Partida Rol por web

¿Dónde lo habíamos dejado...?

Ah, sí.

BRAKKA-BRAKKA BRAKKA-BRAKKA BRAKKA-BRAKKA BRAKKA-BRAKKA BRAKKA-BRAKKA

El rifle de pulsos de MAX cantó la serena-TATATATATATATATATATATA dejando un regusto a pulso electromagnético en aquella mañana de batalla y conflicto superlativo.

—¡Ouch! ¡Elvis643 herido de muerte! ¡Camino hacia la luz, hermanos! ¡Decidle a Escarlata que la quiero! —clamó un androide herido mortalmente en el núcleo de energía por un certero disparo de MAX STAR.

—¡NUUUUUOOOOOOOO! ¡HAN MATADO A ELVIS643! —se lamentó otro, idéntico en chasis y programación básica al difunto.

—¡HIJOSDEPUTA! —gritó con un 87% de furia otro androide cuyo cráneo metálico echaba humo.

—No somos nadie. —terció otro más rebasando el nihilismo aceptable en un autómata.

—¡Ma'n matao a mi Elvis! ¡CABRONAZOOOOOSOSVYAMATALLLLLL! —se lamentó Priscilla115, más conocida por Escarlata por llevar de serie unos niveles de DRAMA algo por encima de la media del escuadrón.

Fuera como fuese, lo que quedaba de Escuadrón Rojo abrió fuego inmisericorde contra MAX STAR, desatando un tiroteo a la Hong Kong que ni Chow Yun Fat, oiga.

MAX era bueno. MAX tenía su camisa hawaiana táctica. Y su habano táctico. Y su mostacho táctico. Pero lo cierto, queridos amigos, es que había matado a Elvis643, que era lo mismo que matar a Chuck Berry delante del roster completo de los Harlem Globetrotters. Y entonces, MAX, simplemente, murió con estilo (?) tratando de salvar a sus amigos de una amenaza clarísimamente superior.

Niños a lo largo y ancho de la galaxia lloraron la muerte épica de su bigotudo héroe, muerto demasiado joven (¡¡¡???) en lo que podría considerarse una cruel ironía. No le mató el tabaco. No le mató el sexo desenfrenado en lugares sórdidos con especies alienígenas. Tampoco le mató una enfermedad venérea mutante galopante. Diablos, ni siquiera le mató tener un cuarzo rosa incrustado en el abdomen.

No... MAX STAR, descendiente del geólogo CUTIE PIE, murió acribillado por el jodido Escuadrón Rojo del cobarde Magnus Hellstorm.

Lo que nadie imaginaba en este momento de la película, es que antes de caer abatido, MAX vería a su sex symbol de juventud, Leia Organa-Skywalker, de los Organa-Skywalker de toda la vida, acercársele y susurrarle muy bajito...

—Levántate y lucha como un hombre, MAX STAR.

Quizás MAX estaba tan medio muerto que había escuchado mal. Lo lógico era que la princesa Leia le hiciera un último favor por los viejos tiempos, ¿no? A ver, que MAX había entregado mucho material genético en sacrificio onanista a mayor gloria de su diva intergaláctica. ¡Copón, un detallito antes de palmarla, ¿no?!

Pero ahí radicaba el problema. No se trataba de Leia Organa. La figura que se cernía con aureola de santidad sobre su maltrecho e inminente cadáver no era su Leia. Era una belleza negra e inalcanzable, con unas gafas de diseño peligrosamente vanguardista la que le acariciaba el mostacho y le decía...

Si Drevlin llega a vislumbrar a su amigo MAX ser acribillado con ráfagas de rifle de pulso habría sufrido un infarto fulminante, quiero que lo sepáis. Pero nuestro funkotroniano favorito había asumido como algo personal derrotar al maquiavélico Ehrmentraup en un combate singular, al más puro estilo Faizer.

Convencido de que debía ganar tiempo a sus amigos para salir con vida de aquel infierno, Drev saltó cual anfibio hormonado por esteroides hasta caer frente a frente con el pez gordo de la Stellaris.

Muy literalmente esto de pez gordo.

—Has experimentado con vidas inocentes para tu propio beneficio, albóndiga diabólica. Has contaminado mi amado planeta con tu mermelada mutante, cetáceo pizzávoro. Estás tratando de asesinar a mis mejores amigos para encubrir tus abyectos crímenes, tunante desopilante. Y por si TODO ESO no fuese suficiente... —Drevlin entornó sus enormes ojazos y adoptó una mueca peligrosísima. —Te has descargado el DLC de mi juego favorito antes de que saliese al mercado, seboso agonioso. VAS. A. PAGAR. POR TODO.

*Clic*

Segundos más tarde, los monitores de Ehrmentraup mostraban la pantalla de selección de personaje de un juego de lucha muy popular en toda la galaxia.

SUPER INTERGALACTIC FIGHTER III: ALPHA STRIKE

—Te desafío. —susurró Drevlin mientras se anudaba su bandana roja.

Ahora no era Drevlin.

Se había transformado en... DREVPOOL.

Ehrmentraup se frotó los deditos de sus grasientas manos y sonrió taimado.

—Así que quieres jugarte del destino de tus amigos a una partida, ¿eh, flacucho? Bien... Bien...

Ehrmentraup hizo crujir sus dedos y alzó los brazos mientras señalaba al techo del laboratorio.

—¡¡¡PREPÁRATE PUES PARA CONOCER MI SINFONÍA DE DESTRUCCIÓN!!! —bramó entusiasmado mientras seleccionaba al luchador más overpowered según los últimos Tiers publicados en la consciencia de la Red.

Siempre había sido un tramposo. No iba a cambiar ahora.

Mientras tanto, Hellstorm encajó la patada de Faizer con absoluto estoicismo. Giró su rostro a la chromita y le dedicó una sonrisa sangrienta y torva.

—¿Eso... es... todo?

El Almirante acompañó su retórica pregunta con un tremendo y repentino puñetazo dirigido a la boca del estómago de la chromita que pareció dejar una estela de fuego desde el codo hasta los nudillos que hizo retroceder sin aliento a nuestra anaranjada heroína.

Hellstorm era mucho más que fachada. Era un capullazo integral, pero un guerrero nato al fin y al cabo.

—Me lo voy a pasar de puta madre haciéndote pulpa, niñata. Luego me haré un biozumo con tus huesos y te mearé en la cara de tu puto padre... mientras Chromos arde en el horizonte. —dijo mientras sus ojos destilaban un brillo tan feroz como temible.

Supongo que todos estáis tensos.

¿Qué pasó con Boogie y Pietro...?

En Capítulos anteriores...

—Elvis109... *Fzzzzzt* *Fzzzzzzzt* 

Boogie apuntó a la cabeza a Petri.

—Exterminar...

Retiró el seguro.

—...¿Petri?

Silencio dramático.

BLAM!

Boogie cayó pesadamente sobre sus rodillas, parte de su cráneo volatilizado por el disparo de la Lighting Hawk. Su único ojo ahora parpadeaba, errático.

—No puedo... *Fzzzzzzt* Matar... *Fzzzz-Fzzzzzzt*... A un amigo. —dijo el androide con su habitual tono neutro. —Petri... *Chssssssssssst-Fzzzzzzzzzzt*... Salva a la chica. Mata a la Bestia. 

Y así fue como Atractivo Boogie incumplió su propia programación para salvar a Petri antes de apagarse para siempre.

—Fascinante. —replicó el científico. —La complejidad de la IA de este androide era tal que desarrolló sentimientos encontrados durante su misión de seguimiento y vigilancia al operativo Andrómeda... —deslizó ensimismado Yamaguchi mientras tomaba la pistola de Boogie.

—Bueno, supongo que, a veces, si quieres hacer algo bien, debes hacerlo por ti mismo, ¿no crees?

Apuntó a Petri, su rostro esculpido por la fría máscara de la indiferencia.

—¿Últimas palabras, lombax?

Escuchar la voz de su tío produjo en el lombax un maremágnum de sentimientos encontrados. Primero y sorprendentemente, alivio y alegría, ¡que su tío era el lombax más duro de la galaxia, contar con su apoyo en batalla era inestimable! Pero entonces...

—Luego hablaremos de esto... 

Aquello hizo que Pietro se encogiera como una bolita, con ganas de echarse a llorar en el suelo en postura fetal. ¡Y por los dioses que si no tuviera una Andrómeda que proteger lo habría hecho! Pero el deber le daba valentía. Bueno, en realidad lo que le envalentonaba era la mínima posibilidad de que su adorada le recompensara físicamente, pero bah, detalles.

Dejando que Alpha Echo se encargara de los soldados que les rodeaban, Pietro se preparó para encarar al infame y despreciable doctor Yamaguchi. Mira que le había conocido hacía un ratito, pero ya le odiaba como no había odiado a nadie en su vida salvo a Hellstorm.

 -A mi señal, Boogie. Vamos a enseñar a este cretino que no se juega con la mente de la gente.

Pero, ¡o grandiosa ironía entre las ironías! Yamaguchi le demostró al joven Pietro que no sólo controlaba la mente de Andrómeda, sino también la de su amigo y compañero androide.

Pietro se había quedado congelado mientras contemplaba el cañón de la pistola que tenía delante de la cara. Boogie, su compañero... No, borra eso, ¡su jodido mejor amigo en toda la academia! ¡El androide con el que había compartido las buenas y las malas, los berriches y los bochinches, estaba apuntándole con un arma con intenciones claramente homicidas!

 -¡Boogie, no le dejes meterse en tu cerebro! ¡Sobreescribe la orden, ejecuta tu firewall y activa el protocolo de supervivencia independiente!

Pero su amigo no hizo nada de eso. En su lugar, como medida desesperada para salvarle la vida, el androide apuntó a su cabeza y disparó. Trozos de metal y circuitos destrozados volaron por los aires, mientras el aceite y el líquido refrigerante salpicaban a los presentes más cercanos.

No...

Pietro empezó a marearse. Su respiración se aceleró, presa como era de un ataque de ansiedad.

No... ¡No! ¡NO! ¡¡NO!!

Las lágrimas asomaron a sus ojos mientras las luces se apagaban en los de Boogie. Su amigo había elegido sacrificar su vida para salvarle a él. Y eso dolía... Era un jodido mordisco en el corazón, era lo peor que había sentido o experimentado en su corta vida. Sobre todo porque se sentía culpable. Que en el fondo sabía que el verdadero culpable era ese redomado cretino de Yamaguchi, pero no podía evitar sentirse responsable. Porque si él no hubiera estado allí, ¿Boogie habría tenido que recurrir a esa medida tan drástica?

No obstante, sus instintos de supervivencia le dieron una bofetada en el autocompadecimiento. Yamaguchi, ese hijo de mil putas, estaba cogiendo la pistola de Boogie para apuntarle de nuevo con ella. Entonces la tristeza se vio sustituida por ira. Fuerte, rugiente... ¡Joder, lo estaba viendo todo rojo! Especialmente la cara de ese redomado cretino. Él era la causa de todo lo malo que les había estado pasando. Y lo iba a pagar.

 -¿Últimas palabras? Claro.

Rápidamente Pietro cogió el rifle de asalto para disparar al doctor Yamaguchi. Apuntó a las piernas y la parte baja del torso, ya que no quería matarlo de inmediato. No, prefería con mucho entregarlo a la justicia para que se ocuparan de él. Que se pudriera en una prisión espacial de máxima seguridad, el muy hijoeputa.

 -Sayonara, baby.

Al ver los cañones apuntando a Max y tener una perspectiva general de cómo estaba todo cayendo a su alrededor, Pinky tuvo que correr, dar volteretas y deslizarse como no lo había hecho n su vida, o no fuera de una pista de baile con la música más apremiante cuando menos.

A un lado, su cromita favorita daba leña y recibía acero, al otro lado Boogie se rebelaba contra su programa salvando el culo de Petri por los pelos, peor aun así la cosa seguía pintando mal para el lombax. Si solo pudiese tener mil brazos, mil piernas, mil cuerpos para poder alcanzarlos a todos.

Aun así, la pandoriana tenía que tratar de salvar el día dentro de sus posibilidades y eso no podría ser llevando aquel escudo holográfico pasado de moda y completamente inútil frente a fuego o daño real y el blanco más cercano al que podía socorrer era a Max...

Y entonces sonaron las detonaciones, el hierro voló y todo se tornó al rojo blanco durante una par de milésimas de segundo, como un efecto barato en una serie de dibujos de los ochenta (del lejano siglo XX) o un videojuego que tuviese que tirar con recursos mínimos.

Pero el resultado era el esperado, con o sin más medios: cuerpo en el suelo, fluido vital escapando de agujeros que no debían estar ahí, órganos destrozados.

No, tenía que poder hacer algo al respecto. Mientras el holograma de Leia se desvanecía a su alrededor en una catarata seguida de una rápida lluvia de píxeles gordos, la recluta Pazuzu alcanzó al mostachudo que más dolor de muelas le había causado nunca con su mera existencia y volcó toda su alma en tratar de salvarlo.

No era algo agradable de ver, pero las fosas de Pinky se llenaron de goteante oro líquido, sabido de vete a saber dónde, y comenzaron a gotear sobre el pecho de Max. Sus orejas también goteaban lágrimas luminosas, pero todos estaban demasiado muertos o demasiado lejos para poder apreciarlo, podría mantener su estilosa coartada un día más.

Mientras una sutil aureola violeta bañaba la silueta de la piloto, los órganos y carnes de Max Star comenzaron a sanar y recuperarse, como si por allí no hubiesen pasado mil tiros. La joven notaba cómo la debilidad quería aferrarse a su pecho y hacerse fuerte en su sistema nervioso, pero era ahora o nunca, y tras un fogonazo que la hizo eliminarse como un zippo de dos metros lo haría, terminó el trabajo como pudo.

Puede que fuese un apaño temporal, pero ahora le tocaba al mostacho hacer lo suyo, aun contando con el apoyo que ella y sus capacidades, aun poco desarrolladas, le permitiesen brindar.

— Levántate y lucha como un hombre, MAX STAR.

No sabía hasta qué punto Max era un hombre, más tras saber que de su ombligo salía un prisma de algún metal precioso, peor creía que increpando a su tan cacareada masculinidad tóxica, tal vez le diese el boost que el Alohano necesitaba, ahora cruzaba los dedos de los pies para que aquello supusiese una diferencia.

Y MAX STAR, que se encontraba hecho un amasijo de carne sanguinolenta en el suelo, abrió los ojos. El aura psiónica de la estilosa negra zaína había cerrado gran parte de las heridas causadas por aquellos androides asesinos y pese a que se creía ya surcando el último camino hacia el otro mundo, seguía con ellos. ¿Por cuanto tiempo? Esperaba que el necesario para obtener la justa venganza.

Y tras abrir los ojos se puso en pie. Ladeó la cabeza a un lado y su cuello crujió. Ladeó la cabeza hacia el otro lado y volvió a crujir. Entonces meneó el bigote, arriba y abajo y miró con determinación a los fusileros del Escuadrón Rojo. Se percató justo entonces de que tras ellos se encontraba una máquina con muchos cales, botones y etiquetas que indicaban peligro. Justo lo que necesitaba, algo altamente inflamable que hacer estallar para crear una deflagración que decantara la batalla finalmente de su parte.

- No deberíais haberos metido con un aloheño del Da Nang. - Dijo muy serio. - ¡Tomad plomo, imbéciles! - Justo en ese momento se dio cuenta de que su rifle (o lo que fuera aquel arma), disparaba pulsos magnéticos y no balas. Eso le despistó lo suficiente como para hacerle fallar, aunque... ¿Alguna bala perdida rebotaría para finalmente dar en el blanco? Sólo el más despiadado director de partida tenía la respuesta.

Faizer miró a Hellstorm directamente a los ojos justo después de pegarle la patada voladora. Hellstorm le devolvió una mirada cargada de prepotencia. Demasiado cerca. Por un momento la joven había imaginado que la patada le arrancaba la cabeza que salía rodando por la habitación, pero el muy cabrón ni se había despeinado. Había visto aquella aura antes. Su padre la tenía. Hellstorm era un capullo, pero también era un guerrero y muy peligroso. El golpe le acertó justo en la boca del estómago y consiguió que la chromita retrocediera expulsando todo el aire por la boca. Faizer sonrió y movió los pies en algo parecido a un baile. Nadie dijo que fuera a ser fácil. 

Me lo voy a pasar de puta madre haciéndote pulpa, niñata. Luego me haré un biozumo con tus huesos y te mearé en la cara de tu puto padre... mientras Chromos arde en el horizonte.

-  Lo único que puedes conseguir intentando mearle en la cara a un chromita es que te arranque la polla de cuajo, aunque en tu caso Faizer no apostaría a que hubiera demasiado de donde agarrar - Faizer se lanzó en picado y apoyó una mano en el suelo mientras lanzaba una potente patada dirigida a la cara del Almirante. Debía ser más rápida si no quería perder aquel combate. 

En Capítulos anteriores...

@En el interior de la mente de MAX STAR: ¿Alguna bala perdida rebotaría para finalmente dar en el blanco? Sólo el más despiadado director de partida tenía la respuesta.

THIS.

Las ráfagas de un malherido MAX STAR erraban en su objetivo, y esto causaba la parodia más cruel por parte de los chapas del Escuadrón Rojo.

—¿Dónde aprendiste a disparar, bigotitos? —preguntóle a MAX Elvis762, todo un yogurín en la escuadra.

—¡Uy! ¡Casi me da! ¡Cuidado, que me sobreviene un infarto! —mofóse Elvis098, un modelo especialmente longevo en la guerra.

—¡Ha-Ha-Ha-Ha! ¡Dispara peor que un puchilitputchik beodo! —esta era una afrenta muy seria pasado el Anillo de Endemión, en el Sector III, pero a MAX le daba bastante igual porque, siendo honestos, no tenía ni idea de qué diablos era un puchilitputchik.

—¡Otra oportunidad! ¡Ey! ¡Otra oportunidad! ¡Ey! —burlóse un bailongo Elvis325 aplaudiendo mientras simulaba recrear la Danza del Neo, el Hombre que Susurraba a los Balazos. No confundir con Ceferino el Tartaja, el Hombre que Zu-Zurraba a los Caballos y tío lejano de Pinky Pa-Zu-Zurraba a los Caballos, nombre real de nuestra pandoriana favorita y cuya oscura trama personal se revelará en Space Cowboys X: Dirty Deeds Gone Cheap.

Con lo que no contaba el Escuadrón Rojo era con la astucia de MAX STAR, algo con lo que, por cierto, no contaba nadie ya que, de hecho, MAX no resolvió aquel peliagudo tiroteo con astucia. No, no. MAX no tenía de eso. MAX tenía SUERTE a chorros. Por eso vio lo que le pareció un oportuno contenedor de un llamativo rojo sangre y su cabeza efectuó el siguiente razonamiento lógico:

Si Rojo Sangre = Explosión termonuclear, entonces disparo a voleo = Posibilidad de saltar por los aires.

Me vale.

Y así, disparando a la desesperada e intentando hacer volar por los aires a aquella panda de androides egocéntricos, MAX desató el final de la Stellaris sacando un 4 en un D20, resultado mínimo indispensable que bajo cuerda este Narrador le había comunicado para drama total de su equipo.

Os estaréis preguntando no sin cierta congoja si el disparo de MAX hizo saltar todo por los aires...

Eh... No.

Fue muuucho peor.

Por si faltaba alguien por unirse a la fiesta, MAX había destrozado la consola que controlaba los dispositivos de seguridad de las cápsulas de criosueño de los mutantes durmientes.

El amanecer de los mutantes vivientes se les venía encima con una ingente cantidad de seres horriblemente deformes a los que urgía la necesidad de visitar a un dermatólogo.

¿Que de cuántos mutantes estamos hablando?

Puessss...

*Dewey lanza el dado*

Oh, mierda.

¡ESOS SON DEMASIADOS MUTANTES!

Diablos... ¡Sí que necesitan a un dermatólogo!

Hellstorm recibió la tremenda patada de Faizer en plena napia, brotándole al instante un torrente de sangre como si la chromita hubiese aplastado una fruta madura. El cabronazo retrocedió un paso con el rostro hinchado por el salvaje golpe y dedicó una mirada asesina a la valiente y orgullosa guerrera.

—Veo que tienes cojones, muñeca. —dijo mientras se desabrochaba la casaca pringada de sangre y revelaba su torso hercúleo y bronceado, equipado con un marcado six-pack que muchas cadetes intuían en el físico privilegiado del Almirante en Jefe de Estudios. Hellstorm dejó caer la casaca y a buen seguro la astronave pareció sufrir un ligero seísmo por efecto de las preseas y condecoraciones que acumulaba el temible y tiránico Almirante en su pechera.

—Lástima... Me lo estaba pasando de puta madre, pero... Ahora es cuando me pongo serio.

Hellstorm era engañosamente rápido. Ahora, sin la casaca, era además muy escurridizo porque, como una asqueada Faizer iba a descubrir, su torso estaba tan aceitado de lociones corporales que era imposible agarrarle. El Almirante estrechó sus brazos en torno a la cintura de Faizer, giró a su alrededor como un ofidio surgido de la Tumba de los Hombres Serpiente^TM y la proyectó de cabeza al suelo con un violento y espectacular súplex. 

A pesar de la violencia del golpe, Faizer no quedó inconsciente de puro milagro, pero sí lo suficientemente aturdida para quedar grogui un instante, justo lo que necesitó Hellstorm para agarrarle el brazo y retorcérselo hasta hacerla chillar.

—Así me gusta, pequeña zorra... Grita todo lo que quieras. Papá no va a venir a ayudarte... —siseó a su oído mientras desencajaba su hombro lenta... muy lentamente.

Ninguno de los dos fue consciente del despertar mutante, para su desgracia.

Mientras todo Perry se dejaba la piel en aquella batalla, un héroe silencioso se batía en aterrador duelo virtual contra su oronda némesis.

—¡JA! ¡Prueba mi DRAGON PUNCH, energúmeno gordito! ¡CHORYUKENNN!

Drev iba a comprobar que no hay vocablo japonés más adecuado para despertar una rabia primigenia en tu oponente.

Ehrmentraup enrojecía de modo ostensible por momentos. Sudaba copiosamente ante la exigencia que le suponía su flacucho rival y sus deditos, rollizos pero ágiles hasta un extremo engañoso, surfeaban el teclado preparando combos mortíferos que no terminaba de materializar.

Luchar contra Drevlin era como perseguir a un fantasma.

—Maldito funkotroniano... Eres rápido, te lo reconozco. Pero mientras me arrinconabas con tus estériles combos de tres golpes he acumulado en secreto mi barra de Ataque Especial... —Ehrmentraup sonrió y sus gafas destellaron con un fulgor maligno. —El asalto termina aquí, mi anoréxico amigo... Voy a acabar contigo de modo expeditivo... ¡¡¡PRUEBA MI TORBELLINO DE PINREL!!!

Vale la pena reseñar que Ehrmentraup utilizaba en su partida particular a una luchadora proclive a inflar a patadas a su rival cuyo movimiento estrella era un verdadero huracán de golpes capaz de consumir el 70% de la barra vital del luchador empleado por Drevlin. 

Lamentablemente para Ehrmentraup, Drev activó el PARRY MODE.

Quizás fue el parecido razonable con su rubicundo luchador.

O quizás saber que su maniobra de distracción estaba equilibrando la batalla para sus amigos.

O simplemente, era el honor de Funkotrón lo que estaba en juego.

Fuera como fuese, Drevlin no podía perder aquel combate.

Así que ganó.

A lo grande.

Kimono blanco, Drev; Kimono Azul, Ehrmentraup 

Ehrmentraup contempló la pantalla de su monitor a escasos milímetros de distancia mientras el palpitante luminoso mostraba dos letras separadas por un pequeño puntito.

K.O.

—_{No... N-n-o.. No es posible... ¿Cómo has...?} —El orondo y megalómano científico, amo y señor de la astronave Stellaris, era incapaz de comprender cómo era posible que aquel funkotroniano hubiese hecho nueve fintas seguidas con precisión milimétrica.

Para un adicto a los videojuegos con el gen del competidor extremo, aquella humillante derrota era algo más que un funesto presagio.

—¡HAS HECHO TRAMPA! ¡ESO ES! ¡ME HAS ENGAÑADO DE ALGUNA FORMA TAN SIBILINA Y RUIN QUE HAS LOGRADO EVITAR UNA MUERTE SEGURA! ¡CONFIESA, COBARDE! ¡NADIE, ABSOLUTAMENTE NADIE ES CAPAZ DE ESCAPAR DE TAN TERRIBLE MOVIMIENTO ESPECIAL CON LA PORCIÓN DE VIDA QUE TE QUEDABA! —Ehrmentraup enrojecía más y más. Se puso en pie señalando con dedo acusador a Drevlin. —¡HAS USADO A UN PERSONAJE TOP TIER! ¡SIN DUDA SE TRATA DE ESO! ¡TE HAS VALIDO DE ESA ARGUCIA PARA BATIRME! ¡DEBES CONCEDERME LA REVANCHA AHORA MISMO! ¡EN ESTE PRECISO INSTANTE!