Partida Rol por web

Tras meditarlo unos instantes, el enano alarga el brazo y estrecha la mano engarrada del kenku.

-Trato hecho…- A su parecer, un negociador más avezado hubiera podido sacarle algo más a aquellas alhajas, pero dada su experiencia y contabilizando el precio que estimaba justo por aquellas joyas, no le parecía mal acuerdo.

Sellado el trato, Mekkor continuó hablando para terminar de dar la información ofrecida.

-No se arrepentirá, caballero… Respecto a la información que le comentaba, verá: nos ha surgido la oportunidad de comerciar con algunos animales exóticos provenientes de islas lejanas, lagartos eléctricos y Almiraj, en concreto. ¿Estaría interesado en hacer de intermediario o conoce a alguien que pudiera estarlo? –

El kenku te mira extrañado.

—¿Animales? No sabría decirle, si fueran gallinas o cerdos quizás... pero esos que me acaba de nombrar ¡Ni siquiera se qué es un almiraj!—exclamó el joyero— Pero déjeme pensar, contar me ayuda—dice mientras saca una bolsa llena de monedas que se pone a contar frente a ustedes.

—¡42! ¡El número mágico!— dice con expresión de triunfo al contar la última moneda— Si, si. No se de intermediarios, y yo no quiero tener problemas con otros gremios, mejor no meterme en sus negocios... pero si se de un posible comprador—. El pajaró comenzó a mirar a su alrededor, oteando las azoteas—ahí— dijo señalando un edificio lejano, grande, coronado con una gran cúpula azul como el cielo.— Una vez vi que ahí entraban una jaula con un cocodrilo ¿Eso les sirve? No se quién vive ahí, pero dinero no le falta. Y si no... supongo que pueden subastarlos en la plaza principal. Ahí es terreno neutro, quizás deban dar una porción de su ganancia como impuesto a la ciudad, pero por lo menos no necesitan pertenecer a ningún gremio.

Nuevo Comienzo es un lugar conocido por nunca haber implementado las monarquías parlamentarias que eran la costumbre en los continentes y en su lugar la ciudad era regida por una pequeña serie de cargos administrativos y judiciales y las asambleas gremiales e intergremiales que elegían a quienes ocupaban esos mismos cargos. Otras costumbres como la innecesaria ostentación de riqueza de quienes ocupaban puestos importantes si habían sobrevivido al viaje allende los mares, como lo probaba la vivienda que les señalaba.

—Espero haberles sido de ayuda— dice sincero mientras toma los anillos y el collar y los pone en un cajón bajo la mesa— Y por favor ¡No dejen de enviar a sus amistades con Gaspar Grajo Plateado! Sea compra, venta o simple asesoría, sin duda puede confiar en mi joyería— les dice guiñandoles un ojo— Y también hacemos pedidos por encargo, sea un simple engarce nuevo o un juego de Alianzas hecha desde cero— añade por última vez señalando a Sylus.

En algún momento de toda la conversación, el muchacho se ha aburrido y se ha ido por su lado sin que ustedes se percataran. Está a unos pocos metros, mirando atento los ramos que ofrece una florería.

La capitana confirmó que acudiríamos a aquella invitación, bromeando con que no se podía rechazar una comida caliente, aunque era evidente que no se trataba de eso. Sin embargo, entonces se puso seria, y acercándose demasiado cuestionó mi mentirijilla sobre ser madre e hija, como si hubiera insinuado que se estuviera haciendo vieja, o algo así, algo que me apresuré a negar con la cabeza.

Oh, no, no, no, nada de eso... -Negué una y otra vez, con nerviosismo- Es sólo que tienes el aspecto de una mujer hecha y derecha, y yo... en fin, sigo pareciendo una cría, ya sabes. Improvisé, una madre con su hija da más confianza que dos amigas...

Retomamos nuestro camino, y aprovechando el paseo continuó hablando, al parecer acerca del motivo por el que me había estado preguntando antes de que aquel encuentro nos interrumpiera. Para mi sorpresa, y sin que supiera qué responder, afirmó que me consideraba un gran valor para la tripulación. Sin embargo, parecía temer que me estuviera acomodando en lugar de esforzarme, y se había dado cuenta de que la presencia de Sylus me incomodaba. Entonces me dejó claro cómo habían sido las cosas para ella, aunque lamentablemente no lograba sentirme identificada. Harmony era... muy distinta a mí. Podía competir con cualquier hombre, con cualquier marinero, pues era fuerte y dura, no como yo.

Quieres decir... que debería atizarle un buen puñetazo a Sylus, ¿no? -Afirmé, mirando al frente con decisión y golpeando la palma de una de mis manos con la otra bien cerrada en un puño. Por supuesto, sabía que no era eso lo que estaba diciendo, algo que dejé claro cuando me eché a reír, sacando la lengua a mi capitana con picardía. Sin embargo, acabé torciendo el moro hacia un lado, encogiéndome de hombros- Ya se a qué te refieres, pero... no se. Lo que mejor se me da es pasar desapercibida y agenciarme cosas que no son mías antes de salir corriendo a esconderme. No es que haya muchas posibilidades de utilizar eso en un barco, no se si me entiendes... Hago lo que se me ordena, y trato de hacerlo lo mejor posible, pero... no se si sirvo de mucho.

Mekkor sonríe ante la verborrea de aquel cuervo parlante, mostrando su dentadura adornada por un premolar dorado.

-Sin duda le haremos buena publicidad, caballaro. Un placer hacer negocios con usted… Ahora, debemos marchar – Dice el enano dándose la vuelta dispuesto a dejar, más que satisfecho, aquel establecimiento.

Al ver al joven mirando flores, le hecha una socarrona mirada a Wu y se dirige hacía el muchacho.

- ¿Qué buscas, chiquillo? ¿Acaso quieres conquistar el corazón de alguna moza? Créeme, te hubiera ido mejor con una de las joyas que acabamos de vender…- Y le da un amistoso codazo a Sylus que lo hace tambalearse. Se nota que Mekkor está de buen humor recorriendo de nuevo aquellas ajetreadas calles.

Después de hablar un rato más, Thorne y su compañera asienten ambos con la cabeza y se dan la mano como si estuvieran sellando un trato. Luego se dan vuelta y se apartan del barandal del barco, quedando fuera de la vista.

—¡Bájenlo ahora!— grita el capitán. Pocos minutos después se tiran unas planchas de metal como rampas hacia el barco y un carro de metal negro tirado por cuatro caballos sale cargando una de las jaulas. Dentro, duerme el draco. Los animales que tiran del carruaje también destacan bastante, pues todos los caballos son de un único color: uno enteramente blanco, otro totalmente negro y dos por completo marrones. En el otro extremo de las riendas, sentada sobre el carro, va la mujer con la que hablaba Thorne. Por suerte éste sector del puerto es de los más viejos y está hecho de piedra. No hay forma que todo ese peso hubiera sido soportado por las estructuras de madera.

Técnicamente habían ya cumplido lo que les había pedido la capitana. Habían confirmado que era el barco de Thorne, y que el capitán estaba efectivamente ahí. Podían retirarse a la taberna marcada como punto de encuentro, o podían decidir seguir dando vueltas hasta que se hiciera la hora.

La grumete negó repetidas veces que creyera que aparentara ser mayor, explicándome acto seguido el por qué de su improvisación sobre fingir ser madre e hija. La muchacha tenía razón, una madre con su hija inspiraban mucha más confianza.

- Tienes razón en eso de la confianza. - le concedí con media sonrisa. - Y ya crecerás, no tengas tanta prisa. – añadí, revolviéndole el pelo acto seguido.

Continuamos con nuestro camino y retomé aquello de lo que había querido hablarle, no tardando Lili en responderme. Comenzó por una broma, que me sacó una sonrisa que tuve que contener, abordando después el tema con seriedad. Al parecer, no creía que sus habilidades fueran de mucha utilidad en un barco, algo con lo que estaba completamente en desacuerdo.

- No sabes si sirves de mucho… ¿Gracias a quién estamos aquí? Sí, ya sé que te reprendí por cómo hiciste las cosas, pero ahora ya sabes cómo tienes que proceder. La mayoría habría encontrado esa carta y no se habría dado cuenta de nada. Pero tú sí. – respondía mientras continuábamos caminando, pero terminé parándome en seco y girándome hacia ella. – Lili, en un barco, en una tripulación, cada uno tiene su función. Si todos fuéramos grandes navegantes, grandes espadachines, o grandes ladrones, seríamos muy buenos por separado, pero no como un grupo. Esta banda necesita quién lleve el timón o quién empuñe un arma, pero también quién sea capaz de pasar desapercibido, colarse donde otros no pueden, afanarse lo inalcanzable y usar su dura mollera en favor de la tripulación. – terminé por decirle, empujándole la frente con el dedo índice.

Unas cuantas cuadras pasada La Sirena Muda se identifican mutuamente en una calle secundaria, un poco menos cargada de gente.

Lili y Harmony conversaban tranquilamente mientras se dirigían a la taberna, mientras que Mekkor, Wu y Sylus caminaban en silencio en dirección opuesta, dejando atrás el establecimiento y dirigiendose a algún otro lugar.

Ni bien las ve, Sylus las señala a sus compañeros y las saluda desde lejos agitando el brazo por sobre su cabeza.

Las palabras de la capitana habían calado hondo en mi interior, dándome nueva confianza en mi posición dentro de la tripulación. Era muy posible que careciera de facultades mágicas o una gran fuerza, pero sin duda tenía mucho que ofrecer, y la tripulación se componía de gente diversa que pudiera aportar cosas diferentes. Y sí, si estábamos investigando todo aquello era precisamente por lo que yo había descubierto. Así que, si bien era posible que lo que yo era capaz de hacer no se usase muy frecuentemente a bordo del Temido, tenía su momento y su importancia.

Sin embargo, todo aquel optimismo y la sonrisa que llevaba dibujada en mi rostro se desvanecieron en cuanto vi a lo lejos a Sylus, con su carita de niño bueno, lleno de simpatía e inocencia, en compañía de Mekkor y Wu. Y el maldito nos hacía señales sin disimulo ninguno, con grandes aspavientos.

¿Es éste buen momento para ese mamporro que me has recomendado darle, capitana? -Le pregunté a Harmony, haciendo sonar mis nudillos mientras fruncía el ceño, no pudiendo evitar sonreír de medio lado a la mujer.

Wu se inclina cordialmente para despedirse y emprender una breve caminata en la cual decidir nuestros próximos pasos. Sonríe mientras zurce un pelo suelto de su barba bajo la uña y mira desde la diferencia de altura cada centímetro que el sol se reflejaba, en forma de medialuna, en la brillante cabeza del enano.

-No todo corazón se conquista con joyas... Aunque yo también estaría complacido.-Más allá de la complacencia natural que lo caracterizaba, Wu, se sentía conforme con la venta, el día, el botín, el aire, la compañía y todo lo demás.

-Vamos por buen camino, mi buen Mekkor. Y debemos concluir con la venta.- Viendo a los demás en el camino pero siendo nuestro asunto terminar de vender el botín antes de "relajarnos".

Vi el cruce de miradas y aguarde por llamado, si es que la capitán nos requería. 
Sylus se lucia por sobre los demás, un puñal en el ojo ahora le enseñaría a ser más observador y a andarse con cuidado. El karma siempre da las mejores lecciones.
Pero sin llegar a tales instancias sufrir del engaño lleva también a prestar más atención. Como si silbara deje escapar la magia en el aire, el cual llevo en un susurro a los oídos del muchacho el terrible sonido de una cimitarra siendo desenfundada de una funda de lata.*

Lili no dijo nada ante mis últimas palabras, pero la sonrisa que se dibujó en su rostro y que permaneció en él mientras nos dirigíamos a la taberna me dijo todo lo que necesitaba saber. La muchacha parecía haber comprendido lo que había querido transmitirle.

Nos encontrábanos cerca de la taberna cuando vimos a Mekkor, Wu y Sylus a lo lejos, comenzando este último a señalarnos para que los demás nos vieran; saludándonos tras ello con su mano en alto.

Cuando la grumete se dirigió a mí, la miré sorprendida, soltando una gran carcajada.

- Eso no es exactamente lo que he dicho. Reserva los golpes para cuando sea absolutamente necesario. Además, estoy convencida de que con tu gran inteligencia no tendrás problema alguno en poner a alguien en su sitio simplemente con la palabra. - le dije con una sonrisa. - Lo cuál me parece todo un arte. - añadí antes de volver a mirar al frente, comprobando que estábamos ya cerca de nuestros compañeros.

Al darles alcance, les lancé directamente una pregunta, sin saludarles siquiera.

- ¿A dónde os dirigís? ¿No habíamos quedado en la Sirena Tuerta? - les pregunté con el ceño fruncido, sintiéndome confusa.

El enano asiente ante la capitana mientras dobla la espalda a modo de marcial reverencia.

-Sí, mi capitana, así es… Pero aún no hemos concluido nuestra comanda- Se gira hacia Wu, encogiéndose de hombros – Hemos sacado un buen precio por las alhajas, pero aún no hemos encontrado un buen comprador para las bestias. Si cree que podemos retomar después el asunto, o quiere reorganizar las tareas, quizás podamos tomar algo en La Sirena mientras concretamos –

El sentido del deber como Primer oficial de Mekkor, está siendo eclipsado por momentos por la cercana presencia de su local de esparcimiento favorito de entre todos Los Fragmentos. Al menos su favorito entre los que conoce, que no son pocos.

Sonrió y se agarro al brazo de bufón -bien , misión cumplida, podemos irnos a la taberna a tomar algo y.... ¿quien sabe? quizás podamos hasta descansar en una cómoda cama, o no descansar- rió, mientras se alejaban del barco de Thorne -además hay mucho que contar- miro hacia varios lados -y no me gusta mucho estar así, al descubierto- le susurro simplemente, sabía que la entendería perfectamente.

Sylus se volteó de súbito al creer haber escuchado algo, pero en aquella callejuela apenas circulaba gente. Las personas más cercanas al grupo eran una pareja de semielfos que discutían algún problema marital de forma poco sutil a unos 4 o 5 metros. Extrañado y sin detectar ninguna fuente para tal sonido, el niño se encogió de hombros y volvió a prestar atención a Lili y la capitana, que ya estaban frente su grupo. Sin embargo sigue echando algunas miradas por sobre el hombro durante los siguientes minutos.

—Muda...— corrigió a la capitana en un susurro distraido, como pensando en voz alta, mientras miraba una rata que se escabullía por debajo de una puerta.

—Estabamos yendo hacia allá— secundó a Mekkor y estiró un dedo para señalar. Apuntaba a un techo lejano, a espaldas de las mujeres. Una cúpula bastante grande, azul como el cielo que la enmarcaba. Lili y Harmony reconocieron el edificio—nos dijeron que vender cualquier cosa fuera de la plaza central puede traer problemas con los gremios, pero nos indicaron que ahí podía haber alguien interesado ¡Dicen que tiene un cocodrilo!—y con tono dubitativo agregó— Son como dragones, pero mucho más pequeños ¿No? Aunque tampoco he visto nunca dragones...—Sylus realmente podía ser de mucha ayuda dados sus talentos mágicos, pero su mente siempre tendía a zigzaguear de un lado a otro sin mucha dificultad.

El mediodía se les empieza a hechar encima y de algunas casas escapa un leve aroma a comida. El estómago de Sylus emite un rugido que de poder traducirse en palabras, habría significado algo en las lineas de "El plan de Mekkor es fantástico".

Con esto dicho, partieron hasta el punto de encuentro en que habían quedado con el resto.

No fue dificil de encontrar,  La Sirena Muda se encontraba en una esquina de la primer avenida que se encuentra saliendo del puerto. Se trata de un edificio de dos plantas hecho en piedra con tirantes de madera y que no desentonaría en ningún rincón del Tridente. La facahda está bastante prolija, limpia y cuidada, sobre todo para estar tan cerca del puerto. Cerca de la puerta un cartel de madera cuelga con cadenas de una pared, y muestra una quimera con cola de pez y cuerpo de mujer que devora apasionadamente un pez sostenido con la mano derecha, mientras con la izquierda hace un gesto de aprobación con el pulgar.

Al entrar encuentran un ambiente tranquilo, casi vacío. Solo dos de las mesas están ocupadas. Una por tres semiorcos que comen queso en silencio y con cara de aburridos, y la otra por cuatro marineros que reconocen como parte de la tripulacion de El Temido. Ni rastro aún de sus compañeros.

Al entrar, un hombre detrás de la barra los mira intensamente, casi sienten que les viera el alma, pero es apenas un segundo. El hombre voltea la cabeza a la pared del fondo donde dos mozas están reposadas charlando entre sí, y decide que no quiere molestarlas, por lo que hace un gesto que los invita a sentarse donde prefieran.

—¡Buenas, bienvenidos! Por favor siéntense. Todavía me falta una media hora para la comida—el horno a sus espaldas sin embargo ya lanza un agradable aroma— pero  si quieren algo de beber, o un poco de queso para picar... Tengo uno que me acaba de llegar hace una semana desde Orlé ¡Está bien fresco! E incluye la bebida— dice guiñandoles un ojo.— Pero si la moneda de oro se les escapa del presupuesto... puedo ofrecerles uno local, por una pieza de plata—concluye con una cálida sonrisa, mientras termina de pasarle un trapo a la barra.

Giacomo sonrió y besó a su compañera en la comisura de la boca.

 -Me gustan esas sugerencias. Y la satisfacción del trabajo cumplido siempre me da ganas de relajarme un rato.

Dicho esto, el bufón empezó a alejarse discretamente del barco junto a su compañera. Cuanto menos se pavonearan delante de aquel barco, mejor, Ashara tenía razón. Ellos eran gente de las sombras, lo suyo era el sigilo y acercarse por la espalda, no desfilar delante de sus enemigos (aunque fueran sólo posibles enemigos).

Un breve recorrido más tarde ya habían llegado a la taberna. Limpia, acogedora... ¡Casi no parecía que estuvieran en un tugurio portuario! Y lo mejor era que estaba casi vacía, por lo que podrían sentarse tranquilamente, tomar algo y relajarse mientras esperaban a sus compañeros. El bufón señaló las mesas y dijo:

 -Siéntate donde quieras cuchi-cuchi, yo voy a buscar algo para picar.

Y dejando que su elfa eligiera una buena mesa, Giacomo se acercó a la barra, sacando dos monedas de oro y poniéndolas encima de la barra.

 -Así que queso fresco con una buena bebida para acompañarlo. ¿Quién se podría negar a una oferta tan tentadora? Si tienes vino, sirve dos copas. Si no, dos escudillas de cerveza estarán muy bien.

Y con eso ya podrían esperar tranquilamente a que el resto de sus compañeros se reunieran con ellos.

A la capitana le faltó tiempo para cuestionar a Mekkor y Wu por lo que estaban haciendo, y es que se alejaban del lugar en el que habíamos quedado, en lugar de dirigirse hacia allí. Por cómo conocía a aquellos dos, estaba segura de que tendrían sus buenos motivos para ello, y es que el enano era todo un gran profesional, y el viejo Wu uno de los hombres más sensatos que había conocido, si no el que más. De modo que aguardé con paciencia a que respondieran, torciendo el gesto cuando el niñato e atrevió a corregir a la capitana con el nombre de la taberna.

Wu, ¿te acuerdas de cómo se llamaba el tipo aquel, el último que se atrevió a corregir a la capitana en algo? –Pregunté al cocinero, con cara de inocencia- No, claro, seguro que no… -Me adelanté a su respuesta, mirando súbitamente a Sylus con los ojos entrecerrados mientras cruzaba mis brazos- Nadie le recuerda…

Aquello era lo que Harmony me había dicho, que emplease la palabra. Y si eso fallaba, siempre podía darle un buen capón a aquel idiota. ¿Quién se creía que era?

Al final, como era de esperar, todo tenía una explicación. Aún no habían terminado con su encargo, habiendo logrado colocar parte de la mercancía pero debiendo encontrar aún un comprador para los animales. Fue Sylus, precisamente, quien desveló a dónde se dirigían, y cuando me volví para buscar el lugar que señalaba, mis ojos se abrieron como platos antes de estallar en carcajadas.

JAJAJA, ¿el palacio con la cúpula azul? Mira que es casualidad… -Dije, apoyando ambas manos en mis poco pronunciadas caderas- Mi “mamá” Harmony y yo, estamos invitadas a comer con el dueño de la casa mañana, precisamente. –Expliqué, guiñando un ojo a la capitana por la complicidad del engaño que habíamos desplegado delante de aquel tipo- Igual no es mala idea la de Mekkor, ir a comer algo a la taberna y concretar cómo vamos a venderle nuestra mercancía… e investigar cómo aligerarle de otros tesoros que guarde en su casa, ¿no?

Sonrió y una vez entraron se dirigió a una mesa algo apartada, donde oídos indiscreto no escuchasen más de la cuenta, no era hora ni lugar para asesinar. Observo al bufón mientras pedía algo para esperar a los demás. No podía negarlo, el lugar era bastante acogedor, mucho mejor que otras tabernas en las que habían estado que eran realmente deprimentes, igual hasta tenia habitaciones minimamente decentes.

Observo los alrededores, semiorcos, marineros, nada fuera de lo común, hacia tiempo que se habían enrolado en el barco y hacia tiempo que nadie la miraba mal, era casi inquietante, parecía que había tierras en las que no conocían a los de su raza, mejor para ella, menos esperarían y por lo menos no la intentarían echar.

Lancé una fulminante mirada a Sylus cuando le escuché por lo bajo corregirme. Si lo hubiera hecho mirándome a la cara no me lo hubiera tomado tan mal, pero decirlo de aquel modo, como quien no quería la cosa... Le observaba con suspicacia, dispuesta a pronunciarme, cuando Lili se me adelantó.

La ocurrencia de la grumete me sacó una sonrisa, dejando que fueron sus palabras las que calaran en Sylus. A buen seguro no se le volvería a ocurrir hacer algo semejante.

Mekkor me informó de los motivos de que continuaran callejeando, pronunciándose Sylus acto seguido, señalando aquella cúpula azul que Lili y yo ya conocíamos. La muchacha en seguida rió, informando de la invitación que el dueño de aquel lugar nos había hecho, haciendo referencia al papel de madre que me había adjudicado durante su ardid.

Sonreí a la chica cuando me guiñó el ojo, tomando la palabra después de que esta secundara una de las opciones que había contemplado Mekkor, la de ir a la taberna para concretar qué hacer a continuación; sin olvidar la oportunidad de saquear aquella casa.

- Será lo mejor. - concordé con Lili. - Nos topamos con el hombre que vive en ese lugar, parece que le gusta tener animales exóticos como mascotas. - comencé a explicar al resto. - Nos invitó a comer al fingir que éramos una madre y una hija a las que les gustaban los animales, idea de Lili. - maticé, mirando de reojo a la grumete un instante, mostrándole media sonrisa antes de continuar. - Ese tipo debe tener bastante dinero, y cabe la posibilidad de que también más de un objeto interesante. - fijé entonces la vista en Mekkor. - ¿Cómo lo ves? Parece una excelente oportunidad, quizás demasiado. Pero creo que mientras andemos con cuidado, podemos obtener un buen botín.