente hasta la comisura de su boca, donde se detuvo, lentamente, con un suspiro. -No juegues conmigo. No soy una cliente a la que convenzas con encanto parra que se lleve una barratija crreyendo que es una rreliquia... No aceptes pensando que de ese modo me tendrrías a tus pies, haciendo juguetitos parra ti y tu amigo.-

Volvió a retirar su rostro, sus gafas sirvieron para esconder el temor en su corazón. El miedo a sufrir. Porque las heridas del alma no se curan con banditas. La mano en la nuca de Carl se relajó y posó casi con dulzura sobre su mejilla. -De acuerrdo. Felicidades, conseguiste una ingenierra parra tu justicierro. El pago dependerrá de lo que pidas... Y cobrrarré en billetes de cien.- Terminó con media sonrisa, liberándolo, relajando la mano que sostenía la petaca, sin separarla del todo. Ella sabía lo que quería.

¿Lo sabía él?

L.