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Refugio: Guardia de Will y Mara.

Mara le miró, todavía un poco separada de él y con el pequeño bol con espuma entre las manos. Una sonrisa asomó a su rostro y su corazón se encogió antes de acercarse y empezar a poner la espuma donde lo había hecho antes de que se enzarzaran el uno en el otro. Will la acarició cuando se acercó a él y Mara dejó que sus manos volvieran a hablarle a su cuerpo, se permitió cerrar los ojos unos segundos y disfrutar de esa anhelada intimidad. Pero debían salir de aquel ensueño.

- Voy a recortártela, me gustan los hombres con barba -escuchó su risa cristalina- además, te da un aspecto duro y fiero para enfrentarte al fin del mundo -bromeó aunque con un poco de pesar bajo esas palabras-. No te muevas, voy a empezar con la cuchilla -le advirtió.

Mara le afeitó con bastante destreza rasurando en algunas zonas y recortando en otras. Tras unos quince minutos, dio por acabado el trabajo y mojando una toalla con agua caliente, se la tendió a Will. Mientras el hombre aplicaba la toalla, ella se sentó en su regazo y acarició su pelo con dulzura, dejando que sus dedeos se entremezclaran entre las finas hebras oscuras.

- Deberíamos despertar a los siguientes y descansar un poco, hay que aprovechar este oasis en medio del desierto -aunque sus palabras eran lógicas, su corazón lo único que deseaba era no salir de aquel baño, de su abrazo-. Vamos -le dio la mano y caminó hacia el salón. Aunque antes de abandonar el baño se giró y le besó una última vez, con dulzura, sin prisa, dejando que sus labios fueran el hermoso final de un momento inolvidable. Le sonrió una vez más antes de seguir caminando hasta el salón.

Mara se agachó para despertar al siguiente turno y cuando éstos se pusieron en pie, acercó a Will al sofá y ella se tumbó cerca. El hombre sintió bajo la almohada, cómo la mano de Mara buscaba la suya en esa calidez que se estaba convirtiendo en tan común en ellos.

Refugio: Guardia de Will y Mara.

Cuando Mara sugirió el despertar a los siguientes para continuar las guardias, Will gruñó suavemente a modo de protesta, pero dejó que ella se levantara de su regazo y lo tomara de la mano. Sabía que, aunque ninguno de los dos quisiera romper ese momento, necesitaban dejar que sus cuerpos cogieran fuerzas del mismo modo que acababan de hacerlo sus almas.

-Encontraremos otros oasis. -Murmuró, acariciándola desde el hombro hasta la cadera con cariño. -Me niego a que éste sea el último.

Y después de un último beso que se negó a considerar como de despedida, Mara despertó a los siguientes, y lo condujo hasta el sofá. Los cojines parecieron abrazarlo cuando se recostó sobre ellos, y no pudo evitar dejar escapar un suspiro de cansancio acumulado.

La mano de Mara buscó la suya, y la calidez de su piel cuando sus dedos se entrelazaron fue lo último que sintió antes de dejarse arrastrar por el sueño.