Partida Rol por web

—¿Mi sobrino...? —dijo Tío Alister, apenas reconocible en su traje de combate de apariencia demoníaca, mientras descendía junto con su rehén hacia el Módulo Prisión.

—Es un alfeñique delgaducho, mujeriego, descastado, rebelde, testarudo, listillo, holgazán, orejudo, un obseso de la tecnología que provocó el Grito de energía psiónica en la galaxia y, además, se junta con muy malas compañías, ¿sabe?

Azuzó su lanza de energía hacia la napia de su víctima. Cualquiera le llevaba la contraria.

—Sospecho que es un hippy. Y un blandengue. Yo siempre digo que le ha salido a su madre, que es mi hermana, por cierto. ¿Le he hablado de ella? 

Tío Alister se detuvo un instante a escuchar el molesto hilo musical que reverberaba en el interior del ascensor.

—Esta música me desagrada... ¿No ponen vals a los alumnos en esta academia? Es una música solemne, como los soldados que la Stellaris debería formar...

—Oiga, por favor... Máteme ya... Se lo suplico... Pero no vuelva a hablarme de su árbol genealógico... ¡Siento que he envejecido dos años desde que empezó a contármelo! ¡Le prometí que le llevaría hasta el Módulo Prisión! ¡Tenga piedad de mííííí!

Era evidente a estas alturas de la película que el pique entre Drev y Faizer rozaba lo legendario con solo verles avanzar por los pasillos del laboratorio. ¿Que Drevlin avanzaba dando volteretas al más puro estilo Solid Snake? ¡La ingeniosa Faizer se agenciaba un carrito surtido de probetas y lo empleaba como cobertura móvil! ¿Que Faizer se detenía en una esquina y alzaba un puño en alto pidiendo a sus compañeros que se congelasen en el sitio con una característica mueca hardboiled? ¡Drevlin improvisaba con un jirón de bata de uno de los finados una bandana blanca con la que parecía un guerrero ninja funkotroniano!

Pero cuando la chromita empezó a exhibir sus dotes militares para la organización de una escuadra, Drevlin abrió la boca de forma desmesurada.

—Es taaan brillante... TAAAN MAGISTRAAAAAAL... Formación en X... Lowdown and Dirty... ¡UH! ¿¡Pero qué ven mis ojos!? —Drev codeó a Pinky a la altura de las costillas un par de veces cuando su hipervitaminada imaginación le alertó de lo que Faizer estaba sugiriendo realmente a Petrosky, el peludo y macanudo mecánico de esa formación emergente que eran los Space Cowboys.

—Pinky, ¿ves lo que yo veo...?

—¡¡¡ES LA CATAPUUUUULTA INFERNAAAAAAALLLL!!!

No se planteó lo surrealista que sería catapultar al lombax al conducto de ventilación y las posibles contusiones que sufriría en el proceso, pero la idea le sedujo tanto que no pudo evitar aplaudirla con fervor. Con tanto, de hecho, que se le escapó un salivazo justo a las lentes tintadas de Pinky.

Pero así era Drevlin. Puro entusiasmo.

Los conductos de ventilación se ramificaban siguiendo el diseño de los pasillos del laboratorio, pero solo permitían avanzar rumbo hacia los departamentos de Análisis e Investigación o en sentido contrario hacia los Almacenes.

La utilidad práctica de infiltrar a un miembro del equipo en el conducto -uno que cupiese, entiéndase- residía en el factor sorpresa del que el grupo podría gozar en un hipotético enfrentamiento como también para reconocer la zona.

Petri se maldijo por aceptar el dudoso honor de ser el operativo en misión de reconocimiento, pero Faizer era tan vehemente dando órdenes que casi le recordaba a su tío dándole instrucciones de pesca en su planeta natal. Además, el pequeño lombax se podía mover con mucha soltura en los conductos, algo que ninguno de sus compañeros habría podido conseguir, a buen seguro.

A través de los canales de omniherramienta sintonizaron el canal compartido cuyo nombre del grupo, pensado para la ocasión, era "Phunk Sunrise", seguido de un emoji de un señor de mediana edad con mostacho. ¿Por qué ese emoji? Este Narrador no imaginaba la oscura razón que podría responder a tan enigmático interrogante.

Fuera como fuese, los Space Cowboys no estaban preparados para lo que iban a descubrir a continuación...

Reptando por el interior del conducto de ventilación, Pietro alcanzó los laboratorios centrales de Análisis e Investigación, un área equipada con todo tipo lujo de artilugios y maravillas de la tecnología que él jamás habría imaginado. Todos los alumnos sabían que la Stellaris invertía en ciencia y tecnología, pero ninguno había tenido acceso a aquellas instalaciones. El presupuesto que precisaba el mantenimiento de un laboratorio como aquel escapaba a la imaginación financiera más salvaje. Pero lo que verdaderamente estremeció a Pietro fue que, bajo aquel laboratorio, había una planta adicional: la tercera.

El lombax no pudo más que empezar a dar crédito a la alocada historia de Drevlin sobre los oscurísimos propósitos de Ehrmentraup por la sencilla razón de que, como su tío Alister solía decir: ningún megalaboratorio de dos plantas subterráneas se financia con dinero honrado.

Pero lo que desencajó la mandíbula a nuestro Petruccio, y por extensión a los Space Cowboys que avanzaban implacables bajo las quirúrgicas directrices de la chromita Faizer, fue contemplar la escena que tenía lugar en el laboratorio central.

Otra docena de cadáveres regaba el suelo con su sangre. Esta vez, las batas blancas eran testimoniales. La mayoría de los cadáveres portaban un traje NBQ e iban armados, aunque eso no pareció determinante para garantizar su supervivencia. Un científico se arrastraba por el suelo con una rodilla reventada por una descarga de una pistola de energía, dejando un rastro de sangre a su paso. Tras él, una figura caminaba inmisericorde con una sonrisa esculpida en el rostro.

La sonrisa de la venganza.

Rodeada por un aura de electricidad estática que erizaba sus cabellos negros como el azabache y un brillo violáceo en sus ojos rasgados, Andrómeda pisó al científico a la altura de la rótula herida. Lo hizo con saña, con crueldad infinita. A cambio, su víctima lanzó un chillido estremecedor que pareció complacer sobremanera a la joven.

—No hay escapatoria de mí... Ninguno de vosotros tenéis opción. Ahora, doctor Yamaguchi... Entrégueme la tarjeta. No dilate lo inevitable. 

El científico se giró, su rostro enmarcado en una mueca agónica y desesperada. Alzó una mano mientras balbuceaba suplicando clemencia con una vocecilla chillona, petición que Andrómeda, lo sabía, no iba a concederle.

—¡Por favor, no me mate! ¡Soy inocente! ¡Y tengo familia!

—Lo dudo mucho.

—¿Lo de la inocencia? ¿O lo de la familia?

—Ambas cosas. —sentenció Andrómeda, dispuesta a ejecutarle y a quitarle lo que buscaba de su frío y parcialmente volatilizado cadáver.

Y entonces, llegó ÉL.

Drevlin voló por los aires en acrobático salto para caer deslizándose por el suelo del laboratorio central y apuntar en perfecta y cinematográfica sincronización a Andrómeda con su humming-gun.

—FREEZE, MADAFAKAAAAA... Wait... ANDRÓMEDA?!

A Drev le siguieron Faizer, Boogie, Pinky y MAX, que no olvidemos estaba planteándose despegarse el mostacho del labio superior y emplearlo como arma arrojadiza dada la carencia de armas de fuego utilizables que había en aquel campo de batalla.

—¡TIRA EL ARMA! —gritó el funkotroniano, con una buena línea de tiro sobre la explosiva mestiza pero confuso hasta la náusea con lo que estaba aconteciendo.

Andrómeda se giró con una torva mueca en su afilado y arrebatador rostro. Sus ojos chispearon, lanzando destellos que advertían del peligro que corrían los Cowboys compartiendo habitáculo en ese preciso instante con su avatar de la guerra.

Andrómeda era mucho más que una brillante cadete en la Stellaris, eso era palpable. Chasqueó los dedos tras escuchar a Drevlin ordenarle que bajase el arma, y con ese pequeño gesto bastó para que una docena de armas se alzasen levitando en el aire, sus cañones orientándose hacia el funkotroniano y los Cowboys como si de un pelotón de fusilamiento se tratase.

—¿Cuál de ellas...? —siseó mientras sus ojos refulgían con un brillo homicida.

—Oh, no... —Drevlin entendió al instante el calibre de la amenaza. —Es una GUNMANCER...

La situación estaba controlada. Al menos todo lo controlada que un aloheño podía percibir y por lo tanto, la aleatoriedad de los acontecimientos venideros era cuanto menos peligrosa. No obstante, MAX STAR no sentía miedo alguno ante tan airada mujer. Las mujeres eran su especialidad y aunque se tratara de una "necromancer" o lo que carajo hubiera dicho el bueno de Drev, no se podría resistir a sus encantos. 

Su pelazo desordenado, su camisa aloheña táctica, su mirada penetrante y casi estrábica y sobre todo, su perfecto y recortado bigote táctico eran evidentemente irresistibles para cualquier ser orgánico o inorgánico-mineral-consciente, que gozara de hormonas femeninas o similar. Por ello, MAX STAR, desoyendo a su propia cordura (que no le quedaba demasiada) y posiblemente a todos sus sistemas de alarma internos, se acercó con determinación hacia aquella mujer de armas tomar, y nunca mejor dicho.

Y fue entonces cuando le dedicó su mejor y más seductora sonrisa.

- ¿Por qué estás tan enfadada, muñeca? - Le preguntó con voz conquistadora y profunda.

Faizer se quedó alucinada ante aquella visión de su ídolo en estado psicótico. Por muy alocadas que pudieran haber sido sus desvaríos y suposiciones respecto de Andrómeda nunca habría imaginado que no solo tuviera instintos asesinos sino también una capacidad para la destrucción sin precedentes. - ¡JA! ¡FAIZER LO SABÍA! - ¿Qué exactamente? Pues no lo tenía claro. Desde luego no sabía que Andrómeda estaba desequilibrada y en cierto modo se sintió decepcionada. Ella había supuesto que Andrómeda era una super agente secreta. Pero no. Tan solo era una asesina en potencia con objetivos difíciles de descifrar en este momento. Porque no parecía que trabajara para Ehrmentraup dado que estaba destrozando su laboratorio y matando a sus científicos. ¿Para quién trabajaba? ¿Era posible que fuera por libre? ¿Y por qué estaba montando aquel cisco? ¡Ella debería ser la heroína de la historia, no la villana! ¿QUÉ ESTABA PASANDO? 

- ¡Drev, vas a conseguir que te maten, idiota! - Faizer se lanzó al suelo y pegó su espalda contra el frío metal de una mesa de laboratorio. A su lado yacía el cuerpo destrozado de un científico. Por encima de toda aquella destrucción, Faizer escuchó la voz de Max que intentaba ¿ligar con Andrómeda? - Pero ¿qué demonios...? - Desde su cobertura Faizer observó con los ojos como platos al loco de Max Star avanzar hacia la mujer más armada y peligrosa que ese insensato había visto en toda su vida. Lo iba a devorar y a escupir sus huesos y el muy idiota ni se daría cuenta. Con horror Faizer miró a sus compañeros, a sus mejores amigos. Al menos Pietro estaba en los conductos superiores. Faizer rezó para que no se le ocurriera hacerse el héroe. Pero Boogie, Max, Pinky, Drevlin. Dios mío, iban a morir. Faizer lo supo con la misma claridad con la que sabía que no podía permitirlo. Avanzó tras la mesa hasta tener a la loca de Andrómeda en su línea directa de visión, tomó aire y tensó sus músculos que se perfilaron bajo la piel. El subfusil colgaba a su espalda. Con el ojo entrenado de una experta en tácticas de combate Faizer vio un brazo articulado mecánico que pendía inerte justo en su trayectoria y sonrió. Sintiendo el pulso acelerado y aprovechando la mirada asesina que Andrómeda estaba dedicándole a Max la joven echó a correr. Con un salto se enganchó al gancho del brazo articulado que, guiado por su impulso, giró directo hacia su objetivo. Con el grito chromita de la guerra saliendo de su garganta se soltó de su agarre para caer en carrera y placar con todas sus fuerzas a aquella femme fatale que amenazaba con acabar con todo lo que le importaba en este mundo. 

Pinky se arrojó de un salto tras un tabique de cosos que casualmente estaban allí para que quien disparase no le diese en ese preciso momento y quitó el seguro de su pistola, volviendo a ponerlo por equivocación y quitándolo una segunda vez que necesitó de una segunda intentona. Definitivamente la Pandoriana estaba gafada, ya que, cuando quiso darse cuenta, estaba haciendo juegos de manos que nada tenían que ver con el intentar disparar un arma de fuego.

- Coño, si yo de esto sabía ¿O era de aquello otro?- Dudó en voz alta, mientras miraba a la imponente Andrómeda avanzando amenazadoramente hacia sus compañeros. - Tío, o tío, si solo hubiese dicho que sí cuando el sargento Highway me había insistido en que asistiese a sus lecciones de tiro de los sábados por la mañana.

No terminaba de saber cómo iban a salvar el culo, pero Julietta overdrive era una visión que podía hacer que se fuese al otro lado con una sonrisa picarona en los labios. Maldita sea, sería una gunmancer, pero era la gunmancer más cañón del espacio espacial.

Jodidos se quedaba corto... Lo siguiente...

A Pietro se le paró el corazón durante un momento. Bueno, no exactamente parar, más bien romper en mil pedazos en el transcurso de unos segundos de agonía infinita. ¡Andrómeda! ¡La asesina era Julietta Andrómeda! ¡La mujer de sus sueños y futura señora Equinox! Maldita sea... De verdad que habría preferido encontrarse un ejército de tíos Alister cabreados y llamándole pimpollo al unísono antes que eso.

Pero lo peor era que ahora tenía que verse obligado a elegir entre sus amigos y la mujer de sus sueños. Joder, ¡ya se lo podían agradecer en condiciones! Porque no todos los días uno elegía voluntariamente perder la oportunidad del amor verdadero. Maldita fuera su conciencia, que le hacía imposible elegir algo que no fuera ayudar a sus compañeros...

Así que, con toda la rapidez de movimientos que le permitía el estrecho espacio en el que se encontraba, Pietro saltó desde el conducto de ventilación hasta los perfectos y redondeados hombros de Andrómeda. Le tapó los ojos a la mujer, para evitar que pudiera apuntar a sus compañeros, mientras decía:

 -¡Baja las armas, Andrómeda, por favor! ¡No queremos hacerte daño ninguno de nosotros!

Bueno, él al menos no quería hacerle daño. Y probablemente Max tampoco. Pero no podía poner la mano en el fuego por los demás... De hecho, Faizer estaba viniendo hacia ellos a toda velocidad, con su cara de camorra puesta. No, no estaba pensando de verdad en... ¡AY MADRE!

One more time...

El Narrador no había solicitado una tirada de salvación por Destreza por nada a sus valientes héroes... Las armas que parecía controlar mentalmente Andrómeda estaban listas para abrir fuego, y eso fue lo que hicieron.

UNLEASH HELL!

Una lluvia de proyectiles cayó sobre nuestros héroes mientras se deslizaban por el suelo buscando a la desesperada una cobertura con la que evitar el cultivo de malvas ad aeternum. Cada uno, eso sí, en su estilo.

Todo sucedió tan rápido, que solo podía narrarse en una muy peliculera escena en slow-motion.

Drevlin rodó cual croqueta funkotroniana ocultándose tras una mesa de laboratorio al tiempo que los microscopios y las probetas estallaban en mil pedazos en una lluvia de metal candente y neoplástico endurecido. Al agente secreto con más funk en vena no le daba seguridad disparar su humming-gun en aquella situación porque, al igual que Petruccio y MAXIE, para él Andrómeda no estaba en sus cabales y quizás -quizás- había una alternativa a la violencia más desatada.

Boogie, por su parte, dio una acrobática voltereta, impensable en un autómata como él, y cubrió con su espalda la línea de tiro que el armamento de la recién desvelada psiónica desplegaba sobre Pinky, a la que derribó al suelo para garantizarle cobertura con su propio armazón.

—Eh, nena... He pasado tanto tiempo buscándote... Pero la ciudad es tan grande... Y tu amor taaan pequeño...^TM

Era una frase hecha muy empleada por Boogaloogie cuando salvaba el día.

También un bonito momento de entrega y salvamento in extremis por parte de nuestro robot favorito.

Cantemos:

Ahem.

Centrémonos, que la catarsis del momento nos estaba nublando el juicio.

El bueno de MAX efectuó un planchazo mortal, derribando con su Pecho-Lobo^TM una estantería con una colección de muestras de diferentes partes anatómicas de dudosa procedencia y rebotando en su mullido vello pectoral, lo que le hizo encajar un disparo en su hombro que bien podría haber terminado alojado en su cráneo.

Un momento... Eso fue en un universo paralelo en el que el poseedor del mostacho intergaláctico más viril era _{minimum star}...

¡MAX SE LIMITÓ A ENTABLAR UN DIÁLOGO CON LA FURIOSA ANDRÓMEDA! 

Su bigotazo había sido suficiente para seducir a innumerables chatis a lo largo de sus años de estudiante en la Stellaris, pero Andrómeda era una belleza fría y letal cuyo corazón estaba oculto tras un número indeterminable de capas de asfalto y hiel -y cuya DC para ser seducida era un 14, por lo menos-. Apuntó a MAX con seis pistolones, dos rifles de asalto y una escopeta de repetición y abrió fuego con ensañamiento, dispuesta a desintegrar a nuestro aloheño favorito.

Pero justo en ese preciso instante... Algo sucedió. (*)

MAX comprendió que iba a ser volatilizado y su cerebro reptiliano primigenio -ese que nunca usaba- le impelió, de alguna forma, a forzar la curva probabilística... Y esquivar aquella tormenta de muerte por cáncer acelerado en forma de láser iridiscente.

Al tiempo que MAX ponía a prueba sus lumbares, su camisa hawaiana táctica dejó a la luz su cuarzo rosa mutante ubicado en su ombligo. Los fogonazos multicolores que emitía el arsenal de Andrómeda refulgieron en un caleidoscopio imposible con la piedra ventral del aloheño e hicieron brillar la habitación con un deslumbrante haz multicolor.

Ese fue el momento que Faizer Adara, alias la Ira de Chromos, como sería más conocida años más tarde, estaba esperando para mostrar a la galaxia por qué su padre le prohibió la práctica profesional del rugby en su planeta natal. La chromita cogió carrerilla tras su cobertura, exhaló dos nubes de vapor por sus fosas nasales, esprintó con poderosa zancada y desfiguró su rostro en una mueca de velocidad y rabia como si el placaje a Andrómeda fuera un WIN or GO HOME.

Lo más parecido al careto de Faizer al cargar contra Andrómeda.

¡Pero nuestro pelucho ingeniero lombax contempló la situación con su corazón desbocado! ¡FAIZER CARGANDO HACIA LA ZAGA DE ANDRÓMEDA A TODA VELOCIDAD MIENTRAS DREVLIN CHILLABA COMO UN MALDITO GROUPIE!

—¡Que me la mata! ¡¡QUE ME LA MAAAATAAAAAAA!! —chilló Petri al intuir la colisión de trenes. Así pues, decidió efectuar un ataque aéreo desde el túnel de ventilación y salvar a su enajenada amada porque, como el Tío Alister solía decirle...

—Los Equinox debemos perpetuar la saga de héroes legendarios para esta galaxia que se está yendo al carajo. ¿Entiendes lo que te digo, poyo?

Sí. Tío Al también le llamaba "Poysho" a nuestro sufrido y orejudo héroe.

Andrómeda era un ejército de una sola amazona sci fi movida por el carburante más poderoso de todos: LA VENGANZA. Pero claro, no contaba con una maniobra de distracción del bigotudo más temerario del sistema interplanetario y su rodante colega funkotroniano, un placaje frontal de una perturbada anaranjada como la cadete Faizer Adara, un despliegue musical sin reparar en gastos de Atractivo Boogie y su sempiterna musa de ébano, la Diva Pazuzu y, solo faltaba, quedar cegada por las hábiles manitas de Pietro.

Aquel laboratorio olía a héroes de los que ya no se hacen.

Pinky miró pícara a Boogie desde debajo pero era consciente de que todo aquello formaba parte de un cóctel de adrenalina, endorfina y otras cosas que terminan en -ina y no era momento de ponerse realemnte juguetona, así que le dió las gracias al androide con un beso al aire increíblemente sonoro que rompió la concentración de todo el mundo durante segunda y medio antes de tomar a su partenaire por sus sobacos de acero antes de deslizar sus manos en un grácil movimiento circular hacia arriba, saltando por encima de su crujiente cocorota de tornillo para hacer frente a Andromeda, caminando dos y hasta trs pasos realmente decididos hacia ella antes de separar sus labios y marfiles para soltar un dolido...

- Puta madre, nena... Nos parece genial que nos hayas abierto el camino hasta aquí, pero creo que se te han cruzado los cables con tanto pew-pew-psiónico y casi nos largas de en medio sin necesidad de... Que nos hemos presentado a los mismos exámenes de mierda y posiblemente hasta hemos bebido de los mismos vasos sin lavar en la cantina ¿No te hace que te echemos una mano en esta ola de furia desatada a la que estás llamando vida desde hace cinco minutos? Vamos, que todos hemos bebido los vientos cuando estos eran cortados por tus caderas cuando caminabas pasillo abajo y nos las hemos visto para no saltarte encima cuando coincidíamos en el ascensor y ahora nos sienta un poco mal que nos quieras borrar de tu agenda de una manera tan suciota y definitiva ¿Quieres que te rasquemos la espalda? ¿Pica en un punto al que no llegas?

Las capacidades de negociaición de Pazuzu no eran válidas para todos los escenarios, peor en ocasiones lograban peculiares resultados, no lo esperados, pero lo suficientemente cercanos como para que la pobre no se acomplejara.

El lombax respiró hondo, restaurando el ritmo respiratorio que había parado cuando vió a Faizer abalanzarse sobre Andrómeda y él mismo. Por algún tipo de milagro cósmico, nadie había salido herido y el ataque de Julietta había parado. Por el momento. Ahora era ese punto de inflexión en el que podían frenar el ataque por completo o cagarla totalmente y provocar que aquella belleza guerrera les convirtiera en coladores.

 -Julietta, escúchame, por favor. No queremos hacerte daño. De hecho, estoy seguro de que todos tenemos un objetivo común. Cuéntanos qué haces aquí. Y tal vez podamos ayudarte.

Empleó su tono más conciliador sin caer en lo excesivamente empalagoso. Intentaba camelarse a Andrómeda, pero no de la misma manera que se camelaba a sus conquistas. No, intentaba evitar que les viera como enemigos. Porque teniendo en cuenta las habilidades que se gastaba esa mujer, más les valía no volver a la gresca con ella. ¡Porque la suerte se les iba a terminar más tarde o más temprano! Y por descontado que no pensaba quitarle las manos de los ojos hasta que estuviera seguro de que estaba tranquila y sin rastro de ira homicida. ¡Que era un seductor, no un gilipollas!

El hecho de que Pinky viniera a ayudar con las negociaciones sirvió para reforzar las palabras de Pietro. El lombax asintió a su compañera y encantado de la vida le habría alzado los dos pulgares, pero por cuestiones obvias no pudo, así que se conformó con dedicarle una sincera sonrisa.

 -Gracias Pinky, eso es lo que quería decir, que somos todos compañeros. Así que, cuéntanos qué ha pasado. Por favor.

Al igual que Pietro, MAX STAR era todo un seductor, pero se diferenciaba de él en una cosa, él si era gilipollas. Aunque ciertamente esa reflexión no venía a cuento en estos momentos de la historia, era algo tan obvio que se tenía que decir para que el público que estuviera viendo el VHS de la película "Space Cowboys", pudiera confirmar tal extremo, sin hacer ningún tipo de conjetura extraña acerca de que el bueno de MAXIE, era una especie de genio que leía el futuro al milímetro y gracias a ello podía hacer proezas como la de la última escena de la narración. No, simplemente era eso, un gilipollas con suerte.

- ¿Os apetecen unos margaritas? - Preguntó abriendo su camisa aloheña táctica y sacando de su bolsillo interior cuatro copas tácticas desmontables de vidriocartón y un bote de mezcla de zumos deshidratados.

Al montar las copas sirvió en ellas parte del contenido de aquel pequeño bote y por extraño que pareciera, al contacto con el aire, los polvos que caían se convertían en líquido de color anaranjado. Una vez hubo servido la primera copa, se la ofreció a Andrómeda, pues en esos momentos era su invitada, con una sonrisa bajo su bigote y moviendo sus cejas alternativamente de arriba abajo en un bulce sin fin. Nadie en su sano juicio podía rechazar un margarita. Ni siquiera ella, que no parecía estarlo.

Faizer cargó con furia contra el cuerpo de Andrómeda que cayó inevitablemente de espaldas con Pietro aún tapándole los ojos. La más bella de las alumnas de la Academia Stellaris y al parecer la más letal debía de encontrarse algo confusa ante tal avalancha de cuerpos que se precipitaban sobre ella. Con furia Faizer puso su brazo contra el cuello de Andrómeda y permaneció sobre ella dispuesta a presionar su cuello y dejarla inconsciente de ser necesario. - Ya has oído a Pinky y a Pietro. Nadie quiere hacerte daño, joder, pero Faizer no dudará si la obligas a hacerlo. ¡Faizer no dejará que hagas daños a las mejores personas de este lugar porque hayas perdido la chaveta, tía! ¿Qué cojones te ha pasado? Eras la jodida estrella de rock de esta Academia. Los que no querían besarte querían ser como tú. Algunos puede que ambas cosas. ¿Qué te han hecho para convertirte en...esto? - 

La voz de Faizer destilaba muchas cosas. Decepción, tristeza, incredulidad, desprecio. En su mente era imposible que Julietta Andrómeda hubiera estado dispuesta a matarles a todos, pero lo cierto es que no había dudado. Su sonrisa maquiavélica al apretar los gatillos se perfilaba en su mente con total claridad. Esa mirada no era una mirada normal. Era la mirada de una psicópata. Faizer había percibido los sentimientos de Pinky y Pietro y eso era lo único que impedía que golpeara a Andrómeda hasta la inconsciencia y la lanzara fuera de aquella jodida nave. Sintiendo que estaba sujetando una cobra con las manos Faizer incrementó un poco su agarre y rezó para que aquella mujer que se había revelado como terrible decidiera rendirse.