Partida Rol por web

De primeras, la reacción de Gwendolyn asustó a Rose. Pero pronto necesitó hacer un esfuerzo para no echarse a reír. La chica tenía un par de ovarios.

Mientras Victor y Katrina fueron en busca de la radio, Rose se acercó hacia donde estaba Fer. Le tranquilizaba estar cerca suyo. Todavía no había pasado nada, pero podía notar cómo aumentaba su nerviosismo. Cerró los ojos obligándose a mantener una respiración profunda y pausada, como le había enseñado la psicóloga.

Entonces salió Katrina gritando.

Rose abrió los ojos pero no se movió. Quería salir corriendo hacia ella, como hacía Fer, pero sus piernas no se movían. Su cuerpo no se movía. Ni siquiera era capaz de pestañear. Estaba paralizada. En su cabeza solo podía enumerar todos los peligros con los que podía haberse encontrado su amiga. Y cómo hubiese reaccionado ella. ¿Paralizándose? ¿De verdad podía ser tan tonta?

Entonces empezó a correr. Fer le sacaba más de diez metros de distancia.

« No tiene porqué ser él, no es él, eso no era él.»

Es lo que repito de forma incansable en mi mente, cuando el horror se hizo en mi cuerpo. Intento salir corriendo, no sé hacia donde y cuando unos brazos muy fuertes detienen mi andar antes de que la voz se instaure en mis oídos para comprender, descubro que es Fer. Es quien me mantiene quieta, la diferencia de tamaños, su fuerza y la expresión de horror que tengo, es lo que da a entender que hay algo muy malo detrás de esa puerta que le indico con el dedo. 

—No entren ahí, por favor. 

Es lo que digo y giro sobre mi misma para rodear la cintura de aquel hombre con la intención de llorar desconsoladamente. Es un sollozo que se siente, que duele, pero es que también con todo lo vivido y tras haber cruzado esa línea entre el horror y la verdad, más no puedo hacer. No sé si puedo con esto, no sé si soy capaz. Por eso me deshago en lágrimas, agarrando con fuerza la ropa de aquel hombre. 

Pareciendo una niña pequeña, ajena a lo que dicen los demás, sólo con una imagen en la mente. 

Maldita oscuridad.

El viaje a lo desconocido fue difícil, apoyándose en el hombro de Katrina, confiando en sus ojos, y quizás un poco más en sus propios sentidos, la llegada al lugar se vio truncado por la reacción de la chica, que continuo sola, abriendo la puerta, atraída quizás por sus propias ilusiones, por sus propios demonios... Desde lejos, Víctor sabía que se acercaban a una escena de muerte terrible, pero no se imaginaba que tuviera un impacto especial para Katrina, desde afuera la escuchó hablando ¿sola? algo parecía mantener la conversación, pero ese algo no llegaba hasta los potentes oídos de Víctor. ¿estaría siendo atacada? No Escuchaba pelea o lucha. De pronto, Katrina sale corriendo, casi derribándolo, el escuchó titinear algo a su paso, algo había recogido allí adentro, quizás el radio. Víctor no vio sentido en entrar solo, prefirió devolverse y tratar de averiguar lo que había visto allí la chica. Caminó hacia la voz de Fer y el llanto de Katrina, no tardó en llegar. Estaba a punto de preguntar por el Radio, cuando lo escucharon de nuevo. Era otra cosa lo que había sacado ella de allí, quizás suministros. Estaba esperando que se calmara y narrara lo sucedido para hacerse a una idea y saber si estaban más en riesgo adentro que afuera... 

Lo que vio Katrina quedaría para ella si no lo describía, ya que el único lo suficientemente cerca era Victor. Tal vez lo habría escuchado, o tal vez no. Lo que se sabe es que la rubia salió corriendo. Entre las sombras, algo se movía. O tal vez era su imaginación. ¿Cómo saberlo? ¿O acaso era mejor preguntar si querían saberlo? Casi como si se tratara de una broma, el reflector cuya luz ya era lo suficientemente débil, empezó a pestañear. Aquello les daba chance de ver por momentos cómo parecía que algo parecía avanzar hacia el grupo. Titilaba otra vez y su luz se hacía más tenue. Una respiración agónica, fuerte... Asemejable a la de un paciente en agonía, y un sonido que acompañaba esa dificultosa respiración. Algo ininteligible que podrían ser considerados balbuceos mientras otros gruñidos se encontraban acercándose, haciéndose más fuertes.

El sonido de las garras contra el suelo del lugar y... El reflector con una luz cada vez más tenue. La sombra se seguía moviendo, casi como si se tragara la luz y tomara fuerza para seguir avanzando, aunque... ¿Eso siquiera es posible? Después de todo, la luz los ahuyenta... ¿verdad?

Aunque en lo que se refugiaban ya no podía ser considerado precisamente luz y, además, estaban próximos a quedar a merced de las sombras. Habían conseguido mantenerlos funcionando, pero al parecer, aquello se había terminado. ¿Correr o luchar? No había ningún tic-tac, pero la intermitencia de las luces podían servirles para contar los segundos.

Un sonido más se unía al sonido de las uñas: algo que chirriaba en contacto con el suelo de la fricción que producía. Sea lo que fuera que se movía, lo hacía con dificultad. Sin embargo, la distancia no era tan enorme como para considerar que les sobraba tiempo.  

Para aquel anciano, toda la situación actual no estaba siendo más que una basura. A la mocosa se le estaba yendo de más la boca. Debía lidiar con dos mujeres más, una de ellas completamente loca, y con un ciego. Estaba de muy malhumor, y esta vez no hacía el mínimo esfuerzo para ocultarlo en su demacrada faz. Quizá debía considerar seriamente dejar que todos se pudri... Como si fuese una mala jugada del destino, las cosas empezaron a torcerse... de nuevo.

El reflector empezó a titilar, y aunque no se veía asustado, Reuben se mostró muy alerta. Aquella cosa que parecía venir hacia ellos, esos sonidos, esos gruñidos... Puede que esa mujer no estuviese loca del todo.

—¡Tomen todo lo que pueda dar luz y salgan de aquí! —gritó, en un tono autoritario evidencia de sus años como militar.

Dejando por completo la lata de lado, se levantó empuñando su navaja. Cojeando, se acercó al lugar en donde esos sonidos se escuchaban, aunque no lo suficiente para no tener tiempo de salir corriendo. ¿Hacía eso para darle tiempo a los demás... o quizá por algo más?

—¡No les tengo miedo, malditas cosas rusas!

—Hay un cadáver y en su interior se encuentra la radio, ya que el cuerpo está abierto en canal. Pero el problema es que no sólo es eso... Hay algo más, algo que juega con nuestra mente y yo... ¡Yo no quiero volver allí! —digo en un tono nervioso—. Es como dice el viejo, tenemos que salir, de inmediato.

Y no hay más revelaciones de momento, quien quiera vivir la experiencia lo invito a que se adentre en esa oscuridad y experimente lo peor de la mente humana. No estoy dispuesta a vivir la crueldad de mis acciones de cara a estas circunstancias, no cuando todavía puedo luchar por la supervivencia. No quiero más de ello, ni de lo que sea que esto me está ofreciendo. 

Necesito luz, mucha luz. 

—Fer... ¿Qué hacemos? Ese hombre no me inspira confianza.

Es demasiado despiadado y me pregunto que le ha sucedido para ser así. Quizás no es el único que tiene ese pasado perturbador que le reclama un juicio de moralidad. Nadie está exento por desgracia. 

Cuando consiguió atrapar a Katrina, su mente comenzó a ir un poco más despacio, tratando de asimilar todo lo que sucedía, sus sentidos se agudizaron producto del miedo a lo desconocido, a lo que fuese que había visto la muchacha. La luz se desvanecía lentamente y la amenaza crecía a un ritmo superior al que la luz se desvanecía. Sí, él mismo sabía que tenían que irse, pero la situación no ayudaba.

Fue a gruñir algo, algo para enfrentarse a eso que tenía por dentro, pero el anciano se le adelantó. Tenía razón, era lo que había dicho él mismo antes: tomarlo todo y buscar otro lugar seguro. Uno que a ser posible estuviese bien lejos.

El escuchar su nombre le devolvió de un sólo golpe a la acción.

¿Qué rusos ni qué no tengo miedo ni qué narices? -dijo girándose hacia Reuben- Tenemos que marcharnos y buscar el origen de la señal. AHORA.

Inquirió. No quería ni pensar en una radio dentro de un cadáver, ni que el lugar al que quería ir estuviese peor. Quería marcharse y, al decirlo, recordó que había un ciego con ellos y dudaba que fuese capaz de correr completamente sin chocarse con nada, así que sin dudar le tomó del brazo. Fer siempre llevaba encima todo lo suyo, hasta para dormir, así que arrancó a correr, sin soltar el brazo de Víctor para guiarlo. Si veía algún obstáculo le avisaría, pero trataría de conducirlo para evitar la mayoría de ellos. No era momento de tantear con el bastón. También trató de asegurarse que el resto corría alejándose de aquello, con una mirada particular hacia Katrina.

Vamos, juntos.

¿Dónde? No tenía mucha idea, él no sabía de señales, pero sí sabía que estar allí era morir.

Podría haber seguido con sus provocaciones a aquel viejo, pero prefirió ignorarlo. Después de todo... y con un poco de suerte, se lo acabarían cargando alguno de aquellos cosos. O quizás no, el karma era muy hijo de perra. Los gritos de la rubia, acompañados del tintineo de las luces solo provocaron una expresión de incomodez en la joven. Casi como si llevase un muelle en el culo, se levantó de un salto recogienso sus pocas pertenencias. Se puso la chaqueta y corrió hacia Rose.- ¡Vamos, no te quedes atrás! Con suerte el viejo hará de cebo...- ¿Qué? Era un viejo gilipollas. Y no ocultaba a nadie que le caía mal. Con suavidad tiró del brazo de la mujer para animarla a correr.

Tras eso echó a correr tras el grupo, aunque se giró para asegurarse de que la mujer la seguía. Incluso se atrevió a levantar la mirada hacia Reuben.- ¡Déjate de mierdas, viejales. Vamos, esto no es seguro! -Le gritó antes de ponerse a la altura de Fer, Katrina y Victor. Ella no se quedaría ni allí, ni sola. Al menos no por decisión propia, claro.

Aquel sonido se seguía acercando incluso a pesar del arrebato de Reuben. Sin importar lo que estuvieran buscando, la mejor opción era salir de allí. El viejo Reuben estaba un paso atrás que los demás, quienes actuaron más veloces. Fer había tomado el brazo de Victor para guiarlo y gracias a Wendy, Rose también logró reaccionar a tiempo. Sea lo que fuera que los perseguía, estaba yendo detrás de todos y a pesar de su aparente gallardía, Reuben también corrió. Incluso si solo eran rusos, eran dos y se veían en mejor estado de salud que el anciano.

Hubo una última visión antes de que lograran escapar y esa fue la de un líquido espeso y de un color oscuro saliendo de su boca y cayendo al suelo mientras su nauseabundo aliento llenaba las fosas nasales de Reuben mientras huía. Aquel sonido de garras se intensificaba y empezaba a acelerar el paso mientras lo hacían, aunque aún les daba margen suficiente de escapar. Sus gruñidos aumentaban en intensidad y las farolas dentro del gimnasio se apagaron por completo, casi como si les estuviera pidiendo que escaparan antes de que fuera demasiado tarde. Por primera vez, la salida parecía muy lejana mientras los pasos de las criaturas se hacían más y más veloces. Incluso alguno tuvo que echarle una mano a Reuben para que no se quedara atrás, ya que su vieja lesión le impedía correr, pero al menos tenían las linternas.

Esa criatura que era más veloz que aquella que se arrastraba estaba por alcanzarles, pero lograron abrir la puerta y atrapar su garrazo para luego cerrarla. El sonido del metal de aquella enorme puerta había causado un sonido ensordecedor de esta siendo rasgada con violencia y con la soledad del lugar, era posible que se hubiera escuchado por todos los alrededores. ¿Era el fin? ¿Estaban salvados? Tal vez no, pero era un movimiento más que les permitía seguir con vida por el momento. La euforia duró poco, ya que estaban en el exterior y aunque normalmente habría farolas iluminando las calles, semáforos cambiando de color y autos haciendo ruido, esos recuerdos se empezaban a volver ilusiones en su cabeza. Ya no había nada de eso y solo estaba la oscura calle con autos abandonados por doquier, cuerpos mutilados y rodeados de sangre seca y la luz de sus linternas. Aunque no podemos olvidarnos de sea lo que fuera que los perseguía en las sombras, además de empezar a escucharse una cantidad de pasos mayor que antes. Al parecer, el ruido ocasionado por la puerta les había atraído hacia ustedes, o simplemente estaban allí esperando que se les obligara a salir de su refugio.

Cuando Katrina alcanzó a Fer, Rose se los marcó como objetivo. Seguía corriendo hacia ellos dispuesta a abrazar a Katrina como en los viejos tiempos. Pero no llegó a hacerlo. El temblor de las luces hizo que se parara en seco. Paralizada. Algo se acercaba. Algo se acercaba hacia ellos.

Podía sentir sus pisadas... podía sentir sus murmullos...

Podía sentir el frío. Le helaba por dentro.

Lo único que le mantenía alerta era ese crispante chirrido. Mientras, Rueben parecía volverse loco.

Pero no se podía mover. Sentía tanto miedo. Como el momento en el que se dio cuenta de que Beth no iba a volver.

- ¡¡¡NO!!!

Gritó con todas sus fuerzas sin motivo ni destinatario aparente. Pero le sirvió para despertar. Justo en ese momento escuchó a Gwendolyn. Su gesto fue suficiente para hacer que Rose empezara a correr. La única parte consciente que quedaba en su cabeza se sintió mal por no haber hecho más caso a esa chica.

Mientras corría no pudo evitar mirar atrás. Y lo vio allí, rezagado. Sintió pena. Sintió odio por sentir pena.

No dejaba de correr. Sentía pinchazos en los pulmones y un ligero sabor a óxido en su boca. Nunca había hecho deporte y en esos momentos se arrepentía de ello.

Volvió a mirar atrás y volvió a verlo allí. Se giró de nuevo hacia delante y se dio cuenta de que se había rezagado. Quizá por su mala forma física o quizá por los remordimientos. Pero ya estaba más cerca del viejo que de los demás.

Y lo hizo. Ralentizó el ritmo, se giró hacia él y estiró la el brazo. Cerró la mano entorno a su basta piel y tiró hacia delante con todas sus fuerzas. Le dolía el hombro pero no lo soltó. La falta de aire se entremezclaba con la ansiedad de sentir las bestias cada vez más cerca. Sus compañeros ya habían alcanzado la puerta y sentía que no llegaba. Sentía que no llegaba...

- ¡¡¡JODEEER!!!

El grito fue liberador. Soltó a Reuben y se tiró al suelo de rodillas, con las manos apoyadas en el suelo y respirando estrepitosamente. Tardó varios segundos en darse cuenta de que sus compañeros estaban todavía luchando para que ese ser no les alcanzara. Se levantó corriendo hacia la puerta, para ayudarles.

Y lo consiguieron.

- Tenemos que irnos de aquí. No van a tardar en salir de allí. Abrirán la puerta y nos alcanzarán. No podremos escapar. Nos alcanzarán y nos matarán. Y yo no puedo seguir así. No puedo volver a correr así....

Hablaba con urgencia, olvidándose de respirar. Se movía sin rumbo fijo con las manos apoyadas en su nuca y la cabeza mirando el suelo.

- Esto está muy oscuro...muy oscuro, muy oscuro muy oscuro muy oscuro myscuromyscuromuyscuro...

Estaba histérica.

¿Acaso creían que él tenía miedo? Vaya bola de bastardos. Había visto frente a frente a la muerte innumerables veces. Sintió su ritmo cardíaco subir y toda su frente perlarse en sudor. Tomó con más fuerza su navaja y lamió sus labios, esperando ver lo que fuese a aparecer. No escuchó razones, extendió un poco el brazo con el que sostenía la navaja... y esperó. Sí, al menos hasta que vio un poco de Ellos. Antes de darse cuenta, con una expresión total de terror, estaba corriendo en dirección contraria, adonde se dirigían todos los demás. ¿Qué se suponía que eran esas cosas? ¿Monstruos creados por los rusos? Eran completamente desagradables.

Se sorprendió a sí mismo con la adrenalina hasta el tope, corriendo lo más rápido que su lastimada pierna y cadera se lo permitía. Lo iban a alcanzar, se estaba quedando rezagado. Hizo un gruñido bastante gutural y se aferró más a su navaja, volviéndose a mirar a esas cosas solo por un momento. Si debía morir, al menos se llevaría a una de esas cosas con él. O al menos eso era lo que pensaba. No pensó en ningún momento que alguien se rezagaría por él, y mucho menos que sería esa mujer. Se vio arrastrado por ella, sintiendo cómo su cadera empezaba a doler por alcanzar una velocidad que ya no podía alcanzar naturalmente. Cayó al suelo con un ruido sordo al lado de Rose, soltando su navaja. Agitó un poco la cabeza y trató de levantarse mientras los demás cerraban la puerta. Le dolía un poco el pecho y la barbilla, consecuencia de la caída. Mientras jadeaba, estiró su brazo entorno a él, intentando tantear la navaja. Cuando lo hizo, la tomó y intentó levantar la parte superior de su cuerpo, mientras las gotas de sudor caían en el suelo. Rose se estaba poniendo histérica, y nada de eso ayudaba. Ellos...

—¡Cálmate, mujer! —le gruñó, de muy malhumor. Cuando por fin consiguió arrodillarse, ahí se quedó, escuchando los pasos que parecían venir hacia ellos— ¡Saquen todo lo que dé luz! —dijo, en un tono autoritario de nuevo— ¡Hay que seguir moviéndose! —mientras decía eso, había estado intentando levantarse, pero el estado de su cadera y pierna no se lo permitía en ese momento.

Víctor se vio arrastrado literalmente por su compañero Fer y, si bien no le costaba seguir el paso, no confiaba lo suficiente en él como para dejarse llevar libremente sin temer un accidentes. Aunque lo más claro era que el verdadero peligro estaba atrás de ellos. 

Esas creaturas sonaban muy diferente a un humano, sus pasos, sus movimientos y su "respiración" no era como nad que hubiera escuchado. Tampoco olían igual que las personas, olían a humedad, a sangre, a muerte.

Cuando por fin salieron de ese lugar y lograron cerrar la puerta. Victor supo que no estaba ni remotamente cerca de estar a salvo y entendió que los habían sacado para darles caza. En la calle sus lámparas eran menos útiles, la luz se dispersaria. El caos y los obstáculos reinaban en las calles y ya su capacidad de recordar cada esquina no servía para nada. Necesitaba ojos y no acababa de confiar en sus actuales acompañantes. Aunque sentencia que Fer sentís una especial de responsabilidad por él también sabía que era de los hombres que sabían sacrificar a los débiles si era necesarios y allí Víctor era de los débiles incluso más que las mujeres que al menos podían ver. 

- Hay que encontrar otro refugio... Rápido. Hemos caído en su trampa, nos esperan acá afuera, hay que sorprenderlos, sino estamos muertos.

Cómo entrenador canino había estudiado etología y sabía un poco del comportamiento de caza en manada. Siempre había un plan los llevarían a donde fueran más vulnerables. Las opciones no eran muchas, a izquierda y derecha, la calle, con autos abandonados, vidrios rotos y luces intermitentes aquí y allá. Probablemente la trampa. Cruzando la calle un edificio de apartamentos, seguro abría criaturas allí, pero también más posibilidades de esconderse y encontra recursos. En diagonal la entrada al metro subterráneo mucha obscuridad, espacio cerrado, pero una tan improbable elección que quizás no fuera tan loca idea. Sería la que el eligiria si pudiera peto justo ahora dependía de sus acompañantes y además, había algunos que no le gustaría dejar atrás... Aunque otros quizás si.

- El subte o el edificio? Dónde nos irá mejor - Dijo rápidamente, sabía que les sorprendería que supiera lo que había allí sin verlo pero ya estaba acostumbrado a eso.

- La calle es mala opción a menos que encontramos un auto que aún funcione y que pueda abrirse paso entre los demás autos.

En el subterraneo abrían al menos las luces de emergencia esas no se agotan ni en 6 meses así que podrían ver por dónde andaban y seguro no abría tantos obstáculos desconocidos Sen los túneles así que él podría estar más seguro de sus recuerdos que en las calles.

- Qué hacemos entonces?

El horror se instaura en cada gesto de mi rostro cuando se inicia la carrera junto a Fer y Victor, al ser pequeña no es difícil salir rápido de allí pero el panorama que te devuelve el mirar hacia atrás, es desolador. Tenemos al viejo herido, que fue atacado no sé en qué momento por lo que sea que acecha en las sombras, Rose sumamente paralizada y al rescate fue nuestra otra compañera que le está salvando la vida de un peor destino. Aunque sigo creyendo que este es el infierno y que nada peor de lo que estamos viviendo puede pasar. 

No importa como pero logramos cruzar aquel umbral con ese aire viciado y los sonidos aterradores de unas criaturas que no nos dan tregua. Estoy pálida, con el corazón latiendo a fuerza mientras intento contener la respiración. No quieras imaginar el gesto de horror que surgió de mi rostro cuando costó cerrar la puerta, siendo demasiado lejano todo lo demás. Es imposible pensar cuando estás salvándote el pellejo en cada paso dado y tengo miedo, muchísimo miedo. 

¿Qué hicimos para merecer esto?

No tengo idea, aún así el precio es demasiado caro. No obstante estamos allí, en ese espacio que no merece un halago mejor. Pero es seguro, de momento al menos. 

—Salir a la calle puede ser un problema, aún así no podemos estar demasiados encerrados en lugares así. Vamos a enloquecer demasiado rápido—digo nerviosa—. Tengo una linterna, iluminen por favor. 

Miro a Fer, el más cabal de todos. 

—¿Qué sugieres?

Cualquiera que se aventurara a mirar alrededor, podría notar que parecían estarse reuniendo y rodeándolos. Uno de Ellos soltó un ensordecedor chillido que avivó las fuerzas de los demás. No los veían, ya que se mantenían alejados lo suficiente gracias a las linternas que tenían con ustedes, pero podía pasar que solo con dejar caer la linterna, la ventaja la tuvieran Ellos.

Reuben en el suelo sin poderse levantar, Rose en shock y varios mirando a Fer en busca de opciones, pero ¿era realmente el momento de sentarse a esperar? La puerta del coliseo se abría lentamente, haciendo un ruido infernal, destemplando sus dientes incluso por su roce con el suelo, mientras seguían esperando. Tal vez se les había olvidado que aún no estaban a salvo, pero lo habían recordado tarde.

Podría haber sido el inexplicable aumento de temperatura o el olor a putrefacción que los rodeaba, pero sin duda estaban allí, cerca, posiblemente saboreando a las que podrían ser sus próximas víctimas. Aún tenían luz, así que podrían abrirse paso, pero ¿era suficiente? ¿Cómo escapar? Por fortuna había muchos autos abandonados por ahí. Si lograban encender uno, tendrían oportunidad, aunque más que encender el auto, ¿cómo llegarían a él?

La situación no favorecía a ninguno de los pobres desgraciados inmiscuidos en tal terror. La oscuridad se cernía sobre ellos en más de un sentido. Aquellos seres sacados del inframundo más pútrido los acechaban, esperando solo un error, un descuido, una mala jugada de la suerte. En ese momento, la linterna era lo único que podía proveerles luz. Sin ese débil halo de energía perecerían. Sin embargo, tarde o temprano lo harían, ¿no? No había salvación en ese mundo gobernado por la oscuridad. ¿Por qué luchar más?

—No voy a morir aquí —él no. No le importaban los demás. Eran libres de dejarse morir; él no moriría ahí, no en ese lugar. Bombas no habían sido capaces de matarlo, tampoco balas. No dejaría que aquellos monstruos se quedasen con su vida sin nada a cambio. Sonrió de lado, utilizando gran parte de sus fuerzas para por fin ponerse de pie, sin poder evitar gruñir un poco por el dolor en su cadera.

De uno de sus bolsillos sacó un pequeño llavero con un escudo de la armada estadounidense. Sujeto a este llavero había una pequeña linterna metálica, muy pequeña. Pulsó el interruptor y la encendió. La luz de la linterna era tan intensa como su propio tamaño: casi nada.

—Todos son unos malditos inútiles —el atestado anciano mantuvo la linterna en su mano libre, empuñando con mucha fuerza la navaja en la otra. Victor había dicho algo útil, y eso al viejo no se le pasó por alto. Debían salir de ese lugar, y la forma más eficiente era en un auto. Ir al subterráneo, si bien podía ser una buena opción, podía ser la peor. Muchos de Ellos estaban allí. Los acecharían. No podrían estar en los subterráneos por siempre. Debían buscar un lugar más eficiente. La única forma de hacerlo era a través de un auto, o al menos eso pensaba Reuben.

Se separó del grupo, se volvió uno con la oscuridad, mientras su linterna únicamente le dejaba ver diez metros por delante de él, no más. No era mucho, pero era suficiente. Eso era todo lo que necesitaba. Solo debía seguir las luces de los autos que parpadeaban, ignorar los bramidos de esas cosas, su nauseabundo olor. Gotas de sudor recorrían el rostro de Reuben mientras que su expresión se tornaba mucho más amarga. Sus ojos, como radares activos, intentaban identificar un coche en buen estado, al menos en el exterior. Aquellos que proveían una débil luz amarilla a través de sus faros eran los que llamaban la atención a Reuben... partiendo de allí... Sí, su objetivo estaba decidido.

El anciano cojeó lo más rápido que pudo hasta llegar a una Pick Up 85 color negra. El estado de la camioneta no era el mejor. Había oxido a lo largo de toda la carrocería. Sin embargo, los neumáticos estaban bien... por no hablar de lo que traía en la parte de atrás. Habían un par de cajas con algo de comida y agua, aunque esto era algo que el anciano no sabía. Cualquiera que viese ese auto pensaría que era el menos óptimo a elegir, pero Reuben no pensaba como cualquiera. Haló la manilla de la camioneta apretando los dientes; la puerta abrió. Con algo de trabajo se subió a la camioneta; encendió la luz de la cabina. La batería parecía estar en buen estado. Observó el tablero del vehículo: no había llave. Chasqueó la lengua. No había tiempo. Las gotas de sudor caían por su barbilla. Se pasó el llavero a la boca y lo mordió, terminando por meterse bajo el volante. Golpeó, rompió, haló; una maraña de cables salieron a la luz. Cortó, gruñó, mientras veía la débil luz de su propia linterna parpadear. Todo estaba bien, ya había hecho muchas veces. Intentó la primera vez, nada sucedió. Intentó de nuevo, consiguió una chispa. Otra vez, otra vez, otra vez; el rugido de un motor se escuchó, al mismo tiempo que las luces delanteras de la camioneta se encendían. El viejo se tiró por un momento en el espaldar del asiento, pisando el acelerador un poco; no podía dejar que el motor se ahogase. Tenía que salir de ahí, ahora podía hacerlo. Dudó un momento. Podía hacerlo solo, pero... Al final terminó por tocar la bocina de la camioneta un par de veces, gruñendo al mismo tiempo. ¿Su lado amable acaso estaba saliendo a relucir? Quedaba de parte de cada quien decidir qué hacer.

Una decisión puede ser lo que marque la diferencia. 

Es un hecho cuando estamos todos allí prácticamente rodeados por el influjo de la oscuridad. Mi corazón late desaforado y veo que las chicas están como yo. No sé qué nos queda de este lugar que no hayamos vivido, la verdad que una existencia plagada de horrores es el peor castigo que podemos recibir. Es karmático, no tengo dudas. 

Finalmente es Reuben quién toma la iniciativa con tal de salvarse o tal vez, salvarnos. La tensión se acrecienta en aquel instante cuando se sumerge en medio de la oscuridad con su linterna, es un viejo decrépito, odioso por donde lo mires. Aún así tiene agallas y en una situación como esta, es totalmente indispensable. El asunto es que lo perdemos de vista, con mi linterna intento iluminar para no perderle el rastro, pero es demasiada la espesura. 

Pasan los minutos, se hacen eternos y cuando quiero acordar, se escucha el sonido de una bocina. Es él, tiene que ser él. Así que rápidamente tironeando de Rose tras cogerla de la mano porque ha estado muy paralizada, decido correr junto a ella hacia donde sea que esté ese sonido. La linterna nos mantiene a salvo de momento y mi objetivo es subir a la camioneta que Reuben ha pillado. 

—¡Ahí está! Sube Rose, venga. 

Casi que la empujo para que lo haga y al subir yo, ilumino desde la ventana para que en medio de la búsqueda, el resto nos encuentre. Principalmente Fer. 

—Rose, sal de ti misma. ¡Es hora de hacer algo! —le grito a mi amiga, quiero abrazarla pero estoy ayudando a los demás. Miro al viejo—. Gracias. 

Fer estaba perdido, desorientado. No sabía bien casi ni dónde se encontraba. Habían huido, más de esas cosas aparecían y todo aquello parecía un infierno destinado a atraparles. Estaba seguro de la presencia de alguna mente que estaba orquestando como si fuese una película de Tarantino y ellos eran sólo unos extras, pero quería ser de los extras que se iban mordiendo.

La crisis de Rose le hizo detenerse un momento y tomarla de los hombros, agitarla, tratar que regresara.

¡Vamos! ¡Ellos no se van a detener sólo porque estés temblando!

Mientras intentaba hacerlo, de reojo pudo ver cómo la rata cobarde del anciano les abandonaba llevándose una de las mejores linternas y, en aquel momento, pensó que quizá el viejo era sólo un espía de los rusos que tanto criticaba para disimular o algo así. Pensó también que quizá debió haberlo sacado de la ecuación en cuanto tuvo la oportunidad.

Regresó su atención a Rose, tomando la determinación de que estaba demasiado asustada como para reaccionar.

Encontraremos un sitio si nos movemos, en rea...

No llegó a terminar la frase cuando el demonio pasó a ser una chispa de luz moderadamente aceptable, montado en un vehículo que sería salvación. Se mordió la lengua, pero el anciano había hecho algo bien. Rápidamente siguió a Katrina.

¡Tu instinto te mantendrá a salvo! ¡Así que vamos, vamos vamos!

Ella había tomado a Rose, adelantándose, así que regresó con Víctor para ver la luz y seguirla. Aquella muchacha era inteligente, sería fácil y podría guiar al ciego. Una vez llegaron y sin dudar lo impulsó para saltar en la parte de atrás e hizo lo propio. Se giró para buscar a Wendy con la mirada, estirándose para ofrecer su mano y ayudarle a subir, a la vez que gruñía en voz alta.

Bien hecho, Reuben.

Era su modo de pedir disculpas por un pensamiento nunca pronunciado.

Las manos de la joven empuñaban con fuerza una de las linternas, podía escuchar cómo cada uno de los presentes vivía aquello de manera distinta. En ese instante pensó en su familia ¿Seguirían vivos? ¿Por qué los extrañaba? Se pegó algo más al grupo y apuntó con la luz a distintas zonas de aquella infernal oscuridad. Ser cazados... Por un momento cerró los ojos y se acuclilló sobre si misma mientras escondía el rostro con las manos. Joder... ella prefería una paliza a morir de aquella manera. Había deseado muchas veces que su padre desapareciera, que las cosas cambiaran, pero ahora. No quería seguir huyendo, quería volver a casa, volver a sentir el ardor de los golpes, pero... Que a cambio no hubiera oscuridad.

Cuando Reuben se alejó, lo siguió con la linterna hasta perderlo ¿Se iba? ¿Nos dejaba? Volvió a su posición y buscó cierta protección en los que se habían quedado. Los sonidos que los rodeaban la agobiaban, chirridos, ruguidos... Y todos ellos sedientos de sangre. El rugido del motor del coche hizo que la joven brincara, tras el pitido observó como uno a uno iban subiendo al auto hasta que sólo quedó ella. Miró a Fer y después a sus espaldas. No, ella no iba a ser la cena. Agarró con fuerza su mano y se ayudó para subir.- ¿Dónde  iremos? No vamos a poder huir siempre...-Sin permiso de ninguno, se ayudó de la linterna para ver si encontraba algún mapa o algo entre todas las cajas que había.- Si encontrásemos un mapa de la ciudad... Quizás podríamos buscar y marcar zonas a las que ir y por las que ir moviéndonos. Está claro que quedarnos quietos no es una solución, pero si estuviesemos en movimiento continuo. Eso quizás les dificulte la caza...- Miró al grupo unos segundos. Quizás sus palabras carecían de sentido. Pero... Queria ayudar, dejar de ser una carga por ser una cría.