Partida Rol por web

Sin poder evitarlo, el viento y la lluvia pudieron finalmente conmigo, sino que fuese capaz de agarrarme a ninguna parte de la roca. Sabía que eso significaba que era el fin, que mi cuerpo chocaría con la fría roca y mi vida se desvanecería en el olvido. Ni siquiera cuando mis manos rozaron al mayor y vieron acercarse el suelo, abrí la boca para gritar.

Simplemente, cerré los ojos y me preparé para el impacto.

Mientras estaban en el exterior los militares, los científicos se dedicaban a colocar la antena. Evans atento a la posible entrada de los compañeros.

En el exterior en la salida más idónea según la orientación para optimizar la señal, con el cuchillo va preparando una repisa lo adecuado para colocar la antena. Era un poco complicado pero se iba haciendo hueco en la extraña pared exterior del hormiguero. Luego extrayendo unos pegotes de sustancia pegajosa colocándolo en el improvisado soporte para poder sujetar la caja al colocarla. Luego con alguna cuerda o correaje de parte del equipo rodeando la caja por el exterior para sujetarla aún más.

Aldo levantó la cabeza.

- ¿Has oído eso? - preguntó a Fern - Ha sonado... olvídalo, seguro que ha sido un trueno.

Volvió a la tarea que estaban haciendo ambos civiles del SG-4, preparar algo con aquella sustancia pegajosa con la que sostener la antena.

La marine descendía rápidamente por la pendiente de tierra, rodando y dando tumbos. Sus manos trataron de aferrarse desesperadamente a algo en un vano intento de frenar la caída, pero sólo chapotearon inútilmente en la irregular superficie antes de continuar. Dió algunos botes más y recibió varios golpes en lugares aleatorios, imposibles de predecir, hasta que su cabeza comenzó a girar, si bien resultaba difícil determinar si se debía al mareo provocado por movimiento o al dolor que Guerrero comenzaba a acusar.

La tempestad rugía alrededor del ranger y, sin embargo, el mundo parecía haberse vuelto un lugar más solitario. Guerrero había caido, pasado como una exhalación a su lado mientras rodaba y botaba sobre la superficie. No le había golpeado ni arrastrado en aquella caída de milagro, antes de desaparecer tras la cortina gris del aguacero... pero Alan no tenía tiempo de preocuparse pues él mismo seguía en una situación precaria. Una nueva ráfaga de viento traicionero le hizo trastabillar, rodar hacia un lado y, finalmente, detenerse una vez más cabeza abajo, con las pesadas gotas de lluvia golpeando su cara.

En el interior de la estancia, se mantenía una tensa calma. No había señales de los artrópodos pero tampoco de ambos militares. Llevaban fuera un par de minutos y no daban muestras de regresar, aunque la cima real del enorme montículo no podía estar mucho más arriba. En el exterior, la cuerda de la línea de escalada se movía violentamente, azotada por el viento, aunque también posiblemente por los movimientos de Alan y Vanessa al trepar.

Fern estaba algo más distraido, atareado como estaba con la improvisación de un lugar donde colocar el dispositivo. Sus intentos por tratar de arrancar pedazos de la extraña resina y construir con ella una suerte de repisa no fueron muy fructíferos pero, en un momento dado, consiguió encajar el aparato en una parte donde la abertura se estrechaba y las muescas hechas al arrancar resina "atraparon" la caja metálica. La adhesividad de aquella sustancia ayudó a estabilizar el artefacto, por lo que no necesitó complicarse excesivamente con correajes difíciles de procurar dada la limitada cantidad de cuerda disponible.

Alan maldijo en silencio, y rezó una oración a Dios, o quien fuera que estuviera escuchándole para que le ayudara a salir de ésa.

Había sido una muy mala decisión tratar de trepar allí arriba para encontrar una posición mejor para antena. Estratégicamente quizá no había sido mala idea, pero muy mal timing con todo aquel temporal.

Trató de calmarse y respirar hondo, y volvió a colocar sus brazos y piernas en posición para ubicarse y recuperar el equilibrio. Pronto continuaría el descenso y haría lo que pudiera por llegar abajo con sus compañeros de una maldita vez. Y ojalá Guerrero estuviera bien.

Trató de activar la radio para avisar a los científicos:

- Guerrero ha caído. Repito, Guerrero ha caído. - Dijo acercando la boca al micrófono. - Evans, Andrews, auxiliadla. -

Las condiciones climáticas eran malas, pero los militares seguro que entrarían pronto, el mayor había ido a buscar a Guerrero y no tardarían a entrar, mientras tanto la sustancia pegajosa funcionaba maravillosamente bien sujetando la antena en su lugar, era un pegamento que merecía la pena estudiar, un gran hallazgo en este planeta. El científico esperaba poder encontrar muchos otros. Ya el encuentro con otro ser era importante.
Primero tenían que salir así que encendió la antena una vez que estaba asegurada, mirando el correcto funcionamiento del equipo. Orgulloso de haberlo conseguido activar.

-Muy bien Evans, ya tenemos esto en marcha, ahora toca que funcione.

- Genial, me encanta que los planes salgan bien - dijo el lingüista.

Lo que ya se antojaba una caída descontrolada llegó a su fin con un doloroso tirón del brazo derecho de Guerrero. Su mano se había aferrado milagrosamente a una rugosidad de la irregular pendiente de tierra compacta y dejaba a la marine tendida cuan larga era bajo el aguacero. La situación, sin embargo, no resultó ser tan mala: un cabo de la cuerda había quedado atrapado bajo su cuerpo y aún tenía casi todo el equipo de escalada. A pesar de todo, el cansancio y los golpes durante la caída amenazaban con convertirse en un peligro más inminente que el de los elementos. Había estado a punto de perder la consciencia pero reaccionó y se desperezó con presteza al sentir que su vista se nublaba. Un aviso de algo peor que podía ocurrir de nuevo.

- Guerrero ha caído. Repito, Guerrero ha caído. Evans, Andrews, auxiliadla.

La radio calló tras aquel mensaje.

Whiteface estaba empapado ya hasta los huesos; en realidad, aquella había sido una realidad desde hacía ya un rato. Pero eso no le impidió volver a estabilizarse. Afianzado de nuevo como pudo en rugosidades e imperfecciones de la superficie terrosa, el ranger podía seguir con el descenso. La naturaleza a su alrededor, sin embargo, aparentaba confabularse contra el tau'ri y pretender que el afroamericano siguiera el "ejemplo" de su compañera. La radio en su mano, mientras tanto, permanecía silenciosa aunque no habían pasado más que unos pocos segundos desde que la utilizara.

- Guerrero ha caído. Repito, Guerrero ha caído. Evans, Andrews, auxiliadla.

 Las radios de ambos civiles cobraron vida con un chasquido y la voz del mayor Whiteface se escuchó con claridad en la estancia. Aquel mensaje confirmaba la oscura intuición que se había formado en la mente de Andrews, quien había conseguido colocar el aparato alienígena entre tanto. Aunque no parecía que el SG-4 pudiera iniciar la vuelta hasta la nave de Arkwuior todavía, a la luz de la nueva información.

Alan tomó aire de nuevo. Procuró relajarse y tranquilizarse. Y sin perder demasiado tiempo volvió a tratar de afianzar la posición de sus manos y pies, y continuó intentando el descenso.

Tenía que llegar abajo cuanto antes y ocuparse de ver qué le había sucedido a Guerrero. Rezaba porque la mujer estuviera bien.

El tirón que sentí en el brazo al conseguir agarrarme se extendió por toda la columna, obligándome a ahogar un grito, llegando incluso a morderme la lengua con tal de no dejar dominarme por el dolor. Sentí como por unos momentos me desvanecía, aunque finalmente, sacudí la cabeza y me agarré como pude a la fría e irregular roca.

El viento y la lluvia seguían azotándome con fuerza y cada vez veía más posible terminar en el suelo, tal y como me había temido.

Aldo levantó la mirada para encontrarse con la de Fern.

- ¿Qué que? - pregunto de forma retórica.

Se acercó a la salida por donde habían pasado sus compañeros militares y se asomó. Miró arriba y luego miró abajo, en busca de la experta en armamento.

- ¡VANESSA! - grito entre la tormenta.

Mientras su compañera contestaba, se acercó la radio a la boca.

- No la veo, pero el dispositivo ya está colocado, comienza a bajar - le indicó al mayor.

- ¡VANESSA! -

El viento arrastró hasta la marine (o puede que fuera a pesar del viento) aquel grito. Resultaba difícil, pero parecía la voz de Aldo la que llegaba desde arriba mientras Guerrero se aferraba con fuerza a la tierra de la pendiente. El viento azotaba su ropa y la lluvia caía sobre la sargento de forma ininterrumpida e inmisericorde. A pesar de ello, la mujer tau'ri confiaba en recuperar algo de aliento y fuerza perdidos en la caída antes de intentar ascender de nuevo hasta la seguridad de la extraña estancia dentro del montículo.

- No la veo, pero el dispositivo ya está colocado, comienza a bajar.

Entre tanto, la conversación por radio entre sus compañeros continuaba.

- No la veo, pero el dispositivo ya está colocado, comienza a bajar.

La voz de Aldo emergió por el transmisor de la radio de Alan en respuesta a su anterior mensaje, aunque el ranger volvía a encontrarse en una situación apurada de nuevo. Pugnaba con cuerda y argollas mientras una nueva racha de viento le había vuelto a desequilibrar y hacer oscilar peligrosamente antes de encontrarse, otra vez más, de espaldas a la superficie de la pendiente y sujetando un cabo fuertemente entre sus manos.

Aldo oteó inútilmente el exterior. A su alrededor, la cortina de agua oscurecía el mundo poco más allá de su brazo extendido, por lo que no vió rastro de ninguno de sus dos compañeros afuera. Algo parecido a una mancha informe y oscura algunos metros por encima de su posición podía ser el mayor Whiteface... o un cúmulo de tierra irregular. Tampoco hubo respuesta a su llamada, aunque pudiera ser que el viento y el aguacero dificultasen escuchar algo o que Guerrero siguiera cayendo pendiente abajo y estuviera inconsciente o muerta.