Partida Rol por web

Urkenethets escucha la pregunta de su compañero eclesiástico. Medita.

Bueno, tal vez sea conveniente que acompañes a Este buen señor hasta que entregue el género.

Sería una desgracia si esto cayera en manos ajenas.

...¿Acompañarme? Bueno, parece un hombre sabio, a lo mejor puedo tener una buena conversación con él...

Cierro la bolsa algo frustrado, así a simple vista no sé lo que contiene la bolsa, pero lo trataré con cuidado, si el sumo sacerdote manda a un hombre para acompañarme debe ser importante. Mis andanzas de la noche anterior me vienen a la cabeza y un escalofrio recorre mi espalda, sacudo la cabeza para quitarme esos pensamientos de la cabeza y me guardo la bolsa bajo la ropa.

... Será solo una coincidencia...

Levanto la mirada y miro a los dos hombres.

- Nadie lo sabe, no se preocupe - Le digo a Urkenethets. Quería preguntarle como puedo saber si es auténtico, pero como no sé que es exáctamente tampoco quiero que sospeche de mí. Mejorme callo y le pregunto a ella.

- ¿Vamos?- Hago un ademán con la mano hacia la puerta para darle a entender a Anhknut que me siga si quiere.

Al levantarse Eban, el Estigio hace lo propio y le acompaña a la puerta.

-Que la fuerza de la Diosa esté con vosotros. Namaste, y Buena suerte.

Anhknut está dudoso, no sabe muy bien que hacer o decir, y su superior lo nota perfectamente.

-Hijo mio... Deseas acompañar a este buen hombre?

Anhknut se debate está claramente interesado, sobre todo picado en su curiosidad por el contenido de la bolsita y el extraño comportamiento de su superior en los últimos tiempos, así que no tarda en contestar.

- Sí, lo haré. Quizá mis conocimientos puedan ser de ayuda.

 Hace ya un día entero que atravesaste los muros del templo, a petición de tu superior eclesiástico.

Las sospechas de que algo ocultaba Urkenethets ahora habían sido corroboradas por aquel extraño, Ahmed.

Podía ser cierto? El templo de la diosa Derketo profanado con esa corrupción y avaricia? Aquella muchacha, Perla, a la que el sumo sacerdote le tenía tanto aprecio, era una asesina y una manipuladora? Habías estado todo este tiempo engañado?

Todas esas preguntas te pasaban por la cabeza mientras recorrías el pasillo principal del templo, en busca de respuestas.

Primero por el jardín. Frondoso y exótico. Muchas de las plantas y hierbas que crecen allí no se encuentran en ningún otro lugar del Reino de Zamora. Posiblemente tampoco en los vecinos.

Después, dentro, en la sala de columnas, donde las confesoras limpiaban de pecados a aquellos que lo solicitaban, y lo pagaban. Todo aquello envuelto en una nube de humo que salía de las grandes pipas de agua.

Anhknut caminaba por las familiares salas que formaban el templo y, sin embargo, tenía la sensación de recorrerlas por primera vez. Tal era la desazón que anidaba en su alma. No es que desconociera los tejemanejes que existían en una ciudad como aquella, la verdad. Pero pensaba que, con todos los fallos y rarezas que su superior pudiera tener, no era un estafador ni un asesino, directo ni indirecto.

Por otra parte, a alguien como Anhknut no le gustaba andarse con subterfugios, pero temía aparecer muerto en cualquier callejón si iba con la verdad por delante y no tenía cuidado... Así que, mientras se encaminaba al aposento del sumo sacerdote, meditaba cómo encarar las cosas con él...

Tras dejar que su mente fluyera libre de ataduras conforme caminaba por los pasillos del templo, el estigio decidió no ser demasiado brusco con su superior, pero sí directo. Le interpelaría en lo concerniente a su relación con la tal Perla, que había resultado ser, como su nombre parecía indicar, una auténtica "joyita". Anhknut también le preguntaría por las acusaciones de su participación o, al meno, connivencia con asesinatos y demás lindezas de las que le habían hablado.

Sin más, llamó a la puerta de Urkenethets y esperó su respuesta desde el otro lado...

La puerta de madera sonó. No unos fuertes golpes, sino unos golpecitos suaves con los nudillos, mas propios en un templo.

Al principio no recivieron respuesta.

Tu tensión augmentaba por momentos. Volviste a llamar, ahora, mas enérgicamente.

-Si, adelante.

Abres la puerta.

La misma cámara a la que viniste hace unos días con Eban y donde empezó todo esto. Libros y pergaminos se agolpan en las estanterís y en la mesa de estudio sobre el atril.

Algunos frascos de especies alquímicas, inciensos, componentes de rituales religiosos... Lo de siempre.

-AAh... Anhknut! Su voz es profunda y solemne, con fuerte reverberación, que parece llegar de algún lugar mucho mas profundo que su garganta*

El Sumo sacerdote de Derketo se levanta de la silla en la que se encuentra y sale a recivirte.

-Me alegro de verte de nuevo, hijo mío.

Lleva puesta su habitual túnica roja y dorada, con una capucha que se retira para hablar contigo, dejando ver su cabeza rapada y sus ojos profundos.

Urkenethets te abraza fuertemente entre sus brazos. Aunque ya viejos y cansado por la edad, goza de buena forma física. Regalos de la Diosa, acostumbras a pensar.

-Adelante, adelante hijo mio. Te invita a sentarte a su mesa. Tras pasar, cierra la puerta de nuevo.

Aparta algunas cosas de la mesa y se sienta frente a ti.

-Dime, Anhknut, cómo estás? Me preocupé cuanod no viniste a dormir esta noche al templo. Cómo se encuentra Perla? Qué nuevas me traes?

- La verdad, no sé muy bien cómo está Perla, aunque sí puedo decir cómo es... y no me refiero a la parte física, sino más bien a que se trata de una manejante, mentirosa e intrigadora. Pero eso no la convierte en nadie destacable en esa ciudad. Lo que sí lo hace es que se trate, asimismo, de una asesina, o contratadora de asesinos, al menos. Y lo peor de todo es que creo que vos lo sabíais hace muchísimo tiempo...

Anhknut espera, tratando de observar con atención las reacciones del sumo sacerdote con objeto de ser capaz de detectar una potencial mentira...

Urkenethets te mira con los ojos bien abiertos, tan perplejo como interesado en tus palabras. Lo que le dices no le supone ninguna sorpresa, pero si tu reacción.

-Hijo mío, siempre has sido regio en tus palabras. Me duele que me acuses de ese modo.

Aun así, te entiendo. Es cierto que debí haberte contado todo esto mucho antes. Lo siento de veras. Pero ahora que vienes a mi, te lo explicare.

Y por tu aprecio a la economía de palabras y por el mío hacia ti, seré breve y conciso.

El sacerdote se incorpora de su silla y camina hacia el otro escritorio que hay detrás de la mesa a la cual estáis sentados. Empieza a buscar algo.

Tus sentidos están alerta, tanto por tratar de leer su rostro en busca de mentiras como por una posible reacción ofensiva. Ya no sabes como puede comportarse Urkenethets después de haberte ocultado algo así tanto tiempo.

Recuerdo cuando llegó Perla llegó a mi. Dice con nostalgia. En aquel entonces tu todavía no habías llegado a la ciudad, y este magnifico templo de Derketo y Koptos no era mas que un sueño en mi mente.

Ella era nueva en la ciudad. Escapó de Zíngara por la guerra para acabar esclavizada en Shem. Que terrible paradoja. Yo la compré, a ella y a tres chicas mas. "-Dos Lunas Doradas y te harán el hombre mas feliz del mundo". Je je je. Y tanto que me han hecho.

Perdón hijo. Me desbio del tema.

Entre ellas cuatro y yo fundamos la primera iglesia de Derketo. Un pequeño templo en las afueras del desierto. Las liberé, las convertí en sacerdotisas. Y con el tiempo, construimos este templo.

Pasaron los años, para todos, y a medida que envejecíamos cada uno quería tomar su camino. Lo cierto es que las hierbas y plantas que cultivo en los jardines del templo daban bastante dinero. El Loto Negro solo crece en las selvas mas espesas y profundas, pero gracias al don de Derketo podemos cultivarla aquí. Ahorrarnos los portes hace que negociar con el sea algo mucho mas provechoso. Suficiente como para contratar confesoras nuevas, otras chiquillas descarriadas a quienes mostrarle el camino de amor a Derketo, así que Perla se marcho.

Urkenethets regresa a la mesa contigo, portando un pergamino en sus manos.

Y ahora llegamos a la parte que te trae hoy aquí.

Hace cerca de un mes, este papiro llegó a mis manos. Perla y yo seguíamos en contacto frecuente. Ella trataba de inmunizarse al loto negro, y acabó volviéndose adicta, por lo que quedábamos a menudo. Así que lo compartí con ella.

Como llegó a mis manos es otra historia.

Lo desenrolla sobre la mesa. El papiro está cubierto por grabados y jeroglíficos, pero se trata de una lengua de la que apenas conoces algunas palabras. La madre de todas las lenguas habladas en estos tiempo. El Akeronio. La lengua que los demonios y los hombres serpiente. Te costaría varios días legar a comprender que pone exactamente. En el centro del pergamino hay un dibujo muy simple de una mujer alada. Lleva una corona, un cetro, un collar y un anillo.

Esto es una copia de una de las páginas que Skellos dejó en su libro.Me llevó días traduciéndolo todo pero al fin lo comprendí todo.

Todo lo que estamos haciendo es por el templo, y por la Diosa Derketo. Vamos a traerla de nuevo a este mundo.

Puedes ver como sus ojos están llenos de ilusión y de esperanzas.

Hijo mío. No crees que valga la pena? Las víctimas son un mal necesario, y no hemos quitado a nadie de en medio al que se le vaya a echar de menos por su bondad. Podremos limpiar la ciudad de maldad, de corrupción, de falsos dioses, de infieles, y llenarla de amor.

Volver a traer a nuestros antiguos dioses, a los hijos de Set a la tierra. Dime hijo, No vale la pena?

Anhknut mira el pergamino interesado pero, a la vez, con desconfianza, del mismo modo que lo haría con un animal que muy peligroso que se mostrara tranquilo... por ahora.

- Tendría que estudiar el pergamino yo mismo. Pero, incluso si las cosas son como vos creéis y el pergamino pudiera permitir traer a Derketo a Hyboria de nuevo, es posible que Perla no esté tratando de lograr lo mismo que vos. Yo mismo pude perfectamente morir en medio de las maquinaciones de esa mujer. Salvo que penséis que yo también soy otro de esos a los que no se echará de menos si desaparecen, creo que no estáis en lo cierto en cuanto a lo que se puede hacer por un fin deseable: hay límites que no deben traspasarse.

Mientras ganaba tiempo hablando y examinaba el pergamino, el erudito intentaba por todos los medios fijarse en los detalles de la expresión corporal del sumo sacerdote que pudieran indicarle si decía o no la verdad. Y, si no era así, cuáles eran sus auténticas intenciones.

Cita:

Cuando Perla te ha puesto en peligro a ti?

No miente. Dice lo que dice totalmente convencido de que es cierto.

Hijo, todo esto es por un bien mayor. Perla lo sabe, y es fiel al culto, a Derketo y a mi.

Solo espero que sepas perdonarme que te lo ocultara. Y que entres en razón. Únete a nosotros. Por favor.

Lo que pase ahora es solo decisión tuya, pero no hay duda de que Urkenethets está convencido de lo que dice.

Seguirás con tus hasta ahora compañeros, tratando de evitar asesinatos?

Te unirás a Perla y a tu superior para lograr la gloria de tus dioses?

Hay una lucha en tu interior, y solo tu puedes decidir.

Anhknut está realmente anonadado por la magnitud de lo que el Sumo Sacerdote intenta lograr y, en parte, quizá también desbordado. Y confuso, puesto que realmente es un fiel de Derketo. Así que se ve tentado de aceptar su propuesta. Sin embargo, tras pensar durante unos segundos, se da cuenta de que el plan de Urkenethets incluye asesinar gente que, quizá, se lo merezca, pero también a otros. Además, no se ve capacitado, ni cree que nadie lo esté, para decidir quién debe morir: al menos, no a esa escala ni como consecuencia de una defensa propia. Además, traer de vuelta a los dioses, si sólo se tratara de Derketo.... quizá. Pero supone, y conforme lo piensa está más seguro de ello, que la vuelta de los dioses supondría la destrucción del mundo, y de quienes en él moran.

- No puedo transigir con esto, Urkenethets. No creo que podamos decidir quiénes se merecen morir por la causa, en primer lugar. Además, es incluso posible que los pergaminos hayan sido interpretados incorrectamente, con lo que habríamos matado a mucha gente sin objeto, porque sea imposible lograr lo que pretendemos. Además, pienso que si los dioses tomaran forma física, quizá TODO el mundo moriría como consecuencia. Así que no puedo aceptar. Me quedo con mis compañeros, así de simple.

Urkenethets te presta toda su atención. Escucha todas las palabras que dices mirándote a los ojos, y asintiendo con la cabeza a cada pausa que haces. Se nota que esto es algo muy importante para él, y que pese a todo, te tiene un grandísimo aprecio.

Una vez que has acabado. Urkenethets suspira, baja la mirada y se incorpora.

-Hijo, siento de veras que no puedas ver tan clara como nosotros la llamada de la diosa Derketo. Nada me llenaría mas de gozo si tanto tu como tus amigos vierais esta verdad, y os unierais a mi. Pero has tomado una decisión, y la respeto.

Aun así, el momento de los dioses ha llegado. No puedo demorarlo. Su viaje desde mas allá de las estrellas ya ha empezado. Y esta noche debe estar todo preparado para su llegada. Es por eso que no puedo permitir que nos detengáis.

Ya se que no cuento con tu apoyo, hijo mio, y eso me duele. Pero, debo considerarte un enemigo?

Tras reflexionar visiblemente durante unos instantes, Anhknut termina por contestar:

- En primer lugar, creo que la venida de TODOS los dioses no sería demasiado buena para nuestro mundo. Derketo, a la que ambos adoramos, es una cosa, pero, ¿qué me decís de muchos otros dioses adorados por algunos de nuestros conciudadanos? Algunos de ellos son la pura encarnación del mal por el mal: ¿también deseáis que ellos se presenten aquí, por así decir?. Espero que no...

Tras esa explicación, el estigio parece ponerse a pensar de nuevo en el asunto. Por una parte, como acaba de decir, no le convence el asunto. Aunque ni siquiera está seguro de que aquello de lo que le habla su superior sea posible, siquiera. Además, ¿qué es eso de que "su viaje desde más allá de las estrellas ya ha empezado?

- En cualquier caso, mi fé en Derketo es inquebrantable. No seremos enemigos si vuestras actividades no afectan negativamente a mí ni a mis amigos. Y, si lográis traer SÓLO a Derketo, os presentaré mis disculpas y seré el primero en reverenciarla en nuestro mundo.