Partida Rol por web

-¡Por Merlín! -exclamo con una mezcla de enfado y alivio, inmediatamente bajo la varita e ingreso en la habitación acomodándome las solapas del sobretodo que llevaba con un exceso de gesticulación, quizás para descargar la tensión, en resumen: habré parecido una lechuza mojada sacudiendo las plumas. Los repaso con la mirada sin decir nada, evaluando la situación y finalmente suelto -Vaya susto que me han dado, casi entro con el hechizo en la boca -al decir esto miro a mis compañeros pero a lo último también a la doctora. Luego mi vista se detiene en el señor Pawl y hago un ligero rictus con la boca pues la imagen de su esposa se me cruza por la mente, al menos él ya parece más en sí mismo.

Decido dirigirme a mis compañeros -Vengo de ver a Moody, creo que es hora de que tengamos una pequeña reunión -carraspeo y miro a la doctora y a los enfermeros.

La medimaga se dio por aludida e hizo un gesto para que los dos enfermeros abandonasen la sala. Sin embargo, ella no se movió un centímetro de donde estaba, entre ellos y su paciente. Cambió el peso de pierna y se cuadró en su lugar, juntando las manos sobre el regazo con la varita todavía entre los dedos.

—Comprendo que esto es un asunto del Ministerio pero se encuentra en un hospital, señor Fawley, y el señor Pawl es mi responsabilidad —explicó calmadamente, sosteniéndole la mirada al auror. Tenía unos ojos fríos, entre el gris y el azul celeste, que contrastaban con su melena cobriza, además de un acento irlandés bastante más taimado que el de Daire—. Hasta donde puedo decir, ninguno de ustedes es familiar de mi paciente, por lo que no puedo dejarles a solas con él. Si quieren hablar en privado, busquen otro lugar, por favor. 

Daire se guardó la varita en el bolsillo de la chaqueta, de forma algo despreocupada. Algo le debió de parecer gracioso, porque esbozó una media sonrisa. Sin embargo, una vez Fawley y la doctora entraron en el tira y afloja, el irlandés se centró en Kane.

-Lo que quería decir, antes de la interrupción, es que no necesariamente el envenenamiento y la desmemorización son dos hechos separados. Hay una criatura llamada Mal Acechador que segrega cierto veneno. Al ser diluido, puede usarse para borrar los malos recuerdos.

Ante la aclaración de Daire, Kane abrió los ojos y musitó un "ooooh" de entendimiento. Se rascó entonces la cabeza y volvió a apoyarse en la pared justo al lado de la puerta.

—¿Y hay algún antídoto contra el veneno? O mejor, ¿el Mal Acechador salió también del santuario? ¿Pero por qué utilizar su veneno en vez de simplemente hechizarle? ¿Por qué utilizar criaturas en general? Es que...

Dejó la frase en el aire, se pasó una mano por la cabeza y terminó profiriendo un gruñido de frustración.

—Bueno, ¿qué pasa con Moody?

Daire se encogió de hombros ante la avalancha de preguntas. Decidió esperar a que Fawley respondiera en vez de intervenir. Tampoco sabía quién era el tal Moody, ni qué había hecho el auror en esa última hora.

¿Antes de la interrupción? ¿ANTES DE LA INTERRUPCIÓN? Me quedo con el rostro encajado y la mandíbula se me aprieta por más que sé que no debería tomármelo tan a la tremenda. Fulmino a ambos con la mirada pero en vez de hablarles me dirijo a la medimaga primero solo moviendo mis ojos hacia ella, sin girar la cabeza, a la que le contesto cortés pero seco -Entiendo.

Luego a mis compañeros -No sé qué se figuran ustedes que hice en la casa del señor Pawl -lo miro compadeciéndome -Pero les aseguro que no fue una reunión social. Lo que ha ocurrido es muy serio y debemos hablarlo ahora mismo -les anuncio con gravedad -Pero no podemos dejar al señor Pawl solo, ¿Hay alguien más del Ministerio aquí con ustedes para que pueda cubrirnos mientras hablamos? Sin ofensas -esta vez sí al decirte esto último, miro a la mujer.

Kane parpadeó con genuina confusión.

—Nosotros no podemos dejar sólo al señor Pawl, es una orden directa de tu... de su... de Fawley. La otra—carraspeó—. Y Fionna, la amable medimaga que nos acompaña, tampoco parece muy dispuesta a quitarle los ojos de encima.

Kane, que seguía junto a la puerta, bajó la mirada hasta sus brazos y los recorrió de principio a fin, donde descubrió que seguía sujetando su varita. Alzó la mano con con una mezcla de sorpresa y confusión y procedió a envainarla en un portavaritas asido a su cadera, después se rascó la sien y siguió cruzado de brazos.

—Y así están las cosas. Yo te diría que lo soltases ya, pero claro...

Se encogió de hombros.

-Si quieres vamos al rincón y cuchicheamos -Daire señaló a una de las esquinas de la habitación. No quedó claro si lo decía en serio o bromeaba-. Conozco una salvaguarda si quieres excluir a la doctora.

—¿No deberías invitarnos primero a una copa?

-...

Miro a la doctora y luego a mis compañeros que se piensan que de alguna forma todo esto ha terminado y me trago las ganas de romperles la cara a lo muggle que me dan. Miro al señor Pawl sopesando cómo decir lo que debo decir cuando Daire y Kane siguen haciendo bromas, ¿Será que es su forma de sobrellevar todo esto? Eso espero porque de otra forma me aseguraré cuando todo esto acabe de que no vuelvan a trabajar investigando, al menos no conmigo.

Decido soltarlo todo a riesgo de que en cualquier momento seamos sorprendidos in situ y no podamos defendernos -La esposa del señor Pawl ha muerto en el ataque a su casa -comienzo y me enserio como preámbulo al cariz que tomarán las cosas -Pero ha sido asesinada con un imperdonable y han dejado una... marca oscura en el lugar -los miro a ambos a ver si ahora se ríen tanto -La clase de magia que han usado es muy poderosa. Con el auror Moody llegamos a la conclusión de que es algo nuevo... un grupo que ataca sin piedad y por sorpresa y que no le tiembla el pulso al tener que usar magia oscura. Comprendo que quizás se hayan pensado que esto era una simple desaparición, pero ahora puedo asegurarles que esto ha hecho un giro de 180° y es mucho, mucho más serio de lo que pensábamos. He enviado una lechuza a Lizeth para que redoble la vigilancia aquí.

Miro a la doctora -Comprendo que guardará silencio sobre lo hablado en esta habitación que es parte de una investigación en curso. Ahora necesitaría que me indique dónde está la bruja guardiana que vino con el señor Pawl y fue atacada en su casa, quiero interrogarla -anuncié con el rostro totalmente ensombrecido.

La mujer había permanecido todo el tiempo cabeza gacha, sentada en el borde de la cama dictándole a la pluma notas y apuntes sobre el estado del señor Pawl y lo que se le había administrado. Cuando Fawley se dirigió a ella, la mujer se incorporó mirándolo fijamente unos instantes.

—¿Qué se ha hablado en esta habitación? —inquirió, fingiendo hacerse la despistada para dejar claro que aquello ni le convenía ni le interesaba. Los asuntos del Ministerio pertenecían al Ministerio, y la muerte de quien fuera aquella mujer no tenía que ver con ella ni con el trabajo que estaba realizando en aquel momento—. Debe de estar todavía en Urgencias. No tenía buena pinta esa herida.

Habría resultado difícil decir qué clase de intenciones tenía alguien con quien a penas había cruzado varias palabras, pero aquella era una de las especialidades donde Nicholas brillaba. Tenía un ojo fino para juzgar el carácter de la gente con rapidez, y por el énfasis con el que ella intentó no hacer caso a la conversación y su actitud, a Nicholas le quedó bastante claro que su interés era el bienestar del paciente, no los asuntos que ellos tuviesen allí. Parecía una mujer profesional y respetuosa, quizás no particularmente entusiasmada por el hecho de tener a tres agentes del Ministerio en su estancia, pero eso podía deberse sencillamente a que a nadie le gustaba que mirasen por encima de su hombro a ver cómo trabajaba. Podía entenderlo, a fin de cuentas.

El relato de la marca oscura y el asesinato le quitó a Daire la sonrisa de la cara, como había previsto Nicholas. Asintió y se dirigió a la doctora.

-¿Puede llamar a Donovan? Tanto si la desmemorización es por el Mal Acechante como si se debe a otro veneno o hechizo, no conozco la cura.

La medimaga asintió de inmediato, apartándose la melena cobriza del rostro y dirigiéndole una mirada compasiva a Pawl.

—Por supuesto. Necesitan a un especialista cuanto antes —dijo, haciéndose con un pedazo de papel sobre el que garabateó para después doblarlo en forma de avioncillo con facilidad. El mensaje flotó al toque de la varita y salió por la puerta a toda velocidad. Curioso. Y probablemente menos lioso que lechuzas danzando de un lado para otro dejándolo todo perdido. Después de todo se encontrabas en un hospital—. Venenos no es mi especialidad pero ya le he suministrado las precauciones básicas. Les avisaré en cuanto haya novedades.

El rostro de Kane se ensombreció a ojos vistas, bajando la mirada al suelo. Después de haber interrogado a Allegra sintió una punzada en el pecho al saber que no sólo había muerto, sino que lo había hecho en aquellas condiciones.

—Dices que la atacaron sin piedad y por sorpresa—Ni pizca de humor en su tono y miró de reojo a Pawl—. ¿Se llevaron algo de la casa o fue un ajuste de cuentas

Contesté a Kane -No podemos saberlo todavía, el lugar parecía una batalla campal y hasta que hagan un relevamiento del lugar pueden pasar horas o días -suspiro -Espero que sean horas. Si quiere en cuanto sepa que está listo el inventario pido una copia para usted que estuvo antes en la casa o que le den acceso para que lo lea -sugiero.

-Voy a interrogar a la bruja y vuelvo, estén atentos a cualquier movimiento, sospecho que volverán a por él -anuncio señalando con la cabeza a Pawl "A menos que ya tengan en su poder lo que desean", me dije a mí mismo; luego me dirijo a la doctora -Gracias por su discreción -esta vez sí son sinceras mis palabras.

Daire tiene poco que añadir, sumido en sus pensamientos.

Nicholas abandonó la estancia dejando a sus compañeros al cargo. No estaba seguro de Daire, pero Arthur era un golpeador competente y estaba bastante seguro de que la mujer no se quedaba atrás. Uno no llegaba a medimago haciendo cuatro hechizos curativos; era un trabajo que requería una habilidad extraordinaria, especialmente aquellos que vestían túnica azul.

Con paso acelerado, el auror regresó a la sala de Urgencias donde no tuvo gran dificultad en localizar a la mujer que había llegado con Pawl. Para su sorpresa, era una compañera conocida: Sabina McLaggen*. Llevaba en el Departamento más o menos el mismo tiempo que él, una maga competente, y tal como habían dejado la vivienda de Pawl resultaba sorprendente que lo único que se hubiese llevado fuese una maldición en pleno rostro. Había tenido suerte, pensó…

Sabina estaba tendida en una camilla, la cual estaba rodeada por cortinillas para darle privacidad. Tenía el rostro vendado, una cálida manta por encima, y su respiración parecía ligeramente acelerada. Había una enfermera con ella, la cual tenía la varita y la mano libre extendidas encima de su pecho, murmurando lentamente un hechizo a media voz. Cuando Nicholas la miró con un gesto más que evidente, la enfermera asintió y dijo:

—Procure no agobiarla demasiado, por favor. No se encuentra del todo bien.

Fawley se marchó y la habitación quedó en un silencio enrarecido. La mujer suspiró quedamente por la nariz y acto seguido sacó una manta de uno de los armarios de la estancia y acomodó al señor Pawl con un cuidado cuasi maternal. Por algún motivo, la imagen de Sara cruzó la mente de Arthur. Ni siquiera había pensado en ello en todo el rato que llevaban allí. Quizás pudiese hacer algo, aunque era involucrar a alguien más en aquella enredadera… Quizás incluso fuese ponerla en peligro sin necesidad. Si realmente iban a por Marcus con tanto ahínco, lo mejor era dejar las cosas tan apartadas como pudiesen.

Mientras, Daire permaneció en un silencio de los que delatan que algo se anda rumiando. No una, dos criaturas mágicas. Aquello acortaba la lista considerablemente, y denotaba un perfil para el agresor. Pero había algo más. Aquellas criaturas… No eran un pygmy puff o un kneazel. Eran mucho más complejas y difíciles que eso.

Varios minutos más tarde alguien llamó a la puerta. Tras comprobar su identificación, Aphilius Donovan entró en la estancia portando una caja con botellitas de diferentes tonalidades. Era un brujo alto de expresión curiosa, casi histriónica. Tenía el pelo revuelto y la barba mal cuidada, además de una mirada desorientada de la clase que decía que tenía demasiadas cosas en la cabeza.

—Perdón, perdón. ¡Mucho trabajo! A ver, a ver —comenzó a decir sin sentido alguno, acercándose a Marcus para examinarlo brevemente, poniéndose unas lentes la mar de peculiares—. Hm-hmm… ¿Veneno de Mal Acechador, decís? A ver, a ver… Ayúdeme, O’Brian. Quiero examinar su espalda.

Entre ambos movieron al señor Pawl, que resoplaba con cierta dificultad. El mago examinó su espalda y negó con la cabeza.

—¿Ve esas manchitas casi azules? Malo, malo. Si el veneno está disuelto correctamente puede ser una ayuda, francamente. Pero mal hecho. No, no. Mal hecho actúa como una infección, comiéndose todo poco a poco. Desorientación, miedo, confusión. Muy feo es, sí. Y una solución brillante si uno no sabe hacer un obliviate. Pero muy feo.

El hombre se acercó a la caja, moviendo los dedos por encima de las botellitas como si pudiese sentir su aura, decantándose por un vial de un púrpura claro que le administró con sumo cuidado.

—Y dos gotas de este cada hora. Solo dos, ¿eh? Solo dos —dijo, tendiéndoselo a Fiona.

—¿Cuánto calcula que tardará en hacer efecto? —inquirió la mujer, pensativa.

—Denle unas horas. Si hay suerte puede que conserve la mayor parte de la memoria. Si no… Podrían encontrarse con un niño. Con un adolescente. Con, quién sabe. Pero es posible que queden fragmentos, sí, fragmentos.