Partida Rol por web

Tu madre seguía sosteniéndote sin obligarte a separarte de ella, pues pareció comprender que te había resultado muy importante el quedarte allí, contra su pecho. Pudiste sentir algo cálido humedecer tu cabeza y luego rodar hacia abajo para perderse en la oscuridad del lugar.

El soldado decidió hacerse a un lado tras hacer algunas señas a tu madre y se alejó para atender a alguien más. Te fijaste en su pierna y, al parecer, había logrado hacer al curación necesaria a pesar de los obstáculos que su reunión le presentó. Tu madre se veía complacida por verte bien, pero sobre todo por tenerte de nuevo con ella. Tus preguntas hicieron que la amargura volviera a su rostro - Ni yo lo sé, cariño. Después de que te fueras, temí lo peor, pero... tú sabes quién me tuvo encerrada en casa. Cuando intenté salir a buscarte, estuvo a punto de matarme - y era increíble que un hombre como ese hubiera continuado con esa actitud incluso ad portas del apocalipsis -. Cuando se dio cuenta que no podía seguir avanzando, él... - y se quedó en silencio. Pudiste ver que hacía acopio de toda su fuerza de voluntad para no ceder ante su propia tristeza. Se secó las lágrimas rápidamente -. Pero no importa. Ahora estoy contigo y eso me basta. La muerte puede llegar en cualquier momento ahora que te he encontrado, linda - sonrió y acarició tu mejilla con cuidad.

El sonido de vehículos en movimiento se acrecentaba y fue cuando todos los militares empezaron a movilizar a los refugiados para desplazarse hacia lo que parecía una entrada de un garage... O al menos eso hacía pensar por el espacio disponible que había allí y los sonidos de afuera. ¿Acaso los evacuarían tan pronto o solo habías tenido suerte?

Tu madre te miró - Wendy, ayúdame a ponerme de pie, por favor - se notaba que no estaba en condiciones de moverse con libertad, así que... ¿Cómo había logrado llegar hasta allí?

Fer hizo acopio de aquel rayo de esperanza que la insólita situación le había brindado y arrancó a correr a toda velocidad. ¿Qué estaba pasando exactamente? ¿Acaso importaba? Lo importante es que podrían correr con la esperanza de encontrar un lugar salvo o alcanzar los vehículos que parecían dispuestos a dejarlos atrás.

Seguido de Fer, Rose fue quien echó a correr, siguiendo al hombre que había llevado la batuta del grupo en varias ocasiones, mientras que Reuben salía hacia la dirección opuesta. Claro que había algo que ambos hombres parecían haber olvidado y eso era que sus linternas estaban a punto de perder su carga restante, lo cual se evidenciaba en una luz naranja y más tenue que solo iluminaba en un corto rango de distancia. 

Solo había una salida para ese lugar, por lo que, independientemente del camino que tomaran después, tendrían que buscar la misma salida, aunque Reuben no parecía dispuesto a ir por donde los habían traído, sino que buscaría otro camino. Las linternas de Fer y Reuben estaban dando su último esfuerzo para alumbrar los pasos de sus amos, solo que la velocidad en la que el anciano caminaba era mucho menor a la que la juventud les permitiría a los otros dos, por lo cual podrían avanzar a mayor velocidad... Y claro que la linterna de Rose seguía alumbrando bastante bien. El piso era fangoso, lo que llevaba a caídas, pero también estaba el hecho de que el olor a mortecina se intensificaba. Los rugidos se hacían sentir desde diferentes direcciones y como si fueran atraídos por la oscuridad y la vulnerabilidad de los presos, se seguían acercando. Sus largas y curveadas piernas pisaban pesadamente mientras escuchaban sus sonoras respiraciones. Fer y Rose tenían la linterna y tendrían posibilidades, pero ¿qué hay de Reuben?

Los pulmones del anciano dolían. Su corazón bombeaba sangre de forma frenética. La adrenalina era lo único que lo mantenía en pie, trotando entre trastabilleos. No debía ser capaz de moverse en esas condiciones, pero un narcisismo enfermo evitaba que se rindiera. No le importaba cómo ni a quién se llevase por delante, Reuben estaba convencido de que viviría.

Ellos acechaban. Ellos se daban un festín. Tal vez la única razón por la que todos seguían corriendo era porque Ellos se entretenían con los pobres desgraciados de las celdas. Presas fáciles. Ir por los más vulnerables primero. Luego, podrían darse un festín con las presas heridas que huían. 

Reuben jadeaba. No quería aceptarlo, pero la mano con la que sostenía su estropeada linterna temblaba. Con cada segundo que pasaba, el desagradable hombre se veía forzado a aceptar la realidad: aquellas criaturas no eran algo de ese mundo. Quizá de ninguno que pudiesen imaginarse. ¿Rusos? ¡A la mierda los rusos! Debía salir de allí. Debía preservar su vida. No podría ganar. Esas cosas lo matarían apenas lo atrapasen. Todavía debía vivir para tener la posibilidad de ver a Rose y Wendy sufriendo.

Los pasillos eventualmente convergieron. Reuben escuchó pasos rápidamente alejarse por delante de él, perdiéndose bajo el resplandor de una linterna. ¡Esos malditos! Fer y Rose pudieron perderse. Seguramente encontrarían la salida. Pero Reuben... cada vez sentía más cerca a esas criaturas. Monstruos. Eran monstruos. Reuben no miró hacia atrás mientras sentía que su vejiga se aflojaría en cualquier momento.

Las cosas pintaban fatales para Reuben, pero, mientras los monstruos se distraían con los demás presos, observó una zona aparentemente despejada de Ellos, un camino diferente al que habían tomado Rose y Fer. Apretó los dientes y siguió por allí, sacando su navaja y empuñándola con su otra temblorosa mano. 

¿Podría escapar por mucho más tiempo o esas criaturas lo atraparían?

Al escuchar el relato de su madre, Wendy sintió la vieja rabia que había aprendido a contener a base de golpes y correazos. Ese... ese desgraciado... Ese cobarde desgraciado...

-No importa, mamá... Ya nada de eso importa... Ahora estamos juntas...

Alzó su mirada para mirarla a los ojos.

-Es un milagro, ¿no lo ves? ¡Una señal! Ellos no lo pueden todo... No ganan siempre... A veces... -se limpió una lágrima rebelde que corría por su mejilla-. A veces ganamos nosotras... ¡Nosotras!

Habría tiempo de sobras para que su madre le contara su historia, como había logrado llegar hasta allí en ese estado. Igual que lo habría para que ella le contara todo lo que le había pasado en compañía de aquella gente, de aquel grupo que había ido menguando y que ahora parecía haber desaparecido a su alrededor. Pero nunca se lo contaría todo; nunca le contaría todo el horror que había visto, las demenciales cosas que había presenciado. Ya era bastante que su mente hubiera quedado mancillada por ello; nunca le haría eso mismo a su madre.

-Claro, mamá... Ven, sujetate a mí. Así. Despacito.

La ayudó a levantarse como le pedía, y sirviéndole de apoyo para andar, juntas empezaron a encaminarse hacia la entrada del garaje a la que los militares iban dirigiendo a todo el mundo.

Las linternas de tanto Reuben como Fer se habían apagado por fin, dejando solo la de Rose funcionando, dando la batalla por quién sabe cuánto tiempo. Algo que era notable era el agotamiento, pues tras haber chocado y no haber tenido un descanso adecuado ni alimento por jornadas tan largas los volvía ya lentos. Fer tenía el esfuerzo adicional de haber abierto esa reja a golpes, por lo cual la situación no era favorecedora.

El cruzar ese lugar en la oscuridad se hacía eterno, pero ambos grupos llegaron por lados diferentes a un lugar donde se asomaba una enorme zanja con lo que parecían bombas. ¿Eso era para proteger a quién exactamente? Reuben veía algo parecido, solo que estando solo, podía sentir la oscuridad tragándoselo poco a poco. ¿Sobreviviría por mucho? La pérdida de sangre hacía que su mano temblara y el cuchillo peligrara con caerse, por lo que sus posibilidades no eran buenas. A pesar de eso, si lograba saltar la zanja, podría salvarse de esa. Sin duda, Fer y Rose tenían mejores posibilidades. Los tanques estaban más allá de la zanja y podían verse las huellas de estos justo donde estaban, aunque había una parte libre de estas. Tal vez un paso temporal para ellos o algo así. Podrían mezclarse entre los refugiados para alcanzarlos.

Tu madre se sostuvo de ti tal como le pediste y te miró con una mezcla de orgullo y alivio. Sabía que estabas bien y ahora podía estar más tranquila. Además, ver lo fuerte que eras le devolvió algo de fe. ¿Era posible sobrevivir a semejante situación? Sin importar mucho, empezaron a caminar.

Notaste que las luces alrededor del refugio comenzaban a apagarse para dar mayor iluminación al interior del refugio. Tal vez fuera por la pérdida de costumbre, pero la intensa claridad del lugar te encegueció un momento, así como a casi todos los allí presentes. ¿Por qué hacían eso? Seguro para que fuera seguro transportar a quienes allí se refugiaban al transporte. Si miraste hacia el lugar que parecía un garage, notaste que empezaban a llegar tanques de guerra. ¿Viajarían en ellos? Bueno, había varias camionetas, así que lo más seguro es que los tanques les sirvieran de custodios nada más. ¿Era así? Era una suposición válida.

Tu madre empezaba a respirar con fuerza y seguía avanzando a pesar del descomunal dolor que parecía sentir. Su piel perdía color y pudiste sentir que su peso se hacía mayor sobre ti hasta que se te dificultó caminar. ¿Qué estaba pasándole? ¿Sí había sido solo una herida superficial? Tal vez deberías pedirle ayuda a alguien... aunque tu madre se negaba a decir una sola palabra, ni siquiera para quejarse de su condición.

Wendy sintió como crecía la alarma en su interior. ¿Qué le estaba ocurriendo a su madre?

-Mamá... ¡Mamá! ¿Qué te pasa?

Mil posibilidades empezaron a cruzar por su mente, a cada cual peor. Sentía que la roca firme que había encontrado y en la que apoyarse se estaba convirtiendo en polvo bajo sus pies. 

-¡Mamá! ¡Contestame!

Se volvió a su alrededor, buscando a alguien, a cualquiera, quien fuera. 

-¡Socorro! ¡Qué alguien me ayude! -gritó entre lágrimas-. ¡Es mi madre! ¡No sé qué le pasa! ¡Por favor! ¡Es mi mamá! 

A pesar de las prisas, Rose habían encontrado lo que parecían tablas desechadas. No eran muy anchas, pero algo es algo. Si las apilaban, de seguro podrían cruzar sin problema. Claro que con la única luz, era difícil ver mucho, pero por lo menos esta linterna parecía mantenerlos a salvo. Por su parte, Reuben no tuvo la suerte de encontrar tablas y su linterna había dado su último suspiro. ¿Cómo se salvaría? 

Los rugidos le pisaban los talones y estaba a punto de ser devorado, ¿podría escapar? Mientras Fer y Rose pasaban al otro lado con cuidado de no romper las tablas que habían puesto, el anciano corría con toda la velocidad que sus cansadas piernas se lo permitían, aunque tambaleándose por su oído afectado. Tuvo la suerte de encontrar un costal de arena, pero ¿podría moverlo? Estaba dispuesto a intentarlo. Sentía las pisadas acercarse a él. ¿Lo atraparían? No, no debía morir aún. Lo arrastró con toda su fuerza y lo puso en la zanja. Caminó tan velozmente como pudo para cruzar la zanja y hubo un momento en que se resbaló, pues su pie se había atascado en el saco. Forcejeó hasta que logró sacarlo, pero el saco cayó hacia dentro de la zanja.

La zanja estaba llena de explosivos. Rose, comprendiendo lo que sucedería, haló de Fer con toda su fuerza y rodaron alejándose del agujero. Reuben logró reaccionar a tiempo y, justo cuando uno de Ellos iba a saltar sobre el anciano, las bombas detonaron, despedazando su cuerpo frente a los tres fugitivos y salpicándoles un líquido que al principio era extraño, pero luego notaron que tenía un color vinotinto, además de rodarse coágulos por su piel. Los otros parecían haber sido ahuyentados por la luz que la explosión había dejado, pero ahora los militares parecían rodearlos, apuntándoles sus armas. Esta vez no eran unos cuantos, sino unos veinte. Era el momento de buscar la manera de subir a esos vehículos también. El lado amable es que por lo menos ya habían llamado su atención.

Tu madre insistía en que estaba bien, pero el tono cenizo de su piel no era el mejor indicio de todos. Tus gritos parecieron llamar la atención de una pareja que se dirigía a formarse. El hombre la miró y al ver la herida y el sudor en la frente de esta, te dijo - Parece que es el dolor. Lo mejor será cargarla si quieren llegar a tiempo - y a esas palabras, tu madre sonrió con timidez.

La joven se te acercó y puso una mano en tu hombro - Está bien, pequeña. Le buscaremos ayuda - y aunque parecía que la mujer tenía pensado decir algo más, se escuchó una enorme explosión justo detrás de los vehículos que habían sido dispuestos para transportarlos.

El hombre que estuvo a punto de cargar a tu madre, casi pierde el equilibrio y eso hizo que esta estuviera a punto de caer, solo que la mujer se le acercó a tiempo para ayudarle a sostenerse. Suspiró con fuerza y le hizo una señal a su esposo/novio para que la cargara de nuevo. La mujer te mantuvo tras de sí.

Segundos después, se escuchó el sonido de numerosos rifles siendo cargados a la vez, por lo que de seguro los militares habían ido a inspeccionar la situación. Otro militar, uno que parecía estar coordinando la evacuación, alzó la voz para decir que no se detuvieran, por lo que el hombre barbado alzó a tu madre y la mujer te acompañó hacia la fila. Si podías llamar la atención de alguno de los soldados, tal vez podrían darle algo más a tu madre para que pudiera reponerse rápidamente.

Si alguien decía que Reuben se mantenía de pie por alguna razón sobrenatural, no sería descabellado. Sin embargo, las razones por las que Reuben se mantenía corriendo tambaleándose de un lado al otro a pesar de su lamentable estado eran mucho más simples: un narcicismo increíble que se salía de lo desagradable. Fue por ese trastorno que se mantuvo corriendo sin luz a pesar de que se tropezaba y tambaleaba, y fue por lo mismo que pudo mover el costal de arena. A Reuben no le cabía en la cabeza la idea de morir allí. Esa era la maldición para todos.

Cuando se le quedó el pie atorado en el costal, Reuben maldijo en voz alta. Sentía cerca a Fer y Rose, pero no es como si se le hubiese pasado por la cabeza pedir ayuda; una de esas cosas estaba encima de él y tampoco iba a rebajarse. Al final terminó sacando el pie a tiempo. Sin embargo, él no sabía de los explosivos, por lo que caerse antes de que estos estallaran fue lo que salvó su pierna. No obstante, ahora sus dos oídos pitaban. Si antes se estaba tambaleando, ahora de plano no parecía ser capaz de levantarse. Pero una vez más a expensas de las expectativas, el anciano volvió a levantarse, resbalándose varias veces en el proceso por la cosa que había estallado cerca de ellos. Sin soltar la navaja a pesar de todo, logró levantarse al final, jadeando. Fue entonces que pudo ver las luces de aquellos militares que los rodeaban. Era el golpe de suerte que necesitaban, y Reuben no lo desperdiciaría. Después de un rato luchando por levantarse, Reuben se pegó una pared y siguió dispuesto a salir del lugar. ¿Cómo convencería a los militares que se lo llevaran? No lo pediría como un favor. Lo exigiría.

Era más un tema de supervivencia que de lógica, de aquello aquel anciano y aquella mujer parecían saber incluso más que él. La carrera dejó a Fer con la respiración acelerada, pero el miedo a morir le hizo que en cuanto notó a Rose halando de él se dejase llevar aunque no comprendía bien qué estaba pasando hasta que...

BOOOOM.

Zumbidos, mareo, pitidos... luces. Entrecerré los ojos ligeramente mareado y alzando ambas manos en gesto de rendición al saber que era militares. Nos tocará dar explicaciones, pero regresar no era una opción. Y no nos dejarían marchar.