Partida Rol por web

Cansados, observáis la cuesta embarrada. Es el camino más rápido pero el más costoso. Desandar lo bajado hasta el cruce del camino del vado de la bruja os llevará al menos una hora a paso vivo y os acerca a los cuervos infectados pero es otra opción.

Fastidiada por estar mojada trato de apretar el paso hundiendo mis pies en el barro. La cuesta embarrada nos espera y la mejor manera de afrontarlo era no pensar y apretar el paso mientras podamos.
- Nos espera un camino de al menos una hora - informo impertérrita desechando todo ápice de desesperanza - Ya estamos al final del camino casi, os sugiero que os apresuréis.

Tras una hora de caminar por el embarrado margen del río, alcanzáis un pequeño promontorio desde el que se ve el Vado de la Bruja. Parece haber más cuervos que antes. El camino que va hacia Sothmere está frente a vosotros y sigue hacia la derecha internándose en un estrecho desfiladero que asciende hasta la planicie.

Azuzados por las voces chasind cada vez más lejanas, nos alejamos del terraplén y recorremos el margen del río hacia nuestro destino. Antes de acercarnos a los cuervos, propongo a Artros buscar una buena posición a resguardo y comenzar a abatirlos a flechazos, antes de darles la posibilidad de que nos ataquen en bandadas como hace dos días.

Avanzo a la cabeza del grupo, no sin advertir a Artros e Itan que esten listos para abatir a los pajarracos iracundos. Por mi parte escudo en mano me dispongo a defender a mis compañeros de cualquier posible ataque aereo.
- Mantengamos el paso aunque sin bajar la guardia, Lilith quedate a mi lado que yo te cubro.

- De acuerdo Morrowir - respondo apresurando el paso hasta su lado - venga premura que esos malditos bárbaros nos ganar terreno.
Mi bastón en mi mano funciona como cayado, pero estaba dispuesto a imbuirla de poder si la ocasión lo requiriese. No habíamos llegado tan lejos para que un puñado de chasind nos impidieran cumplir nuestro objetivo.

Recortáis el camino procurando no acercaros de nuevo al pueblo maldito. Ello os supone cruzar una zona un tanto abrupta pero sin problemas. Pronto alcanzáis de nuevo el camino que se interna en el desfiladero en curso siempre ascendente. El cielo parece ir a abrir por momento y algún tímido rayo de sol se cuela por aquí y por allí...

De repente, Itán, empieza a caminar como sonámbulo, apartando algo que sólo ve él y tropezando en el camino. Cae al  suelo y comienza a agitarse entre espasmos. Espuma amarillenta sale de su boca.

Al ver caer a Itan me acerco aunque no le toco. Parece que la salud se está detereorando. Eso me recuerda la necesidad de darse prisa.
- ¡Maldición! Debemos darnos más prisa.
Arrodillada junto al pobre elfo miro fíjamente a los ojos de los demás.

El camino se hace pesado, me siento cansado y parece que nunca llegaremos.

Al ver a Itán caer al suelo estoy convencido de que pronto caeré yo también.

Me acerco y lo miro con preocupación.

Al ver como Itan cae, miro para todos lados buscando algun enemigo, pero pronto entiendo que ha pasado.

-Yo lo cargo, no pierdan tiempo debemos doblar el paso y llegar a la aldea cuanto antes, no podemos perderlo estando tan cerca.
Luego de cargarlo a mi hombro si me es posible, comienzo a correr lo más rapido que puedo hacia el sendero que nos lleva donde la anciana.

- Vamos, movámonos.
Afirmo ante la acertada ocurrencia del guerrero. Ahora era momento de partir rápidamente hacia la aldea. La presteza era la palabra clave. Sentía cansancio pero no podía permitirse descansar, debía seguir adelante, la vida de sus dos compañeros y los de mucho dependía de sus fuerzas y sus actitudes.
- ¡Rápido, rápido!

- Espera, Morrowir... - grita el enano corriendo tras el guerrero - La medicina de la vieja... 

Morrowir deja a Itán en el suelo pero sujetándole con fuerza. El elfo se debate con rabia entre espumarajos amarillentos. El enano rebusca en las pertenencias del elfo y encuentra la pequeña redoma. 

- Abridle la boca... vamos...

Entre Artros y Morrowir, le abren la boca a Itány el enano vierte el contenido en su gaznate. El elfo se atraganta y escupe parte del líquido espeso. Tras unos largos minutos, Itán empieza a calmarse y sus ojos, antes convulsos y amarillentos, vuelven a tomar su color normal. El elfo respira agitadamente pero parece más calmado y al poco recupera la consciencia.

- ¿que... que... ha pasado?

Todos le miráis con lástima.

Finalmente, logramos pasar sin incidentes al lado del pueblo abandonado, evitando un nuevo ataque de los pájaros infectados.

Cuando estamos por fin en el desfiladero, una extraña niebla amarilla aparece ante mí y, tras parpadear varias veces, intento quitarla de mi vista a manotazos.

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..

...

Interrogo a mis compañeros desde el suelo, y sus miradas compasivas no me sacan de dudas. De pronto, saboreo en la comisura de mis labios la pócima de Stoyanka, y lo comprendo todo.

Maldita sea... esta vez ha estado realmente cerca, y no me acuerdo de nada. Si no llega a ser por la última redoma, ahora sería uno de ellos para siempre...

Sin querer hablar del asunto, desvío la mirada y trato de ponerme en marcha lo más rápido posible, a la vez que intento marcar el ritmo de marcha más elevado que me permiten mis doloridas costillas y magulladas extremidades, que intuyo haber golpeado contra el suelo entre convulsiones de la rabia.

-Vamos, no perdamos más tiempo. Tenemos que llevar el musgo con la anciana antes de que sea demasiado tarde.
Les digo e insto a avanzar a paso redoblado, voy cargando a Itan hasta que este se recupere del todo.

Estaba claro que el tiempo era un factor crucial. Le había faltado poco al elfo. Llevar el musgo a la anciana era lo primero que debían tener en mente y estaba de acuerdo con el guerrero debía continuar a pauso raudo.
- Si estás recuperado Itan continuemos que la anciana y la curación nos espera.
Fija la mirada sobre Artros, se podía leer en sus ojos la angustia, él sería el próximo su vida pendía de un hilo.
- Vamos, el Hacedor ayuda a los que también se ayudan corred.

Por suerte, Artros no parece afectado por el mal, de momento. Así que emprendéis el regreso de forma apresurada. Un tímido sol asoma entre las nubes y a ratos se ven retazos de cielo azul.

A un lado del camino podéis ver cuatro espadas clavadas sobre montones de tierras recientemente removidos y unos centenares de pasos más allá un montículo de lo que parecen cuerpos amontonados y achicharrados.

Un hombre está agachado junto a una de las espadas.