Partida Rol por web

Nicholas escuchó entonces con atención los descubrimientos que habían realizado el resto, sacando sus propias conclusiones a medida que hablaban. El debate sobre la criatura mágica implicada no era tan interesante, pero si algunos de los hallazgos de Doe, que vendrían a confirmar que el ladrón contaba con colaboración interna. Parecía lo más probable, y el hallazgo del señor Kane apuntaba aún más en esa dirección. 

- Coincido con Doe. En este momento, resulta razonable pensar que el asaltante contaba con información interna de primera mano. Y tal vez, cierta cercanía al señor Pawl. Si alguien lo ha suplantado, ha debido estudiar previamente sus movimientos. Este no ha sido un trabajo de aficionados. 

Nicholas paseó entonces la vista por la habitación, y decidió obviar el hecho de que Kane y O'Connor hubieran comenzado a manosear los manuscritos y cachivaches que allí se encontraban, sin haber tomado las más mínimas medidas de seguridad. Al menos ahora si parecían tener ganas de trabajar. 

- Tenemos muchos frentes abiertos, y creo que deberíamos seguir separados para optimizar el tiempo - añadió tras unos segundos - Debemos investigar a los Lestrange, su relación con el objeto es como mínimo sospechosa. Debemos reconstruir los últimos días de Pawl, y la gente que ha estado con él últimamente, no puede haberse esfumado. Y debemos averiguar si el asalto al Santuario y este guardan relación. Creo que esos son los pasos más apremiantes. 

Miró entonces primero a Doe y luego a Kane, esperando su respuesta. O'Connor ya parecía convencido de ir al Santuario, y dado que era el supuesto experto en criaturas, era lógico que él se ocupara de aquello. Y Nicholas tenía ganas de tirar del hilo que había extendido Beery. Si entendía el motivo que podrían tener los Lestrange para aquello, sería más fácil responder a las otras preguntas. 

Asentí a Daire sin grandes aspavientos cuando me dio la razón. La verdad es que haber trabajado en el mismo departamento ponía las cosas más fáciles. Y tuve que contenerme para no alzar una ceja al escuchar cómo llamaba a la señorita Fawley con el corte que había recibido yo por no guardar las distancias.

Una vez que el irlandés terminó de hablar me incorporé del escritorio y me crucé de brazos, pensativa. Oí a Kane y a Fawley, entendiendo también que aquellos dos frentes abiertos de los que hablaban eran claros.

—Me gustaría acompañarle a hablar con los Lestrange —dije directamente a Fawley, dando por hecho que sería él quien se encargaría.

Era consciente de que estaba a prueba, de que más me valía demostrar que podía trabajar en equipo... Y ya fuese por estar observando o por los informes posteriores, ya había dejado claro que la investigación directa era uno de mis puntos fuertes. Hora de tratar con... Personas.

Entonces me dirigí a Kane.

—¿Ha hablado con la señora Pawl?

En el transcurso de la conversación, tanto Daire como Arthur habían comenzado a buscar en la pequeña estancia, revisando el escritorio, cajones, y estanterías con cierta dificultad. El lugar era pequeño y con cuatro personas dentro, más todavía. Además estaba la cuestión de si realmente era sabio comenzar a mover todos los libros que había allí, lo que probablemente les habría llevado el resto del día.

Antes de que el Mago Golpeador pudiese contestar, un aleteo familiar se escuchó al otro lado de la puerta. Tras un chillido agudo que hizo las veces de aviso, una carta se deslizó por debajo de la puerta hasta los pies de Raine, que se encontraba junto a la misma. La bruja fue la primera en reconocer a quién iba dirigida.

Nicholas Fawley

— Bell

Mientras la conversación se sucedía y las ideas llegaban a todos, Daire se fue moviendo por el despacho atento a detalles útiles: cartas, notas, cosas que no encajasen en el desorden general, aunque no era tanto desorden como una aglomeración de demasiadas cosas en un espacio no lo suficientemente grande. Resultaba casi claustrofóbico, sobre todo con cuatro seres vivos allí dentro ocupando más espacio del que había disponible.

No hubo mucho que llamase su atención, quizás porque todo estaba tan aleatoriamente esparcido que se parecía demasiado a su propio apartamento. Lo único a destacar era el cuaderno relativamente nuevo donde al parecer había estado trabajando antes de irse. El párrafo estaba sin terminar, algo que para alguien tan meticuloso como parecía ser, resultaba algo extraño. El tintero estaba cerrado, pero la pluma de escribir seguía manchada, ahora ya con tinta reseca.

Hubo algo más que llamó su atención por razones más bien personales: una foto. En ella se veía un Marcus más joven, acompañado de varias personas más. Entre ellos reconoció a la que posiblemente era su mujer, por la forma en que se cogían de la mano y se miraban de tanto en cuando, y entre el grupo también reconoció a una pareja con una niña de pelo oscuro y flequillo rebelde. Lizeth y sus padres estaban allí, en aquella explanada probablemente en algún lugar perdido de Irlanda. Apenas pudo contar cinco fotos personales en todo el despacho, y Lizeth estaba en una de ellas.

Mientras la conversación se sucedía y las ideas llegaban a todos, Arthur se fue moviendo por el despacho atento a detalles útiles: cartas, notas, cosas que no encajasen en el desorden general, aunque no era tanto desorden como una aglomeración de demasiadas cosas en un espacio no lo suficientemente grande. Resultaba casi claustrofóbico, sobre todo con cuatro seres vivos allí dentro ocupando más espacio del que había disponible.

No hubo mucho que llamase su atención, igual que había pasado en el despacho de su hogar. Lo único a destacar era el cuaderno relativamente nuevo donde al parecer había estado trabajando antes de irse. Allí estaban los dos últimos días que faltaban, sin llegar a terminar. También le llamó la atención varias fotos personales. Apenas tenía un total de cinco, sólo dos en las que Allegra estaba incluída. Sin embargo, se detuvo en una en la que Daire también había puesto el ojo. En ella se veía un Marcus más joven, acompañado de varias personas más, entre ellos su mujer y otro par de parejas, además de una niña de pelo oscuro y cara redonda con un flequillo bastante rebelde. Estaba casi seguro de que era Lizeth Fawley, y probablemente sus padres. Todos se encontraban en una explanada verde, cerca de unos bosques.

Sin embargo, quizás por su pericia o por cosa el azar, Arthur dio con algo realmente interesante, quizás la prueba que estaban buscando.

En uno de los dos abrigos que había en un perchero arrinconado, Arthur encontró varios papeles y notas entre los bolsillos. Nada realmente llamativo a primera vista, pero el Mago Golpeador llevaba toda la mañana leyendo a Marcus Pawl, sus notas escritas a mano en una cursiva rápida y alborotada, a veces casi ilegible. Aquella nota también estaba escrita en cursiva, pero tras echarle un segundo vistazo fue capaz de darse cuenta de que no era exactamente la misma letra. Era la letra de otra persona.

Aberfeldy, Breaside park

El apellido no era común en absoluto, al menos no en aquellos lares. Sin embargo, Raine estaba casi segura de haberlo escuchado antes... No. No lo había escuchado, lo había leído en El Profeta. Era alguien que escribía para el diario británico de forma regular, aunque el nombre no terminaba de acudir a su memoria.

Daire se había quedado un rato de más absorto en una foto. Miró con curiosidad a Raine cuando esta recogió la carta, y dejó el marco donde lo había encontrado. Inusualmente, no tenía nada que añadir a la conversación.

Nicholas asintió ante el ofrecimiento de la bruja a acompañarle, sin mucho que objetar. Aunque prefería trabajar sólo, no podía negar que el atractivo de Doe podía abrir algunas puertas con más sutileza de la que hubiera debido emplear él. Y cualquiera prestaría menos atención a las manos de Nicholas con ella en escena. 

- Bien. Pero antes me gustaría recabar información. Me dirigía a los archivos del departamento de Seguridad Mágica cuando nos encontramos. 

Respondió a Doe, y se acercó entonces al escritorio, mirando por encima si alguno de aquellos papeles tenía que ver con algo que no fueran centauros. A primera vista, no parecía aquel el despacho de un criminal que pudiera perpetrar un robo como aquel, pero si podía haber algo que pusiera luz sobre su desaparición. 

Aquello le hizo recordar la extraña criatura que acompañaba a Beery, y estuvo a punto de preguntar algo al respecto a O'Connor cuando un ruido a su espalda le hizo volverse, a tiempo de ver como una carta salía volando bajo la puerta, deteniéndose frente a Raine:

- ¿Lizeth? - preguntó a la inefable, pensando que tal vez la carta sería de su prima, pues estaba demasiado lejos para ver quién la escribía. 

Arthur seguía rebuscando por la habitación, abriendo cajones, revolviendo papeles y, en general, llevando poco cuidado con aquello que tocaba. Iba de aquí para allá sin seguir ningún orden aparente mientras, de vez en cuando, giraba la cabeza para mirar un segundo a sus compañeros antes de seguir desordenando una habitación ya revuelta de por sí. Con un libro titulado "Centauros, guía de campo para el intrépido mago" en una mano y un taco de pergaminos en la otra se giró hacia Raine para contestar.

—He hablado con la señora Pawl, pero no he podido sacar nada en claro. No tengo motivos para sospechar de ella ni creo que esté encubriendo a Marcus—chascó la lengua—. Tampoco puede hacer nada raro, le han requisado la varita y la custodia una auror.

Omitió el hecho de que dicha auror estuviese en prácticas. Mientras sus compañeros seguían discutiendo los pormenores Kane reanudó su particular investigación con uno de los abrigos olvidados del perchero.

—¿Hm?—Entrecerró los ojos, sacando del bolsillo un pequeño trozo de pergamino y acercándoselo a la cara para leer lo que ponía—¡Eh!

Con la sorpresa y la emoción retratada en el rostro, agitó triunfante el recorte para llamar la atención de sus compañeros, acercándose hasta ellos para enseñárselo.

—Esta letra no es de Marcus.

Aberfeldy, Breaside park

Daire se rascaba la barba, mirando la nota con cierta curiosidad.

-No conozco ningún parque con ese nombre en Londres. Pero Aberfeldy me quiere sonar familiar.

Aberfeldy. Por supuesto que Daire conocía aquel nombre, y no solo por la marca de whiskey muggle. También era un pueblo de Escocia y por alguna razón aquel otro nombre le produjo un cosquilleo en la nuca muy similar a sus extrañas premoniciones. Era el tener algo en la punta de la lengua, el casi poder acariciarlo en el pensamiento sin llegar a hacerlo, como si una barrera invisible se interpusiera entre la respuesta correcta.

Era frustrante de cojones.

Se golpeó con la frente en la mano.

-¡El whiskey! Es una bebida muggle. Alcohol del bueno, no esas cervezas aguadas e insípidas que les gustan tanto. Bueno, y también un pueblo de Escocia -entrecerró los ojos-. Sí, quizás eso último es algo más relevante en este caso.

Arthur compuso una cara que sólo podía significar "¡Si, joder. Whisky!" seguida de cierta decepción al comprender que su siguiente pista no implicaba alcohol... Necesariamente.

-Mirad que bien, turismo rural.

Cuadró las piernas dando un pequeño bote sin llegar a despegar los pies del suelo y miró a sus compañeros cruzado de brazos.

Nicholas entrecerró los ojos ligeramente, contemplando al irlandés.

—Evidentemente…

Sin embargo, al auror no le dio tiempo a terminar la frase.

Un estallido de luz azulada cruzó la puerta manifestándose delante de ellos en forma de liebre. El patronus saltó varias veces por la pequeña habitación, dejando una estela tras su paso, antes de asentarse en lo que podría ser más o menos el centro. Movió el hocico varias veces, mirándolos, antes de abrirlo y hablar perfectamente como un humano.

«Pawl acaba de aparecer en el Atrium. Venid de inmediato.»

Era extraño escuchar la voz de Lizeth en aquella forma, pero aquella extrañeza solía ocurrir con los patronus. Además, la urgencia del comunicado y el propio mensaje no dejaban espacio para preguntarse muchas más cosas.

Las cosas empezaban a moverse.

-Mmmm.

Daire todavía tenía que enviar la carta. Y hacer una vista al jefe. Pero claro, la prioridad de esos dos asuntos era bastante menor al hecho de que el principal sujeto de la investigación acababa de aparecer delante de sus narices sin motivo aparente, claro.

Por el camino, corriendo en dirección al atrio, hizo una pregunta al aire.

-¿Creéis que pueda ser algún tipo de distracción?

Al oír lo que Kane dijo me quedé un instante pensativa. Le tendí la carta que había llegado por debajo de la puerta a Fawley, y me dirigía Kane para contestar... Cuando él mismo llamó la atención sobre un trozo de pergamino que había encontrado.

Sin embargo, antes de que llegase a decir nada me quedé helada en el sitio con la llegada del patronus. No necesité ni dos segundos tras escuchar sus palabras para salir corriendo de aquel despacho. De camino al atrio, ante el comentario de Daire, no aminoré el paso. Tardé un instante en contestar.

—Podría ser —le dije—. Si cuando les encontró la patrulla estuvieran de camino a robar algo más, esta sería una buena oportunidad. —Hice una pequeña pausa, dudando si ofrecerme a ir al décimo piso. Quería ver a Pawl, la verdad, comprobar si era el verdadero... Pero también estar ahí si lo que Daire recía iba encaminado.

No tardé en decidirme. Alguien tenía que ir al décimo piso, y era mejor que lo hiciese alguien que ya hubiera estado allí, que supiera dónde habían sido interrumpidos.

—Avísenme de si es el verdadero Pawl en cuanto le sepan —les pedí—. Iré al décimo piso.

-Mmmm -si Daire tenía alguna objeción, decidió guardarla para sí mismo-. Tenga cuidado.

Había recuperado el trato de usted, aunque en su voz se apreciaba cierta preocupación por su amiga.