Partida Rol por web

Un tanto sorprendida por el trato del anciano, se limita a responder:

 - Claro, nos encontraremos a esa hora. - afirma decidida a reunirse con el tritón, aún no comprende aquel trato hacia ella y apreciando la diferencia en actitud con los demás, se encoge de hombros mientras intenta no dar por hecho nada ya que prefiere escuchar lo que tenga para decir aquel hombre. 

Sea cerco a Orien poniendo un dedo en su nariz -¿Acaso creías que os iba a dejar solos con la diversión?- rió, como siempre poniendo esa cara de niña buena que tan bien le quedaba, emocionada casi iluminandosele los ojos -al fin podemos ir sin problemas, sin que sea "ilegal"- dijo haciendo con los dedos el gesto de comillas, sabían donde no podían ir, pero nunca se les había dicho específicamente, simplemente, no se podía. Luego miro de reojo a Azariel y volvió de nuevo su atención a Orien, le susurro -Tu hermano habla de ¿mezclarnos entre ellos? ¿dejar la cola se refiere? convertirse en humanos ¿no era un cuento?- ahí si se mostró algo más nerviosa, era algo muy nuevo y.. aunque estaba loca de contenta, también le daba algo de miedo. 

Amelia siguió con la mirada al Anciano que había ido a hablar con ella, algo desconcertada, y dio un respingo al notar las manos de Enna sobre ella. 

- Hmmm... Será que tengo mala memoria. - sonrió, poniéndose la mano en el mentón como si estuviera pensativa - Pero he tenido tiempo de sobra para decidirme. Será que tú piensas muy lento. - soltó una risilla al tiempo que se giraba para mirarle y le daba con el dedo en la nariz. 

Miró con curiosidad a Orien y Nayade. Estaba claro que allí lo de ir a la superficie también estaba prohibido, pero siempre había excepciones... "Las excepciones son las mejores." sonrió para sus adentros. Amelia volvió a ponerse seria y empezó a acariciarse el pelo mientras Azariel hablaba, observando a los demás y preguntándose con quién haría grupo. El guiño la pilló por sorpresa pero no dudó en responder con una sonrisa dulce.

- Yo también puedo. - levantó la mano al igual que había hecho Eressëa. Dándose cuenta de que lo había dicho con demasiado entusiasmo, bajó un poco la mano - Quiero decir... que eso creo. También les entiendo. 

Llevas dos o tres años alejado de tu madre y por fin puedes respirar tranquilo,al menos más de lo que lo hacías estando a su lado,obligado a atraer humanos a los que ella pudiera matar.Añoras los días en los que ella era una sirena bella y cariñosa que te arrullaba entre su brazos y te entonaba dulces canciones para hacerte dormir.Pero esos días nunca volverán y lo sabes por lo que para ti es menos doloroso no estar cerca de ella,no ver día a día en lo que se ha convertido,una mujer cruel y vengativa que sólo piensa en matar humanos

Sabes que se están produciendo ataques en distintas partes del mar hacia los humanos y los rumores se están extendiendo indicando que las sirenas son las culpables lo que en un primer momento te hace sospechar que la culpable es tu madre mas una breve investigación en los últimos lugares donde ha habido ataques te convence que ella no está implicada,no es su manera de actuar,ella suele llevarse a los humanos que caza a lo más profundo del mar y allí deja los cuerpos apresados entre algas,en su cementerio especial.Los ataques que hay ahora evidencian signos de violencia extrema y los cuerpos quedan mordidos y en algunos casos devorados,dejando los restos flotando a la deriva en el mar.Tu madre nunca haría eso.Lo sabes.Lo intuyes

De algún modo ha llegado hasta ti una información,algo que otra sirena te contó y que no creíste del todo pero has decidido averiguar.Un enorme barco,esos monstruos metálicos que surcan la superficie del mar,zarpará en dirección a Capri,el lugar donde está el mayor asentimiento de sirenas,el lugar sagrado de vuestra especie,donde todo comenzó,donde Poseidón ordenó la guerra entre humanos y sirenas.Los humanos que van en ese barco tienen una misión,descubrir y pescar a las sirenas y si eso ocurre sabes que entonces la furia de tu madre será terrible y actuará y las consecuencias de esos actos se te hacen tan horribles que la única salida que ves es avisar a los Ancianos de Capri

Antes de partir hacia tu destino decides acercarte al puerto y tratar de averiguar algo pero lo que consigues ver es a un grupo de humanos sonrientes que suben a aquel monstruo.Una de las mujeres tiene una cara horrible,macabra,una cara que se te antoja cruel,digna de una cazadora de sirenas así que sin perder tiempo pones rumbo a Capri

La respuesta de Azariel me hace acompañar su risa con la mía, al fin y al cabo el era tan o más bromista que yo. En cambio con Nayade me pongo más serio y con un tono pedante.- No vamos a jugar Nayade, los humanos son peligrosos y solo desean nuestra muerte.- acto seguido le guiño un ojo y me río.- ¿Que tal mi imitación de Anciano?

Es entonces cuando mi hermano repite la pregunta que hice antes y por lo que se ve no soy el único que ha estudiado su lengua.- Esto ya lo sabías pero hace años que aprendí su lenguaje.- al escuchar el susurro de Nayade le pongo una mano para tranquilizarla.- No te preocupes Naya, todo cuento tiene algo de verdad y por lo que ha comentado antes mi madre parece que este si que es cierto. 

La libertad todavía se sentía extraña. Eneas esperaba escuchar, arrastrado por las mareas, un familiar y al mismo tiempo estridente llanto. Sin embargo, este no estaba más que en sus recuerdos. A pesar de los diferentes ataques que los habitantes de la tierra estaban padeciendo a lo largo y ancho del océano, algo que muy bien podría ser obra de la Bruja de los Mares, parecía que esta vez el asunto no tenía nada que ver con ella. Aquella violencia, sangrienta y desmesurada, no era el modo de actuar de su madre. Ella gustaba de la fría y calculada venganza, una que destruir la mente y el alma de sus víctimas. La carne era lo que menos le interesaba de sus presas. Por todo eso, de alguna manera, Eneas tenía la esperanza de que Parténope no era la causante de las terribles muertes.

Todavía con dudas acerca de la identidad del causante de los asesinatos, el tritón se dedicó a investigar. Así fue cómo dio con la sirena que le habló sobre un barco que marcharía hacia la isla de Capri, cargada de humanos dispuestos a descubrir y capturar a algún tritón o sirena. Estos habitantes de la superficie, sin saberlo, podían desatar la ira de la Bruja de los Mares, de manera que en Eneas surgió la necesidad de actuar. Todavía recordaba aquellos dos inocentes niños con los que había conversado y hablado en el agua, a la que habían sido atraídos por su canto. La simple fascinación de pensar que los humanos eran más similares a las sirenas de lo que había pensaba hasta entonces permanecía en la mente del tritón, que no cesaba por ello de recordar a su padre y su marcha a la superficie. ¿Qué le impulsó a hacerlo? ¿Habría merecido la pena? ¿Estaría vivo? ¿Habría procreado con esa humana y, como en la antigua leyenda, tenido descendencia deforme, o tal vez todo era una falsedad y la unión entre especies daba lugar a hijos sanos? No lo sabía, pero necesitaba dar con ello en algún momento de su existencia. Y esos humanos del barco de hierro podían empezar a darle más conocimiento sobre la tierra.

En su mente se entremezclaban las ideas, pero tenía que centrarse. Lo importante era llegar a Capri, donde se situaba el corazón del mundo de las profundidades. Allí, en el esplendor de la mayor urbe de las sirenas, los Ancianos debían conocer el destino y las intenciones de aquella nave y su tripulación. Eneas todavía recordaba la belleza salvaje de la isla de Capri. No dudaba de que, como contaban las historias, el emperador romano, Tiberio, había contemplado el idílico lugar y construido allí uno de sus mayores palacios de recreo, la Villa Jovis. Entre los tritones se decía que el soberano había llegado a atisbar a una sirena entre las aguas y, pensando que era algún tipo mensaje enviado por el dios Poseidón, también mandó edificar un santuario dedicado a las criaturas de las mareas a los pies de la isla. Sin embargo, hoy nada se recuerda de aquel lugar más que por las leyendas. Ni hombres ni sirenas parecen tener memoria sobre el esplendoroso edificio. Incluso la villa, en una de las puntas de la isla, no es más que una ruina.

Por alguna razón que no llegaba a comprender, a pesar de su curiosidad, las advertencias de la Bruja de los Mares sobre los humanos se repetían en la mente de Eneas: "Nunca debes confiar en los humanos. Su naturaleza es traicionera. Ante la mínima oportunidad te traicionarán. Has de ser tú el que dé el primer golpe y no escuchar sus palabras. Estas pueden ser tan hipnóticas como el canto sirénido más bello". Al mismo tiempo, rememoraba sin quererlo la terrible cara de la mujer del barco. Por ello, el tritón aumentó la velocidad de su aleta en dirección a Capri.

Sin saber cuánto puede durar la reunión o lo que se esté por decir, Eressea decide coger de la mano al pelirrojo y tras manifestar su decisión, llevarlo hacia un costado o bien alejarse del grupo para conversar en un arrecife. 

- Nosotros juntos, en el grupo que deseen. No habrá problema, ahora sí me disculpan, me retiro con el rojito para hablar asuntos pendientes. - termina por decir, tras dedicar una sonrisa a sus amigas y mientras comienza a nada, ya que no tiene mucho tiempo pero si es el necesario para hablar con su mejor amigo. 

Una vez alejados del grupo al menos visualmente, Eressea elige de uno de sus arrecifes favoritos, es que si bien se los conoce a la gran mayoría, en este específicamente solía jugar junto a Enna cuando eran pequeños y al ser vigilados por los Padres de Xiomara, se convertía en un lugar que trae añoranza, complicidad y lindos momentos que atesora en su corazón la rubia sirena. 

- Tú... Vas a hacerme poner celosa. - pica al Tritón al soltar su mano, sin poder evitar sonreír, ya que no le sale demasiado bien el gesto de mantenerse sería cuando lo tiene a su lado. - Los coletazos para mí que tengo derecho por antigüedad... El resto ya lo ves. - agrega al acortar las distancias y tras darle un abrazo muy fuerte a su pelirrojo favorito, cambia ligeramente el tema de conversación mientras mantienen la cercanía que la misma Eressea ha adoptado. 

- ¿Te ha citado alguno de los ancianos? - pregunta entre susurros, en la cercanía del oído de Enna. - ¿Qué opinas de esta exploración que nos han ordenado? - vuelve a la carga, mirándolo a los ojos un tanto centrada en lo que puede expresar ese  brillo que tiene tan especial su amigo. Adoraba estos momentos, eso jamás podía negarlo.

Rió con el gesto de Amelia.

Es posible...

Pero apenas terminó la frase cuando fue secuestrado vilmente. Se giró y despidió de los demás con una sonrisa y un gesto de la mano. La situación se está volviendo particular entre los hermanos y aunque tendría ganas de quedarse a cotillear, no iba a dejar tirada a su amiga.

Nos vemos.

Cuando llegan al lugar suspira lleno de nostalgia. Se siente bien y lleno de recuerdos. Mas cuando ella le habla enseguida le responde con la mejor y más afilada sonrisa, incluso desafiante.

¿Quién te dice que no sea mi propósito, blanquita?

Aprovecha, eso sí, el momento en el que ella le abraza para girar y recostarla sobre un lecho blando en el arrecife, por comodidad y para evitar que se escape de la presa que ella misma ha creado. Sonríe un poco bobo mientras termina de escuchar sus palabras.

¿Acaso le he dado coletazos a otra, princesa? Si es así, dímelo y seré castigado -bromea, es completamente imposible saber cuando cualquiera de los dos habla en serio o no, pero era parte de su magia-. Y no, no me han citado. Está claro que no soy de su agrado -mueve el dedo como si fuese un adulto regañando a un niño y un tono grave-: el chico ese pelirrojo es una mala influencia, se dice que se toma hongos luminosos -lo cual es cierto, a veces-, no sé cómo mis chicos le soportan.

Me río, sueno ridículo, pero más allá de eso tomo un único instante de seriedad.

Todo tiene un precio. No me fío, eso es lo que opino. Pero también es una oportunidad para descubrir en qué se equivocaron los que lo intentaron antes que nosotros. ¿Y tú?

No se molesta en preguntar si han hablado con ella, estaba claro que sí a juzgar por su pregunta. No confiaba mucho en la situación, era evidente, pero lo intentaría con todas sus fuerzas. Nunca hacía nada a medias, y no iba a dejar a su mejor amiga. Ni aunque peligrase su vida.

Recostada sobre aquel lecho, su mirada en su tono verde ambarino se pierde en aquel azul que ostenta Enna, conectando entre silencios y dada la cercanía que ahora los dos mantienen, es muy difícil escapar por más que no tenga intención de hacerlo. Sonriendo por el primer comentario de su mejor amigo, muerde su labio divertida y niega con la cabeza. 

- ¿Intentas ponerme celosa? Jajaja, eres de lo peor. - responde sin desviar la mirada del chico, en parte cobijada en el anhelo de eternizar un momento que siempre para ella es especial - Eso es verdad, no le has dado coletazos a otra... No me dejas meterme contigo. Hm. - agrega al alzar una de sus manos para acariciar la mejilla de Enna desde la mesura y el cariño. - Pero bueno, es que tengo que buscar una excusa para secuestrarte y molestarte con algo, es mi juego favorito. Por cierto... ¿Me tendrás así atrapada? Hemos renovado las formas de hablar a solas. - confiesa y pregunta desde la sinceridad que le nace y se permite cuando está junto a él.

Luego cuando el tema a tratar es sobre aquella expedición, alza una ceja curiosa ante la respuesta, de más está decir que pese a la diferencia de pensamientos, está muy de acuerdo con el pelirrojo. - Es raro, a mi me ha citado en un rato. ¿Querrá advertirme de algo? ¿Algún objetivo secreto?- pregunta más para sí misma que para él, aunque está muy acostumbrada a hablar en voz alta junto al rojito . - No eres una mala influencia, para mí eres mi Tritón favorito, aunque no abuses de ello, que termino eligiendo un caballo de mar. - aclara divertida y le saca la lengua. 

Ahora toca dar su punto de vista, que lejos de ser diferente se asemeja lo suficiente. Más de lo que es capaz de admitir. 

- Estamos en una situación difícil, enviarnos a mirar es cómo ir al matadero. Si hay violencia en el mar... ¿Por qué no enviar a un anciano para establecer un acuerdo? ¿Por qué ir nosotros a espiarlos? - pregunta un tanto reflexiva. - Algo no anda bien, no confío y por ello prefiero mirarlo con mis propios ojos. Así es, nosotros no permitiremos ese error, estoy contigo en ello. - termina por decir, en ese tono cómplice y determinante. 

- Deduzco que no hablas el idioma Enna... - le dijo antes de que se alejase junto a Eressëa. No habían terminado la reunión y se marchaban, pero no le importó demasiado. Uno tenia que tener libertad para hacer lo que le viniera en gana. Se pasó la mano por un lateral de su cola para alisar las escamas. Le parecia que había perdido alguna que otra, y odiaba esas pequeñas "calvas" que afeaban su cuerpo. Luego volvian a crecer, pero ese tiempo se le hacia muy largo.

Se volvió hacia el resto

- Bien. ¿Alguien tiene alguna predilección para formar los grupos? Esos dos ya han decidido que van juntos, así que debe haber un grupo de dos y otro de tres. Aunque si alguien tiene alguna idea mejor soy todo oidos - abrió sus brazos para enfatizar el gesto de que esperaba que así fuera, que la gente aportara sus ideas y entre todos decidiera cual era la mejor. La bestia que tenia tatuada en el pectoral parecia esperar también sus respuestas.

Un suspiro se escapa cuando la mano de ella le acaricia.

Bueno, tal vez tenga que darte motivos entonces -continúa la broma-. ¿Tal vez la nueva? ¿O mejor Xiomara? Mhhh... ¿A quién le gustarán más? -ríe- La verdad es que tú también has mejorado bastante en el juego ¿no crees? Ya me secuestras incluso ante los Ancianos.

Y digamos que voy a tenerte así un rato. Hasta que te ganes tu libertad ¿sí?

Sus ojos de algún modo le han capturado, ya que apenas desvía la mirada para parpadear. Pero enseguida empieza la seriedad. Los Ancianos y su misión. Sin embargo escucharla es reconfortante y, pese a que asiente para darle la razón con el tema de que algo ocultan, son sus palabras acerca de su imitación de Anciano las que disparan algo en él.

Sí, nosotros no lo permitiremos. Pero dime: ¿puede un caballito de mar hacer esto?

Entonces sus manos se dirigen hacia el costado de la contraria en busca de algunas suaves y leves cosquillas en esos puntos que sólo aquel que conoce bien a la otra persona sabe dónde encontrar. Son sólo unos segundos, antes de que se vuelvan molestas, con una gran sonrisa en su cara, preguntándose de qué humor se las tomaría hoy.

Una sonrisa divertida se dibuja en su rostro al escuchar aquella replica, disfrutando de esta dinámica que tan habitual es entre los dos. Siempre yendo un paso más allá, donde los sentimientos confluyen y se silencian entre miradas que expresan mucho más de lo que se podría decir al no encontrar una frase o palabra perfecta que lo resuma todo.

- Si te hace ilusión… pero no tendrán mi despeinado natural. - responde siguiendo la humorada mientras esa cercanía se torna confusa, le agrada en demasía el poder apreciar la piel de su mejor amigo al tacto cuando las yemas de sus dedos delinean cada músculo que ha sido forjado por mera naturaleza. - Tengo que mejorarlas así capto tu atención, sabes que mi juego favorito es molestarte un poco. Además no noté cierta regicencia de tu parte. - agrega al apuntar aquel detalle que no le ha pasado desapercibido.

Y mientras su mirada verdosa sigue perdiéndose en el azul de Enna, continúa la conversación hacia su libertad ya que se encuentra atrapada debajo de él manteniendo una cercanía que incluso para la amistad que tienen, es bastante osada. Pero lejos de avergonzarse de ello, niega con la cabeza mientras sus largos cabellos rubios flotan al compás de la marea.

- Hasta que me gane la libertad, me lo apunto. ¿Qué debo hacer para ello? - pregunta un tanto curiosa, aún acariciando esos brazos, sin ir más allá ya que le resulta un mimo agradable que mantiene esa confianza que ostentan los dos. - Es lo que tiene pensar más allá, por eso iremos a ver y descubrir lo que se traman. - responde a ello y ante lo del caballito de mar, no puede evitar soltar una risa suave, melodiosa. - ¿Cómo que?- pregunta interesada.

Solo que lejos de esperarse aquel ataque, las caricias parecen suaves, incluso agradables dando pequeños cosquilleos que intenta contener, pero a medida que va incrementando la maldad del pelirrojo, no puede evitar retorcerse en el lugar, indefectiblemente retorciéndose mientras roza el cuerpo de Enna si querer.

- Ya… jajaja así no se jajaja así no se puede jajaja. Tritón malo. - intenta detener las manos de su amigo devolviendo el gesto al buscar las cosquillas de él, no se quedaría quieta.

Un sencillo asentimiento de cabeza para conceder a la princesa la razón cuando habla de su nula resistencia al secuestro. Y pese a todo había algo más en lo que tenía que darle razón con mi silencio, su despeinado natural era inimitable. También el silencio se debe a que desea disfrutar un poco más de su compañía. De hecho una vez se pregunto que cuánto duraría. Han pasado muchos años desde aquella vez.

El verde de sus ojos hace que me planteé quién ha atrapado a quién, justo antes de abrir los labios para responder.

Si te dijese qué tienes que hacer, no te lo estarías ganando. ¿No?

Pensar más allá. Me gusta cómo piensas.

Le guiña un ojo, una verdad como las que tenían entre ambos. Unas verdades que a veces encerraban más de lo que a ellos les gustaría. En cualquier caso sólo quedaba esperar aquella misión de los Ancianos para descubrir la verdad.

La sonrisa que ella dibuja, precediendo las carcajadas, consigue que el pelirrojo ría como un niño. Le encantaba ese instante antes de estallar. Pero sus risas se ven interrumpidas en cuanto las yemas de los dedos de ella alcanzan su torso y la risa infantil da paso a una más visceral, pues el chico tenía las cosquillas fáciles y eso consigue que en poco termine liberándola y echándose a un lado, entre carcajadas sonoras por las manos de ella.

Jajajajaja jajaja p-prin... jajaja... princes... ssita... p-paajajajajaaja ja... para...

Lágrimas.

No podía más con las cosquillas y pese querer responder a lo que salía de aquellos labios, le era imposible ante las risas que ya no podía contener. Solo que ante la súplica, donde ambos se sacudían para evitar aquel mal tan sano que ambos compartían, cesó aquel andar de sus dedos solo para sujetar su rostro deadea ternura que le nace y así, mirarlo a los ojos aún sin la necesidad imperiosa de liberarse.

- Voto de paz, he cedido. Cede tú. - afirma divertida, apretando con fuerzas los labios para no volver a reír, sufría demasiado de las cosquillas y no podía hacer nada contra ello, solo sacar la bandera blanca para que se instaure la paz. - Sabes… te adoro. Aunque no cuando me haces cosquillas, pero bueno, todo el mundo tiene defectos rojito. - comenta divertida, pensando tal vez en todo lo que se calla entre silencios, en todo lo que se debería decir y no se dirá por esta amistad. - Además eres un bruto. ¿Esas son tus caricias? - pregunta divertida, picando al Tritón un poco para reírse de sus reacciones mientras le aprieta la nariz suavemente con sus dedos.

Al ver a los otros dos marchar sin más muevo la cola algo molesto, teníamos que decidir que hacer y algunos se iban por su lado sin más. Sin embargo eso no hace que mi hermano siga centrado en lo importante y sigue con las propuestas.

- Me parece bien dividirnos en grupos pero quizás sería mejor idea un grupo de 4 y otro de 3 para qué así cada uno tuviera curandera por lo que pudiera pasar...-añado a lo dicho por Azariel sin asomo de burla en mi tono aunque tampoco forzando pedantería como antes.- Y aparte de eso deberíamos considerar un punto de encuentro e incluso buscar alguna costa solitaria- hago un gesto con las manos para evitar posibles protestas.- Ya sé, ya sé que nos han dicho que no debemos hacernos pasar por humanos pero por eso digo de una costa vacía. Allí podemos practicar a parecer uno de ellos y acostumbrarnos a los cambios. Y una vez nos veamos capaces, decidir si nos mantenemos solo como observadores o intentamos algo más. ¿os parece?

Viendo que su guía turístico se iba secuestrado, Amelia no pudo más que alzar las cejas y despedirse con un una sonrisa conformista. "Pues nada, dos menos para elegir." Mientras tanto, los dos hermanos no parecían decidirse qué hacer ni cómo hacer los grupos, así que Amelia siguió mesándose el pelo y pensando en lo que habían dicho en la reunión.

- Si mal no recuerdo, la Anciana dijo que desde la cueva de Xio podríamos enterarnos de algo. Yo diría de empezar por ahí y luego decidir si será necesario dejar la cola o no... - ya sólo el hecho de mencionarlo le parecía desagradable, le costaba creer que Orien tuviese tantas ganas de probarlo - Lo de los grupos me da igual, pero uno de los Ancianos quería hablar conmigo, así que... - con un gesto de fastidio, hizo ademán de alejarse, pero esperó a que los demás se decidieran y le dieran permiso para irse - No tardaré mucho, pero no quiero quedarme sola tampoco. - terminó con una sonrisa.

Cuando ella toma su rostro, él contiene el aliento. Curiosamente ese sencillo gesto le ayuda a recuperar la respiración.

Desde que has empezado ya me he rendido -le guiña un ojo- ¡pero las cosquillas las has pedido tú al compararme con un caballito de mar!

Una suave protesta con una fingida ofensa. Alzo ligeramente la nariz observándola mientras dice aquella última pregunta. Un gesto afilado antes de deslizar el dorso de mis dedos por su mejilla para colocar su cabello cargado de ternura. Luego por el lado contrario mi rostro se acerca al de ella, rozando con mi barba su piel, para susurrarle con una intimidad que para cualquiera que no fuese ellos podría resultar incómoda.

¿Acaso no sabes cómo son mis caricias? -mi cola reposa sobre la de ella, acomodándose con naturalidad, mi tono se torna susurro- ¿O sólo buscabas una excusa para erizar tus escamas?

La mano se desliza tras acariciar su oreja hacia su cuello, con un gesto divertido en mis labios. ¿Hasta dónde sería capaz de aguantar mis caricias?

 Dispuesta a seguir aquella senda donde todo es posible con tan solo anhelarlo, sonríe divertida al ver que su mejor amigo cede ante la petición de paz mientras las distancias vuelven a desaparecer de una forma un tanto, intensa. Sin poder evitarlo, lentamente la piel de la sirena a erizandose como una mera reacción de aquel roce, de esta cercanía que le resulta interesante. 

- ¿Por qué a esa frase la comprendo desde otro sentido?- pregunta al encorvar su espalda mientras el roce de la perilla sobre su piel, le genera un cosquilleo que la impulsa a cerrar los ojos y separar sus labios, sin que un gemido se escapa de ellos, solo la respiración un poco más cadenciosa de lo habitual. - Tengo mala memoria. - agrega al morder su labio inferior y tras escuchar aquel susurro, que lo dice todo y más, afianza una de sus manos sobre el rostro de Enna solo para captar su atención mientras esos ojos verdes vuelven a perderse en el azul del pelirrojo. 

- Es un juego que podemos jugar los dos. ¿Y tú para tocar mi piel? - replica al alzar el mentón mientras los dedos de su mano libre recorren desde la mesura la espalda del chico, sin ir más allá, solo correspondiendo desde el mismo roce que él es capaz de ofrecer.