Partida Rol por web

Caía una llovizna constante que lo empapaba todo.

Cleo temblaba mientras iba a la tienda de antigüedades. A pesar de su chaqueta y los brazos cruzados sentía las manos heladas y las tripas le rugían como si no hubiera comido en días. Tenía la sensación de que la seguían pero por más que miraba no podía ver a nadie.

Yakub la encontró en la puerta como un pajarito empapado.

Yakub había terminado de revisar las cosas de su taller para terminar de confirmar que no faltaba nada más además de la susodicha llave sustraída. Entonces bajó a la tienda para comprobar que tampoco faltara nada de allí y para esperar a Cleo. de forma instintiva preparó una tetera con hoja de sauco. El sabor no era el mejor pero si como sospechaba había tomado alguna droga fuera de las normales estaría bastante indispuesta. El te de hoja de sauco era perfecto para eliminar toxinas del cuerpo mediante la orina así como por sudoración.

Lo dejó calentando y preparó un par de tazas en la mesita de las visitas. El juego era bastante bonito, de color tierra y blancos con unos ribetes dorados. Puso también algo de azúcar pues era probable que fuera demasiado amargo para la muchacha... y esperó.

-¿Señor Yakub?- Cleo estaba temblando, no sólo por la ropa mojada, sino por aquella angustia que la llevaba persiguiendo desde que saliera del local de la señora Katun. Se adentró en la tienda, y casi se echó en los brazos del anciano, como una niña pequeña buscando el abrazo protector de sus padres o sus abuelos.

-¿Pu.. puede alguien.. convertirse en Rakshasa?- Murmuró.

Yakub recibió el abrazo de Cleo con extrañeza. No lo rechazó, pero había pasado mucho tiempo desde una muestra de afecto o similar. Tras los primeros segundos incómodos correspondió con un fuerte apretón paternal. Entonces la separó y la miró a los ojos negando con la cabeza.

— No querida. Tranquila —

Dijo llevándola a la mesa y sirviendo un poco del té que había preparado. 

— Bebe. Te sentará bien. Quizá quieras un poco de azúcar... está un poco amargo — 

Sin esperar repuesta puso un par de terrones en el vaso y lo removió. Seguidamente él se preparó otro igual pero con un solo terrón. La observó y le sonrío.

— No te preocupes. Mañana o pasado estarás como nueva. Lista para una nueva aventura —

El anciano ya había reprendido a la muchacha por el tema de las drogas. No creía ni oportuno ni provechoso hacerlo de nuevo. En su lugar se mantuvo en silencio. Sentado al lado de Cleo. Ya estaría pasando suficiente. 

Cleo se sentó y tomó la taza. Hizo un gesto con el rostro por lo amargo de la bebida, pero no se atrevió a poner más azúcar. -Es que...- Empezó la chica, quien comenzó a dar vueltas al té con la cucharita. Tragó fuerte, lanzando una mirada de reojo al hombre, antes de volver a bajar la mirada al té. -... ocurrió algo esta noche...-

Avergonzada, la fotógrafa relató con detalle lo ocurrido en el local, el cómo parecía haber salido de un trance para descubrirse en esa situación, y cómo la ansiedad por seguir comiendo la había estado consumiendo de angustia y terror. -Hace unos días me preguntó si deseaba ser parte de ellos. Si deseaba convertirme en algo sobrenatural. Mi respuesta es, y siempre fue desde que decidí venir, no. Pero tengo miedo... ¿Es... es muy tarde para mí?- Dijo, sus ojos humedeciéndose. ¿Había traspasado la línea que se había prometido no cruzar?

Yakub negó con la cabeza.

— No lo se. — Sentenció mientras se levantaba. Lo cierto es que no lo tenía claro... pero ya habría tiempo para averiguarlo y lidiar con la respuesta en caso de no ser la deseada.

— Acompáñame arriba por favor. Quiero hacerte alguna prueba. Depende de la droga que tomaras puede ser una reacción normal dependiendo de como te haya afectado. Quizá podamos hacer de alguna otra forma que te encuentres mejor. —

Miró a Cleo y se terminó la taza de té.

— Termina primero la taza de té. Te sentará bien y hará que comiences a sudar las toxinas. —

Aquella respuesta, aunque honesta, llenó más de angustia a Cleo, quien se limpió las mejillas mojadas con la manga de su chaqueta. Asintió a la petición del señor Yakub, y apresuró la taza de té. Luego se puso en pie, y obedientemente le siguió.

Yakub condujo a Cleo a su taller. Ya había estado, incluso había dormido allí. Así que no había nada nuevo. Abrió un pequeño armario y sacó toda una retaíla de suministros médicos. Comenzó por sacarle algo de sangre y mientras lo hacía Yakub sintió la necesidad de hablar con la muchacha, de animarla y apoyarla. 

— Cleo — Comenzó Yakub mientras clavaba la aguja — Se que este mundo que se ha abierto ante ti puede parecer tentador. Créeme, lo es. Pero también es peligroso. Y tienes que aprender a que todas esas tentaciones, todas esas... criaturas que lo pueblan. Van a intentar continuamente atraerte a su mundo, aprovecharse de ti. 

— Se que eres joven y se que puede ser tentador dejarte abrazar por todo ello. Pero has de tener mucho cuidado, porque cuando menos te lo esperes, cuando bajes la guardia... — Yakub guardó silencio unos segundos mientras el tuvo se llenaba lentamente. — Yo también fui joven, era un cazador. No uno especialmente bueno, pero si lo suficiente para llegar a viejo ¿sabes?. El caso es... — El veterano se iba por las ramas, sin saber muy bien como decir aquello. 

— Verás Cleo. Tienes que dejar tus sentimientos fuera de todo esto, amor, amistad, cariño... . A toda costa. Yo lo aprendí por las malas. — Cuando el tuvo se hubo llenado lo retiró con cuidado y lo dejó sobre una bandeja.

— Hace unos años estaba dando caza a una familia de vampiros. Cuando creía que había matado a todos y cada uno de esa familia de sanguinarios... apareció él. Solo era un crío. ¿Diez, doce? No aparentaba más. Esos degenerados habían convertido a un maldito crío y yo... no pude matarlo. ¿Midori y yo habíamos decidido ir a por un bebe sabes? Incluso en este mundo, creo que eso es un verdadero milagro. —

Conforme recordaba y hablaba los ojos del viejo no solo se empañaron, algunas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin que Yakub tratara de ocultarlas. 

— Una noche alguien se coló en la tienda. Bajé a ver quien era pensando que sería algún ladronzuelo de poca monta y cuando me quise dar cuenta... Midori había desaparecido. Había restos de sangre en la cama y una palma de una mano ensangrentada sobre las blancas sábanas. — Se froto los ojos con un pañuelo. — Era una palma de mano pequeña Cleo... aquel niño... aquel vampiro al que había dejado vivir por pena, por amor. Me arrebató todo lo que me importaba en este mundo. —

Suspiró levantándose y dando la espalda a la muchacha mientras metía el vial en una máquina que le daría algún resultado en pocos minutos.

Cleo guardó silencio, incluso olvidando sus propios temores, mientras escuchaba la historia del señor Yakub; parte de ella sintiéndose incómoda al ver al hombre llorar. -Eso... Eso suena terrible. Cuanto lo siento, señor Yakub.- Dijo con sinceridad. Mantuvo el algodón presionado sobre su brazo en el punto en que le había sacado la sangre.

Una pregunta vino a su mente, y no pudo contenerse antes de dejarla salir. -¿Cómo es que acepta estar cerca de Orion?- Dijo. -Me refiero... No sé si yo sería capaz de aceptar la presencia de una criatura que me recordara algo así. Si descubriera a mis padres muertos y supiera que habían sido vampiros...- Negó con la cabeza, sintiendo el frío recorrer su espalda, de pronto pensando en las consecuencias que sus acciones podía traer a sus padres. Tragó fuerte. Ellos estaban en Londres, nada malo les iba a pasar...

— ¿Acaso fue Orion el culpable? — Dijo Yakub recuperando su sonrisa y calma habitual.

— Si un perro te muerde la mano. ¿Deberías odiar o temer a todos los perros? — Negó con la cabeza — Orion es la prueba de que nadie es malvado por naturaleza. No digo que sea un santo — Añadió riendo mientras esperaba los resultados del análisis - Pero ha demostrado que no por ser un vampiro tienes que ir por ahí matando gente, desangrándola y todo eso... ya sabes —

Se quedó pensativo. Orion era el clavo al que el viejo se agarraba. Era la escusa y motivo por el que si encontraba a su esposa convertida en vampiro no la mataría al instante. El motivo por el que intentaría hablar con ella... recuperarla.

Cleo meditó sobre esas palabras. Aún no sabía qué pensar de Orion, aún podía recordar la conversación que habían mantenido en casa de sus abuelos, aquella actitud contradictoria que le impedía saber si debía tomarle en serio o si sólo estaba jugando con ella. Pero si el señor Yakub confiaba en él, y teniendo en cuenta que el señor Yakub tenía mucha más experiencia en la materia, ella haría lo mismo... hasta cierto punto.

-¿Hay muchos vampiros en Swansea?- Preguntó, mirando de reojo al señor Yakub.

— ¿Ahora mismo? Diría que no. Y los que hay se esconden lo suficientemente bien. Gareth y yo acabamos con bastantes de ellos en nuestros tiempos. O en mis tiempos...  Gareth parece que todavía es un cazador con plenas facultades. —

Contó entonces a Cleo las noticias sobre el grupo de vampiros que andaba por la ciudad sin entrar en detalles acerca de que podía tratarse del crío al que dejó vivir. Contó también acerca de la cazaría que se preparaba, el plan de ir al encuentro entre Owain y los vampiros para darles caza a todos y que Gareth iría con ellos además de otra cazadora...

— Si vas a venir quiero que estés siempre cerca mío, de Gareth o de Mayanin, la otra cazadora. Todavía estas aprendiendo y estar cerca de uno de nosotros aumentará considerablemente las oportunidades de sobrevivir además de que te servirá para aprender unas cuantas cosas. —

-¿Mayanin?- Los ojos de la chica se abrieron mucho. Oh no. -¿Mayanin Katun? ¿La señora Katun, dueña de Rashoi Waterfont?-

Eso explicaría el cuchillo... Ostras.

La lluvia golpeaba suavemente contra los cristales. 

Los análisis salieron limpios. Cleo estaba físicamente sana. Una inyección calmante bastaría para que pasara el síndrome de abstinencia y durmiera como un lirón. 

Mañana sería otro día.