Partida Rol por web

Drevlin se unió al interrogatorio con sumo entusiasmo, abriéndose un hueco entre Faizer y Pinky.

—¡Una Gunmancer vivita y coleando! Andrómeda, baby, cálmate y tómate un smoothie. ¡Uh! Gracias, MAXIE. —Drev tomó un margarita y le dio un sorbito muy ruidoso. —Ssssssssssssssssssssssss... Aaaaaaaaaah. ¡Pues sí que está fuerte esta mierda! —exclamó mientras lanzaba la copa táctica de vidriocartón por encima de su hombro. 

—Andrómeda, baby, me has roto el corazón. Ahora voy a tener que arrestarte por... —Drevlin miró el desastre a su alrededor y empezó a procesar el número de delitos que la psiónica podría haber cometido en su destructivo tránsito por el laboratorio. —Oh, boy... Esto podría considerarse masacre continuada y alevosa...

Era una sutil forma de decir que, en el mejor de los casos, Andrómeda tenía por delante un futuro de confinamiento en una oscura celda en una astronave-prisión de máxima seguridad.

En el peor de los casos, siendo una psiónica con evidentes muestras de psicopatía... La muerte podía ser una sentencia piadosa.

Boogie se cruzó de brazos y lanzó una mirada carente de sentimientos a Andrómeda. Para el androide, la psiónica era un peligro ambulante que requería de una solución terminal. Analizó las partículas en el éter y supo con un 97% de probabilidad de acierto que MAX creía que estaban en algún tipo de simulacro, que la adrenalina de Faizer estaba desbocada, que Pinky tenía el cutis de un bebé de cuatro meses, que las pulsaciones de Drevlin estaban en aumento y que Pietro, su pelucho amigo, estaba coladísimo por Andrómeda.

Una lectura de última hora pareció arrojar un intrigante dato adicional: Faizer también. Incluso Pinky.

MAX no contaba. Él le daba a todos los palos.

Shit. Demasiada emotividad como para darle el finiquito a Andrómeda en este momento.

Boogie, pragmático y profesional, se limitó a lanzar una premonitoria advertencia.

—Me has agujereado la gabardina, nena. Luego te enseñaré lo que es el D.O.L.O.R.^TM

Boogie comenzó a escanear el entorno en busca de pistas, amenazas, científicos malheridos... Nada.

Eso hizo que el androide registrase una anomalía: ¿Dónde estaba el tipo al que Andrómeda le había reventado la rótula de un disparo?

—¡Soltadme, jodeeeeer! —gritó fuera de sí una Andrómeda a la que Faizer y Pietro se las veían y deseaban para lograr inmovilizarla en el suelo. —No entendéis nada... N.A.D.A... ¿Esto...? ¡ESTO ES LEGÍTIMA DEFENSA! ¡Están experimentando con nosotros como cobayas desde el principio! ¡Ninguno de estos cadáveres es inocente! ¡Todo es una tapadera! ¡Están diseñando armas de destrucción masiva en estos laboratorios! ¡Y esa rata...! —Andrómeda busca con su penetrante y rasgada mirada a su alrededor. —¡No! ¡Noooo! ¡Le habéis dejado escapar!

Bad news are coming.

Pasos resuenan en el corredor. Múltiples pasos. Armónicos. Marciales. Imperiales.

Rodeado por un escuadrón de una quincena de androides y exhibiendo su casaca azul, su cincelado mentón apolíneo y su gomina POWERPLEX, el fulgor de su pechera recubierta con innumerables preseas os deslumbra.

El Almirante en Jefe de Estudios en persona se abre paso entre los cadáveres que pueblan el laboratorio mientras os dedica una sonrisa de superioridad. Como la que el gato dedica al ratón. De alguna manera, intuís que habéis caído en la trampa. Una que no habéis sabido ver a tiempo. Una que os va a costar muy cara.

Hellstorm olfatea el aire, embriagado por el hedor de la sangre y la carne carbonizada.

—Me encanta el olor a elemento subversivo aplastado por la mañana. —lanza henchido de confianza. —Escuadrón Rojo, reduzcan a esos apestosos rebeldes. Si se resisten, empleen fuerza L.E.T.A.L. Ah... Y al del bigote chamúsquenlo un poco. —remata con una viril risa megalómana.

Los androides se despliegan en silencio, sumisos a las órdenes del Almirante, rodeándoos con su imponente presencia. Sus rifles de asalto amenazan con saturaros en una tormenta láser de la que no hay escapatoria posible. Luchar os conducirá a una muerte segura. Rendiros puede que también, pero quizás encontréis respuestas a las preguntas que ahora mismo saturan vuestras conexiones sinápticas.

—Dr. Yamaguchi, ¿Cuál es su opinión de la sujeto nombre en clave Astral Bitch?

De entre el caos emerge una ladina silueta, malherida, pero victoriosa.

—El experimento... Ha sido un éxito total. No solo ha demostrado su increíble potencial... También ha eliminado todas las pruebas... Jujujujuuu... —dice, ajustándose con parsimonia sus relucientes gafas.

El científico, su rodilla maltrecha, se desplaza con dificultad por la estancia al refugio de los androides, aproximándose a Hellstorm. Tiene un rostro diabólico y un brillo febril en su mirada. Una mirada presidida por una soterrada locura.

—Creo que es hora... De desconectarla.

Yamaguchi introduce su mano en el bolsillo de su bata, extrae un minúsculo dispositivo y oprime un botón. A continuación, un grito de dolor inunda la estancia. Es Andrómeda, retorciéndose por un tormento invisible.

Yamaguchi sonríe.

—Cry some more...

Andrómeda estaba sufriendo una especie de ataque justo después de que el doctor Yamaguchi accionara un botón de una especie de mando a distancia letal. Si la presión de dicho botón tenía algo que ver o no con el actual estado de la joven y exuberante rebelde, era algo de lo que MAX STAR no tenía ni idea, aunque no podía descartarlo. Y allí estaba el almirante en jefe de estudios (o algo así, nunca recordaba bien su rango), dispuesto a darle caza a los elementos subversivos de aquella historia y sólo fue entonces cuando el astuto MAXIE, entendió lo que sucedía... ¡Les acusaban a ellos de algo! Pero lo más importante... ¿Había dicho que le chamuscaran el bigote? ¡Eso era intolerable!

- Muy inteligente por su parte, Hellstorm. - Dijo entonces MAX STAR. - Veo que lo tenía planeado todo al milímetro. ¿Cómo lo hizo? - Le preguntó. - Es usted un genio, pero... ¿Por qué? ¿Cuál es su objetivo? ¿No era suficiente para usted ser el director de la academia de marines espaciales más prestigiosa del universo conocido?

- Por los testículos perdidos de Osiris ¿Habéis visto eso? A Hellstorm le van las Real Dolls^tm y nos la ha dado con queso con su favorita. tiene una puñetera SOLDADO NEGRA... Digo... VIUDA DE INVIERNO.- Pinky se quitó las gafas para limpiárselas y asegurarse de que aquella escena no le había fundido por completo las retinas. - Al muy imbécil no le basta con hacernos vigilar en el examen por Cybeholders del chino, tiene que restregarnos qu se gasta los dineros de nuestras familias en hacérselos con el aspecto de estrellas porno expertas en artes amatorias que se salen del manual.

Pazuzu era bastante consciente de que estaba largando todo esto en voz alta, y a un volumen más alto del que ella misma solía usar, porque necesitaba que alguna otra persona hubiese dicho todo eso para confirmar que ella estaba en lo cierto, peor como todos estaban demasiado ocupados en salvar el culo, tendría que confirmárselo ella misma.

Acto seguido reaccionó como si alguien le hubiese dado unas alentadoras palmaditas en la espalda para terminar de afianzar su opinión al respecto, algo que hizo muy bien porque había acudido dos veranos consecutivos al taller para mimos de Madaame Zentauri y Fosphoskito D'Amour.

Para tratar de acentuar aún más sus dotes, pasó a realizar el sketch de la pared invisible mientras trataba de buscar e mejor punto por el que disparar a Andrómeda en caso de que fuese necesario.

Si disparas a una tostadora, cuando está distraída, no suele darte demasiados problemas, solía decirle Johnston.

Faizer soltó a Andrómeda en cuanto vio aparecer al Almirante y a su ejército de esbirros robóticos. Porque no había nada que la joven odiara más que a aquel prepotente pijo con exceso de gomina. Porque él era su némesis. Porque si había alguien que se merecía recibir una paliza más que aquella femme fatale de libro que forcejeaba en el suelo era Magnus. 

- Vaya, vaya... ¡Si es Pardus Dopestorm! ¿Siempre tiene esa cara de estreñido? ¿O es que la reserva para las ocasiones en que se encuentra con Faizer? ¿Y qué es esto? Faizer se alegra de que al fin haya encontrado una mascota, Faizer tiene entendido que los Tamagochis hicieron furor en Japón hará como un milenio. - Incorporándose lentamente mientras apretaba los dientes en algo parecido a una sonrisa, bastante feroz, Faizer clavó su mirada en su mayor enemigo. -A Faizer no le extraña que esté usted detrás de todo este desastre. Es lo que suele pasar cuando a un idiota se le da iniciativa. Pero no se preocupe, Dopestorm, Faizer tiene la cura perfecta para su ineptitud... - 

Olvidándose por completo de sostener a Andrómeda Faizer empuñó su subfusil. Estaba pensando en fulminar a balazos a Hellstorm y a su extraño e inquitante acompañante cuando de manera inesperada Andrómeda comenzó a gritar. Con gesto serio y mirada alarmada Faizer  observó alternativamente a su enloquecida compañera y el botón que estaba presionando con sádica intensidad aquel pirado. La chromita dio un paso al frente hacia el tipo, aunque la hilera de armas que apuntaban en su dirección la frenaron en seco. Jodido Hellstorm... 

Mira que Pietro había visto cientos y cientos de holopelículas en su vida. Se conocía todos los giros argumentales habidos y por haber en la historia del cine. El del doble mentiroso, el del traidor que no lo era, el del pariente sorpresa que aparece y reaparece, el de los amantes imposibles, el de el perro culpable... ¡TODOS! Pero eso... Eso no se lo habría esperado ni en un millón de años.

Y de verdad que le habría encantado ponerse a decirle a Hellstorm todo lo que pensaba, pero por desgracia el angustiado grito de Andrómeda atrajo toda su atención. Su Andrómeda. Su mujer ideal, inalcanzable y perfecta estaba sufriendo. Y eso le encogió todo el tubo digestivo.

 -Tranquila Julietta, te ayudaré. ¡Estoy en ello, preciosa!

Mientras hablaba, empezó a examinar minuciosamente a Andrómeda, buscando lo que fuera que pudiera estar causandole aquella agonía, ya fuera un microchip, un implante o un parasibot enganchado a su magnífica anatomía. Luego ya se ocuparía del resto de las otras cosas. Pero lo primero era salvar a su amada.

Las plegarias de Pietro se vieron sucedidas por la risilla ratonil y estridente del Dr. Yamaguchi, que al tiempo que se ajustaba sus gafas –nadie tuvo claro por qué no había recurrido al implante de retina tan popular desde hacía siglos- esbozó una sonrisa diabólica para confirmar los peores temores del lombax.

―Nanomáquinas, jovencito.

Pietro no tuvo más que encontrarle pleno sentido a las palabras del científico. El pináculo de la biotecnología puesto al servicio del crimen y la manipulación mental.

―Los psiónicos de la categoría Alfa albergan un poder aterrador que son incapaces de controlar. Un inoportuno brote psicótico puede terminar con ciudades devastadas. Pero tras largos años de investigación, podemos controlarlos hasta cierto punto interfiriendo sus conexiones sinápticas. Es algo sumamente doloroso, por supuesto… Pero necesario.

Yamaguchi rio de nuevo mientras se rociaba la herida de la pierna con un spray sanador que recompuso el tejido cutáneo, el músculo y el hueso a asombrosa velocidad.

―Mi pequeña es mi obra maestra. No hay duda de ello. ―afirmó con orgullo y un siniestro brillo en sus rasgados ojos maquiavélicos.

Hellstorm sonrió con desprecio.

Podría decirse que era su sonrisa oficial.

Primero dirigió unas palabras a MAX con su habitual impronta más propia de un ser ultraterreno, ajeno a los conceptos de Bien y del… En realidad era bastante afín al Mal Absoluto.

―Hay dos tipos de personas en esta galaxia: Las que ganan guerras, y las que abonan los campos con sus cadáveres. ―sus ojos glaucos chispearon de pura maldad. ―Va siendo hora de hacer arder la galaxia. Joder, necesito una buena batalla intergaláctica...

Tal declaración, tan escalofriante como exenta de principios morales, vino sucedida por una sonrisa lobuna hacia Pietro.

―Enternecedor… Te has colado por el arma de destrucción masiva equivocada, muchacho. Podemos reprogramar la memoria de esa furcia cuando y como queramos. Es la asesina definitiva. ¿Quieres matar al Presidente de la República Estelar? No hay problema. Un conveniente episodio traumático con forma de abuso sexual insertado en la mente de esta zorra y tengo a una depredadora cargada, sin miedo a las consecuencias y lista para culminar el magnicidio más impactante de esta era a mi señal...

>> Hasta puedo cargar en su coco una confesión personalizada, si quiero.

Hellstorm hizo un gesto a su cohorte de soldados sintéticos, que empezaron a escoltar a nuestros héroes a punta de rifle de pulsos.

―No hace falta que les desarméis, chicos. Estos moñas son unos palurdos. No me llegaría ni para un tentempié con ellos… Casi me hace gracia ver cómo me provocáis, nenas. ―dijo esto último al tiempo que su mirada se ensombrecía, volcándose sobre Pinky y Faizer.

―Chromos es uno de los planetas que mejor paga la biotecnología que estamos desarrollando aquí, mi pequeña bastarda. Creo que papi quiere sumarse a la conquista intergaláctica. Oh… ¿No te lo ha comentado? Vaya, supongo que debe ser… porque eres una jodida mancha naranja en el historial de la familia, ¿eh?

Las vaciladas de Hellstorm encontraron un punto y seguido cuando el Escuadrón Rojo, esos inorgánicos asesinos inmisericordes, condujeron a nuestros sufridos héroes hasta el nivel 3 del laboratorio, las mismísimas entrañas de la Stellaris, ante la presencia de una figura cetácea, similar a un muñeco de nieve de tamaño XXL y capaz de rivalizar en obesidad con la mismísima Big Bertha.

Un trueno retumbó en alguna parte. Preocupante, habida cuenta de que estábamos en verano.

Ehrmentraup.

―Vaya, vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí?

La corpulenta efigie de una de las mentes más brillantes de la galaxia giróse en su sillón gamer para deleitarse en la atónita expresión de nuestros héroes.

Ehrmentraup presidía una descomunal mesa atarragada de computadoras y latas de bebidas isotónicas vacías. A juzgar por su tamaño gargantuesco, tenía cierto sentido que el señor del complejo tratase de controlarlo todo desde su trono cibernético.

La mesa estaba situada en lo alto de una cámara desde la que supervisaba una extensa explanada sembrada por una miríada de cápsulas con forma ovoide, todas ellas cerradas, todas ellas conectadas a lo que parecía un sistema de alimentación.

Habló con una voz tan taimada como la de un dragón recién despertado de su letargo en su cubil subterráneo.

―Detesto que me hagan pausar mi juego favorito en mi descanso para el almuerzo… Hablo, por supuesto, del Starfarer XII. Korgs’ Revolution. ―Sus ojillos brillaron de perfidia mientras una sonrisilla pícara se dibujaba en las comisuras de sus labios. ―Acabo de descargar el último DLC. Más vale que sea importante, Almirante.

Qué raro.

Drevlin no hizo ni un solo comentario chistoso al respecto.

La abotargada y amenazante presencia de Ehrmentraup no amedrentó en absoluto a Hellstorm. Nada intimidaba a Hellstorm, como cualquiera con dos dedos de frente podría intuir. Ningún Villano Definitivo se deja avasallar por un Héroe –no digamos ya un NPC- con un poco de suerte en una tirada afortunada de Intimidación.

Y Hellstorm era un Villano Definitivísimo.

―Le he traído algunos sujetos para sus experimentos. Saben demasiado. Creo que encontrará particularmente interesante al del bigote. Según las lecturas de videovigilancia, tiene un extraño pedazo de joya incrustado en el abdomen.

>> La chromita, en cambio, creo que sería interesante para hacer prácticas de tiro en mi despacho. ―comentó chasqueando la lengua, dedicando un guiño salvaje a Faizer.

Ehrmentraup se recolocó las gafas con sus deditos, unos apéndices muy pequeños y rollizos en comparación con el corpachón que exhibía.

―Fascinante. Preparen al sujeto para una extirpación inmediata.

Ehrmentraup dedicó una mirada traslúcida a MAX a través de sus lentes.

―No debe preocuparse, soy un genio de la biotecnología médica. Debo decirle que existe un 105% de posibilidades de que durante la intervención perezca de forma irreconocible, pero piense que su contribución podría amparar un singular avance para la ciencia, ¡Quizás un descubrimiento único para la Humanidad…! Bajo el nombre de Edwin Wenceslaus Ehrmentraup, por supuesto.

>> Ese mostacho parece dotado de una frondosidad poco habitual… Sí, lo extirparé también. Total, ya puestos en faena… ¡JAAAAAJAJAJAJAJAJAJAAAAAAAA!

Ehrmentraup tenía una risa espeluznante que le hacía enrojecer todo el rostro, alternando su cutis lechoso por uno marcado por un vivo arrebol. Los androides del Escuadrón Rojo electrizaron a MAX varios segundos, sin mucho éxito debido al delay que sufría en sus reacciones el aloheño. Cuando finalmente nuestro bigotudo héroe empezó a sacudirse de dolor, lo arrastraron sin miramientos a una camilla de operaciones y lo engrilletaron a la espera de que Ehrmentraup procediese con la cirugía.

―Dr. Yamaguchi, encierre a nuestra prometedora psiónica en la criocámara y reprograme su memoria. Asegúrese esta vez de reparar la fisura de su memoria o tendremos que convertirla en un subproducto… Y en lo que a ustedes atañe, mis molestos y entrometidos alumnos… Bueno. No va a ser agradable. Nuestro departamento de genética-militar no está cosechando demasiados… aciertos, últimamente.

Tras pulsar uno de los miles de botones que estaban dispersos en los teclados de su mesita, las cápsulas desvelaron su contenido.

―Necesitamos más voluntarios.

En su interior, durmientes, una legión de mutantes deformes y grotescos. Con horror, Faizer no tardó en reconocer entre los comatosos sujetos de los experimentos a Brainiac. O lo que quedaba de él.

―¡MENUDA CARA SE OS HA QUEDADO! ¡JAAAAAAAJAJAJAJAJAAAAAA!

Fue entonces cuando Drevlin, ese entrañable flacucho funkotroniano cuya niñez había transcurrido en el servicio de espionaje de su planeta y cuyo silencio podría haberse interpretado erróneamente como una cesión de protagonismo a los antagonistas de esta historia, hizo su jugada maestra.

―¿Lo ha recibido, Mayor? ―preguntó a su omniherramienta, cuyo modo grabadora estaba activado desde hace varios minutos cuando sorprendieron a Andrómeda.

La mueca de Ehrmentraup se tornó desconcertada.

El Dr. Yamaguchi frunció el ceño.

Hellstorm entornó la mirada mientras preparaba un hiriente improperio contra Drev.

―Alto y claro, soldado.

La afilada y áspera voz gutural del kaspiano resonó a plena potencia, amplificada por un Drevlin con ansias de revancha.

―Ehrmentraup, tengo malas noticias para usted: no va a terminar ese DLC.

>> Equipo, manténganse con vida. Es una orden. Descendemos. Skylancer OUT.

Empezaba a quedar claro por qué Drevlin era tan amante del rollo espía.

Denso fue el silencio.

Drevlin supo romperlo.

―Que no decaiga, chatos. Todos juntos.

*Clic*

―¡No-No-No va a ter-ter-ter-MIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII-NARRRRRRRRRRRRRRR ese DI-DI-DI-DI-EL-SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!

Oh, dioses. ¡Ese funkotroniano había remezclado en el acto la frase lapidaria del Mayor Syl con un poco de salvaje funk para escarnio del maléfico Ehrmentraup!

Ehrmentraup enrojeció una vez más, pero esta vez de pura rabia.

―Exterminad a estos payasos. Aniquiladlos, fusiladlos, acuchilladlos, retorcedlos, evisceradlos, aplastadlos...  ―a más se enfadaba, más rápido hablaba y más enrojecía. ―ERRADICADLOS DE LA GALAXIA. VOLATILIZADLOS EN PARTÍCULAS INVISIBLES. ARRASADLOS, ASOLADLOS, CRUCIFICADLOS, TORTURADLOS, DESMEMBRADLOS, BORRADLOS DE MI VISTA PARA SIEMPRE.