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Star Wars - Un Nuevo Orden

Preludio - En el tiempo

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16/05/2018, 23:19
Director

Cerrad los ojos. Dejad que el tiempo os catapulte hacia ese momento.

Un palacio, hermoso, de afiladas atalayas cristalinas que se alzan como ramas de una inmensa, eterna infinita torre. Buscadlo. Crece, como si hubiera salido del mismo suelo, de las mismas entrañas, en el mismo epicentro de una ciudad que respira agradecida por estar a su lado. Una ciudad que flota como un islote sobre la ingravidez imposible, en el corazón mismo de un astro indeciso. Un astro que no sabe si ser un planeta o una estrella.

Si no podéis verlo, imaginadlo. Es hermoso.

Trepad. Volad si es necesario. En la cima de dicho palacio, rodeado de un mar de colores gaseosos, opalescentes y oníricos, hallaréis tres figuras iluminadas por las distantes llamaradas del planeta-sol. Observadlas. Dos hermosas mujeres, en la plenitud de sus días, tan distantes la una de la otra como a la par majestuosas. Su amistad se percibe en sus miradas inquietas, en la confianza íntima de los pequeños gestos y los grandes silencios. El hombre tras ellas no nos importa demasiado, pero fijaos: es como una sombra, sabedora de que no puede eclipsar a la luz. Una sombra cuya existencia carecería de sentido si la luz desapareciera.

Ellas esperan. Impacientes. Él espera, ocultando su inquietud. Podéis entenderlo si os esforzáis: hay mucho en juego en esa espera. El destino mismo de toda una Galaxia. Es lógico que la desesperación melle incluso a las figuras más regias.

Los pasos en las escaleras les alertan. Sentid su tensión. Sus músculos se contraen, sus manos buscan sus armas pese a que ansían no necesitarlas. Durante un lapso, perduran en el desconocimiento de lo que se avecina, sostenidas únicamente por un hálito de esperanza.

Ah, aquí estáis – ¿Oís la voz? Suave y calmada, como un lago sin mareas, como la armonía de un diapasón que descarga de alivio a las tres figuras.

Las recién llegadas (esforzaos, esforzaos y podréis verlas como faros en el tiempo) son una pareja tan similar como distinta. Ambas visten túnicas ocres, simples y sencillas. Ambas caminan con los brazos entrelazados, con paso firme pero sereno. Pero si uno busca más lejos de las similitudes, encontrará las diferencias. La juventud se contrapone con la madurez. La frialdad con el nervio. La calma con el pánico. La sabiduría a la inexperiencia.

Parecidas, pero tan diferentes…

 - Subir por las escaleras no ha sido tarea sencilla, querida amiga – continua la más anciana de las recién llegadas.

Ya viene. La lección. Prestad atención porque lo que ocurre ahora es importante.

 - El senado ha enviado a sus mensajeros,  – responde la dama a la que se dirige–.  O mejor dicho, el Imperio. No consigo acostumbrarme… Debemos darnos prisa. Si vuestra presencia…

  - Tranquilidad, su majestad – la interrumpe la anciana  -. Comprendo vuestras tribulaciones, así que seremos breves. Tomad.

De debajo de la túnica, extrae algo sencillo. Lo sé, no podéis verlo. Ni siquiera yo puedo. No os preocupéis. Sabéis lo que le entrega. Eso es lo importante. Y aunque no podáis percibirlo, sí que podéis ver la expresión de la dama. De la Reina.

Su terror…

Lo siento - le dice la anciana, pero sentirlo no sirve de nada. No puede borrar el pánico de las pupilas de la reina. A un lado, la joven pupila de la anciana tiembla y niega con incredulidad-. Ni yo, ni mucho menos mi aprendiza, podemos salvaguardar algo así en el exilio. El peligro es demasiado grande.

Lo entiendo – musita la Reina. Podéis ver a su amiga, a su lado; apenas se atreve a atisbar lo que su compañera sujeta en sus manos.

Maestra, esto es un error - intenta aducir la pupila, pero un gesto de la anciana basta para acallarla. 

Ocultadlo. Pero no tratéis de destruirlo -advierte la cansada mujer-. Hay poderes en la Galaxia que no pueden desaparecer, ni ante el estallido de mil estrellas. Enterradlo si podéis, aunque sea en las profundidades de la historia.

Lo haremos - susurra la Reina.

Gracias, amiga mía. Sé que es una carga dolorosa, pero no nos queda otra opción, ni nadie más en quién confiar.

¿Qué haréis vosotras? – pregunta la compañera de la Reina.

- Las otras dos piezas quedaran a nuestro cargo. Si las mantenemos separadas… Se necesitan las tres y el crisol para componer el mapa, así que cuanto más lejos estén, mejor.  Nos esconderemos, y esperaremos. Es la única opción.

Ah, sí. Ahí lo tenéis. La respuesta.

No hace falta que prestéis mucha más atención a lo que viene después. Ahora la dama que acompaña a la Reina le pide un favor a la anciana, y todos parten para continuar con sus vidas. Pero no es importante. Ya hemos llegado a la parte crucial. A la lección.

Se escondieron. Esperaron.

Sentidlo. Sí. Lo que sentís es cobardía.

Eso es lo que son: los guardianes que nos abandonaron. Lo que la historia dicta que siempre han sido. Los que se esconden, y esperan. Los últimos cobardes.

Sí. Percibo vuestra pregunta. Es cierto. Nosotros nos hemos escondido ya demasiado. Hemos esperado, y esperado nuestro momento. Pero nuestra hora se acerca. No, no abráis los ojos aún. Dejadme que os lo muestre. Tratad de vislumbrarlo. Nuestro momento.

¿Lo veis? Nos aguarda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El origen de la Fuerza.